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INTRODUCCIÓN
Según nos enseña la palabra de Dios y la historia, Sukkot es la fiesta más alegre de todas. Pero, ¿quién se va a regocijar en el Señor si no lo conoce bien? ¿Quién va a alabar a Dios si no lo conoce bien? ¿Y quién lo va a conocer si no lo ama? La verdadera adoración está reservada en el corazón de los que aman a Dios; y los que aman al Señor aman su palabra. No podemos decir que conocemos a Dios si no conocemos su palabra y no la amamos. Y si amamos su palabra, y amamos a Dios, hay intimidad con Él; por lo tanto hay conocimiento de Dios. Y cuando conocemos a Dios hay extrema adoración y extrema alabanza. No pueden alabar a Dios quienes no le aman y no le conocen. La iglesia Misión Vida ha celebrado la última fiesta de las celebraciones solemnes convocadas por el Señor en el capítulo 23 de Levítico, y personalmente creo que la fiesta de la Torah del octavo día es la más importante de todas. En este año 2020, el pasado 9 de octubre al caer el sol terminó la fiesta de siete días de Sukkot, y comenzó el octavo día.
EL OCTAVO DÍA: SINJAT TORAH
Leemos en Levítico 23:39: “Pero a los quince días del mes séptimo, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, haréis fiesta a Yahweh por siete días; el primer día será de reposo, y el octavo día será también día de reposo”. Aquí el Señor establece una diferencia entre lo que son los siete días de la Fiesta de Sukkot que comienza el día 15 del mes séptimo y lo que sería la fiesta del octavo día, a la cual no le conozco nombre, aunque está designada esta fiesta con una frase que tiene que ver con gozo y alabanza a Dios por su palabra, SINJAT TORAH.
El octavo día también es de reposo, el cual es día del Señor y se celebra el día 22 del mes séptimo. Esta es una fiesta en la que Dios demanda que haya alegría. En otra festividad, la Fiesta de Yom Kippur el Señor dice: “A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas…” (Levítico 23:27). En esa celebración hay confesión de pecados, hay Teshuva, hay arrepentimiento y búsqueda del perdón; mas, en la fiesta del octavo día ya no hay esa búsqueda, se supone que ya estamos perdonados. Ya pasamos por Yom Kippur, fiesta de la expiación y del juicio. Aquellos que han creído en el Mesías, aquellos que confiesan ser perdonados por la fe y limpiados por su sangre, aquellos que confiesan que Jesús murió y resucitó, son hechos hijos de Dios, entonces sus pecados son expiados, y el juicio no cae sobre ellos.
Entonces, la Fiesta de Sukkot y la del octavo día, son celebraciones posteriores al juicio. Aunque hay quienes se van a quedar y no serán arrebatados. Mas nosotros, los que creemos, seremos arrebatados juntamente con Cristo en las nubes. El octavo día es día de júbilo y quiero compartirte lo que he logrado entender acerca de esta fiesta.
Los judíos celebran con júbilo el octavo día. Ese día sacan los rollos de la Torah de las sinagogas y salen a la calle a danzar con la palabra de Dios, y se alegran por la palabra de Dios. Quiero darte una clave: Jesucristo dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Vemos cómo las escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, efectivamente hablan de Jesús. Hay versículos bíblicos muy conocidos del Antiguo Testamento que hablan del Mesías. Pero resulta que todo el Antiguo Testamento apunta a Jesús, y apunta a la celebración del octavo día, que tiene un significado importantísimo.
Este día se termina un ciclo. Los judíos tienen la costumbre cada sábado de leer la Torah, la cual está dividida en 54 porciones destinada para cada sábado, cuya lectura se completa el séptimo día de la Fiesta de Sukkot. En el octavo día, que también es sabbat como el primero, se lee la última y la primera porción del año.
El número siete significa completitud. En seis días Dios hizo todas sus obras y el séptimo día descansó, y ordenó que el séptimo sea un día especial. Ya he mencionado que la Fiesta de Sukkot dura 7 días, se hace en el séptimo mes, en la séptima luna llena del año. He dicho también que el sol, la luna y las estrellas fueron puestos por Dios en el firmamento, descrito en el libro de Génesis, y que marcan o indican celebraciones. El calendario de Dios no es como el nuestro que consta de siete días como: lunes, martes, miércoles, etc. El calendario de Dios consta de: primer día, segundo día, tercer día, etc.; y se cuenta como: primer mes, segundo mes, tercer mes, etc. Para Dios los números son muy importantes; porque todo lo determinó a través de festividades que tienen relación con la posición de la luna.
La Torah son los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos libros comprenden la ley de Dios, la cual es muy importante para judíos como para nosotros los cristianos. Jesús dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17 y 18).
Hay quienes dicen que las Fiestas de otoño son expresamente celebraciones del pueblo de Israel. Sabe que Jesús participaba de estas fiestas y también sus discípulos, aun cuando estaban lejos de Jerusalén. Y, estuvieran donde estuvieran, los judíos iban a Jerusalén a celebrar las fiestas ordenadas por Dios. El último día de la Fiesta de Sukkot se lee la última porción de la Torah y ya no hay más para leer. Todo el año meditan los judíos en la palabra de Dios, finalizan las 54 porciones, culminando el ciclo de lectura; y el octavo día comienzan a leer la primera porción de Génesis 1 o Bereshit 1; y comienzan de nuevo un nuevo ciclo.
Lo que trae el octavo día es la esperanza de un nuevo tiempo. El 8 es el número de los nuevos comienzos. En el séptimo día se termina todo. Vemos el número 7 en las profecías de Daniel, profecías que hablan de las 70 semanas de Daniel hasta que culmine todo; hasta que se termine el pecado y se expíe la maldad, hasta que se termine con la injusticia y se establezca la justicia eterna. Uno de los términos que se utilizan para la celebración del octavo día es: Simjat Torah o la Alegría de la Torah. Es gozo por la finalización de la lectura de la Torah. Una fiesta que se hace portando en los brazos los rollos del Pentateuco que hay en las sinagogas. Es la alegría que produce la ley de Dios. El Salmo 119 es el más largo de la escritura y el que más habla de la ley, de los preceptos, de las ordenanzas y mandamientos del Señor. Dije que el que ama a Dios debe amar su palabra.
Una anciana amorosa me dijo que creía en Dios pero no tenía cultura cristiana ni conocía la Biblia. Se ve una mujer muy buena, pero por más buena que sea si no abrazó la palabra de Dios y no creyó en la palabra de Dios, entonces no conoce a Dios; porque quien cree en Dios tiene que creer en su palabra, y si no cree en su palabra entonces no cree en Dios. Es necesario abrazar la palabra de Dios con fe, y eso te produce alegría. En el octavo día los judíos dicen: “Todo el año la Torah me tuvo a mí, ahora yo tengo la Torah”. Y salen a las calles a danzar y a celebrar con los rollos de la Torah en sus brazos.
Esto tiene un significado muy especial para nosotros los que no somos judíos. Leemos en Jeremías 15:16: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos”. Si no amas la palabra de Dios no experimentarás nada. Fíjate que por la palabra de Dios fueron hechos los cielos y la tierra; por la palabra de Dios se hizo lo que se ve de lo que no se veía. Jesucristo mismo es la palabra de Dios encarnada. Para nosotros oír es lindo pero hacer no; en tanto, para la cultura hebrea, creer es hacer. No es esperar. Creer es actuar. De esto habla Santiago al señalar: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” (Santiago 2:18 y 19). La fe nos mueve a actuar. La fe no es para que seamos poéticos sino para creer la palabra de Dios y movernos en ella. Quien cree en la palabra, comienza a activarse en la fe y a moverse en cuestión.
EL OCTAVO DÍA: ENTRAMOS EN LA ETERNIDAD
Básicamente en la fiesta del octavo día se celebra con júbilo, con gozo y alegría por la palabra de Dios.
La Biblia menciona siete fiestas, y la séptima es Sukkot y no hay mención de una octava fiesta sino de un octavo día y dijo Dios que ese día también debían guardarlo. No hay mucha explicación acerca del octavo día, salvo lo que sabemos por los judíos, que es un día que se celebra la palabra de Dios. Aunque el significado es mucho más profundo. Repasando, el día primero del mes séptimo se celebra Yom Teruah, el día 10 se celebra Yom Kippur, el día 15 del mismo mes se celebra Sukkot. Y hay un octavo día, el cual comienza al finalizar el séptimo día de la séptima fiesta del séptimo mes.
Aquí se terminan 7 mil años de historia y en el octavo día entramos en la eternidad. En el octavo día no hay luna ni sol, tampoco existe el tiempo; y en la eternidad no hay tiempo. En Génesis 1 Dios habla de la luna, del sol y las estrellas, los cuales marcan días, meses y fiestas; pero cuando entramos en el octavo día no están los astros que marcan el tiempo. ¡Realmente entramos en la eternidad! Alguno dirá que falta mucho y vaya a saber uno cuándo va a suceder. Quiero decirte que las fiestas que Dios estableció y que nosotros comenzamos a celebrar son para que fomentemos nuestra expectativa de ese tiempo que viene. La Biblia no dice las cosas sólo por decirlas. Hemos escuchado que para Dios un día son como mil años y mil años como un día. En seis días Dios hizo todo y al séptimo día descansó, y puso al hombre por cabeza del planeta Tierra mandándolo a que señoree, que se multiplique y sojuzgue la tierra. Señorear es ser soberano en la tierra y sojuzgar es ser juez. Dios dijo que en seis días debíamos hacer todas nuestras obras, mas al séptimo día Él volvería.
Se dice, de un calendario del cual no tengo certeza de dónde lo sacaron, que los rabinos han calculado el día que Dios sopló aliento de vida en el hombre; entonces crearon un calendario tomando como base el primer día del hombre. Ese calendario utiliza el pueblo judío actualmente pero que no es el de la Biblia. Ellos han festejado el año 5781, y si por lo que dice Dios que un día son mil años y mil años un día, están llegando a seis días. Claro que no se sabe cuál es el margen de error de este calendario, pero desde la creación hasta Abraham se sabe que transcurrieron aproximadamente 2 mil años, y desde Abraham hasta Jesús pasaron 2 mil años más; también se sabe que desde Jesús y la predicación del evangelio a los gentiles van 2 mil años más, lo que suman 6 mil años. Todavía no ha culminado el tiempo de los gentiles, pero cuando se termine, también se termina la gracia; se acaba el tiempo y viene el fin. Cuando se esté por acabar el tiempo de los gentiles viene el último Yom Kippur. Aunque se festeja cada año, habrá uno que será el último. Ese día, por excelencia, es el día de la expiación y día del juicio. Cristo viene a tomar a su iglesia y entramos a las fiestas de las bodas del Cordero; y luego viene un tiempo que es el milenio, tiempo en que Juan, en el libro de Apocalipsis señala que, satanás es atado por mil años: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”. (Apocalipsis 20:1 al 3) Esos mil años serían el séptimo día.
Entonces, entramos al milenio y celebramos Sukkot, y esta celebración habla de la unión de Jesús con la iglesia entre otras cosas. Cuando digo que la Biblia habla de punta a punta de Jesucristo, me refiero al término: “Tabernáculo”, que se traduce también como tienda o cabaña, lo que significa Sukka. Y Sukkot es la Fiesta de las cabañas. Se trata de una residencia terrenal provisoria y temporal. En el desierto, el pueblo hebreo vivió temporalmente en tiendas. Y Dios ordenó hacer una tienda para Él, que fue el tabernáculo de reunión, el cual permaneció por cuarenta años, pero cuando entraron a la tierra prometida lo instalaron en Silo. Allí ministró Samuel; allí los hijos de Elí se acostaban con las mujeres que cuidaban el templo y cometieron pecados aberrantes, por lo que Dios se enojó con Israel, y dice la Biblia que el Señor abandonó ese santuario.
Dios le ordenó a Moisés levantar ese santuario de acuerdo al modelo que Él le había mostrado, el cual es sombra del santuario del cielo. Todo en la tierra habla de la eternidad. Terminando el séptimo día de Sukkot, Dios separa esta fiesta del octavo día. Dios le dice que por siete días tenían que celebrar; ahora, el octavo día, el cual ordena celebrar y no dice por qué ni para qué, ese día también es un tiempo dedicado a Él. En el octavo día entramos en la eternidad. Se termina el milenio y comienza una nueva etapa. Se termina un tiempo de siete días con el último Sukkot, o siete mil años; se cierra un ciclo. Y Juan, en Apocalipsis 21:2 nos dice: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”.
EL OCTAVO DÍA: HABITAREMOS EN EL TABERNÁCULO DE DIOS
Salomón celebró la Fiesta de Sukkot y también celebró la fiesta del octavo día, cuando consagró el templo que edificó para Dios.
El libro de 2ª de Crónicas capítulo 5 habla acerca del tiempo en que Salomón edificó el templo, y aparece el traslado del arca del pacto al templo. Dice la Biblia que David tuvo en su corazón edificar un templo para el Señor, pero Dios le dijo que él no lo iba a hacer sino que su hijo Salomón le iba a edificar templo. Entonces, Salomón edificó el templo, el cual fue catalogado como una de las siete maravillas del mundo antiguo, e hizo una fiesta que duró siete días. Esta era la fiesta de Sukkot. Dice la Biblia en 2ª Crónicas 5:4 al 6: “Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel, y los levitas tomaron el arca; y llevaron el arca, y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo; los sacerdotes y los levitas los llevaron. Y el rey Salomón, y toda la congregación de Israel que se había reunido con él delante del arca, sacrificaron ovejas y bueyes, que por ser tantos no se pudieron contar ni numerar”.
El tabernáculo es reemplazado por el templo, y Sukkot significa tabernáculo; es lógico que el tabernáculo se consagre en la semana de Sukkot. 2ª Crónicas capítulo 6 habla de la dedicación del templo y Salomón hace una oración extraordinaria pidiendo a Dios su favor. Después hizo otro sacrificio Salomón, estrenando digamos, el lugar de los sacrificios. Y esta ofrenda sí se contó; según nos relata 2ª Crónicas 7:5 y dice: “Y ofreció el rey Salomón en sacrificio veintidós mil bueyes, y ciento veinte mil ovejas; y así dedicaron la casa de Dios el rey y todo el pueblo”. Y los versículos 8 y 9 dicen lo siguiente: “Entonces hizo Salomón fiesta siete días, y con él todo Israel, una gran congregación desde la entrada de Hamat hasta el arroyo de Egipto. Al octavo día hicieron solemne asamblea, porque habían hecho la dedicación del altar en siete días, y habían celebrado la fiesta solemne por siete días”. No cabe duda que fue Sukkot. En el versículo 10 leemos: “Y a los veintitrés días del mes séptimo envió al pueblo a sus hogares, alegres y gozosos de corazón por los beneficios que Jehová había hecho a David y a Salomón, y a su pueblo Israel”.
Sukkot comienza el día 15 hasta el 21, el 22 es el octavo día, y en este último versículo señala que el día 23 Salomón envió al pueblo a sus hogares. O sea que el templo de Jerusalén, el santuario de Dios es sombra del santuario del cielo, no hecho por manos de hombre; las Fiesta de Sukkot y la del octavo día tienen que ver con verdades eternas.
En apocalipsis 21 Juan dice: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. ¡Ya estamos en la eternidad!
La palabra tabernáculo tiene que ver con nosotros, con Dios y con Jesús. Es una morada temporal en la tierra. Hay una relación entre el tabernáculo de Moisés, el templo de Salomón y el tabernáculo del cielo. Dice el autor del libro de Hebreos: “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Hebreos 8:1 y 2). Dios le ordena al hombre hacer un tabernáculo que es sombra o tipo del verdadero tabernáculo que levantó el Señor. Recordemos lo que dijo Jesús: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2). Leemos a continuación en Hebreos 9:11: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación”. No es de esta creación, o sea no pertenece a los 6 mil años de historia de la humanidad que estamos atravesando.
Estamos viviendo cosas en esta creación, pero Dios a través de su palabra,habla de las cosas que van a suceder en la nueva creación; en el capítulo 21 de Apocalipsis podemos ver claramente habla de un cielo nuevo y tierra nueva. Esto es el octavo día; porque el séptimo es el milenio, aquí abajo.
Hechos 7:44 dice: “Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto”. También leemos en 2ª Crónicas 5:1: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”. Nuestra morada terrestre es nuestro cuerpo. Todo habla de tabernáculo en la Biblia. El tabernáculo del desierto era temporal. La Biblia dice que llegaron a fastidiar a Dios con lo que hacían en el templo; aunque también hay quienes fastidiamos a Dios con nuestro templo, o sea el cuerpo. Dice la Biblia: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1ª Crónicas 3:16 y 17). Se enojó entonces Dios y abandonó el tabernáculo. La Biblia dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Es que el Espíritu Santo habita en nosotros, y nosotros tenemos la capacidad de hacerlo sentir mal.
Leemos en el Salmo 78:59 y 60: “Lo oyó Dios y se enojó, y en gran manera aborreció a Israel. Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres”.
Ahora estamos en un tabernáculo, nuestro cuerpo, y somos habitación de Dios. Antes que nosotros fuésemos templo de Dios, el primer templo de Dios, hombre, en la tierra, fue Jesús. Así lo declaró Juan: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Todo habla de la presencia de Dios en el desierto, en el templo, en Jesucristo; después habla de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. Aquí se trata de que Dios quiere habitar con nosotros. ¿Quién se resistirá a adorarlo el día que le veamos cara a cara al Señor? ¡Benditos los que pueden adorarle sin haberle visto! ¡Benditos los que creen sin verlo!
En Apocalipsis 22:5 nos relata Juan: “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos”. Esto es el octavo día. Ya no hay luna ni hay sol; es otra creación. El rey David confesó: “Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas” (Salmos 61:4). Lo que aquí dice David es que estaría con el Señor por la eternidad. También declaró David: “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón” (Salmos 15:1 y 2). La justicia de Jesús ha sido aplicada a nosotros. Andábamos perdidos, éramos enemigos de Dios en nuestra manera de pensar y de sentir; mas dice la Biblia que nos ama tanto Dios que nos vino a rescatar. Y el sacrificio de Jesús en la cruz del calvario fue por nosotros, de tal manera que su santidad es mía, su muerte es mía y también su resurrección.
Dile al Señor: “Yo sé que no he caminado en integridad, pero no confío en mi integridad sino en que confío en ti, Señor. Tú ofrendaste tu vida por mí, Jesús. Tu santidad ha sido aplicada a mí, Señor. Mi sangre y mi carne están corrompidas, pero tu sangre preciosa ha sido aplicada sobre mí. ¡Tu sangre es vida eterna! Tú nos has enviado a tu Espíritu Santo que nos guía a toda verdad, y nos diste las arras del Espíritu que es la muestra de nuestra herencia. Hoy me entrego a tí, Padre, quiero vivir por la eternidad contigo, Dios. Hago esta oración en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: