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La meditación de hoy está en Mateo capítulo 3, versículos 1 y 2: “1En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
El “reino de los cielos” es algo que no nos llama la atención ni nos preocupa. Sí nos inquieta qué comeremos hoy o qué vestiremos así como el resto de nuestros problemas cotidianos: Que tuve una discusión con mi hermana, que mi marido vino enojado del trabajo, etc. ¡Para esas cosas sí estamos a la orden del día! Pero Dios está ocupado en cosas más importantes, tiene sus ojos puestos en instaurar su reino en nuestras vidas y constituye para Él un tema de suma importancia. Desde que comenzó a predicar Juan el Bautista en el desierto de Judea, por primera vez en la historia de la humanidad, se empezó a hablar del acercamiento del reino de los cielos a la tierra. ¿Qué es el reino de los cielos? Es el gobierno de Dios; es el lugar donde Él reina con total y absoluto señorío y de eso aprenderemos hoy.
El humanismo intenta establecer el reino del hombre en la tierra. Proclaman: No hay Dios, no lo hemos visto, ni creemos que tenga que introducirse en las cosas de los seres humanos. “Yo creo en el hombre”, es una frase célebre de los uruguayos. La he escuchado más que en otros países, pero nadie puede hacer nada que Dios no le autorice, ni siquiera satanás. Para Dios, el reino de los cielos es algo muy importante y desde Juan el Bautista, se anuncia su advenimiento a la tierra. ¡Dios anhela manifestar su reino aquí! “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad” es la oración del “Padre nuestro”. Cuando en una oportunidad mencioné en una prédica acerca de un “reino teocrático”, inmediatamente un periodista declaró en uno de los diarios más importantes de la capital: “El pastor Márquez quiere implantar un gobierno teocrático”. ¡Y seguro que se efectivizará! Está profetizado que en el milenio Jesús pondrá su trono aquí en la tierra. ¡El reino de los cielos está viniendo! Un reino de justicia, de paz, de poder, que existe en el cielo pero que no se manifiesta en la tierra por causa del libre albedrío del hombre. El ser humano libertad y ha decidido hacer lo que le parece o lo que siente. Esta semana atendí a una mujer que no podía entender por qué le había ido tan mal en la vida. Tiene dos hijos presos, otro drogadicto y el último vive en el exterior. Está atormentada porque siendo ella “tan buena”, los cuatro le han salido malos. Pero hablando con esta mujer, me cuenta que los cuatro hijos son de cuatro hombres distintos. Le dije: “¡Tú has hecho muy mal las cosas!” Y me responde: “No, pastor, yo no hice mal las cosas, me salieron mal. ¡No me fue bien en la vida!”. El ser humano no quiere asumir responsabilidades, en todo caso le echa la culpa a Dios de las cosas que le suceden. Finalmente le dije: “Si no asumes tus pecados, Dios no te puede ayudar. Dime la verdad: ¿Cuántos hombres has tenido? ¡Porque los cuatro que has tenido no han sido los únicos!” Y la mujer se sonríe y dice: “Sí, tuve muchos”. Ella se crió en un colegio católico y a los 17 años de edad decidió hacer su propia vida. ¡Cuando decidimos tomar nosotros mismos el timón de nuestra vida, impedimos que el reino de Dios se establezca en ella!
La venida del reino de los cielos implica el advenimiento de un reino de poder que transforma las vidas, que rehace lo deshecho, que trae paz, bienestar y bendición. Los creyentes más que estar preocupados por el pago de la luz o los zapatos que tienen que comprar… deberíamos investigar qué es el reino de los cielos y orar: “Venga a nosotros tu reino”. ¿Cuántas veces oras diciendo “venga tu reino a mi vida, a mi familia”? ¡Hay cosas realmente importantes que no nos están importando!
Hoy fui a un barrio pobre, donde había calles tan pequeñas que apenas podía dar vuelta el automóvil. ¡No me imagino un barrio pobre en el cielo! No me imagino el cielo con todas las paredes pegoteadas de carteles que anuncian: “Vote a Fulano, vote a mengano en las elecciones”, etc. ¡En el reino de los cielos hay rey! El hombre no quiere tener un soberano en su vida y los cristianos lamentablemente estamos contaminados con la mentalidad de este mundo. Le pregunté a un muchacho el otro día: “¿Por qué te viniste a esta congregación?” “Porque me casé, en contra del consejo de mi otro pastor, y algunos criticaron mi decisión. Yo era consagrado, secretario del pastor, y me enamoré de una chica pero él me dijo que no me pusiera de novio con ella; no obstante lo hice y me casé”. Ahora ella no quiere venir a la iglesia porque considera que el trabajo en la obra de Dios le está robando el marido y hace meses que dejó de venir. Entonces le dije: “¿No será que el pastor estaba en lo cierto cuando te aconsejó? ¿No será que el pastor te venía consagrado y previó que tu esposa te celaría? ¡Tienes que decidir si tienes pastor o no!” Es un chico lindo y consagrado que quiere servir a Dios y llora por hacerlo, pero es independiente. La gente no quiere tener autoridad sobre su cabeza y satanás ha trabajado deteriorando la imagen de las autoridades. Como no hemos orado por ellas, éstas son malas y como son malas, nos molestan.
En los barrios pobres es donde más aflora el resentimiento; hay gente allí que quiere recibir de ti, pero también quiere que cierres la boca y no opines respecto de lo que les das. En uno de esos barrios firmamos un convenio con el CAIF (Centro de Atención a la Infancia) Para efectivizar el mismo, nos iban a dar el local del Centro Comunal y firmamos para ello, un contrato con la Comisión del barrio. Ya estaba todo listo; sólo restaba edificar unos baños, pero la Comisión se enojó y decidió no ceder el local, aunque ya estuviese el contrato firmado por cuatro años. ¿Qué motivó esa actitud? La historia comenzó cuando la iglesia realizó en el barrio una fiesta con motivo del “Día del Niño”; habíamos conseguido una donación de bebidas y la repartimos entre los niños. Cuando terminó la fiesta, había sobrado y decidimos repartirla entre esos merenderos. ¡Ese fue el motivo por el cual nos negaron el local! ¡Que nos llevamos la bebida sobrante, proporcionada por nosotros mismos! Ser pobre no es sinónimo de humildad. Esta gente del incidente es pobre pero orgullosa, vanidosa y prepotente. ¡Y la mayoría de los ricos, también son prepotentes porque se sienten ricos!
El hombre no quiere tener autoridad sobre su cabeza; los jóvenes no quieren estar bajo la autoridad de sus padres, las ovejas no quieren estar bajo su pastor, no queremos la autoridad del gobierno, de la policía. ¡No nos gusta! La democracia ha terminado siendo el caldo de la anarquía: Todos opinamos, nos dividimos en partidos, y en vez de consenso hay cada vez más división. El hombre no quiere el gobierno de Dios, sin embargo, Mateo 3.2 dice: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. El reino de los cielos no se manifestará en un creyente que no se ha arrepentido o no se arrepiente de sus pecados, de su manera de ser o de pensar. Anhelamos el reino de los cielos, pero no queremos cambiar nuestra manera de ver las cosas. Lamentablemente el creyente vive en una dualidad espiritual: Por un lado es creyente pero por otro, hace lo que siente y lo que le parece. Al no tener autoridad sobre su cabeza, es tan independiente como los demás, vive y vivirá como cualquier incrédulo: Endeudado, enfermo, sin trabajo… porque el reino de los cielos se manifiesta solamente sobre personas humildes que saben renunciar a sí mismos y no hacer lo que les parece sino que buscan el parecer de Dios.
Dijo Jesús: “…he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). Si quieres y amas el reino de los cielos, Dios te lo manifestará pero si tu preocupación central son los problemas de la vida, el reino de los cielos no se revelará en tu vida.
Hay tres clases de personas: Primeramente la Biblia habla del hombre carnal; proviene del griego “sark”; el apóstol Pablo habla del creyente “sárkikos” (carnal); es aquel en quien sus deseos carnales gobiernan su vida, tales como la comida, el sexo, etc, por tanto no puede participar del reino de Dios. Es un hombre “animal”, reacciona por instintos, lo que desea, lo toma o lo hace. El otro tipo de hombre es el psíquico o almático, cuyo gobierno está en su alma o psiquis; se gobierna por lo que siente, el mundo exterior le provoca sensaciones, que afectan sus sentidos y actúa por ellos. Ese tipo de hombre tampoco sirve para el reino de los cielos. Muchos creyentes son así, reaccionan por causa de lo que sienten; el mundo nos ha introducido la práctica de “hacer lo que siento”, “Si te hace sentir bien, hazlo, practícalo, no importa que esté mal”. Hoy me hablaron de una chica soltera que se enamoró de un hombre casado, “No importa que esté mal, ella siente algo muy fuerte por ese hombre y está segura que ese sentimiento proviene de Dios” así es el creyente almático.
Por último está el hombre “pneumático” o espiritual cuyo término proviene del griego “pneuma” que significa viento o aire. La persona espiritual pues, no es gobernada por su mente, voluntad o emociones, sino por el espíritu. La psiquis no es espiritual ni tampoco el cuerpo. Éste deja de ser, el espíritu vive. Dios anhela exterminar el domino del hombre pecador para instaurar el reino de los cielos en nuestro corazón. Para ello, necesita que seamos personas sujetas a él, a su voluntad y a las autoridades que él delega. ¿En quién se manifiesta el reino de Dios? En una persona que busca más la voluntad de Dios que la propia. Continuamente pedimos cosas a Dios que son nuestro deseo y nuestra voluntad; eso denota que no nos interesa el reino de Dios. La pregunta no es “qué Dios puede hacer por mí” sino “qué quiere hacer Él conmigo”.
¡Dios quiere manifestar su reino en tu vida! Si quieres vivir en paz, tienes que estar en el reino de Dios. Puedo decir que soy cristiano pero estar fuera de su reino, eso sucede cuando decidimos ser nuestra propia autoridad. Por eso el mandamiento de Jesús no es un pedido, o un consejo, es una orden: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Marcos 8:34) Hay cientos de chicos que firmaron un pacto con Dios para que Él sea el Señor de sus vidas; a algunos de ellos los quisimos enviar a alguna ciudad del interior del país pero nos contestaron: “No, pastor, porque justo ahora tengo mucho para hacer”. ¡Firman un pacto con Dios y después no están disponibles! Dice la Biblia que somos siervos de Dios y que Él es nuestro Señor. En la antigüedad se entendía bien lo que era un Señor: ¡Era un amo! Hoy en día, cualquiera parece ser señor. Cuando digo que Él es mi Señor, significa que soy su siervo y un siervo no es dueño de sus decisiones, ni de su vida, es posesión del amo. ¡No hemos entendido esto! Creemos que la vida es nuestra, pero si le hemos entregado nuestra vida a Dios, ya no es nuestra sino de Él. Imagínate un amo diciéndole al esclavo: “Ve a desatar el caballo”, y que el esclavo le conteste: “No, porque ahora estoy cansado”.
La única manera de que se manifieste el reino de los cielos en mi vida es que yo me arrepienta, por eso Juan el Bautista predicó el arrepentimiento diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado”. “Arrepiéntanse” significa “dejen de pensar como están pensando porque ahora viene otro gobierno que es del cielo”. No podrán participar de éste si no se arrepienten de su manera de ser, de su forma de pensar. Hay quienes se llaman cristianos pero no se arrepienten de la vida que llevan, siguen gobernándose ellos y no permiten que ninguna autoridad del reino y ni siquiera Dios, se introduzca en sus vidas. Buscamos que Dios nos apoye en lo que hacemos pero Él está esperando que lo apoyemos en lo que Él desea. Normalmente nos ofendemos porque le hemos pedido muchas cosas que no hemos recibido pero sucede que también Él ha estado demandándonos cosas que no le hemos dado. La pregunta es: ¿Quién sirve a quién? ¿Dios me sirve a mí o yo le sirvo a Él? Si aceptamos el señorío de Dios en nuestras vidas, podremos disfrutar aquí en la tierra de los beneficios del reino de los cielos, donde no hay injusticia, donde no hay vanidad ni ladrones. A veces nos afligimos porque nos dijeron una palabra ofensiva… ¡se nos escapa la paz porque no estamos en el reino! ¿Sabes lo qué significa estar en el reino? ¡Estar muerto aquí abajo! ¡Crucificado! De modo que si te insultan, no te afecta porque estás muerto. Si pellizcas un muerto, éste no siente nada. Del mismo modo, si estamos crucificados con Cristo, nada nos dañará. Si aún te duele lo que te dijo tu marido, no estás crucificada. ¡Todavía la carne te duele! ¡Pero hoy Dios quiere hacer algo nuevo en tu vida!
Hoy Dios quiere instaurar su reino en tu vida. Pero para ello, es necesario que estés crucificado juntamente con Él, y que ya no seas tú quien maneje el timón, sino Él. Debes estar muerto al dominio de la vida psíquica y carnal y estar vivo al dominio del espíritu. Cuánto me entristece ver caras de personas que no están disfrutando del reino de Dios. ¡Dios tiene salud, prosperidad y bendición para tu vida! Es necesario que hoy reconozcas tu soberbia, tu independencia, tu egocentrismo. Hoy Dios te dice: “Arrepiéntete, porque mi reino se ha acercado a tu vida. Tengo lo mejor para ti… sólo déjame ser el Señor en tu vida”. Si estás dispuesto, haz esta oración ahora mismo:
“Padre querido, te pido perdón porque he sido soberbio e independiente… he vivido lejos de ti y de tu palabra. Te pido que entres en mi vida y perdones mis pecados. Renuncio a mí mismo, a mi gobierno, a mi soberanía, declaro que soy dependiente de ti, que soy tu siervo. ¡Proclamo que tú eres el único poderoso en mi vida! Declaro que te necesito y que te amo. ¡Me arrepiento por haber actuado por mi propia voluntad! Hoy creo por la fe, que el reino de Dios ha venido a mi vida y que gozaré de sus bendiciones. En el nombre de Jesús hago esta oración; amén”.
ANEXOS: