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Me siento motivado y animado cada vez que medito y enseño acerca del valor y del poder de la palabra de Dios. Quizás no tenemos claro la importancia que tiene el hecho de que podamos hablar y usemos palabras para comunicarnos, o no entendemos bien qué tan poderosas son éstas y que al usar las palabras de nuestro idioma, podemos hacer mucho bien o mucho mal.
Quiero hacer una comparación de lo que sería la palabra dada por el hombre y la palabra de Dios dada por Él, para ver la diferencia que hay entre las dos. De hecho, muchas veces, las palabras que usamos hieren más que un cuchillo, ya que éstas tienen un poder extraordinario y causan heridas que duran toda la vida. Si Cristo no hace algo, una palabra puede producir tal amargura que afecte a una persona toda su vida. ¡Una sola palabra puede destruir un matrimonio! La mujer dice: “Nunca pensé que mi marido me iba a decir eso, pero me lo dijo, y yo hasta aquí llegué”. ¡Una palabra puede desatar una guerra! Por supuesto que no entraremos en guerra con Venezuela pero se armó un revuelo por causa de las declaraciones del vicepresidente de Uruguay; y Maduro, presidente de Venezuela, lo trató de cobarde. Palabras que van y vienen, entonces el gobierno uruguayo citó al embajador de Venezuela para hacerle sentir el malestar por las declaraciones inamistosas por parte del presidente de su país. Uruguay mantenía una relación muy cercana con Venezuela, pero una expresión provocó malestar entre las dos naciones.
Una palabra puede destruir una empresa y cualquier tipo de relación. Recuerdo cuando niño, la felicidad que me daba ver a unos tíos que eran socios de una empresa muy grande y exitosa, que exportaba frutas. Ellos tenían varios vehículos, comparado con lo que tenía mi padre, que era sólo una motoneta. A mí me llenaban de orgullo esos tíos, pero nunca voy a olvidar el día en que los dos hermanos rompieron su sociedad y lo que uno de mis tíos expresó: “Por causa de una palabra que dijo mi hermano se terminó la sociedad”. ¡Quedaron divididos! Ellos vivían en el mismo predio pero tuvieron que fraccionar el terreno y quedaron cada uno por su lado. ¡Una sola palabra causó una herida tremenda!
¡Las palabras tienen poder! Pero no sólo se usan éstas para hacer daño sino también para bendecir. O sea que hay palabras que son de maldición y de bendición. Bendición o bendecir significa, decir bien; o sea, emitir palabras que hacen bien. Y maldecir es todo lo contrario, es decir, emitir palabras para mal. Así que una maldición puede venir de parte de un brujo, pero también por causa de lo que una madre le dice a su hijo. Si ésta le dice: “Idiota, estúpido, me tenes cansada, sos igual que tu padre…” Con estas declaraciones la mujer maldice a su hijo y esto causa daños tremendos. Hay mucho poder en las palabras, tanto para bendecir, como para maldecir: Tenemos la habilidad de ser benignos y de emitir palabras que son para bien, y que calman los ánimos, y también tenemos la habilitad de herir y destruir con nuestras palabras.
Hasta aquí me he referido a las palabras humanas; señala la Biblia que la lengua es un miembro pequeño pero se jacta de grandes cosas y ésta contamina la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. O sea, cuando tú hablas lo que no tienes que hablar, desde el infierno cargan carbón dentro de tu boca.
La palabra de Dios señala que la lengua contamina la rueda de la creación, lo que significa que afecta las cosas que están más allá del planeta. De hecho, con nuestra boca movilizamos ángeles o movilizamos demonios, liberamos las manos de Dios para bendecir o poderes satánicos para herir. Si contratan a un brujo para que haga un trabajo contra alguien, éste invoca poderes de maldad, invoca demonios que afectarán a esa persona o a una familia. ¿Cómo se hace eso? A través de palabras que se emiten llamando esos poderes espirituales y movilizan el infierno.
¡Si tu boca estuviese siempre bajo la autoridad y el señorío del Espíritu Santo entonces sería un instrumento poderoso para el establecimiento del reino de Dios en la tierra! Tu lengua puede ser un instrumento tuyo, de satanás, o puede ser un instrumento poderoso de Dios. Él nos ha creado y nos ha llamado con el anhelo de poner sus palabras en nuestra boca y cuando eso sucede, el efecto que provocan nuestras palabras es el mismo que cuando Dios habla. Porque cuando nuestra boca está bajo la autoridad del Espíritu Santo, opera Dios en ella y ésta se vuelve su instrumento; entonces, al abrir nuestra boca podemos decirle a una montaña que se salga de donde está y se coloque en otro lado y esa palabra tiene poder porque ya no es humana sino divina. ¡Es palabra de autoridad! ¡Es el poder de Dios que se mueve a través de los creyentes! ¿Te animas a creer que tu boca puede ser un instrumento de Dios o estás asustado por todo lo que has dicho en tu vida?
Hebreos 11:3 dice: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Aquí vemos el poder de la palabra de Dios. El Señor no trabaja con las manos sino con la boca, por su palabra. Todo lo que ha sido hecho fue creado por la fe, por la palabra de Dios. La fe se expresa por palabras, y éstas tienen poder. Entonces, Dios habló y las cosas sucedieron: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3). Es su aliento, es su palabra. Dice la Biblia que cuando Dios creó al hombre, sopló en él su aliento de vida. Y Jesús declaró: “…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). ¡Qué diferencia hay entre las palabras de un ser humano y la palabra de Dios! Al declarar esto, Jesús estaba diciendo que cuando Él hablaba, en esa palabra operaba el Espíritu de Dios, por lo tanto operaba su poder. Génesis 1:1 y 2 señala: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. ¡El Espíritu Santo estaba ordenando todo porque es Él quien se manifiesta aquí en la tierra! Dios el Padre está en el cielo, sentado en su trono, pero aquí abajo opera el poder de su Espíritu.
El Salmo 119: 89 afirma: “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”. La Biblia declara cosas que nos hacen pensar. Su palabra está en los cielos, y para siempre, significa que esa palabra es inamovible. La Biblia dice que Dios creó el sol y la luna para marcar los tiempos y para que sirvan de señales (Génesis 1:14); también creó las estrellas y constelaciones, y les puso nombre a todas ellas. Al declarar que son para producir señales, me refiero a que hay un tiempo Cronos, que es el que marca el reloj, pero hay otro tiempo que opera en ese lapso y es el tiempo Kairos, en el cual se producen los eventos de Dios, que marcan las señales de sus hechos. Por ejemplo, el Señor ha establecido fiestas que el pueblo judío observa, y los grandes eventos de Dios han sucedido en alguna de esas fiestas, como la Pascua. Ésta es una celebración impuesta por Dios desde los tiempos de Moisés y consistía en que cada hogar sacrificaba un cordero como señal. Esta es una fiesta que se observó por miles de años en determinada fecha, como una señal, pero llegó el tiempo en que Cristo murió en la cruz del calvario, y el profeta dijo de Él: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. La primera venida de Cristo sucedió en una celebración, y su muerte en otra; y la segunda venida del Mesías acontecerá en otra celebración.
Leemos en Mateo 24: 29: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas”. Y Joel 2:31dice: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová”. Eso de que el sol se oscurecerá no es más que un eclipse solar que acontece cuando la luna se interpone entre el sol y la tierra, cuando al mediodía todo queda oscuro, ¡y eso es una señal! Y cuando la luna se pone roja, fenómeno llamado desde la antigüedad, luna de sangre, se trata de otro tipo de eclipse. La Luna pasa por detrás de la sombra de la tierra, oscureciéndose, la atmósfera de la Tierra dispersa una luz azul y verde, dejando pasar la roja. Durante el eclipse, la luna pasa por esta sombra, y en vez de recibir la luz solar, recibe el brillo rojo de nuestra atmósfera. De esta manera es que el eclipse nos muestra una luna bastante fuera de lo común, un fenómeno que muchos llaman luna de sangre. Resulta ser que para que acontezca un oscurecimiento del sol y la luna se vista de sangre, pasa mucho tiempo. Han pasado miles de años, pero en el año dos mil quince, habrá un oscurecimiento del sol y dos lunas de sangre, aparte de las dos lunas de sangre que se dieron en el 2014. Cuando la Biblia dice que el sol se oscurecerá y la luna se vestirá de sangre, sugiere que habrá un evento en el cielo muy especial y debemos tomarlo como una señal de parte de Dios. Esta pequeña descripción es para indicarte sólo un poco acerca de los eventos que marcan las señales de Dios. Que exista una constelación de Virgo o cualquier otra constelación no es ninguna casualidad. “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”.También David dijo en el Salmo 19:1: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. ¡Veremos qué nos dicen los cielos en este año dos mil quince! ¡Creo que grandes cosas sucederán y estoy convencido que este año tendremos una cosecha extraordinaria! Estos eventos anuncian que se acerca la segunda venida de Cristo. ¡Gloria a Dios!
La palabra de Dios es inamovible. Jesús declaró en Mateo 24:35: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. El apóstol Pedro dijo: “Mas la palabra del Señor permanece para siempre”. También Isaías declaró: “Sécase la hierba, marchítese la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. ¡Es inamovible! ¡No la cambiará el anticristo ni el comunismo; no la cambiará la derecha ni la izquierda! ¡Lo que el Señor ha dicho, sucederá! 1ª de Pedro 1:23 afirma también: “…siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”. Cuando Jesús dijo: “Mis palabras son espíritu y son vida”, quiso expresar: “En las palabras que yo digo, va el Espíritu Santo, y si obra el Espíritu Santo, también obra el poder de Dios.” La energía eléctrica necesita un conductor; si hay un conductor, puede haber electricidad o no, pero si la palabra que se emite es palabra de Dios, el conductor lleva la energía y el poder de Dios. El Espíritu Santo va ahí, su palabra es vida.
También señala la Biblia en Hebreos 4:12: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. ¡Tremenda espada! Esa espada está a tu disposición.
Me imagino que Dios se agarra la cabeza cada vez que abres tu bocota y le dice a San Pedro: “¡Que no hable! ¡Que no hable!” “Yo he hecho tu boca para que sea mi espada”, dice el Señor. “Yo te he dado una boca para que hables mis palabras. Si lo haces, tus palabras serán espíritu y vida como lo son las mías”. Por eso Jesús no tuvo problemas al decir que nosotros haríamos sus mismas obras. Él dijo: “Lázaro, ven fuera” y el muerto se levantó. ¿Con qué trabaja Dios? ¡Con la boca! El Señor trabaja emitiendo palabra.
¿Cómo hacemos para que sea de esa manera, también en nuestras vidas? La palabra de Dios nos enseña lo siguiente en Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Te doy una clave: Esto opera solamente con los que aman a Dios. ¿Tú amas a Dios? Habla, y verás lo que sucede. Los mandamientos del Señor son palabras emitidas por Él, por ejemplo, un mandamiento es: “Amarás a tu prójimo”. Tú le pones excusas a Dios para no amar a tu prójimo alegando que te insultó, abusó de ti, te humilló y cosas semejantes. ¡Pero tú tienes que amar pase lo que pase! Dios no te dijo: “Amarás a tu prójimo sólo si te trata bien” o “Amarás a tu prójimo si te ama”. ¡No!
Recuerdo la historia de un hombre que estaba muy enojado con otro, se había llenado de bronca y de ira y su pastor le dijo: “Hermano, usted no puede estar enojado contra su hermano, es más, usted lo tiene que amar”. Y el hombre, tan enojado, le respondió: “¡Qué va a ser mi hermano este! Un hermano no hace lo que él hizo. ¡Este es mi enemigo!” Entonces agregó el pastor: “El Señor ha dicho que si tu enemigo tuviere hambre, le des de comer y si tiene sed, le des de beber. Dios ha dicho que ores por los que te persiguen y te maltratan; que bendigas y no maldigas. “Amarás a tu prójimo”, es un mandamiento. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Dicho de otra manera, sería: El que me ama, guarda mis mandamientos. Guardar es atesorar, amar, retener, o sea tenerlo adentro; eso significa guardar sus mandamientos. Juan 14:16 dice: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Yo me lo imagino a Jesús, arrodillado, rogando al Padre. Entonces, uniendo los dos versículos leemos: “El que me ama, guarda mis mandamientos”. Luego aparece una conjunción, la “y”, que reemplazándola por una preposición, diría: “Entonces yo rogaré al Padre, y os dará otro consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Porque yo amo a Dios, guardo sus mandamientos, entonces, como consecuencia, Jesucristo intercede por mí para que el Padre envíe su Espíritu. La Biblia se refiere a otro consolador, porque hasta ese momento el consolador era Jesús, pero Él se iría, porque siendo un hombre de carne y hueso no podía estar en varios lugares a la vez, aunque el Espíritu Santo puede estar donde yo estoy y donde tú estás al mismo tiempo.
Juan 14:17 dice: “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Si amamos a Dios, guardaremos sus mandamientos, y en consecuencia, el Espíritu Santo viene sobre nosotros con poder, y estará Él con nosotros y en nosotros. La Biblia dice que el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad, y en otro pasaje señala que Él nos guía a toda verdad. ¡Si el Espíritu Santo nos guía, no podemos errar! Tampoco abriremos la boca para hablar pavadas, porque si el Espíritu de Dios está llenando y gobernando nuestras vidas, entonces, cada vez que abramos nuestra boca, será Dios quien hable.
El Señor quiere sacudir al mundo y lo hará con creyentes que le amen y guarden sus mandamientos; a esos, los llenará con su Espíritu Santo porque está necesitando gente que hable lo que Él quiere hablar. Quiere que cierres tu bocota y dejes que Él la llene. Tus palabras tienen poder pero si la presencia del Espíritu Santo está en tu vida, el poder es superior y es de bendición. En el capítulo 14 del libro de San Juan, el Señor te dice del derecho y del revés, lo mismo. Si seguimos leyendo, Juan 14:21 dice: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. La palabra “manifestar” significa darse a conocer o resplandecer. ¿Qué te está diciendo Jesús? Si tú le amas y guardas sus mandamientos, Él te amará y va a resplandecer a través de ti. Hay muchas cosas que cambiar en el mundo pero no lo hará la política, no será Putin, Obama o Tabaré Vázquez.
Dios va a cambiar el mundo y pondrá sus palabras en la boca de los creyentes para que se manifieste su obra. ¡La boca de los creyentes producirá la obra de Dios en el planeta Tierra! Muchas veces hacemos cosas que no son guiadas por el Espíritu Santo; las hacemos porque nos parece que no tienen nada de malo. Para mí no tenía nada de malo estudiar arquitectura, es más, yo quería servir a Dios con mi profesión. Yo tenía mis planes pero no sabía que estaba desobedeciendo a Dios porque su plan para mi vida era que yo fuese pastor, pero yo no veía eso. Primero porque no quería; no me gustaba mucho la idea de ser pastor y no me sentía motivado; segundo, yo no veía que tuviera corazón de pastor y eso era una buena excusa para no ser lo que Dios quería. Entonces pensaba que si el Señor me llegaba nombrar pastor es porque estaba loco. Yo desobedecía a Dios haciendo lo que a mí me parecía, pero cuando el Espíritu Santo vino a mi vida, movió todas las piezas de mi corazón y me transformó en un pastor, para que yo hiciera la obra que Él había planeado desde antes de la fundación del mundo.
Cuando el Espíritu del Señor te guía, tú te vuelves obediente y haces lo que Él te dice; de lo contrario, si el Espíritu Santo no te guía, entonces, algo anda mal con respecto a tu relación con Dios. ¡Te está faltando amar a Dios! ¿Cómo sabes que amas a Dios? ¡Porque guardas sus mandamientos! Si te interesa leer la Biblia y conocer lo que el Señor dice en su palabra, entonces Él viene a morar en ti y se manifiesta en ti. No sólo es por ti, sino también porque Dios necesita gente llena de su poder. El Señor necesita manifestarse a través de la vida de los creyentes y todo queda definido por el amor, de modo que si yo no tengo amor, le pondré excusas para no hacer su obra, y entonces Él no podrá hacer conmigo lo que ha planeado que yo haga. De ahí viene la condenación, de que yo exista para hacer lo que a mí me parece que es bueno, pero en realidad no hago lo que Dios quiere. Todo aquel que no haga la voluntad de Dios será condenado, porque quien no hace la voluntad de Dios, hace la voluntad del mundo y del diablo. O haces lo que Dios quiere y te alineas con Él, o eres su enemigo. Dice Efesios que nosotros éramos enemigos de Dios en nuestra mente haciendo lo que a nosotros nos parecía y esto lo heredamos de nuestros padres porque ellos nos enseñaron y nos metieron en la cabeza que podemos hacer lo que nos parece. Pero Cristo nos amó y murió por nosotros. El Señor nos rescató para que ya no vivamos esa clase de vida muerta sino que tengamos vida abundante. Leemos en Juan 14: 22 y 23: “Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. ¡Se lo vuelve a decir! ¡Parecían sordos! Cuando Judas le pregunta, el Señor le respondió algo así como: “Déjemelo a mí, es problema mío cómo me voy a manifestar a ustedes y no al mundo. Ustedes me tienen que amar y guardar mis mandamientos”. Cuando dice: “haremos morada” significa que mi cuerpo será su casa, por lo que Él vivirá en mí.
“Señor, no entiendo cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo”. “Te lo voy a decir nuevamente: El que me ama guardará mis palabras. El que guarda mis palabras me ama”. “No logro entender, Señor”. “Te lo digo de otro modo:” “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Juan 14:24). Si no puedes entender esto, si lo resistes; si lo dejas pasar, tú estás rechazando a Dios. ¡La palabra que hoy recibes es de Dios!
El Señor no te ha puesto en el planeta sólo para consumir oxigeno o para que vivas para comer. Tiene que haber algo más productivo para que tú hagas que sólo dormir, trabajar y comer, o que nada más veles por tu familia. Dios tiene grandes proyectos para ti y sus proyectos son eternos. La palabra de Dios nos dice que el Espíritu Santo nos anhela celosamente. ¡Él quiere habitar en ti! ¡Quiere guiarte y alumbrarte, y quiere manifestar a Cristo en tu vida! ¿Qué estás esperando? ¿En qué estás gastando tu vida? ¡Es tiempo de que se levante el ejército de Dios! ¡Es hora de que se levanten los valientes que estén dispuestos a pagar el precio de honrar y servir a Dios! ¿Cómo te podrá usar Dios si estás abocado a tus tareas? ¿Estás dispuesto o dispuesta a dejar que Dios te llene y que su Espíritu te guíe a dónde Él quiera? ¿Podrás decirle: “Señor, vas a ver que yo te voy a amar, estoy dispuesto a leer la Biblia y a atesorar tu palabra”?
En el Salmo 119:105, el salmista David, que sabía de estas cosas, expresaba: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. David consideraba que la palabra de Dios era para su vida una lámpara a sus pies y una lumbrera en su camino. El mismo salmo, en el versículo 140 dice: “Sumamente pura es tu palabra, y la ama tu siervo”. También afirmó: “Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación” (Salmos 119: 98 y 99).
David entendía que fuera de la palabra de Dios no valía nada y también que por la palabra de Dios era una persona sabia. David era una persona inteligente y fuerte porque la palabra de Dios es espíritu y es vida. ¡Es sencillo! Quizás tú tienes la Biblia y no la lees, o quizás sí tienes una, pero no la aprecias. Gastas horas mirando televisión, en la computadora o en otras cosas, pero lo prioritario en tu vida debe ser escudriñar la palabra de Dios y atesorarla. Cuando viene la palabra de Dios a tu corazón, entonces viene el Espíritu de Dios y manifiesta a Jesús en ti.
¡Es tiempo de tomar decisiones! Las señales nos están diciendo que Cristo viene pronto. Están sucediendo cosas tremendas, todo avanza a pasos agigantados. Estamos sentados sobre una gran conflagración mundial; estamos sentados sobre una tercera guerra mundial y las señales de cielo nos dicen que el Señor vuelve pronto. ¿En qué vas a gastar los años que te quedan de vida?
Si has sentido el llamado del Espíritu Santo en tu corazón y estás consciente que debes responderle a Dios, haz una oración y dile: “Señor, he decidido amarte y honrar tu palabra; he decidido guardar tus mandamientos. ¡Toma mi vida, Padre! Yo me expongo a tu luz, Espíritu Santo, para que me guíes, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
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