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INTRODUCCION
Nos viene bien tener un día para festejar a los padres, y honrarlos como manda Dios. Pero también viene bien para honrar al Padre de los padres, para reconocer a Dios y aceptarlo como nuestro Padre.
Muchos hemos vivido experiencias en la vida que nos causaron heridas; esas experiencias nos han llevado a estar heridos con nuestros padres y aún a rechazar a Dios como Padre. Y esas heridas no sólo nos afectan a nosotros mismos, sino también afectan nuestro relacionamiento con otras personas que no son nuestro padre. Cuando hay una persona que está herida, su herida sangra permanentemente sobre aquellos que las rodean. Las heridas más profundas que una persona recibe, las que más duelen, son causadas en su propia casa.
Hablé con un joven que fue testigo cuando su padre pateó el vientre de su madre embarazada, provocando la muerte del bebé. Cuando un hijo ve hacer ese tipo de cosas a su papá, no sabe cómo enfrentar la situación. He visto tantas chicas llorar porque nunca han recibido un abrazo de su padre o nunca les dijeron: “Hija te amo”. También he visto hombres llorar, de todas las edades, por lo mismo. Precisamente las heridas más profundas que sufren muchas personas son heridas causadas por sus propios padres. Padres que han abandonado a su familia, que no se han acordado más de sus hijos, o que les han prometido volver, pero nunca lo hicieron. Hay dolores que se llevan en el alma y no hay ningún remedio para eso que se pueda comprar en la farmacia ni que pueda resolver un sicólogo o siquiatra. Pero nuestro Padre que está en el cielo es el doctor perfecto para sanar heridas del alma.
Yo no he experimentado ese dolor porque he tenido un padre que me ha amado. He tenido un papá que salía cada día a trabajar para que no nos faltara la comida ni la ropa. Mi papá era cristiano; era un hombre temeroso de Dios. Y como era temeroso de Dios y lo amaba, también amaba a mi mamá. Lo vi amar a mi madre y luchar por su familia hasta sus últimos días. No puedo decir que he cargado con heridas por falta de amor paterno o por descuidos de mi padre, pero me estremecen las heridas que sufren muchas personas que no han sido amadas ni cuidadas por su papá; personas que han sido abandonadas o maltratadas. Qué decir de esas mujeres que han sido abusadas por sus propios padres. Y doy gracias a Dios por esos padres que se han consagrado a sus hijos y a su familia.
Recuerdo una experiencia que me dejó marcado, siendo que mi padre era un buen padre, una vez estaba tan enojado. ¡No sé qué bicho le picó! Recuerdo que llevábamos a la escuela unas reglas de metal. Era verano y yo estaba jugando sin camisa; en eso vino mi padre y me golpeó con la regla dejándome la espalda marcada. Me dolió mucho y también me quedó grabado ese hecho. Nunca lo odié a mi papá. Cuando fui más grande, entendí que él había estado bajo presión, enojado; y ese golpe fue producto de la frustración que él tenía y que yo ayudé a aumentarlo por algo que había hecho y le molestó.
DEJA QUE DIOS SEA TU PADRE
Cuando predicamos el evangelio traemos al alma de las personas, palabra de Dios que transforma a los padres; y es que cuando el amor de Dios entra en un hombre, este se convierte en un proveedor y protector, no solo de sus hijos, sino que también ayuda a los demás a sanar las heridas que tienen. Bendigo a los padres que velan por los hijos de Dios, porque todos los niños del mundo son niños de Dios, y esos papás no solo velan por sus hijos propios sino también por la sociedad. Sea cual sea la situación que esté viviendo algún niño, ellos algo van a hacer para ayudarlos.
Una de las leyes que Dios estableció, la cual es muy importante, es cuidar de los huérfanos; y los huérfanos son esas personas que no tienen padres, carecen de orientación paterna y no reciben consejos paternos. Los huérfanos se crían viendo y escuchando muchas cosas, pero ninguna de esas fuentes es genuina, porque un padre es una fuente genuina de protección. Un papá es un ejemplo para sus hijos, para bien o para mal. Mi padre fue un hombre trabajador y yo soy un hombre trabajador. Él dejaba de lado su cansancio y su fatiga para pasar tiempo con nosotros, asumiendo su responsabilidad. Y yo lo admiraba por eso. Nunca le esquivó a las responsabilidades que tenía con su familia. Cuando era niño e iba a la escuela, a la salida tenía que cruzar una avenida peligrosa para tomar el ómnibus para ir a casa. Mi padre les pedía a los choferes que pararan en la puerta de la escuela así yo no tenía que cruzar la avenida. Pero los choferes no paraban porque a ellos no les importaba mi vida, pero a mi papá yo le importaba. Así que él fue a la empresa a quejarse que los conductores no querían parar en la puerta de la escuela. ¡Qué lindo esos padres que pelean por sus hijos!
Te voy a decir que los mejores padres son aquellos que han tenido una buena paternidad. Y me dirás: ¿Cómo hago yo para ser un buen padre si no he tenido un buen padre? Y yo te digo que la mejor paternidad no es producto de haber tenido un buen padre humano; la mejor paternidad es la de Dios y quien no considera a Dios como un Padre anda perdido por el mundo. Tú puedes encontrar en Dios a ese padre amoroso que necesitas. Jesús dijo: “Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos”. Si hay algún modelo de padre ese es Dios.
Quienes carecen de un padre son personas heridas faltas de afecto. Hay hijos huérfanos de padres que fueron criados por sus abuelos, pero los abuelos no son esa figura paterna. Los abuelos son amorosos y permisivos; y los niños los pasan por encima. Los nietos les dicen a los abuelos. “Abuelo vos no sabes nada”; “Abuela vos sos vieja”. En muchos casos, los niños que se crían con abuelos los engañan fácilmente, y le digan por ejemplo que van a la escuela, pero se escapan con amigos. ¡El mundo necesita padres! Los abuelos somos una figura tierna, amorosa; así soy yo. Pero no somos padres, y los hijos necesitan la figura del padre que los proteja y los ame.
Anímate a experimentar a Dios el Padre y déjalo que Él sea tu Padre. Estoy feliz porque hay muchos jóvenes que encuentran en mí y en los pastores de la iglesia la paternidad que les ha sido negada. Hay hombres cristianos, temerosos de Dios, que aman a Dios y tienen el Espíritu del Padre, que pueden brindar a muchos jóvenes esa sensación de paternidad. Ese hombre temeroso de Dios, sea pastor o no, que cuenta con el Espíritu de Dios, sabe amar, da consejos; sabe guiar, pero también corregir. Muchos se han resentido conmigo porque les hablaba fuerte, pero después de un tiempo me daban gracias porque nunca habían tenido un padre que los corrigiera y los guiara, y terminaron reconociendo que yo he sido un padre para ellos.
Cuando un hijo tiene una relación de confianza con su padre no piensa que el padre no lo ama, ese hijo ama a su padre y le agradece por las veces que lo rezongó; le agradece que le haya dedicado tiempo aún para corregirlo.
DIOS, TU PADRE CELESTIAL TE DA REPOSO
Hay un término que se repite muchas veces en la Biblia y es “día de reposo”. Esto hace alusión al día después que Dios terminó toda su obra y esto es el séptimo día. En hebreo se le dice a ese día “Sabbat”, lo que para nosotros es sábado. Dios ordenó que guardaran el séptimo día o día de reposo para santificarlo. Y el Señor prometió que quienes vinieran a Él entrarían en su reposo. Es ese estado de descanso y de alivio; es esa sensación de protección. Es cuando ya no siento miedo a quedarme sin trabajo, a no tener para comer o a enfermarme porque he llegado al punto de confiar en Dios, de tal manera que pase lo que pase sé que Él está conmigo y me da descanso. Entonces puedo declarar como David: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:1 al 4).
El mundo te puede ofrecer muchas cosas que prometen darte confort; pero nadie más que Dios puede confortar tu alma. Si has caminado por la vida, pero no has encontrado confort para tu alma te recomiendo que vengas a Cristo. Si has sufrido abuso verbal, sicológico o físico por parte de tu padre, te recomiendo que te vuelvas a Dios. Si te faltó un padre, te recomiendo que aceptes a Dios como tu Padre. En Jesús hay consuelo para tu dolor.
La Biblia dice en Hebreos 4:1 al 3: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo”.
Dios habla de un reposo y que no es precisamente el día sábado; este reposo representa el descanso de Dios. Es entrar en esa dimensión en que ya no le tengo miedo a nada. Y aunque esté en el lecho de muerte, mi alma se regocija en el Señor mi Salvador. Aunque haya Covid, aunque impere la muerte; aunque caigan mil a mi lado y diez mil a mi derecha, no temeré mal alguno porque Dios el Padre está conmigo. No temeré, aunque la tierra tiemble y sea conmovida. ¡Es bueno tenerlo a Dios como un Padre! Él se delita en llamarnos hijos. Dice el evangelio según San Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). ¡Ya no serán huérfanos! ¡Eres hijo! ¡Eres hija! Los que hemos creído entramos en el reposo.
Cuando falta paternidad se generan heridas; se generan sentimientos de soledad e impotencia, amargura, resentimiento, violencia, etc. Una mala paternidad o la falta de ésta, genera toda clase de conflictos. Los economistas buscan solución para el mundo, los científicos buscan un remedio para el mundo. Los políticos y los filósofos también. Pero no hay gente que se preocupe en buscar la manera de sanar las heridas de orfandad; y no creo que puedan. Esas personas heridas tratan con otras personas. Un hombre herido se casa y termina hiriendo a su esposa; una mujer herida hiere a su esposo. Una persona herida va por el mundo supurando e infectando a otras personas que tratan con ella. Y Jesús tiene el remedio para esos dolores.
CONCLUSIÓN
¡Benditos los que escuchan y creen en esta palabra! El Espíritu paternal del Padre hoy quiere tocarte; Él golpea a la puerta de tu corazón. ¿Quieres descanso? ¡Déjalo entrar! Jesús puede traer calma a tu tempestad. Él puede alumbrar tu oscuridad. Dios te da poder en tu debilidad y puede consolar tu desconsuelo. Lo que Dios tiene para darte es exactamente lo que estás necesitando.
Mucha gente seguía a Jesús, y un día, cuando Él estaba reconviniendo o reprochando a varias ciudades que no lo habían acogido, así como las ciudades no lo reciben, tampoco las personas, y hay ciudades enteras que rechazan a Jesús. Jesús le reprochaba a la ciudad de Capernaum; ciudad donde Él habitó, donde había echado demonios, donde había sanado a un paralítico que cuatro amigos habían hecho descender por el techo de la casa donde estaba Jesús enseñando. Entonces Él comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, y sentenció que Sodoma y Gomorra tendrán un castigo más leve que Capernaum, y dijo: “Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:23 y 24).
Si crees a esta palabra y la atesoras en tu corazón ya no serás la misma persona. No seas como esos que reciben el mensaje y les encanta; les encanta escuchar que Dios es un buen Padre, pero siguen sufriendo porque nunca recibieron un abrazo de su padre o nunca les dijeron que los amaba. ¡Pero no se acercan a Dios! Déjame decirte que, si rechazas a Dios, rechazas el remedio para tus heridas.
Luego de haberse lamentado hacia Capernaum por cuanto no habían creído, cuando había mandado a sus discípulos a predicar a varias ciudades y al regresar ellos gozosos por el fruto que habían tenido, dice la Biblia en Mateo 11 que Jesús se regocijó en el Espíritu y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”. Y Luego dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Una persona que no tiene reposo no brinda reposo a los demás; en cambio alguien que disfruta del reposo de Dios es una bendición para el mundo. Bendigo a los pastores y encargados de Misión Vida que están al frente de algún hogar Beraca, porque los chicos que viven allí, que no han tenido paternidad, se encuentran con alguien que se desvela por ellos, que trabajan no para sí mismos, sino que luchan por esos hijos que Dios ha puesto en sus manos. Bendigo a esas personas que tienen espíritu de paternidad y tienen un corazón grande para albergar gente que no son sus hijos pero que aman como tal.
Jesús dijo que debíamos hacernos como niños para poder creer como ellos. La paternidad, la paz, la bendición y la sanidad de las heridas del alma vienen sobre aquellos que se atreven a creer en Jesús. ¡Jesús quiere revelarte al Padre! Si estás herido, si estás herida dile a Dios: “Dios lléname con tu presencia. Quiero conocerte como papá”. Les hablo a los hombres especialmente y les digo: Has nacido hombre para ser hombre y para ser padre. Hay miles de niños que necesitan ver un hombre que les inspire confianza, un hombre que los mire con amor y les exprese afecto; un hombre que los aconseje y si es necesario los corrija. Los niños necesitan esa figura de hombre que no pasa de largo, sino que se detiene para abrazarlos y poner sus manos en su cabeza. Cuando yo era niño me sentía acogido por esas personas que ponían sus manos sobre mi cabeza, y es por eso que me gusta poner mis manos sobre la cabeza de los niños porque es como que los estoy cubriendo y bendiciéndolos. Hombre, no pases más de largo cuando ves un hijo que está perdido, triste, rebelde. ¡Sé padre para tus hijos! Muéstrales al Padre de los padres y trasmíteles el Espíritu del Padre. No existe profesión más importante que ser padre. No te creas importante porque eres ingeniero, porque eres médico o un gran empresario. Grandes hombres, según el mundo, son una perfecta porquería que han destruido a su descendencia y han perdido a su familia. Los verdaderos hombres son padres; ellos aman a la gente, sean sus hijos de sangre o no.
Padre, que aquellos que reciben este mensaje, puedan hoy percibir la perfecta paternidad del Dios del cielo, el Dios que se deleita en que nos dirijamos a Él diciéndole: “Abba Padre”.
“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Desciende con tu presencia, desciende con tu paz, tu gracia y tu bendición sobre las vidas heridas. Vuelve el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres como lo prometiste. Oro que los padres amen a sus hijos y que los hijos honren a sus padres; y por sobre todo que padres e hijos te honren a ti Padre, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: