EL PAN QUE DA VIDA - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

EL PAN QUE DA VIDA

tumblr_m5bcgtBV8N1qesa9oINTRODUCCIÓN

Tengo la convicción de que Dios está haciendo un llamado a la iglesia, de consagración y reflexión. Vivimos tiempos en que Dios está haciendo un esfuerzo, a través de su Espíritu Santo por instaurar el reino de los cielos en la tierra y no podemos estar distraídos en cosas que no aprovechan. ¡El propósito de Dios no es sólo que tú seas bueno, sino que además sirvas para algo! Hay personas que son buenas pero no sirven para nada. Se necesita algo más que ser bueno, ¡se necesita ser soldado del reino de Dios!

Dios está trayendo una seria advertencia. Recientemente, tres jóvenes que han ingresado a uno de nuestros hogares, y que han salido de la droga, del alcoholismo, de la violencia, del homosexualismo, se pararon con toda autoridad a dar testimonio de lo que Dios había hecho en sus vidas y Dios me mostró que estos jóvenes van a ser predicadores del evangelio. Uno de ellos había sido abusado por su hermano a los 4 años de edad, y a partir de ahí comenzó una inclinación hacia la homosexualidad. Hasta los 23 años vivió un infierno, consumiendo pornografía y buscando tener relaciones homosexuales; llegó a tal punto que deseaba tener relaciones sexuales con su propio padre, y ese deseo lo consumía y lo destrozaba. ¡Había sido atado a la homosexualidad! Este joven decía que Cristo lo hizo libre, que tenía la mente limpia y que esas inclinaciones se le habían ido, tenía paz en su corazón. ¡Cristo le había dado vida! Y les decía a los que estaban en esa reunión que tenían que entregarse a Cristo, que Cristo estaba en ese lugar. ¡Ese joven va a ser un predicador del evangelio del reino!

Otro joven había estado internado en varios lugares aquí en Uruguay y en Argentina; es hijo único, su madre había pagado una suma de dinero importante para sacarlo de la situación en que estaba. Nadie había podido hacer algo con este joven, ni su madre, ni los sicólogos, ni las internaciones, ¡pero Cristo pudo! ¡Ahora él estaba dando testimonio y predicando el evangelio! Yo pensaba: “Mira de dónde Dios está sacando predicadores”. ¿Por qué Dios está usando a estas personas…?

Otro joven también había vivido una vida alejado de Dios, en la calle, totalmente extraviado. Llegó  al punto de que los médicos lo habían desahuciado, diciéndole que se iba a morir. Ya no podía estar sin tomar alcohol rectificado. Ahora contaba su testimonio de cómo Cristo lo había sacado, ¡y estaba predicando el evangelio! Yo dije: “¡Estos tres jóvenes son predicadores! Señor, ¿de dónde sacas esta gente?” También miraba a mi yerno, Álvaro, que junto con mi hija Vivi habían organizado esa reunión, y tenían todo preparado. Los dos estaban contentos y sonrientes. Los miraba y pensaba: “¡Qué preciosos pastores que son!” ¡Dios les ha dado una iglesia hermosa! ¡Qué bendición! ¡Me vine con el corazón henchido de alegría!

Le preguntaba a Dios: “Señor, ¿por qué usas gente tan baja? Mi yerno también salió de la droga pero Dios lo tocó, lo cambió y lo ha hecho un pastor. Entonces, el Señor me dijo: “Lo que pasa es que los demás están muy ocupados, tienen muchas cosas que atender. Los demás piensan mucho en su comida y en su vestido, en su casa, en su vehículo y en sus deudas. ¡Están muy ocupados para trabajar en el reino!” Y Dios me dio una palabra que compartí en esa reunión que habían organizado mi yerno y mi hija, la que también quiero compartir contigo.

DICHOSO QUIEN ACEPTA LA INVITACIÓN

En el capítulo 14 de Lucas nos dice la Palabra de Dios, que Jesús estaba con algunas personas en un banquete, y dice el versículo 15: Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios”. El Señor me detuvo en ese versículo; “Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios”. Todos estaban contentos de tener a Jesús en una cena. ¡Qué honor recibir a Jesús! Estaban felices… ¡valía la pena estar hablando con Jesús! El les decía: “Cuando ustedes vayan a una cena, a un banquete, no se sienten en los primeros lugares, no sea cosa que venga el que organizó el banquete y te diga córrete de acá, para que se siente otro”. Todos estaban escuchando a Jesús que hablaba con una sabiduría impresionante. Entonces uno de los que estaban allí comiendo, dice: “Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios”. A través de su Espíritu, el Señor me empezó a mostrar qué es lo que está pasando con la iglesia. Hay dos clases de pan: Uno es el pan de abajo, y otro es el pan de arriba; el pan de abajo es el que nos mantiene preocupados. Algunos le decían a Jesús: “Señor, Moisés nos dio el maná en el desierto, pan del cielo. ¿Y qué nos das tu?” Jesús les responde: “El verdadero pan del cielo, soy yo. Yo soy el pan de vida. Mi cuerpo es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. ¡Jesús hablaba de él mismo! Hablaba de un pan que tenía que ver con el reino de Dios, con un alimento que tenía que ver con vida espiritual, no con la vida de aquí abajo. La enseñanza bíblica es que aquellos que estén ansiosos y afanados por el pan de abajo, no van a comer del pan de arriba. El Espíritu me mostró que hay mucha gente en la iglesia que no sirve a Dios, que no se consagra a El, y que sus peticiones y sus tareas, están centradas en ellos mismos. Es fácil observar cómo los creyentes  están ansiosos por llegar a fin de mes y que todos lo meses dicen: “Ahhh, ¡no me va a alcanzar el dinero!” Hablando de estas cosas, Jesús, en otra oportunidad les había estado diciendo a otras personas que no debían estar afanados. Jesús había hecho un milagro; le había dado de comer a 5000 personas, había multiplicado los panes y los peces. Al otro día, Jesús se levanta, y tenía a los 5000 de nuevo ahí con unas ganas de escucharlo, así que se levanta y les dice: “Ustedes no están aquí porque hayan recibido la palabra que les he dado, sino que están aquí porque ayer les di de comer pan y pescado”. Y les dice también: “Trabajen, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. No se afanen, ni se dediquen tanto a la comida de aquí abajo, dedíquense a la comida de arriba”.

De muchas maneras, Jesús ha enseñado esto. Dijo: “Busquen primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas las demás cosas vendrán por añadidura”. Vas a ver muchos creyentes que le ponen excusas al Señor porque tienen que trabajar, tienen que mantener la familia, tienen que pagar las cuentas, ¡tienen que llegar a fin de mes! Y Dios nos está reprendiendo en esta hora seriamente y severamente y nos vuelve a decir: “Buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas las demás cosas vendrán por añadidura”. Hay algo que no te deja avanzar en el reino, y hay algo que te hace inútil a las cuestiones del reino: El afán y la ansiedad por cubrir tu propia casa, tu propio vestido, tu propia comida. Y crees que si trabajas para eso ya estás haciendo la obra que tienes que hacer.

Las parejas que hoy en día se casan, no quieren tener problemas, quieren vivir tranquilitos. Le preguntas: ¿Vas a tener hijos? “Posiblemente”, contestan, “más adelante, ahora queremos estar tranquilos”. No quieren ni tener hijos, porque no quieren tener problemas. Ven este tema de comer, vestir y criar hijos como un grave problema. Pero Jesús les dijo a sus discípulos: “¿Por qué ustedes se afanan tanto por lo que van a comer o por lo que van a vestir? ¿No han visto a los pajarillos del cielo que no siembran ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta?” Dice Jesús: “Ninguno de ellos cae al piso, sin que nuestro Padre celestial lo sepa. ¿No valéis más vosotros que estos pajarillos?” ¡Somos más importantes que los pajarillos! “¿Por qué se afanan tanto por lo que van a vestir?”, dice el Señor. “Ustedes vieron a Salomón que con toda su grandeza y toda su gloria, no pudo vestirse como un lirio del campo, que hoy está y mañana no está”. Jesús hacía alusión a unos lirios que crecían solos en el campo, que tienen una belleza y unos colores extraordinarios. Dice Jesús: “Si Dios viste así a los lirios del campo, ¿Cómo van a pensar que Dios no se va a ocupar de ustedes?” He descubierto algo extraordinario; que aquellos que sirven a Dios y no se preocupan por las cosas del día a día, Dios les sustenta.

Mi señora estaba pensando en comprarme una corbata verde, y al rato viene un muchacho de la iglesia y me dice: “Pastor, Dios puso en mi corazón que le haga un regalo”. ¡Me regaló una corbata verde! ¡Ya tengo la corbata verde! Esta mañana encuentro un buzo en el placard, y le digo a mi esposa: “Marta, ¿este buzo de quién es?  Esto no es mío”. Me dice que Marito lo estaba por regalar y le dijo: ¿Por qué no se lo regalas al apóstol? ¡Y me lo regaló! Me lo puse, me miré al espejo y dije: ¡Me gusta!

Hace un año, en un campamento juvenil, yo había estado trabajando la semana previa al campamento, como loco, y le había dicho a mi señora que era necesario comprarme ropa. Pero era tanto el trabajo que había en Beraca que no salí, y dije: “Mañana lo hago”. Llegó el campamento y no compré nada. Entonces, dos días antes del campamento, uno de los jóvenes que estaban internados en Baraca, se acerca a mí con unos championes que parecían la boca de un sapo, se le veían los dientes; estábamos sentados, y me mira (yo tenía unos championes bastante nuevitos, lindos) y me dice: “Apóstol, qué buenas llantas que tiene”, y le pregunto: “¿Querés las llantas?” “No, apóstol” me dice, pero me las saqué y se las di. ¡No lo podía creer! Se los puso y salió con las llantas del apóstol.

Pero Dios ya había planificado mi provisión. Viene un hermano de otra iglesia, de Buenos Aires, y los parientes de aquí lo invitan al recital de Beraca. Antes de ir al recital, decide ir al Shopping a comprarse ropa; a este hermano le va bien económicamente, el Señor lo ha bendecido mucho, y le gusta la ropa fina. Yo no compro ropa fina, porque me duele gastar,. Este hermano va y se compra un pantalón, un cinturón, unos championes, un buzo, una camperita de hilo y una camisa. ¡Se compró de todo! Fue a pagar y en ese momento, Dios le dice: “Todo esto que has comprado no es para ti, se lo tienes que dar al apóstol Márquez”. Mientras, el día del recital, yo estaba en Beraca preparándome para predicar; ese día él llegó a la tarde, contento, me saluda y me dice: “Mira apóstol, perdóname, me fui a comprar esto, yo no se si tu número es el mismo que el mío, pero si Dios me ha dicho que te lo dé, debe ser que te anda, así que tomá; esto me lo compré para mí, pero Dios me dijo que es para vos”. Me probé todo, y me lo dejé puesto porque estaba atardeciendo y ya tenía que predicar, ¡así que me fui a predicar con ropa nueva! ¡Yo creo la palabra de Dios! ¡He visto su mano!

Les voy a contar un misterio; aquellos que nos hemos consagrado a la gente y al reino de Dios, no nos vas a ver preocupados por las necesidades materiales. Podría mencionar una cantidad de líderes y pastores de la iglesia que no están preocupados por lo que van a vestir. No están ocupados en eso, y sin embargo vemos cómo Dios nos suple. Yo veo cómo Dios va bendiciendo a estos chicos que se van consagrando. Uno de ellos dijo: “Me acuerdo una vez que me fumé el pantalón”. Se sacó el pantalón, lo vendió, se quedó en calzoncillos, pero se dio el gusto de drogarse. Ahora los ves bien vestiditos, alguien les dio esto, alguien les dio lo otro… Y suceden cosas extraordinarias. Yo llegué al culto y en la puerta había un chico con traje, bien arregladito; cuando yo lo conocí era bien sucio, pero ahora estaba vestido, peinadito, limpio. Mi señora me dice: “Míralo, ¿te acordás de ese traje?” Hace unos años atrás, cuando yo era flaco, fui a predicar a California, y me llevaron a una feria donde había ropa barata e impresionante. Allí en California, me compré 3 trajes; fue en la época en que entré en la televisión, y me decían: “Tienes que tener varios trajes de varios colores porque no podés estar repitiendo en la televisión”. Pero empecé a engordar, y a los pocos meses el traje no me entraba, así que casi sin uso, lo colgué y lo dejé; mi señora de vez en cuando, agarra lo que yo tengo guardado como una reliquia, y lo ofrenda. Uno dice: No me lo puedo poner, pero qué lindo hubiera sido. Mi señora ha perdido la fe de que yo voy a adelgazar, así que se lo dio a un chico que vive en los hogares. ¡Tú vas a ver por todos lados, cómo Dios suple!

Los que se casan, hoy en día dicen: “Ah no, tengo mi casita, tengo que trabajar, ¿dónde voy a vivir?” Hoy yo tengo que agradecer a Dios, por mi yerno Álvaro y por mi hija Vivi. Con tan sólo dos meses de casados, ya tenían 30 hijos. Dios los ha bendecido de tal manera, que están desarrollando con los jóvenes, una cantidad de trabajos que les da dinero para ellos, y para ayudar otros hogares. Nunca los vi preocupados porque les iba a faltar de comer, o para que los chicos se vistan. ¡Gloria a Dios! ¡La Palabra de Dios se cumple en aquellos que la creen! “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y las demás cosas vendrán por añadidura.”

Esto es para los que tienen dos hijos, y les preguntas: “¿Vas a tener más hijos?” “No, cruz diablo, con los dos que tengo, ya está. ¿Que le voy a dar de comer al tercero?” No conozco un encargado de un hogar de Misión Vida para las Naciones, y no conozco un pastor de Misión Vida para las Naciones que esté ansioso o afanoso, por lo que va a comer, por lo que va a vestir o por la casa que va a tener.

¡O vamos a creer, o vamos a fracasar! Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. Bienaventurado aquel que puede alimentarse del pan del cielo. El apóstol Pablo lo decía de esta manera: “Busquen las cosas de arriba. Miren lo de arriba, no lo de abajo. Todo lo de abajo es temporal, y todo lo de arriba es eterno”.

                LA PARÁBOLA DE LA GRAN CENA

Entonces Jesús en ese momento les cuenta una historia, que se encuentra en el libro de San Lucas capítulo 14, versículo 15 en adelante. Había un señor que preparó una gran celebración, una gran cena, un gran banquete, e invitó a muchas personas, y cuando llegó el momento de la cena y todo estaba listo, este señor le dice a sus siervos: “Vayan y díganle a la gente que venga ahora a la cena que he preparado para ellos”; y cuando volvieron los siervos, le dijeron al amo: “Señor, resulta que hay uno que dice que se ha comprado una tierra y que la tiene que ir a ver, y te ruega que lo disculpes. Hay otro que dice que ha comprado 5 yuntas de bueyes y tiene que ir a probarlos, y te ruega que lo disculpes. Y hay otro que dice que se ha casado hace poquito por lo tanto no va a venir, y te ruega que lo disculpes”. ¡Así que todos los invitados a las bodas estaban pidiendo disculpas! Yo sé de qué se trata eso, porque cuando se casaron mis hijas, hicieron una lista como de 300 personas, y entonces cuando empezamos a ver si íbamos a alquilar 300 platos y 300 vasos y sillas, ya alguien que sabía de estas cosas, dijo: “No, si hay una lista de 300, hagan de comer para 200. No se hagan problemas, porque la gente falla”. Entonces haces la lista y pones a la tía Clota. No, porque la tía Clota está allá a 700 kilómetros, pero la pones en la lista porque crees que va a venir. La llamas y le decís: “Tía, me caso, ¿vas a venir?” Sí, sí”, y a los pocos meses, te dice: “Mira, voy a ver, estoy haciendo un esfuerzo”. Y ya a los pocos días te dice: “Discúlpame, pero no puedo ir”. Un montón que te dijeron que van a venir, finalmente no vienen. Hay muchos que te das cuenta que te ponen excusas, ya no tienen ganas de venir a la fiesta.

Jesús hablaba de este banquete, o la gran cena, porque hay una cena de las bodas del cordero en el cielo. Entonces vienen los siervos y le dicen: “Señor, los que invitaste, no vienen”. El amo les contesta: “Bueno, entonces vayan a las plazas y a las calles, y tráiganme a los mancos, a los tuertos, a los sordos, porque quiero que mi casa se llene con este banquete”. Fueron a las plazas y a las calles y vinieron y le refirieron a su amo: “Señor, hemos invitado a los que estaban en las plazas y en las calles”. Los que estaban en las plazas y en las calles eran como estos que están en los hogares, y estos tenían hambre.

Leí un artículo que sale en Código V de un muchacho que cuenta que, cuando llegó al hogar empezó a comer y a comer todo lo que tenía en el plato, y la gente que estaba ahí lo rodeó sólo para verlo comer. En ese mismo relato, Jesús dice: “Cuando ustedes hagan un banquete, no inviten a los parientes, ni a los amigos ricos, no vaya a ser que estos parientes o vecinos ricos, a su vez los vuelvan a invitar a ustedes y sean recompensados. No vaya a ser que ustedes inviten gente que los recompense a ustedes. Más vale inviten a esos hambrientos, a los pobres, gente que no les pueda restituir en nada”, y agrega el Señor: “Pero les será recompensado en el reino de Dios”. Entonces vienen los siervos y dicen: “Señor, hemos invitado y han venido, y todavía hay lugar”. Dice el Señor: “Salgan a los caminos y a los vallados y constríñanlos, empújenlos para que entren y se llene mi casa”. Y vienen los peores. ¿Quienes son los peores? Te pintaré el cuadro de alguno de ellos: El otro día un muchacho me estaba sirviendo mate en uno de los hogares, y me dice mi yerno: “Pastor, este es el que te conté, el que tiene 8 balazos y 20 puñaladas encima”. ¡Ese debe ser el de los caminos y de los collados! Uno que llevaba un año sin bañarse y sin cambiarse, todo orinado, al que una siquiatra le dijo que se iba a morir, que ya no había esperanza para él, hoy es líder de uno de los hogares. Contaba que no podía estar sin tomar alcohol rectificado, le temblaba la mano, y algún amigo le ayudaba y le sostenía la mano para que pueda seguir tomando el alcohol rectificado, y recién ahí se le calmaba el temblor, pero por un rato. ¡Ese va a comer pan en el reino de Dios! ¡Ese que no podía con su propia vida y se fumó los pantalones, fue invitado a comer pan del cielo, y aceptó la invitación! Ese no tiene excusas, no tiene preocupaciones. Esos son los que han perdido y no tienen nada por qué estar afanados. Esos son los que están respondiendo al último llamado, estoy seguro que este es el tiempo del último llamado, y de los últimos siervos de Dios que son levantados de los caminos y de los collados. Se viene la última tanda, esos son los últimos pastores y predicadores, porque los demás están muy ocupados. Los demás dicen: “Señor, te ruego que me disculpes, tengo mucho que hacer”.

Hoy les voy a enseñar una cosa y quiero que aprendan, y que les duela, porque si les duele van a reaccionar, y si no les duele, ¡qué dolor en mi alma! ¿Para qué crees que Dios quiere a los cristianos? ¿Cuál es la tarea de Dios, y qué pretende de los cristianos? Te lo explicaré con un ejemplo sencillo. Hace un tiempo atrás, viene Félix, uno de los pastores de la iglesia, y dijo que había comprado una chancha. Yo me pregunto: ¿Para qué querrá el pastor Félix una chancha? ¿Para salir a pasear con ella? ¡Quería la chancha, para tener chanchitos! La chancha por día come una barbaridad; si da chanchitos, ¡qué bueno! Pero si no da chanchitos… Al tiempo viene y me dice: “Pastor, ¿te acordás de la chancha que compré en 7 mil pesos? ¿Vas a creer que la desgraciada se comió a los chanchitos?” Me dice: “¿Qué hago apóstol?”  “¡Al cuchillo!”, le respondo, “¡le veo una cara de chorizo a esa chancha!”

¿Y qué te parece pastor, si esperamos un tiempito y vemos si se compone?” Se preñó de nuevo, a todo esto comió todos los días la desgraciada. Al tiempo de parir, mató a tres, los pisoteó, y se los comió a todos nuevamente. Así que nos hicimos unos chorizos, que dio para comer y para comprar otra chancha. ¿Qué quiero decir con esto? Yo compro un naranjo para que me dé naranjas, sé que hay que esperar 2 años, al segundo año te da 2 o 3 naranjas, al tercer año te da media docena de naranjas. Cuando llega el tercer año y no te dio ninguna, pienso: “¡Yo no voy a perder más tiempo!” ¡Tres años estoy esperando que me dé una naranja y no me dio ninguna! Me dicen que espere y que le ponga esto y aquello, y viene el cuarto año y no me da ninguna naranja. ¿Qué hago con el arbolito? ¡Hago leña! ¡Está bueno pero para el fuego! Así es la vida. Yo no quiero el naranjo para que me dé sombra, sino para que me dé naranjas, y una chancha para que me dé chanchitos. ¿Y Dios para qué quiere cristianos? ¡Para que den cristianitos! “Todo pámpano que en mi no lleva fruto”, dice el Señor, “será cortado, y será echado al fuego”. Trato de hacerlo jocoso para que no te duela tanto, pero esto es una realidad muy cruda, y a mi me duele muchísimo en el corazón, porque yo se que hay gente que hoy está sentada en los bancos de la iglesia que no va a comer pan en el reino de Dios. ¿Por qué? ¡Porque sólo le puso excusas al Señor! “Ah,  pero yo no soy pastor, pero hay que trabajar mucho, pero tengo deudas… Ah, pero mi casa, pero mis hijos…” ¿Perteneces al reino, o no perteneces al reino? ¡Quien pertenece al reino, sirve a los planes de Dios! Dios no te trajo al mundo para que seas una persona buena. Si hay una cosa que me da bronca es cómo pintan a los santos, unas caras de idiotas les ponen… Parece que para ser santos, hay que ser idiotas. Pero los cristianos, son gente guerrera, activa, gente de fe, con empeño. ¡Estamos trabajando para traer el reino de Dios a la tierra! ¡Estamos trabajando para echar fuera los poderes de las tinieblas! Los demonios tienen que huir, el diablo tiene que saber que está debajo de nuestros pies. ¿Eres cristiano? “Bueno, yo me llevo bien con mi familia, amo a mi esposa y a mis hijos, me llevo bien con los vecinos…”

Imagínense cuando vengan a la iglesia un domingo con tres personas cada uno. El día que ustedes se olviden de ustedes mismos y se acuerden de algún pobre infeliz que está en la calle y que necesita el evangelio, será un día glorioso. ¡Tú tienes un compromiso serio y formal con Cristo! “Bueno, yo hago todo lo que puedo, y lo que no puedo, no lo hago”.

Dios quiere hoy tomar en las manos, personas que reconocen que han estado centradas en sí mismas, que han vivido para si mismos. Vienen a la iglesia porque tienen alguna necesidad o cuando tienen una necesidad o un problema. Me da tanto dolor que traten así a Jesús. ¿Dónde está el señorío de Jesús? ¿En qué podemos ver que Jesucristo es el Señor de tu vida? ¿Será que Él puede hacer lo que quiera contigo? ¿Será que Él puede disponer libremente de todo lo que eres y todo lo que tienes? ¿O eres de esos que siempre puso excusas? Que recién me caso, que ahora estoy pagando la casa, que ahora me nació el primer hijo o el segundo o el tercer hijo. ¡Qué problema! Hay una joven que amo tanto, que es una de las primeras que tuve cerca cuando llegamos a Uruguay. Había estudiado peluquería y ella me cortaba el pelo; nos quería, nos visitaba, y parecía que iba a ser tremenda sierva de Dios. Uno pone esperanzas en algunas personas y piensa qué lindo sería si esta persona trabajara para Cristo. Y se puso de novia con un muchacho que la dejaba venir a la iglesia, pero que no le gustaba el evangelio, y me decía: “Yo voy a orar por él, Dios lo va a tocar”. En resumidas cuentas, el marido nunca vino a la iglesia, tiene como 16 años de casada. Y cuando no fue por el noviazgo, fue por el casamiento o por que se fue a vivir lejos. La veo y tiene una hija de 16 años y otra más chica y un niño pequeño. Me dice: “Pastor, ahora que están mis hijos crecidos, voy a poder servir al Señor”. Me embargó una tristeza tremenda… ¡Mira si yo hubiera esperado que mis hijas estén crecidas para servir a Dios! ¡Mira si Dios va a aceptar ser “furgón de cola”! ¿No sería mejor pedirle perdón a Dios y decirle: “Señor, cuánto te he fallado”?

                CONCLUSIÓN

He hablado recientemente con un amigo que es portero del edificio que está junto a la iglesia; me dijo: “Pastor, yo vine a su iglesia hace 15 años y empecé a congregarme, estaba más contento, pero por “X” causa me alejé, me enfrié y dije, no vengo más”. Él me miraba como para que le pregunte ¿Cuál era la “X” causa? ¡A mí no me importa la causa! Le respondo: “La “X” causa la tienes que tirar a la basura porque te ha impedido servir a Dios, te ha impedido estar en comunión con los hermanos, te impidió amarme a mí y que yo te ame a vos. Has estado ausente estos 15 años”.

¿Tienes una “X” causa? ¿Será importante? A ver si llegas al cielo y le decís: “Señor, no te serví por “X” causa”. Dios hoy te demanda si le vas a entregar tu vida, sí o no. Hoy te dice: “Yo soy un Dios serio, me tienes que tomar con seriedad. No soy un pichi que atiendes por el visor de la puerta y me dices: Vuelve otro día”.

Tienen que saber que muchos de ustedes, poniendo prioridad en sus cosas personales y particulares, están tratando a Dios como un pichi, o un mendigo. No solamente tienes que decirle: “Señor, a partir de hoy voy a servirte”; eso es poca cosa, tienes que decirle: “Señor, te pido perdón por todo el tiempo que he perdido, estoy arrepentido, te lo digo de corazón”. No he visto personas que estén consagradas al reino, y que estén haciendo la voluntad de Dios, que les esté faltando algo. Algunos dicen: “No, pero usted es el pastor, usted tiene la vaca atada”. ¡Esta enseñanza bíblica no es para pastores, es para los que creen! Si tú crees, esta promesa de que Dios te dará de comer y te vestirá, es para ti.

Si realmente estás arrepentido o arrepentida, si te pesa haberle puesto excusas a Dios, este es el día que le tienes que decir al Señor: “Toma mi vida, y haz de mí lo que tú quieras. Te pido perdón porque sé que te he puesto muchas excusas; hoy lo he entendido y te pido perdón. Líbrame de mi pecado, Señor, porque he vivido muy afanado por mis negocios, por mi dinero, por mi casa, y he perdido lo mejor, servirte a ti, producir para ti. Glorifícate en mi vida, Señor. Hoy quiero pedirte, que tomes mi vida en tus manos y seas mi Señor, que tomes el control de mi existencia, te lo pido en el nombre de Jesús. Sopla sobre mí tu Espíritu, quiero que tomes todo lo que soy y todo lo que tengo. Haz tu obra en mí Señor, en el nombre de Jesús. No pases de mí Señor, no me dejes, no quiero ser una rama en el fuego, no quiero ser cortado, Señor. ¡Quiero comer pan en el reino de Dios! Quiero comer pan en tu cena, no aquí abajo, sino arriba, Señor. Dame a comer del pan del cielo, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.

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