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INTRODUCCIÓN
He notado que lamentablemente hay gente que le tiene más miedo al Covid que al pecado; y el pecado es más destructivo que el virus. El Covid no tiene poder contra un creyente en Jesucristo. ¡No te puede hacer daño! En caso que llegue a tocar tu cuerpo y matarte, lo que esto logra es que vayas más rápido a la presencia del Señor. Hasta te haría un favor el Covid. Pero hay gente que tapa su pecado, lo esconde, lo guarda, no lo confiesa; y el pecado queda ahí adentro. La Biblia señala que la paga del pecado es muerte, y no de la muerte por el virus, sino la muerte espiritual y la condenación eterna.
Hay un sistema judicial que tiene que ver con las leyes y preceptos de Dios; por ejemplo, los diez mandamientos, y otros además de estos que encontramos en la Biblia. Señala la palabra de Dios que la ley o los mandamientos no tienen poder para salvar. Si alguien puede cumplir todos los mandamientos no hay nada que perdonar, se ha ganado el cielo; pero la Biblia asegura que no hay uno que haga el bien: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10 al 12). Por lo que la justicia de Dios nos provee la gracia; y la gracia es algo que se conoce en derecho, ya que los jueces establecen una gracia sobre algunas personas en determinadas circunstancias.
Una vez al año, hay jueces que visitan las cárceles y determinan si liberan a los presos que cumplen sentencia, por ejemplo, por buen comportamiento; y estos salen libres antes de tiempo. En las monarquías había establecidas leyes que le permitían al rey extender su mano de gracia o su decisión legal de gracia sobre una persona. ¿Qué es la gracia? Es el beneficio, don o favor que hacía un soberano en beneficio de alguien, sin merecimiento particular. Y se contemplaba en la legislación. La sentencia es firme, la condena es firme, pero aun sin que lo merezca, el rey toma la decisión de extender su gracia. Esto existió siempre, aun se aplica en la actualidad. En Estados Unidos, cuando se condena a muerte a alguien, se apela al presidente de la nación, y este, legalmente tiene la potestad de librar al reo de muerte. Es una decisión soberana, de un monarca o de las autoridades que tienen poder legal de liberar.
En derecho Penal, la gracia tiene dos acepciones, una es la AMNISTÍA: Caso en que se extingue el delito mismo (no sólo la pena), y se considera que el delito no tuvo lugar. O sea que queda eliminado el delito, la prueba del delito y la sentencia firme; como que si no se hubiera cometido delito. Otra de las acepciones es el INDULTO que tiene como efecto la extinción de la responsabilidad penal aunque el reo tenga sentencia firme. Por ejemplo, el caso de la mujer que aborta a la cual se la libera de la pena. El delito se comete, pero a la mujer se la libera de la pena que le corresponde por ese delito. O sea que no se extingue el delito pero sí la pena y la persona es dejada libre por el acto de gracia.
LA HISTORIA DE ESTER
Hay una historia que muchos conocen y se trata de la historia de la reina Ester, una mujer que halló gracia ante el rey. Nadie podía presentarse ante él sin ser llamado; Ester era la esposa del rey, pero la ley se aplicaba para todos, aun para ella; y esa ley decía que todo aquel que se presentara sin ser llamado debía morir irremisiblemente. Salvo que el rey extienda su cetro sobre la persona; en ese caso le otorgaba la gracia de vivir. Ester obtuvo gracia ante los ojos del rey y este extendió hacia ella su cetro de oro. La reina Ester había cometido una temeridad y la ley estipulaba que debía morir; no obstante, el rey extendió su cetro y le dijo: “¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará” (Ester 5:3).
Ester se ganó el favor del rey. La reina Ester es un reflejo de la iglesia; por la ley, todos los que pertenecemos a la iglesia de Jesucristo somos condenados irremisiblemente. No hay uno que pertenezca a la iglesia de Jesucristo que no haya pecado; no hay quien merezca la vida. Pero el Señor ama tanto a su iglesia que dio su vida por ella y pagó el precio para que la iglesia obtenga la gracia del perdón de sus pecados y la salvación. El Rey te ve con ojos de amor. ¡Él te ama! No tenemos buenos antecedentes, pero tenemos un Dios misericordioso y clemente; un Dios que tiene poder para eliminar la condena que pesa sobre nosotros.
Hay personas que hacen fuerza para lograr lo que la gracia regala. Un joven me dijo que quiere dejar de fumar pero no puede. Efectivamente hay cosas que no puedes, pero no necesitas hacer fuerza para dejar de hacer eso que está mal porque hay un poder que opera por la fe en Cristo Jesús; y tú lo puedes lograr por ese poder que opera en ti cuando Cristo es tu Señor. Tú quieres hacer lo bueno pero no puedes, y te propones no hacer eso que está mal pero lo haces igual. Conozco hombres alcohólicos que han prometido a sus esposas que no iban a tomar más pero cada oportunidad que se presentaba volvían a tomar. Dijo Jesús: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). Nadie es libre de pecado por voluntad propia; nadie puede dejar de hacer el mal por voluntad propia. Solamente podemos acceder al perdón de nuestros pecados por medio de Jesús, y el Señor borra nuestros pecados como si no hubieran existido nunca. Dios dijo: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17). También leemos en Miqueas 7:19: “Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar nuestros pecados”.
Hay creyentes a quienes Dios les ha perdonado los pecados pero ellos los siguen trayendo a memoria y dicen por ejemplo: “Le pido a Dios perdón todos los días de mi vida por lo que hice”. ¿Es que todavía no te perdonó Dios? Cuando Dios te perdona ya no tienes que volver a pedir perdón por ese pecado que cometiste en el pasado. Pides perdón todos los días por esa inseguridad que tienes que te hace cuestionar si realmente Dios te ha perdonado o no; pero esa inseguridad es fruto de la duda, y la duda es contraria a la fe. Quien tiene fe y confiesa que cree que Jesucristo lo ha perdonado de todo pecado, esa persona es perdonada para siempre. Si Dios te hizo libre, ¿por qué sigues pidiendo perdón?
Ojeando la Biblia, me detuve en el Salmos 103. La gracia es algo que se revela en su totalidad en el Nuevo Testamento. Cristo vino al mundo a morir en la cruz del calvario a pagar el precio por todos nuestros pecados. Así que no se sabía acerca de la gracia en el Antiguo Testamento, sino que se sabía mucho de la ley; y hoy en día hay una lucha muy grande entre los que creen que hay que cumplir la ley y los que señalan que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. La gracia no solo es el perdón sino también el poder de Dios para ayudarte a salir adelante y que no vuelvas a pecar. El pecado que te atraía hoy lo detestas porque ahora habita la presencia de Dios en tu vida.
Como dije, no había mucha conciencia de lo que era la gracia en el Antiguo Testamento, pero la gracia se manifiesta en aquel entonces, como leemos en el Salmos 103:10, y es un adelanto de lo que se va a manifestar luego en el Nuevo Testamento; el salmista que es David declara: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias. El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia. Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo”. (Salmos 105:1 al 9).
Aquí habla de los beneficios que tenemos en Dios, y en el versículo 10 declara: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados”. Esto forma parte de la justicia de Dios. Quien infringe la ley, y todo pecado es infracción de la ley; por lo que, quien ha infringido la ley debe morir, debe ser condenado. Pero la gracia viene a sustituir el poder de la ley de condenarte, por el poder de Dios de liberarte porque Él te ama. Por eso David afirmó: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados”. El Señor nos ha librado de las consecuencias de nuestros pecados. Más que del Covid, Dios va a librarte de tu pecado que es lo que te puede condenar.
Y en el versículo 11 leemos: “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen”. Componentes de la gracia: el gran amor de Dios y su gran misericordia. Yo no sé si vas a responder al evangelio o si has respondido como Dios esperaba; lo sabes tú.
Una jovencita me dijo que no estaba en buenos pasos, que se había apartado del camino de Dios. Tú sabes si te has aferrado a Dios o no. ¿Cómo ser libre del cigarrillo? me preguntó el muchacho. ¡Acércate a Dios y vas a ser libre! Amalo con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; créele a Él. Dios no solo te limpia de todo pecado sino que también te libra de toda maldad. De repente comienzas a sentir asco al cigarrillo, lo que antes de daba tanto placer.
LA HISTORIA DE MI FAMILIA
Mi papá, antes de ser cristiano fumaba mucho; creo que más de dos cajas por día. En un momento se quedó sin voz y un médico le dijo que si no dejaba de fumar se moría. Mi papá tuvo miedo y dejó de fumar. ¡Bendita gracia de Dios que lo libró a mi padre! Yo he visto que la gracia ha operado en nuestras familias por el lado de mi papá y de mi mamá; y ha operado también por el lado de mi esposa Marta. El abuelo materno de Marta cayó preso y le dieron cadena perpetua porque en un bar, jugando a las cartas, se peleó con un amigo y lo mató. Ese hombre vivía perdidamente; se alcoholizaba, peleaba, siempre estaba en problemas. Y aun estando preso respiraba amenazas, esperando algún día poder salir para vengarse. Pero hubo alguien; y yo oro a Dios que levante personas que tengan en su corazón visitar a los presos en las cárceles. Un colpoltor visitó la prisión donde estaba el abuelo de Marta. Un colpoltor es una persona que vive de distribuir Biblias; vende Biblias para vivir, pero además conseguía Biblias donadas para regalar. Este hombre le regaló al abuelo de mi esposa un Nuevo Testamento chiquito, justo del tamaño de un cigarro, entonces él utilizaba las hojas del Nuevo Testamento para armarse los cigarrillos. Ese es el valor que le dio a la palabra de Dios, estando lleno de odio y de violencia. Un día, se le cae una hojita al piso y cuando la agarró la miró y leyó: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Cuando leyó eso, entró la palabra viva de Dios en su corazón y él terminó arrepintiéndose de sus pecados. Tanto cambió, que estando condenado a cadena perpetua, fue libre y salió por buena conducta. El abuelo de mi esposa terminó predicándole el evangelio a toda la familia, y de la familia de Marta, que vivía en el campo, se levantó la Iglesia Bautista de Médanos de Oro. ¡Toda la familia de Marta se convirtió!
Antes eran más sencillos para creer; ahora alguna mujer me dice que ora y ora pero su marido no se convierte. Antes, leían la palabra de Dios y la creían. Dice la Biblia en Hechos 16:31: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”. La gente salía confesando: “¡Mi familia se va a convertir porque yo he creído en la palabra de Dios!” Lo que le sucedió al abuelo de Marta y a su familia es gracia, es el don y el favor de Dios que llega a tu vida aunque tú no lo merezcas. Tienes que temer a la condenación y al pecado más que al Covid. No le temas al hombre, no le temas a la enfermedad, no le temas a la falta de trabajo; no temas si te falta dinero. ¡Teme ir al infierno! ¡Aléjate del pecado! No escondas tus pecados, confiésalos. Acude a Cristo y dile que lo necesitas. La presencia de Dios en la vida del creyente es la que tiene el poder para librarte de no volver a pecar. ¡Ten fe en Cristo! ¡Ten fe en la palabra que recibes hoy!
POR GRACIA TENEMOS VIDA ETERNA
Llegamos al Nuevo Testamento, cuando Cristo muere y no solamente muere, sino que resucita al tercer día, con lo cual se declara la victoria sobre la muerte y la condenación. ¡La resurrección es real! Ha sido demostrado que hay resurrección; ha sido demostrado que existe el poder contra el pecado y contra la muerte. Dijo Jesús: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27 y 28). Entonces, leemos en Efesios, en el Nuevo Testamento lo siguiente: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:4 al 8).
No sólo murió por nosotros sino que también resucitó por nosotros y se sentó en los lugares celestiales haciéndonos sentar también a nosotros en esos lugares. Los creyentes no sólo creemos que Jesús murió por nuestros pecados, sino que nosotros también morimos juntamente con Él. Celebramos con aquellos que toman la decisión de bautizarse porque el bautismo es sepultura, o sea que somos sepultados en las aguas del bautismo, y somos lavados; por eso, en el agua, en el bautismo, somos limpiados de nuestros pecados, y morimos, ya que es un paralelo de nuestra muerte juntamente con Cristo. Como que nosotros fuimos muertos y condenados juntamente con el Señor por la muerte sustitutoria de Jesús.
Pero hay más; dice la palabra de Dios en Efesios 2:5 y 6: “…aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Si crees en Cristo has resucitado juntamente con Él. El apóstol Pablo declaró: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Efesios 2:7 habla de las abundantes riquezas de su gracia; y el versículo 8 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. La salvación no la logra la persona que se propone no pecar; la salvación es un don de Dios por la fe. Si tú crees en Cristo la fe te lleva a la salvación. No sufras más queriendo librarte de tus pecados por tu cuenta, haciendo un gran esfuerzo. No te alejes de Dios, acércate así como estás. No hagas como esos que tienen vergüenza de asistir a la iglesia porque no están bien. No esperes a estar bien para acercarte a Dios. Hablé con una jovencita que no quiere ir a la iglesia porque se siente avergonzada porque se apartó de Dios y está pecando. Muchos piensan que cuando estén mejor, cuando se libren de sus pecados van a ir a la iglesia. La iglesia es el hospital de los pecadores; es allí donde escuchas palabra de Dios que te restaura y te libera.
La gracia es un regalo de Dios. Estás vivo por su misericordia. Tú nunca planeaste convertirte a Jesús; nunca planeaste pisar una iglesia. Tú estabas haciendo tu vida y fracasaste una y otra vez, pero un día alguien te habló del evangelio. No les tengas miedo a los hombres, no temas a la enfermedad. Teme al Señor. El temor te acerca a Dios y te hace obediente a Él.
CONCLUSIÓN
Leemos en Gálatas 2:21: “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”. Había una gran controversia porque los judíos se aferraron al hecho de que se debía cumplir la ley y que eso los ponía en gracia delante de Dios. Pero resulta que vino alguien a la tierra, y cuando se bautizó, se abrió el cielo y se oyó una voz que dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Dios se complace en los que le temen y hacen su voluntad. Su voluntad es que creas y tengas fe. En estos tiempos se va a perder mucha gente. Viene una gran confusión al planeta Tierra. Los científicos y los gobernantes no se ponen de acuerdo. Las ideologías han tomado el lugar de la justicia; han tomado los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Las ideologías pugnan por ganar espacio en al mundo y los poderosos quieren dominar la tierra. El mundo será lleno de injusticia y habrá mucho dolor. Esto lo vengo anunciando hace tiempo, pero con una gran convicción te digo que he creído en Cristo Jesús y no tengo miedo porque la paz de Dios está sobre mí. Yo quiero que la palabra y la paz que vino a mi venga a ti.
La gracia que es el favor de Dios está contigo. Es necesario que pasemos por el valle de sombra de muerte, pero no tememos porque el Señor está con nosotros. Estoy seguro que Dios me mandó a predicar acerca de esto porque hay personas que no tienen certeza de su salvación. Quizás no tienes certeza de que tus pecados fueron perdonados, ni de la vida eterna que Jesús ofrece a los que creen en Él. Hoy es tiempo de salvación. Es tiempo de creer y de esperar. ¡Es bueno esperar en Dios!
Quiero guiarte en una oración, repite conmigo y di: “Señor amado, creo en tu gracia. Te alabo y te bendigo. Te doy gracias porque me has hablado. Necesito el perdón de mis pecados, y por la palabra que me has enviado creo que me amas, creo que eres misericordioso, y creo que tu gracia está sobre mí. Es verdad que no te he buscado como debiera pero tú me has buscado porque me amas. ¡Gracias Señor! Recibo el perdón de mis pecados, recibo vida eterna. Lléname con tu Espíritu Santo, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: