¿TIENES LA MANO SECA? - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

¿TIENES LA MANO SECA?

Leemos en Mateo 12:9 al 14: 9Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos. 10Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? 11El les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? 12Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. 13Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. 14Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle”.

Se armó un litigio, un problema no menor en función de esta discusión, o de esta contraposición de principios, de ideologías que se presentó. Los fariseos salieron afuera y comenzaron a tramar cómo hacer para destruir a Jesús. ¿Cuál era realmente el problema? En la sinagoga de los judíos había un hombre con una mano seca y la pregunta era: ¿Es lícito o no es lícito hacer el bien en día de reposo? La respuesta del Señor fue muy sencilla: “A cualquiera que se le caiga una oveja dentro de un pozo en día de reposo seguramente la va a sacar”. Y la lógica de Jesús señala: ¿No vale un hombre más que una oveja? ¡Un hombre vale más que una oveja! “Por lo tanto, dijo Jesús, es lícito hacer bien en día de reposo”.

Había una contraposición aquí que tenía que ver con los dictados de la religión versus los dictados de Dios. La religión se opone a las verdades de Dios. Lamentablemente, he escuchado demasiada gente en Uruguay que dice: “Todas las religiones son buenas”. ¡Pero no todas las religiones son buenas! Éstas han sido creadas por los hombres y nosotros tenemos que huir de la religión, y conocer la palabra de Dios, afirmarnos, abrazarnos a ella y obedecerle. No se trata de una religión sino de una relación. Mi relación con Dios determina lo que yo debo hacer o no debo hacer.

Los fariseos llegaron a discutir cosas muy locas. En el viaje reciente que hicimos a Israel, aprendimos algunas cosas que nos enseñaron los guías turísticos; ellos nos dijeron que para los judíos el día de reposo es sagrado, nada creativo se puede hacer en ese día. Señalan que Dios creó todas las cosas en seis días y en el séptimo día descansó por lo tanto nosotros no podemos ser más que Dios, por lo que debemos hacer nuestras obras, y así lo dice la Biblia, en seis días pero en el séptimo no hacer nada. Entonces ellos han llegado a establecer normas extremas como por ejemplo, no pueden dejar que caiga agua en la tierra en día sábado porque de ser así podría mojar alguna semilla y ésta podría germinar, por lo que estaría haciendo algo creativo. Han llegado a ser tan meticulosos, al punto de discutir cosas ridículas, como si es lícito comer un huevo que una gallina puso en día sábado porque la Biblia ordena: “No trabajarás tú, ni tu siervo, ni tu buey, ni tu asno” y ellos le agregaron: ¡ni tu gallina!

Pero el tema es, cuáles son las prioridades del día de reposo. Jesús enseñó que Él es el Señor del día de reposo y que este día se hizo por causa del hombre y no el hombre por causa del día de reposo. Y no se trataba si era lícito sanar el día de reposo o no, el problema más grave era que había un hombre con una mano seca, su mano no servía para nada. Muchas personas han sufrido alguna torcedura, o como me ha sucedido a mi, tenía un dolor que no me dejaba doblar la muñeca, no podía agarrar nada por lo que me ha tocado vivenciar la necesidad de que mi mano no me funcionara bien. Pero hay algo peor que esto: hay personas que tienen la mano pero tampoco la usan. ¿Tú tienes la mano seca?

Cuando he tenido mi mano dolorida, ¡qué complicado era!, porque, si eres diestro, y si es la mano derecha la que no puedes mover, prueba peinarte con la izquierda, ¡te sale mal! Uno de los graves problemas que he tenido por causa de no poder usar la mano derecha es levantarme del inodoro; me costaba levantarme los pantalones y abrocharme los botones usando una sola mano. ¡En cuántas cosas uno se complica al no tener una mano funcionando! Es engorroso no poder agarrar una cuchara o el cuchillo para cortar un trozo de carne y tener que estar intentando con la izquierda que no anda tan bien. Pero, tal como lo menciona la Biblia, era peor la situación de este hombre, porque se trataba de alguien que tenía una mano totalmente inerte, seca. No obstante, debemos saber que Dios ama profundamente al ser humano, y que la preocupación de Jesús eran, -y siguen siendo- las personas y no las leyes de la religión.

El corazón de Jesús se conmovía cuando veía una persona enferma y necesitada, porque Él vino del cielo a morir a favor de los hombres, a dar su vida por la humanidad. ¡Dios te ama y me ama profundamente! Él no mira hacia el costado cuando tienes algún problema, Dios está viviendo tus circunstancias y te acompaña a atravesarlas. Nadie te va a ayudar mejor que Dios y nadie va a estar más cerca de tuyo que Él en tus problemas.

¡Qué le importaba a Jesús lo que decía la religión! En la sinagoga se estaba enseñando acerca de Dios pero más importante que eso es que, había un hombre allí con una mano seca y el Señor vio la dureza del corazón de esta gente; a ellos no les importaba si el hombre tenía la mano seca o no pero tampoco tenían poder para sanarlo y sabían bien que Jesús sí tenía poder y que lo podía hacer, pero a ellos no les importaba. ¡No les interesaba ni siquiera saber si el poder que Jesús tenía para sanar al hombre era de Dios o del demonio! Lo que importaba es que era día sábado y no podían hacer las cosas que estaban en contra del reglamento de la religión.

Lo he dicho varias veces y lo repito: ¡Dios detesta la religión! Ésta se ha levantado contra Dios. No hay religiones buenas, Dios no quiere relacionarse contigo a través de una religión ni de normas sino que quiere relacionarse contigo a través del amor. La norma número uno es: Amarás al Señor tu Dios, y la norma número dos es: Amarás a tu prójimo. ¿Amas a tu prójimo o no? ¿Haces algo por tu prójimo o no haces nada? ¡Si no haces nada, tienes la mano seca! ¡Y Dios la quiere sanar en este día!

            PASARÉ POR ESTE MUNDO UNA SOLA VEZ…

Hice este fin de semana un viaje a Buenos Aires para visitar un pariente que está muy enfermo. Sus manos están hinchadas, está adolorido por causa de un cáncer que ha tomado sus huesos; no puede estar sentado más de diez minutos, así que se acuesta nuevamente y ahí queda en su cama, quietito todo el día. Cuando hablaba por teléfono, ni siquiera podía agarrar el aparato porque se le caía de las manos. Lo vi con muy poco ánimo y muy pocas fuerzas.

Llegará el día en que ya no puedas hacer lo que hoy debes hacer. ¿Eres conciente de eso? Yo te pregunto: ¿Estás haciendo lo que debes? ¿Estás haciendo lo que Dios quiere? ¿Te domina la pasión que genera el amor por la gente? ¿Lo que tú haces tiene como motor el amor de Dios? Debo decirte que si el amor de Dios mueve tu vida, tú estás haciendo su voluntad.

Si eres conciente que lo que haces es porque el amor de Dios te embarga y te mueve, entonces puedes tener la certeza de que tu mano no está seca y que las obras que estás haciendo son las correctas, y de las cuales no te vas a arrepentir.

Tú has sido creado por Dios y para Dios y Él ha establecido el tiempo de tu existencia. Dios ha establecido obras de antemano para que tú andes en ellas, así lo dice su palabra en Efesios 2:10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Tú no te perteneces, le perteneces a Dios y no has nacido para hacer tu voluntad sino la de Dios. ¡No puedes tener tu mano seca! ¡Dios quiere sanarla!

Una de las vivencias que me vino a la memoria cuando preparaba este mensaje, fue el día que encontré a uno de nuestros pastores, Hagop, en su casa. Un hombre que por circunstancias que no vienen al caso quedó al margen de su congregación, un hombre que había servido a Dios toda su vida pero estuvo diez años sin poder servirlo porque no tenía lugar o espacio en la iglesia a la que asistía. Por tal motivo comenzó a entristecerse al punto de deprimirse, porque quería servir a Dios, pero no sabía dónde ni cómo.

Un día, hablando con su hijo le pregunté cómo estaba su padre y me respondió que estaba muy mal, así que decidí visitarlo. Cuando llegué a su casa, me lo encontré sentadito en un sillón. ¡Qué triste estaba! ¡Perecía un pollito mojado! Le pregunté cómo estaba y me contestó: “Estoy afligido, tengo setenta años y no quiero morir sin servir a Dios. ¡Se me va la vida y quiero servir a Dios!” Ese día mi corazón quedó ligado al de Hagop y ese mismo día con tal de ventilarlo un poco, lo llevé a conocer algunos de nuestros centros comunitarios Beraca. El pudo ver la obra que se hacía en esos lugares y se entusiasmó, entonces me dijo algo que nunca me olvidaré: “Desde este día vas a ser mi pastor, aconséjame, dime qué hago, yo te voy a obedecer”. Así que le comencé a dar consejos, y él, un hombre prudente, sujeto, al poco tiempo terminó siendo pastor de nuestra iglesia.

Una de las cosas que me llama la atención es que no es muy fácil encontrar alguien que me diga: “Apóstol, estoy desesperado por servir a Dios”. ¡No hay! Hay mucha gente que se queja que le duele acá, que le duele allá, que la esposa, que el trabajo, etc. ¡Esos abundan! Pero gente que me diga que está desesperada por servir a Dios no se encuentra fácil. ¡Parece que hay muchas manos secas!

Un creyente llamado William Morris dijo: “Pasaré por este mundo una sola vez. Si hay alguna palabra bondadosa que yo pueda pronunciar, alguna noble acción que yo pueda efectuar, diga yo esa palabra, haga yo esa buena acción ahora, pues no pasaré más por aquí…”

Con esta frase quiero llamarte a la reflexión. ¿Qué grado de conciencia tienes que el día de ayer no lo volverás a vivir más? ¿Qué hiciste ayer? ¿Qué grado de conciencia tienes que el día de hoy no lo vas a vivir más? ¿Qué has hecho con tu pasado y qué harás con tu futuro? Cuando llegue el momento de presentarte delante de Dios, ¿podrás ir delante de Él satisfecho y feliz porque sabes que has hecho su voluntad?

De eso los fariseos no sabían nada; terminó la discusión, salieron afuera y se dijeron: “¿Cómo hacemos para destruirlo a este? ¡No podemos permitir que siga arruinando las enseñanzas que damos!” A ellos les gustaba crear normas. ¡Hay gente religiosa a la que le gusta la estupidez! Sé de algunos que discutían cuántos demonios cabían en la cabeza de un alfiler. Pero lo que realmente cuenta es, si tus obras son de Dios o de hombres. ¿Son tus obras o son las de Dios?

            EL MENSAJE DE ALBERTO…

Tuve una de las experiencias más fuertes de mi vida en este viaje que hice a la ciudad de Buenos Aires. A nuestro pariente que es muy cercano y está delicado de salud, lo tuvieron internado por quince días y una nurse le dijo que a ella le pagan muy bien por poner una sustancia en el suero de una persona que se encuentra mal y que si él quería, podría hacer lo mismo.             Mi pariente con una voz entrecortada, totalmente débil y con muy poco aliento le dijo: “Yo soy de arriba, soy de Cristo”. Pero los días siguientes, cada vez que aparecía la enfermera y le colocaba algún remedio en su suero, él temblaba porque tenía miedo y oraba: “Señor, que no me mate”. ¡Una experiencia muy dolorosa! La doctora que lo atiende habló con la esposa y le dijo: “¿Este hombre es su primer esposo o el segundo? ¿Quiere deshacerse de él?” ¡Este es el mundo en el que estamos viviendo!

Antes de viajar a visitar a nuestro pariente, hablábamos a través del Skype; delante de la cámara, llorando, nos pidió que lo fuéramos a ver. Yo había estado hacía dos o tres meses antes con él, pero en este último tiempo lo vi muy endeble y flaco. Nos pidió que lleváramos dos valijas grandes porque quería darnos toda su ropa; con lágrimas en los ojos nos dijo: “Esta ropa les va a venir muy bien a los chicos de Beraca para que no pasen frío, yo ya no la voy a usar más”. Así que nos pidió que descolgásemos todos los trajes que tenía. Él trabajaba para “Vialidad Nacional” en la República Argentina, y siempre andaba bien vestido; todos los días a las seis de la mañana se bañaba, se ponía sus buenos trajes, se perfumaba y salía para su trabajo. Yo le llegué a tenerle bronca a la empresa donde él trabajaba, más de una vez le dijo: “Alberto, te has consagrado a Vialidad Nacional, ese empleo se ha convertido en tu señor, tu trabajo es tu vida”. ¡Cuántas veces dejó de ir a la iglesia porque al otro día tenía que levantarse temprano para ir a su trabajo! Le dije varias veces que tenía que dejar Vialidad Nacional y consagrarse al Señor; él ya tenía edad para jubilarse, pero resulta que si decidía quedarse, le aumentaban el sueldo, así que por cinco años que le añadían, podría cobrar un poco más. Me había prometido que al jubilarse se vendría a vivir conmigo a Montevideo y me ayudaría en la obra, estaba encantado con lo que nosotros hacemos aquí. Un día nos fuimos a tomar un café y le dije: “Alberto, ¿qué le queres dar a Dios, tu despojo, lo que te sobra? ¿Por qué no lo servís ahora?” Pero me ponía excusas, y ahora le vino un cáncer.

Por dos años vengo pensando que Alberto no le dio a Dios lo que Él le exigía cuando estaba sano, ahora nada le podrá dar a Dios porque ya no tiene tiempo…

Nos dio todos sus trajes y llorando me dijo: “Jorge, algunos de estos trajes les quedará muy lindo a tus pastores, que los usen para predicar la palabra de Dios, yo ya no los voy a usar”. En un momento me acosté a su lado; los dos estábamos llorando y en eso me dijo: “Jorge, estoy tan arrepentido de todo lo que he hecho; en estos días he reflexionado mucho y he llegado a entender que todo lo que he hecho en mi vida no ha servido para nada, estoy muy arrepentido pero mi dolor es que ya no sirve mi arrepentimiento. ¡Todo lo que he corrido, todo lo que he subido y bajado no ha servido para nada!”

Él es un creyente que nació en el evangelio y ha servido a Dios como organista en la iglesia. Pero me remató cuando me dijo: “Ahora me tengo que presentar allá arriba y voy con las manos vacías. ¡No tengo qué presentarle a Jesús!” Siempre ha trabajado por su hijo, se ha comprado su casita, ayudó a su hijo a comprar la suya, tiene su autito, ha tenido tantas cosas, pero se presentará delante de Jesús con las manos vacías.

Regresamos sacudidos con mi esposa y nos enteramos que después que nos volvimos, se deterioró y lo internaron nuevamente. Lo que me ha declarado Alberto, ahora sí le sirve a muchos; si bien nada de lo que ha hecho, ha servido, lo que ha declarado en una hora tan crítica, en este instante le está sacudiendo la vida a más de uno, porque yo se que este mensaje no lo podrás olvidar. Si tomas en serio este mensaje tomarás decisiones serias y vas a cambiar el rumbo de tu existencia. Dejarás de valorar lo que has estado valorando hasta ahora y comenzarás a darle valor a otras cosas. No pasarás desapercibido delante de un hombre que tenga una mano seca porque comenzarás a amar a tu prójimo y a vivir por tus semejantes, llevándoles las nuevas de Dios. ¡Tu mundo va a cambiar!

Si Uruguay no ha cambiado aún es porque faltan personas que digan como Hagop: “No me quiero morir sin servir a Dios. ¿De qué me sirve la vida si no sirvo a Dios?” Yo te pregunto: ¿Cuál es la prioridad de tu vida? ¿Qué estás haciendo? ¿Te estás auto convenciendo que eres una persona buena, que haces las cosas bien y no le haces mal a nadie? ¿O tienes la convicción de que estás sirviendo a Dios? ¿Estás seguro que has aceptado el yugo de Dios y has puesto el hombro para que Él ponga su carga sobre ti? ¿Lo que estás haciendo es la carga que Dios te ha dado o estás llevando tu carga?

Una de las lecciones más grandes de mi vida me la ha dado mi pariente en estos días, ¡me ha sacudido! Es normal que la esposa del fallecido regale sus trajes ¡pero que la persona que está por morir te los entregue, no! Y los ha entregado para que mis pastores prediquen el evangelio.

            “Pasaré por este mundo una sola vez. Si hay alguna palabra bondadosa que yo pueda pronunciar, alguna noble acción que yo pueda efectuar, diga yo esa palabra, haga yo esa buena acción ahora, pues no pasaré más por aquí…”

Me volví dando gracias a Dios y diciéndole: “¡Cuánto te agradezco porque has puesto en mí la certeza de que estoy haciendo tu voluntad! ¡Yo sé que no me voy a presentar delante de ti con las manos vacías! Señor, lo estoy haciendo un poco más mal, un poco más bien, pero se que mi corazón está enfocado en eso, se que mi deseo es honrarte y el deseo de mis manos es hacer tu voluntad. Yo creía que tu voluntad no era buena para mi, creía que ser pastor era malo, pero me has hecho un pastor, Señor, y estoy agradecido y feliz porque he comprobado que tu voluntad es agradable y perfecta.”

He comprobado que la voluntad del hombre es una carga difícil de sobrellevar, que los proyectos del hombre, él los tiene que sobrellevar con sus propias fuerzas pero he visto que cuando uno hace la voluntad de Dios, es su gracia y su poder que sostiene a la persona.

            CONCLUSIÓN

¡Que no pase de este día! El Señor está demandando a la iglesia que tome decisiones firmes en cuanto a romper con todo proyecto personal, toda idea y pensamiento personal; el Señor va a sacudir el mundo con gente que le diga: “¡Aquí están mis manos!” ¡Yo no tengo las manos secas Señor, gracias porque las has sanado y te servirán a ti! Estas manos no harán lo que yo quiero sino lo que tú quieres, Dios mío.

Dios te ha dado ojos y éstos no son para ver lo que no debes, sino lo que Él ha determinado que tú veas. Hay muchas cosas para ver, pero no todas te convienen. Dios te ha dado oídos, pero no es para que oigas todo lo que se dice, te ha dado oídos porque Él quiere que oigas su voz, quiere que tus oídos estén consagrados y oigas su voluntad. Dios te ha dado lengua pero no es para que hables cualquier cosa, tu lengua es de Él y para Él, por lo tanto quiere que hables sus palabras. Hay mucho que decir, pero Dios no quiere que digas todo lo que hay para decir, quiere que uses tu lengua para declarar su palabra.

Dios le ha puesto un límite a tu existencia, no estarás una eternidad en el planeta. Tienes el tiempo fijado, no te engañes diciendo: “Mañana voy a servir a Dios”. ¡No te engañes! Varias veces, Alberto me dijo: “Voy a vender mi casa, y me voy a comprar un apartamento en Montevideo. Voy a servir a Dios”. ¡Pero no vino! Conságrate a Dios mientras hay tiempo, no lo hagas cuando estés postrado en una cama.

Dijo Moisés en el salmo 90:12: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, para que traigamos al corazón sabiduría”. ¡Sirve ahora que tienes fuerzas porque no eres dueño ni de tus días ni de tus fuerzas, sirve a Dios hoy!

Dios está haciendo una demanda muy grande sobre la iglesia, Él está demandando consagración. Dios no te está ofreciendo bienes, que si tú le sirves, Él te dará bienes; Dios te está ofreciendo un desafío eterno. ¡Los bienes quedan y tú te irás!

¿Estás haciendo la voluntad de Dios o te estás engañando? Dile a Dios en esta hora:

“Señor, sana mi mano seca. ¡Quiero que mis manos hagan tu voluntad! Te pedimos perdón en esta hora por todo lo que no hemos hecho y debimos hacer, nos presentamos delante de ti como ese hombre de la sinagoga, con la mano seca, Señor. ¡No queremos presentarnos con las manos vacías! Unge nuestras manos, Señor, que no se cansen de servirte. Dale a mi corazón dirección, hágase en mí tu voluntad Señor, te lo pido en el nombre de Jesús. Echo fuera de mi vida toda sugerencia del maligno, echo fuera de mi vida toda sugerencia propia, todo deseo y proyecto propios. ¡Dios mío, no quiero morir sin hacer tu voluntad! ¡Quiero servirte! Dame fuerzas para servirte y honrarte. Abre mi boca para glorificarte, para hablar de ti Señor, en el nombre de Jesús, enciende fuego en mi corazón. ¡Úngeme, Señor! Tuyo es el poder, tuya es la gloria y la honra. ¡Seas alabado y glorificado! Sé el Señor de mi vida, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.

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