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INTRODUCCIÓN
Leemos en el Salmo 68:6: “Dios hace habitar en familia a los desamparados”. Los desamparados no gozan de una familia. Muchas mujeres dicen que no necesitan de un hombre para ser felices, que pueden tener un hijo de cualquier hombre. Tú decides gobernar tu vida, y hacer lo que te parece o te da la gana. Mas la Biblia dice que Dios hace habitar en familia a los desamparados porque éstos no conocen bien el valor de una familia y no entienden el plan global de Dios para la eternidad. El Señor ha querido que a través de las familias sea lleno su reino, en otras palabras, que sea poblado el reino del cual vamos a participar eternamente y no quiere que esto se haga con desprolijidad, sino que ha establecido un proyecto para que todo salga bien, para que tú y yo vivamos planamente y seamos felices. Dios completa nuestra bendición, nuestra paz y felicidad, y permite que nos desarrollemos y estemos bien a través de la familia. ¿Quién es el desamparado entonces? Es una persona que anda buscando el placer, el bien y la paz, y experimenta con muchos tipos de relaciones, pero Dios tiene el remedio y se llama familia. Para el mal que aqueja al mundo entero, el remedio para los desamparados, es que Dios les da familia. Que Dios te haga habitar en familia significa que si tú no tienes familia, entonces el Señor te da una y ya no estás más en soledad. Cuando pertenecemos a una familia nos sentimos rodeados, amados, valorados, desafiados; es en la familia donde se mueven los valores, el poder y la gloria de Dios, por lo tanto necesitamos habitar en familia.
DIOS TE PROVEE DE FAMILIA
La familia que Dios nos da es la familia de Cristo. Aunque no nos gusten las personas que nos rodean, son nuestra familia en Cristo. Nosotros somos selectivos, si no nos gusta alguien lo dejamos de lado, pero necesitas que tus ojos sean abiertos y puedas ver como Dios ve. Si tú no valoras las obras de Dios, jamás disfrutarás de ellas; si no valoras el aire que respiras, sólo inhalarás y exhalarás, pero no te causará ninguna sensación plena. Si en cambio valoras el aire que respiras, entonces alabas a Dios porque reconoces que ha hecho tanto que por más que haya miles de millones de personas y animales en el mundo Él ha llenado el planeta de aire y no nos falta a pesar de los incendios y aunque los bosques sean talados. Dios está previendo siempre para que no nos falte el aire. Si no, ¿qué estás haciendo? Y alguien dirá: “Aquí, respirando para no morir”. Las personas que sufren de enfermedades pulmonares saben bien cómo es cuando les falta el aire, pero tú tal vez no eres consciente del aire que respiras cada día. Quizás no valoras la familia que tienes en Cristo y si no la valoras, entonces no la amas porque el que ama valora.
Este mensaje surgió por motivo de un casamiento que hemos celebrado en nuestra iglesia de dos jóvenes como digo yo, dos carbones arrebatados del incendio. Ellos no han podido disfrutar de una familia. El papá del novio se ahorcó y le ha tocado vivir una vida terrible sin poder gozar de familia. Este joven estuvo internado cinco veces en hospitales psiquiátricos con tres intentos de suicidio. Tenía una vida amarga, no conocía el amor y el favor de Dios. Pero cuando escuchó el evangelio algo comenzó a suceder dentro de su ser, aunque tuvo una vida conflictiva, llena de droga, de violencia; hasta estuvo preso, pero el carbón no terminó en cenizas, sino que fue encendido por Dios. Estaba agradecido a Dios y emocionado porque el Señor le dio una esposa. ¡Cuántos tienen esposa y no la valoran! Ahí la tienen; hace veinte, treinta o más años, y es poco más que una cosa. Lo mismo sucede con las mujeres que no valoran a su esposo. Este joven que no creía en el amor ni en el matrimonio, que no creía en la familia, de pronto empezó a desear amar y ser amado.
El componente principal de la familia, el más importante y que no debe faltar, es el amor. Cuando uno tiene amor, valora a las personas. Éstas tienen un valor intrínseco, o sea que, se reconoce el valor de las personas por el sólo hecho de ser quienes son. No importa si son homosexuales o asesinos ya que tienen un valor dado por el fabricante y ese fabricante es Dios. Entonces, cuando el amor de Dios está en nosotros, no importa la cara de la persona, el sexo o su raza, esa persona debe ser amada y valorada. En la familia el amor es lo fundamental; y cuando en ella falta el amor, esa carencia, causa heridas profundas en cada uno de sus integrantes.
Algunos padres cuando han querido tener un hijo, pero les llegó una hija, su tendencia ha sido despreciar a esa hija y hacerle notar su disconformidad por el hecho de haber nacido mujer, al punto de hacerla llorar. Muchas mujeres me han declarado que hubieran preferido haber sido hombre para que su padre las amara. Hijas que hacen cosas de varones para que sus padres las amen, pero nunca lo han conseguido. Cuando falta el amor falta el sustento y la fuerza; el corazón queda herido con dolor, rechazo, aislamiento, soledad, odio o rencor. Por eso es que en la familia ocurren las mayores bendiciones y las peores maldiciones. Cuando hay lo que tiene que haber, la vida es hermosa; cuando hay amor de padre y de madre la vida se hace más fácil y hermosa. Uno es movido por el entusiasmo que le provoca el amor de su familia. Pero cuando los hijos no han recibido el amor de su padre o de su madre, muchos de ellos anhelan morir, la vida se les hace pesada.
La joven que hemos casado ha estado viviendo en uno de los hogares de Beraca por once años. Once años suspirando por conocer a su mamá, quien se prostituye, y cuando quedó embarazada de ella la abandonó, pero la joven hasta el día de hoy no ha dejado de buscarla. Y aunque llegó el día de su boda sin tener noticias de su madre, sin embargo, ha sido consolada por Dios. Ella decía que nunca se iba a casar porque nadie la iba a amar jamás; buscaba quien podría ser su esposo, pero de los que veía, pensaba que no la iban a amar. Estaba decepcionada de la vida; le había faltado mamá, le había faltado familia. Y el papá abusó de ella, así que la encontramos destruida. La joven ha estado en varios hogares y muchas veces hemos tenido que animarla diciéndole que Dios la amaba y que tiene planes con ella. Le declarábamos que no había venido al mundo por casualidad, que Dios sabía que ella iba a nacer y tenía un propósito para su vida. Dios la conocía antes de que su madre quedara embarazada, entonces le afirmábamos que el Señor la iba a sacar adelante y comenzó a creerlo y a contárselo a otros, y uno de esos a quien le compartió esas palabras fue a su novio, porque cuando se enamoró del joven, él tenía baja autoestima y creía lo mismo que ella, entonces la joven lo alentaba, así como habíamos hecho con ella. Varias veces su novio metió la pata y nosotros le decíamos que no podía seguir de novia con él, pero ella iba y lloraba delante de la presencia de Dios y oraba que el Señor lo tocara y lo cambiara porque lo amaba. ¡Es petiso y narigón, pero ella lo ama! Cansaba que siempre caiga en el pozo de la baja autoestima, pero ella que lo ama, lo levantaba una y otra vez. El amor los fue sacando adelante y después de tantas luchas finamente se casaron, y nosotros los que hemos vivido su historia de cerca, estamos felices. Tanto amor sienten ambos, que la novia lo agarró a besos como cinco veces en medio de la ceremonia. Finalmente, la familia de Cristo les llenó el corazón.
¿Dónde vas a conseguir un buen novio o una buena novia? ¿Sólo estás buscando una linda figura o una cara bonita o estás buscando familia? ¿Anhelas lo que Dios tiene para ti o buscas lo que tú quieres? Dios hace habitar en familia a los desamparados. Y la familia es un invento maravilloso de Dios. ¡Ha sido su plan! El Señor quiere poblar el reino de los cielos con seres humanos perdonados, limpiados y perfectos, nacidos de mujeres y de hombres imperfectos. El método de Dios es hacerte sentir en familia, allí el Señor cuenta con los ingredientes que te van a sacar adelante. Aunque tu marido sea un ladrillo seco, no es lo que él te dará a ti sino lo que tú le darás a tu marido. Cuando la presencia de Dios viene a tu vida y su amor se manifiesta en ti, hay un río en tu interior que brota como una fuente de agua de vida y hará que ese ladrillo seco se moje. No depende de lo que hagan los otros, es lo que está en ti, porque lo que Dios ha puesto en ti bendice a otros.
Desde el principio Dios diseñó la sociedad, para que esté conformada por familias. El término familia aparece más de trescientas veces en el Antiguo Testamento. En la antigüedad, cuando Israel formaba sus ejércitos, se llamaban por familias, también cuando distribuían la tierra lo hacían por familia, conforme a la cantidad de hijos. Las familias pertenecían a determinado linaje; los que pertenecían a otro linaje por ejemplo eran los levitas, o a alguna otra tribu que cumplía determinadas funciones, pero era todo por familia. Cuando celebraban la pascua, lo hacían en familia. Y de ahí surge el concepto de propiedad privada, y es que no sólo la familia es importante sino también lo que ésta posee. Es tan importante que si se muere la persona que compró el bien, queda para su familia, entra en sucesión y el juez determina quienes tienen derecho a recibir el beneficio que tenía la persona que se murió. ¿Qué es lo que determina si tienes derecho o no? La sangre o el linaje. Si perteneces a la familia entonces recibes el bien que dejó la persona que falleció. Por eso la legitimación de la descendencia es importante y el concepto de familia es contundente.
Ahora, cuando Dios encuentra a alguien que le ama, que le obedece y reconoce quién es Él, porque el que le ama y le obedece tiene los ojos abiertos, y ve, y valora quien es realmente Dios, eso une a la persona con Dios, por lo tanto, pasan a tener una relación profunda y lo que es de Dios pasa a ser de esa persona y lo que es de la persona le pertenece a Dios. El Señor te dice: “Dame todas tus inmundicias que yo te doy toda mi gloria. Dame tus maldiciones que yo te daré mis bendiciones. Dame tu odio que yo te voy a llenar con mi amor”.
DIOS PROVEYÓ DE FAMILIA A ABRAHAM
Dios encontró un hombre y ese fue Abraham. Entonces le dijo: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3). El interés de Dios es que todo aquel que sea como Abraham, que le ame y se haga su amigo, por eso dice, en ti serán benditas todas las familias de la tierra. Cuando hablamos de familia nos referimos a papá, mamá y los hijos; en una visión más grande está el papá, la mamá, los hijos, los hermanos de papá y mamá, los primos, etc. O sea que familia son los parientes consanguíneos, un grupo de personas que tienen una misma sangre y constituyen un linaje, el que nace con el matrimonio y continúa por generaciones. Dios te toma hoy y te y te dice: “Yo te bendeciré así como lo hice con Abraham, y no solo te bendeciré sino que tú serás bendición”.
Más importante que recibir o tener bendición es darla. Dios le dijo a Abraham: “Por tu causa, por tu fe, voy a bendecir a aquellos que me amen como tú me amas. Pero voy a tomar tu descendencia y esta será bendición igual que tú”. Así como el apóstol Pablo señala en Gálatas 3:16: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”. La simiente, o la descendencia más importante de Abraham es Jesucristo. Nosotros somos benditos por Jesús el Cristo, un descendiente, o sea la simiente de Abraham. Si tú eres de Cristo, eres de la simiente de Abraham; Dios bendijo a Jesús, por lo que el Señor se transformó en la bendición del mundo y así como señala la Biblia, en Él serán benditas todas las familias de la tierra. Yo soy descendencia de Cristo, soy su simiente y Él me llamó para bendecir a todos los que crean en esta palabra que hoy traigo en el nombre de Jesús.
El que no es de la familia, es de afuera de ésta; y el que tiene la bendición es el que pertenece a la familia. Leemos en Efesios 2:19: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”. La promesa no es para el que está afuera sino para el que está adentro. El que pertenece a la familia tiene bendición y bendice a otros. La gente sufre terribles consecuencias por el rechazo y abandono de sus padres porque éstos no tienen tiempo, es más, ellos consideran que es más prioritario trabajar y aportar dinero a la casa que darles tiempo a sus hijos. Y los hijos se sienten como que no son de la casa, entonces suceden cosas como la que le ocurrió a un joven que dos por tres le decía a su padre: “Qué, ¿yo no soy de esta casa?” Cuando fue mayor y estaba casado se enteró que era adoptado. Son cosas que se perciben; me tratan bien, me dan todo lo que necesito, pero no siento esa filiación que tienen hijos y padres y eso produce angustia. ¡Cómo lo vi llorar el día que se enteró que efectivamente quien lo crió no era su padre! Le dijeron que aunque lo habían adoptado lo amaban pero él sufría porque toda su vida tuvo en su corazón un sentimiento de rechazo.
En la familia de Cristo ésto no te sucede. Yo soy argentino y en Uruguay, muchas veces me han hecho sentir con desprecio que soy del otro lado del charco así que sé lo que siente un extranjero. Pero entendí que Dios me trajo a la familia de Cristo uruguaya, a la que ahora pertenezco. La Biblia nos muestra que Dios se encarga no sólo de hacer el bien sino que también hace justicia cuidando de los extranjeros, de los huérfanos y las viudas. Eso no es caridad sino justicia. Amar es justicia de Dios y donde no hay justicia de Dios no hay amor por lo tanto hay maldición e ira de Dios. Por eso el apóstol Pablo les dice a los efesios que ya no son extranjeros ni advenedizos, o sea, venidos de afuera; son esas personas que Dios ha elegido para que posean las bendiciones de Abraham y bendigan a otros con esa bendición. “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”. No importa de qué familia vienes; no importa cómo fueron tus padres porque ahora Dios es tu Padre, el que te sustenta, te cuida, te da lo que necesitas, te hace una persona de bien. El Señor pone alegría y paz en tu corazón porque ahora perteneces a la familia de Dios, en la que yo soy tu Padre, dice el Señor.
CONCLUSIÓN
Es muy importante el concepto de familia. Así que comienza a mirar con otros ojos y valora a tu pastor, a los líderes de las células familiares. Somos imperfectos pero escogidos por Dios. Dios no trajo gente perfecta a su familia sino a pecadores a quienes les perdonó sus pecados y los está puliendo para que formen parte de su reino. ¡Ama a tus hermanos en Cristo! Pídele perdón a Dios si es que no sientes amor, pero te digo que lo sientas o no, el amor es un mandamiento así que tienes que dar la vida por tu hermano.
Entiende que la iglesia de Jesucristo es una obra maravillosa que hizo el Señor en la cruz del calvario; “una manga de pecadores”, como dice el dicho popular, ahora forman parte del pueblo de Dios y son la familia de Cristo amados y bendecidos por Dios. Yo he entendido cuánto valor tiene la iglesia para Jesús y cómo el Señor nos ama a cada uno de nosotros; y Él está mirando no lo que somos sino lo que llegará a hacer de nosotros por su poder. Tú estás en proceso: ¡Que nadie se apresure a juzgarte! Cristo está viendo algo mucho mejor en mí que lo que la gente está viendo. Yo estoy en proceso. Ámame porque la obra que está haciendo Dios en mí, es perfecta. Tienes que creer que ante tus ojos los demás son preciosos porque algún día se va a manifestar la gloria de Dios sobre sus hijos. ¡Hasta la naturaleza está esperando ver lo que va a pasar contigo y conmigo! Dice la Biblia que ya no hay judíos ni griegos, ya no hay barrera que nos divida porque Cristo nos ha hecho parte de su familia y debemos valorarla y alabar a Dios por esa familia.
Hay mucha gente que se siente desamparada en la iglesia, se sienten solitarios o que no encuentran un lugar y no cuadran, pero están mirando a ver si los saludan o no, si los llaman por teléfono o no; están pensando en lo que debieran hacer los otros hacia ellos, y no se dan cuenta que ellos deben tener amor por los demás. Lo que importa es que yo tenga amor. ¡Qué me importa si no me saludan! Yo me acerco a la gente y les doy un abrazo.
Quizás has estado pecando, esperando que la gente te de lo que Cristo ya te ha dado, pero tú no lo ves. ¡En la iglesia está latente toda la bendición de Dios! La pregunta es: ¿Te sientes parte de la iglesia o sientes que eres un paria? Dios te dice que ya no eres extranjero ni advenedizo sino que eres miembro de la familia de Cristo. El Señor no tiene hijos predilectos, nos ama a todos por igual y pagó un mismo precio por cada uno de nosotros. Pero tú no has estado contemplando la magnífica obra de Dios que ha purificado a todos los que han creído en Cristo Jesús. Miras con tus ojos pero no con los ojos del Señor. Pero hoy Dios quiere hacerte sentir parte de su familia, la cual es más importante que la familia de carne y sangre porque la familia de Dios tiene que ver también con un linaje bendito y escogido y con una sangre pura y preciosa. Nosotros tenemos el ADN de Jesús; tenemos su sangre que ha sido derramada por nosotros, así que somos parientes en Cristo y Dios es nuestro Padre. Cómo será de importante la familia que Dios ha querido ser el Padre de la familia de Cristo y quiere que cuando nos dirijamos a Él le digamos: “Padre nuestro que estás en los cielos…” Posiblemente como no valoras el aire que respiras cada día, tampoco valoras a Dios y a la iglesia. Pero hoy decides comenzar a agradecer a Dios y quieres formar parte de su familia. ¡La familia que compone la iglesia tiene las bendiciones de Abraham y de su descendencia!
Pídele perdón a Dios porque has depreciado la iglesia, has despreciado a tus hermanos cuando te enojaste y te resentiste con ellos. Necesitas restaurar tu relación con Dios porque esto ha provocado en ti, amargura y tristeza y te has enfriado espiritualmente ya que no oras como antes. Si te has sentido rechazado o rechazada y no has podido dejar atrás el dolor por tu familia que no te ha contenido, recibe en esta hora la presencia de Dios y su identidad. Que sean perdonados tus pecados y seas cubierto con la sangre preciosa de Jesús. Que comiences a sentirte parte del pueblo de Dios y te sientas como un hijo o una hija con plenos derechos para recibir la gracia y las bendiciones que Dios tiene para ti. ¡El Espíritu del Señor manifiesta su presencia sobre tu vida en esta hora! Recibe su Espíritu de poder y de gloria, en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: