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Leemos en Génesis 27: 27 al 29: “27Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, Como el olor del campo que Jehová ha bendecido; 28 Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto. 29 Sírvante pueblos, Y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, Y benditos los que te bendijeren”.Esta fue la bendición profética de Isaac sobre su hijo Jacob cuyo nombre significa “engañador” o “el que suplanta”, pero con el tiempo Dios le cambió el nombre y lo llamó Israel, que significa, “El que lucha con Dios” o “Dios lucha”.
Además de Jacob, el otro hijo de Isaac fue Esaú; éste era el primogénito, a quien le correspondían las bendiciones, y legalmente, la herencia de la primogenitura, como sucede en la monarquía, donde si muere el rey, el trono le corresponde al primer hijo varón. Este pues, era el responsable de administrar todos los bienes del padre cuando éste hubiera fallecido y sus hermanos debían seguirle como hacían con el padre. Así estaba estipulado según la ley de aquel entonces.
Ahora, Esaú fue un hombre carnal y por lo que demostró, le importaba un bledo su primogenitura. A él le gustaba cazar y disfrutaba de la vida de campo. Jacob en cambio, era mentiroso y engañador así como sugería su nombre. Estos dos hermanos eran pecadores y ninguno de los dos tenía méritos para recibir bendición; igualmente, ninguno de nosotros contamos con méritos para recibir la bendición de Dios, pero tengo una buena noticia para ti: Aunque no te la merezcas, El quiere bendecirte, si es que lo anhelas.
Se estilaba en aquel entonces que cuando el padre estaba a punto de morir transfería la bendición a su primogénito. Isaac llamó a Esaú y le dijo: “3Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; 4y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera” (Génesis 27:3 y 4). Así que Esaú se fue al campo a cazar. Mas Rebeca, la mujer de Isaac, escuchó todo y corrió a decírselo a Jacob. Entonces ella lo mandó a buscar dos cabritos del ganado para hacerle un guisado a Isaac tal como a él le gustaba y se lo llevaría al padre para que coma y lo bendijera antes de su muerte. “¿Cómo voy a presentarme a mi padre como Esaú, si él es velludo y yo lampiño?” comentó Jacob. Leemos en Génesis 27:15 y 16: “15Y tomó Rebeca los vestidos de Esaú su hijo mayor, los preciosos, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob su hijo menor; 16y cubrió sus manos y la parte de su cuello donde no tenía vello, con las pieles de los cabritos”.Jacob temía que si su padre descubría el engaño, la maldición caería sobre él, pero su madre le dijo: “No te hagas problema ya que yo soy la responsable, sea sobre mí la maldición”. Entró entonces, Jacob, a la tienda de Isaac con el guisado; había cazado más rápido que ligero y su padre le preguntó: “¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío?” Entonces lo hizo acercarse; leemos en Génesis 27:22: “22Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú”.El viejo ya no veía y parece que tampoco oía bien porque si no, se hubiera dado cuenta que no era Esaú. La madre le había puesto los vestidos de Esaú a Jacob, entonces, cuando éste se acercó al padre y lo besó, olió Isaac el olor de los vestidos de Esaú y lo bendijo. Notemos que aunque no veía ni oía bien, sin embargo olió. En aquel entonces no había las fragancias que hay hoy en día así que cada persona tenía un aroma particular. Quien cuidaba ovejas tenía olor a ovejas, el que trabajaba en el campo y sudaba olía a perfume de sobaco. ¡Cada persona tiene un olor particular y mientras menos se baña, más perfumada está! Yo no tengo olfato para identificar el olor de cada persona pero cuando como ajo, mi señora a la distancia me huele y me dice: “¡Estuviste comiendo ajo!”
Lo cierto es que Isaac no andaba bien de la vista ni del oído, pero su olfato funcionaba lo más bien. Así que cuando olió se convenció que era Esaú. Entonces puso su mano sobre Jacob, que era lo que se estilaba y lo bendijo. “Mira, el olor de mi hijo. Como el olor del campo que Jehová ha bendecido”. Esaú tenía el perfume del campo. Y agregó Isaac: “28 Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto. 29 Sírvante pueblos, Y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, Y benditos los que te bendijeren” (Génesis 27: 28 y 29). ¡Esta bendición se está cumpliendo hasta el día de hoy! A veces se dice que Estados Unidos se inclina de rodillas delante de Israel. ¡Y eso no es nada! Hay una manifestación extraordinaria guardada para Jerusalén cuando Cristo gobierne desde allí al mundo. En el milenio Israel será puesto como cabeza de naciones, las que vendrán en busca de su favor.
El ex presidente de Venezuela Hugo Chávez maldijo desde sus entrañas al pueblo de Israel. Al poco tiempo se le diagnosticó cáncer e imploró a Jesús que lo sanara pero también consultó a los brujos. ¡A quien parecía que iba a gobernar por muchos años se le acabaron los días! Tristemente el actual presidente Maduro maldice a Israel con la misma intensidad que Chávez y la nación de Venezuela está atravesando una gran crisis al punto de convertirse en el país más violento de Latinoamérica. ¡Yo te recomiendo que ames la nación que Dios ama!
Cabe decir que Israel no es la mejor nación del mundo ni es buena. Tal vez tú has pensado que eres una buena persona pero déjame decirte que Dios no bendice a las personas porque sean buenas y justas. Tú no tienes mérito alguno por el cual Dios te tiene que bendecir. ¡El Señor no te bendice por los méritos que has conquistado! Muchos dicen que irán a la iglesia cuando estén bien pero tú no estarás bien nunca, por lo tanto debes acercarte a Cristo para estar mejor porque cuando lo haces, Él te bendice y te transforma. ¡Tú serás mejor después que el Señor te haya dado su bendición y no antes! Antes de la bendición eres una persona mala, mala, mala, pero después de la bendición eres malo en proceso de santidad. ¡Tú no mereces la bendición de Dios! Y no depende de tu cara, porque no se trata de que Dios bendice a los lindos y a los feos los maldice.
Jacob se presentó ante su padre y consiguió su bendición. Al tiempo llegó Esaú con la caza: “31E hizo él también guisados, y trajo a su padre, y le dijo: Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga. 32Entonces Isaac su padre le dijo: ¿Quién eres tú? Y él le dijo: Yo soy tu hijo, tu primogénito, Esaú. 33Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito” (Génesis 27:31 y 33). ¡Ahí nomás se supo que fue Jacob el suplantador!
¿Si tú fueras Dios, bendecirías a Jacob? ¿Por qué Dios bendeciría a un engañador? Para poder entender, vayamos un poco más atrás en la historia. Un día llega Esaú del campo con mucha hambre, y dice la Biblia que vendió a su hermano Jacob su primogenitura por un plato de lentejas. Hay personas que son capaces de sacrificar lo espiritual por lo carnal o lo vano. Su deseo por lo vano es tan grande que menosprecian lo espiritual. Un día, una joven me dijo que Dios la llamaba a la India; por dos años me lo recordó y yo la mandaba que siguiera orando. Al tiempo le dije que comenzara a estudiar el idioma y si realmente era un llamado de Dios, se esforzara en conocer acerca de la historia y la geografía de esa nación. Ella estaba convencidísima de que Dios la llamó para ir a la India. ¿Sabes hasta cuándo le duró el llamado? ¡Hasta que apareció un joven y se enamoró de ella! En ese momento se olvidó del llamado. Hay mujeres que cambian el llamado de Dios por un hombre, al punto de apartarse del Señor y del evangelio. Lo mismo sucede con los hombres. ¡Esto es muy triste! Ante el llamado de Dios y el valor de las cosas espirituales están atados con eso que anhelan y que no quieren soltar, restándole importancia a lo que realmente vale. Otra joven me dijo que le costaba ayunar porque siente que se muere cuando lo hace. Tus ansias de comer son más intensas que las ganas de conseguir el triunfo en lo espiritual. ¡No tienes dominio! Tú miras la bendición desde lejos y piensas que nunca llegarás y que Dios nunca te la dará.
Relata la Biblia que llegó Esaú del campo, hambriento y sintió el olorcito a guiso de lentejas, tal como a él le gustaba. Entonces le pidió al hermano que estaba preparando la comida que le diera un plato y Jacob a cambio le pidió que le vendiera su primogenitura. Y Esaú le contestó: “…He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?”(Génesis 25:32) ¡Cambió su primogenitura por un plato de lentejas! Señala la Biblia que Esaú menospreció la primogenitura. ¡Qué burro! ¡Mira si se iba a morir por no comer! ¡Era un carnal! Entregó su primogenitura, se comió las lentejas y cuando quiso ver: “¿Y mi primogenitura? ¡Huy, se la llevó el suplantador!” A mi entender, ni Esaú, ni Jacob llegaban al nivel de santidad y de consagración del que se pudiera decir que tanto uno como el otro se merecían la bendición de Dios.
Entonces, ¿por qué Jacob se llevó la bendición? Porque la anhelaba y estaba dispuesto a engañar, a mentir, a robar para obtenerla. ¡Estaba dispuesto a todo porque era un pecador! Pero había un elemento que lo diferenciaba de su hermano, y no era precisamente su santidad sino su corazón. ¡Jacob anhelaba la bendición! No es que Dios no haya visto que actuó con injusticia y con engaño, ¡claro que lo vio! Pero de todas formas primero lo bendijo porque el Señor primero te bendice y su presencia comienza a producir cambios en tu vida. Pero Él necesita que tú le des el primer lugar a su bendición, a sus planes y a su voluntad.
Algunos ganan una miseria en sus empleos y dicen: “Si Dios me llama y hago lo que me manda ¡me voy a morir de hambre!” Creen que Dios no paga o que se olvida. Algunos creen que serán infelices si hacen la obra de Dios o que si eligen lo espiritual les irá mal. Quiero decirte que aquellos que aman a Dios y buscan sus bendiciones les irá bien a pesar de lo pecadores que son porque Dios no es deudor de nadie. ¡Dios es Dios de bendiciones y espera encontrar corazones que le den valor a lo que Él valora! ¡La gloria de Dios sobre tu vida vale más que un plato de comida o una siesta!
“Bien le pusieron el nombre, suplantador, porque dos veces me ha suplantado”, dijo Esaú. “La primera vez se quedó con mi primogenitura y ahora se queda con mi bendición. ¡Lo voy a matar cuando muera mi padre!” Lloró amargamente y le dijo a Isaac: “Padre, ¿no tienes una bendición para mí?” Y su padre le respondió: “Hijo, ya he puesto a tu hermano sobre ti y tú serás su siervo ahora. Le he dicho que naciones se le someterán. Lo he bendecido con el rocío del cielo y la grosura de la tierra. ¡Le he dado de todo! Lo he bendecido y será bendito”. Así es que comienzan el camino de la bendición, los pecadores como tú y yo. Los que buscan a Dios comienzan a darse cuenta cuánto valor tienen sus proyectos y empiezan a dedicar tiempo y esfuerzo a esas cosas sin importar lo que suceda. Y si les sucede algo malo ellos saben que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien. ¡Todo el bien que venga es de Dios, aún el mal que venga es de Él; y tanto lo bueno como lo malo será para bendición de mi vida sí o sí! ¡Dios sabrá qué hacer conmigo!
Jacob tuvo que huir de Esaú y comenzó a pagar las consecuencias de su pecado, pero aun así, él tenía temor de Dios, e hizo voto diciendo: “…Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, 21y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. 22Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”(Génesis 28:20 al 22). Comenzó a buscar a Dios y a caminar con Él. ¡Jacob era un luchador que venció! Cuando decidió encontrarse con su hermano Esaú tenía miedo de que éste lo matara, entonces hizo que todos los que iban con él se adelantaran y se quedó solo. Esa noche luchó con un ángel hasta que rayó el alba. El ángel le dijo: “Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: “No te dejaré, si no me bendices”. ¡Jacob no hacía bien las cosas pero sabía muy bien lo que quería! Yo te pregunto a ti, ¿a qué estás aferrado? ¡Jacob se aferró a Dios y le dijo” no te soltaré hasta que no me bendigas”!
Volviendo al tema del olor, éste actúa también junto con la memoria. Mi cuñado, que murió hace poco, y yo, de jóvenes éramos amigos y nos veíamos casi todos los días. Él usaba un perfume muy peculiar y cada vez que nos juntábamos, se podía sentir. Luego se casó y se fue a vivir a otro lado, por lo que nos dejamos de ver en varios años. Sucedió que cuando yo llegaba a algún lugar y sentía el olor a ese perfume, me acordaba automáticamente de mi cuñado. ¿Te ha pasado que al percibir ciertos olores recuerdas alguna cosa relacionada con ese aroma? Para algunos, determinados olores les recuerdan circunstancias, malas o buenas, que han vivido. El olor vincula, a la persona que tiene esa fragancia con alguna otra persona o con Dios. En el Antiguo Testamento se habla de una ofrenda especial, el holocausto, esto es, ofrenda del todo quemada. Hay muchos holocaustos para varias circunstancias, pero en todos los casos, en este servicio se degüella un animal, y su sangre se vierte sobre el altar y sobre la persona que sería limpiada de pecado. Porque la sangre representa la vida de ese animal que se presenta como sustituto de la persona que requiere el perdón de sus pecados. Y cuando Cristo muere en la cruz del calvario, su muerte es un holocausto; Él se ofrece delante de Dios y su sangre es derramada en la tierra de donde proviene el hombre. La sangre de Jesús, dice el apóstol Pedro, ha sido rociada sobre nosotros; entonces, nosotros tenemos olor a María, a Juan, o como te llames, u olor a Cristo. Por lo tanto, Dios tiene nariz, porque cuando se ofrecen sacrificios a Él, cuando se elevan a Él oraciones, suben como una fragancia de grato olor a su presencia. Hay vidas cuyos anhelos suben delante de Dios como olor grato o fragante. Y los que somos de Cristo, los que fuimos rociados con su sangre, y vivimos como Él y hacemos sus obras, sube su fragancia a través nuestro, la de Cristo, delante de la presencia del Padre.
Dios se inclina, huele para sentir qué olor sale de nosotros y dice: “¡Este ha sido lavado con la sangre del Cordero!” Si sale olor a Cristo es porque nosotros hemos desaparecido, porque he muerto a la carne y he aceptado la cruz, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí. A Dios no lo podemos engañar como Jacob ha hecho con Isaac. Si hueles bien es porque eres de Cristo, no te puedes disfrazar con sus vestiduras. ¡La nariz de Dios funciona mejor que la de Isaac!
Nosotros hemos sido cubiertos con la sangre de Cristo, esto significa que, cuando Dios mira nuestra vida, si estamos cubiertos con la sangre del Cordero, ve la vida de su Hijo. ¡La vida está en la sangre! Y si estoy cubierto con la sangre de Cristo, Dios no me ve a mí sino a Cristo que me cubre con su sangre. ¡No importa tu cara! ¡Ya no importan los hechos que cometiste! ¡Lo que vale es que la sangre de Cristo te ha cubierto y te ha limpiado! ¡Ya no tienes pecados porque éstos han sido borrados! ¡Tienes vida y vida eterna por causa de aquel que venció la muerte!
Pero, a aquel que le gusta más un plato de lentejas que la bendición, tiene otro olor. Dios no te bendecirá porque te esfuerzas en ser un mejor cristiano, Él hace mejores a las personas, tú no te puedes mejorar solo.
¿Cuál es la diferencia entre Jacob y Esaú? No mereciendo ninguno de los dos la bendición de Dios, había uno que la anhelaba y ese era Jacob. Entonces Dios decidió bendecirlo y enderezarlo. Jacob no terminó sus días como había sido, sino como un adorador; terminó sus días habiendo experimentado cosas extraordinarias con el Señor. Jacob tuvo doce hijos, de los cuales salieron doce tribus. Nunca más se llamó Jacob sino Israel, y de esas doce tribus surgió una nación hasta el día de hoy.
Cuando Jacob fue a recibir la bendición de su padre, no tenía la más pálida idea de que de sus lomos saldría una nación. Él no conocía los planes de Dios. Y aquí viene la última enseñanza de este mensaje. Cuando Jacob se inclinó delante de su padre para recibir la bendición, puso su cabeza y el padre puso la mano sobre él impartiéndole bendición. Si tú te inclinas delante de Dios y dices: “Padre, bendíceme, dame un auto rojo, súper sport, de doce cilindros”; si te inclinas delante del Señor y crees que bendición es lo que tú quieres, no sabes lo que es bendición. Bendición no es lo que tú le pides a Dios sino lo que Él tiene planeado darte. Tal vez le pides una casa y Dios te dice que serás una nación. Cuando uno busca a Dios, no le tiene que pedir lo que anhela su corazón, y puede que el Señor te de lo que le pides, pero eso no es la bendición. Bendición es que te presentes delante de Dios, que el Señor te de lo que Él quiera y tú te vayas feliz porque te ha bendecido.
Muchos cristianos, en su relación con Dios, me hacen recordar a algunos hijos que reaccionan con sus padres de la siguiente manera: el padre regresa de trabajar; el hijo lo ve y corre hacia dónde está él, entonces, éste se alegra de que su hijo lo venga a recibir. El padre extiende sus brazos y le dice: “Venga mi amor”, pero el niño se para y le dice: “¿Me trajiste chocolate?” Si el padre le dice que se olvidó de traerle chocolate, el hijo comienza a berrinchar porque el niño cree que la bendición es el chocolate y no ve que su padre es la bendición. Nos sucede que creemos que la bendición es lo que nosotros le pedimos a Dios y Él nos lo da, pero eso no es la bendición sino un regalo que el Señor te da para que no embromes más. Más bendición es que Dios ha decidido que reinarás con Él. ¡Eso es lo que tienes que valorar! Bendición es el propósito de Dios sobre tu vida; es que hagas y seas lo que Él quiere de ti, y no que te deje hacer lo que tú quieras.
Con la bendición sucede igual que con la obediencia. Cuando se acerca alguien a hablar conmigo, veo que no viene a pedirme consejo sino a que yo le confirme o le dé para adelante en eso que ya ha decidido hacer. Por ejemplo, un hombre me dice: “A ver qué piensa usted, pastor. Yo estoy pensando en dejar a mi señora porque no la aguanto más por esto y por esto”. “Pero ese no es motivo para que le dejes” le respondo. “¿Viniste a buscar un consejo? ¿Me vas a obedecer en lo que te diga?” “Si”, me contesta. “¿Qué me va a pedir?” “Yo quiero que me digas si me vas a obedecer o no, antes de que yo te lo diga”. “Bueno, pero usted me tiene que decir qué es lo que me va a pedir porque entonces no le puedo contestar si lo voy a obedecer o no”. El asunto es que si me gusta lo que me pide, lo voy a obedecer con mucho gusto, pero si no me agrada, no lo voy a obedecer. Algunos tienen por concepto que la obediencia es hacer de acuerdo a lo que a mí me gusta. Yo admiro a aquellos a los que no les gusta lo que yo les pido, pero lo hacen con amor, y Dios también lo ve con buenos ojos. ¡Respeto mucho a esas personas! En cambio, hay algunos que se les desfigura la cara y dicen: “Lo voy a hacer sólo por obediencia”. ¡Te ladran! ¡Eso no es obediencia! Ponle otro nombre, como, enojo camuflado, por ejemplo.
Si le regalas un juguete a algún niño, a los minutos de haber jugado lo deja de lado, ya no lo quiere más. ¡Tú se lo compraste con un amor tremendo! Pero Dios no le da juguetes a quienes no saben agradecerle el regalo que les ha dado. Dios quiere que valores su bendición al punto de decir: “Si tengo que dejar mi casa y mi familia lo haré”, “Si tengo que dejar a mi novia lo haré, pero yo voy a hacer la voluntad de Dios porque quiero su bendición y le voy a dar la prioridad a Él”. “¿Pero si me dedico a hacer la voluntad de Dios y me muero de hambre?”¡Qué mal concepto tienes de Dios! ¡Cuánto miedo le tienes! “¿Qué me dará Dios a cambio?” He visto en algunas iglesias que, para retener a alguien, para que no se vaya, lo ponen a tocar un instrumento, a cantar o a predicar, aunque esta persona esté en adulterio. Así sucedió en una iglesia, con un hombre que seducía a las mujeres de la congregación, y para no armar alboroto, lo pusieron de líder. ¿Eso es buscar la bendición o apreciarla?
Cuando pongo mis manos sobre las personas sé que es la mano de Dios sobre ellos. ¡Dios me guarde de bendecirte con la bendición de Márquez! Cuando impongo las manos lo hago con fe creyendo que te bendigo en el nombre de Jesús. Pero para recibir la bendición, tienes que estar disponible para Dios, renunciar a lo que sea necesario, y decirle a Señor: “Lo que tú digas haré y será una bendición. ¡Yo quiero tu bendición! Hazme apreciar lo que realmente tiene valor y ayúdame a sacar de mi vida lo vano y carnal. Yo no quiero ser como Esaú”. Señala la Biblia que aun después, deseando Esaú heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas, esto está en Hebreos 12:17: “Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”. ¡No vengas llorando después con lágrimas de cocodrilo!
Todos los días atiendo personas que han perdido la bendición porque amaron más otras cosas que lo que el Señor tenía para ellos. Hoy Dios quiere bendecirte y no por tu linda cara o porque has hecho las cosas bien, sino porque anhelas profundamente su bendición, la que transformará tu vida y cambiará el rumbo de tu existencia. Dile al Señor: “Lo que tú quieras, dónde tú quieras. Seré feliz si tú estás conmigo. Pongo delante de ti mi empresa, mi negocio, mis estudios, lo que quieras llevarte, llévatelo Señor. Haz tu obra en mí. Solamente bendíceme Padre, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: