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INTRODUCCIÓN
Enseño asiduamente que la única salida que tenemos, en un tiempo tan oscuro como el que vivimos, es la fe en Dios, la oración y la palabra de Dios. No busques la verdad en otro lado porque no la vas a encontrar. La verdad está en la palabra de Dios. No busques consejo en otro lado. ¡Ora! Y no hagas nada por las dudas, sino cree. La fe en Dios te fortalece y genera en ti confianza. La fe nos hace caminar seguros. Estoy contento de ser pastor y predicador; nunca lo planee, no se me pasó por la cabeza semejante tarea. Pero Dios tenía un plan para mí desde la eternidad. Mi mamá esperaba una nena, pero nací yo. ¡Todo me lo había comprado rosado! En aquel tiempo usar el rosa en niñas y el celeste en el varón no estaba mal visto. Ahora eso es un pecado. Vivimos en una sociedad donde los homosexuales nos enseñan moralidad, los transgénero dan cátedra de biología, los asesinos de bebés imponen derechos humanos, y los comunistas dan discurso de economía. ¡Todo está dado vuelta! Nos quieren hacer creer que la verdad hoy puede ser una cosa y mañana varía. En el mundo hay mucha oscuridad por donde miremos. Mas Isaías declaró: “Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria” (Isaías 60:2).
Veo lo que Dios ha hecho con vidas perdidas que caminaban en oscuridad en caminos de muerte, y hoy, con alegría sirven a Dios y a la gente. Dios saca gente del barro y los transforma en hijos suyos. Hoy más que nunca estoy creyendo, confiando y alegrándome en la palabra de Dios porque me he dado cuenta que es lo único inamovible del mundo. Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Lo que Dios ha declarado no muta; no cambia. Entonces, estoy agarrado firme a la palabra de Dios y de su palabra recibo luz; y entiendo cosas que de otra manera no entendía.
Esta palabra que recibes ahora va a alumbrar tu corazón y te dará entendimiento. Es muy penoso que muchos cristianos en el mundo no conocen o no entienden los tiempos que estamos viviendo. Les advertí a los pastores de Misión Vida que estamos viviendo los tiempos de las vírgenes insensatas y de las vírgenes prudentes. Hay cristianos que no saben dónde están parados; ni siquiera saben si tienen fe o si sus pecados han sido perdonados. Tienen algún pecadito por ahí y creen que justamente ese pecadito Dios no lo ha perdonado. Lo tienen guardadito, no abren la boca para confesarlo y casualmente es el pecado más oscuro que tienen. Y quien tiene todos los pecados perdonados, pero hay uno que sigue ahí guardado sin ser perdonado, se va al infierno. Tienes que procurar que todos tus pecados sean perdonados porque en la gloria no va entrar nadie que tenga ni siquiera uno solo que no haya sido perdonado. Aprende a ser obediente y a cumplir la voluntad de Dios porque en el reino de los cielos sólo se hará su voluntad.
He estado vislumbrando que en medio de este mundo de tinieblas se está cumpliendo a la perfección el plan de Dios que ha sido establecido desde antes de la fundación del mundo. Hay personas que caminan sin plan; meten la pata y se quejan: “¿Dónde estaba Dios?” Bueno, Dios tiene un plan y un designio eterno; y lo ha venido desenvolviendo desde un principio. Él sabía que Adán iba a pecar. Eso no lo sorprendió a Dios. Él sabe todas las cosas; pero tenía un plan de antemano. Pecó Eva e indujo a Adán a pecar. Entonces, Dios toma a la mujer que había pecado y le dijo a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). Desde el origen le dijo Dios a la serpiente que es satanás, que iba a ser derrotado por el linaje que Él iba a levantar de la mujer. Y hubo una mujer que se llamó María o Miriam, y de ella nació Jesús el Mesías, Salvador del mundo, quien pagaría el precio más alto para perdonar y salvar a la humanidad. El plan de Dios ha trascendido en toda la historia de la humanidad.
DIOS ELIGIÓ A ABRAHAM
Por allá, Dios encontró un hombre a quien le dijo: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. Abraham fue un hombre que amó a Dios y lo obedeció; y fue llamado “amigo de Dios”. El Señor a él no le ocultaba nada y Abraham tampoco le escondía nada. Cuando Adán pecó se escondió de la presencia de Dios porque tuvo miedo. Cuando Dios lo llamó le dijo: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:10). Quien tiene pecados escapa de Dios. El Señor le preguntó quién le había enseñado a tener temor. Adán hizo lo que Dios le dijo que no hiciera, en cambio Abraham fue un hombre que agradó a Dios.
En algún momento de la historia, el plan de salvación de Dios para con la humanidad estaba en Génesis 12:1 al 3: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
Dios le dijo a Abraham que lo bendeciría, que engrandecería su nombre y que él sería de bendición. Donde tú estés habrá bendición; donde esté tu descendencia habrá bendición. Quien sea como tú será bendito; quien te bendiga será bendito y a quien te maldiga el Señor lo maldecirá. La frase más importante del proyecto de Dios con la humanidad según la promesa que le dio a Abraham es: “…serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
En función de la fe de Abraham; y la Biblia nos señala que la clave fue su fe en Dios. Creía y obedecía aun lo que no entendía de Dios. Significa que donde hay una persona que es salva y bendita, es por causa de Abraham. El plan de Dios tenía previsto un linaje. No para todos es la salvación, aunque Jesús murió por todos; sino para los que son de la bendición de Abraham, sus descendientes. Estos son llamados en la Biblia, los hijos de Abraham; que son, además, hijos de Dios. Quien pertenece a la descendencia de Abraham tiene salvación. Tampoco es para todos lo que asisten a la iglesia la salvación, sino para aquellos que tienen la fe de Abraham. En la Biblia se descubre que no es tanto por lo que Abraham hizo sino por lo que creyó, y Abraham hizo porque creyó. Y dice la Biblia en Gálatas 3:6: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Él fue declarado justo por haber creído.
Cuando no había ley, como, no matarás, no cometerás adulterio, no dirás falso testimonio, etc., cuando no existían aun los diez mandamientos, ya Abraham había sido justificado, no por las obras de la ley sino por la fe. De Abraham vino Isaac que fue el hijo de la promesa; pero él tenía otro hijo llamado Ismael. Dios le había prometido un hijo a Abraham y dijo que su descendencia sería numerosa y una bendición para todas las familias de la tierra. Abraham tenía más de 90 años y su esposa Sara era estéril. Entonces se le ocurrió a Sara la idea de que su esposo embarazara una esclava y esta tuvo un hijo que se llamó Ismael. Dice la Biblia que Ismael se burlaba de Isaac y perseguía al hijo de la promesa. ¿Hasta cuándo lo persigue? Hasta el día de hoy. Los descendientes de Ismael son los árabes. Abraham creía que Ismael era el hijo que Dios le prometió, mas Dios le dijo que no era ese, sino que en Isaac le sería llamada descendencia. Él le prometió un hijo y le dio un hijo que nació de Sara, la estéril que tenía como 90 años. Y él que tenía 99 años ya no estaba para creer. ¡Pero creyó! Y Dios le dio un hijo; y después que se lo dio le estaba causando problemas y entonces le pidió que se lo sacrificara a Él. Abraham no entendía nada, pero creyó y procedió en función de su fe en Dios. La descendencia de la bendición iba a venir a través de Isaac quien fue el hijo de la promesa.
No todos entrarán en el reino de los cielos sino los hijos de Abraham que pasan por Isaac. Este tuvo varios hijos, y uno de ellos fue Jacob; y Dios escogió a Jacob. Entonces, para ser hijo de Abraham hay que ser de la descendencia de Isaac y de Jacob. Y a este, Dios lo tomó y le dijo: “Ya no te llamarás Jacob, sino que te llamarás Israel”. Y muerto Abraham e Isaac, y muerto Jacob, continuó la descendencia y en todo el Antiguo Testamento, toda la descendencia se conoce como los hijos de Israel. El trato de Dios con los hombres fue a través de los hijos de Israel. Porque a través de ellos tenía que venir aquella simiente de la mujer que iba a salvar al mundo entero.
Hay unas historias extraordinarias en la Biblia que justifican las genealogías y por ende justifican la descendencia del linaje. Cuando nació Jesús, nació el Salvador del mundo. Hasta ahí estaba escondido; o sea, en Israel, estaba escondido el plan de Dios. Pero a partir de Cristo el plan de Dios se expandió a los que no eran los hijos de Israel según la carne o la sangre, sino que a partir de Cristo se predicó el evangelio del reino de Dios a toda criatura. Y Jesús, cumpliendo el plan del Padre les dijo a sus discípulos: “…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. ¡Aquí estamos en lo último de la tierra predicando el evangelio por más de dos mil años! ¡No ha fallado el plan de Dios!
SOMOS INCLUIDOS EN LA DESCENDENCIA DE ABRAHAM
Tú te preguntarás qué tienes que ver con la descendencia de Abraham. El apóstol Pablo se encarga de contarnos cómo es este asunto en Gálatas 3:27 al 29: “…porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”. Los que han sido bautizados en Cristo, esto no es el bautismo del agua; de Cristo están revestidos. Cuando sales del bautismo se ve sólo a Cristo, y no se ve la inmundicia que tienes adentro. ¿A quién ve Dios? ¡Ve a Cristo en tu lugar! No se terminó esto de la descendencia de Abraham, sino que somos incluidos nosotros en su descendencia. El apóstol Pablo dijo: “No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Romanos 9:6 al 8).
Los israelitas verdaderos son los hijos de la promesa de Dios a Abraham. Si eres de Cristo, linaje de Abraham eres. ¡Qué plan tan maravilloso el de Dios! Juan declaró también: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). A los que recibieron y le creyeron a quien iba a venir del linaje de Abraham, del que dijo Dios que iba a nacer de la mujer y que le iba a pisar la cabeza a satanás quien introdujo el pecado y la muerte en el mundo; y Jesucristo introdujo el perdón de los pecados, la vida y la resurrección.
¡Lo tienes o no lo tienes! No es cuestión de que vas a ver qué harás. Abraham lo creyó y lo recibió. El mundo está muy confundido, pero nosotros tenemos la verdad y la verdad es que Dios sigue salvando vidas. Los que somos de ese linaje, somos hijos de Dios. Aunque no todos son hijos de Dios. Son hijos los que han recibido la potestad de ser hechos sus hijos. ¿Por qué? Por creer. ¿Por creer en quién? Por creer en Cristo. ¿En qué Cristo? En el del plan; el plan cósmico.
Me preocupa la gente que tiene algún pecado que cree que Dios no va a perdonar. Ese que no has confesado porque te da miedo o vergüenza. Me preocupan aquellos que no han sido limpiados al todo. No sirve de nada que te haya perdonado todos los demás, pero hay uno que no crees que puede ser perdonado. Porque por un solo pecado que no haya sido limpiado te vas al fuego eterno. “Es que yo creo que Dios perdona, pero yo no me perdono”. ¡Qué orgulloso eres! Dios que es bueno y poderoso; Él que te podría condenar te quiere perdonar, pero tú te quieres condenar. ¿Quién eres para decir que no te puedes perdonar? Hay un Dios en el cielo que está dispuesto a perdonarte y tú dices: “¡No Dios, no! Me voy al infierno. No me puedo perdonar. No puedo creer que yo sea tan malo y haya cometido un pecado tan horrible. No creo que me puedas perdonar ese pecado que yo no me perdono”.
Me preocupan esos que están cuasi perdonados, los que cuasi están limpios, los que cuasi son salvos, pero no lo son. Me preocupan los que asisten a la iglesia y se van a ir al infierno. “Ay, pero yo me congregaba todos los domingos”. Pero hay ahí una suciedad que Dios no te ha perdonado. “Bueno, pero me ha perdonado todo lo demás”. ¡Al cielo no entrará ninguna mugre! Entrarán sólo los que están totalmente revestidos de Cristo.
CONCLUSIÓN
He descubierto que en este tiempo la gente camina en temor. Los poderes supranacionales han logrado a través del temor mantener a las personas paralizadas y obedientes a lo que ellos quieren. Y la gente tiene temor de perder el trabajo, de que no encuentren empleo; tienen temor de enfermarse con el Covid, la viruela del mono, etc. ¡Viven en temor! Sabe que, los pecadores viven en temor, y el pecado produce temor. Y dice la Biblia que los acompaña el temor hasta la muerte. El plan de Dios es que no se vea nada de ti y todo lo que eres tu sea revestido de Cristo. Pero se requiere fe y la fe viene por el oír de la palabra de Dios y hoy recibes esa palabra; y Jesús golpea la puerta de tu corazón, pero el que decide creer eres tú.
Dijo Jesús: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). En ese instante te transformas en descendencia de Abraham. ¿Has creído en Cristo? Entonces has creído lo mismo que ha creído Abraham. Una de las características de este tiempo es el temor; al futuro, a la enfermedad, a que te miren mal. ¡Qué te importa si te miran mal! Si el Dios del cielo te miró con ojos de amor a pesar de que te conoce mejor que el que te mira mal. A veces le digo alguna cosa a mi esposa y me dice: “Menos me pregunta Dios y me perdona”. Me río porque a veces uno quiere arreglar al otro y el otro está convencido de que ha sido perdonado. Que sigan hablando o mirándote mal; Cristo te ama. ¡Qué importa lo que piensen de ti! De mi piensan que soy un “chanta”, que exploto a la gente y les saco la plata. ¡Qué piensen lo que quieran! Yo sé en quien he creído. Sé de quién soy. Sé que el Señor ha perdonado todos mis pecados. ¡Soy un hijo de Dios!
Julio Melgar, cantante cristiano, que tenía un cáncer que lo carcomía por dentro, hasta el final de sus días cantó una canción muy famosa que se canta en varias partes del mundo. Esta canción dice que “ya no hay temor; soy un hijo de Dios”. Lo importante es que hoy seas perdonado, o perdonada. Tienes cara de bueno o cara de buena porque el Señor te perdonó el 99,9 de tus pecados; pero con esa cara de bueno te vas a ir al infierno. ¡No es chiste el plan de Dios! No es cuestión de dudar y de tomarlo livianamente. No es cuestión de decir: “Soy joven; algún día voy a confiar en Dios”. ¡El momento es hoy! ¡La oportunidad es hoy! Hoy tu Padre está dispuesto a perdonarte y hacerte libre del temor y de la vergüenza. Hoy tu Padre te abraza y te hace libre de todo pecado. ¡Cree en su poder! ¡Cree en su perdón! Recibe su salvación. Hoy pasas a ser hijo e hija de Dios.
ANEXOS: