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INTRODUCCIÓN
Shavuot o Pentecostés, es la segunda fiesta anual en la que el pueblo de Dios de cualquier nación o lugar se hacía presente en Jerusalén, en el templo, y presentaban ofrendas a Dios. El Señor había estipulado que las ofrendas tenían que ser primicias especiales; ofrendas puras, escogidas, que hablan de la gratitud, del respeto y del reconocimiento de Aquel a quien se le presenta esas ofrendas.
Hay tres cosas importantes en esta fiesta; una la que se corresponde con la época en la que vivimos, la era del Espíritu Santo, la otra son las ofrendas y, por último, lo que tiene que ver con los mandatos de Dios que se compadecen con estos días, y el asunto es el matrimonio.
MATRIMONIO: DISEÑO DIVINO
El trato de Dios con el hombre comenzó con un matrimonio y toda la Biblia habla del matrimonio. Este, para Dios es un tema fundamental e importantísimo. Leemos en Génesis 2:18: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Todo lo que Dios hace tiene significado y propósito. Cuando Dios puso un matrimonio en el planeta Tierra, y con éste comienza la historia de la humanidad, Dios no solamente está apuntando a lo que va a suceder en el planeta, sino que todo tiene un paralelo en el mundo invisible. De este paralelo habla el apóstol Pablo cuando se refiere a que las cosas visibles son sombra de las cosas eternas. Todo tiene que ver con matrimonio en la Biblia; por eso Dios hizo al hombre y a la mujer. No hizo más. Dios dio una orden y dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
Aquí habla de una intimidad y una unión muy especial. Dios funda la tierra y como fundamento pone un matrimonio; la unión del un hombre y una mujer. El plan de Dios apunta a un gran matrimonio que conocemos según el libro de Apocalipsis como las bodas del Cordero. La unión entre el hombre y la mujer en el matrimonio tiene que ver con la unión que Dios pretende entre su Hijo Jesucristo para quien Él está preparando una gran boda con una gran novia.
DIOS SE CASA CON SU PUEBLO ISRAEL
La historia nos lleva al Monte Sinaí, cuando el pueblo de Dios es rescatado no siendo nada; Dios oye el clamor de sus hijos y los rescata con brazo fuerte de Egipto, y los saca en una fiesta, la Fiesta de Pascua. Luego de salir de Egipto caminaron durante cincuenta días. A los cincuenta días ellos estaban en el Monte Sinaí frente a frente con Dios, y el Señor los estaba esperando en ese monte, y les da los diez mandamientos, lo que conocemos como la ley. Los diez mandamientos son los primeros decretos que Dios establece.
Nos narra la Biblia que el pueblo al ver que Moisés demoraba enloqueció, y la ley es dada después, en los próximos cuarenta días y cuarenta noches que Moisés estuvo en la cima del Monte Sinaí. Queda escrita la ley en unas tablas. Esos mandamientos fueron escritos por el dedo de Dios; allí están establecidas las clausulas del Pacto que establecen las condiciones de la relación de Dios con su pueblo. Los judíos hoy entienden e interpretan que se trata de una unión matrimonial o Ketubah.
La Ketubah es un acta matrimonial. Dios establece una relación de intimidad con su pueblo y le promete bendiciones. En un contrato o acta hay compromisos; hay deberes o derechos que tiene el pueblo y también Dios. Cuando el pueblo rompe con esa relación, rompe ese pacto o contrato; leemos en el Antiguo Testamento que Dios se refiere al adulterio de su pueblo. Yo creía que era algo metafórico, pero no, ellos rompieron la fidelidad con el Dios que hizo pacto con ellos. El Señor habla de adulterio y de fornicación; y decía que el pueblo lo había abandonado yéndose detrás de sus amantes adorando otros dioses.
Este pacto matrimonial que Dios concertó con su pueblo, ocurrió en una fiesta llamada Shavuot, la que nosotros conocemos como Pentecostés; la segunda celebración más importante del calendario judío establecida por Dios. Dios elige un tiempo especial, porque en el tiempo de la cosecha hay mucha alegría y gozo. Dios les dijo que cuando entraran en la tierra prometida, la tierra que Él les daba, debían guardar un día de celebración; y en ese día tenían que presentarle frutos a Él. En Pentecostés nosotros nos presentamos a Dios con ofrendas de gratitud porque Dios nos miró cuando nosotros estábamos en Egipto y nos escogió; nos tomó de la mano y nos sacó, nos ha guiado por un desierto y nos está llevando a la tierra prometida de la cual fluye leche y miel.
INFIDELIDAD DE ISRAEL
En aquel entonces, el pacto fue escrito por el dedo de Dios en piedras; a esto se le llama la Torah o la ley. Y el Antiguo Testamento muestra que esa relación ha sido rota y que el pueblo le fue infiel a Dios y quebrantó el pacto, como cuando una de las partes adultera en su matrimonio rompiendo el pacto matrimonial. El pueblo se desvinculó de Dios rompiendo el compromiso que tenía que ver con las tablas de la ley o los estatutos que Dios había establecido para que su pueblo permaneciera relacionado con Él.
En un momento el Señor les dijo: “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo…” (Jeremías 3:14) Siempre Dios les reclamaba que se habían ido tras otro y lo abandonaron siendo que Él era su verdadero esposo. Hablé recientemente con un joven que le gustan los hombres, hijo de unos líderes de la iglesia. Este joven me dijo: “Cuando cumpla 18 años me voy a ir de mi casa a vivir con mi novio”. Le pregunté si él pensaba que estaba bien o estaba mal lo que estaba haciendo, a lo que me respondió: “Yo sé que está mal”. Insistí en preguntarle: “¿Sabes que estás ofendiendo a Dios?” Y él me dijo que sí sabía que lo estaba ofendiendo, y me puso una cara como diciéndome: “¿Qué quiere que haga? ¡Me gusta!” Este joven estaba rompiendo su relación con Dios. Cuando hacemos lo que queremos, lo que sentimos o lo que nos gusta, indefectiblemente rompemos el pacto con Dios; y es que el pacto permanece mientras estemos en su perfecta voluntad.
OSEAS Y SU ESPOSA ADÚLTERA
En el libro de Oseas encontramos un relato interesante y es que el Señor lo manda a casarse con una mujer fornicaria. Así leemos en Oseas 1:2: “Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová”. Esta, después de un tiempo, después de haberle dado hijos, lo abandona para irse con sus amantes. Pero Dios le ordenó que fuera a buscarla y que la amara. Ella terminó siendo una esclava, entonces leemos en el libro de Oseas: “La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada”. Dios le dijo a Oseas que le hacía vivir todo eso para que vieran qué dura era la relación entre Dios y su pueblo; aunque Dios no estaba dispuesto a dejar de amar a su esposa adúltera. Sin embargo, Dios no había roto el pacto; fue su pueblo que rompió el pacto. Y no hacían lo que a Él le agradaba; pero, aun así, Él estaba dispuesto a rescatar a su pueblo.
Dijo Dios: “Contended con vuestra madre, contended; porque ella no es mi mujer, ni yo su marido; aparte, pues, sus fornicaciones de su rostro, y sus adulterios de entre sus pechos” (Oseas 2:2). En todo el Antiguo Testamento vemos que se hace referencia a la relación entre Dios y su pueblo como una relación matrimonial que se ha roto. Dios les dice a los hijos de esa mujer adúltera: “Porque su madre se prostituyó; la que los dio a luz se deshonró, porque dijo: Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida…Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal” (Oseas 2:5 y 8). Aquí notamos lo que mencioné anteriormente acerca del matrimonio, la gratitud y la ofrenda. Fíjate el gran amor de Dios y su misericordia hacia su pueblo, porque, aunque la mujer adúltera dejó a su marido para irse tras sus amantes, el insiste en rescatarla y dice: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón” (Oseas 2:14). Oseas no se casa una sola vez con la esposa sino dos veces. Y Dios lo hace sentir a Oseas en carne propia el dolor que siente por los que lo dejan a Él. “En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi, y nunca más me llamarás Baali”. Ishi significa: mi marido. A los dioses alrededor del pueblo de Israel se les llamaba Baal, lo que significa: señor. Y Dios lo dijo a la mujer: “No me dirás nunca más Señor, sino que me dirás: Mi marido”. Estos son los planes de Dios con nosotros, su pueblo. Dijo Dios: “Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová” (Oseas 2:19 y 20). Dios promete un pacto nuevo y da por deshecho el pacto viejo. Dice Dios: “Ya no van a tener que leer en la ley qué es lo que yo quiero para que tengan una buena relación conmigo. En ese tiempo ustedes me van a conocer y van a estar unidos a mi”.
Leemos en Oseas 3:1: “Me dijo otra vez Jehová: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas”. Vemos en esto, que la relación de Dios con su pueblo es una relación matrimonial y lo importante que es para Él el matrimonio; y en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo lo afirma: “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Efesios 5:28 y 29, 31 y 32).
Dios es amante y te ama profundamente. Y aunque hayas fornicado o adulterado, así como a la mujer de Oseas; Él te llevará al desierto y allí hablará a tu corazón; y te desposará nuevamente en fidelidad. Cuando la iglesia celebra Pentecostés, celebra que un día vino el Espíritu Santo; y vino a reemplazar la letra de la ley por su poder. El poder del Espíritu que nos guía a toda verdad y nos enseña todas las cosas de Dios. Un Espíritu que produce intimidad entre Dios y nosotros; un Espíritu que produce poder en nosotros y nos hace uno con Cristo. ¡Ese es el Espíritu Santo!
“La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada”. Oseas la buscó, la encontró por ahí, en mal estado, dejada de lado. Esto me recuerda a muchos de nosotros que no valíamos nada. Una de nuestras pastoras, el día de su casamiento dijo: “Yo era una prostituta que había quedado en la calle; ya no comía y estaba muy delgada. Ni para prostituta servía”. El día de su casamiento daba gracias a Dios, llorando por el esposo que le había dado. Hoy junto con su esposo son los encargados del hogar en Haití. ¡Amo a Dios por estas cosas que hace!
Oseas compró a la mujer por quince ciclos de plata. Un esclavo valía treinta ciclos; ese fue el precio que pagaron por Jesús. Pero él la compró por la mitad, lo que significa que estaba muy maltrecha.
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá”. (Jeremías 31:31) La casa de Israel son todos los dispersos por las naciones, quién sabe dónde; son los que se mezclaron ente los gentiles y ya no se sabe quién es de Israel y quién es gentil. Así sucedió con Ruth la moabita, que había nacido en un pueblo extraño, con dioses extraños y costumbres extrañas; pero dejó su pueblo para irse con su suegra a Belén y se casó con Booz, y los dos llegaron a ser los bisabuelos del rey David.
DIOS ES TU MARIDO
Dios divide la casa de Judá que son los judíos actuales y la casa de Israel, es el pacto que Dios hace con todos los que no son judíos; los que están mezclados entre las naciones, entre los cuales estamos nosotros. Entonces Dios hará un nuevo pacto; y dice: “No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová” (Jeremías 31:32). La relación de Dios con su pueblo es una Ketubah. Esto es un pacto matrimonial; un acta legal que firman los novios el día de su casamiento donde se estipulan las responsabilidades del esposo y de la esposa. Y no solo es un acta matrimonial, sino que también es un documento legal que sirve para que quien haya contraído matrimonio con una persona judía por medio de una Ketubah en donde figura la firma de los testigos, el estado los reconozca como ciudadanos del estado de Israel.
Dijo Dios: “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33). Ya no es la ley escrita en una piedra; ahora es la ley en la mente, escrita en el corazón. ¿Entiendes la seriedad de Dios para entablar una relación con las personas? ¡Dios se compromete seriamente contigo! Dice la Biblia en Isaías 54:5: “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”. Redentor significa: el que paga precio de rescate por alguien. El capítulo 54 del libro de Isaías es un poema de amor y compromiso de Dios por su pueblo. Y el Señor dice: “Porque como a mujer abandonada y triste de espíritu te llamó Jehová, y como a la esposa de la juventud que es repudiada, dijo el Dios tuyo. Por un breve momento te abandoné, pero te recogeré con grandes misericordias. Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tú Redentor”.
En el Antiguo Testamento existe la promesa de una nueva Ketubah o nuevo Pacto. Eso se concretó el día de Pentecostés. Así dijo Dios: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David” (Isaías 55:3). Andando el tiempo, Jesús les dijo a sus discípulos: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré…Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:7, 13 al 15). Entonces les dijo: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Juan 24:49).
CONCLUSIÓN
La evidencia del Pacto de la ley es la ley misma, es el acta matrimonial en la que Dios se compromete y compromete a su pueblo en fidelidad. Pero la evidencia del segundo Pacto que comienza cuando el Espíritu Santo da a luz a la iglesia el día de Pentecostés, la señal es el Espíritu Santo habitando en el creyente. Cuando dos personas se unen en matrimonio, la evidencia de que están casados en un pacto matrimonial es el anillo. La evidencia en el creyente es la evidencia del Espíritu Santo en su vida, lo que significa, presencia de poder, de unción, de fuego, de gloria, poder para orar, para sanar enfermos; poder para hacer milagros.
¡No puedes seguir sin ser lleno del Espíritu Santo! ¡Dios te anhela! Dice la Biblia que el Espíritu Santo nos anhela celosamente. Significa que nos busca, que nos espera y está pendiente de nosotros para ver cuándo le vamos a dar el lugar que Él se merece. Nos cansamos de pedirle cosas a Dios; que nos sane, que nos prospere, que nos de trabajo, etc. Que nos queremos comprar un auto o una casa. Y Dios nos dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13). ¡El mayor regalo es la presencia del Espíritu Santo! Tú no necesitas la letra de este mensaje. Tú necesitas el Espíritu que inspiró este mensaje. ¿Te has enamorado alguna vez y soñaste con esa persona; y el fuego de ese amor te estremecía? Y querías ver a esa persona y compartir tu vida con ella. Así tienes que enamorarte del Espíritu Santo y comenzar a vivir una relación de intimidad con Él; porque Él te anhela.
¡Recibe el Espíritu Santo en esta hora! Señor, tócanos con tu fuego, llénanos de tu presencia. ¡Venga tu poder sobre tu pueblo! ¡Reparte lenguas como en Pentecostés! Así como lo ha profetizado el profeta Joel, derrama de tu Espíritu sobre toda carne. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: