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Montevideo
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La lección de hoy está basada en Hechos 10:37 y 38: “37Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: 38cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Ese Jesús que cuando estaba aquí hacía esa tarea, ese mismo Jesús hoy hace la misma obra a través de nosotros, su iglesia. Así como Dios ungió con Espíritu Santo y poder a Jesús y anduvo haciendo bienes, sanando y liberando a todos los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con Él, ese mismo Jesús unge a su pueblo con la misma unción que Él tuvo aquí en la tierra. La palabra “unción” es muy usada, pero posiblemente no la entendemos; es que uno entra a la iglesia y escucha palabras nuevas que llaman la atención, por ejemplo, “ministrar”: “Que te ministro, que no te ministro, que ministramos al Señor…” Uno no entiende mucho de qué se trata pero ya la empieza a usar, por ejemplo: “Me ministró el pastor”, “le pedí a la pastora que me ministrara”. Lo mismo sucede con la palabra “unción” que en la calle no se conoce; cuando entramos a la iglesia, y si nos volvemos más cancheros decimos: “Hoy había unción”, u “Hoy no había tanta unción” o “El pastor hoy está ungido”. El que no sabe de qué se trata no entiende bien, y lo más triste es a veces, quienes utilizan la palabra unción, ni siquiera saben el significado de este término.
La interrogante que queremos contestar hoy es: ¿Qué es la unción y para qué sirve?
Leamos nuevamente Hechos 10:37 y 38: “37Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: 38cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Hay una unión entre el versículo 37 y 38 que nos está señalando para qué es la unción. Te quiero hablar del equipamiento que Dios le da al creyente que lo hace poderoso para enfrentar las vicisitudes de la vida y para hacer la obra de Dios; ese equipamiento le da al creyente victoria cien por ciento sobre toda opresión del infierno, sobre la enfermedad, la miseria, la pobreza. Habría que ver si los creyentes tienen esa mochila, ese equipamiento en la espalda, que Dios nos proporciona para la guerra de la vida, ya que la vida es una guerra, es una confrontación; estamos en medio de un campo de batalla, donde el infierno y el reino de las tinieblas quieren apoderarse de las vidas, del planeta tierra, y los poderes del reino de los cielos están equipados para despojar a Satanás, a los demonios, para echar fuera de este planeta la injusticia, la maldad, la mentira. ¡Estamos en medio de una guerra entre el bien y el mal, y el creyente que trabaja para el reino de los cielos está equipado para la victoria!
Han surgido algunas olas dentro de la iglesia evangélica que nos han causado mucha emoción, como por ejemplo, cuando Benny Hinn tiraba el saco sobre la gente y ésta se caía; el pastor Freidson que había participado de alguna cruzada de Benny Hinn, volvió a su país, Argentina, y también soplaba o tiraba el saco y la gente se desparramaba. Todos querían la unción, así que pasaban adelante porque ansiaban recibir eso que tenía Freidson. En una oportunidad me dijeron: “Pastor, sople usted también”, ¡y yo empecé a soplar sobre la gente y también se caían! Luego comenzó a escucharse por ahí: “Este está ungido, este no está ungido, ese perdió la unción, aquel nunca la tuvo”. Si se caían, había unción; pero había alguno que tenía miedo de caerse porque le habían dicho que los que se caen están endemoniados; sin embargo otros decían: “Yo quiero caerme porque me han dicho que los que se caen son tocados por Dios”. Muchos venían a preguntarme si eso era bíblico o no. ¡Hubieron unas discusiones teológicas tremendas!
Después vino la unción de la risa; algunos no podían parar de reír, se iban a la casa riéndose y al otro día aún les duraba la risa. ¡Qué unción! Detrás de estas cosas, que no niego que las haya producido el Espíritu Santo, la iglesia empezó a correr; a nadie le interesaba saber qué era la unción o para qué servía. ¿Para qué sirve caerse, reírse o sentir calor? Procuramos entonces, entender más este asunto, porque pareciera ser que si al creyente le suceden estas cosas está todo bien, le tocó, y se termina ahí la historia. Pero el tema es que, en ningún momento, la unción fue pensada para que a ti te dé risa y se termine todo en eso; la unción no fue pensada para que te caigas y después de levantarte sigas siendo el mismo. El cometido de la verdadera unción es transformar a la persona, lo otro es el efecto que ésta provoca.
Cuando Jesús fue bautizado en el río Jordán por Juan el bautista, al salir del agua, nos dice la Biblia que el Espíritu Santo descendió sobre Él, corporalmente, en forma de paloma. Así que Jesús salió del agua y fue lleno del Espíritu Santo, y también nos dice la palabra de Dios que el Espíritu lo impulsó al desierto para ser tentado por Satanás por 40 días. Muchos cristianos, al ver lo que sucedió con Jesús cuando fue ungido, prefieren, mejor, no ser ungidos y quedarse sólo con las cosquillitas o con el calorcito. Pero resulta que Jesús fue ungido con poder y cuando Satanás vio que estaba encendido, decidió tentarlo, es más, Dios mismo mandó a Jesús al desierto para ser probado, a ver si la unción era efectiva o no. Así que lo primero que hizo Jesús cuando recibió la unción fue enfrentar a Satanás. No me lo imagino a las risas a Jesús en el desierto, o cayéndose al suelo. Era común escuchar cristianos que decían: “¡Me tiró el pastor y ahí quedé como veinte minutos!”, pero venía otro y señalaba: “¡A mí me tiró y quedé una hora!” y un tercero comentaba: “¡Ah yo me caí y no me podía levantar!” ¡Así que el pobre que cayó y estuvo en el piso por veinte minutos no agarró ni una llovizna de la unción!
Yo sigo preguntando: ¿Qué es la unción y para qué sirve? A Jesús, la unción le vino muy bien para poder ganarle la pulseada a Satanás en el desierto, si no hubiera estado ungido, ¡qué mal le hubiera ido! Parece ser que, con todo lo bueno que Él era y la buena crianza que había tenido, para hacer las obras de Dios necesitaba ser ungido por el Espíritu Santo, porque el ministerio de Jesús no comenzó hasta que sucedió esto; y como fue ungido con el Espíritu Santo y poder, dice la Biblia que anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos del diablo.
Así que hay una diferencia muy grande entre querer disfrutar de algún efecto de la unción o querer estar equipado con la unción para hacer las obras que Dios tiene pensadas para mí. ¡La unción no se trata de una experiencia sino de una presencia y un poder extraordinario de parte de Dios! Y la unción del creyente es la misma unción de Jesucristo, porque el Espíritu de Dios Padre es el que ungió a Jesús, y es el que unge a los creyentes; y dice la Biblia que el Padre no nos da el Espíritu por medida, así que, lo tienes o no lo tienes. No se trata de que, a algunos los llena de un Espíritu más grande y más poderoso y a otros de uno más chiquito y menos poderoso, sino que la unción es la misma para todos los creyentes. Y la unción sobre los creyentes es la garantía de la victoria en la tarea que tenemos que realizar. Jesús dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). ¡Para eso es la unción! Cuando haya venido sobre ustedes el Espíritu Santo, seréis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo ultimo de la tierra. ¡Así que no es un chiche para disfrutar en casa o en el templo!
Dice la palabra de Dios que cuando David fue ungido con aceite por Samuel, el Espíritu Santo vino sobre él. ¡Era tremendo lo que sucedía cuando David tocaba el arpa! ¡Los demonios que tenía Saúl huían! Escuché al evangelista Anacondia, contando que estuvo en una cruzada por 60 días, predicando cada noche, y cuando llegó la última noche ya no podía hablar; había terminado todo, y eran como las 4 de la madrugada; ya cuando se iba, se encontró con unos que le gritaban: “¡Anacondia, Anacondia!” el evangelista dijo: “¡AAhh Jesús!” Cuando se da vuelta para ver, le traían un endemoniado entre cuatro. Los que no están equipados con la unción, en casos así, piensan que le traen un regalo al pastor. Anacondia se lamentaba: “¡Dios, ya no tengo fuerzas, no tengo voz, no puedo más!” ¡Vienen estas personas y se lo ponen adelante, como si no hubiese predicado sesenta días consecutivos! Cuenta el evangelista que se le cruza por la mente la frase: “dos legiones”; en ese momento se da cuenta que no es la fuerza humana que tiene que actuar, sino el poder de Dios, y que Él le estaba revelando algo importantísimo; así que, sin fuerzas y sin voz, se acerca al endemoniado, le pone las manos en la cabeza y le dice: “¡Dos legiones salgan fuera! ¡Declaro libre a este hombre en el nombre de Jesús!” y se fue. Ahí quedó el endemoniado a los gritos.
A veces ocurre que, como no tenemos fe, echamos fuera a algún demonio y esperamos que le cambie la cara a la persona, esperamos que el demonio la deje inmediatamente. ¡No tenemos fe, ni confiamos en la unción que poseemos! Cuenta Anacondia que volvió a ese lugar después de un largo tiempo; la gente le había hecho una bienvenida y le prepararon algunos testimonios, resultado de la campaña en la que él había predicado durante 60 días. Entre los que iban a testificar, había un señor vestido de traje, muy arreglado y cuerdo; le preguntan a Anacondia si se acordaba de ese hombre y él contestó que no. Le comentan que ese era el hombre que él había liberado el último día de campaña a las 4 de la madrugada, y que éste había estado varios días gritando; se había ido a un monte a gritar y que por cada grito había salido un demonio. ¡Cuando terminó de gritar, el hombre estaba libre! ¡Eso es unción! ¡Eso es poder para predicar, poder para sanar! ¡Eso es poder para liberar!
Algunos creen que el que tiene que predicar, sanar y liberar es el profeta o el pastor, ¡pero la unción de Cristo es para todo aquel que cree! ¡Los que creen, en mi nombre echarán fuera demonios, dijo Jesús, harán las obras que yo hago y aún mayores!
Hace unos días atrás, visité la ciudad de San Juan, Argentina, y estando en la casa de mi mamá llamó una amiga que por más de veinte años no había visto; atiendo el teléfono y me dice que quiere hablar con el pastor Márquez; cuando se identifica, la saludo y le digo: “¡¿Qué haces, cómo andas, que contás?!” Ella me responde: “Mira te la hago cortita, te llamo porque quiero ser llena del Espíritu Santo” ¡Yo quedé seco! Es que estoy acostumbrado a que la gente venga después del culto y me pida oraciones tales como: “Pastor, quiero que ore por mi hijo porque llora mucho”, “pastor ore por mí porque me pelee con mi suegra”. Alguno me dice: “Pastor, me he quedado sin trabajo y tengo una deuda”. La gente viene a pedir oración porque se le está rompiendo el matrimonio, piden oración por las cosas que tienen que ver con añadiduras: “Usted sabe que tengo a mi hijo en la droga pastor y yo ya no se qué hacer, ya hice todo, ¿usted puede hacer algo?” ¡No estoy acostumbrado a que la gente me pida oración porque quiere ser lleno del Espíritu Santo! Precisamente, la unción es para que no andes pidiendo ayuda para solucionar los problemas de tu matrimonio, la unción es para que mires el problema que tienes en tu matrimonio te le rías en la cara y digas: “¡Tú a mí no me vas a vencer diablo!” Puedes despreciar ese problema y con certeza decir: “¿Te crees que me vas a robar mi matrimonio? ¿Qué te crees, que vas a destruir mi familia?” ¡La unción es para vencer!
Yo he visto que los creyentes no vencen porque no quieren pelear, los cristianos no quieren guerra, quieren tener victorias sin guerras. El creyente no quiere pelear, quiere que todo esté bien y que no pase nada, y que el diablo se meta debajo de la cama y no les haga nada. “¿Y por qué Dios permite ésto pastor?” ¡Dios permitió que Cristo vaya a la cruz porque era el precio que había que pagar por causa de la guerra por la salvación de la humanidad!
La Biblia nos dice que Dios nos lleva de victoria en victoria y de gloria en gloria. A tí te gusta la victoria, pero, ¿cuándo se logra? Andar de victoria en victoria significa que antes tendrás que transitar de guerra en guerra, de prueba en prueba, de crisis en crisis; pero la unción es la que hace que tú nunca estés en la misma crisis, sino que después de ésta venga otra, ¡pero después de una crisis viene la victoria! Las guerras, las crisis, no son para llorar, éstas se presentan para que puedas vencerlas; el diablo te tiene que ver la cara al punto de decir: “¡No puedo creer que esta persona tenga tanta esperanza, no puede ser que se me ría en la cara, me tiene harto, esta persona tiene mucha fe!”
La unción de Dios venía sobre Sansón y descuartizaba un león con sus propias manos; la unción de Dios vino sobre él y éste tomó una quijada de asno fresca con la que mató mil personas. David fue ungido y al poquito tiempo fue a llevarles comida a sus hermanos que estaban en la guerra y allá vio que no había ni siquiera uno que se animara a enfrentar a Goliat; él tenía la unción de Dios y decía: “Dios estuvo conmigo cuando enfrenté un león, Dios estuvo conmigo cuando enfrenté un oso, Él estará conmigo cuando enfrente al gigante”. Así que David enfrentó a Goliat y venció. ¡La unción es para la victoria! Cuando Saúl fue ungido, dice la Biblia, que fue mudado en otra persona; antes era un timorato, nos cuenta el relato bíblico, que lo andaban buscando para ungirlo y él se había escondido detrás del bagaje; pero cuando fue ungido, fue mudado en otro hombre, terminó profetizando, y de ahí surgió el dicho: “¡Saúl también entre los profetas!” ¡La unción es presencia de Dios y poder de Dios en la vida del creyente! Si la unción de Dios estuviera sobre ti, pedirías menos ayuda, vivirías menos angustiado, te sentirías menos débil y tendrías poder para sobreponerte al temor. ¡Enfrentarías guerras y saldrías victorioso!
Dios quiere ungirte porque se quiere ahorrar tantos lamentos y lloros de los creyentes. Ahora, si eres creyente, y sigues enfrentando los mismos problemas de siempre, si te siguen angustiando esos problemas, eso significa que Dios no ha podido darte guerras más grandes, te quedaste peleando la chiquita; significa que la unción no está operando sobre ti. ¡La unción cambia a las personas! De pronto tú no te animabas a hacer tal cosa, ahora dices: “¡que venga eso y diez más”. En ese caso, te has vuelto un matón, o realmente estás ungido.
Marcos 6:1-3 dice: “1Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. 2Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? 3¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él”.
Me comentaba un pastor de la iglesia que está pastoreando en la ciudad de San Juan, que cuando viene a Uruguay a reunirse con su familia, como dice el dicho popular, “no le dan corte”. Para la familia, sigue siendo el hijo menor, el Andresito, así que mejor que se calle. Resulta que aquí en la iglesia es el pastor Andrés, también en San Juan donde está haciendo una gran obra, pero en su casa le dicen: “¿Qué opinas?” ¡Eso mismo le pasaba a Jesús, y me sucede a mí cuando voy a San Juan, mi tierra! Allá no soy “el apóstol Márquez” sino “el Jorge”. Algunos de mis amigos me dicen: “¿Te acordás Jorge cuando jugábamos al volley? ¿Te acordás cuando comimos aquel asado?” ¡Ellos todavía piensan que yo soy el que conocieron alguna vez, pero no es así, yo soy el que Dios ungió! La palabra de Dios me consuela porque Jesús dio testimonio que no hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa.
Resulta que te conviertes al evangelio, tú cuentas que Dios te tocó, te perdonó y te ha dado vida eterna y te dicen: “¿Qué te pasa loca? ¿Te han lavado la cabeza? ¿A dónde has estado? ¿En lo de Márquez? ¡Ese loco que le saca el dinero a la gente!” ¿Tú crees que te van a escuchar? ¡No! ¡A Jesús lo rechazaron y a ti también te rechazarán! Pero Jesús, de todas maneras hizo la obra que se le había encomendado, menospreció la burla, menospreció el oprobio y venció la misma muerte, porque el Espíritu Santo que lo había ungido es el mismo Espíritu que lo levantó de entre los muertos.
Parece ser que el creyente no quiere ser ungido porque la unción lo lleva a la confrontación, a la guerra, y dice: “Mejor no les predico a mis vecinos porque si ellos se burlan me voy a poner mal, me voy a sentir avergonzado”; entonces, no quiere usar la unción, sino que prefieren ser como el montón. El creyente quiere parecerse al incrédulo, por eso no predica el evangelio entre sus compañeros. ¡Sinvergüenza! Encima dice: “¡Me siento oprimido en mi trabajo, sufro mucho! ¡En ese lugar está el mismísimo diablo!” Yo le contesto: “¡Qué bueno! ¿Así que lo vas a espantar?” ¡No! ¡Quiere refugiarse en el templo porque allí no está el diablo!
Queremos responder a la interrogante: ¿Qué es la unción y para qué sirve? Si Dios no te puede usar, ¿para qué sirves, para qué existes y para qué respiras? ¡Ahora que se está contaminando tanto el aire, mejor que te mueras, antes que gastar oxígeno!
“Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos…” ¿Quieres la unción para no pasar frío en invierno? ¿Quieres la unción para convencerte que eres de Cristo o para poder decir: me reí toda la noche o, a mi también me tiraron? ¿Crees que para eso es la unción? ¡No! ¡La unción cambia, muda a las personas! Estamos en un campo de batalla, Satanás quiere quedarse con el planeta tierra y Dios te tiene a tí para que eso no suceda, te quiere usar para detener su obra, para arrebatar a la gente del infierno, para quitarle a la gente sus enfermedades y sus aflicciones en el nombre poderoso de Jesús. ¡La unción de la iglesia es la unción de Jesús! La unción convence de pecado a los pecadores, te hace irresistible cuando alguien quiere resistir la predicación del evangelio, tú le predicas y le predicas, entonces la unción penetra y penetra y la persona procede al arrepentimiento y a la salvación. La unción envuelve tus palabras y cuando éstas salen de tu boca son un misil. ¡Ya quisiera Irán, tener el misil que tiene en su boca aquel que fue ungido! ¡Tu boca es la boca de Dios, tus palabras son las de Dios y tu poder es el poder de Dios! ¿Lo crees o no?
¿Quieres lograr conquistas como el apóstol Pablo? Entonces vendrán cárceles, azotes, persecuciones. ¡Qué fácil es decir: “Yo quiero la unción que tuvo el apóstol Pablo!” ¡El infierno entero se levantó contra él! Tanto fue así que el apóstol Pablo decía: “Oren por mi, para que se me abran puertas” pero él no se achicaba con nada. La unción es poder contra el temor y contra la cobardía.
Los discípulos no estaban ungidos; el día que apresaron a Jesús, se esfumaron, uno se fue desnudo; pero después fueron ungidos, porque Jesús sopló el Espíritu Santo sobre ellos diciendo: “Reciban el Espíritu Santo”, apresaban a los discípulos y les ordenaban que no predicaran en ese nombre, los amenazaban con meterlos a la cárcel y con azotarlos y estos decían: “Juzgad vosotros si es menester obedecer primero a Dios o a los hombres, porque nosotros no podemos callar, no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. ¡Ni los azotes, ni las cárceles podían frenarlos! El apóstol Pedro, quien cuando apresaron a Jesús, había jurado y maldecido diciendo: “¡No lo conozco!”, luego que fue ungido, fue el primero que se mandó un mensaje donde se convirtieron tres mil personas y entre otras cosas dijo: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. (Hechos 2:36). A Pedro ya no le importaba morir, ya no le importaban la cruz ni los azotes; ¡la unción había venido sobre él!
¿Cuál es la unción que tú quieres, la de la cosquillita o la misma que estuvo sobre los discípulos de Jesús? Yo tengo una convicción profunda y se que hoy el Espíritu Santo quiere transformarte, quiere mudarte en otra persona. Desde que vino la unción de Dios sobre mi, no soy el mismo. Antes yo lloraba diciendo: “¡Toca Señor, haz un milagro!” Pero ahora me paro y digo: ¡Dios está obrando aquí! Se que hay muchas personas que le han pedido a Dios muchas cosas, pero no le han pedido vivir llenos del Espíritu Santo. Te recuerdo que la unción es presencia de Dios y poder de Dios para hacer su obra. Hoy Dios desatará un hambre, un deseo incontenible sobre ti por unción. ¡Hoy Dios llenará tu vida!
“Espíritu Santo, muévete en esta hora sobre nuestras vidas, queremos vivir llenos de ti Señor, no apartes tu Santa unción de nosotros y unge con poder y gloria a todo el que hoy clama a ti deseando ser lleno de ti. Señor Jesús, tú que bautizas con Espíritu Santo, bautiza a cada persona, tú que llenas con unción del cielo, llénales Señor. ¡Llena con Espíritu Santo y fuego, en el nombre de Jesús! A tí Señor sea toda gloria y toda honra. ¡Tú eres el Dios Todopoderoso, tú eres el Dios de la victoria Señor! ¡Recibimos de ti la unción! En el nombre de Jesús hacemos esta oración, amén”.
ANEXOS: