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INTRODUCCION
La Biblia está repleta de testimonios de cosas que Dios ha hecho en momentos de crisis. Es en momentos de crisis cuando más buscamos a Dios y es en esos momentos cuando Dios se acerca a nosotros; porque Él está cerca del débil y del quebrantado. La Biblia nos enseña que nuestras lágrimas no caen a tierra, sino que son recogidas en una redoma en el cielo (Salmo 58:6), y nuestras oraciones están en copas de oro (Apocalipsis 5:8).
Nuestro Dios es sumamente bondadoso y misericordioso, pero muchas veces no lo entendemos porque nuestra mente no entiende la mente de Dios. Tampoco entiende las cosas que ha permitido Dios que existan, como, por ejemplo: el diablo, satanás y sus demonios. No nos cabe en la mente cuál es el gran misterio de Dios, y la Biblia afirma que el gran misterio de Dios será develado. Nosotros vamos a entender el plan de Dios cuando estemos en la gloria; mientras tanto andamos como en una neblina caminando por fe y creyendo lo que Dios dice, aunque no entendemos ni vemos. Y Dios nos recompensa con gozo, esperanza y paciencia; y va formando nuestro carácter, porque Él está necesitando personas, en el reino que está trayendo a la tierra. Personas tratadas por Él. Lamentablemente, en este mundo de pecados que tenemos, necesitamos atravesar situaciones conflictivas y difíciles. Pero en situaciones difíciles aprendemos más que llevando una vida fácil. Nosotros nos aferramos a los tiempos agradables, pero Dios sabe que necesitamos lo contrario. La Biblia señala que nuestra fe es probada en horno de fuego y una vez que hemos pasado la prueba, es entonces cuando nuestra fe ha sido perfeccionada.
Tenemos que aprender a darle la bienvenida a las circunstancias que queman porque ese fuego produce un oro cada vez más puro dentro de nosotros. Nuestra fe no crece en los buenos momentos; nuestra fe crece en medio de las crisis. Así que alabemos a Dios por las crisis que nos tocan atravesar.
El mundo está pasando por una prueba tremenda que es la pandemia en la cual se van descubriendo muchas cosas ocultas y malvadas que hay en el corazón del hombre. Hombres que se han desviado de Dios y lo detestan, y aun detestan a los que creemos en Dios; quieren destruir nuestra estructura de pensamientos y de creencias, y quieren destruir nuestros valores y principios que hemos aprendido de la palabra de Dios. Y nadie podrá soportar la crisis si no se toma de la mano del Señor. Necesitamos aferrarnos a Dios para poder soportar el tiempo de la prueba y tenemos que declarar con fe: “Señor, yo creo en ti. Yo no veo ni entiendo, pero confío en ti. Yo creo que tú me amas, aunque las circunstancias me muestren lo contrario”. Esto es un ejercicio de fe. Cuando no hacemos ejercicios nuestros músculos se atrofian; y se hacen fuertes cuando nos ejercitamos. De la misma manera necesitamos ejercitarnos espiritualmente en las dificultades y creer a pesar de.
A pesar de que en Uruguay estamos bien y supimos sobrellevar este tiempo de pandemia, quiero decirte que sigue habiendo una gran manipulación por parte de los gobiernos sobre el mundo. En varios países de Europa miles de personas salen a la calle para manifestarse en contra del pase sanitario. Una hermana alemana muy amada que ha vivido varios años en Uruguay, se volvió a Alemania y allá comenzó a trabajar en hogares como los que tenemos aquí en Uruguay, los hogares “Beraca”. Y me dijo que, como no está vacunada, les han prohibido ingresar a tiendas de ropas, entre otras cosas; sólo pueden ir a comprar alimentos. La embestida contra los que no se vacunan en el mundo es terrible, y la orden es que todo el mundo se debe vacunar. En Austria les prohíben a las personas no vacunadas entrar a las peluquerías, entonces han sacado las sillas y demás cosas a la calle para atender a esas personas. ¡Qué locura el mundo! Pero te aseguro que viene más.
LA UNCION DE SAUL
Por eso hoy quiero enfatizar en lo importante que es la presencia de Dios en nuestras vidas. Él prometió su Espíritu. Es la presencia de Cristo la que nos llena de paz, de bendición y de amor. Dios mandó a Samuel a ungir a Saúl para que sea rey sobre Israel. Saúl era un hombre tímido, con baja autoestima; el cual jamás soñó ni se imaginó que iba a ser rey de Israel. Dios no busca personas especializadas en cultura o ciencia; Dios busca personas que se dejen usar por Él. El Señor escogió a un don nadie porque Saúl no era nadie. Dice la Biblia que cuando él se enteró que lo iban a ungir como rey se escondió y lo fueron a buscar detrás del bagaje. Leemos en 1ª de Samuel 10:1: “Tomando entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo: ¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel?” y el versículo 6 del mismo capítulo dice lo siguiente: “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre”.
MI TESTIMONIO
Antes de que me enterara que iba a ser pastor yo no tenía nada de pastor ni quería tener nada que ver. Lo dije muchas veces, pero lo repito porque esto para mí es un ejemplo del gran poder de Dios. Entonces, andando el tiempo y por medio de quebrantos que Dios permitió en mi vida; el Señor me comenzó a mostrar personas que estaban quebrantadas, pero esas eran personas que no tenían esperanza, en cambio yo sí tenía esperanza. Personas que no conocían la Biblia, pero yo sí sabía de la palabra de Dios. Las personas quebrantadas no entendían lo que Dios estaba haciendo en su vida y yo tampoco. Pero yo conocía la historia de David, de Saúl, de Sansón y de los demás héroes de la fe porque había aprendido la Biblia desde muy chico. Así que yo tenía esa ventaja sobre los otros. Recuerdo que en ese entonces yo no me sentía hábil, ni me sentía útil para nada ni para nadie. Porque si yo no podía superar mi situación, ¿cómo me iba a poner a ayudar a otros a superar sus problemas? Es más, yo fui maestro de escuela dominical desde los 17 años y enseñaba la palabra de Dios. Y en mi quebranto, Dios me dijo por medio de su palabra en Santiago 3:1: “Hermanos míos, no os hagáis muchos maestros, sabiendo que recibiremos mayor condenación”. Yo me veía fracasado y entendí que nada de lo que enseñé estaba bien; que había enseñado la Biblia de acuerdo a mi entendimiento y mi visión, pero no bajo la unción y la dirección de Dios. Así que me sentía avergonzado de haber enseñado la Biblia en la escuela dominical. Después me daba miedo volver a enseñar y no podía hacerlo porque Dios me había mostrado que yo nunca hice su voluntad sino la mía, y había usado la Biblia para enseñar lo que me parecía a mí.
¿Recuerdas a los amigos de Job? Ellos querían defender a Dios y al final el Señor les dijo que ninguno le había dado un buen consejo a Job y hablaron lo que se les antojó. Estaba yo tan atribulado, tan quebrantado y desorientado; pero esperando en Dios. Se ve que Dios venía haciendo la obra en mí. Dice la Biblia que esperar en Dios es bueno, pero yo que siempre resolvía las cosas fáciles siempre, quería que Dios lo hiciera rápido. ¡Lo apuraba! En ese tiempo de quebranto crecía en mí la presencia de Dios. Yo nunca había anhelado su presencia como en ese entonces. Sabía mucho de Biblia, repetía como loro los versículos y los enseñaba; pero Dios me metió en un proceso del que no sabía cómo salir por mis medios. No me alcanzaba el conocimiento bíblico que tenía. Es que yo necesitaba la presencia y la unción de Dios en mi vida. Yo que no era pentecostal me reía de ellos que esperaban la llenura del Espíritu Santo, porque mi pensamiento era que por el hecho de haber creído en Cristo ya tenías el Espíritu. Pero llegó el momento en que yo anhelaba tener esa experiencia pentecostal de la llenura del Espíritu Santo, como dijo Jesús: “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Entonces le pedí a Dios que me llenara y resulta que no pasaba nada. Pero una noche estaba durmiendo, y en una especie de sueño veo como una hoja dorada que iba cayendo hasta que entró en mí. No entendía bien qué era eso, pero desde esa noche sentí fuego dentro de mí corazón. En ese tiempo se comenzó a hacer fuerte en mí la idea de servir a Dios. Yo tenía un concepto de lo que era servirle; no es que no quería hacerlo, sólo que quería servirlo a mi manera, siendo arquitecto, empresario y laico. Quería estar a su servicio, pero tenía mis caminos trazados. Y en ese entonces comencé a darme cuenta que los proyectos de Dios eran completamente distintos a los míos, y que tenía cosas para mí que ni me imaginaba, no siquiera soñé jamás. Entonces entendí que esa noche el Espíritu Santo me ungió con poder. Se comenzaron a suceder varios cambios en mi vida; el viejo Jorge se iba quedando atrás, y uno nuevo iba surgiendo. Sucedió conmigo y con mi esposa como dice la palabra de Dios en 1ª de Samuel 10:6, cuando le dijo a Saúl: “Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre”.
Doy fe de que a pesar de haber sido cristiano toda mi vida, en algún momento fui mudado en otro hombre y comencé a ver las cosas diferentes a como las veía antes. Eso ocurrió cuando la unción de Dios vino sobre mí. Pero, así como viene la unción se puede ir; porque nadie tiene asegurado al Espíritu Santo, porque nadie ha pagado para tenerlo seguro. Y es que el que quiere seguir a Cristo tiene que negarse a sí mismo y tomar su cruz cada día. La unción se retiene consagrándose cada día.
Saúl se olvidó que era la gracia que había venido sobre él y creyó que era por él. Se olvidó de retener la unción; y si él la retenía, entonces la unción de Dios operaba sobre él. El problema de Saúl fue querer retener la autoridad sin cuidar la unción del Espíritu Santo sobre su vida. Él no quería perder su imagen ni su autoridad, pero se olvidó que todo fue por la gracia y la gran misericordia de Dios.
DIOS PROMETE QUEBRANTAR TUS YUGOS
Isaías profetizó: “Por tanto el Señor, Jehová de los ejércitos, dice así: Pueblo mío, morador de Sion, no temas de Asiria. Con vara te herirá, y contra ti alzará su palo, a la manera de Egipto; más de aquí a muy poco tiempo se acabará mi furor y mi enojo, para destrucción de ellos. Y levantará Jehová de los ejércitos azote contra él como la matanza de Madián en la peña de Oreb, y alzará su vara sobre el mar como hizo por la vía de Egipto. Acontecerá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa de la unción” (Isaías 10:24 al 27).
Veo mucha gente con yugos sobre sus hombros. El yugo es un instrumento para unir a dos bueyes o mulas en una yunta, formado por una pieza alargada de madera con dos arcos que se ajustan a la cabeza o el cuello de los animales y que, sujeta a la lanza de un carro o el timón de un arado, permite que tiren de ellos. Y si el buey se pone tosco y se mueve bruscamente se puede romper el cuello o cerviz. El yugo es una carga, un peso. Hay cargas que pone Dios.
Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28 al 30). Hay yugos que pone el diablo y ese yugo es pesado; produce depresión, tristeza, angustia, impotencia, soledad y debilidad.
Hay muchos que por distintas circunstancias que viven tienen un peso sobre ellos, pero ese peso no es de Dios. Y el Señor me mandó a decirte en este día que por causa de la unción el yugo se pudrirá y vendrá la presencia del Espíritu de Dios sobre tu vida. Dios te dice que vas a atravesar valles de sombra de muerte, pero Él estará contigo. Vendrá ejército contra ti, pero te dice que no temas porque Él está contigo. El Señor es tu luz y tu salvación.
Te dice el Señor: “Te estoy preparando porque pasarás por el fuego, pero la llama no arderá en ti. Atravesarás por las aguas, pero no te vas a anegar. Cuando muchos son alcanzados por una tristeza profunda, yo te daré paz y gozo. Cuando muchos desmayan y sucumben, tú seguirás adelante porque yo soy tu Dios. Te estoy preparando para tiempos difíciles. Los míos son preparados por mí para atravesar hornos de fuego. Los leones no te van a comer, y el fuego de la prueba no te destruirá porque yo estoy contigo”.
CONCLUSION
La iglesia necesita dos cosas fundamentales. Una es, conocer la palabra de Dios y creerla. Es hacer que la palabra de Dios more en abundancia en sus corazones. Y lo otro fundamental es no apartarse de la unción de Dios. El Señor quiere ungirte para los tiempos que vienen. Vienen más pestes, más cepas y más vacunas; y vienen más imposiciones, pero nada te podrá confundir porque tu esperanza no está puesta en el hombre. Tu confianza está puesta en Dios.
Había un joven, en los comienzos de nuestra iglesia que se manifestaba todos los días después de escuchar la palabra y recibir ministración. Era un joven fornido especialista en artes marciales. Se le manifestaba un demonio y con los ojos cerrados empezaba a tirar patadas para todos lados. Yo me preguntaba cómo se daba cuenta dónde estaba yo, porque estaba con los ojos cerrados y yo me movía y retrocedía. Una vez arrancó unas butacas que estaban atornilladas al piso. Entonces se me quitaron las ganas de reprenderlo porque pensaba que me iba a tirar una butaca por la cabeza. El demonio estaba enfurecido y yo no tenía otra que reprenderlo y echarlo del joven, pero estaba descastadísimo. Yo empecé a retroceder hasta que me acorraló contra la pared y ya no podía escapar; entonces me encomendé en las manos de Dios. Y al llegar hasta donde estaba yo para golpearme no me podía golpear, sino que se desvaneció. Yo me maravillé y el Señor me dijo: “Soy yo que te defiendo”. Es que a veces alardeamos de valientes y fuertes, pero es el Señor en nuestras vidas el fuerte.
En esa época se manifestaba mucha gente todos los días; y había otro joven que quería ayudarme cuando yo oraba por las personas. Entonces se le había metido que quería tener el ministerio de liberación. Yo le decía que no se metiera, y una vez tratando de liberar a una persona, el demonio lo agarró a patadas. Le pegó tan fuerte que cayó al piso gimiendo. Le hice ver que no era él sino Dios quien a través de nuestras vidas libera a las personas. Satanás no te tiene miedo a ti, pero tiene terror a la unción de Dios.
Oro que la unción de Dios esté sobre ti, que el Señor te unja con poder y que por causa de la unción se pudra todo yugo sobre tu vida. ¡Sé lleno de la presencia de Dios en esta hora! ¡Sé llena de la presencia de Dios! Que su Espíritu Santo venga sobre ti y seas mudado y mudada en otra persona como ocurrió con Saúl. Que se rompan las ataduras y seas sanado en esta hora. Damos todo el honor ya la gloria a nuestro Dios, en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: