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INTRODUCCIÓN
Nada de lo que hagas, si no proviene de la fe, sirve para algo. Conocemos la voluntad de Dios porque Él nos la revela a través de la fe y no por razonamientos ni sentimientos. Conocemos la voluntad de Dios a través de una revelación que viene por la fe. Yo tengo mi intelecto que produce pensamientos y razonamientos, y tengo mis sentimientos que forman parte de mi alma y corazón; pero ni el intelecto ni los sentimientos sirven para discernir la voluntad de Dios. Lo que Dios quiere hacer en el mundo, contigo y conmigo, lo revela a través de la fe. Por lo tanto, tenemos que conocer la fe y usarla ya que debemos hacer las obras de Dios por medio de ella.
Revisa si lo que estás haciendo es una obra de fe. ¿Te atreves a decir que estás haciendo la voluntad de Dios porque has obedecido una visión que el Señor te dio? No hay muchos que lo puedan afirmar. Dice la Biblia que todas nuestras obras serán pasadas por el fuego y las que no sirvan se van a quemar, y según la palabra de Dios esas obras son heno y hojarasca. Pero las obras que hacemos por la fe y que responden a la voluntad de Dios son de oro, y cuando esas obras pasan por el fuego, la fe es purificada.
Si tienes poquita fe no te preocupes porque Dios no te hace cargo de esa poquita fe; al Señor le interesa que uses esa fe que tienes. No te pide Dios que pongas ofrendas más allá de lo que tienes sino de acuerdo a lo que tienes. El Señor quiere que obres de acuerdo a la medida de fe que te ha dado. Èl se encargará de hacer crecer tu fe si la usas, pero si no la usas, ¿para qué te va a dar más fe?
LA FE PROVIENE DE DIOS
Todos los que hemos creído en Cristo tenemos fe. Leemos en Judas 1:3: “Queridos amigos, con gran anhelo tenía pensado escribirles acerca de la salvación que compartimos; sin embargo, ahora me doy cuenta de que debo escribirles sobre otro tema para rogarles que defiendan la fe que Dios ha confiado una vez y para siempre a su pueblo santo”.
Fíjate que la fe tiende a apagarse y las circunstancias tienden a combatir en contra de la fe. Las opiniones de los demás, lo que vemos en la televisión, entre otras cosas, tienden a apagar la fe. En la versión Reina Valera este mismo pasaje dice que tenemos que contender ardientemente por la fe que una vez fue dada a los santos. Esto significa que debemos estar alerta y luchar; no debemos dejar que la fe se apague ni permitirnos actuar por medio de nuestros razonamientos y pensamientos. ¡Tenemos que actuar por fe! Si yo no me mantengo activo por hacer que la fe esté encendida, se apagará. Si yo fuera diablo trataría de robarte la fe porque lo que haces por fe destruiría sus planes. No hay otras obras más que las de la fe que destruyan los planes de satanás porque esas obras son obras de Dios. La fe proviene de Dios para que nosotros hagamos sus obras.
Uno de los frentes de batalla del diablo es meterte en incredulidad, poner duda en tu corazón, para que tú no ejerzas la fe que Dios una vez te ha dado, que le ha dado a su pueblo santo. ¿Tú eres santo y has recibido esa fe? ¿La sangre de Cristo te ha limpiado? ¿Has sido perdonado de todo pecado? Jesús le llama santo al pueblo que Èl limpió con su sangre preciosa.
Dice la Biblia que Dios le ha dado una vez fe a sus santos, o sea que no puedes decir que no te ha dado fe o que no tienes fe. Puede ser que tu fe esté mal orientada, que esté puesta en algo que no sirve o no conviene. Hay personas que tienen fe para ponerse una cinta colorada en la muñeca y así defenderse de la envidia. Ponen su fe en esa cinta colorada. ¡Señores, la cinta colorada no puede hacer nada para defenderlos de la envidia! Tienes que usar la ristra de ajo. ¡Tampoco! En India, hay gente que pone a su familia bajo la bendición de un elefante o una serpiente de siete cabezas, otros, alimentan a las ratas y las adoran. En India hay millones de dioses, pero la fe verdadera es la fe en Cristo. Jesús es el autor y consumador de la fe. Para hacer la obra de Dios es necesario tener la fe de Dios. Y aquellos a quienes el Señor ha limpiado con su sangre preciosa, y ha perdonado de todos sus pecados, son los santos a quienes Él les ha dado una medida de fe.
Las obras que se hacen a través de la fe son sobrenaturales, son visibles, llaman la atención. La fe no es para cosas naturales sino para cosas sobrenaturales. Tú tienes que vivir en un nivel sobrenatural porque has sido llamado para ser ciudadano del reino de Dios. Necesitas desatar tu fe en esta hora; necesitas ser libre de incredulidad y de dudas. Sé libre de esa idea de que con tu intelecto o tu razonamiento vas a hacer las obras de Dios. El Señor no acepta obras que tienen origen en el intelecto o en los sentimientos humanos. ¡La razón y los sentimientos no sirven para hacer la obra de Dios! Necesitamos la visión de Dios que viene a través de la fe.
¿Qué es la fe? Según la Biblia fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Fe es certeza y convicción. No cualquiera vive con certeza y convicción, pero los que tienen fe sí. Estos son dos elementos fundamentales en el caminar cristiano. Certeza es seguridad. Es muy difícil hacerle cambiar el rumbo a alguien que tiene certeza y convicción. Hablo de la convicción que viene del Espíritu Santo por la fe de Dios sobre los creyentes. El diablo te presenta dificultades extraordinarias en tu caminar, para que tu fe mengüe y se desvanezca. Yo tuve un tío que estaba enfermo de cáncer y lo habían desahuciado; era católico y creía en Dios. Sabes que no sirve sólo creer en Dios porque la Biblia dice que hasta los demonios creen y tiemblan. Fui a visitar a mi tío y le dije que quería orar por él. La pregunté si creía en Dios y me respondió: “¿Cómo no voy a creer en Dios? Yo soy católico, apostólico y romano. Pero los médicos han dicho que lo mío es irreversible”. “¿Crees que Dios todo lo puede?” le pregunté. “Claro, creo que Dios todo lo puede. Pero los médicos me han dicho que lo que tengo es irreversible”. “Si Dios todo lo puede, puede sanarte”, insistí. “Sí, Dios puede sanarme, pero los médicos no me dan esperanzas”. Estuve un buen rato tratando de romper ese velo que había en su entendimiento. Le pregunté más: “¿Tío, crees que Dios puede plantar un árbol en un instante aquí donde estamos nosotros ahora mismo?” “¡Claro! Si Él es Dios. Él todo lo puede”. “¿Entonces cómo no te va a poder sanar a ti?” “Sí, puede. Pero los médicos han dicho que lo mío es irreversible”. Me asombró el ver que gente que cree en Dios, no le cree a Dios. Me asombra que una persona puede decir que cree en Dios, pero no tiene fe, mejor dicho, no ejerce fe. ¿En quién estaba creyendo mi tío? ¡Era más importante la palabra que le había dado el medico que la palabra de Dios!
Ahora, el que tiene fe, aunque los médicos lo desahucien, tiene certeza y convicción de que se va a sanar. ¡No retrocederá! Esa certeza te hace avanzar y atravesar muros. Algunos se dan la cabeza contra la pared, pero otros atraviesan esos muros y no se rompen la cabeza. Dios quiere que hables de Èl, que salgas a orar por los enfermos y confieses que es un Dios de amor que hace milagros. Dios quiere que hagas sus obras que son obras de la fe. ¿Cómo es la condición de un hombre sin fe? Vive desorientado; ha perdido el norte. Muchos creen que saben lo que hacen, pero no es así. Hay caminos que al hombre le parece camino de vida, pero su final es camino de muerte (Proverbios 14:12). Muchos quieren enseñarnos cómo hacer, pero ellos mismos están desorientados. Una persona con fe ha perdido el norte, camina y camina, pero se estrella y tiene que volver a empezar por otro lado, y si no conoce la fe de Dios, nuevamente se equivoca en las decisiones que toma. Una persona sin fe es una persona desenfocada. Cuando la lente de una cámara está desenfocada, la imagen se ve mal. Del mismo modo, aquellos que no tienen la fe de Dios, viven desenfocados, dispersos, lo que significa que no apuntan en una sola dirección. Cuando uno apunta en una sola dirección multiplica las fuerzas que tiene, pero otros la dispersan. Por ejemplo, el hombre que tiene varias mujeres tiene sus fuerzas dispersas; si tiene diez hijos con esas mujeres, sus fuerzas están dispersas, y si tiene que mantener a las mujeres y a sus hijos, sus fuerzas se agotan. Abarcan mucho y no aprietan nada. Mas quien tiene fe sabe enfocar las fuerzas. Estar dispersos es perder poder.
Veamos la condición del hombre que sí tiene fe; éste está enfocado, orientado y concentrado. Si yo sé lo que tengo que hacer, no me voy a distraer con cosas que me desviarán del propósito. Mis fuerzas están dirigidas y concentradas. Un hombre y una mujer de fe tienen sus fuerzas concentradas, están enfocados; no se dispersan ni gastan su tiempo en cosas secundarias, ordenan su vida, tienen fuerza y poder. La fe te da esas condiciones; certeza y convicción.
LA FE ES EL LENTE DE DIOS
Leemos en Hebreos 11:3: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Por la fe entiendes las cosas de una manera diferente a lo que entenderías si no tuvieras fe. Si dependes de tu razonamiento y sentimientos, entiendes las cosas de cierta manera, pero por la fe las cosas se entienden según la forma de la fe.
La fe te lleva a entender que el universo ha sido creado por la palabra de Dios. Si el autor del libro a los hebreos no tuviera la fe de Jesucristo, posiblemente entendería que el universo fue causa del Big Bang. Algunas teorías científicas señalan que la materia es eterna. En una teoría no hay nada demostrado; es lo que entienden los científicos que no quieren creer en Dios y por lo tanto no tienen la fe de Dios. Pero los que tenemos la fe de Dios, hemos entendido que el universo ha sido creado por su palabra. Se pueden entender las cosas de muchas maneras, pero por la fe, se entienden a la manera de Dios.
Un científico muy importante del siglo pasado, descubrió una correspondencia entre la materia y la energía, ese fue Albert Einstein. La ciencia, a medida que va investigando, va descubriendo que lo que dice la Biblia es verdad. Einstein descubrió una formula muy pequeña que tiene tres factores: uno es la velocidad de la luz, el otro es la materia, y por último la energía. Supongamos que no hubo materia alguna sino sólo energía. La energía es invisible; el universo está lleno de energía que no se ve. Einstein descubrió que la energía podía transformarse en materia y viceversa. Dios le demostró por la fe al autor del libro de los hebreos que lo que se ve fue hecho de lo que no se ve. Cuando no había materia, había energía, y eso era lo que no se veía. Y de lo que no se veía se hizo lo que se ve, o sea la materia. ¡Esto es maravilloso! Pero el autor de hebreos no necesitó estudiar ciencia para declarar lo que declaró; necesitó tener fe. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Hay cosas que no se ven a simple vista, pero se entienden y se ven a través de la fe. Muchas veces no entendemos qué le sucede a algún ser querido y nos afligimos, pero la fe hace posible que yo pueda ver qué es lo que está ocurriendo en la vida de ese ser querido. La fe te permite entender. La oración de fe es específica y enfocada; sé lo que Dios quiere. Oro conforme a su voluntad; no doy tiros al aire, sino que dirijo el misil al blanco correcto.
Dice la palabra de Dios en 2ª Corintios 4:13: “Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. La fe se manifiesta porque entendemos y porque hablamos. Hablamos lo que creemos. Si nuestra fe es la fe de Dios, lo que hablamos es conforme a la voluntad de Dios, y lo que hablamos es palabra de Dios. Las palabras tienen el poder de Dios. Mira que el universo entero fue constituido por la palabra de Dios, y eso lo hemos entendido por la fe. La palabra de Dios hace la obra de Dios. Cuando tengo la fe de Dios, y yo creí y hablé, lo que dije vino de Dios, por lo tanto, el Señor hará su obra.
Alguien me dijo que, si Dios me mostraba una revelación de algo que quería hacer, era mejor callarme, quedarme quietito y que sea Dios quien lo haga, porque si no era de Dios iba a pasar vergüenza. Pero fui entendiendo con el tiempo que Dios no quiere que escondamos ni callemos lo que Él nos ha mostrado que debemos decir. Si creemos que va a suceder tal cosa, decimos que va a suceder tal cosa, y lo que hablamos es testimonio de lo que creemos. Y lo que derriba toda duda e incredulidad es cuando la gente ve que lo dije y Dios lo hizo. “Creí; por tanto hablé” (Salmo 116:10 y 2° Corintios 4:13). O sea, tuve fe y hablé.
Mujeres me han declarado que cuando comenzaron a orar por sus esposos, éstos se ponían peor; y me alegra que se pongan mal porque es evidencia que la oración de la esposa está haciendo estragos al poder del enemigo. Muchos interpretan mal y dicen que el diablo se puso furioso, entonces se asustaron y dejaron de orar. ¡Yo te animo que ores más! Derriba con tu oración y con tu confesión las obras del enemigo. Las obras de fe se tienen que proclamar. Dijo Jesús: “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (Mateo 11:23). La duda es enemiga de la fe. Cualquiera puede decirle a un monte que se quite de donde está y no duda en su corazón, sino que cree que eso que dice será hecho, entonces, lo que diga le será hecho. Así que no es solamente orar, también debes confesar. Moisés estaba delante del Mar Rojo, detrás estaba el pueblo, tres millones de hebreos, y detrás, faraón con todo su ejército; y no podían avanzar porque delante estaba el Mar Rojo. Moisés estaba en un aprieto tremendo y me imagino que se había postrado y clamaba a Dios. Entonces Dios se enojó y le dijo: “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen”. Moisés entonces, por la fe le dijo a pueblo que marchara. Cualquiera que cree en su corazón y no duda que lo que dice le será hecho, lo que diga le será hecho. Creí por tanto hablé. “¿Por dónde Moisés?” preguntó el pueblo. “Por acá”, dijo Moisés señalando el mar. Entonces extendió su vara y el mar se abrió. Moisés dejó de clamar porque era tiempo de creer y de hablar.
Por la fe entendemos y por la fe hablamos. Sí, muchas veces hablamos pavadas, pero la fe nunca te llevará a hablar pavadas. La fe te llevará a hacer la obra de Dios. Santiago habla respecto a la fe y dice: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2:17). Si no hay hechos, si no hago algo, la fe que digo tener está muerta en sí misma antes de salir a luz. ¡No es fe! Si no hablo y no hago algo, entonces mi fe está muerta y no es fe. Por la fe entendemos, por la fe hablamos y por la fe hacemos.
Somos socios de Dios en esto de la fe. El Señor nos ha dado la fe para que trabajemos en sociedad con Èl y así hacer sus obras. Dios no hace todo el trabajo solo, lo hace en sociedad con nosotros. El Señor le dijo a Josué: “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:3 y 9). Tú vas y haces porque el Señor te lo ha dicho y crees en Èl. Leemos en Santiago 2:22: “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” La fe se perfecciona por las obras, por lo cual, lo que yo hago demuestra que tengo fe, y cuando llega el momento de usar más fe, ésta, está perfeccionada por lo que hice anteriormente.
Hace unos años, en la primera cruzada que se realizó en Uruguay con el pastor Cash Luna, faltando seis semanas para el evento, nos faltaban cerca de cien mil dólares para cubrir el presupuesto de la cruzada de Noches de Gloria. Ya habíamos entendido que la cruzada era de Dios, ya habíamos hablado y comprado los pasajes. Estaba todo organizado y no podíamos retroceder. ¡Había que avanzar! Y como la cosa era de Dios, cuando finalizó la cruzada, sobraron cincuenta y dos mil dólares. Cash Luna es un hombre de fe. Una noche de la cruzada, estaba lloviendo y hacía mucho frío, la gente se cubría con paraguas y algunos ni eso tenían; se estaban mojando, tiritaban por el frío, pero querían la bendición de Dios y no se iban a ir sin ella. Yo pensaba que por causa de la lluvia y el frío no se iba a poder levantar ofrendas y no íbamos a poder cubrir el presupuesto. Clamé a Dios para que parara la lluvia; yo pensando en las ofrendas… Cash Luna le preguntó a la gente cuántos habían tenido dificultad para llegar al evento, e hizo pasar adelante a todos los que no tenían dinero para regresar a sus hogares y a los que estaban endeudados y tenían problemas económicos. Pasaron unas quinientas o seiscientas personas. Entonces dijo: “Ahora vamos a orar por las ofrendas”. Yo pensé: “¿Qué estará por hacer este hombre?” Hizo repetir una oración poderosa a todos los que iban a dar ofrendas y cuando termina de orar, dice: “Los que van a ofrendar, vengan y entreguen el dinero a todos los que han pasado aquí adelante que no tienen dinero”. Cuando veo eso digo: “¡Pero, está loco!” ¡Yo no tenía para cubrir el presupuesto y a éste se le ocurre regalar dinero! Algunos lo acusan de que se vino a llenar de plata a Uruguay. ¡Èl no se llevó ni un peso! ¡Y casi me deja a mí sin nada! Pero, a pesar de lo que hizo, sobraron cincuenta y dos mil dólares. ¿Te imaginas que Dios te diga que te vas a casar, pero no te da un esposo o una esposa? El Dios de la visión es el Dios de la provisión. Si el Señor quiere que te cases te dará esposo o esposa. Si quiere que hagas una obra para Él que requiere invertir dinero, te dará el dinero. No puede ser que te mande a evangelizar y no te dé los recursos. Tú tienes que entender, tienes que creer, hablar y actuar. Dios no depende de nosotros, lo que Él ha decidido hacer, lo hará. Pero te da la oportunidad de ser su socio; te da la oportunidad de participar con Él, y te va a bendecir por asociarte en la obra que quiere hacer. Alguien que dice que tiene fe, tendrá que habar y hacer. De lo contrario es un charlatán. El que tiene fe habla; el que tiene fe hace.
CONCLUSIÓN
Un joven vivía en una casa muy humilde, y al lado había una casa muy bonita de una familia pudiente. Allí vivía una joven muy linda. Este joven se asomaba a la casa para ver a la chica porque estaba enamorado de ella. Él se preguntaba qué le iba a ofrecer si no tenía nada y decidió no hablarle porque creía que ella no lo iba a querer. Pero pensó que, si podía estudiar, trabajar y ser alguien, tendría chance con la jovencita. Le pidió a la misionera que estaba al frente de la iglesia a donde él iba que le enseñara inglés. Le dijeron que no le iba a servir de nada aprender inglés. El joven se fue triste. Pero no desistió, pensaba que si estudiaba ingles podría desenvolverse y ser alguien. Con el tiempo aprendió el idioma y viajó a Estados Unidos a estudiar. Llegó a ser profesor de lenguas. En Estados Unidos se casó, tuvo hijos y con el tiempo volvió a Uruguay. Viviendo en Estados Unidos, de repente, el hombre pensó que gracias a esa mujer de la que se enamoró, pudo estudiar y superarse; así que algún día iba a regresar a su país y la iba a buscar para darle gracias porque por causa de haberse enamorado de ella pudo superarse. Y así lo hizo.
La fe es un brote de amor de Dios por la humanidad y quien tiene fe no puede quedarse callado, tiene que decirlo. La fe no se declara derrotada. ¡La fe declara victoria!
Tienes que convencerte de que tienes que pelear la buena batalla de la fe. No te dejes arrebatar la fe. ¡Vuelve a creer! Cree en esos sueños que hay en tu corazón, que nunca salieron a luz porque nunca te animaste y siempre dudaste. Pídele perdón al Señor por tu incredulidad y decide pelear la buena batalla de la fe. Habla con Dios en esta hora, no dejes tu boca cerrada, dile: “Perdóname, Señor. Sé que tú me vas a transformar. Vas a encender la fe en mí. Sé que tú me restaurarás y me levantarás, Dios mío. Yo voy a comenzar a hablar en fe. ¡Voy a publicar tus obras! El diablo no me va a callar. Entiendo ahora que tú tienes grandes desafíos para mí y los voy a cumplir”. Para quien está enfermo, cree que hoy serás sano. ¡Confiesa tu sanidad!
ANEXOS: