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INTRODUCCIÓN
Ciertas enseñanzas de la palabra de Dios nos llevan a visualizar qué cosas nosotros valoramos más y qué cosas valoramos menos. Ocurre que valoramos en función de determinadas condiciones, y muchas veces valoramos cosas que no tienen valor, pero para nosotros es como que si lo tuvieran. Contrariamente, no valoramos esas cosas que tienen mucho valor.
Esto tiene que ver con el grado de comunión que tenemos con Dios; porque todos los días hacemos elecciones y tomamos decisiones, y cada elección que hacemos va en dirección de la perfecta voluntad de Dios o en contra de ella. No se pueden tomar decisiones que sean neutras, que no sean ni malas ni buenas. O son buenas las decisiones que tomamos o son malas. Estamos acostumbrados a tomar decisiones que nos parecen buenas por el solo hecho de considerar que son buenas. Y esto de las decisiones tiene que ver con la manera que nosotros valoramos las cosas.
Resulta que como se dice en Uruguay, nos encachilamos con algo, nos aferramos a algo sin entender quizás que le estamos asignando más valor de lo que tiene. Y hay una relación entre el valor que le damos a las cosas y el valor que tienen. Y es que las cosas tienen un valor variable y transitorio; en cambio, otras cosas tienen valores eternos. Lamentablemente día a día tomamos decisiones eligiendo lo temporal y lo que tiene menos valor, que no es eterno.
Hoy tenemos que entender que debemos sacrificar esas cosas que no tienen valor, aunque se lo atribuimos igual, para alcanzar esas cosas que verdaderamente tienen valor, y que Dios las valora. A veces no distinguimos el valor entre una y otra cosa; y el tiempo tiene que ver con eso. Por ejemplo, a la hora de servir a Dios decimos que no tenemos tiempo; es como si Dios no te diera tiempo. No entendemos que tenemos la misma cantidad de tiempo que cualquiera. No digas que no tienes tiempo; tú tienes el tiempo que quieres para lo que quieres, y lo que quieres es lo que valoras. Así que cuando dices que no puedes congregarte porque no tienes tiempo, significa que, para la iglesia no tienes tiempo, pero para otras cosas sí. Tú eres el administrador que administra su tiempo. Decir que no tienes tiempo significa que a eso a lo que no te quieres dedicar no le asignas valor y para ti no es importante, o consideras más importante otras cosas más que eso, y lo otro ocupa el primer lugar. El tiempo que le dedicamos a una cosa, determina el valor que realmente le asignamos a eso.
VALORAS AQUELLO A LO QUE DEDICAS TU TIEMPO
Un hombre que dedica tiempo a jugar a las cartas con sus amigos luego de salir del trabajo y no se dirige a su casa a estar con su familia es una persona que valora más el tiempo que comparte con sus amigos que con su familia. Tenemos que asumir que somos nosotros los causantes de los males que nos vienen porque somos los administradores de nuestro tiempo. Así que, reitero que el valor de algo está relacionado al tiempo que le asignamos a eso. Le dedicamos muchas horas al día a las redes sociales y me he dado cuenta que hay muchos que no conocen las historias bíblicas porque no leen la Biblia. ¿Por qué no la leen? ¡Porque no es importante! Lo que pasa es que tengo mucho que hacer. Lo que pasa es que el tiempo no me da. ¿Cómo que no te alcanza? Si tú administras el tiempo. Tú le has asignado tiempo y valor a otras cosas y no a leer la Biblia. Quiero orar, pero no tengo tiempo. ¿Cómo que no tienes tiempo para orar? Si tú eres el dueño del tiempo. No es Dios el dueño del tiempo, eres tú quien administra el tiempo que Dios te ha dado. El Señor te ha dado 24 horas y algunos las usan con sabiduría y otros pierden el tiempo.
Estoy tratando de hacerte ver cuáles son los elementos que nos llevan a estar ciegos, a tomar decisiones y hacer elecciones erradas. Porque cuando le asignamos tiempo a algo estamos valorando eso a lo cual le dedicamos tiempo. No podemos decir que amamos a Dios y lo valoramos si no tenemos tiempo para Él. ¡Te estás engañando! Te sugiero que reflexiones acerca de esto porque posiblemente has estado caminando en tu propia voluntad y le has asignado tiempo y fuerzas, y te agotas trabajando en aquello que no tiene valor, y has desechado la voluntad de Dios. No te has dado cuenta que lo que haces porque te gusta no significa que haces la voluntad de Dios; eso es ser egoísta y hacer tu propia voluntad.
Muchos asumen que lo que está en su corazón es lo que Dios quiere. ¿Ahora Dios va a estar condicionado a tu voluntad y tus deseos? Para hacer la voluntad de Dios hay que sacrificar la propia; para llevar a cabo el plan de Dios hay que sacrificar los planes propios. Es ahí cuando se ve que alguien valora a Dios y valora el hacer su voluntad. Y es que Dios debe ser valorado y también debe ser valorada su voluntad.
Hay cosas que tienen un valor temporal y variable. Te casaste y estabas feliz con tu cónyuge, pero al tiempo quieres matarlo y te preguntas qué tenías en la cabeza cuando te casaste con esa persona. O sea que hace un tiempito atrás tu esposa valía un montón, pero ahora te quieres deshacer de ella porque ya no tiene valor para ti.
Nosotros le asignamos valor a las cosas; o como no le asignamos mucho valor, tampoco le asignamos tiempo. Hay padres que creen que comprándoles cosas a los hijos les están demostrando amor. Padres que se van de la casa y abandonan a los hijos prefieren regalarles cosas, pero no pasan tiempo con ellos. Le has dado todo lo que tu hijo quería, pero no le diste padre. Lo más importante que tu hijo necesitaba era un padre. ¡No le diste padre! ¡No le diste prioridad ni valor a tu hijo! Reconoce que has tomado malas decisiones. Cuando tomas malas decisiones es porque valoras mal lo que tienes y lo que quieres alcanzar.
Quizás lo que quieres alcanzar es vanidad pura y no vale nada. Hoy le pido al Espíritu Santo que nos enseñe a valorar lo que hay que valorar. Te repito que, para hacer la voluntad de Dios, y esa sí vale, es necesario renunciar a nuestra voluntad, a nuestras ideas y planes que nos emocionan. Siempre recrimino a las personas que no le vengan con ideas a Dios porque a Él no lo vas a sorprender con tus ideas. Antes que nacieras Dios ya tenía ideas, planes y pensamientos acerca de ti; y si quieres que Dios te permita hacer tu voluntad lo que logras es contradecir lo que el Señor ya planificó desde antes que fueras concebido. Delante de Dios tu voluntad no sirve. Por eso oramos como nos enseñó Jesús que se haga su voluntad, así como en el cielo aquí en la tierra.
Algunos creen que Dios les dio algo porque está contento con ellos; otros oran y ayunan para conseguir algo, y creen que con hacerlo le van a torcer el brazo a Dios. Sabe que el ayuno que Dios escogió, como dice la Biblia, es que partas tu pan con el hambriento. ¡Ah ese plan es muy insignificante! Yo tengo un plan más grande. Así era mi plan cuando decidí estudiar arquitectura, pero ¡qué golpe le dio Dios a mi vanidad! ¡Qué golpe le dio Dios a mi orgullo de querer servirle a mi modo! Yo creía que eso era servir a Dios; hacer para Él lo que a mí me satisfacía. Muchos se casan con la persona equivocada porque tienen los ojos vendados. Una manera de no saber valorar bien las cosas es tener ceguera. Dice la Biblia que el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo. Los ha enceguecido para que no vean lo que realmente tiene valor. Y muchos cristianos andan con un velo en sus ojos, entonces ven mal, eligen mal y valoran mal.
Advertí a una jovencita que se ha enamorado de un muchacho con un historial terrible, aunque tiene buena pinta; y según él ama a Dios y quiere hacer su voluntad. La chica se entusiasmó con él y los pastores descubrieron que el muchacho les estaba escribiendo a otras tres chicas a la vez, y las tres son amigas; y ninguna de ellas sabe que el infeliz las está cortejando. La jovencita no sabe qué es lo que le gusta de él; la carne seguro que le gusta. Estar encaprichado con algo no es señal de que Dios te está respaldando. Que tú estés feliz no significa que Dios está feliz. Dios quiere que tú aprendas a dar la vida por aquello que sí vale la pena. Y te digo que solamente tienen un valor absoluto y perfecto las cosas invisibles y eternas.
COSAS ETERNAS y COSAS PASAJERAS
Hay cosas que son eternas y están esas cosas que son pasajeras, y el apóstol pablo advirtió: “Pongan la mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2). También señaló: “…no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2ª Corintios 4:18).
Las cosas de abajo no tienen valor o tienen un valor relativo. Sin lugar a dudas el matrimonio es de las cosas de más valor en el mundo, pero el matrimonio se termina y no tiene valor eterno. Tu matrimonio es temporal. A Jesús le preguntaron de cuál de los siete hombres con quien se casó será la mujer que al haberse casado en primeras nupcias su marido murió y no dejó descendencia, entonces se casó con ella el segundo hermano que también murió, y así se casó la mujer con el tercero, el cuarto hasta el séptimo hermano. Hasta que la mujer también murió. Y la respuesta de Jesús fue esta: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mateo 22:29 y 30). Yo no voy a estar casado con Marta en la eternidad; o sea que lo que aspiramos va más allá del matrimonio. Cuando mis hijas eran chicas y yo predicaba acerca de la segunda venida de Cristo, que el Señor viene pronto; ellas me decían: “Papá que no venga ahora que nos queremos casar”. Y después que se casaron dijeron: “¿Esto era casarse?” Seguramente el matrimonio es importante y tiene que estar guiado por Dios, pero lo más importante siempre es la voluntad de Dios; porque los planes que tiene Dios en el matrimonio son eternos.
Dice la Biblia en Isaías 51:6: “Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá”. Ni los cielos presentes, ni la tierra que hoy conocemos serán eternos, y Juan declaró según una visión que tuvo: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1). También declaró Juan: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1ª Juan 2:17).
Te perderás la voluntad de Dios porque te enamoraste, porque decidiste la gloria de jugar al futbol; te perderás la voluntad de Dios porque para ti vale más tener esa casita que nunca tuviste. ¡Todo eso perece! ¡Eso no tiene valor! Tú tienes que aspirar a las cosas eternas que están más allá de los cielos. La justicia de Dios es el valor que tenemos que perseguir. ¿Habrá que estudiar teología para conocer la justicia de Dios y leer muchos libros; habrá que hacer cursos para conocer la justicia de Dios? ¡No! La justicia de Dios declara: “Ama a tu prójimo como a ti mismo, dale de comer al hambriento, levanta al cansado, sana al quebrantado, visita al que está enfermo o en la cárcel”. ¡Esa es la justicia de Dios! ¡Eso es eterno! ¿O vas a presentarte delante de Dios y le dirás que no hiciste nada de eso porque no tenías tiempo con tanto trabajo o porque te estabas construyendo la casita? Todo lo que quiere Dios es que te ocupes de la justicia eterna y de las almas que se pierden.
Hombres y mujeres son importantes para Dios, ¡tienen muchísimo valor! Y dice la Biblia que de tal manera amó Dios al mundo que envió a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Jesús pagó un precio altísimo para que los que creemos en Él tengamos salvación. Dios dijo: “Mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá”. Jesús murió por todos. Ahora, ¿se salvan todos? No se salvan todos, pero murió por todos. O sea que hombres y mujeres se pueden perder, pero la salvación de Dios no se perderá jamás. Tú tienes un valor temporal relativo a menos que la salvación venga a tu vida, y en ese caso, vales oro. Si Jesucristo se constituye en el Señor de tu corazón entonces la eternidad está en ti, la justicia y la salvación de Dios está en ti. Y eso es eterno. ¡Cuida tu salvación! ¡No pierdas el tiempo en cuestiones ilusorias! Nada de lo que estás procurando material aquí en la tierra te vas a llevar; ni siquiera te llevarás a tu cónyuge y a tus hijos. Dios te ha dado un tiempo en la tierra y quiere que lo uses sabiamente haciendo elecciones a su favor. Declárale: “Señor, venga a mi tu reino y hágase tu voluntad como se hace en el cielo así también en la tierra; que yo haga aquí en la tierra tu voluntad”.
CONCLUSIÓN
Esos bienes eternos que no podemos evadir, Dios los ha traído a la tierra; su voluntad, su salvación y su justicia. Si no trabajas por eso eres una persona injusta, si no luchas por esto, tú luchas contra Dios. Si no juntas con Cristo entonces desparramas. ¡Dios quiere cambiar tus perspectivas! ¿Qué estás dispuesto o dispuesta a perder con tal de que la voluntad de Dios se haga en tu vida? Tú dices: “Yo no creo que Dios quiera que yo pierda nada”. Puedes creer lo que quieras, pero la vida cristiana está ligada a la cruz, y no la de Cristo precisamente sino la tuya. ¿Qué estás dispuesto a perder por amor a Cristo? Dijo Dios por medio del profeta Isaías: “Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes. Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos” (Isaías 51:7 y 8).
No hemos amado ni valorado la salvación de Dios. Todo lo que anhelas que quieres conquistar va a perecer. Tú que no quieres que algún familiar se muera, pero se va a morir y se lo van a comer los gusanos, como a ti. La vida no depende de tus padres, abuelos o cualquier familiar o ser querido; tu vida es Cristo. ¡Él es el deseado de todas las naciones! Dios es quien tiene planes perfectos para ti.
Creo que hoy más de uno se tiene que replantear que es lo que más valora. Muchos me han dicho: “Si usted no hubiera venido a Uruguay qué hubiera sido de mi vida. Quizás estuviera muerto”. “Pastor qué bien me hicieron sus palabras”. “¡Gracias por dejar su tierra para venir a Uruguay a predicar el evangelio!” ¡Estoy tan feliz por todo lo vivido en estos treinta años que estoy en Uruguay porque he visto la mano de Dios en la tierra a la cual Dios me mandó! Una hermana me dijo que, si no fuera por sus hijos, se iba a ayudar al hogar de niños en Haití. ¡Mira tú! Decile a Dios que no puede disponer de ti por culpa de tus hijos. Jesús dijo: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Hacer la voluntad de Dios es sacrificar la mía. No te hablo de algo que me han contado; yo dejé mi tierra para servir a Dios en Uruguay. Pero estoy feliz de haberlo hecho. Valió la pena todo lo que perdí. ¡Dios ha suplido y ha llenado!
Has puesto tus planes como una prioridad; andas sin saber cuál es la voluntad de Dios. Pídele perdón porque has hecho planes y pretendías que Él estuviera contento con ello; pero hoy has aprendido que Dios no está contento con tus planes, sino que a Él le agrada que se cumplan sus planes y se haga su voluntad.
Renuncia hoy a lo que haya que renunciar y valora lo que Dios valora que es su voluntad, agradable y perfecta. Deja que Dios destruya uno a uno tus planes y deseos hasta que sus deseos sean tuyos. ¡Renuncia cada día a ti mismo por causa de la voluntad de Dios! Cada día debes morir para que Cristo viva. Cristo te llamó, respóndele a Él; porque lo importante, lo valioso y lo eterno es lo que Jesús quiere.
Haz una oración y dile a Dios: “Padre amado. he decidido que voy a hacer tu voluntad; he decidido renunciar a todo lo que me retiene. Padre amado, te entrego mi vida; estoy dispuesto a llevar mi cruz. No te voy a negar nada Señor, toma de mi lo que quieras, te doy permiso para que destruyas mis ideas y mis planes; yo hoy decido abrazar tus planes y caminar en tus caminos, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: