DESCANSO DEL ALMA - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

DESCANSO DEL ALMA

INTRODUCCIÓN

Uno de los problemas que vive esta generación es que su alma no descansa en paz y tenemos sobrados motivos para ello. Mas yo traigo sobrados motivos para ti de parte de Dios para que tu alma tenga paz y descanso. ¡El Señor tiene provisión para que tu alma tenga paz por encima de cualquier dificultad!

En estos tiempos estamos viviendo circunstancias complejísimas, pero quiero decirte hoy que podemos descansar en el Señor. Leemos en Mateo 11:25: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños”. Según este versículo, hay sabios y entendidos que no entienden, y Jesús se alegra y alaba al Padre porque estas cosas se las ha revelado a los niños. Los niños tienen virtudes que los grandes necesitamos. ¿Qué necesita un niño para ser feliz y estar confiado? Saber que su mamá y su papá están ahí; saber que cuenta con sus padres. ¡No necesita más! Cuando mis hijas eran chiquitas, las llevamos a un zoológico y ellas estaban fascinadas mirando todo. Al ver que estaban distraídas me escondí detrás de una columna. En un momento Ceci se da vuelta y no me ve, entonces empieza a gritar: “Papá”. A la tercera vez que grita y ve que yo no aparezco, comienza a angustiarse, entonces salí de detrás de la columna y le dije: “¡Acá estoy!” Ella corrió y me abrazó fuerte.

Yo te pregunto: ¿Tú tienes papá? ¿Cuentas con él? Uno de los problemas que más aquejan a los cristianos y no cristianos, y hay no cristianos que creen en Dios, es que les cuesta mucho creer que el Papá está ahí. Les cuesta contar con ese Papá, o se sienten solos y desamparados; se sienten rechazados y piensan que Dios se ha olvidado de ellos, o se cuestionan por qué Dios permite que les suceda semejante injusticia. Así el alma entra en desesperación, deja de descansar, se turba y se angustia.

¡Qué lindo era confiar en mi papá! He contado ya la historia de una vez que llegamos de la iglesia, una noche, y cuando mi papá abrió la puerta vio que la casa estaba desordenada, entonces le dice a mi mamá que espere afuera porque habían entrado ladrones, y mi mamá comienza a gritar: “¡Ay Joaquín!” Yo era chiquito y cuando la vi a mi madre desesperada, me desesperé. La paz que puedes experimentar en medio del caos tiene que ver con tu relación con Dios. Si lo vieras a Dios turbado, sería lógico que te turbes; si lo vieras angustiado o temeroso, es lógico que tú te pongas temeroso o angustiado. La buena noticia es que Dios no está desorbitado, no tiene miedo y no está angustiado. La buena noticia es que Dios todo lo puede y sabe todas las cosas antes de que sucedan. Mi madre se turbó y su turbación me turbó a mí. Entonces mi papá extendió sus manos y nos dijo: “No griten, quédense tranquilos. Yo voy a entrar”. Ahí me volvió el alma al cuerpo. ¡Ese es mi papá! pensé. Tomó una linterna y comenzó a recorrer la casa, y yo pensaba que si había ladrones mi papá los iba a echar a patadas. Yo iba detrás, hasta que llegamos al fondo y mi papá encontró las pisadas de los ladrones en el barro y me dijo por donde habían bajado, por donde habían caminado y hacia donde se fueron. Pero yo ya no tenía temor porque mi papá estaba ahí.

Yo te quiero advertir de algo: Las cargas que te turban no son grandes ni poderosas; las cargas que te turban no pesan nada. El problema no está en el tamaño de tu carga, el problema es si Dios está o no está en el asunto. Lo que importa no es el tamaño de tu problema sino el tamaño de tu Dios. ¿Está Dios o no está? ¿Tienes a Dios o no lo tienes? ¿Tienes Padre o no tienes Padre? Jesús se regocijó y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños”. Pensar que los sabios y los entendidos no ven ni entienden muchas cosas, pero los niños confían. Jesús dijo que si no nos volvíamos como niños no entraríamos en el reino de los cielos. O aprendes a confiar en Dios y le entregas tus cargas, o comienzas a descansar en Dios, o te pierdes. O domina la paz de Dios en tu corazón, o domina el temor. ¿Domina Dios en tu vida o domina la angustia? ¿Domina Dios en tu vida o la idea de que Él es injusto? ¿Qué clase de Dios tienes? ¿Tienes Padre o no tienes Padre? Si tienes Padre no importa lo que suceda; tu Padre se hace cargo. ¡Tu Padre quiere llevar tu carga! El Señor quiere llevarse tu ansiedad; quiere llevarse esos recuerdos que te maldicen y esos temores que no te dejan.

RECIBE A DIOS COMO TU PADRE

Posiblemente una mamá ha estado llorando toda la noche, ha mojado su almohada con sus lágrimas porque su esposo le dijo que la iba a dejar. Pero a la mañana se levanta y con una sonrisa bendice a su hijo, aunque por dentro está turbada, en cambio el niño está tranquilo porque tiene a su mamá. Ella lleva una tremenda carga, pero su hijo no lleva ninguna. “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños”. Posiblemente, han echado del trabajo a su papá, posiblemente apareció una deuda que no sabían; el papá está llevando una gran carga, pero el hijo está tranquilo, no tiene de qué preocuparse porque ahí está papá.

¡Cómo deseo que esta palabra penetre hasta la medula de tus huesos! No sé que circunstancias estás atravesando; pero quiero decirte que Jesús, antes de ir a la cruz les dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). En una oportunidad los discípulos viajaban en una barca y se desató una gran tempestad; Jesús estaba durmiendo y ellos lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38). ¿Cómo podía dormir tan tranquilo? Le estaban reclamando al dueño del mar, al dueño de las olas y el viento, quien les había dicho, pasemos al otro lado y ahora les dice: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” ¡Que nada te turbe! ¡Que nada te preocupe ni te angustie! Tú dirás: “¿Cómo hago? Mi dificultad es muy grande”. ¡Dios quiere que te vuelvas como un niño! Si hoy te vuelves como un niño, en los brazos de tu Padre se terminará tu angustia, tu temor y tu frustración. Se va a terminar ese desequilibrio que hay en tu alma.

Bendigo a Dios porque nos ha mandado esta palabra en tiempos de mucho conflicto. El evento de Noches de Gloria que se ha llevado a cabo, no creas que se hizo porque había dinero. Las cosas se hacen porque hay fe. ¡Estamos creyendo en un Dios proveedor! Nos han fallado muchas personas y mejor no hablar de ello; nos prometieron cosas que no cumplieron. Hemos recibido noticias nefastas. Pero te voy a decir que nuestro corazón está feliz porque Dios está visitando nuestra nación. ¡La presencia del Señor está con nosotros!

Una de las cosas que me daba paz era que contábamos con un joven que desde los nueve años de edad trabajó en la obra, en el área del sonido; yo tenía mucha confianza en todo lo que hacía y bajo su cargo estaba el armado del sonido en cada evento, así como el de Noches de Gloria. Una semana antes del evento, después de la última reunión del día domingo me lo encontré afuera de la iglesia, le puse la mano en su pecho y le dije: “Oscar, ¡qué bendición que sos! ¡Cuánto me ayudas! ¡Cuánto alivio le traes a mi corazón! Sos realmente un amigo”. Después de haber charlado un rato con él, me fui a mi casa dándole gracias a Dios por la vida de Oscar. El lunes me llamó y me dijo que hacía falta comprar unos repuestos y nos encontramos en la oficina, le dan un cheque y se va a comprar los repuestos. El día martes los compró y los puso en su mochila, entonces se fue a una reunión de nuestra iglesia en el barrio Borro.

Cuando salió de la reunión se dirigió con un amigo hacia la parada de ómnibus, y hablando de todo un poco los dos coincidieron que esa era una esquina peligrosa. Cuando vieron pasar una moto, sospecharon que algo estaban tramando. Los que estaban en la moto dieron una y otra vuelta por el lugar, pero en un momento la moto se dirigió hacia ellos y el amigo de Oscar salió corriendo, quedándose solo Oscar en el lugar con los maleantes. Lo cierto es que asesinaron a Oscar disparándole dos balazos en la cabeza. Uno de los testigos contó que lo vio tirado en el suelo en posición fetal abrazando la mochila que contenía los repuestos que había comprado.

A todo eso un amigo de la iglesia del Borro me llamó llorando desesperadamente, a la medianoche, para contarme la noticia de que Oscar había muerto. Estábamos en la disyuntiva de quién le daba la noticia a los padres. Se desató un infierno porque el Ministro del Interior hizo unas declaraciones sin sentido acerca del hecho. Oscar era un hijo de Dios que dio su sangre por su Señor y por el reino, pero para el Ministro del Interior era un ajuste de cuentas. Estábamos en los preparativos del velorio y recibíamos llamadas telefónicas porque había que seguir con las actividades del evento de Noches de Gloria y se necesitaba comprar algunas cosas. El velorio tuvo lugar en la iglesia central de Misión Vida, con cuerpo presente, al que vinieron muchas personas, y también allí estaban sus padres llorando por la pérdida de su hijo.

¿Cómo hacer cuando las circunstancias son tan adversas? La madre sollozaba: “¡Mi primogénito!” La novia le decía a Dios: “¿Para qué me lo diste si me lo ibas a quitar?” Todos tenemos razones para estar perturbados, pero Dios nos da razones para estar en paz. Y todo pasa por lo que Jesús declaró: “Si no se vuelven como niños no entrarán al reino de Dios. Necesitas tener un corazón como el de un niño; necesitas confiar en mí en la peor de las adversidades. Tú no necesitas ser fuerte y llevar muchas cargas. ¡Yo llevo tus cargas! ¡Yo soy tu Padre! ¡Yo soy tu Dios! Descansa en mí. Yo sé lo que va a suceder antes de que suceda. Nada ha sucedido sin que yo lo sepa. Yo soy el que da y soy el que quita. Confía en mi porque yo hago las cosas bien”.

En el mismo instante en que Oscar cayó al suelo, hubo fiesta en el cielo.  Los ángeles le daban la bienvenida a un mártir del evangelio. Las cosas de arriba no se ven como lo que se ve abajo. El apóstol Pablo nos alienta a poner la mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra: “…no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (Colosenses 3:2 y 2ª de Corintios 4:18).

Yo hoy declaro que clama delante de Dios por justicia, la sangre de un mártir llamado Oscar Paz que fue derramada violentamente, para que Dios traiga justicia. Yo bendigo a Dios por esta circunstancia; bendigo a Dios por las experiencias que nos tocan atravesar y descanso en el Señor. Posiblemente, esa semana ha sido una de las más duras de mi vida, y digo posiblemente porque Dios me ha librado de aflicción y me ha dado paz. Dijo Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11: 28 al 30).

ORDENA A TU ALMA, QUE DESCANSE EN DIOS

Yo te digo que si estás angustiado o angustiada, estás pecando, si el temor te domina, estás pecando, si en tu vida hay resentimiento, estás pecando. Y todos esos sentimientos turban tu alma y enferman tu cuerpo. La ciencia lo diagnostica como enfermedades psicosomáticas. Son cuestiones de la siquis o el alma que se somatizan. Alma es siquis en el griego, y en el hebreo, la siquis es alma. La ciencia explica que los problemas del alma o la siquis, se somatizan. La palabra soma significa carne, o sea que los trastornos psíquicos se encarnan. Los dolores del alma influyen sobre el sistema digestivo, aumentan la presión sanguínea, contaminan la sangre y producen toda clase de enfermedades a los huesos y articulaciones. ¡No puedes vivir con esos sentimientos gobernando tu vida! O gobierna Dios o te domina el temor, la angustia o el dolor; pero si Dios gobierna no hay lugar para esos sentimientos negativos. Dios quiere sacar todas esas cosas que turban tu alma y no te dejan descansar obligándote a tomar medicamentos para poder dormir.

¡Hoy tienes que ser libre! Y el Señor te invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Si dominan tus razonamientos, tus pensamientos o sentimientos no puedes disfrutar de la paz de Dios.

Hay una hermana de la iglesia que compartió su testimonio en el libro Historias que Sanan, y nos cuenta que su papá era un hombre violento, que llegaba borracho y golpeaba a su madre. Un hombre que se hacía respetar a los gritos. Sus hijos le tenían miedo. Y cuando el hombre llegaba, ellos se iban a esconder. Esta chica vivió con eso por muchos años hasta que Dios le reveló lo que a ella le pasaba. Ella no podía pronunciar la palabra padre sin llegar a estremecerse, tampoco podía ver a Dios como un padre porque estaba muy dolida. Esa palabra le traía malos recuerdos y no podía ver a Dios como Padre. Nos cuenta en su testimonio que uno de esos días en que llegó su papá a los gritos, borracho, insultando, ella corrió y se metió debajo de una mesita, temblando. El día que Dios la hizo libre, Mariela entendió que aquel día, siendo muy pequeñita, debajo de esa mesa, un espíritu de temor se apoderó de ella. El temor debilita, derrota y paraliza, de tal manera que en muchas circunstancias Mariela quedaba paralizada y no podía reaccionar. En una oportunidad un hombre la arrinconó contra una pared y le dijo: “Te quedas quieta” y la abusó. Yo me enojé con ella y le recriminé por qué se quedó inmóvil y ella me respondió que no supo qué hacer. “¿No le podías haber dado una patada? Me da la impresión de que hasta te gustó”, le dije enojado. Pero yo no entendía lo que a ella le pasaba hasta que recibió esta revelación de parte de Dios. El temor la paralizaba, y cuando un hombre le pegaba dos gritos, ella no sabía qué hacer. Poco después, Mariela fue diagnosticada con cáncer y por causa del tratamiento de la quimioterapia perdió su cabello. En una sala de hospital, desesperada le dijo a Dios: “Dios, ¿Cómo te voy a decir papá? ¡No puedo! ¿Cómo hago para sentirme protegida?” Nos cuenta que ese día el Señor le habló diciéndole: “Hija, sube a mi falda. Yo soy tu Padre”. Y ella se vio a sí misma sentándose en las faldas de Dios, y el Señor la miraba con ternura y la acariciaba. Ese día conoció a Dios como Padre. Recibió una revelación. Ese día pudo adorar a Dios y abrazarlo; ese día perdió todos sus temores. Mariela tendría que estar muerta hace varios años, pero está viva y sirviendo a su Padre.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Jesús tuvo que pasar por todo lo que nosotros pasamos y cuando le tocó atravesar el peor momento de su vida, les dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.

La respuesta a los problemas no es resolverlos con nuestras propias fuerzas sino creer en la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. No le des permiso a tu mente para pensar más de lo que debe pensar, ni le des permiso a tus sentimientos para que te gobiernen. ¡Ordénale a tu alma que descanse en Dios! El apóstol Pablo dijo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4: 6 y 7). Lo que tiene que ocurrir es que tu corazón, lo que significa tus sentimientos y pensamientos, sean guardados en Cristo Jesús. Ya no es tuya la carga. Es de Cristo. Ya no eres tú el que arrastra la circunstancia. Es Cristo. Entrégale al Señor tu carga, tu impotencia, tu dolor. Tu derecho en Dios es vivir en paz y feliz a pesar de todo. Cristo pagó el precio de tu paz, para que no vivas turbada mujer, para que no vivas turbado varón. Jesús pagó el precio y no para que sea el temor tu señor sino para ser Él tu Señor. Si Jesucristo es tu Señor, nadie puede señorear sobre tu vida y no hay poder del infierno que pueda turbarte.

Tú dirás, mi problema es muy grande. No importa qué tan grande sea tu problema, lo que importa es que Dios esté en control de ese problema. ¡Dios es más grande que tu problema! No hay cosa difícil para el Señor. Ríndete a Dios, no te enojes y te reveles contra Èl. Tú no entiendes lo que Él entiende ni sabes lo que Él sabe. No sabes por qué el Señor hace lo que hace; no quieras juzgarlo ni razonar contra Dios. No pretendas pedirle explicaciones cuando lo que quiere darte el Señor son revelaciones. La paz no tiene explicación; es la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. La paz no tiene que ver con razones sino con el poder de Dios. El salmista declaraba: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).

Si no hubiera experimentado lo que te estoy predicando no tendría derecho a hablarte de estas cosas, porque he tenido luchas en estos últimos días, pero si no le hubiera entregado mis cargas a Dios, éstas estarían aplastándome. No puedo cuestionar a Dios por lo que ha sucedido porque mi alma sabe muy bien quién es mi Padre y quien lleva mis cargas. El Señor pone sobre mí un yugo fácil y una carga ligera, y eso mi alma lo sabe bien. Yo voy a descansar en Dios. Jesús no está lejos, está ahí cerca de ti. Deja que Dios se revele a tu vida y que esta palabra penetre a lo más profundo de tu ser. Tú no sabes cómo, pero la paz de Dios viene sobre ti y el peso sale de tu vida. Toda la vida el Espíritu Santo va a estar luchando para que no tomes las cargas que Él tiene que tomar. Toda la vida, los espíritus del infierno estarán generando circunstancias para que tú pierdas la confianza y la esperanza en Dios y te dejes gobernar por circunstancias y sentimientos que te agobian.

CONCLUSIÓN

Jacob tuvo un altercado con su hermano Esaú y tuvo que huir porque su hermano se juramentó que lo iba a matar. Se fue de su tierra por muchos años, se casó en tierra extraña y vivió muchas adversidades. Éste Jacob es aquel a quien Dios le cambió el nombre por Israel porque peleó con Dios y con los hombres y venció. Jacob fue el que peleó con el ángel de Jehová y le dijo: “No te dejaré hasta que no me bendigas”. Y el ángel del Señor lo bendijo. No obstante, el temor dominaba en su vida, pero un día decidió volver a su tierra y encontrase con su hermano Esaú quien había jurado que lo iba a matar. Fue en una de esas noches de turbación que peleó con el ángel. Preparó presentes para su hermano con toda una comitiva, y él iba atrás temeroso y expectante. Iba avanzando y el temor lo sofocaba. Pensó toda clase de estratagemas por si su hermano atacaba, entonces le avisaron que venía su hermano Esaú con cuatrocientos hombres y el corazón del Jacob se estremeció. “¡Me va a matar!” pensó. Esaú iba avanzando hacia el encuentro con Jacob y en el camino se encontró con una comitiva que llevaba presentes para él. Luego se encontró con otra y otra comitiva en tanto iba avanzando con su gente. Y Jacob avanzaba hacia el encuentro con su hermano pensando que éste lo iba a matar.

Génesis 33: 1 al 4 narra: “Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. Y puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y sus niños, y a Raquel y a José los últimos. Y él pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”.

Todos los temores que vivimos son globos hinchados, todas las preocupaciones y angustias son globos hinchados. Nada hay que sea poderoso para destruirte, ni siquiera la muerte de tu cuerpo. Si eres de Cristo, el Señor te lleva con Él. ¡Tienes derecho a vivir en paz y gozoso! Tienes derecho a librarte de tu pasado. Tienes derecho a librarte de los recuerdos que te maldicen. No vivas el evangelio atado o atada con los temores y recuerdos del pasado. Entrégale hoy tu carga a Jesús. El Señor te dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Si estás turbado y cansado, si has sentido que Dios te habló y entiendes que el Señor te quiere librar en esta hora corre a la libertad de Cristo, corre a su paz.

“Padre, oro que tu nombre sea glorificado y exaltado. Oro que tu poder sea derramado sobre cada vida y quites el dolor, la turbación, el odio, la angustia, el rencor y la soledad. Quita Dios toda opresión, libera de las ataduras del infierno y sana las enfermedades porque las opresiones enferman el cuerpo. Hoy declaro sobre las vidas la sanidad de Dios y desato tu paz que sobrepasa todo entendimiento. Te damos honor a ti Jesús. Declaramos Dios que tuyo es el poder y la gloria, amén”.

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