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INTRODUCCION
Hace un tiempo, en Semana Santa celebramos la Fiesta de las Primicias. Esta fiesta se celebra el primer día de la semana que se corresponde con la Pascua; y se dice de Jesús que es las primicias porque es el primer resucitado de los que vendrían después. Dice la Biblia que a partir de ese día se deben contar siete semanas que son 49 días. Al día 50 se celebra otra fiesta que es la de los primeros frutos. El domingo 23 de mayo celebramos la fiesta de los primeros frutos ya que se completan 50 días del día de las primicias que celebramos en Semana Santa.
Las primicias son las primeras espigas de cebada que se cosechan en primavera en Israel. Las personas tenían que buscar entre las espigas que todavía no habían madurado, las que ya estaban maduras y presentar a Dios los primeros frutos. La cebada era lo primero que se cosechaba en primavera, y después venía la cosecha del trigo. Entre la cosecha de la cebada y del trigo hay un período de 50 días más o menos, entre otros frutos; y estos dos son dos de los siete frutos de Israel mencionados en la Biblia.
En Pascua hice referencia que el día 14 de Abib era el día que se sacrificaba el Cordero y ese día se sacrificó a Jesús. El día que Jesús murió, 14 de Abib, fue un miércoles, porque todo estaba cronometrado por Dios, aunque no todos los años Pascua cae en día miércoles. Las profecías declaraban que Jesús tenía que estar muerto en el corazón de la tierra tres días y tres noches, como estuvo Jonás en el vientre del gran pez. Entonces el día 15, el día siguiente a la crucifixión, comenzaba una fiesta de siete días, la de los panes sin levadura. Transcurrieron 3 días y 3 noches y llegó el Sabbat o sábado semanal. La fiesta de Pascua se consideraba un día sábado o día festivo, día de descanso que no se trabajaba como los sábados de la semana. O sea que esa semana hubo dos sábados, uno de ellos, el miércoles, el Sabbat especial. Entonces llegó el sábado y se cumplió el tercer día, y Jesús resucitó al día siguiente que cayó en primer día de la semana. Y es en ese momento en que se celebra la fiesta de las primicias; porque Jesús es las primicias de los que resucitan.
Ahora, hay otro mandamiento de Dios y es que, precisamente, el día de las primicias hay que contar siete semanas para la fiesta de las semanas. Esto lo encontramos en Levítico 23:15 y 16: “Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová”.
Básicamente son fiestas que tienen que ver con la provisión y la gracia de Dios; tienen que ver con el favor de Dios. Y el pueblo tenía que ser agradecido por la cosecha y presentarle al Señor lo mejor de esa cosecha. Nada es nuestro; y si le traemos algo al Señor, no es algo de lo que somos dueños, sino que le presentamos de lo que Él nos ha dado. La noche, que fue primer día de la semana, Jesús resucitó. Ese día se celebró la fiesta de las primicias; y desde ese día se contaron 49 días para la fiesta de las semanas, la cual se celebra el día 50. Los primeros frutos somos nosotros. Cuando llegó el Espíritu Santo nació la iglesia. Esto es Pentecostés. El Espíritu Santo fue derramado sobre aquellos que estaban orando y esperando la promesa de Dios. Entonces, en un momento fueron llenos del Espíritu Santo. Ese día, Pedro predicó y tres mil personas entregaron sus vidas a Cristo y se bautizaron en el nombre de Jesús para perdón de sus pecados. Ese día, fueron inscriptos en el libro de la vida los primeros tres mil frutos.
RUTH ABRAZA EL DIOS DE NOEMI
Dice la Biblia en el libro de Rut 1:22: “Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”.
Hubo un hombre, Elimelec de belén de Judá, el cual tenía dos hijos varones y la esposa se llamaba Noemí. Hubo hambre en la tierra y Elimelec decidió irse con su familia a Moab. La tierra de Moab pertenecía a un reino idólatra de costumbres paganas. Allí en Moab, los dos hijos de Elimelec se casaron con mujeres moabitas. Algunas reseñas: los moabitas fueron los que le pagaron a Balaam, un profeta, para que maldijese a Israel. Pero Dios no le permitió a Balaam maldecir a su pueblo. Entonces profetizó bendición para Israel y dijo: “¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? ¿Y por qué he de execrar al que Jehová no ha execrado? Porque contra Jacob no hay agüero, ni adivinación contra Israel” (Números 23:8 y 23). ¡No pudo maldecirlos! Dice la Biblia también que el pueblo de Israel comenzó a fornicar con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses.
“Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel…Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: Matad cada uno a aquellos de los vuestros que se han juntado con Baal-peor…Y murieron de aquella mortandad veinticuatro mil”. Así señala la Biblia en Números 25:3,5 y 9. Ya puedes tener una idea de quiénes eran los moabitas.
Elimelec no tomó una decisión acertada al irse a vivir a Moab. Esta era una nación que venía de un hijo de Lot. Lot había quedado atemorizado cuando huyó de Sodoma y Gomorra y se fue a vivir a una cueva en una montaña llevándose a sus dos hijas y no quiso bajar nunca más. Sus dos hijas pensaron que no iban a tener esposo ni descendencia y emborracharon a su padre y tuvieron relaciones con él, por lo que ambas tuvieron hijos de Lot; hijos incestuosos. El hijo de la mayor se llamó Moab, y de este vino la nación de Moab. De un incesto proviene una nación idólatra que practicaba orgías delante de un dios.
Pasado el tiempo muere Elimelec dejando a su esposa Noemí viuda. Y también mueren sus dos hijos dejando viudas a sus esposas. Así que quedan Noemí y sus dos nueras desamparadas. En aquel entonces no había ayuda social para las viudas. Un buen día Noemí decide regresarse a su tierra y a su parentela en Belén. Se enteró que Dios había bendecido la tierra de Belén y había cebada y trigo. Las dos nueras querían ir con ella, y Noemí les dijo: “Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para tener marido. Y aunque dijese: Esperanza tengo, y esta noche estuviese con marido, y aun diese a luz hijos, ¿habíais vosotras de esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar por amor a ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí” (Rut 1:12 y 13).
Una de las dos nueras se volvió a su tierra, se volvió a la idolatría; pero la otra, cuyo nombre era Rut le dijo a Noemí: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16 y 17).
Pasó algo en el mundo espiritual; Rut se ligó a Noemí, a tal punto de decidir que tenía menos valor su familia, su cultura y su nación; tenían poco valor sus dioses, pero el Dios de Israel valía la pena. Dios tiene leyes para que los extranjeros que abrazan a Jehová disfruten de las mismas bendiciones que los hijos de Dios. Y le ha ordenado al pueblo de Israel y también a nosotros de tener cuidado de los extranjeros que se refugian debajo de sus alas. Dios ha prometido ser su Padre y su protector.
Hay un personaje que se llama Booz que escuchó la historia de Rut y se enteró lo buena que había sido con su suegra, y que había dejado su tierra haciéndose adepta al Dios de Israel; y él le dijo: “Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2:12).
LA RECOMPENSA DE RUTH
Noemí y su nuera llegaron a Belén; las viudas solamente podían ser rescatadas por algún pariente cercano que las redimiera, porque los bienes que habían sido de Elimelec y de sus hijos no eran para ellas; porque la descendencia era a través del hombre y los bienes de los fallecidos pasaban a los familiares varones. Así que tenían que encontrar a un familiar varón que las comprara o adoptara.
Había una ley que decía que cuando un hombre moría sin dejar descendencia, el hermano varón tenía que tomar a su viuda y darle descendencia al muerto. ¿Para qué? Para que la sucesión de los bienes siguiera siendo de los descendientes del hermano fallecido. Rut comenzó como una mujer pobre que juntaba espigas en la cosecha de la cebada para comer ella y su suegra. Y había leyes que señalaban que la gente que cosechaba no tenía que recoger lo que caía porque había que dejárselo a los pobres. Así que Rut pidió permiso en un lugar que estaban cosechando cebada; y según lo que leímos, llegaron al comienzo de la cosecha de la cebada que era la fiesta de las primicias.
Volviendo a Rut 1:21, dice la palabra de Dios: “Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”. Rut halló gracia entre los criados del dueño de la tierra. Entonces, un día llegó Booz y preguntó quién era la mujer que estaba espigando. Entonces leemos en Rut 2:6: “Y el criado, mayordomo de los segadores, respondió y dijo: Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab”. Se había corrido la voz acerca de Rut la moabita. No fue la maldita que había venido de Moab; era la bendita que había abrazado al Dios de Israel. Una que había decidido dejar atrás su historia, su cultura, su familia y sus dioses para hacer del Dios de Israel su Dios. “Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas. Mira bien el campo que sieguen, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados. Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera? Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes. Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte” (Rut 2:8 al 12).
Rut siguió cosechando en la tierra de Booz y dice el versículo 23 del capítulo 2: “Estuvo, pues, junto con las criadas de Booz espigando, hasta que se acabó la siega de la cebada y la del trigo; y vivía con su suegra”. Cincuenta días después del inicio de la cosecha de la cebada venía la cosecha de los primeros frutos. Según lo que leemos en el libro de Rut esto fue un episodio profético. Rut estuvo en las dos fiestas que celebraban los judíos; y en esas dos fiestas presentaban a Dios los primeros frutos, de la cebada primero y luego del trigo. Después de esto, Noemí, la suegra de Rut le dijo: “¿No es Booz nuestro pariente, con cuyas criadas tú has estado? He aquí que él avienta esta noche la parva de las cebadas” (Rut 3:2). Booz era un pariente que podía rescatarlas; esto significa que podía ayudarlas a que los bienes de su esposo y de sus hijos vuelvan a ellas. Significaba rescatar los bienes del difunto y a las mujeres que habían quedado solas y sin sustento; así la tierra sería de los descendientes del difunto. Entonces, el que redimía tenía que tomar a la viuda y llegarse a ella para darle descendencia al pariente que había muerto. Y Booz estaba dispuesto a hacerlo. Hubo otro que tenía prioridad por ser el pariente más cercano, pero se negó a hacerlo, entonces Booz la tomó y se casó con Rut.
Pero la historia no termina aquí; la historia continúa hasta nuestros días. Dice la Biblia que Rut engendró de Booz a Obed, y este engendró a Isaí el cual engendró a David. Por lo tanto, Booz y Rut fueron los bisabuelos del rey David. Pero la historia no termina ahí; porque el Mesías era de la descendencia de David. Por lo tanto, esta moabita que no tenía parte en el pueblo de Dios, siendo extranjera, la cual venía de una tierra idólatra, abrazó a Jehová y el Señor la incluyó a la descendencia del Mesías.
Esta palabra es para quienes se sientes desechados y despreciados. Esos que dicen. “A mí Dios no me ama”, o “Mis padres no me amaron”. Viven con hambre y sed de justicia; sedientos y hambrientos de paz, y no tienen paz; y sus recuerdos del pasado les quitan las ganas de seguir. Dios tenía preparado un gran propósito para Rut. A Dios no le importó el pueblo del que venía Rut ni la historia que ella tenía. A Dios no le importó que ella fuera de una tierra idólatra y que había adorado otros dioses, porque cuando ella se cobijó bajo sus alas e hizo del Dios de Noemí su Dios, el Señor la abrazó y la bendijo, y le dio un lugar especial que ninguna otra mujer ha tenido en el linaje del Mesías.
Mateo 1 hace referencia a la genealogía de Jesús. Según podemos apreciar, queda claro que la descendencia o el linaje de sangre eran por parte de los hombres. Las mujeres no podían heredar; solo podían heredar los hijos varones. Cuando se menciona a una mujer, se refiere a una hija que fue engendrada por un hombre. Leemos en Mateo 1: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram”. Aparecen todos hombres. Y continúa diciendo: “Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías”.
Rahab era una prostituta; Rahab la ramera según leemos en la Biblia, tuvo temor de Dios y ayudó al pueblo hebreo a entrar a Jericó. Y Dios dijo: “Esta es mía”. Y Rahab fue parte del linaje del Mesías. ¡Booz fue hijo de la prostituta! Y Booz engendró de Rut, una mujer proveniente de una tierra idólatra. Estas son las dos mujeres que aparecen en la genealogía de Jesús.
CONCLUSIÓN
Dios tiene propósitos extraordinarios para los que le aman. Dice la Biblia en 1ª Corintios 2:9: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
Todo lo que Dios quiere es que le ames. No vengas a hacer alarde de tus bienes o de tu linaje, no alardees con tu historial. ¡Deja eso de lado! Abraza a Dios y dile que le amas. Ampárate debajo de sus alas como lo hizo Rut. Deja de pensar en tu pasado, en lo que te hicieron o te dijeron. ¡Entierra tu pasado! El que está en Cristo es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron. ¡Jesús hace todas las cosas nuevas! Dios quiere darte una vida nueva. ¡No te aferres a lo que has vivido! Dile: “No tengo nada que ofrecerte Dios; solo debilidad. Mi historia es de pecado. Mis padres no me han valorado; la sociedad no me ha valorado. Me siento un desecho. Me siento lejano a ti Señor; quiero alcanzarte y no puedo”. Sabe que nadie puede alcanzar a Dios; es Dios quien te alcanza. Él te dice: “Yo quiero ser tu Padre. Yo te amo y quiero que me ames”.
Cuando Noemí llegó a Belén, la gente decía: “¿No es esta Noemí? Y ella les respondía: “No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso”. Noemí significa: placentera; y Mara: amarga. La historia de Noemí se había convertido en una amargura, mas Dios condujo a esa mujer noble. Tal vez el dolor de la historia que has vivido no te deja avanzar. No te han amado; no te han valorado. Quizás no hiciste nada para que te valoraran, pero ya no importa te dice el Señor. “Me tienes a mí. Yo tengo misericordia de ti. No te refugies en ningún otro lado; refúgiate en solo en mí. Hoy yo rompo las maldiciones de tu pasado; eso que has vivido y te tiene sumido en una prisión. Yo te libro hoy porque te amo”.
Todavía lloras un beso o un abrazo de papá o de mamá. Fuiste regalado o regalada; despreciados y entregados quien sabe a quién. Hay noches que lloras sin consuelo y tu almohada ha sido tu paño de lágrimas. Tú dices: “¿Por qué a mí?” Mas Dios te dice: “Ven a mí. Refúgiate debajo de mis alas. Hoy comienza una nueva historia para ti. Hoy rompo tus cadenas y abro las puertas de tu prisión porque te amo”.
ANEXOS: