LA VIDA DE CRISTO EN NOSOTROS - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA VIDA DE CRISTO EN NOSOTROS

Como familia estamos viviendo un momento sumamente feliz a causa del nacimiento de mi nietita Justina; fue todo una expectativa y por más que nacen muchos niños en el mundo, este hecho sigue siendo un milagro extraordinario, sigue siendo algo sorprendente y loco.

¡Qué milagro es la vida! ¿Cómo no creer en Dios?, dice una canción. Luego del nacimiento de mi nietita, sucedió algo que nos estremeció; cuando salieron de la sala de parto, traían a mi hija en silla de ruedas, ella estaba blanca, pálida y desmayándose. Entonces, por un lado, estaba mi yerno con la niña y por otro, dos enfermeras tratando de hacer que mi hija vuelva en sí. Fue un cuadro conmovedor el ver a mi hija agotada hasta el desmayo y al mismo tiempo, a la niña rosadita y bien. En un momento me piden que ayude a acostar a mi hija sobre la cama, y comencé a llamarla: ¡Hija soy tu papá, reacciona!” Poco a poco comenzó a reaccionar, y allí tomé conciencia del gran esfuerzo que es para una mujer un parto, aunque los hombres nunca vamos a experimentar eso.

A raíz de esto, quiero hablarte de algo muy importante: saber de algo y conocer algo no es lo mismo que experimentarlo. Yo pude ver a mi hija desfallecida por el dolor, por el esfuerzo, por la sangre que perdió… la otra oportunidad en que experimenté algo semejante fue cuando mi propia hija nació y yo estaba al lado de mi esposa. Pensaba: “¡Por Dios! ¡Qué fuerza les has dado a las mujeres!” ¡Y qué fuerza tiene la vida! Porque a pesar de sufrir un primer parto, muchas mujeres quieren tener otro hijo. Ellas no les tienen miedo al dolor ni les importa porque es más importante la vida. ¡Yo digo que las madres tienen algo de Jesús! ¡A Él no le importó sufrir para darnos vida! Hay mujeres que tienen dos, tres, cuatro, cinco y no les importa los partos sino sus hijos.

Para mí fue un momento muy estremecedor. Cuando mi hija reaccionó, la abracé y la besé; por un instante no me importó tanto ver a mi nieta porque quise bendecir a mi hija y dar gracias a Dios por ella, alentarla, hacerle ver que tiene un padre que la ama y hacerle sentir que aunque no parí, de todas maneras yo estaba a su lado. ¡Y las cosas de Dios son así! Hay cosas que las personas aprenden en la vida cristiana, como escuchar la palabra de Dios, pero no la experimentan nunca; por más que tú sepas, no sabes porque hay un conocimiento que no viene de observar, de estudiar o leer la Biblia. Hay un conocimiento que no viene sólo por el hecho de estar sentado en la iglesia escuchando un mensaje sino por experimentar la vida de Cristo dentro de uno, por experimentar su gloria y su poder dentro de ti. Eso no se consigue leyendo ni aprendiendo de memoria, no se consigue escuchando un mensaje. ¡Se trata de una relación genuina, fuerte y poderosa con el autor de la vida!

La vida cristiana, sobre todas las cosas, es una vida viva y no tiene nada que ver con la biológica o la psíquica que tenemos. La vida cristiana, no es, ni más ni menos, que la vida de Cristo en nosotros, su poder, su gloria y su mano en nosotros.

            LA VIDA DE DIOS, VIVE EN TÍ

En todas las experiencias de mi vida trato de aprender cosas, pero no todo lo que aprendo, lo experimento. Hasta puedo conmoverme, como cuando vi a mi hija desvanecida. Mi yerno me dijo: “¡Es increíble estar ahí, verla colorada, retorcerse, padeciendo dolor!” ¡Yo puedo llegar a conmoverme pero eso no significa que lo he experimentado! Muchos cristianos, hasta se conmueven con un mensaje, cantando o leyendo la Biblia, pero no experimentan la vida de Dios en sus vidas.

Quiero contarte de otra experiencia que tuve cuando nació mi nietita; una vez que mi hija volvió en si, aunque nunca llegó a desmayarse, ella dijo que nos oía de lejos, nos dijeron que las pertenencias de mi hija y de la bebé quedaron en la sala de parto, así que fuimos con mi yerno a buscarlas. Cuando entré, presencié un espectáculo que me conmovió hasta los tuétanos: vi la sangre de mi hija en las sábanas y en un recipiente. Me detuve por un instante y dije: “¡Esta es la sangre de mi hija! ¡Esta sangre le costó a mi hija darme a mi nieta!” En ese momento me vino la imagen de Jesús derramando su sangre para darnos vida. Cuando Jesús murió en la cruz del calvario, por así decirlo, fue un parto, para darnos vida a nosotros; no para darnos una cultura cristiana o ciertas experiencias cristianas, y no fue para que seamos simplemente bendecidos. Hay cristianos que viven anhelando bendiciones y oran para conseguirlas, pero la bendición más grande no se trata de que Cristo nos bendiga sino que Él nos ha dado su vida. ¡La bendición más grande es Cristo mismo en nosotros! ¡Cristo en mí, esperanza de gloria!

Cuando vi la sangre de mi hija, dije: “Pensar que Cristo derramó su sangre para darme vida”, y tomé conciencia de que, más allá de perdonarme mis pecados, más allá de darme un matrimonio y una familia, más allá de darme un vehículo o una familia en Cristo, el Señor me estaba dando vida eterna. Lo más importante que tenía para darme era su vida y vida eterna, “Yo he venido para que tengan vida…”, dijo Jesús (Juan 10:10). No dijo que ha venido para que tengamos casa o un buen empleo sino para que tengamos vida; y parece que esa clase de vida, la de Cristo en nosotros, no es algo que se considera tan precioso como para decirle a Jesús: “Señor, quiero que tu vida se vea en mi vida”. No se considera tan preciosa como para desvanecerse pidiéndole a Jesús: “Señor, quiero que tu gloria sea vista a través de mi vida”.

Para muchos, el cristianismo es un estilo de vida pero no es una vida. Se ha transformado en una costumbre, en una cultura para muchos cristianos que leen la Biblia y oran pero no han experimentado la gloria. ¿Qué es la gloria? ¡Es la manifestación de todos los atributos de Dios en nosotros, su misericordia, su amor, su poder!

Dios está apresurando los tiempos y quiere que los creyentes se despierten del letargo porque Él tiene algo más maravilloso de lo que tú le has pedido jamás. Tú le has pedido a Dios muchas cosas pero Él anhela darte esa clase de vida en la que tú ya no opinas sino que Él opina, en la que tú ya no haces sino que es Él haciendo a través de ti, esa clase de vida que desborda para vida eterna de la que Jesús dijo que tendrían aquellos que creen en Él, hablando del espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él y que sería como una fuente que salte para vida eterna. Entonces, ¡cuidado con vivir una vida de ciertas experiencias o emociones cristianas! ¡Esa no es la vida que Cristo ha parido para nosotros! Cuando Jesús derramó su sangre en la cruz del calvario, su objetivo principal fue que la clase de vida que Él tiene, la tengamos nosotros. Nosotros transferimos la vida biológica pero Jesús transfirió sobre nosotros vida espiritual, la que anhela y espera ser manifestada al mundo.

            COME Y BEBE A CRISTO

Juan 6:53: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.

Puedes tener muchas experiencias cristianas lindas pero si no comes la carne de Cristo y no bebes su sangre, entonces no tienes vida dentro de ti; lo que hay dentro de ti sigue siendo muerte. Puedes haber aprendido a diezmar, a cantar, a orar, puedes haberte bautizado pero si tú no comes y no bebes el cuerpo y la sangre de Cristo, no hay vida dentro de ti.

En un momento, una enfermera vino donde estaba mi hija y pregunta si la niña había tomado el pecho y le respondieron que no, pues estaba durmiendo. Al instante, la enfermera la sacudió para que se despertara y nos advirtió que no debíamos descuidar eso porque si la bebé no tomaba el pecho por seguir durmiendo, se iba a debilitar.

¿Tú comes todos los días? No se trata de algo que pasó en el año dos mil cinco, cuando le entregaste tu vida a Cristo y te bautizaste, ¡no! se trata de si te estás alimentando o no, porque si no comes de la carne de Cristo y bebes de su sangre, entonces la vida de Jesús no está en ti.  ¡Se trata de una experiencia de alimentación! ¡La vida cristiana se aletarga y se debilita si no se alimenta! Tú comes todos los días para mantener tu cuerpo con suficiente energía, pero esa es la clase de vida que pertenece a la carne, se trata de la vida biológica y Cristo quiso poner su gloria, su vida, dentro de esa vasija de barro que somos nosotros, pero esa clase de vida debe ser alimentada.

¿En qué consiste esa clase de vida? Si no recibes de Cristo cada día, entonces su vida no se manifiesta en ti y te queda nada más que la historia de ser un cristiano y la experiencia de haber conocido cosas lindas acerca de Jesús, del evangelio y del cristianismo. Pero, por decirlo así, un vehiculo puede andar muy bien mientras tenga combustible y lo hará hasta que se le termine. Muchas personas que se quedan sin combustible dicen: “¡Pero si le puse ayer!” ¡Y le puso cien pesos nada más!

A muchos les sucede como a ese hombre que tenía un burro al que quería acostumbrar a no comer porque le salía muy caro, entonces dejó de alimentarlo y un buen día se le murió. Vino un amigo y le preguntó por qué se le había muerto y el hombre le responde: “Lo estaba acostumbrando a no comer y justo cuando lo estaba logrando, se me murió”. ¡No puedes vivir la vida cristiana si no le echas gasolina, si no la alimentas!

Jesús dijo cosas tan duras que la gente no entendió, es más, a partir de esta charla, muchos dejaron de seguirlo porque decían: “Dura cosa está diciendo este hombre. ¿Cómo dice que nos va a dar su carne y su sangre?”  Leemos en San Juan 6:54: 54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

¡No es cualquier clase de vida! San Juan 6:55 y 56 continúa diciendo: 55Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él”. Quien no come la carne ni bebe la sangre de Jesús no permanece en Él, ni tampoco tiene vida eterna. O sea que se trata de una relación muy especial por medio del alimento.

Agrega Jesús: 57Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí” (San Juan 6:57).

¿Entiendes de que se trata de la vida de Cristo en nosotros? Por eso es que el Señor nos quiere muertos ya que no pueden coexistir dos vidas. Desde que soy de Cristo estoy muerto juntamente con Él, muerto a mí mismo, por eso Jesús dijo: “…el que quiera salvar su vida, la perderá…” (Marcos 8:35). Estoy muerto a mí mismo pero estoy vivo para Él, existo para Él. Llega a formarse una relación tal que mi vida existe sólo para Jesús y su vida existe para mí. En ese instante puedo decir que tengo vida eterna y la gloria de Dios se manifiesta en mi, y en ese momento es que el poder de Dios se manifiesta en mi.

Dice la Biblia que somos olor grato del Señor para los que se salvan (2ª Corintios 2:15); en ese momento, los que se van a salvar, cuando nos ven, detectan algo en nosotros, nos huelen y dicen: “¿Qué tiene este?” ¡Tiene la vida de Cristo en él! ¡Las personas son atraídas a Cristo!

Para algunos somos un olor repugnante, pero eso es a los que se pierden, mas los que se salvan, cuando nos ven, descubren que hay una perla maravillosa en nosotros, la unción y la gloria de Dios les toca y les atrae. Esa es la vida que debes tener, no la que debes hablar, es la vida que debe rebozar desde tu interior. El Señor dice en San Juan 6:58: 58Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente”.

En algún momento, Jesús les dijo a sus discípulos: 63El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Se trata de una alimentación espiritual y de comer la vida de Jesús espiritualmente hablando, recibir de Él cada día, la comida que tiene para nosotros. De esa manera la vida se mantiene fresca, fuerte y glorifica a Dios. Esa es la clase de vida que glorifica a Dios, la otra, la que hablamos y hablamos no lo glorifica porque no proviene de Dios, tampoco tiene poder ni unción de Dios. Puede ser que sea la Biblia misma que estemos hablando y también puede ser que Dios se glorifique por su lado pero no será por la vida poderosa que emana de ti.

Quiero que sepas que Dios está preparando un tiempo en el que te vas a sorprender; aquellos que estén recibiendo la palabra con fe van a experimentar cambios gloriosos en sus vidas porque comenzarán a sentir dentro de sí, impulsos que antes no tenían, impulsos de amor por la gente, por los perdidos, impulsos por sanar a los enfermos, fuerza interior que no viene ni de la mente ni del corazón humano. Quien crea recibirá y tendrá esto porque Dios producirá un gran escándalo en el planeta Tierra. ¡Él ha prometido que su gloria llenará la tierra! ¡Digan lo que digan, piensen lo que piensen, crean lo que crean, la tierra es mía dice el Señor! “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan…” dice el salmo 24:1.

¡Dios tiene un plan escondido dentro de cada creyente y tendrá que explotar en tu vida en cualquier momento, porque Él no se quedará sin cumplir su palabra! Lo que los discípulos vieron de Jesús cuando Él estuvo aquí, fue la gloria de Dios. La gente decía: “Ningún profeta ha dicho estas cosas que él dice y nunca nadie ha hecho las cosas que él hace…” Jesús resucitó muertos, sanó enfermos, hizo cosas maravillosas, como cuando les dio de comer a los hambrientos, multiplicando los panes y los peces. ¡Era la mismísima gloria de Dios! Juan dijo: “…y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre…” (Juan 1:14) ¡La gloria de Dios estaba en Jesús! Algunos veían demonios en esa gloria, en cambio otros decían: “nadie puede hacer esto si no está Dios con él” ¡Dios con él!

Jesús dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) y después oró por sus discípulos diciendo: 21para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:21 y 22). Tú no has nacido en Cristo para mostrar tu gloria sino la de Él. ¡Su gloria! No es para que la gente te admire a ti sino para que vean a Cristo en ti y vean su poder en ti. Esto no viene por leer mucho la Biblia ni por orar mucho, aunque las oraciones son buenas si las motivaciones son del Espíritu.

Una persona me decía recientemente: “Hay que orar porque puede suceder esto y lo otro”. Me señalaba todo lo malo que podría pasar entonces había que orar y orar, entonces lo interrumpí y le hice ver que él oraba tanto porque tenía miedo. ¿El motor que te impulsa a orar a ti es el miedo? “¡Oh Padre líbranos de todo mal, líbranos de la muerte y de las acechanzas ocultas Señor!” ¡Está bien que ores y pidas protección pero si te estás haciendo encima no creas que esa intercesión viene del Espíritu Santo!

Tus oraciones tienen que provenir de la vida espiritual que fluye en ti, tus palabras tienen que ser guiadas por el Espíritu que está en ti. Así que se trata de una comunión no de un conocimiento. Hay conocimiento que es vano, es tonto, y hay muchos cristianos que son iguales o peores que los fariseos, discuten de la palabra y de los preceptos de Dios pero lo único que hacen es hablar de religión pero la vida de Cristo no está allí.

Esta clase de vida es la bebida que bebo y la comida que como de mi comunión con Dios, por estar unido a Él. Yo no estoy unido a Dios porque hago cosas que creo que a Él le gusta, o hago todo el bien que puedo y no hago mal a nadie; la comunión con Dios viene del amor que Él me tiene y del amor que yo le tengo. ¡Yo le amo y Él me ama! ¡Ese amor produce comunión e intimidad! En ese amor yo le abro mi corazón a Dios y Él me abre su corazón. En esa comunión Él toma de lo mío y yo tomo de Dios o Él me da de lo suyo.

            EL AMOR DE DIOS: ELEMENTO ESENCIAL

Hay un elemento que es esencial por encima de todo conocimiento y es el amor a Dios; nunca olvides el primer mandamiento. Si tú no amas a Dios, puedes leer la Biblia y conocerla de memoria de tapa a tapa pero eres un metal que resuena y un címbalo que retiñe (1ª Corintios 13:1), por lo tanto, tu vida no sirve para nada ni eres nada, y si tuvieses fe de tal manera que trasladase los montes y no tuvieses amor, tú no serías nada, y nada de lo que hagas sirve para nada porque la vida de Dios se manifiesta en nosotros a través de una comunión que tiene que ver con el amor que yo le tengo y que Él me tiene porque el vínculo perfecto, dice la Biblia, es el amor. ¡El vínculo del amor es lo que nos une!

Hay muchas maneras de interpretar lo que le pasa a una persona. ¿Qué es lo que se ve en ellas? Una cosa es lo que veo desde la perspectiva del amor de Dios y otra es lo que percibo en base a mis experiencias. Por ejemplo, se habla tanto de violencia, de inseguridad y de que el estado tiene que cuidar a los ciudadanos, que, muchos cristianos en lugar de amar a los drogadictos, se cuidan de ellos.

Un creyente, que de tanto querer cuidar a su familia se dedicó a trabajar y a edificar su casa, alejándose así de la iglesia. Creyó que lo primero es la familia, y se dedicó a ella. Logró comprar un terreno en un barrio muy complicado. Los fines de semana, en lugar de asistir a la iglesia, los dedicaba a construir su vivienda hasta que la terminó y después le puso un cerco de madera alrededor. En ese barrio había unos drogadictos; él tiene dos hijas, y esos jóvenes se reunían en la esquina de su casa a drogarse y alcoholizarse, y también insultaban y asaltaban a las personas. El hombre se lamentó: “¿Ahora qué hago, con todo lo que ha costado esto? ¡Estos drogadictos van arruinar todo, van a meterse con mis hijas, tengo que cuidar a mi familia!” Un buen día decidió hacerse amigo de esos muchachos, pero no porque los amara sino para que no les hicieran nada y respetaran a su familia. Te darás cuenta cuál fue su motivación al acercársele a esos jóvenes. Les explicó que no podían dormir a la noche por causa del alboroto que ellos hacían y les pidió amablemente que se fueran a otro lado. Ellos estuvieron de acuerdo, ¡pero en las noches siguientes volvieron a juntarse en la esquina de su casa! El hombre vivía sobresaltado, no podía dormir. Intentó varias veces hablar con ellos pero nada, así que decidió hablar con los padres, pero éstos se enojaron con él, lo echaron de sus casas y lo insultaron. ¡Este hombre quería que los padres se hicieran responsables de sus hijos cuando sabemos que éstos no saben qué hacer con ellos! Así que tampoco obtuvo resultados, entonces acudió a la policía. Los efectivos policiales hablaron con esos jóvenes y ellos les aseguraron que estaba todo bien, ¡pero cuando se retiró la policía le incendiaron el cerco de madera que había construido! Cuando se le agotaron los recursos, vino a buscarme y me confesó que se había alejado de la iglesia y ahora tenía miedo por causa de esos chicos. Me preguntó qué podía hacer y yo le respondí: “¡Ámalos!” Le conté de una abuelita de unos ochenta años que asistía a la iglesia. ¡Hay abuelitas y abuelitas! Una me dijo: “Yo no voy a la iglesia porque mi barrio es peligroso y tengo unos drogadictos en la esquina”, en cambio otra abuela me dijo: “¡Hay unos muchachos tan lindos en la esquina de mi casa! Yo les llevo chocolates y les predico el evangelio” ¡Esa abuela no les tenía miedo a esos jóvenes! Los amaba y les llevaba caramelos, también les hablaba de Cristo. ¿Sabes qué pasó? ¡Esos muchachos la defendían más que a sus propias madres! ¡Ella obtuvo de los drogadictos lo que solamente se puede tener cuando se los ama!

La relación con una persona es distinta cuando se la ama de verdad, con el amor de Cristo, no con un amor egoísta sino con el verdadero amor que echa fuera el temor. Yo no puedo tener temor a una persona que estoy amando, me voy a acercar a ella, no me importa dar la vida si yo la amo, así que le voy a hablar perdiendo cuidado de lo que la otra persona haga. ¡Así es el verdadero amor!

“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1ª Juan 3:16). El verdadero amor se conoce cuando uno da la vida por otro. ¡El amor genera una clase de relación que ningún otro sentimiento puede generar! Si estás resentido con alguien no te podrás relacionar con esa persona. Si te sientes rechazado o rechazas a alguien no podrás entablar una relación ni podrás intimar con esa persona. Pero cuando la gente se sienta amada, el amor tocará sus fibras más intimas.

A nosotros, los chicos drogadictos nos abren su corazón y nos cuentan cosas que tienen muy guardadas, que no les han contado al psicólogo o al psiquiatra; estos los atienden dos veces a la semana, una hora, si los ven muy nerviosos les meten una pichicata, pero los pibes no son tontos, aunque no entiendan mucho saben que esa persona no los ama, los trata para ayudarlos pero no los ama. Sin embargo, hay chicos que nos abren su corazón y nos cuentan sus miserias porque descubren que nosotros si les amamos.

            CONCLUSIÓN

La verdadera gloria de Cristo la conocerás el día que lo ames profundamente, porque desde la perspectiva del amor, las relaciones son muy distintas a las que son generadas por cualquier otro tipo de sentimientos. Ahora, cuando tú ames profundamente a Jesús, y es lo que Él está esperando, se establecerá una relación extraordinaria. Ese día te deleitarás en Él y recibirás de su carne y de su sangre, ese día lo que es de Él pasará a ser tuyo. ¡La vida de Cristo vendrá a ser tu vida! Por ejemplo, voy a la verdulería y compro verduras para hacer una sopa, entonces me como la zanahoria, ésta dejará de ser zanahoria para ser Jorge Márquez; ya no  puede decir: “¡Yo seguiré siendo zanahoria!” Si yo la como y la metabolizo termina siendo parte de mi vida. Si yo como de la carne de Cristo, su carne y su sangre se hacen parte de mi existencia. ¡No puedo explicártelo de otra manera!

Así que no es suficiente leer la Biblia, no es suficiente asistir a la iglesia, haber entendido que hay que diezmar, alabar y adorar. ¡Por sobre todas las cosas hay que amar a Dios! Entonces, en cada experiencia que vivas en tu vida, verás la mano de Dios. En cada experiencia que vivas aprenderás de Dios, verás su gloria y su poder. Por eso, para mí, una nieta no es lo mismo que para otro, en mi nietita yo he visto la gloria de Dios, en el sufrimiento de mi hija al parirla he visto la gloria de Dios, en la sangre de mi hija vi la sangre de Jesús.

¡Ya dejarás de tener experiencias seculares! Todas las experiencias de tu vida serán espirituales porque estarás viendo con los ojos de Jesús, estarás oyendo con sus oídos y Dios te estará hablando en cada detalle. En el canto de los pájaros, en el sol y en el viento, Dios te estará mostrando su gloria, y su gloria será vista en ti. Su gloria significa su fulgor, su poder, sus atributos sanadores, su misericordia, sus dones. ¡Todo lo que es de Dios conforma su gloria!

¡Su gloria será vista en ti! 1Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. 2Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria” (Isaías 60:1 y 2). ¿Lo puedes creer? No sea que por ver los problemas de país, los problemas de la droga y de la delincuencia, etc. dejes de ver la gloria de Dios. ¡Su gloria está pronta a manifestarse! ¡No importa quien sea el presidente o el ministro, no importa nada ni nadie! ¡La tierra le pertenece a Dios, su gloria será vista en las naciones y es tiempo que tú te levantes y resplandezcas, porque aunque viene oscuridad y tinieblas sobre las naciones, sobre ti será vista la gloria de Dios!

Haz una oración y dile al Señor: “¡Glorifícate Jesús en mi vida! ¡Quiero amarte y manifestar tu gloria! ¡Quiero comer diariamente del pan que tú tienes! Tú eres el pan que descendió del cielo, tu carne es verdadera comida y tu sangre verdadera bebida. ¡Enséñame a amarte Señor, despierta tu amor en mi! Que yo vea a las personas a través del amor, te lo pido en el nombre de Jesús. Dame Señor lo que tú tienes, despójame de lo que yo tengo. ¡Te entrego mi vida y mi corazón! ¡Toma mis emociones y mi voluntad! ¡Toma mis pensamientos, Señor te lo pido en el nombre de Jesús! Quiero tu vida en mí, que ella sea vista en mí. ¡Te ofrezco mi corazón, te ofrezco mi vida! ¡Haz tu obra, Señor! En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

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