JESUS: LA MARCA EN LA HISTORIA - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

JESUS: LA MARCA EN LA HISTORIA

INTRODUCCIÓN

Hay varias corrientes que insisten en que no debemos celebrar la Navidad, que no es una fiesta que Dios haya ordenado; corrientes mesiánicas y cristianas evangélicas señalan que es una celebración idolátrica. Una persona escribió en mi página de Facebook y me dijo que íbamos a ser condenados por incitar a la idolatría a la iglesia; porque el veinticinco de diciembre es una fecha consagrada a un dios de no sé donde. Yo le respondí que no adoro a ningún otro dios, sólo al Dios creador del cielo y de la tierra que me amó y envió a su Hijo Unigénito para salvarme, perdonando mis pecados, limpiando mi expediente, dándome vida eterna y haciéndome hijo de Dios. A los que creyeron, a los que le recibieron, a esos les fue dada potestad de ser hechos hijos de Dios y yo soy uno. ¡Ese es el Dios que yo adoro! Honro el amor de Dios hacia mí y hacia aquellos a quienes les ha llegado su amor. Y de tal manera te amó Dios que dio a su Hijo, y ese Hijo te amó de tal manera que tomó tu lugar en la cruz del calvario, pagando el precio que te correspondía pagar por tus pecados. Si Cristo no hubiera vendido al mundo, ¿dónde estaríamos?

Las siglas AC y DC nos indican que la venida de Cristo dividió la historia de la humanidad en dos, de tal manera que los acontecimientos que tuvieron lugar antes de la existencia de Cristo se identifican con la sigla AC; y si ocurrió después de la venida de Cristo se identifican las fechas con la sigla DC. Nadie marcó la historia, el tiempo o el calendario como lo hizo Jesús, por lo que es un hecho trascendente; y han habido imperios, héroes y acontecimientos increíbles en la historia, pero ninguno marcó la historia como lo hizo la venida de Cristo. O sea que la venida de Cristo es una marca o señal en la historia de la humanidad.

AC – DC

Para muchas personas, la fecha de su cumpleaños es importante. Mis padres siempre me festejaron mi cumpleaños; ese día había fiesta. Es que para la familia y allegados es importante la fecha en la que una persona llegó al mundo; pero ningún ser humano marcó la historia de la humanidad como lo hizo Cristo.

El año 2001 nos recuerda un hecho histórico importante y fue la caída de las Torres Gemelas; y este acontecimiento tuvo lugar dos mil un años después de Cristo. Toda fecha importante nos señala dos cosas: que ocurrió algo trascendente y que esa referencia tiene que ver con la venida de Jesús al planeta Tierra. ¡Yo soy un adorador del Rey de reyes y Señor de señores, el que marcó la historia de la humanidad!

¿Qué nos sugiere el año 1945? El fin del Holocausto. Otro hecho histórico, trascendente e importante que no olvidamos. Ese año nos sugiere el fin de una masacre, pero esa fecha está referida a mil novecientos cuarenta y cinco años después del nacimiento de Jesús. Los empresarios ateos no creen en Dios, pero muchos, a la hora de firmar cheques tienen que poner la fecha de emisión del documento; ellos no creen en Dios, pero afirman que se está emitiendo el cheque en una fecha referida al Dios en el que ellos no creen. Lo mismo sucede con los agnósticos. Aunque nosotros tampoco tenemos mucha conciencia de un hecho trascendente particular, y es que, cada vez que transcurrimos una fecha especial estamos dando por sentado el tiempo que ha transcurrido entre ese acontecimiento y la venida del Señor Jesús. Oro para que dejes que Jesús marque tu vida como ha marcado la historia de la humanidad. Yo tengo un antes y un después de Cristo, y sé que hay muchos que no podrán olvidar nunca el día que le pidieron a Jesús que entrara a sus vidas. Un día Jesús entró en la humanidad y lo cambió todo; y un día entró a mi vida y cambió todo.

En el año 1951 ocurrió un hecho muy trascendente, mi nacimiento. ¡Esa es una fecha importantísima! Y a pesar de que es un hecho trascendente y una fecha muy importante, no deja de estar referida al hecho de que el apóstol Jorge Márquez nació mil novecientos cincuenta y un años después de la venida de Jesús al mundo.

Tenemos un Dios que no ha pasado desapercibido. Nadie podrá decir que no sabía o que nunca se enteró. Hasta las naciones comunistas y ateas, esos países que se levantan contra Dios y la democracia, tienen un calendario marcado por la venida de Jesús. Y no es poca cosa la venida de Jesús. No se trata de la llegada de un ser humano cualquiera; se trata de un ser muy especial e importante, y el más trascendente ser humano que habitó en el mundo. Nosotros honramos a los libertadores que han logrado la independencia de las naciones; pero debiéramos honrar más a aquel que vino a conquistar nuestra libertad. Dice la Biblia que no hay justo, ni aun uno (Romanos 3:10). No es que Jesús vino a libertar una nación, un pueblo o una familia en especial; Él vino a libertar a las naciones. Jesús vino a ofrecerle perdón, paz y libertad a todas las naciones de la tierra.

Mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo no sabían que yo iba a nacer; no estaba profetizado. Mi mamá, cuando estaba embarazada oraba que yo fuera nena porque quería una compañera con quien tomar mate. Ni siquiera mi mamá tenía idea de quién iba a ser ese gran hombre que nacería. Para todos yo sería un anónimo. Mi mamá no vislumbraba que quien nacería sería un apóstol y no una nena con la que ella tomaría mate. Pero con Jesús no fue así. Su venida había sido anunciada desde el principio de la historia de la humanidad. Lo de Jesús estaba anunciado con palabras de poder de Dios.

LA PROFECÍA

Cuando Dios se enojó por causa del pecado de Adán y Eva y le preguntó al hombre por qué había desobedecido y había pecado, y como es lógico, Adán le dijo que fue la mujer que Él le había dado la que lo incitó a pecar. Digo que es lógico porque siempre que metemos la pata acusamos a los demás. Y cuando Dios le preguntó a la mujer por qué había pecado, Eva tenía también a quién echarle la culpa, y la culpa cayó sobre la serpiente. No obstante, satanás, habiendo sido un querubín perfecto; Dios maldijo a ese querubín que tentó al hombre y lo hizo caer. Dios sentenció a la serpiente diciéndole: “Maldita serás”. Sin embargo, fue tal su amor por la humanidad que no maldijo a Adán ni a Eva. Solo hizo mención de las consecuencias que sufrirían ellos y toda la humanidad por causa de haber pecado; y aun así nos dio la salida. Y le dijo a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). Ese fue el que vino al mundo y le pisó la cabeza a satanás en la cruz del calvario.

Celebramos cada año a ese niño que nació en la primera Navidad. ¡Bendito sea Dios que tuvo misericordia de la humanidad desde que ocurrió el primer pecado! Él nos ama de tal manera y tuvo misericordia de nosotros que nos proveyó una salida. Dios declaró que se levantaría un descendiente de mujer que le iba a pisar la cabeza a satanás; por cuanto él había hecho caer a la cabeza del mundo y este era el hombre, por lo tanto, Dios iba a hacer caer a la serpiente mediante un hombre. Y Dios se hizo hombre porque no había ni uno que no haya pecado. Dios mismo vino y se encarnó.  Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14), escribió el evangelista Juan.

En el Antiguo Testamento encontramos muchas señales acerca de la venida del Señor, como profetizó Isaías por ejemplo cuando dijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6). Que lo sepan los que dicen que Jesús no es Dios. En el Antiguo Testamento se le da nombre a ese niño que iba a nacer, cuyo hombro soporta el principado y será quien gobierne con vara de hierro las naciones. A ese niño se le llama Padre Eterno. Se le da el nombre del Padre y Jesús declaró: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Pretendo taparles la boca a los que enseñan que Jesús es meramente un hombre. ¡A mí no me salvó un hombre! ¡A mí me salvó Dios! ¡Dios tomó mi lugar! Dios se hizo hombre, tomó mi lugar porque tuvo misericordia de mí. No fue un hombre el que venció el poder de satanás. ¡Lo venció Dios! Dios despojado, Dios hecho hombre.

LA SEÑAL

También profetizó Isaías cuando dijo: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14). Emanuel significa: Dios con nosotros. ¿Cuál es la señal que Dios le dio a la humanidad? Que la salvación vendría a través de un niño. Él se introdujo al mundo como un niño. ¿Cómo? A través de una virgen. Y la Biblia señala de varias maneras que el Espíritu Santo cubrió a María.  Ella concibió del Espíritu Santo. Los ateos, los científicos y agnósticos se ríen, pero yo le creo a la palabra de Dios. Una mujer que no había tenido relaciones sexuales, que fue tocada por el Espíritu Santo y la que continuó siendo virgen estando embarazada. Mateo lo relata de la siguiente manera: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mateo 1.18).

Nosotros celebramos justamente, el nacimiento del más grande de todos los seres que habitaron en el mundo. Hubo muchos que fueron grandes, pero Jesús es el más grande de todos. Es Dios con nosotros. Era necesario que ocurriera esto; por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios, señala la palabra de Dios. Por cuanto no hay uno en quien confiar ya que no hay uno que pueda ser nuestro fiador; Él tomó forma de hombre. En Hebreos 2:14 leemos acerca de Jesús: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Jesús se hizo uno como nosotros, pero sin pecado.  

EL CUMPLIMIENTO

La señal se cumplió a su tiempo, tal como leemos en Lucas 2:10-12 cuando un ángel del Señor se les presentó a unos pastores; el cual les dijo: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.

¿No había una forma más digna de nacer para un ser tan importante? ¿No habría otro escenario para tal acontecimiento? ¿No hubo fiesta ni música para darle la bienvenida a quien iba a marcar tan poderosamente la historia de la humanidad? Podría haber habido, pero no hacía falta. Porque Dios es humilde. Él podía cumplir su propósito sin tantos preámbulos. Y Él con su poder puede llegar al corazón triste, a la persona más necesitada; Él puede llegar a la vida de quien está debilitado por la droga, por el alcohol, etc. Jesús no necesitó propagandas al venir al mundo. Ese que marcó el calendario, también marcó la historia de la humanidad. La señal se cumplió. Desde que Isaías lo profetizó pasaron por lo menos, setecientos años; y la palabra de Dios se cumplió. Desde Abraham hasta Jesús hay dos mil años, y desde Jesús hasta la actualidad hay dos mil diecinueve años. Esto es significativo. Jesús partió a la mitad la historia de la humanidad.

Mateo 1:18 en adelante relata lo siguiente: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

CONCLUSIÓN

En el último encuentro que tuvo lugar en Monte Beraca, una mujer lloraba muy conmocionada. Ella le pidió perdón a Jesús por sus pecados. Sus palabras, entre sollozos fueron: “Yo vine cargada de pecados, pero sentí un alivio como que algo salió de mí. Me siento más liviana. Siento que Jesús me ha perdonado. Èl entró en mi vida”. Tal vez tú aun no has experimentado el hecho tan trascendente de que Jesús haya entrado a tu vida. Y es que, una cosa es escuchar historias acerca de Jesús, y otra muy distinta, es tener un encuentro con el Salvador y pedirle que te perdone y te salve. Él va a dividir por la mitad tu historia en un antes y un después. Ya nunca más podrás ser la misma persona. Tal vez las lágrimas que derramas, la impotencia que sientes o la violencia que se apodera de ti es porque no sabes cómo manejar tu vida. No has logrado tener dominio propio, las circunstancias te han ganado la pulseada; entonces vienen deseos de insultar o de agredir, vienen deseos de encerrarte en tu soledad o de vengarte por lo que te han hecho. Y aun así no has alcanzado paz en tu corazón. Tu alma clama porque necesita a Jesús. Quizás no puedes perdonar a alguien que te ha hecho mal, pero no puedes volver atrás el reloj. Y necesitas que Jesús satisfaga la opresión que te causó quien tanto daño te hizo. Jesús no vino al mundo para hacerse ver, no vino a demostrar que tan importante es Él. Jesús vino salvarte, a perdonar tus pecados y a liberarte de ti mismo. Has hecho cosas malas y crees que no mereces el perdón; crees que Dios no te va a escuchar. Y yo te digo que no vas a encontrar a nadie más misericordioso que Jesús. ¡Él tiene misericordia de ti! Mira que se despojó de su gloria, dejó el cielo para morir en la cruz del calvario por tus pecados. ¡Jesús realmente te puede hacer libre!

Oro para que tu vida sea transformada hoy y que vivas una Navidad que nunca olvidarás porque has entendido lo que Cristo quiere de ti. El Espíritu Santo nos anhela celosamente y desea entrar en tu corazón. Podríamos celebrar la Navidad de diferentes maneras, pero lo que más le importa a Jesús es aquel corazón que necesita perdón y libertad. Tú no necesitas tantas explicaciones, sólo necesitas la misericordia de Dios. No necesitas que Dios te dé razones; tú necesitas probar el amor de Dios. Tú no andabas en busca de Dios; Él te estaba buscando a ti. Tú no amabas a Dios; Él te amó a ti. Jesús quiere conquistar tu corazón. Sabe que nadie te va a amar mejor que Él. Jesús sabe que nadie podrá ayudarte como solo Él pude hacerlo.

Hubo un niño que pasó desapercibido. No había muchos que supieran de él, sólo unos pocos. Un tal llamado Simeón, cuando vio al niño exclamó con alegría: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2: 29 y 30). A él le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Muchos niños eran llevados al templo como se acostumbraba, conforme a la ley de Moisés, pero cuando vio al niño, enseguida supo que era el Salvador. Así como Simeón lo supo, este es el momento en que muchos sabrán que el Salvador los está llamando, y declararán: “Este es el Dios que debo dejar entrar en mi corazón”. Hay fiesta en el cielo porque hoy hay pesebres dispuestos para ti, Jesús, y son los corazones de aquellos que hoy se postran ante ti pidiéndote perdón y salvación. ¡Ven a reinar en sus vidas, Señor!

Dile al Señor en esta hora: “Jesús, sálvame. Jesús perdóname. Jesús entra en mi vida. Jesús, haz esa marca en mí, de un antes y un después. Te abro mi corazón. Por favor entra en él y reina en mi vida”.

Te damos gracias Padre, por enviarnos a Jesús, nuestro Salvador, amén. 

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