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INTRODUCCIÓN
Hay muchas personas que no disfrutan de la paternidad de Dios porque no tienen conciencia de lo grande que es, que seamos sus hijos y que Él sea nuestro Padre. Tampoco tenemos conciencia del gran valor que tenemos ante sus ojos. Nosotros somos sumamente importantes para Dios. Tú piensas que no eres importante y que no tendrías que haber venido al mundo. Te sientes poca cosa; sientes malestar porque tu padre o tu madre no te estimaron como debieran. No has encontrado gente en la vida que te valore, por lo que tú no le has encontrado valor a tu existencia. ¡Esto es durísimo! Es que cuando esto sucede, las personas no tienen fe, no tienen confianza ni esperanza; ellas sienten como que están de más en el mundo. Pero, tener conciencia del valor que representa que Dios nos quiera hacer sus hijos y que Él sea nuestro Padre, te permite disfrutar su paternidad; porque no hay mejor padre que Dios. Tu padre pudo haber sido, o es bueno, pero hay una eternidad de diferencia entre tu padre de carne y hueso y nuestro Padre del cielo. Y es que Dios ha hecho planes eternos contigo, para vivir contigo y para tenerte como familia, aunque no logramos entender acerca de la intimidad que Dios quiere tener con nosotros, y del grado de conocimiento que quiere que tengamos acerca de Él y de su gran amor por nosotros. Cuando cobras conciencia de esta realidad, ya no importa si tu padre te dio afecto o no, si fueron malos contigo o si te abandonó tu madre. Dios satisface la necesidad del alma humana y llena los rincones más oscuros de nuestra existencia.
NO ERES HUÉRFANO: ERES HIJO DE DIOS
En Mateo 14: 22 en adelante, leemos un relato muy interesante que dice así: “En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Más a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”
El problema de los cristianos radica en el sentir que tienen éstos cuando no tienen conciencia de que Jesús está con ellos en las tinieblas y en la luz. Surge esa sensación de que Jesús no oye y se sienten solos. Estar enfrentando una situación difícil y no ser consciente de que Jesús está contigo en todo momento, produce en ti, desánimo, falta de confianza o de certeza, que se traduce en falta de fe. Y en esa desconfianza se mueve el temor. Cuando no somos conscientes de la presencia de Dios en cada uno de nosotros, es muy fácil que se produzca incertidumbre y nos sintamos impotentes frente a determinadas circunstancias y es fácil que comencemos a dudar. Pero, cuando somos conscientes de que el Señor está con nosotros, entonces se disipa el temor.
Soy repetitivo, pero creo que viene al caso cierta experiencia que viví cuando era pequeño. Resulta que entré a mi casa llorando y mi papá me preguntó qué me había pasado. Entre sollozos le dije: “¡El Alberto Varas me tiró a la basura!” Yo estaba desconsolado porque me habían tirado a la basura; me sentí desprotegido e impotente. Estaba solo en ese momento, no estaba mi papá conmigo. Mi papá, en un intento de consolarme, me acariciaba la cabeza, me secaba las lágrimas y me dijo: “Vamos a ver dónde están”. Al salir me extendió la mano para que yo me sujetara; y recuerdo que me sujeté del dedo índice, porque la mano de mi papá era muy grande, pero ese dedo era suficiente para que yo recobrara confianza y me sintiera protegido. ¡Era mi papá!
Cuando era pequeño, creía que mi papá era capaz de hacer cualquier cosa. Si alguien decía que algo no se podía hacer, yo decía muy seguro: “¡Mi papá lo puede hacer!” Uno agarra confianza cuando tiene un papá que lo cuida. Y lo que yo quiero que entiendas hoy es que tenemos un Papá en el cielo que es mucho mejor que los padres terrenales. Cuando somos conscientes de que la presencia de Jesús está con nosotros y en nosotros, adquirimos firmeza para vivir y confianza para atravesar cualquier circunstancia. Entonces podemos declarar como David que, aunque andemos en valle de sombra de muerte no temeremos mal alguno porque Él está con nosotros. No se trata de evitar las circunstancias, es más, Dios quiere que las enfrentemos sabiendo que Él no va a dejar que fracasemos; pero quiere, por medio de las adversidades que aprendamos, que crezcamos y maduremos. Y el Señor promete que está con nosotros. Jesús les dijo a sus discípulos: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Sea que el día esté nublado, que haya tormentas o tempestades, Jesús está contigo. Pero tú dices que estás solo o que estás sola.
Vimos en las redes que un cantante cristiano, Alex Campos es su nombre, y fue hospitalizado. Los médicos le informaron que lo iban a operar del corazón. De un día para otro se vio en una situación difícil. Él compartió una foto suya en donde se le veía con una bata, sentado en una cama de hospital y sin saber cómo es que de pronto, se vio enfrentando una circunstancia difícil que no había pensado nunca atravesar. Sin embargo, se llevó la guitarra consigo y cantaba cosas como: “Yo no estoy luchando contra una enfermedad; yo estoy luchando para que la fe no me falte. Yo tengo quien luche por mí”. En el lecho de un hospital, grabó mensajes para sus seguidores, los que me han bendecido a mí también, y le escribí diciéndole que me alegraba saber que estaba luchando por su fe y no por su enfermedad. El asunto es que en pocos días le dieron de alta porque su corazón estaba bien.
El interés que tiene Dios es hacerte ver que no eres un huérfano o un advenedizo, y que tienes que tener confianza. ¡Decide hoy si eres o no un hijo de Dios! Si eres hijo o hija de Dios puedes confiar.
EL TEMOR NOS HACE VER FANTASMAS
La Biblia relata en Mateo 14 que la barca era azotada por las olas porque el viento era contrario; y yo sé que hay gente que está navegando en la vida sintiendo que los vientos son contrarios. Déjame decirte que no se trata de que, si el viento es a favor o en contra, sino de saber si Cristo está o no está en tu barca. Si Cristo está en tu vida no importan las tempestades, no importa si el viento está azotando tu vida, tu familia o tu economía; lo que importa es que seas consciente de la promesa del Señor que te dice que Él va a estar contigo todos los días hasta el fin del mundo. Cuando no tienes confianza y entras en temor, ves las cosas de forma negativa. Imaginemos la situación que estaban enfrentando los discípulos de Jesús. Era de noche, la barca era azotada porque el viento era contrario y entraron en pánico. De pronto ven una sombra que se les va acercando, y no pensaron que era Jesús; se espantaron porque creyeron que era un fantasma. ¡El temor te hace ver fantasmas!
Otra de mis vivencias que también he compartido antes, pero viene al caso es que, cuando nos casamos con Marta, los dos atendíamos una librería cristiana, y se me dio por leer libros, a la hora de acostarnos, de liberación y de personas endemoniadas. Una noche estaba leyendo acerca de una mujer a la que se le aparecían demonios y la acechaban, que la amenazaban con matarle al hijo, etc. A medida que iba leyendo comencé a sentir miedo; pero igualmente seguí. Una noche estábamos acostados, era verano y hacía mucho calor; recuerdo que estaba leyendo el libro, destapado, por causa del calor. Y en tanto el miedo iba aumentando yo me iba tapando. Era muy tarde, de noche, estaba todo en silencio; cualquier ruidito podía ser un fantasma o un demonio al acecho. Yo seguía leyendo, tapado hasta la cabeza, todo transpirado por causa del calor y del miedo que tenía. Yo creía que si me tapaba con la sabana los demonios no me iban a hacer nada. Debo decir que hay muchas personas que de noche duermen con la luz encendida porque se sienten más seguras, y es que si la apagan viene el cuco. De pronto, en la pared de la cabecera de mi cama comencé a sentir una especie de rasguños. Yo estaba debajo de la sabana, todo transpirado, con un miedo tremendo, imaginando toda clase de demonios. Pero, en un momento tomé coraje y me propuse ir a ver qué era eso. Salí de la cama y comencé a caminar en ropas menores y con un temblequeo en las piernas. Subí las escaleras hacia la azotea, despacito. ¡Un miedo tremendo! Me asomé para ver la pared en la que estaba mi cama y daba a la casa del vecino. ¡Resultó ser que se había levantado viento y el vecino tenía un limonero cuyas ramas raspaban la pared!
La falta de confianza te hace ver demonios, dragones y cucos. El miedo te lleva a soñar con figuras espantosas. El miedo te roba la confianza en Jesús. Cuando temes, pierdes la fe, y es que si sientes temor, entonces no tienes fe. El temor no te ayuda, en cambio la fe siempre ayudó al que la tiene. Los discípulos de Jesús, en ese momento necesitaban ver la realidad; y la realidad no es lo que ves o sientes, no es lo que a ti te parece. La realidad se aprecia cuando Dios se hace presente en tu vida. Se les acerca Jesús y les dice: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Ellos ven al Señor y les vuelve el ánimo. Cuando lo vio Pedro le dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven”. ¡Jesús siempre va a respaldar la fe!
DIOS TE AMA PROFUNDAMENTE
El Señor te va a hacer vivir cosas tremendas. El problema es que estamos acostumbrados a que no nos amen, a que nos mientan y nos jueguen sucio. Estamos acostumbrados a pensar que nos han fallado nuestros padres, las personas que han pasado por nuestra vida y el mundo. Pero tienes que entender que Dios no falla. Él no es hombre y no está contaminado con impureza. Dios es Dios de amor y de poder. Una persona de fe tiene ánimo, tiene esperanza y sonríe; sabe que Jesús le prometió estar con ella todos los días de su vida. Dios, el Todopoderoso, el Omnipresente, que está en todas partes; ese es tu Padre.
¿Cuánto crees que vales? Si crees que no vales nada tus pensamientos serán negativos, y siempre vas a pensar que nadie te va a querer. Si no eres consciente de que vales, tienes un concepto errado acerca de quién es Dios. Sabe que para Dios eres de gran estima y tienes un gran valor. Nadie en el mundo puede pagar el precio que Jesús ha pagado por tu vida. No depende de tu condición física el hecho de que Dios te ame, no depende de lo que hiciste o no hiciste; Dios es amor y te ama profundamente. He visto madres que tienen hijos con alguna capacidad especial, y ellas no los han dejado de amar, sino que los aman con más fuerza y lo cuidan con empeño. ¿Tú crees que esas madres son mejores que Dios? ¿Qué concepto tienes acerca de Dios? ¿Piensas acaso que Él no te escucha, que no te contesta, que no se acuerda de ti y te ha abandonado? ¿Ese es el concepto que tienes del Dios que te ama? La Biblia dice que Dios es amor. ¿Cuánto crees que vales? Si crees que vales mucho entonces te valoras mucho.
¿Cómo hago para valorarme? No es una cuestión de autoayuda, es cuestión de tener fe en Dios. Te recuerdo lo que dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Te amó profundamente y envió a su Hijo para salvarte, para que no te pierdas; para perdonar tus pecados y darte vida eterna. Te amó profundamente que te hizo parte de su familia y de su reino. Tú no eres un vecino, eres un hijo; estás destinado a vivir en el palacio el rey, a heredar juntamente con Cristo el reino que Dios ha preparado para sus hijos.
En el evento de Noches de Gloria que se llevó a cabo recientemente en Argentina, en el que tuve el privilegio de participar, una madre contó que le había donado de su médula a su hija y que era capaz de hacer lo que fuera necesario para salvarla de cualquier padecimiento. Ninguna condición física hace que una madre ame menos a su hijo. Y Dios te ama mejor que tu propia madre o que tu padre. Él es que te trajo al mundo y te ama así como eres. Jesús consideró menos importante su vida que la tuya. Él se ofreció en sacrificio a nuestro favor. Jesús ofreció su sangre a nuestro favor. Es la sangre del único hombre del mundo que nunca pecó. ¡Sangre incontaminada! Sin embargo, Jesús consideró tu vida contaminada, más valiosa que su propia sangre. El hecho de saber esto, tiene que producir un cambio en tu estado de ánimo. “¡Yo soy!” dice el Señor. El que murió por ti te dice: “No te entristezcas, no te acobardes ni temas. ¡Ten ánimo! ¡Yo soy!” ¡Jesús está contigo!
Una de las enseñanzas que nos dejó Jesús y que se encuentra en Lucas 12:4 y 5 dice lo siguiente: “Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed”. No tengas miedo a que te puedan matar porque tu alma le pertenece al Señor y no la pueden tocar. ¿A quién hay que temerle? ¡A Dios! Él es el único que puede quitarte la vida y mandarte al infierno. No es el diablo el que te puede llevar al infierno; es Dios. Por lo cual, al único que hay que temerle es a Dios. ¡Él sí te puede quitar la vida y condenarte! El único temor valido es el temor a Dios. ¡No le temas a más nada! Presta atención a lo que dijo el Señor: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Lucas 12: 6 y 7). Dice la Biblia en Mateo 6:26: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” ¡Tú vales más que muchos pajaritos!
CONCLUSIÓN
La fe consiste en la certeza de que lo que la Biblia dice, son palabras de Dios y yo lo creo. Cuánta gente teme morir; cuántos temen enfermarse. Cuántos temen a que se acabe el matrimonio y se destruya la familia. Es que con temor no alcanzas el favor de Dios. Es con fe que alcanzas el favor de Dios. Dice la Biblia en Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. La fe es confianza; si no hay confianza, por lo tanto, no hay fe, y yo no tengo certeza respecto de la victoria que Dios me tiene reservada. El diablo no quiere que disfrutes de las bendiciones que Dios tiene para ti, él prefiere que te enfermes de angustia antes de recibir un favor de Dios. El diablo te quiere robar la fe, pero Dios quiere que entiendas hoy cuánto Él te ama. Para Dios eres de gran valor. ¡Confía! Si Jesús te dijo que estaría contigo todos los días hasta el fin del mundo, simplemente cree, y la confianza, la esperanza y la paz vendrán a ti. No puedes confiar porque tienes temores. ¡Entrégaselos al Señor! Dale tu corazón, déjalo entrar. Los que esperan en el Señor están protegidos bajo la sombra de sus alas. Nada va a ocurrir sin que el Padre lo sepa. Sus ojos están puestos en ti. Declara con fe, así como hizo David: “Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno porque tu estarás conmigo”.
Tal vez estás viviendo situaciones de conflicto y de quebranto. Acércate a Dios en esta hora y en una expresión de fe entrégale tu desconfianza y tus temores. Has perdido el ánimo porque ya no tienes fe, pero Dios te ha dicho que te ama profundamente. ¡Ríndete en sus brazos! Hoy tienes que tener la certeza de que Jesús está en ti y camina contigo. Quizás tienes una visión distorsionada de quién es Dios como Padre. No lo compares con tu padre, con tu padrastro o algunos otros hombres de autoridad que te han fallado. Pídele hoy a Dios que se revele a ti como tú verdadero Padre. Los padres hemos herido a nuestros hijos y por esas heridas, nuestros hijos van por la vida dirigidos por el dolor que llevan adentro.
Haz una oración y dile a Dios: “Padre mío que estás en el cielo, yo quiero conocerte. No con la imagen de los padres terrenales. Revélate a mi vida como mi verdadero Padre. Clamo a ti, Señor. Revélate a mí, quiero conocerte. Muéstrame como eres. Muéstrame quien eres. ¡Gracias Señor! Creo que me has escuchado y respondes a mi oración, en el nombre de Jesús, amén”.
“Padre, oro para que, a quienes les llegue este mensaje, sean libre de temores. En el nombre de Jesús echo fuera de sus vidas el temor y la angustia; echo fuera toda inseguridad. Inúndalos con tu presencia Espíritu Santo, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: