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INTRODUCCIÓN
Hay un tesoro que Dios nos ha dado y a veces lo descuidamos. Dios nos ha dado la fe para poder ver y arrebatar las cosas que Él tiene preparadas para nosotros, y que están en los graneros de Dios, y esas cosas son invisibles; cosas invisibles que a veces no vemos porque no estamos ejerciendo la fe y nuestros ojos naturales están puestos en lo natural y en lo que se ve. Pero la fe es la visión en lo espiritual, en lo invisible e intangible.
Nosotros contamos con un área natural y tiene que ver con el alma; con las emociones y con los cinco sentidos. Pero el alma ha sido contaminada por el pecado y está en oscuridad a menos que sea alumbrada desde el espíritu quien tiene la luz de Dios. El espíritu es el que entiende las cosas de Dios. Quien está muy activado en su alma, difícilmente está escuchando la voz de Dios y no ve lo que Dios quiere que vea. Las cosas se ven de una manera, si estoy en lo espiritual y esas mismas cosas se ven diferente si estoy en mi alma, en mis sentimientos y razonamientos. Por lo tanto necesito despojarme de la visión que tiene mi alma y meterme en la visión que Dios tiene para mí a través del Espíritu Santo. Es a través de la fe que nosotros entramos en esa dimensión. Nuestra arma es la fe, y la fe es la certeza de los que se espera y la convicción de lo que no se ve. Cuando tengo certeza tengo seguridad, por lo tanto no tengo afán ni ansiedad. Cuando estoy seguro y tengo fe, no tengo temores.
Hay cosas que pensamos y sentimos que son contrarias a la fe. A veces decimos que tenemos fe, pero aquello que sentimos está negando que realmente ejerzamos la fe. Una persona que está aprisionada en temores está viendo lo que no conviene ver; está viendo lo que el temor le muestra, pero no ve lo que Dios muestra. Cuando uno tiene fe, esa fe espanta al temor. La fe trae al corazón seguridad y certeza.
EL ARMA DE LA FE
El mundo en que vivimos está muy conmocionado; la oscuridad viene como nunca antes sobre las naciones. Las noticias siempre vaticinan lo peor, pero nosotros tenemos las promesas de Dios como la que encontramos en Isaías 60:1 y 2: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”. Los que tienen fe, andarán en luz.
Tenemos un arma, la cual debemos apreciar y conocer mejor; no podemos andar por vista sino por fe. Debemos poner nuestra mirada en lo invisible y no en lo que se ve; porque lo que no se ve es eterno, en cambio lo que se ve es temporal. Sucede que los cristianos son contaminados con elementos enemigos de la fe. Tal vez te ha sucedido algo que no aceptas y te preguntas por qué Dios lo permite. Tú crees que tu argumento es inocente pero te hace enemigo de Dios, porque cuando piensas así te pones en el lugar de juez y juzgas lo que Dios hace.
Yo aprendí de la palabra de Dios, y lo creo, que no tengo que confiar en lo que me parece a mí sino que tengo que confiar en lo que Dios dice. La palabra de Dios dice que Dios es justo y yo lo creo. Cuando yo digo que creo en Dios tengo que entender que debo creer también en su palabra; porque si no creo en su palabra, entonces no creo en Él. La Biblia dice que Dios es justo y no hay sombra de injusticia en Él. Claro que repito algo que no he visto pero lo he creído. No me he dejado llevar por la corriente del mundo que dice: ver para creer; me he dejado llevar por la corriente de la verdad de Dios que dice: cree y verás la gloria de Dios. Primero en necesario creer para luego ver.
Quiero hacer un énfasis especial en la fe que necesitas para caminar con certeza en un mundo incierto. La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Si te has llenado de temor, déjame decirte que ese temor es contrario a la fe. Alguien con fe espanta al temor; porque la fe me lleva a saber, a conocer y a entender que mi Dios es bueno, que Jesús está conmigo todos los días de mi vida hasta el fin del mundo. La fe me lleva a entender que Dios es mi proveedor, es mi sustentador; Él el Dios que me fortalece. Debajo de sus alas estoy seguro. ¡Yo creo eso! ¡No tengo miedo! La diferencia en tu vida la hace lo que crees. Si crees a la palabra de Dios, ella te dará fe, porque la Biblia afirma que la fe viene por el oír y por el oír de la palabra de Dios.
El mundo no tiene fe en Dios, está lleno de oscuridad; y donde no hay fe hay oscuridad. Quien tiene fe se acerca a Dios por lo tanto se acerca a la luz; y quien se acerca a Dios ve mejor las cosas. Por medio de tu alma verás las cosas de una manera, pero en el espíritu verás las cosas muy diferentes. ¡Abraza esa vida espiritual! Abraza la palabra de Dios que es espiritual y deja de lado las percepciones de tu alma. El alma será rescatada desde la fe.
Te recuerdo lo que escribió Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Hijos que no son engendrados por voluntad de sangre ni de carne, sino que son engendrados por Dios. Te hablo de la vida espiritual que Dios nos da a los que hemos creído en Jesús y le hemos recibido en nuestro corazón; lo que nos hace hijos de Dios. Reitero algo que ya he mencionado y es que Dios al engendrarnos espiritualmente nos ha hecho partícipes de su sustancia; una sustancia espiritual, porque Él es Espíritu. Si Dios es Espíritu y yo soy su hijo entonces también soy espíritu. Si Él es eterno, entonces yo también tengo vida eterna. ¡Soy hijo del Dios viviente! Todavía no se vislumbra quién soy yo pero pronto se verá. ¡Pronto saldrá a luz! Mientras tanto, la fe en la palabra de Dios alumbra mi camino. Puedo ver claramente el caos y la anarquía, puedo ver la violencia, el hambre y las pestes que vienen sobre el mundo; mas yo sé que los que esperan en Dios tendrán nuevas fuerzas. Sé que los que confían en Él tendrán luz y sabrán qué hacer porque serán guiados por el Espíritu Santo.
DAVID: UN HOMBRE DE FE
Te predico acerca de esto porque quiero que tú puedas disfrutar de esto. Hubieron hombres de Dios que tuvieron que atravesar circunstancias muy difíciles; uno de ellos fue David. Déjame explicarte esto: las crisis vienen sobre ti para que quede demostrado que realmente eres cristiano. ¡Necesitamos las crisis! Las necesitamos para que quede evidenciada nuestra fe. Cuanto más grande es la prueba, si esa prueba es vencida, entonces tu fe será grande. Es necesario que vengan sobre nosotros nubes oscuras, amenazas y situaciones conflictivas. ¿Para qué? Para ver si podemos estar firmes y cimentados en la fe; y para que quede demostrado si realmente tenemos la certeza de Dios en nuestros corazones. No entrará cualquiera al reino de los cielos, sólo entrarán los que tienen fe en Dios. Imaginemos la escena; por un lado está Goliat, por el otro lado el ejército de Israel, el pueblo escogido de Dios. Pero los soldados están todos temblando de miedo por causa de las amenazas de Goliat, el filisteo. El rey Saúl y los oficiales del ejército de Israel estaban atemorizados y paralizados. Nadie sabía qué hacer y nadie se animaba a nada, porque el miedo los había transformado en cobardes.
Ellos estaban mirando al hombre grandote y fiero que los amenazaba desde la perspectiva de su alma. De pronto llegó un joven que llevaba comida para sus hermanos por orden de su padre. Entonces, ese joven llega donde el ejército y ve al grandulón que se burlaba de los soldados y los desafiaba, pero ninguno se animaba a enfrentarlo. Cada día salía Goliat y los amedrentaba, desafiándolos a enfrentarlo. David observaba, pero él no estaba mirando a Goliat y sus amenazas porque estaba lleno de fe. El rey Saúl había prometido darle a su hija y eximir de tributos a la casa del padre a quien venciere a Goliat. David no tenía miedo; tenía fe en Dios, por lo que dijo: “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?”
Leemos en 1ª Samuel 17:32 al 36: “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente”.
David fue un hombre que había crecido en fe. Saúl y su ejército veían la situación desde la perspectiva del alma, pero David tenía una luz especial porque había puesto su esperanza y su confianza en Dios. David sabía que su victoria no venía de él ni de su honda. Saúl lo quiso vestir como un soldado, pero David se quitó todo y tomó su cayado, cinco piedras que escogió del arroyo y su honda y con eso se enfrentó a Goliat. Dice la Biblia que cuando Goliat lo vio a David, le tuvo en poco porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer, y entonces le dijo: “¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses” (1ª Samuel 17:43). Goliat confiaba en sus dioses; y David le respondió: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel” (1ª Samuel 17:45 y 46).
David no era diestro en la guerra, no era hábil en asuntos de batallas, pero era un hombre que tenía fe y confiaba en su Dios. A David no lo dominaba el temor. Fue su fe en Dios lo que lo llevó a enfrentar a Goliat. Y como esta circunstancia, David vivió muchas más.
No creas que eres la única persona que sufre adversidades. Por causa de haber derrotado a Goliat, Saúl lo transformó en su yerno dándole a su hija Mical; pero Saúl se había puesto celoso porque el pueblo, cuando los vieron llegar, los ovacionaba con alegría, pero dice la Biblia en 1ª Samuel 18:7 al 9: “Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David”. Tal era su enojo que Saúl lo quería matar, mas David tenía su confianza puesta en Dios. Él buscaba a Dios con todo su corazón y tenía temor de Dios; porque hay un solo temor que es bueno y ese es el temor a Dios.
Quien teme a Dios se aparta del mal; el que no le teme confía en su propia opinión y en sus propios razonamientos, pero David confiaba en Dios. Él tenía una luz especial. A él lo alumbraba el Espíritu Santo. David escribió muchos salmos, entre ellos, el Salmos 27 del cual te quiero hablar. Este era el cántico de David: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmos 27:1).
Cuando David entonó este cántico se había tomado unos días de vacaciones en un hotel cinco estrellas, y estaba tomando algo en una noche estrellada. Entonces le vino la inspiración y recitó el Salmos 27:1. ¡Esto no es cierto! Estas expresiones de David fueron el resultado de circunstancias adversas que le tocó vivir pero las enfrentó con la confianza puesta en Dios. Por ejemplo, el Salmos 27:2 y 3 dice: “Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”.
El Salmos 27 es el resultado de la experiencia que vivió un hombre, quien en medio de una tempestad no se dejó dominar por el temor. La angustia es otro sentimiento que se apodera a veces del corazón de las personas y no les permite disfrutar de la paz de Dios, dejando aplastada la certeza que da la fe.
LA FE QUE TRAE SALVACIÓN
En otra oportunidad mencioné a una pareja que había convivido sin haberse casado por quince años, sin la bendición de Dios, a la cual tuvimos el privilegio de casar. También comenté acerca del sueño que había tenido el hombre respecto a una de sus hijas, por lo que se perturbó mucho ya que había soñado que la veía en su cama, convulsionada y con los ojos dados vuelta. Resulta que a la mañana siguiente, cuando el hombre se fue a trabajar, la madre fue a ver a su hija y la vio tal cual el padre había soñado. El asunto es que después de este hecho la mujer no podía dormir porque tenía la sensación de que si se dormía se moría su hijita. El diablo le hizo creer que si ella se dormía su hija se moría. ¿Qué poder tenía el hecho de no dormir? El resultado fue que después de dos semanas sin poder descansar, la mujer estaba totalmente agotada y agobiada. Ellos habían participado de un encuentro pero no tenían la certeza de que sus pecados habían sido perdonados; es más, todos los días le pedían perdón a Dios por sus pecados pero seguían inseguros. ¿Le pides perdón a Dios pero no sabes si realmente te perdonó?
Ellos me preguntaron cómo se hacía para saber que Dios los había perdonado. ¡Por la fe! En el mismo momento que crees, en ese instante eres perdonado, eres perdonada. Si no crees entonces no has recibido el perdón. Si tienes inseguridad acerca del perdón significa que todavía no has creído. Si tienes fe, no necesitas pedir perdón mil veces a Dios por un pecado. En ese mismo instante que le pides perdón con fe, en ese mismo instante eres perdonado y se terminó. Le das gracias a Dios y sigues adelante. El matrimonio, en oración volvió a pedirle perdón a Dios, pero esta vez creyendo en su bondad, en su misericordia y su compasión. Cuando terminamos de orar, la mujer con las manos en su pecho exclamó: “¡Ay qué alivio! ¡Esta noche voy a dormir!” ¡Es el milagro de la fe! Es por haber entendido que hay que creer.
LA FE DEBE SER PROBADA
La victoria en la vida cristiana viene por la fe. David declaró: “Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”.
Esta fue una declaración de fe de David, de la cual surgió un cántico. ¿Tus angustiadores aparecen de noche? Déjame decirte que los que duermen con la luz encendida por miedo a los demonios no tienen fe. Eso no es confiar en Dios. Hoy recibes esta palabra para que te llenes de fe. Hay gente que no entiende que cambia la fe en Dios por espejitos. ¡La fe vale oro! Así dice la Biblia en 1ª Pedro 1:7: “…para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.
La fe debe ser probada como se prueba el oro fino. En este mundo de oscuridad en el que vivimos, donde las noticias son cada vez peores, los cristianos vamos a resplandecer; la luz del Señor estará sobre nosotros. ¡Dormiremos en paz! ¡Dejaremos de temer porque confiaremos en el Señor! Dios es nuestro sanador, nuestro sustentador; Él es nuestro Padre protector. En el Salmos 27:13, también declaró David: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes”. ¡Los que creen no desmayan! Y termina el Salmo diciendo: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová”.
¡En Dios espero yo! ¡En Él está puesta mi confianza! ¡Mi esperanza es el Señor! Pienso en todo lo que tuvo que vivir David; fue traicionado por sus generales, le quitaron a su esposa, fue perseguido por un gran ejército que lo buscaba para matarlo. Saúl, que estaba celoso de David, buscaba oportunidad para que los filisteos lo mataran y así se lo quitaba de encima de una vez. Entonces le dio a su hija Mical como esposa. Y Saúl dijo: “Yo se la daré, para que le sea por lazo, y para que la mano de los filisteos sea contra él. Dijo, pues, Saúl a David por segunda vez: Tú serás mi yerno hoy” (1ª Samuel 18:21). Y David dijo: “¿Os parece a vosotros que es poco ser yerno del rey, siendo yo un hombre pobre y de ninguna estima?” (1ª Samuel 18:23). Y Saúl envió a sus criados a decirle: “Decid así a David: El rey no desea la dote, sino cien prepucios de filisteos, para que sea tomada venganza de los enemigos del rey. Pero Saúl pensaba hacer caer a David en manos de los filisteos” (1ª Samuel 18:25). Pero David confiaba en Dios y le pareció bien. Dice la Biblia en 1ª Samuel 18:26 y 27: “Cuando sus siervos declararon a David estas palabras, pareció bien la cosa a los ojos de David, para ser yerno del rey. Y antes que el plazo se cumpliese, se levantó David y se fue con su gente, y mató a doscientos hombres de los filisteos; y trajo David los prepucios de ellos y los entregó todos al rey, a fin de hacerse yerno del rey. Y Saúl le dio su hija Mical por mujer”.
CONCLUSIÓN
En el libro de Hebreos, en el capítulo 11, la Biblia habla de los héroes de la fe. Ningún héroe demostró su fe sin enfrentar dificultades. A ti que estás enfrentando adversidades quiero decirte que las dificultades sirven para medir el tamaño de tu fe. No hubo ninguno que no haya tenido que hacer grandes hazañas para demostrar que tenía fe; pero siempre creyendo que Dios estaba con ellos.
Posiblemente has pensado que Dios no ha hecho las cosas bien o no fue justo contigo. Te has cuestionado como muchos que por qué Dios permitió tal o cual cosa. Le has echado la culpa a tu padre o a tu madre por ser como son. Quiero decirte que Dios hace todas las cosas bien. No te quejes más, sino más bien dale gracias a Dios por todo porque la Biblia afirma que Dios ayuda para bien a todo el que le ama. El Señor te ayuda en todas las cosas para bien; no importa lo que estás viviendo. ¡Sólo cree!
Haz una oración a Dios y dile: “Padre amado, hoy me has hablado. Necesito que me perdones. Yo he pensado mal, yo hice las cosas mal y te he juzgado a ti Señor; cosas malas que me han sucedido te las he atribuido a ti, creyendo que hiciste cosas injustas. Perdóname Padre. Yo creo en ti. Oh Señor, renueva mis fuerzas, renueva mi fe. Dame tu Espíritu y dame tu paz. Yo te doy gracias porque estoy creyendo. Creo en ti Señor, por lo tanto recibo por la fe en el nombre de Jesús. Te doy gracias Padre, amén”.
ANEXOS: