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Hoy hablaremos acerca del cambio de mente que necesitamos todos, para recibir vida en nuestro espíritu y también poder conocer a Dios y su sabiduría en profundidad.
Leamos 1º Corintios capítulo 2, versículo 6:
“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen”. El apóstol Pablo está escribiendo a la iglesia, a los creyentes de Corinto y les dice: Entre nosotros hablamos de una sabiduría que no se conoce aquí abajo. La traducción Reina Valera de 1909 dice: “…hablamos sabiduría entre los que han llegado a la perfección”. Se está refiriendo a una sabiduría que no se estudia en la primaria, en secundaria ni en la universidad, tampoco la tienen los más encumbrados. Luego el versículo 7 y siguientes afirman: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, 8la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. 9Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.”.
Pasemos al versículo 13 hasta el 16: “13lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. 14Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 16Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”.
Lo que está diciendo aquí es que las profundidades de Dios, sólo las conoce el Espíritu de Dios y nos son reveladas a nuestro espíritu, por medio de ese Espíritu de Dios, por lo tanto, nosotros hablamos, dice el apóstol Pablo, de una sabiduría que no se conoce, que es oculta, que es misterio y que el hombre natural no puede entender porque es una sabiduría espiritual que debe discernirse espiritualmente. Nos está hablando de traer un conocimiento espiritual oculto, al reino natural mediante el Espíritu de Dios y en ésto la mente tiene un papel fundamental. Si la mente no puede “decodificar” el misterio espiritual, entonces, la verdad de Dios queda en el espíritu y no la entenderíamos; nuestra mente pues, tiene que estar en orden para poder recibir ese tipo de mensajes. Les daré un ejemplo gráfico: Suponte que nuestra mente es un receptor de AM y no tiene FM pero yo quiero escuchar FM. Puedo ir de una punta a otra del dial pero nunca recibiré esa señal de FM porque mi receptor es AM. La mente debe estar regenerada para entender o “decodificar” el mensaje de Dios. Las cosas de Dios también pueden ser comprendidas carnalmente; podemos dar sermones y estudiar teología pero si nuestra mente no está preparada, todo lo que enseñamos es basura porque es razonamiento humano. Pero si la mente ha sido tocada por Dios, aunque no seamos tan teólogos, entenderemos las cosas de Dios, pero las comprenderemos por el espíritu, por eso, el anhelo de mi corazón es que nos propongamos que nuestra mente interprete las cosas de Dios no humanamente sino espiritualmente.
Leamos 1º Corintos 2:14: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. La Versión de 1909 es más gráfica y dice: “Pero el hombre animal…” El término en griego de donde se traduce “natural” o “animal”, es “psíquicos”. Hay también otro término en la Biblia que se refiere o describe al hombre, es “sarkos”, que se traduce como “carne”, y es usado en 1º Corintios 3:3 donde dice: “…porque aún sois carnales”. La palabra “psíquicos”, pues, se traduce en la Biblia como “natural”. “Psiquis” es alma, del hebreo “anima”; la Biblia de 1909 la traduce como “animal”, la palabra “anima” es pues, la palabra “animal”. Aunque el hombre está dotado de un orden de inteligencia superior a los animales comparte con ellos, el principio vital de individualidad; tiene igual que los animales ese aliento de vida, que no es el aliento del espíritu sino que es la vida animal. Le llaman “el principio vital” o la “individualidad”, es decir, la característica de ser un individuo, no una cosa. Eso lo compartimos con los animales. Cuando nos enseñan en el liceo que la razón es lo que nos diferencia de los animales, se están equivocando, porque sabido es, que hay animales más razonables que el hombre. La verdadera diferencia del hombre con el animal es el espíritu, es la vida espiritual; lo que te diferencia de un animal es que Dios te ha dado vida espiritual. En el griego, la palabra que se usa para espíritu es la palabra “pneuma” que también significa “viento”, o “aire”; tenemos pues, el hombre “sarkikos” u hombre carnal, el hombre “psíquico” o asmático y el hombre “pneumático” o espiritual. El versículo que leímos anteriormente podría parafrasearse así: “Pero el hombre animal no percibe las cosas que son del pneuma de Dios, porque para él son locura y no las puede entender porque se han de examinar pneumáticamente”. El deseo que tengo hoy es que si eres “hombre animal”, seas transformado en un “hombre pneumático”. Pero para operar esa trasformación, la mente debe ser cambiada. No se puede entender nada del Espíritu de Dios, con una mente natural, es decir, con la mente con la que nacimos. Cuando hablamos del hombre almático, o natural, nos referimos a un hombre que ha nacido una sola vez; ese hombre no puede entender las cosas que son del espíritu, no puede entender la revelación del Espíritu Santo porque se necesita discernir, examinar espiritualmente y el hombre natural no tiene vida espiritual. Dice Efesios 2:1: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. El hombre natural tiene el espíritu muerto por causa de su pecado. Cuando una persona natural reacciona a la palabra de Dios, solamente lo hace con sus sentidos. Puede ser que la palabra de Dios le cause emoción u otra sensación, pero eso no significa que está conociendo de Dios porque para que una persona entienda lo que Dios habla, tiene que nacer de nuevo, como dice la Biblia, “tiene que nacer del agua y del espíritu”. Es sumamente necesario comprender que uno puede venir a la iglesia porque entendió algo en el alma, pero no hay vida espiritual en él, solamente discierne en el alma. Quien recibió a Cristo en su corazón y nació de nuevo es un hijo de Dios, tiene vida eterna, tiene vida espiritual y entonces sí, puede entender las cosas del espíritu.
Presta atención por dónde empieza la vida espiritual, el nuevo nacimiento: ¡Comienza con una mente cambiada! La mente actual no sirve, es necesario “poner” otra. Es como sacar una cosa y poner otra. ¡La mente debe ser cambiada! Por ejemplo, tengo un auto naftero y quiero cambiarlo por uno gasolero. ¿Qué tengo que hacer? Tengo que sacar el motor naftero y ponerle un gasolero. ¡Cambié el motor y el auto no será el mismo! El nuevo nacimiento no comienza en el espíritu porque éste está muerto; comienza con un cambio de mente.
Leamos Hechos 2:38; en oportunidad de su primer mensaje, el apóstol Pedro dice: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Uno no puede tener una vida espiritual si primero no se arrepiente y en segundo lugar, si no recibe el perdón de sus pecados. “Condición sine qua non”: no tendrás vida espiritual si no te has arrepentido de tus pecados y no has recibido el perdón de tus pecados. Con esas dos condiciones, ¡uno se transforma en FM y AM! Nadie puede tener un encuentro con Cristo, si su mente no es cambiada. La Biblia le llama a esto, arrepentimiento. Mateo 4:17 dice: “…Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” y Marcos 1:15 afirma: “…El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Arrepentimiento viene del griego “metanoia”, que es una palabra compuesta: “Meta” significa “cambio”, “noia” significa “mente” o “modo de pensar”; por lo tanto “metanoia” es “cambio en el modo de pensar”. Otra posible traducción es: “giro de 180º”. ¿Qué es un giro de 180º? Significa que si iba para un lado en mi modo de pensar, ahora iré para el lado opuesto. El principio de la vida cristiana es que antes que haya vida espiritual tiene que haber arrepentimiento, lo que representa volver atrás en la manera de pensar. Cualquier persona natural o animal que busque a Dios, con lo primero que se va a encontrar, será con que el Espíritu Santo lo llevará al arrepentimiento, comprendiendo así que va por un mal camino; arrepentimiento es un giro de 180º en la manera de pensar. Podríamos decir que es el momento en que se produce la fecundación, el espermatozoide entra en el óvulo, el Espíritu de Dios se encuentra con el hombre, se fecundan y en ese momento, deja de ser hombre y Espíritu, pasando a ser hombre unido a Espíritu. ¡La mente debe ser cambiada! Si te haces religioso, y vienes a la iglesia y sigues pensando como antes, no has nacido de nuevo; se requiere un cambio dentro que produce una nueva manera de pensar.
No obstante, algunos confunden arrepentimiento con remordimiento. La persona que ha pecado y tiene remordimiento, llora o se desespera por las consecuencias que le acarrea su pecado; pecó y se quedó sin su esposa, sin su trabajo, pero el que se arrepiente, llora porque ha pecado y ha entendido que ha ofendido a Dios. El arrepentido no busca salvarse de las consecuencias del pecado sino que busca el perdón de Dios. Hay personas que tienen rechazo, eso es un pecado, otras personas odian, el odio también es un pecado… quizás busques razones y excusas para justificar tu pecado, pero delante de Dios, sigue siendo pecado. Recuerdo un muchacho, ya reconciliado con Dios, quien me contó una anécdota que vivió estando en la cárcel. Conoció allí otro preso que se había arrepentido de sus pecados y le predicaba el evangelio. Si bien le resultaba inoportuno, veía en él algo diferente; estaba preso como todos, pero era diferente al resto de los presos. Una noche escuchó a este preso cristiano, gritar. Poco después se enteró que 3 presos mayores que él, lo violaron; fue cambiado de celda, junto a él, y este muchacho pudo ver cómo el preso cristiano perdonó a los que lo habían violado y oraba por ellos. ¡No podía creerlo! ¿Cómo puede suceder eso? Pues lo normal es odiar. ¡Sólo Dios puede hacer que perdones a tus enemigos y ores por ellos! Si sigues odiando, no te has arrepentido de tus pecados, todavía piensas como un hombre animal, con espíritu muerto; el espíritu muerto no envía señales de perdón.
Si todavía hay cosas que no están bien en tu vida, entonces no te has arrepentido, pero Dios manda a todos que se arrepientan; no sugiere sino que manda. Todos deben arrepentirse y si no se arrepienten serán condenados. Según la Biblia, somos enemigos de Dios en la mente, nuestra manera de pensar se revela contra Dios, así que no existen hombres buenos si no son renacidos, no existe eso de que una persona es atea, pero es buena. Quizás estás lleno de amargura, lleno de tristeza, de violencia, de odio, pero estás arrepentido y ahora quieres recibir el perdón de tus pecados. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:
“Padre querido, me arrepiento de todos mis pecados, vengo delante de ti a buscar perdón, vida y paz. Cúbreme con la sangre preciosa de Jesús; tú eres el único capaz de transformar mi vida, capaz de levantarme de la muerte espiritual y darme vida. ¡Recibo ahora vida en mi espíritu! Recibo ahora perdón de mis pecados y liberación de toda cautividad. Creo por la fe, que hoy doy un giro de 180º y me haces una nueva persona. ¡Te doy gracias Padre, por tu liberación! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: