JESÚS CALMA LA TEMPESTAD - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

JESÚS CALMA LA TEMPESTAD

INTRODUCCIÓN

Hoy leeremos el libro de Job, capítulo 7, desde el versículo 1 al 11: 1 ¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra, Y sus días como los días del jornalero? 2 Como el siervo suspira por la sombra, Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo, 3 Así he recibido meses de calamidad, Y noches de trabajo me dieron por cuenta. 4 Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga, y estoy lleno de inquietudes hasta el alba. 5 Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo; Mi piel hendida y abominable. 6 Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor, Y fenecieron sin esperanza. 7 Acuérdate que mi vida es un soplo, Y que mis ojos no volverán a ver el bien. 8 Los ojos de los que me ven, no me verán más; Fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser. 9 Como la nube se desvanece y se va, Así el que desciende al Seol no subirá; 10 No volverá más a su casa, Ni su lugar le conocerá más. 11 Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma”.

Quisiera hablarles hoy, acerca de las tempestades que llegan a nuestra vida y cómo Jesús las puede calmar.

 

                LA TEMPESTAD NOS LLEGA A TODOS

Recientemente, con uno de los chicos de Beraca tuve una experiencia muy linda. Estaba desesperado por salir de la esclavitud de la droga, así que le dije: “Me voy para Beraca. ¿Me acompañas?” El chico aceptó mi propuesta de modo que lo llevé a la comunidad; al otro día lo puse a pintar y le dije a un soldador que estaba cerca: “Lo dejo a tu cuidado porque está desesperado por la droga. Quiero que estés al tanto de él”. El chico pues, comienza a pintar, en tanto que el soldador se pone la máscara e inicia su trabajo; en un descuido, el chico desaparece. Mandé tres o cuatro personas a buscarlo. El me había comentado la noche anterior que cuando le faltaba droga, se desesperaba a tal punto que podía matar a alguien; recordando ese comentario, lo veo venir con la cara roja y bañado en lágrimas; le dije: “Vamos a orar”. Pensé: “¿Dónde lo llevo a orar?” Lo llevé a la cocina, y cuando entro, veo un recipiente con unos cuchillos grandísimos, mal lugar para orar pero seguí… comencé a bendecirlo en el nombre de Jesús y a reprender el espíritu de adicción y de muerte que le tenía atado. Luego de un rato, su rostro comenzó a cambiar. ¡Se sintió mejor! Así que se fue nuevamente a pintar. A las 3 o 4 horas, le oré y nuevamente se tranquilizó. Pasó el primer día, y al siguiente le indiqué a otra persona que esté pendiente de él y orase si fuera necesario. ¡Ya lleva cuatro días sin drogas y no ha matado a nadie! ¡Dios es poderoso y calma las tempestades!

No sabemos ni siquiera cómo llega el día de la calamidad. Pero me sorprende ver de qué manera tan sencilla Dios calma la tempestad. No se que estás atravesando; Job estaba en medio de la tempestad y decía: “¿No es una lucha la vida del hombre y sus días como los días del jornalero…? He recibido meses de calamidad y noches de trabajo me dieron por cuenta. Cuando estoy acostado digo: ¿Cuándo me levantaré? Mas la noche es larga y estoy lleno de inquietudes hasta el alba. Fenecieron mis esperanzas”. ¿A quién le ha sucedido lo mismo? Tenemos 130 personas en Beraca que implican 130 casos distintos. Hay allí personas heridas porque se han burlado de ellos desde la niñez. Recientemente filmamos un programa de TV al que fue una hermana que hoy está trabajando en Beraca y contó en su testimonio que cuando tenía 4 añitos de edad, su madre le decía: “¡Mátate! ¡Mejor es que te mueras!” La niña miraba a la madre y no entendía nada… pero fue atormentándola día a día, semana tras semana, año tras año: “¡No debieras vivir!” Años hablándole en esos términos, hasta que un día la chica colgó una soga para matarse; cuando estaba lista con el banquito para hacerlo, se dijo: “Esto no es tan fácil como parece”. Decidió no hacerlo pero dejó todo en su lugar para que su madre lo vea, se asuste y se arrepienta de haberle insistido tantas veces de que se mate. Al otro día la madre le dice: “¿Y esa soga y ese banquito? La chica respondió: “Me quise matar”. “¿Y por qué no lo hiciste?” –replicó la madre-  “¡Lo hubieras hecho!” Y comenzó a explicarle cómo hacer para matarse sin sufrir: Si se cortaba las venas, debería poner las muñecas en una palangana con agua para atenuar el dolor… ¡Su madre estaba completamente loca! Esta chica vivió atormentada hasta que Jesús calmó la tempestad.

Hay muchas personas que viven en medio de una tormenta. Algunas tempestades duran meses, años y otras son repentinas. A veces los mismos médicos le dicen a sus pacientes: “Este dolor no se le va a ir nunca…” Hoy una mujer me dijo: “Yo tenía dolores de cabeza y el médico me auguró que tendría ese dolor hasta el día de mi muerte”. ¡Pero vino Jesús y se fue el dolor! Te pregunto en esta hora: “¿Qué tan real es Cristo para ti? Jesús dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida…” (Juan 14:6) ¿Vives con Jesús? ¿Él es el Señor de tu vida? ¿Realmente lo tienes en tu corazón y forma parte de tus circunstancias? Cuando viene una circunstancia difícil, ¿puedes reírte de ella o te entran dudas, temores y angustias y te enfermas? ¿Se te viene todo al piso? ¿O puedes tener confianza y esperanza porque para ti, Jesús no es una historia sino una realidad diaria y viva? ¡Qué cosas preciosas él hace!

También filmamos un programa de TV en el que contó su testimonio, una mujer que no asistía a ninguna iglesia, que creía en Dios a su manera, pero que gracias a la fe de sus padres, Dios calmó la tempestad de su vida. A los 36 años de edad se le descubre un cáncer en el útero; la operan, se lo sacan y la cierran de nuevo. La llevan a una sala y un médico, que la tenía que ver a las 8 horas, pasa por casualidad por su habitación y le toma el pulso: ¡Se estaba muriendo! La abren nuevamente y se estaba desangrando por dentro, intentan detenerle infructuosamente la hemorragia, la sangre no estaba coagulando por algún motivo… los médicos entonces, dedujeron que tendría algún problema en el hígado. ¡Estaba totalmente tomado por el cáncer! Los que conocen de medicina, saben que un cáncer diseminado en el hígado, no es operable. Sus padres habían comenzado a venir a nuestra iglesia; así que trajeron un pañuelo de Jacqueline, su hija, y me dijeron: “Pastor, queremos que ore por nuestra hija que se está muriendo en el hospital, nosotros tenemos fe y sabemos que Jesús la va a sanar. ¡Usted ore pastor porque Dios sanará nuestra hija!” Me maravillé al ver la fe de esos padres. Uno ve en la cara de la gente si tiene o no tiene fe. ¡Cuidado que se nota en tu rostro si hay fe! Oré por la prenda y los despedí. Yo quería mandar dos personas para orar por la hija, pero me dijeron: “No las van a dejar entrar; primero porque está en el CTI (Centro de Tratamiento Intensivo) y segundo porque está muy mal”. No obstante, hablé con dos hermanos de la iglesia y les dije: “Ustedes vayan en nombre de Jesús y Dios les abrirá las puertas para entrar y orar por ella”. ¡No dejaban entrar ni al padre y a la madre pero estos dos hermanos de la iglesia sí ingresaron! Oraron por ella y presten atención a lo sucedido: Le habían dicho que con la quimioterapia se podía frenar el cáncer y quizás podía retroceder un poco, así que luego de las primeras sesiones, los médicos quisieron conocer el efecto de la misma; no tenían claro qué clase de quimioterapia hacerle, ¡pero la sorpresa de los médicos fue, al mirar el hígado y ver que no tenía absolutamente nada!! Yo leí los dos informes médicos; el primero, que constataba el cáncer diseminado desde el útero hacia el hígado, y el otro, que expresaba la ausencia total de células cancerígenas. ¡Jesús detuvo la tempestad!

 

                JESÚS NOS PROMETE LA VICTORIA

Es triste ver cristianos angustiados aun sabiendo que Jesús prometió: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27). Jesús dijo esa frase en el peor momento de su vida; sus discípulos estaban turbados porque él iba a ser crucificado…

¿Puedes vivir en paz? ¿O vives lleno de temores, las tormentas te asustan, las dudas te persiguen las angustias de la vida te acorralan? En otras palabras: ¿Para qué te sirve Cristo? ¿Es suficiente el que lo tengas en tu vida o no? En ese mismo programa de TV donde emitimos el testimonio de Jacqueline, salimos a la calle a preguntar: “¿Qué reacción tomarías si te asalta una enfermedad terminal?” Algunos decían: “Yo trataría de viajar y de disfrutar la vida” en tanto que otros opinaban: “Trataría de hacer una vida normal”. Jacqueline escuchaba atentamente las respuestas, porque ella había atravesado por esa circunstancia; le pregunté: “¿Qué opinas de lo que dice la gente?” Me respondió: “Están todos locos. Cuando te dicen que tienes una enfermedad que te va a matar, el infierno entero se te viene encima. Los que contestaron todas esas cosas, no entienden lo que uno vive cuando se entera que la muerte viene a pasos agigantados a llevarte…” Cuenta ella que por las noches pensaba en sus hijos, qué iba a ser de ellos, con quién se iban a quedar; las noches eran interminables, suspiraba para que llegara el alba y cuando llegaba el día, la aflicción continuaba. Pero Jesús se levanta hoy y nos dice: “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Me sorprende ver cómo los hindúes adoran las ratas y le tienen una fe bárbara. No toman leche pero se la dan a las ratas porque las consideran diosas; te puede ir mejor si atropellas a un ser humano que si atropellas una vaca porque ésta es sagrada. ¿Cómo puede la gente tener confianza y esperanza en un cuadrúpedo? ¡Y cuánto les cuesta a algunos creyentes confiar y creer en un Cristo que se levantó y resucitó de entre los muertos! ¿Él es real para ti o necesitas a Jesús y algo más? Algunos necesitan a Cristo y un calmante. ¡Jesús tiene un deseo tremendo de bendecirnos y ayudarnos! ¡Lo veo todos los días! Percibo un anhelo tremendo de Dios en ayudarnos pero también veo que nosotros los seres humanos estamos demasiado ocupados como para tener contacto y relación con èl. ¡Tienes que ver la gloria de Dios! ¡No te resignes a una vida mediocre! No te puedes conformar con ser un cristiano angustiado, eres un mal testimonio para Dios. Él te quiere fuerte y feliz; debes tener una nueva y genuina relación con Cristo, una fe viva. ¡No intentes inventar un Dios, conoce al verdadero!

La pregunta es: ¿Tienes algún motivo para vivir? A veces la tormenta es por la muerte de alguien muy cercano. Hay personas que no quieren vivir porque se les murió un familiar, o porque no tienen un padre que les ame, que les cobije, o una madre que les contenga. Hoy conocí una chica que no sabía si su madre la había vendido o la había dado en adopción y ha sido infeliz toda su vida por causa del rechazo y del desprecio.

Jesús estaba en la gloria, sentado en el cielo, con miles de ángeles que le servían, le traían jugo de naranja, le alcanzaban el diario… pero en un momento el Padre le dice: “Me muero de amor por ellos, quiero que vayas y tomes sus cargas”. “…por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14). Dios se hace carne a través de su hijo Jesús quien vino a padecer por nosotros, y tomando sobre sí mismo nuestra carga, fue a la cruz del calvario ofreciendo su vida pura y santa en ofrenda al Padre para hacer justicia. Se puso en el lugar del hombre para que éste no padezca sus dolencias, sus enfermedades y maldiciones. ¡Así nos ama Dios!

                CONCLUSIÓN

Mateo capítulo 8:23-27 dice: “23Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”

¿Cuál es tu viento, cuál es tu tormenta y cuál es tu ola? ¡Jesús puede reprenderla! ¡El mar y el viento le obedecen! Veo estudiantes, amas de casa, hombres de negocios ansiosos… ¡Jesús quiere calmar tu tempestad! ¡Necesitas a Cristo en tu barca! Los discípulos estaban desesperados, y con Jesús adentro… ¡Cómo estarán aquellos que no lo tienen consigo! ¿Hiciste subir a Jesús en tu barca? ¿Lo has invitado a ser parte de tu vida? ¡Puedes vivir confiadamente con Jesús! Hay personas que confían en alarmas, en gente que cuida sus bienes con escopetas de caño recortado, pero no tienen paz ni están seguros, porque no tienen a Jesús. ¿Dónde está tu paz? Jesús hoy te dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28) Dile a Jesús que suba a tu barca y cuando lo tengas dentro, no dudes más. ¿Tienes a Cristo o no? Esa es la pregunta esencial. Lamentablemente hay quienes tienen a Cristo pero siguen dudando como sucedió con los discípulos, al final terminan sucediendo cosas como éstas: la vecina que no es cristiana le da calmantes a la que sí lo es… ¡no puede ser!

¿Quieres aprender a confiar en Dios? Él quiere que le des tus cargas, tus nostalgias, tus melancolías, los muertos que tienes. Quiere arrancar tu amargura y tu tristeza. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo: “Señor, vengo a ti en el nombre de Jesús y confiando en la palabra que hoy me has dado. He creído que tu quieres llevarte mis cargas; perdóname porque creyendo en ti, no he depositado mi confianza totalmente en ti. ¡He pecado! ¡Perdóname Señor! Te entrego mis temores, mis vergüenzas, mis angustias, mis ansiedades… Pongo en tus manos, mi trabajo, mi matrimonio, mi familia, lo hago con fe, con esperaza. ¡Descanso en ti! Llévate todo mal espíritu que me perturba, y sálvame. Te doy gracias porque eres un Dios real, no eres un invento de mi mente; descanso y recibo ahora mismo tu paz, que sobrepasa todo entendimiento. En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.

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