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Hoy hablaremos de un tema de vital importancia. Cada día, aunque no seamos conscientes de ello, libramos una batalla en nuestro ser: El espíritu quiere doblegar el alma y el alma quiere doblegar al espíritu; el espíritu está de acuerdo con Dios pero el alma está de acuerdo con las emociones, con los pensamientos, de tal manera que muchas veces el cristiano dice: “¿Está Dios en mí?” ¡Claro que está Dios! Está aplastado en algún rincón de tu corazón. “¿Pero me perdonó Dios?” ¡Claro que te perdonó! “¿Y si me perdonó por qué me suceden estas cosas?” ¡Porque no te estás sometiendo a la palabra de Dios! Hoy veremos cuán importante es que nos sometamos a la palabra de Dios; que tomemos decisiones correctas y que vivamos una vida de victoria depende de ello.
Buscar a Dios es algo trabajoso porque el alma se opone a ello, el alma dice: “Hagamos un trato, me volveré espiritual”, entonces comienza a decir, “amén” y “aleluya”. Con tal de manipular y gobernar las cosas del espíritu, el alma se vuelve espiritual. “Voy a cantar igual que Marcos Witt”, dice el alma, y quizás al lado hay otro que está cantando idéntico, pero en el espíritu; quizás tu no distingas quién está cantando en el espíritu y quién en el alma, pero Dios sí lo sabe y a su tiempo, las obras de cada uno se harán manifiestas. No hay nada originado en el hombre con lo cual éste pueda agradar a Dios. Por eso Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24. A Dios no le agrada la alabanza de nuestra alma sino la del espíritu a través de nuestra alma. Lo que necesitas es entender que tu alma tiene que quedar sometida al poder del Espíritu Santo. “Señor, no te quiero cantar en la carne, sino en el espíritu, no te quiero decir que te amo con mi mente, sino que quiero decírtelo con el corazón…” “Pero Pastor, he venido todos los días a las 7 de la mañana al monte de oración y no siento nada… sólo cansancio…” “¡Quédate igual! Pídele a Dios: “Necesito amarte, necesito tu presencia”. ¡Esa es la gran lucha! Observen lo que dice 3ª Juan 1:2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.
El espíritu está muerto antes de conocer a Cristo y es vivificado, pero el alma está viva, sigue viva y puede prosperar, va cambiando y mejorando. Nuestra mente, voluntad y emociones van mejorando, van siendo renovadas, cambiadas, por medio de la influencia del Espíritu Santo en el creyente, pero Dios nunca va a someter tu alma ni enseñorearse de ti, porque te ha dado libre albedrío. Aunque te llames cristiano y hayas dicho, “Soy de Cristo”, Dios cada día esperará que te sometas a él. El ha tomado en cuenta la promesa que le has hecho, “me someto a ti Señor”, sin embargo, te deja libre todos los días de tu vida y decides tú, si vas a someterte a él. Es tarea tuya renovar tu alma, limpiar tu mente.
“Pastor”, dicen algunos, “yo no hice nada, los pensamientos me vienen solos, Dios haz algo…” ¡No! La Biblia dice: “…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Filipenses 4:8. Hay un filtro para lo que debes o no pensar. Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Lucas 9:23. Cada día tienes que buscarle, cada día tienes que someterte a la palabra de Dios, entonces tu alma va a prosperar, va a ser salvada. Dice la palabra de Dios: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21:19) ¡Se lo dice a los cristianos! Así que la tarea de la palabra de Dios, es doble: Por un lado, vivifica el espíritu y por otro lado, somete al alma, con la anuencia diaria del cristiano; recordemos que la palabra de Dios es viva y eficaz y más poderosa que toda espada de doble filo, es viva, es espíritu, “…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida…”, dijo Jesús, (Juan 6:62), de modo que el espíritu que viene con la palabra, da vida al espíritu, pero además somete al alma. Más bien podríamos decir, el hombre se somete a la palabra, entonces, cuando el alma queda sometida a la palabra, el poder de Dios puede moverse en la vida del cristiano.
1ª Pedro 1:22: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu,…” Observen qué distinto es el trato del espíritu y del alma. El espíritu no se purifica, el espíritu está muerto o vivificado, pero el alma es purificada por el lavamiento que se produce por el sometimiento a la palabra de Dios. La Biblia dice: “Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1º Corintios 15:45). Imagínate que haya un creyente que no tenga claro qué proviene del espíritu y qué del alma, de seguro su vida será una continuidad de errores. Me ha sucedido encontrar diez chicas que se enamoran de un chico; las diez han orado, han ayunado, y tienen un versículo bíblico que las respalda y asimismo las diez me dicen: “Pastor, Dios me habló y lo siento profundamente en mi corazón”. ¡Todas me dicen lo mismo! ¿Dónde está el error? Dice un refrán: “Aunque la mona se vista de seda, mona queda”. El alma puede hacerse la espiritual pero jamás será espiritual. El alma dice: “Dámelo a mi. Yo he orado, he ayunado y Dios me dio una palabra. ¡Es para mi!” Y a la misma hora, una chica quizás esté orando: “¡Dámelo a mi Señor!”
¡Cuanta confusión hay por no saber oír la voz del Espíritu Santo, por no saber discernir entre la voz del espíritu y la voz del alma! Es que el alma es engañosa, las emociones del hombre son engañosas… Cuando el creyente se mueve por emociones, ha decidido no servir a Dios, cuando el creyente ya sabe lo que quiere y no está sometido al espíritu, ha decidido no seguir a Dios.
¿Cómo somos salvos? Perseverando en la fe y en la paciencia; guardando estas cosas es que somos salvos. La Biblia habla de determinadas cosas para las cuales no hay pasado, presente o futuro, sino un presente continuo perfecto; no es que Jesús llevó nuestros pecados en la cruz del calvario, sino que su muerte sigue funcionando cada día y su sangre sigue fluyendo cada día. No es que fuimos salvos sino que estamos siendo salvos cada día y el que persevere hasta el fin, éste será salvo, así lo afirmó Jesús: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13). Estoy “metiendo el dedo” en una doctrina que provoca muchas discusiones, pero lo hago muy seguro de lo que digo. ¡Tenemos que luchar por nuestra fe! Dice la Biblia que tenemos que cuidar nuestra salvación con temor: “…ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Filipenses 2:12. Si ya fui salvo, ¿por qué tengo que cuidar mi salvación con temor y temblor? “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”, dijo Jesús (Mateo 16:24).
Si te mueres hoy, ¿a dónde te vas? ¿al cielo o al infierno? No sé cuánto estás luchando por sacar de tu alma aquello que te está ensuciando, no se cuánto te sometes a Dios; he conocido personas que se tiran al suelo, en las noches, por más frío que haya, y oran: “Dios mío, sácame este carácter podrido que tengo, líbrame de mis malos pensamientos”. ¡Y son libres! Habrá un tiempo de lucha, pero la Biblia promete: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Santiago 4:7. Nuestro espíritu ha sido vivificado pero nuestra alma está siendo transformada.
Dice asimismo la palabra de Dios: “…transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…” Romanos 12:2. No se refiere al espíritu sino al alma; hay una guerra en tu mente y ese es el territorio que satanás quiere trastornar. Él pone ideas, pensamientos, deseos y codicias en tu mente, y en la medida que los aceptas, le estás diciendo “no” a Dios pero en la medida que le resistes, aceptas el control de Dios sobre tu vida. No te consideres desgraciado porque resistes la tentación, dice la Biblia: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Santiago 1:12
La salvación no es para aquellos que dicen: “Y bueno Dios, tu ves, yo hice lo que se podía”. ¡No es así! Nosotros tenemos nuestra parte. Y tenemos a nuestro favor al Espíritu Santo. Si quiero la victoria, la llenura del Espíritu Santo, tengo a Dios de parte mía, si yo lucho y estoy sometido a él, él me respalda y está conmigo en todas mis debilidades.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Hebreos 4:12
El problema más grande del creyente es no saber discernir entre la voz del alma y qué viene del espíritu. El creyente carnal tiene mezcladas las cosas del alma con las del espíritu. El alma se quiere volver espiritual y se mezcla con las cosas del espíritu y entonces dice: “Mandaré un pensamiento espiritual”, pero ella no produce nada espiritual. Yo estaba en una iglesia, donde había personas que oraban tipo informe: “Padre querido, te doy gracias porque esta semana tu me pusiste delante de mí esa persona, y yo le oré y le dije…” ¡Estaban informando al resto de la gente todo lo que hicieron! En esa oración no interviene el espíritu sino el alma. Si quieres descifrar qué es del alma y qué es del espíritu, atesora la palabra de Dios, ella te dará el discernimiento que necesitas para saber qué viene del alma y qué del espíritu de Dios. ¡Es fundamental saber esta diferencia! La palabra de Dios es la que penetra hasta partir el alma y el espíritu. El alma es nuestro yo y debe ser crucificado.
Muchas veces Dios nos pregunta: “¿Quién va a mandar, tú o yo?” “Tu señor, pero tengo una excelente idea”. “¡No! ¡Tus ideas no me sirven! ¡Yo tengo mis caminos y mis pensamientos!” dice Dios. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. Isaías 55:7. ¿Quién no es inicuo? ¡El que deja sus propios pensamientos!
Hoy es el momento de recomenzar una guerra que ya tenías abandonada.
¿Cuántas veces has tomado decisiones creyendo que Dios te respaldaba y te fuiste de bruces? ¡Hoy es tu oportunidad para iniciar una nueva relación con Dios! Hoy puedes comenzar el camino, a través del cual podrás discernir con claridad la voz de Dios. ¿Cómo? Es necesario que sometas a Dios tus pensamientos, tus emociones, tu voluntad. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:
“Padre querido, reconozco que hasta hoy, he vivido de acuerdo a mis emociones, a mis pensamientos, a mis deseos. ¡Limpia mis pecados! ¡Lávame con tu sangre preciosa! Te entrego mi vida, mis pensamientos, mi voluntad y mis emociones. Quiero vivir de acuerdo a tu voluntad, me someto a ti, y te pido fuerzas para cada día tomar mi cruz y seguirte. No quiero ser un cristiano que dependa de mis emociones, quiero depender enteramente de ti, y hacer tu perfecta voluntad. Creo, por la fe, que entras en mi vida y te sientas en el trono de mi corazón. ¡Lo creo! En el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: