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Dice el Salmo 19:12: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”.
Una cosa muy triste y dolorosa es tener que sufrir las consecuencias de cometer errores. Cometer errores significa tomar decisiones desacertadas, elegir un rumbo equivocado. Nunca se considera el error como algo grave pero hoy quiero llamarles la atención en ese sentido. Tomamos el error como una cosa trivial, “Ay disculpe, no fue mi intención, lo hice sin querer”, justificamos el error por el hecho de cometerlo sin intención, no obstante, irremisiblemente recibiremos las consecuencias de esos errores cometidos “sin intención” y cargaremos en la vida, con los resultados duros y tristes de habernos equivocado en las elecciones que hicimos, por ejemplo, casarnos con quien no debimos.
Hablé con una joven que desde pequeña quiso servir a Dios y ser misionera por lo que se preparó en Brasil con una ilusión tremenda; cuando regresó, tuvo una desavenencia con su pastor, se desalentó y se puso de novio con un chico incrédulo. Anduvo un tiempo con él pero siempre anhelando servir a Dios y ganar almas. Luego se peleó y se casó con otro muchacho, también incrédulo, pero el matrimonio no funcionó y terminó sola, desolada y vacía; el diablo le susurraba al oído: “Tiraste a la basura el llamado de Dios… no podrá contar más contigo”. Esta chica llegó a la iglesia, sola, casada, sin su esposo, y pensando: “¿Algún día Dios me dará otra oportunidad?” y con todas las cargas que tiene un creyente que conoce la verdad y ha hecho cosas en contra de ella. ¡No podremos librarnos de las consecuencias de nuestros errores!
Cuando cometemos errores, vienen circunstancias contra nosotros; no es que Dios dice: “Ahhh, pobre, lo hizo sin querer”. En el libro de Levítico hay toda una legislación de cómo debe ser el sacrificio, la ofrenda y la expiación de los “yerros”. Los “yerros” son los pecados que se cometen por ignorancia, los que no obstante deben ser reconocidos, confesados y perdonados; se requiere expiación para ellos, porque de lo contrario, el pecado sigue operando, sigue vigente la ley de Jesús que dijo: “…todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). Cuando tú tocas un cable de 380 voltios por ignorancia, el cable no dirá: “No le haré daño a este pobre hombre porque no sabe lo que hace…” Del mismo modo, todo pecado tiene consecuencias, por más que se cometa inocentemente, aunque no existe el pecado inocente, porque la Biblia habla de un espíritu de verdad que es el Espíritu Santo el cual nos guía a toda verdad (Juan 16:13).
El creyente es una persona iluminada, se supone que sobre la vida del creyente opera la verdad del Espíritu Santo y éste le revela qué tiene que hacer y qué no. Por lo tanto cometer yerros, o cometer errores no solamente trae consecuencias sino que implica ignorar delante de Dios la gravedad del asunto. Ya es grave pecar, pero más grave es decir: “El Señor sabe que lo hice sin querer…”
Me encanta la palabra de Dios porque ella enseña cosas que no están en ningún otro lado. La Biblia dice que hay un espíritu de error; o sea que hay un espíritu que te guía a la verdad y otro que te guía al error. Si tú cometes errores continuamente, hay un espíritu que te está guiando en el yerro pero si aciertas en las decisiones que tomas, es muestra de que el espíritu de Dios te está guiando en la toma de tus decisiones. Es una cuestión de luz y de tinieblas: Quien está en tinieblas comete errores, quien está en luz, hace bien las cosas. Cuando trabajábamos en las construcciones de “Monte Beraca” día y noche, había noches que estábamos haciendo una pared bajo la luz tenue de una lamparita… no veíamos bien pero igual trabajábamos duro; al otro día, íbamos a ver lo que habíamos hecho y veíamos la cantidad de errores que habíamos cometido a causa de la poca luz existente. Un albañil, en tono jocoso nos decía: “Lo que uno hace de noche, lo ve de día”. ¡Siempre que andamos en tinieblas, cometemos errores!
Hoy recibí una carta del interior del país, en la que una señora me decía: “Pastor, ore por mí, porque estoy en aprietos económicos y desconozco el motivo; oro a Dios, pero él no me contesta”. En mi interior me preguntaba: “¿Diezmará esta mujer? ¿Ofrendará con amor?” A veces uno está en tinieblas y no se da cuenta que está haciendo cosas que van en contra de la prosperidad. Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Cometer errores no es una cuestión sencilla. Cuando no se tiene una mente disciplinada, ésta se relaja y la persona se vuelve más proclive a cometer errores. Como que uno le facilita al alma el cometer errores ya que uno mismo es quien se perdona y se justifica diciendo: “Lo hice sin querer”. Quiero decirles que es cosa seria y si uno está guiado por el Espíritu Santo, está viendo bien las cosas y haciendo bien las cosas, pero si uno está guiado por un espíritu de error, está “metiendo la pata” continuamente. El error no es una cuestión simple, equivocarse siempre trae consecuencias. Nosotros hemos hecho una división entre cometer un error y cometer un pecado; no existe esa división porque pecar significa errar al blanco.
Los seres humanos vivimos cometiendo errores y estamos siempre demandando y esperando que Dios haga algo, como por ejemplo esta señora que me escribió, que está esperando que Dios le saque de sus deudas. ¡Tenemos a Dios de utilero! “Dios, sácame de ésta y de aquella…” Lo tenemos como “maleta de locos”.
Hay pecados que cometemos conscientemente y otros inconscientemente; pareciera que son más graves unos que otros, pero no es así, todos son pecados. Unos son pecados, porque infringimos la voluntad de Dios al hacer lo que queremos y no lo que Dios ordena, y los otros son pecados porque el Espíritu Santo no nos está guiando sino un espíritu de error nos guía, por ende estamos cometiendo errores o, lo que es lo mismo, estamos pecando. Pido a Dios que hoy el Espíritu Santo te guíe a entender cuáles son esos pecados ocultos, cuáles son esos errores que estás cometiendo y no le estás dando importancia. Si tú no le das importancia, Dios no te perdonará y no te sacará de esa situación en la que te encuentras.
Veamos lo que dice 1ª de Juan, capítulo 4, versículo 6: “Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error”. ¿Qué espíritu te guía? En este versículo, espíritu de error, se puede traducir perfectamente como espíritu de pecado. El pecado no es solamente un hecho que se cometió mal, sino que es un poder espiritual al cual uno se somete cuando comete pecado. Por eso la Biblia habla del poder del pecado, y Jesús dijo que quien comete pecado es esclavo del pecado. Uno no puede ser esclavo de una energía; cuando la Biblia habla de la esclavitud del pecado, se está refiriendo a un poder espiritual, a un espíritu de pecado que guía al error, al pecado. Uno se pone bajo la cobertura o bajo la sombra del espíritu de pecado cuando peca, de modo que luego ese espíritu le guía aquí y allá. No es cuestión de decir “Me equivoqué… lo hice sin querer”. Tenemos que reprendernos a nosotros mismos y disciplinarnos porque un cristiano no es una persona que deba estar cometiendo errores continuamente. Alguno dirá: “¡Somos humanos!” No encontré ningún lugar en la Biblia que diga que el ser humano, por su condición de tal, tiene entera libertad para cometer errores; más bien, aquel que yerra por ignorancia, está cometiendo pecado doblemente. ¿Por qué? Por ignorante. Nosotros decimos: “Pobrecito… lo hizo por ignorante” ¡Pero no es una virtud ser ignorante! ¿Cuántas neuronas te ha dado Dios? ¿Te habrá dado algunas menos? ¿Por qué unos son despabilados y otros no? Quizás porque tienen algunas neuronas dormidas por el alcohol, la droga o han dejado que un espíritu de error se apodere de ellos. Pero si nosotros queremos hacer la voluntad de Dios y queremos su respaldo, tendremos que dejarnos guiar por su espíritu.
Hace 2000 años que los cristianos discuten si se puede divorciar o no… seguimos discutiendo como en la época de Jesús. Vivimos continuamente confrontando la verdad de Dios por ignorancia, nunca terminamos de aprender lo que la Biblia enseña al respecto.
Hay tres clases de pecados: Los pecados de comisión, los de omisión y los que se cometen por ignorancia. En la ley, de los 10 mandamientos, los dos primeros son positivos: “Amarás al Señor tu Dios” y “guardarás el día de reposo”, en tanto que el resto de los mandamientos nos dicen lo que no debemos hacer: “No matarás”, “no hurtarás”, etc. En la ley, pecado es lo que se cometió, lo que se hizo. En la gracia, Jesús vino a perfeccionar la ley, no estuvo en contra de la ley, sino que instauró una ley superior, que consiste en que quien sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado. En vez de decir: “No harás a tu prójimo lo que no te gusta que te hagan a ti”, dice: “Harás a tu prójimo lo que quieres que te hagan a ti”. El otro tipo de pecados es el de omisión, son aquellas cosas que debiendo haberlas hecho, no las hicimos; y el tercer tipo, es el pecado por ignorancia o por yerro. Las tres clases de pecado te condenan y te mandan al infierno. Tenemos que pedirle a Dios que ilumine nuestro corazón. Si cometes un pecado por ignorancia, igual te irá mal. ¿Tú no sabias que no tenías que casarte con ese muchacho? ¡Te va a ir mal igual! ¿Te creías que por desconocer la situación ibas a librarte de las consecuencias? ¡De ninguna manera!
Tenemos que pedirle a Dios que nos perdone. Es necesario pedirle perdón por todos nuestros pecados y rogar que nos alumbre, nos haga entender y nos dé a conocer cuáles son los pecados que hemos cometido en ignorancia. ¡Que no nos justifiquemos detrás de la ignorancia! Dios quiere liberarte del espíritu de error; la palabra error es sinónimo de engaño. Uno comete errores porque está engañado, porque está creyendo algo que no debe creer. Quebrántate delante de Dios y permite que su palabra te alumbre. No justifiques tus pecados, simplemente saca la tapa y permite que Dios te limpie. El que justifica sus pecados, se irá al infierno, pero el que los confiesa delante del Señor, será perdonado y justificado por Dios. Si quieres recibir salvación y perdón, haz esta oración ahora mismo:
“Padre querido, reconozco que tu palabra es verdad, que tú no mientes sino que eres un Dios que revela la verdad y saca a luz la mentira y el engaño. Me presento delante de ti, cansado de cometer errores; te pido que me ilumines y me perdones por todos y cada uno de los errores que he cometido. ¡Necesito de ti! ¡No quiero errar más! Señor, líbrame de todo espíritu de error, líbrame de los pecados que he cometido en ignorancia, de los pecados ocultos, recibo tu perdón, por la fe en la sangre preciosa de Jesús. No permitas que erre al blanco, guíame por tu espíritu, en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: