QUIEN AMA, DA SU VIDA - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

QUIEN AMA, DA SU VIDA

INTRODUCCIÓN

Te voy a hablar del amor de Dios. Según conocemos de la palabra de Dios, la consecuencia del pecado es la muerte, es la condenación y la separación total y absoluta de la vida de Dios. ¡Bendito sea el Señor que nos amó con un amor tan grande! Porque nosotros mismos no podíamos pagarle a Dios el precio de nuestro pecado, porque solamente podíamos pagar con condenación y muerte. Pero el plan de Dios había previsto que alguien distinto a mí pagara el precio de mi pecado.

Dios había establecido que debían hacerse sacrificios, porque sin derramamiento de sangre, dice la Biblia, no hay perdón de pecados (Hebreos 9:22). La única manera de pagar es con la muerte y el derramamiento de nuestra propia sangre. El plan de Dios consistía en que Él mismo se haría cargo y se haría responsable del pecado de todos nosotros.

Quizás yo me atrevería a morir por alguien que quiero rescatar, pero jamás enviaría a una de mis hijas, y tengo dos. Jamás pagaría con la vida de mis hijas. Dios engendró en el vientre de María a su Unigénito Hijo, su único Hijo; de quien dijo; “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).Al Hijo le complacía la voluntad del Padre. Jesús vino con una misión y era la muerte. Relata la Biblia que el día 10 de Abib, que era el primer mes del calendario que Dios había ordenado a Moisés, había que apartar un cordero porque se celebraba la Pascua, y fue cuando Israel salió de Egipto. Entonces Dios ordenó que debía ser sacrificado un cordero y con la sangre se debían pintar los dinteles de las puertas de aquellos que pertenecían a Israel porque la muerte iba a pasar, pero no los iba a tocar a ellos, sino solamente a los primogénitos de aquellos que no tenían la señal de la sangre.

Todo esto era sombra de lo que vendría después, hace más de dos mil años. La Biblia nos dice que Jesucristo es el Cordero de Dios y que es su sangre la que nos libra verdaderamente de la muerte.

EL ULTIMO VIAJE, PREVIO A LA CRUZ

Jesús comenzó a viajar desde Galilea hasta Jerusalén, sabiendo que era su último viaje, sabiendo que se terminaba todo y que iba a ser juzgado. Él sabía el día y sabía la hora en que iba a ser sacrificado. Tal vez alguien ha experimentado un golpe en el pecho cuando recibió la noticia de que tiene una enfermedad seria y que posiblemente no le queda mucho tiempo de vida.

Dice la Biblia en Mateo 10:32 al 34: “Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y lo entregarán a los gentiles; y le escarnecerán, le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; más al tercer día resucitará”.

En un momento, Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Y Jesús, volviéndose le dijo; “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.

Había dos poderes que dominaban en Israel en ese tiempo. El primero era el poder religioso, que era un poder malvado. Yo te digo, no creas en religión. La religión no perdona pecados y no transforma personas. La religión está llena de leyes que tienes que obedecer, pero que no vas a poder obedecer. La religión es un poder demoníaco que opera contra el reino de los cielos. Esto ocurría en los tiempos de Jesús y ocurre también en estos tiempos. La ley lastima, la religión lastima. Jesús tuvo grandes problemas y grandes discusiones con los religiosos de la época, y las palabras más fuertes que Él emitió fue contra ellos. Y estos se habían confabulado para asesinarlo. Querían su muerte porque Jesús no opinaba como ellos. Jesús vino a cumplir el plan de Dios y los religiosos tenían sus propios planes. Más de una vez Jesús le tuvo que decir a estos religiosos, “ustedes no obedecen a Dios, sino que obedecen las normas de los ancianos, y enseñan como doctrina mandamientos de hombres”.

Sí, Jesús tenía que enfrentar el poder de la religión y la religión lo iba a condenar a muerte. Aunque solo el imperio romano tenía el poder legal de ejecutar a alguien. Pero Jesús fue juzgado por los religiosos, y ellos lo condenaron, y decidieron que debía morir. Y como no podían ejecutarlo, entonces se lo entregaron a los gentiles y al imperio romano, presionándolos para que le dieran muerte.

Cuando Jesús comienza a caminar de Galilea a Jerusalén, sus discípulos estaban atemorizados, no entendían nada, y aun así lo acompañaron. La gente no entendía, ni siquiera sus propios discípulos, pero Él entendía el plan de Dios y así lo había aceptado. Jesús es crucificado, y allí en la cruz del calvario dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Se puso en las manos de Dios confiando que se iba a levantar al tercer día porque había dicho que pondría su vida y la iba a volver a tomar. Así dijo el Señor: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:18).

No había poder romano que pudiera quitarle la vida. Jesús podría haber hecho algo para no ir a la cruz, pero tenía que ir porque era la voluntad del Padre. ¿Por qué? Porque Dios te ama y no quería perder tu vida, entonces dio la vida de su propio Hijo en tu lugar y en mi lugar. ¿Por qué murió Jesús? Escribió Juan: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). La Biblia afirma esto, que el que ama, está dispuesto a dar la vida. Y Él dio la vida por nosotros. También dijo Juan: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1ª Juan 3:16).

¿Y quién es el que más ama a Jesús? El que da su vida por Jesús. Ahí está el problema. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”, dijo Jesús. Te preciso en África. Ay sí, Señor, después de que termine de pagar mi casa en 30 años. ¿Cómo demuestras que amas a Dios si no estás dispuesto a perder algo? Una joven muy confundida, que no sabía si era de Cristo, y si sus pecados fueron perdonados, me comentó que tiene una pareja, pero su pareja es casada. “Yo quiero ser de Cristo”, me dijo. Entonces le pregunto, ¿qué es lo que no quisieras perder por causa de Cristo?  “No quiero perder a mi pareja”, me responde. ¿Cómo le demuestras tú a Jesús que realmente lo amas? ¡Si por un precio muy pequeño lo dejas de lado! Sigues poniéndole “peros” a Dios, demostrando que no le amas más que a todas las cosas. Una casa te detiene, un trabajo, una hipoteca; tus padres que ya son ancianos te detienen. Para amar a Dios hay que estar dispuesto a perder todo, y aun a morir por Él.

EL CORAZÓN DE JESÚS

¿Qué habría en el corazón de Jesús en esos días? La gente no dejaba de pensar en sí misma, porque mientras Jesús iba a Galilea aparecían enfermos que no estaban pensando en Él, sino que pensaban si Jesús les podía solucionar algún problema familiar o alguna enfermedad, etc. En los días previos a su crucifixión, Jesús hizo milagros extraordinarios porque su corazón no estaba en Él, ni en salvarse Él. Tal era su amor que estaba dispuesto en todo momento, en esos 12 días que subió a Jerusalén, a sanar enfermos, a consolar a las personas, y ayudar a quien lo necesitara.

En Marcos 10 leemos que estaba Jesús en la culminación de una tarea extraordinaria que incluía ser clavado en la cruz y cuenta la Biblia que había dos discípulos, Santiago y Juan, quienes se acercaron a Jesús y le dijeron: “Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. Jesús estaba caminando a la muerte, Pedro lo había querido frenar para que no fuera a morir, y Jacobo y Juan estaban pensando quién sería más importante en su gloria. Señor, antes que te claven y te re maten, antes que nada, ¿nos podéis designar un lugarcito especial para nosotros? ¡Esto ocurría mientras Él iba a Jerusalén a morir en la cruz del calvario! Y continuando el relato en Marcos 10, dice la Biblia: “Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Bartimeo ni siquiera pensaba que Jesús iba a ser crucificado. Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Bartimeo era ciego de la vista, pero no era ciego de espíritu; él sabía que Jesucristo era el Hijo del Dios Viviente. Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: “Ten confianza; levántate, te llama”. Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” Y el ciego le dijo: “Maestro, que recobre la vista”. Y Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino. Jesús no estaba ensimismado en Él, fue por eso que se detuvo para socorrer al ciego. Jesús estaba pensando en Bartimeo. Entonces llegó a Jerusalén…

Israel está esperando un Mesías descendiente de David, un poderoso, estratega, un conquistador, alguien que iba a gobernar al mundo, y no podían aceptar que Jesús, el Cristo era el Mesías. Mas las profecías han dicho de Él: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9). Israel tiene que creer que Jesucristo es el Mesías, y como no quieren creer; van a creer en alguien que se va a levantar en la tierra, que va a hacer pacto con ellos y este será el anticristo, el anti-Mesías.

En ese día, Jesús enseña varias cosas, como, por ejemplo, maldice la higuera estéril. Jesús tenía hambre y quiso comer higos, pero no había higos, entonces la maldijo. Leemos en Marcos 11:21 al 23: “Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.

Jesús estaba caminando a la muerte, estaba caminando a la crucifixión y aún seguía enseñando. Y mientras iba a la cruz estaba pensando en los enfermos. Varias cosas vivió en los días previos a su muerte. Expuso enseñanzas extraordinarias como que el reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de boda para su hijo. Y que los que creen en su hijo forman parte de la novia, la cual será su esposa, y que disfrutaremos de las bodas del Cordero cuando Él vuelva.

Volviendo al relato de Santiago y Juan, esos que le hicieron semejante petición egoísta a Jesús como: “Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”. Quizás le pides al Señor un novio o una novia, quizás le estás pidiendo un trabajo, o quieres que te sane; y no está mal. La mayoría de las veces que nos acercamos a Jesús es por las cosas que queremos nosotros, pero, ¿te has puesto a pensar qué quiere Él? ¡Ayúdame Señor, tengo que rendir un examen! No he estudiado, pero tú puedes hacer que el tonto del profesor me apruebe la materia. Señor, tengo un dolor, tengo una tristeza, tengo una amargura. Nosotros pensamos en nosotros, mientras Cristo piensa en nosotros y no en Él. Dios busca gente que esté dispuesta a pensar en el reino, y no en sí misma. Gente que pueda decir, Señor, estoy dispuesto a dar la vida por ti. Pídeme lo que quieras, yo te lo voy a dar porque te amo. Aún mi vida te daré. Y ya no te voy a poner más excusas por mi estudio, mi profesión. No voy a poner primero la hipoteca, te voy a poner primero a ti. No voy a poner primero mi casa, te voy a poner primero a ti. No voy a poner primero mi trabajo, te voy a poner primero a ti. Quiero amarte hasta la mismísima muerte. Quiero llegar a alegrarme por la posibilidad que tengo de morir por ti. Tú has estado dispuesto a morir por mí y ahí en la cruz no pensaste en ti, Señor. Cuando estabas clavado en la cruz dijiste, perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen.

CONCLUSIÓN

Yo te pregunto: ¿Quisieras amar a Dios perdidamente? ¿Quisieras enamorarte de Él profundamente? Me acuerdo del joven rico que dijo, “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” En Marcos 10:17 al 22 vemos la conversación que tuvo Jesús con el joven rico, al cual le dijo: “…si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos… ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”.

Sabe que para amar a Jesús hay que pagar un precio. Para amar a Jesús hay que dejar de amar muchas cosas que estimamos más importantes. Todo lo que a Dios le moleste, es necesario que lo pierdas. En cuanto a la joven que me presentó a su compañero casado, ella dijo que no quería que Dios le quitara a su pareja. No sé qué es lo que te pide Jesús hoy, pero sí sé que Jesús quiere que entres en su voluntad y que abandones la tuya. Y que dejes lo que tengas que dejar para abrazar lo que Él tiene para darte.

¿Eres de Cristo? Quien es de Cristo tiene a Jesús por Señor y no le niega nada. ¡Gracias, Jesús! No me queda duda que tú me amas. Tú caminaste al calvario y fuiste derecho al cumplimiento de la voluntad del Padre para demostrarme cuánto estabas dispuesto a hacer por amor a mí. Y lo hiciste, Señor. Soportaste el castigo. No te avergonzaste porque lo hiciste por mí, porque me amabas. ¿Qué tengo que hacer yo, Señor? Te voy a dar hoy lo que no te quería dar. Quiero ser tuyo de verdad, Señor.

Hay gente que sigue pensando en lo que quiere de Cristo, pero no en lo que Cristo tiene para darles y tampoco les interesa lo que Cristo quiere. El apóstol Pedro llegó a decirle a Jesús: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido”. Respondió Jesús y dijo: “De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (Marcos 10:28 al 30).

No tengas miedo porque con Cristo sólo se gana. Dile a Jesús: “Te doy gracias, porque hoy me has revelado cuánto me amas y cuánto has estado dispuesto a hacer por mí. Hoy quiero entregarte lo que tú me pidas. Hoy quiero entrar en tu voluntad y rendir a tus pies mi voluntad. Hoy decido seguirte y no volver atrás; en el nombre de Jesucristo hago esta oración, amén.

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