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INTRODUCCIÓN
Los dones del Espíritu Santo son capacidades especiales otorgadas por el Espíritu de Dios a los hijos de Dios. Todo aquel que es hijo de Dios tiene dones sobrenaturales, como cualquier persona que nace de una mujer tiene dones naturales.
1ª de Corintios 12 nos habla acerca de operaciones del Espíritu Santo que tienen que ver con diversidad de dones, de ministerios y operaciones. Y lo que trataremos hoy tiene que ver con la diversidad de dones. En cuanto a la diversidad de ministerios, haciendo un repaso rápido, éstos también son dones ministeriales: los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Hay otros dones ministeriales que tienen que ver con la administración, o sea, tienen que ver con otros servicios en la iglesia y son dones del ministerio. Y con el tiempo han aparecido otros ministerios; nosotros en la iglesia tenemos un ministerio que se llama Pro-mujer, cuya tarea consiste en predicarle el evangelio a mujeres que ejercen la prostitución, ayudarlas, a ellas y a su familia. También tenemos un ministerio que se dedica a actuar en el espacio de la política para llevar el evangelio, la luz, la verdad, y dar entendimiento a las mentes que están cegadas en el mundo de la política. Durante décadas se nos ha dicho que la política es un territorio de satanás donde los cristianos no tenemos que meternos. ¡Cómo nos han embromado! Resulta que Dios le dio autoridad al hombre y lo puso al frente del planeta Tierra. ¡Qué oportunidad que tuvo Adán! Porque ahora hay 7500 millones de habitantes en el mundo, pero cuando no había nadie más que él, Adán era el dueño el mundo.
Es importante que entendamos que aquellos que hemos sido engendrados por el Espíritu Santo, hemos sido engendrados de Dios y por eso se nos dio la potestad o el derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados por voluntad de carne y sangre sino por voluntad del Espíritu Santo. Debemos tener bien clara la identidad que nos corresponde. Ahora que se dice que hay 118 identidades de género reconocidas por la ONU, nosotros tenemos una identidad y un solo género: ¡Hijos del Dios Altísimo! Tenemos la ciudadanía del reino de los cielos, y no podemos estar viviendo como que si no existiera la dimensión de los hijos de Dios, la dimensión sobrenatural. En el envase de carne y hueso en el que nos encontramos hay una identidad divina.
DONES DE REVELACIÓN: Palabra de Ciencia
Retomando el tema de los dones espirituales mencionados en 1ª de Corintios 12, decimos que son nueve y los hemos separado en grupos de tres. Recordemos que hay dones de revelación que son: palabra de sabiduría, palabra de ciencia y discernimiento de espíritus. En un segundo grupo están los dones de poder que son: don de fe, dones de sanidades y don de milagros. Y por último tenemos los dones vocales, significa que son hablados, como: el don de profecía, el don o género de lenguas e interpretación de lenguas.
En el primer grupo de dones espirituales hemos estado viendo el don de la palabra de sabiduría que ya mencioné en la primera parte de este estudio de los dones espirituales. Hoy veremos el don de palabra de ciencia del primer grupo; o sea, palabra de conocimiento. Dije anteriormente que había una diferencia entre sabiduría y conocimiento; tú puedes tener muchos conocimientos pero no ser sabio. Tener mucho conocimiento no significa ser sabio porque ser sabio es una habilidad especial a la hora de tomar decisiones o relacionar conocimientos. Tú puedes tener pocos conocimientos y ser muy sabio. Por supuesto que si tienes más conocimiento puedes ser más sabio. Dije también que hay una sabiduría natural y un conocimiento natural; es el conocimiento que se adquiere mediante el intelecto con el estudio. No despreciamos el conocimiento que uno puede adquirir en la universidad como las ciencias, la filosofía, etc. Lamentablemente son territorios que están muy contaminados por demonios y hay cristianos a los que les cuesta moverse en ese territorio como nos ha costado movernos en el ámbito de la política.
Hay un conocimiento que es natural y se logra con esfuerzo y movilizando el intelecto. Pero hay un conocimiento que es revelado. Uno de los dones del Espíritu Santo es la palabra de ciencia. Se trata de una iluminación repentina del Espíritu Santo, un conocimiento que viene por revelación y no por esfuerzo intelectual. Esto lo encontramos en 1ª de Corintios 12:8: “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu”. El apóstol Pablo oraba para que el Señor nos dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él. (Efesios 1:17) No se trata de un conocimiento que se adquiere leyendo libros; es un conocimiento que viene a través del Espíritu Santo y en todo el primer capítulo del libro de Efesios, vemos que el apóstol Pablo oraba para que la iglesia comprenda y entienda la gloria de Dios, el conocimiento que le corresponde, etc. Y pedía a Dios que les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él. O sea que reciban un conocimiento que no tiene que ver con ciencias naturales o humanas. “No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento…” (Efesios 1:16-18).
O sea que es una revelación que termina imprimiéndose en nuestro intelecto o afectando nuestro entendimiento. Lo que estudiamos de los libros afecta nuestro entendimiento, esto es conocimiento natural; pero ahora, Pablo oraba para que reciban espíritu de sabiduría y de conocimiento del Señor que alumbra o entra también en el entendimiento. Hay dos fuentes que mueven el intelecto, la natural y la sobrenatural. Si no tengo revelación o conocimiento no entiendo cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, ni las riquezas de su gloria, ni la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, así como expresa Efesios 1.
La manifestación gloriosa que podemos contemplar acerca de la gloria y del poder de Dios, y de la esperanza que tenemos, y de las cosas que están por venir, vienen a través del conocimiento revelado. Hay cosas que el mundo no las puede recibir, tampoco las puede ver ni entender; y el mundo considera que esas cosas son locuras, pero Dios nos las ha revelado a nosotros por su Espíritu Santo. Puede manifestarse la palabra de conocimiento como una impresión, como un pensamiento, visión o voz audible. La Biblia muchas veces narra que algún siervo de Dios vio una visión y entendió; recibió un conocimiento. En una oportunidad el apóstol Pablo quería ir a predicar a determinado lugar y el Espíritu Santo lo estorbó y no lo dejó ir. Entonces tuvo una visión de un varón macedonio que le dijo: “Pasa a ayudarnos a Macedonia” Y él entendió. Aquí no interviene la razón, porque si te pones a razonar empiezas a cuestionar: “¿Qué habrá sido? ¿Por qué será el macedonio?” Esa visión que tuvo el apóstol Pablo lo convenció que tenía que pasar a esas tierras a predicar el evangelio.
Así que la palabra de conocimiento se puede dar como una impresión o como un pensamiento; a veces es una visión o una voz audible. Dios les habló a Elías y a Moisés y ellos respondieron. ¿Cómo les habló? Audiblemente. También puede hablar de una manera no audible porque Dios habla al espíritu. Una persona puede decir que escuchó a Dios dentro de él, no fue audible, y esa persona no puede explicar cómo es que escuchó a Dios en su interior, pero lo escuchó. El conocimiento adquirido es natural y requiere esfuerzo intelectual; es ese conocimiento que yo adquiero. Sin embargo, tenemos el otro conocimiento revelado que es sobrenatural y se recibe como una intuición espiritual y podemos decir también que es una manifestación.
Dice la Biblia en 1ª de Corintios 12 que a cada uno le es dada manifestación para provecho. Esto significa que se le es dada revelación porque los dones del Espíritu Santo tienen cosas que vienen por revelación; son manifestación del cielo en la tierra. Según el diccionario, la palabra intuición significa conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata sin la intervención de la razón. No sabemos cómo o por qué, pero nosotros solemos intuir. Ahora, hay una intuición que es del alma humana o natural, pero está la intuición del Espíritu, es una percepción. En el caso del Espíritu Santo, la intuición es una revelación. Es algo que se llega a conocer y a comprender o percibir de manera clara e inmediata sin intervención de la razón. Cuando tienes una intuición del Espíritu no lo puedes explicar, porque no interviene la razón, y te preguntan cómo es que lo sabes, a lo que tú dices que no sabes cómo lo sabes, pero lo sabes. Pueden decirte que es una locura, pero tú sabes que sabes porque lo sabes. No queda claro esto porque a la razón no le gusta.
Un discípulo encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret”. Se lo traen a Jesús y dice el libro de Juan 1:47: “Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”. Jesús no lo conocía y tampoco le habían hablado de él; en este caso está operando la palabra de ciencia, o sea que estamos frente a un conocimiento que la persona lo sabe inmediatamente. A veces tenemos cierta intuición respecto de una persona lo que le causa una impresión positiva o negativa. Esto de la intuición tiene que ver con ciertas cuestiones almáticas, como la duda, la sospecha o como en el caso de las mujeres, el sexto sentido. Hablamos aquí de intuición natural. Mas lo que ocurrió a Jesús con Natanael es intuición del Espíritu.
En otra oportunidad Dios mandó a Samuel a ungir a un hijo de Isaí, entonces éste le trae a todos sus hijos; le presenta al primero y Samuel dijo: “De cierto delante de Jehová está su ungido. “Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. Esta no era una cuestión de Samuel sino de Dios. El alma lucha por competir con una intuición de Dios. Nosotros necesitamos tener comunión con Dios para tener la certeza de que es el Señor que nos está alumbrando. Samuel se creyó que el más grande era el escogido, pero Dios no tenía elegido al más grande sino al más pequeño, a David. Nosotros le escapamos a este tema de la intuición, o sea, un conocimiento que viene espontáneo.
“Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Aquí el Señor pronunció otra palabra de conocimiento. Jesús en su espíritu estaba viendo a Natanael y sabía bien quién era él. Y Natanael responde con otra palabra de ciencia: “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”. ¿Quién le dijo o de dónde dedujo lo que declaró? En la razón esto no cabe. Me vio debajo de la higuera. ¡Ahhh si me vio debajo de la higuera es el Hijo de Dios! ¿Qué tiene que ver con la razón esto? Revelación; así opera el Espíritu Santo.
Yo trabajé unos años como telefonista en el Club 700 y ocurrió que el predicador, en un programa que se trasmitía en Estados Unidos estaba diciendo: “En este momento veo que Dios está sanando a una mujer de tal y tal enfermedad (que no recuerdo), y no sé por qué siento olor a crema de cacao”. Esa mujer enferma estaba en la cocina de su casa escuchando el programa, medio dispersa, y cuando el siervo de Dios dice esas palabras, ella que tenía esa enfermedad que él nombró, no lo relacionó con su vida, pero estaba batiendo esa crema que emanaba el olor al que el predicador se refería. Cuando dijo que la sanidad tenía que ver con ese olor específico, la mujer saltó y dijo: “¡Soy yo! ¡Estoy sana!” ¡Y se sanó! La palabra de ciencia es muy útil; es una revelación de Dios que te saca de la razón y te introduce en la luz de algo que el Señor está haciendo o quiere hacer.
Jesús les preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado”. Éstas eran respuestas de la razón. Ellos veían lo que Jesús hacía y pensaban quién podría ser. Y Jesús les dijo: “¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. No había nada racional que pudiese acercarse a la idea de que Jesús era alguien totalmente distinto a lo que la gente pensaba. De pronto irrumpe la luz y entra el conocimiento de Dios en la mente de Pedro lo que lo lleva a semejante confesión. “Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17). El conocimiento natural viene de carne y sangre, viene del alma; mas el conocimiento sobrenatural viene del Espíritu Santo. ¿Cómo hago para distinguir entre la revelación del Espíritu Santo y la revelación de la carne y de la sangre? No es algo difícil para los que tienen comunión íntima con Dios. ¿Pero cómo hago? ¡Camina con Dios! ¡Ama a Dios! ¿Pero si me equivoco? Si te equivocas es que no estás caminando con Dios. Por eso, la palabra de Dios en muchos es un conocimiento natural. Para muchos, los conocimientos bíblicos que tienen es racional o del alma. Pero para aquellos que buscan a Dios es muy natural que el Señor se manifieste por medio del olor de una crema de cacao.
Una mujer estaba enferma y llevaba doce años padeciendo una pérdida de sangre; ella estaba totalmente debilitada. Había puesto su esperanza en los médicos y se gastó todo lo que tenía en tratamientos, pero no mejoraba sino que le iba peor. Perdió las fuerzas por causa de la anemia. Pero escuchó que Jesús andaba por ahí y de pronto dijo: “Si tocare tan solamente su manto, seré salva”. La mujer tuvo una intuición o conocimiento; ella tenía que tocar el manto de Jesús. ¿Cuántas personas estaban tocando el manto de Jesús? ¡Muchas! La Biblia dice que lo apretaban a Jesús, pero ella tuvo revelación; tuvo palabra de conocimiento. ¿Qué tenía que hacer ella? Tocar aunque sea el borde del manto. Obedeció al conocimiento que recibió del Espíritu Santo. Debo aclarar que todos los dones funcionan por la fe. La mujer tiene el conocimiento y tiene que poner su fe en acción porque el conocimiento por sí solo no te lleva a nada. Tú tienes que tomar decisiones en función del conocimiento. Ella entonces toca el manto de Jesús y enseguida la fuente de su sangre se secó y sintió en su cuerpo que estaba sana de aquel azote. Jesús preguntó: “¿Quién me tocó?” Y otra vez sus discípulos salen con un conocimiento natural no revelado, ellos le dijeron: “Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?” Pero Jesús sabía lo que estaba diciendo porque poder había salido de Él. El Señor detectó que algo había pasado porque la mujer había tocado su manto con fe y la fe no era de ella sino de Dios. La mujer traía fe de Dios y tocó a Jesús con esa fe. El Señor no estaba con sus sentidos puestos en ella, o no intuía que ella se iba a presentar en el lugar, pero Jesús sintió que virtud salió de Él, esto es poder. Entonces insistía en que alguien lo había tocado, pero que lo había hecho de una manera diferente al resto; no lo ha hecho descuidadamente sino que lo ha tocado con manos de fe.
DONES DE REVELACIÓN: Discernimiento de Espíritus
Todos los dones requieren fe. Y ahora estudiaremos un poco el don de discernimiento de espíritus. Leemos en 1ª de Corintios 12:10: “A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”. Discernir es distinguir, separar, juzgar, comparar, cernir, cribar. En todos los casos, cernir es cribar, o sea, mover la cosa para separar o dividir lo que sirve de lo que no sirve. Entonces, el discernimiento es dividir con el cernidor, o saber separar; está el discernimiento espiritual y también el natural. Viene a mi memoria un hermano, que cuando era adolescente, buscó una mujer para tener sexo y contrató una, a la que llevó a determinado lugar. Cuando se estaba desvistiendo se dio cuenta que la mujer que él había contratado no era mujer. ¡Le falló el discernimiento! Cuando estaba lejos de Dios andaba buscando cómo satisfacer sus deseos y nos declaró: “Así debuté yo sexualmente. Ya que estaba ahí, ¿qué iba a hacer?” ¡Pobrecito! En el mundo natural no todo lo que brilla es oro. Tener discernimiento espiritual es esencial. Nosotros tenemos una tendencia a obedecer a nuestra intuición o a nuestra codicia; tendemos a hacer lo que nos parece. Cuando actuamos así nos falla el discernimiento. Para colmo sigues discerniendo mal, porque dices: “Me casé y mi mujer me falló. No era lo que yo creía”. ¡El hombre se equivocó y encima la culpa la tiene la mujer!
Siempre cuento de un hombre que se me acercó hace muchos años y me dijo que era un evangelista porque predicaba y la gente se entregaba a Cristo; él anhelaba ser parte del liderazgo de la iglesia y me pedía una oportunidad para predicar. Había algo que no me convencía, así que continué hablando con él e indagando acerca de su vida. Al final le pregunté si estaba casado a lo que me dijo que sí. Pero seguí conversando, y cuando terminé de hablar con él, resultó que había tenido, con la actual, diez mujeres. “¡Estás loco! ¿Qué has hecho?” le dije. Y me respondió el muy descarado: “¡Es que me salieron todas malas!” Esto, en el mundo natural es entendible porque uno se pregunta si a estas alturas hay mujeres buenas. Mas en el mundo espiritual no fallas. Si tienes buen discernimiento encontrarás la mujer que Dios tiene para ti y te sirve para toda la vida.
Leemos en Lucas 13: “Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo; y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad”. Jesús estaba enseñando y cuando ve a la mujer se compadece de ella y la sana. Aquí se produce un conflicto; los encargados de la religión se enojan porque Jesús la sana y lo hace en día de reposo cuando no se pueden hacer sanidades. “Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo. Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” Hoy en día, si le hacen una radiografía a la mujer le dirían que tiene un pinzamiento en tal vértebra, que tiene una desviación en su columna; pero Jesús le sacó una radiografía y vio que satanás estaba doblándola. ¡Eso es discernimiento de espíritus! En el lugar que menos piensas hay demonios. Alguno dirá: “Hay personas que ven demonios por todos lados”. Sí, hay personas que tienen miedo y ven demonios por todos lados, y están los que no ven demonios en ningún lado. Pero el que tiene discernimiento sabe dónde están esos espíritus. Según este pasaje de la Biblia la mujer tenía un espíritu de enfermedad. Hay quienes aseguran que la enfermedad es orgánica, y yo te digo que detrás de todas las enfermedades hay demonios. Jesús tenía bien claro que el problema que tenía la mujer era que por dieciocho años satanás la había encorvado. Y con la sola palabra Jesús la desató.
Dijo Jesús en Marcos 7:18: “¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar…” El Señor les dijo a sus discípulos: “Ustedes tampoco están entendiendo”. Significa que no estaban discerniendo. El problema que se había planteado es que los discípulos de Jesús estaban comiendo sin haberse lavado las manos y había ciertas costumbres, reglamentos o cultura que decía que si alguien comía con las manos sucias contaminaba su cuerpo. Claro que hay que lavarse las manos antes de comer, pero había un falso concepto religioso de contaminación, como que si no te lavabas las manos entrarían malos espíritus a tu vida. Entonces le recriminaban acerca de esto a Jesús. Nos dice Marcos 7:14 al 16: “Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga”. Jesús declaró estas palabras y los dejó a todos atónitos preguntándose qué quiso decir. “Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. Él les dijo: “¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos”.
Lo que tiene que ver con comida va al vientre y sale a la letrina; eso no contamina al hombre. ¿Por qué? Porque entra por la boca y pasa por el sistema digestivo al vientre y de ahí a la letrina. No entra al corazón. Entonces dijo que lo que sale del corazón es lo que contamina al hombre. Los discípulos no tenían entendimiento o discernimiento acerca de todo esto. A veces queremos entender las cosas de Dios, pero no responden a la razón sino a la iluminación, a la revelación o la manifestación del don de discernimiento del Espíritu Santo. A la hora de liberar a un endemoniado es importante saber qué demonio se está moviendo porque los demonios responden al rango que tienen. No es lo mismo un sargento que un teniente; cuando no sabes identificar a un demonio, por ejemplo, demonio de adulterio o de odio, no te das cuenta o no entiendes contra qué estás peleando. Cuando ves que alguien es violento, puede ser que la persona solo manifieste miedo. La persona puede aparentar tener un demonio violento, pero tal vez esté en un lugar que no conoce y comienza a turbarse, pero todo lo que necesita es un abrazo.
Nuestra lucha no es contra sangre y carne sino contra poderes espirituales de maldad y para ello el discernimiento es esencial. Jesús hizo distinción entre lo que entra en el vientre y lo que entra en el corazón porque Él tiene discernimiento y entendimiento. Dice la palabra de Dios en 1ª de Timoteo 4:1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”. Estamos viviendo un tiempo muy difícil, en el que hay tantas ofertas espirituales y surgen nuevas prácticas espirituales, de modo que si tú careces de discernimiento te pierdes. Esto no te lo digo para amedrentarte sino para que te aferres al Señor porque el que está ligado a Dios no tiene temor de nada.
Yo, muy en el fondo soy bueno. Uno de mis pastores me dijo: “Hay algunos que no se animan a hablarte. Les cuesta o sienten miedo de hablar contigo”. La idea es que yo causo miedo. Yo le dije que en el temor no falta pecado. Cuando alguien tiene algo que esconder, cuando no obedeció o siente deseos de hacer su propia voluntad y no lo que se le dijo, entonces, se genera cierto temor y el diablo lo enreda más, entonces me ven y sienten terror de acercarse a mí. En cambio, hay muchos que no sienten miedo de hablar conmigo, entonces se me acercan hasta para decirme cualquier nimiedad.
Uno no quiere hablar conmigo porque me ve muy ocupado y no quiere molestarme, pero aparece otro sinvergüenza, y todos los días que me ve, se pone a hablar conmigo. ¡No tiene miedo! No logro entender a veces si es uno que mete miedo o el otro es el que tiene cola de paja. Es necesario en este sentido, el discernimiento. ¡Señor hazme ver y entender lo que no veo ni entiendo! Había una joven que me quería, yo era un padre para ella. ¡Era un deleite estar conmigo! Una de las cosas más complicada en la iglesia, posiblemente la más satánica y diabólica está en la cabina de sonido. Desde que comencé el pastorado tengo una lucha constante con el sonido y con los sonidistas que meten la pata, y me provoca enojo. Entonces tenían miedo cuando me enojaba; y a más miedo, más metida de pata. Un día se me acerca la chica y me dijo que quería trabajar en el sonido. Yo la miré y le dije: “¡Estás loca!” “Me gusta mucho. Yo quiero hacer el sonido” “¿Pero has visto los gritos que les pego a los sonidistas? ¿No has visto lo difícil que es el sonido? ¿No tenes miedo?” “No, no te tengo miedo” me respondió. Había una confianza tal que a ella no le importaba. “¿Qué vas a hacer cuando yo te grite?” le dije. A lo que me responde: “Yo te doy un beso y un abrazo”.
A veces entendemos exactamente al revés lo que está pasando en nuestra vida. Personas que han tenido problemas con sus padres, que son la primera autoridad con la que tienen trato, después, en toda su vida les cuesta tratar con una autoridad. A esos que no se me acercan porque me tienen miedo, les pregunto si han tenido problemas con su padre o alguna otra autoridad en su vida y me responden que sí, por lo que les digo que entonces me están comparando con su padre o esa autoridad que le falló. ¡Es imprescindible tener discernimiento en todas las áreas de la vida!
“Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14). El discernimiento es para separar el bien del mal, lo que es del alma y del espíritu. Y el Espíritu Santo nos guía a toda verdad, dijo Jesús. El Espíritu Santo nos muestra el bien, alumbra el bien. Nosotros elegimos el bien no porque somos capos o tenemos grades razonamientos sino porque el Espíritu Santo nos alumbra el bien, la verdad. ¡Vamos bien porque Él es la luz! Hoy en día se utiliza mucho el término “tolerancia” y los cristianos no somos tolerantes sino amantes. Nosotros no toleramos; nosotros amamos. La tolerancia te impide, te bloquea y te oscurece el discernimiento. Se está implementando la tolerancia como una nueva cultura para aceptar todo lo que la gente piensa, dice o practica. Algunos con orgullo manifiestan que son tolerantes. ¿Qué es la tolerancia? Es una actitud que te lleva a aceptar lo bueno y lo malo de una persona sin entender si es bueno o malo. Y no importa si es bueno o malo porque yo soy una persona tolerante. Nosotros amamos a las personas, pero discernimos entre el bien y el mal y no aceptamos la tolerancia porque ésta le ha dado lugar a las decisiones políticamente correctas. ¿Qué es esto? Es tomar decisiones que convienen en determinado momento sin importar si es bueno o malo. Entonces se degenera el conocimiento del bien y del mal. Las decisiones políticamente correctas no te ayudan al discernimiento, sino que te nublan el entendimiento y la visión. La tolerancia es otro concepto que no tiene nada que ver con el amor, más bien es un intento de amar sin importar lo correcto o lo incorrecto.
Discernir es también juzgar. Un juez tiene que analizar todos los detalles; esto es en lo natural. En lo espiritual es luz y revelación. El espiritual, dijo el apóstol Pablo, juzga todas las cosas y él no es juzgado de nadie. Discernir es separar lo que está bien y lo que está mal; lo que es ajustado a derecho y lo que no. El Espíritu Santo es nuestro aliado en este sentido; Él nos quiere guiar para juzgar si algo está bien o está mal.
DONES DE PODER: Don de fe
Entramos a ver ahora los tres dones de poder. El primero es el don de fe. Leemos en 1ª de Corintios 12:9: “…a otro, fe por el mismo Espíritu”. Hay fe natural, hay fe salvadora, hay fe para milagros, hay fe para sanidades, pero hay don de fe. Le llamamos fe salvadora a la fe que me hace alcanzar el perdón de los pecados. Es una fe única y específica. ¿Cómo sé que una vez que abracé el evangelio y acepté a Jesús en mi vida y Él perdonó mis pecados, ahora tengo vida eterna? Yo lo sé, no sé cómo pero lo sé. Yo sé que Cristo me ha perdonado mis pecados. ¿Cómo haces para saber que tienes vida eterna? Yo lo sé porque tengo esa fe que me llevó a la salvación. Muchos creyentes han alcanzado el perdón, la salvación y la vida eterna por la fe, pero no tienen fe ni para hacer un huevo frito o para hacer algo riesgoso. Digamos que la fe para la salvación es específica, pero hay otra forma de fe, por ejemplo, la fe que tienen algunos empresarios para encarar negocios que es una fe natural. La fe salvadora es sobrenatural; Cristo le entrega la fe al creyente, éste la recibe, la cree, es perdonado, tiene vida eterna, se va al cielo. ¿Cómo sabe? Lo sabe. “¡Si a Dios no se le puede ver! ¿Cómo lo puedes creer?” Yo lo sé porque he creído. La fe no responde a la razón. Para el mundo la fe es locura.
Hay una fe natural que es la que utilizan los empresarios para los negocios y les va bien, y si les llega a ir mal aprenden de ello y lo emplearán en otra oportunidad, pero siempre van hacia adelante. En cambio, hay otros que tienen fe para creer que a ellos no les sale nada. Le preguntas por qué no lo hace y te responden que no se animan, falló tantas veces que no quiere intentar nuevamente. Son esos que dicen: “El día que yo tenga una fábrica de sombreros los niños nacerán sin cabeza”. Hay algunos que tienen fe para hacer milagros.
Yo dije que todos los dones necesitan fe, pero el don de fe desata la visión de Dios respecto a planes específicos de parte del Señor. Cosas tremendas que deben suceder en ese momento, en años o siglos más adelante. Vino una revelación, el profeta lo declaró y va a suceder, aunque sea después de dos mil años, pero la fe fue desatada y es poder de Dios. La fe es la que llevó a muchos profetas a escribir acerca de cosas que no entendían pero que nosotros conoceríamos más tarde. Esto es don de fe.
Dios tiene planes portentosos que revela a algunas personas para que éstas ejerzan fe. ¿Y por qué tienen que suceder así las cosas? ¿No sería mejor si Dios hiciera que sucediera sin avisar? Dice la Biblia que Dios es el único que avisa de antemano lo que va a suceder para que cuando suceda le demos la gloria a Él. Y cuando Dios dice que va a pasar algo, tiene que haber personas que tengan el oído preparado para escuchar y crean lo que el Señor dice que va a hacer. ¿Por qué? Porque Dios opera en el mundo, en sociedad con el ser humano. Dios no hace nada si primero no se lo revela, a sus siervos los profetas. El Señor no hace nada sin primero advertir al mundo. Dios castiga al mundo porque éste ha sido advertido, pero no le ha hecho caso.
El Señor siempre revela a través de la fe, cosas trascendentales que van a suceder. El don de fe revela algo extraordinario que Dios hará, puede suceder inmediatamente o un siglo después, pero sucederá. “Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos” (Hebreos 11:22). José fue gobernador de Egipto, le fue bien, vivía en un palacio, se casó con una egipcia, tuvo hijos, era importante, tenía dinero. No tenía ni por qué pensar en volver a la tierra de Canaán, tampoco tendría por qué hacerse problema de que su descendencia volviera allá. Pero José tuvo revelación y tuvo fe para creer en lo que iba a suceder. Los hebreos estaban bien en Egipto mientras José vivía. “Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos” (Génesis 50: 24 y 25). Murió José y pasaron cuatrocientos treinta años… Esto también lo encontramos en la carta a los hebreos acerca de los héroes de la fe. Por la fe José dio un mandato acerca de sus huesos para que cuatrocientos treinta años después los descendientes de Abraham tomaran esos huesos y se los llevaran a la tierra prometida.
Cuando el hombre ya no tiene salida, cuando ya no tiene más nada que hacer, cuando el único recurso que le queda es Dios, ¿te ha pasado que has probado de todo y todo te falló?, cuando ya no hay más puertas suspiras: “¡Ah Dios mío!” Y el Señor dice: “¡Por fin se le ocurrió pensar en mí!” Los hebreos habían salido de Egipto, mas el faraón se había arrepentido de haberlos dejado salir y mandó un ejército entero a perseguirlos. Ellos caminaron y caminaron hasta que llegaron al Mar Rojo, y quedaron encerrados entre el ejército de faraón y el mar. En ese momento Dios le dijo a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”. Moisés no lo razonó; él tuvo fe. Yo puedo tener alguna intuición o escuchar una voz audible, pero Dios lo hace de una manera en la que te convences que tienes que actuar sólo por la fe. Y cuando Moisés creyó, porque es cuando crees que suceden las cosas de la fe, cuando levantó la vara y ordenó que se abra el mar, señala la Biblia que el Señor trajo un viento recio del oriente que dividió las aguas y el pueblo pasó toda la noche con sus pies en seco hacia la otra orilla por el Mar Rojo.
Fe para eventos extraordinarios que están en el calendario de Dios. No tenía que ocurrir un día antes ni un día después sino en el momento exacto. Dios tiene un tiempo para cada cosa y cada cosa va a suceder en el tiempo de Dios, y si tú no crees, Él hará que otro crea, pero lo que el Señor quiere se hará. ¡El consejo de Dios prevalecerá! “Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis” (Éxodo 14:13). ¡Esa es la fe de Moisés! Aún no le había ordenado Dios que levantara la vara y no sabía qué era lo que iba a pasar, pero sabía por la fe que los egipcios que estaban mirando nunca más los verían.
Leemos en Isaías 45:11: “Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos”. Podría haber dicho: Ordenadme. Pero Dios está diciendo: “Necesito que me manden y me ordenen acerca de las cosas de mis hijos y de las obras de mis manos. Necesito que ustedes den la orden en la tierra para que yo pueda hacer lo que quiero hacer desde el cielo”. ¡La fe manda al cielo! Whatchman Nee dice en uno de sus libros: “La tierra manda al cielo”. ¿Cómo es eso? Esto sucede por medio de la fe. La fe no es capricho del hombre sino un instrumento de Dios. Leemos en Josué 10:12: “Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró”. Josué estaba librando una batalla y no quería que se ocultara el sol. Es medio difícil de entender porque le dijo a Jehová: “Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón. Nunca antes, ni después ha habido un día como aquel. Fue el día en el que el Señor obedeció la orden de un ser humano”. Así lo traduce la Nueva Versión Internacional.
¡Dios obedeció la orden de un ser humano! ¿Cómo es que sucede esto? Número uno: Dios es el Autor de la fe, le da el planeta Tierra al ser humano, lo pone al hombre como la corona de la creación; lo pone por sobre toda la creación, el hombre hace las cosas mal, peca, pierde dominio, pierde el respaldo de Dios y satanás toma la autoridad. Dios nunca le delegó la autoridad a satanás; Dios sigue tratando con una generación de seres humanos, con un linaje de seres humanos que van a obedecer su voz y harán lo que Él quiere. ¿Cómo logra Dios que el ser humano haga lo que Él quiere? Porque no se mete en el planeta a hacer cosas porque ya le delegó la autoridad para ello al hombre, y necesita que éste ordene las cosas que tienen que suceder. ¡Dios tiene planes en el planeta Tierra! ¡Dios es el Autor de la fe! Y le da la fe al ser humano para que éste de la orden en la tierra de lo que Él quiere hacer desde el cielo.
En primer lugar, Dios es el Autor de la fe; segundo, Él le otorga la fe al hombre, tercero, el hombre ejerce autoridad con la fe que Dios le ha dado, entonces, Dios responde a la fe. ¿Crees que a veces responde que no, y otras veces que sí? Si la fe es de Dios y el Autor de la fe es Él, y si lo que tú tienes es fe, Dios nunca dice que no. Porque si no, se estaría contradiciendo a sí mismo. ¡Quítate de la cabeza eso de que oraste con fe, pero no sucedió! Si no sucedió es porque no oraste con fe. Si la fe es de Dios, el Señor manda la fe para que se haga en la tierra lo que Él quiere hacer desde el cielo. Si Dios quiere que algo suceda, entonces el Señor te da fe, para que, ejerciendo esa fe, suceda lo que quieres que suceda. ¿Cómo te va a dar fe para que pidas que suceda algo y eso no sucede? ¡Dios responde a la fe! ¿Por qué? ¡Porque Él mismo la da! Lo que sucede es que nosotros confundimos la fe con la pavada y encima que confundes la fe con la pavada, te enojas con Dios porque no te da lo que has pedido.
¿Qué es la fe? Es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Otra traducción de la Biblia señala que fe es la sustancia de lo que no se ve. Supongamos que quieres un auto. ¿Qué es la fe? La chapa del auto que tú quieres, las llantas, el motor, etc. “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7). Nunca había llovido en la tierra y Dios le mandó a construir un arca. “¿Qué es un arca Dios?” “Es un bote grande, grande que va a flotar”. “¿Va a flotar?” “Si, porque va a caer mucha agua”. “¿De dónde?” Nunca antes había caído agua en la tierra. Entonces Noé con temor construyó el arca porque creyó en cosas que no veía.
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8). Una de las características de la fe es que vuelve loca a la razón. La razón quiere saber y la fe se conforma con la seguridad que Dios le da. “Pastor, ore por mi hijo que está en la droga. Todos los días le pido a Dios por él, pero no se convierte. Dios no me escucha”. ¿Y si Dios no te escucha para qué oras? Si la mujer creyera que su hijo va a ser libre de la droga no estaría angustiada. El que cree tiene una seguridad que va más allá de lo que ven los ojos. ¡Señor dame esto! No quiero vivir por lo que ven mis ojos. ¡Dame el don de fe, Señor! Yo quiero producir en la tierra, por la fe, aquello que tú tienes planeado y quieres hacer.
DONES DE PODER: Dones de sanidades
Hablamos que a unos se les ha dado dones de sanidades por el mismo Espíritu y éste es el único don que está en plural.
“Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó” (Marcos 15:30). Ten en cuenta esto que es muy importante: Lo que Jesús deshace no lo produce. Cuántas personas enfermas declaran que están así porque es la voluntad de Dios. Métete esto en la cabeza: ¡No es la voluntad de Dios que estés enfermo! La Biblia señala que Jesús vino a deshacer las obras del diablo; o sea, cuando Jesús sanó a la gente deshizo las obras del diablo. Jesús destruye toda obra del enemigo pero Él no te pone una enfermedad para mostrar después cómo la sana. Dios es un Dios de gracia, de gloria y de misericordia.
El Señor quiere tu sanidad y ha provisto a las personas de dones para que sanen a los enfermos. ¡Tienes que ser sano! ¡Tienes que desarrollar el don de sanidad! Dios ha derramado dones de sanidades en las personas para que sanen a los enfermos como Cristo lo hacía. La enfermedad es obra de satanás. ¡Nunca más digas que estás enfermo o enferma por la voluntad de Dios! Y las sanidades operan como todos los dones, mediante la fe. Pablo vio a un hombre que estaba postrado y en sus ojos pudo percibir que tenía fe para ser sano (Hechos 14:9). El que tiene fe obtiene la sanidad. Pablo, cuando vio que el hombre tenía fe para ser sano le dijo a gran voz: “¡Levántate derecho sobre tus pies!” y el hombre se levantó y anduvo.
En otra oportunidad, cuatro hombres llevaron a su amigo paralítico ante Jesús y al ver la fe de ellos el Señor hizo el milagro (Marcos 2:5). Siempre opera la fe, en un caso era la fe del hombre paralítico y en el otro la fe de los amigos del que estaba postrado.
¡Lo que detiene las sanidades es la falta de fe! Dice Mateo 13:58: “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”. No se trata de que Jesús no tiene ganas de hacer milagros ni de sanar, pero encontró una ciudad sometida a la incredulidad y dice la palabra de Dios que allí no pudo hacer milagros. Dios no hace milagros donde hay incredulidad; la incredulidad es enemistad contra Dios. Es hacerse enemigo de Dios, es negar y resistir su obra. La incredulidad puede frenar los milagros y la sanidad de las personas.
Los dones son el equipamiento de Dios para que el creyente pueda desenvolverse en la identidad que Dios le ha dado y esa es la identidad de hijos de Dios.
“Señor, te necesitamos a ti más que a los conocimientos recibidos. Espíritu Santo te anhelamos, estamos a la expectativa de aquello que tú quieres hacer en nosotros. Tal vez hay cosas que no hemos entendido bien, pero nos rendimos a ti, queremos tus dones para hacer aquí en la tierra lo que tú quieres hacer desde el cielo, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: