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INTRODUCCIÓN
Dios instauró en el mundo un modelo de familia desde que creó a Adán y a Eva; pero están los modelos que inventó el hombre; sucede que el estado está reemplazando la familia junto con sus valores y los valores de Dios, todo, por los valores que han inventado las distintas ideologías. Quiero hablar acerca de la falta de paternidad y de familia, que hay en el mundo. Hay muchos hijos heridos por falta de paternidad, y es nuestro deber luchar por la familia. Debemos orar para que los padres sean hombres de valor y las madres no tengan miedo a ser madres. Lo mejor que le dejamos al mundo cuando ya no estamos, es un legado y una descendencia, pero no una descendencia maldita sino todo lo contrario. Mucho se habla de qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos, y yo pregunto qué hijos le vamos a dejar al mundo. No podemos esperar dejarles un mundo mejor a nuestros hijos si primero no los encaminamos para bien, para que sean hijos seguros, confiados, con fe y sustancia espiritual.
Dios ha hecho bien las cosas desde el principio. Vemos en el mundo que ya no importan los principios y hay muchas opiniones en cuanto a los valores. Se cambian los principios como el camaleón, según la ocasión; especialmente los políticos. Los valores están trastocados y no se sabe dónde está el bien; dónde está lo bueno y lo malo. No existen metros patrones respecto de la ética y la moral porque falta Dios y falta su palabra. Porque si tú quieres algo firme, estable, inamovible, si quieres algo sólido, entonces tienes que buscar a Dios y abrazar su palabra. ¡La palabra de Dios sigue vigente! La verdad no cambia; la verdad sigue siendo poderosa, sigue siendo una luz que las tinieblas nunca podrán vencer.
Hay algo malo en la cabeza de los poderosos que gobiernan las naciones. Los fundamentos jurídicos están siendo pisoteados, las leyes son injustas, por lo tanto, la justicia deja de ser y se transforma en injusticia. Dios ha comenzado todo con una célula inicial; Él creó al hombre y vio que este no podía salir adelante sin una ayuda o compañera, por lo tanto, crea a la mujer y de ahí nace el matrimonio. Y espera del matrimonio recibir hijos. Casé una pareja de hermanos muy amados y compartí con ellos acerca del castigo de Dios sobre las naciones de Israel citando el pasaje de Malaquías 2.13 al 15 que dice: “… otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud”.
El matrimonio es un pacto y Dios demanda fidelidad. Los proyectos de Dios son santos, eternos y perfectos; y su deseo es crear un hombre y una mujer para conformar un matrimonio y de este obtener Él una descendencia que le honre. Los que no entren en sus planes se van a perder, y los que entren, reinarán juntamente con Cristo. Se trata de aquellos que tenemos temor de Dios. Nosotros, sus hijos, heredaremos la tierra. No la heredarán otros, la heredarán los hijos de Dios. En aquel entonces dominará el amor y será todo bendición. Debemos comenzar ahora por casa para poder llegar a ese proyecto de Dios.
PADRES E HIJOS
Leemos en Deuteronomio 4:9: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos”. Dios estableció una relación entre padres e hijos, y estableció que el bien en la nación, no sólo el bien personal sino también el social, corresponde a la tarea de los padres de enseñarles a los hijos lo que han recibido de Dios. Lamentablemente encontramos hoy que faltan padres y madres, y que hay matrimonios disueltos y familias rotas. Entonces hay hijos extraviados, dolidos y enfermos en el alma; hijos con resentimientos, amarguras, tristezas y rebelión. Los hijos no quieren saber nada con sus padres ni con la familia. Tenemos una trama social resquebrajada.
Deuteronomio 4:39 y 40 dice así: “Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro. Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre”. El plan de Dios es que te vaya bien a ti y les vaya bien a tus hijos después de ti, pero no nos parece un proyecto tan grande. Tal vez un gran proyecto para nosotros es comprar una linda casa, un lindo auto o tener un título; sin embargo, eso no es un gran proyecto para Dios, porque Él quiere que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti. Y en esto la familia es fundamental ya que el que guarda los estatutos es el padre y éste lo enseña a los hijos. Es necesario que las familias tomen en serio el rol que les compete y más que nada, que los padres tomen en serio la paternidad. Es hermoso ver hijos que caminan confiados y felices, y disfrutan del amor, de la protección y del sustento de su padre.
Encontramos varios pasajes en la Biblia que hablan de tus hijos y de los hijos de los hijos, refiriéndose a tu descendencia. Dice Dios en su palabra en cuanto a la descendencia, al darnos los 10 mandamientos: “…porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20:5 y 6).
El plan de Dios es bendecir el mundo, no maldecirlo. Bendecir el mundo a través nuestro y de nuestros hijos porque han aprendido los mandamientos y los estatutos que Dios nos ha dado a nosotros, porque nosotros nos hemos propuesto enseñarles a ellos los valores que Dios nos ha enseñado. A la iglesia llegan personas que no han tenido papá de quien aprender valores. Llegan muchas mujeres, chicas y grandes, muy heridas porque sus padres las han despreciado o las han abandonado. Mujeres que son heridas por sus esposos porque estos no aprendieron de los mandamientos de Dios. Hay muchos padres, demasiados, que no aprendieron de los mandamientos de Dios porque no fueron enseñados por sus padres. El pastor Martin no creció con su papá y nunca pudo contar con él. Esto le produjo dolor, soledad y odio porque veía que otros tenían papá y él no; y se preguntaba por qué. Contando acerca de él a la congregación, dijo que en realidad tuvo muchos padres porque su mamá tuvo muchos novios. Cada tanto conocía un papá nuevo; algunos buenos, otros malos. Tuvo muchos padres que no fueron padres, más bien aves de paso. Y un día llegó a la iglesia y conoció por medio del evangelio el verdadero modelo de un padre. ¡Conoció a Dios! Él, que tuvo muchas mujeres y había hecho tantos desastres por la droga, de pronto comenzó a tener temor de Dios. No me olvido cuando se enamoró de Lorna, quien hoy es su esposa. Cuando se enamoró sintió miedo de estar equivocado porque pasaron varias mujeres en su vida, pero ahora había conocido el evangelio y tenía miedo de hacer algo que Dios no quería. Ni bien se fijó en Lorna comenzó a orar y a reprender porque creía que era un carnal al tener esos sentimientos por ella, pero se estaba enamorando. Comenzó a actuar de una manera distinta a la que aprendió en el mundo. Él, que nunca tuvo padre, ahora tiene 4 hijos. Un día se me acercó y me dijo: “Estoy orando y ayunando pastor. No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de fijarme en Lorna y eso no puede ser. Yo estoy reprendiendo los demonios”. Entonces yo le digo: “Está linda Lorna, ¿verdad?” El hombre tenía temor de Dios y buscaba consejo para ponerse de novio. La cosa fue avanzando y funcionó bien hasta el día de hoy. ¡Disfruta hoy de su esposa y de sus 4 hijos! El hombre que nunca tuvo padre, cuya ausencia le provocó tanto dolor, al punto de involucrarse en las drogas, aun al borde de la muerte por una sobredosis; conoció a Dios, formó una familia y tiene 4 hijos. Y sus hijos lo aman, lo buscan, le piden consejo.
Yo digo, ¿de dónde salió un padre si él no tuvo un padre? La respuesta es que él aprendió a ser hijo de Dios, y aprendió del Padre a ser un buen padre. No hay mejor forma de ser un buen padre que ser un buen hijo. Claro, si tu padre no quiere ser un buen padre; Dios hoy te ofrece ser tu padre. Él va a encaminar tu vida. Si no te sustenta tu padre, Dios te va a sustentar, si no te ama tu padre, Él te va a amar; si no te cuida tu padre, Dios te va a cuidar. El mejor ejemplo de hijo fue Jesús; el Señor creyó en el Padre y confió en Él, y fue obediente hasta la muerte. No hay mejor modelo de hijo como Jesús, y no hay mejor modelo de padre que nuestro Padre celestial. Cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, el Señor les dijo: “Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos…” No decimos: “Oh PHD que te sacaste las mejores notas”, “Oh premio nobel…” Nos dirigimos a Dios llamándole Padre, porque lo más importante para Dios es la figura de padre y de hijo; también la figura de matrimonio, hombre y mujer.
Debemos defender esto, porque forma parte de la verdad de Dios y por la verdad vale la pena dar la vida. Hay cosas que valen más que la vida misma. La verdad es eterna y debemos estar dispuestos a morir por ella. Sabemos quién es la verdad; la verdad es Cristo. Él declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).
EL EJEMPLO DE LOT
Dios me dio para compartir contigo la historia de Lot, sobrino de Abraham. Los dos eran ricos y tenían mucho ganado, además de otras cosas, pero comenzaron a haber contiendas entre los pastores de ambos por causa de tanto ganado que tenían los dos. Y dice la Biblia en Génesis 13:8 y 9: “Así que Abram le dijo a Lot: No debe haber pleitos entre nosotros, ni entre nuestros pastores, porque somos parientes. Allí tienes toda la tierra a tu disposición. Por favor, aléjate de mí. Si te vas a la izquierda, yo me iré a la derecha y, si te vas a la derecha, yo me iré a la izquierda”. Lot decidió separarse de Abraham, pero cuando lo hizo, no se dio cuenta que se separaba del padre de la fe. Se separó del amigo de Dios, un hombre que era realmente bendición del mundo. “Te bendeciré y serás de bendición”, le dijo Dios a Abraham. ¡Qué triste no haber podido ver en ese tío el hombre de Dios que él necesitaba!
Dice la Biblia que Lot había elegido la llanura del Jordán porque vio que eran tierras buenas. Y fue extendiendo sus tiendas hasta a Sodoma. No se dio cuenta que el alejamiento de su tío era el acercamiento a una cultura contraria a Dios que no respetaba los mandamientos del Señor. Cualquiera diría, ¿qué tiene de malo? Lo que tiene de malo es que cuando uno se aleja del bien se acerca al mal. También narra la Biblia que había aumentado el clamor contra Sodoma y Gomorra y el pecado se había agravado tanto que colmó la paciencia de Dios y decidió destruir esas ciudades. Mas Abraham intercedió para salvar a su sobrino. Ya las tiendas de Lot no estaban cerca de la ciudad, sino que él vivía en esa ciudad. Me imagino lo que habrá visto y escuchado, pero, sobre todo, pienso en las cosas que habrán visto y escuchado sus hijas. Llegaron los ángeles a Sodoma y Lot los hizo entrar a su casa; y los sodomitas pidieron que salieran porque querían tener relaciones con ellos. Lot era un hombre temeroso de Dios, aunque no había tomado buenas decisiones, entonces les dijo a los sodomitas: “He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere; solamente que a estos varones no hagáis nada, pues que vinieron a la sombra de mi tejado…Entonces los varones alargaron la mano, y metieron a Lot en casa con ellos, y cerraron la puerta. Y a los hombres que estaban a la puerta de la casa hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor, de manera que se fatigaban buscando la puerta” (Génesis 19:8,10 y 11).
Dios determinó que iba a destruir Sodoma y Gomorra, y los ángeles apremiaron a Lot para que sacara a su familia de allí. Entonces dice la Biblia en Génesis 19:16 y 17: “Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas”. Lot y su familia escaparon a la ciudad de Zoar; y salido el sol Dios hizo caer fuego y ceniza sobre Sodoma y Gomorra. Pero la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal. Cuando Lot les pidió a los ángeles que le permitieran ir a la ciudad de Zoar, el ángel le respondió: “He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado. Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar”.
Ahora, el versículo 30 marca otra decisión de Lot: “Pero Lot subió de Zoar y moró en el monte, y sus dos hijas con él; porque tuvo miedo de quedarse en Zoar, y habitó en una cueva él y sus dos hijas”.
Un hombre rico, el cual había disfrutado mucho del favor de Dios mientras estaba con su tío Abraham, ahora estaba viviendo solo, en una cueva, en un monte; con sus dos hijas. Una vida de ermitaños. El temor lo llevó a tomar decisiones equivocadas. Las hijas no sabían qué hacer en esa situación, y empezaron a pensar qué hacer; pero no estaban buscando a Dios. Decidieron por su propia cuenta, por lo que leemos en los versículos 31 al 38: “Entonces la mayor dijo a la menor: Nuestro padre es viejo, y no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra. Ven, demos a beber vino a nuestro padre, y durmamos con él, y conservaremos de nuestro padre descendencia. Y dieron a beber vino a su padre aquella noche, y entró la mayor, y durmió con su padre; mas él no sintió cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó. El día siguiente, dijo la mayor a la menor: He aquí, yo dormí la noche pasada con mi padre; démosle a beber vino también esta noche, y entra y duerme con él, para que conservemos de nuestro padre descendencia. Y dieron a beber vino a su padre también aquella noche, y se levantó la menor, y durmió con él; pero él no echó de ver cuándo se acostó ella, ni cuándo se levantó. Y las dos hijas de Lot concibieron de su padre. Y dio a luz la mayor un hijo, y llamó su nombre Moab, el cual es padre de los moabitas hasta hoy. La menor también dio a luz un hijo, y llamó su nombre Ben-ammi, el cual es padre de los amonitas hasta hoy”.
La historia de los moabitas y de los amonitas podrían ser historias perdidas en el tiempo; o, mejor dicho, la historia de un hombre temeroso que huyó al monte con sus dos hijas, y estas tramaron para tener hijos de su propio padre, nacidos de una relación incestuosa. Estas ideas solamente caben en la cabeza de gente pervertida que no conoce la voluntad ni los preceptos de Dios. Me llamó la atención cuando la hija mayor de Lot dijo: “…no queda varón en la tierra que entre a nosotras conforme a la costumbre de toda la tierra”. Las mujeres se convencieron de que iban a vivir en la cueva toda su vida. Podrían haber ido a Zoar a mirar si había algo por lo menos, o podrían haber ido a otras ciudades a ver. Pero el miedo de Lot lo mantuvo encerrado. Todo lo que se le había metido en el corazón era lo que hacían y hablaban los habitantes de Sodoma y Gomorra. Él ni se enteró de lo que había sucedido porque lo emborracharon. ¡Qué manera poco feliz de concebir un hijo! Pero lo cierto que los amonitas que son descendientes de Lot porque él pasó a ser el padre de los amonitas y el abuelo de Amón. Lo mismo de los moabitas; papá y abuelo de Moab. Ambos se transformaron en una descendencia, pero no era una descendencia bendita conforme a lo que Dios quería.
Vuelvo a pensar en que Lot había convivido con el padre de la fe, el amigo de Dios; su tío Abraham, el hombre a quien Dios amaba y guardaba, y a quien el Señor le había dicho: “Te bendeciré y serás bendición”, y agregó: “Tu descendencia será tan grande que no se podrá contar”. De la descendencia de Abraham vino Cristo y el pueblo de Israel. Los moabitas que eran parientes en un tiempo, tenían una relación aceptable con sus primos, les llamemos así a los descendientes de Abraham. Pero después se transformaron en enemigos de Israel. Y tanto los moabitas como los amonitas tenían dioses y practicaban actos horribles; también tenían costumbres sexuales aberrantes. Tanto fue así que tenían profetizas en el altar de sus dioses de la fertilidad que se prostituían. Y los hombres tenían relaciones con esas mujeres. Ese es el fruto de una descendencia que Dios no ha bendecido. ¡Qué importante son los padres!
CONCLUSIÓN
Abraham tuvo un solo hijo que se llamó Isaac. Abraham confió en Dios y creyó en Él; e instruyó a Isaac en el temor de Dios y buscó mujer para su hijo de las hijas de su parentela, para que no emparentara con gente idólatra. Tuvo temor de Dios, y hasta el día de hoy su descendencia es bendecida por Dios a pesar de todo lo que están viviendo y a pesar de sus pecados. Por amor a David y por amor a Abraham, Dios está guardando a ese pueblo porque se lo juró a su amigo Abraham. Qué importante que un hijo o una hija tenga papá y mamá; y qué importante que los padres sean temerosos de Dios. Dios no les entregó a los hijos al estado, nos los entregó a nosotros. No somos hijos del estado, somos hijos de nuestros padres. Oramos para que los padres conozcan a Dios y sean buenos padres; así tendremos una buena descendencia. Esto es mejor que la mucha educación y que la mucha prosperidad. La prosperidad se puede perder y la educación puede conducir para mal; pero el temor de Jehová te conducirá al bien.
Los hijos reciben un legado moral y espiritual de sus padres; también reciben un legado afectivo. Los buenos valores provienen de Dios y no del estado. Los buenos valores vienen de nuestro Padre que está en los cielos. Hasta que no aprendas a ser un verdadero hijo de Dios o una verdadera hija de Dios, nunca llegarás a ser una buena madre o un verdadero padre. Algunos padres dicen: “Yo hice todo bien pero mi hijo me salió mal”. Cuando las cosas se hacen bien, salen bien; y cuando se hacen mal, salen mal. Si haces las cosas bien siguiendo tus ideas, no creas que tus ideas son las mejores; las ideas de Dios son mejores. Me admiro cuando veo al pastor Martín, ¡qué gran padre es! ¡Qué lindo esposo es! Su mamá nunca se casó, nunca tuvo una familia y nunca pudo contar con su papá; pero cuando conoció a Dios, tuvo temor del Señor, y se casó con una mujer conforme al corazón de Dios, y tuvo hijos, y sus hijos se alegran en el padre, así como Martín se alegra de sus hijos.
En Uruguay se necesita una descendencia bendecida. El Señor mandó a su pueblo diciéndoles: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:5 al 7). Dichosos aquellos que andan perdidos, pero encuentran la luz del Padre. Cuando Dios quiso que le conociéramos quiso que lo llamáramos Padre. La revolución más grande del mundo la hizo Jesús, el Hijo de Dios, aquel de quien el Padre dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Cristo vino a enseñarnos como ser buenos hijos para llegar a ser buenos padres. Un hijo no puede llegar a ser un buen padre porque está lleno de heridas que han provocado circunstancias dolorosas y no le dejan ver el bien porque ve a través de la lente del resentimiento, de la amargura y de la baja autoestima. Nada de eso te lleva a ser un buen hijo, ni un buen padre. Pero te digo que puedes abrir tu corazón a Jesús y decirle que entre en ti y que quieres tener el espíritu de Hijo que tuvo Él.
Haz una oración y dile al Padre: “Padre querido, te necesito. Limpia mi vida, endereza mi camino, te lo pido en el nombre de Jesús. Te abro mi corazón. Quiero ser ese hijo que tú anhelas. Entra en mi vida Señor, sana mis heridas, llévate los recuerdos que me maldicen. Quiero caminar en tus caminos. Te recibo en mi corazón en esta hora y recibo tu perdón, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: