EL FAVOR DE DIOS ESTÁ CRUZANDO EL JORDÁN - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

EL FAVOR DE DIOS ESTÁ CRUZANDO EL JORDÁN

El libro de Josué capítulo 3 relata el momento en que el pueblo de Israel tiene que cruzar el Jordan para entrar en la tierra prometida, la cual Dios le había jurado a los descendientes de Abraham unos quinientos años antes. Lo único que faltaba para entrar en esa tierra prometida era cruzar el Jordan.

Cuarenta años antes, el pueblo de Israel había llegado a esa tierra pero no habían querido entrar; cuando los diez espías malvados habían llegado con un reporte negativo, señalaron que era muy difícil entrar y que estaba muy complicado, mas Dios les dijo: “Bueno, ¿no quieren entrar? ¡Vuelvan al desierto!”

Quiero hacer conciencia acerca de un hecho importante y es que Dios tiene planes eternos; éstos ya están pensados por Él desde antes que nacieras. No es por casualidad que tú has venido al mundo sino porque Dios ha pensado ya, que tenías que nacer. Tal vez tu mamá se sorprendió cuando quedó embarazada de ti; quizás fue un acto sexual no planificado, o un embarazo no planificado. ¡Pero Dios no se sorprende! ¿Te lo imaginas diciendo: “¡Ay esta mujer quedó embarazada!? ¿Qué hago? ¿Será niña o será varón? ¡Voy a tener que planificar algo!” ¡No! Dios la tenía clara desde antes que existieras, Él sabe qué es lo que quiere, sabe hacia dónde lleva la historia de la humanidad y para qué te trajo al planeta Tierra. ¡Si tú andas perdido es cuestión tuya!

Los planes de Dios son eternos, por lo tanto Él no anda reajustándolos: Lo que ha dicho que hará, lo hará. Dios no discute sus planes con nosotros, tú no le puedes hacer cambiar de opinión. “Señor, ¿por qué no me dejas hacer esto con todo lo que a mí me gusta?” ¡Él ya tiene todo planificado antes que llegaras al mundo!

Quiero decirte con esto que hay un territorio en el que tienes que entrar y es la tierra prometida y sólo allí está el favor de Dios sobre tu vida, sólo allí está la gloria de Dios para ti. ¡Sólo allí, Dios enviará la lluvia a su tiempo! Ese es el lugar donde fluye la leche y la miel, es allí donde está la casa que Dios te dará para vivir. Dice el Señor: “Ustedes habitarán casas que no edificaron y disfrutarán de viñas que no plantaron”. ¡Eso es la tierra prometida! No se trata de que tengas que fatigarte por tu casa y por tu viña, sino que Dios ya la tiene para ti, Él ya tiene techo y comida en ese lugar. ¡Tú tienes que entrar a esa tierra prometida!

            HAY UN SOLO PLAN PARA SUS HIJOS

Dios no tenía otra tierra para el pueblo de Israel. Los que desobedecen a Dios, lo único que les queda es morir en el desierto; a mí me da mucha pena decirlo e insistir en el tema, pero hay gente que se dice cristiana y camina en el desierto, siempre está endeudada, enferma, nunca supera su situación familiar o matrimonial. Son mendigos de la bendición, ¡le lloran a Dios! Pero en la tierra prometida no tienes que llorar, ¡la bendición está ahí! ¡La puedes tocar!

Si tu vida es infructuosa es porque no estás en la tierra prometida sino en el desierto. ¿Para qué te llamó Dios? ¿Sólo para salvarte y darte vida eterna? ¿Para qué te va dar vida eterna si no quieres hacer su voluntad, si eres un rebelde? La bendición de Dios se manifiesta en dos hechos fundamentales: El número uno es el perdón de los pecados y la salvación. Pero Él no te perdona y te salva para que tú hagas tu voluntad sino la suya. Te compra con la sangre preciosa de su Hijo Jesucristo y te dice: “¿Andas perdido? Yo te compro pero te llevo a mi viña a trabajar en mi territorio. Te compro pero ya no eres tuyo, eres mío”. Así que la segunda parte incluye que somos siervos del Dios Altísimo y también el hecho de que Jesucristo es nuestro Señor. Es por eso que decimos que Jesús es nuestro Salvador y nuestro Señor.

Cuando Dios habló con Moisés le dijo: “He visto el clamor de mi pueblo en la tierra de Egipto y he visto a sus exactores cómo los presionan, los latigan y los hacen trabajar por nada, y nada les pertenece a ellos. Te voy a enviar para que los salves, para que los libertes de las garras del Faraón”. Moisés le respondió: “¿Por qué me buscas a mi? Yo no tengo qué decir, no sé qué les voy a decir” y Dios agrega: “Yo te he llamado, ¡yo pondré palabras en tu boca!” “Pero Señor, yo soy tartamudo”. “¡Yo le he dado la boca al hombre así que pondré palabras en tu boca!” “Pero Señor, yo me voy a presentar delante del faraón y ¿qué le voy a decir, que voy de parte de quién?” “Tu le dirás que vas de parte mía.” ¡Moisés quería cambiarle los planes a Dios! Parece que estaba cómodo en el desierto, con las ovejas de su suegro, pero Dios decide que va a salvar a su pueblo a través de Moisés.

La vida cristiana tiene dos hechos, si estos dos hechos no ocurren, el creyente no es bendecido, no es ungido, no es lleno, no tiene poder ni gloria y no puede disfrutar de nada. Porque, cuando uno sale de la esclavitud del pecado y de las garras del faraón, entra al desierto para llegar a la tierra prometida. Veinte días había de desierto entre Egipto y la tierra prometida. ¿Recuerdas que ellos no quisieron entrar? “¡No, yo tengo otros planes! Sabe que eso no me gusta pastor yo le voy a decir lo que a mí me gusta…” ¡Pero Dios te dirá lo que Él quiere! ¡Moisés no le pudo cambiar los planes a Dios y tú tampoco se los podrás cambiar!

Dios tiene un plan A y un plan B, si te gusta el plan A bárbaro, entras a la tierra prometida, si no te gusta, entonces tienes el plan B, es decir, el lago de fuego y de azufre, pero tú harás la voluntad de Dios te guste o no te guste. ¡No hay otros planes!

“¿Ustedes no quieren entrar a la tierra prometida? Ese es el único lugar donde yo los voy a bendecir, no los bendeciré en otro lado”. Salían de Egipto, cruzaban el Mar Rojo, entraban al desierto y en veinte días estaban en la tierra prometida, pero como no quisieron entrar en ella, Dios los mandó cuarenta años al desierto, hasta que se murieran todos los rebeldes que no quisieron creer y no quisieron obedecer a Dios. ¿Por qué Dios hace eso? ¡Porque Él no va a cambiar su plan!

¿Qué sabían los israelitas de que Dios tenía un plan? En un futuro muy cercano Dios va a establecer su reino mundial desde Jerusalén. ¿Qué les tenía que estar explicando Dios a ellos?

Así que la tierra prometida tiene dos realidades: “Allí te voy a bendecir, te voy a hacer disfrutar de las viñas que no plantaste y de la casa que no edificaste, pero no te puedo explicar todo lo que tengo planeado porque mis planes son eternos”. “En un futuro, el apóstol Márquez predicará acerca del fin del mundo y después yo voy a instaurar mi reino en esta tierra que les he dado a ustedes por posesión, por eso quiero establecer a mi pueblo en este lugar”.

Los planes de Dios son eternos, el pueblo tenía que entrar sí o sí a la tierra prometida, pero si ellos no querían hacerlo sus hijos sí, lo harían. Dios no se podía poner a explicarles la venida del anticristo, el próximo gobierno mundial y todo lo que sucederá en un futuro no muy lejano; pero Él ha decidido que es allí donde se tenía que establecer su pueblo. Entonces, para entrar en la tierra prometida, debían salir del desierto y cruzar el Jordán. Esa tierra que Dios prometió a Israel, una franja entre el mar Mediterráneo y el río Jordan.

Jordania viene de Jordan, y Transjordania, del otro lado del Jordan. El pueblo estaba en el otro lado del Jordan y tenía que cruzar a este lado y recién ahí estarían pisando la tierra en la que Dios les iba a dar victoria, no se las daría del otro lado sino de éste. No los iba a bendecir del otro lado sino de éste lado. Aquí es la voluntad de Dios, y todo creyente tiene que entrar en el territorio de Dios, en el territorio de la bendición. Tú también tienes una tierra prometida, ésta tiene que ver con un lugar y con un tiempo y por sobretodo con los planes y la voluntad de Dios. ¡O haces la voluntad de Dios o te vas al desierto! ¡O haces la voluntad de Dios o vives en el desierto! Dios no te va a respaldar fuera del territorio que ha establecido. ¿Qué te detiene para entrar en la voluntad de Dios? ¿Te detienen esas cosas que amas, esas cosas que quieres y que no estás dispuesto o dispuesta a soltar? ¿O te detiene el miedo que tienes a entrar en donde Dios te manda, porque es un territorio que tú no dominas? Tú quieres quedarte en el lugar que conoces y dominas, pero cuando entras en la tierra prometida tú ya no dominas nada, es Dios quien lo hace. Te preguntas: “¿A dónde voy?” Y el Señor te dice: “¡Yo te llevo!” Tienes que ir por fe y no por vista.

            LA HISTORIA DE JOSUÉ

Josué capítulo 3 muestra el momento extraordinario, culminante, en el que después de cuarenta años de rebelión del pueblo de Israel, ahora sus descendientes están dispuesto a entrar y a seguir a Josue. En el versículo 7 Dios le dice a Josué: 7Entonces Jehová dijo a Josué: Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo”. Que seas engrandecido, tiene que ver con el deseo que Dios tiene y no con el que tienes tú. Dios tiene un plan y si tú estás dispuesto a hacerlo, entonces, te engrandecerá delante de los ojos del pueblo para que ellos vean que Él está contigo y te sigan, y para que las cosas te salgan bien. ¿Cómo hace Dios para engrandecer a Josue? Le da instrucciones, entonces Josué se presenta delante del pueblo y les dice: “Oíd palabra de Jehová.” Leamos Josué 3:8 y 9: 8Tú, pues, mandarás a los sacerdotes que llevan el arca del pacto, diciendo: Cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán. 9Y Josué dijo a los hijos de Israel: Acercaos, y escuchad las palabras de Jehová vuestro Dios”.

Ahora ya no habla Josué por sí mismo, sino que habla las palabras de Jehová. Hasta ayer era Josué, pero hoy se presenta y les dice: “Yo les voy a decir las palabras de Jehová”. Los hermanitos lo miraban y pensaban: “¿Y éste se cree Dios?” “El pastor opina así pero yo no”. Otros en cambio dicen: “Yo creo que a este hombre Dios lo está bendiciendo” o “Este hombre tiene el favor de Dios, yo lo voy a seguir” Josué se juega la cabeza y empieza a hablar de parte de Jehová.

¿A ti te queda claro que yo hablo de parte de Jehová y que no tengo derecho a hablar de parte mía? ¿Te queda claro que no tengo derecho a darte mi opinión? ¡O te doy palabra de Dios o me voy al desierto! Para mí es un riesgo muy grande cada vez que predico porque no te puedo dar mi parecer sino que tengo que decirte lo que Dios quiere de tu vida. A veces tengo que sufrir porque hay creyentes que se enojan cuando les digo que Dios lo quiere para tal cosa, y me responden: “¿A sí? ¿Aquí todos tienen que hacer lo que usted dice no?” He hablado con un hermano que se va de la iglesia porque le dije que creía que Dios lo estaba llamando para las comunidades y que me parecía que lo estaba esquivando. Siempre ayudando y colaborando y le falta tiempo porque tiene que trabajar, él quisiera estar acá pero tiene que cumplir allá. Cuando está allá quiere estar acá y cuando esta acá dice que tiene que estar allá. Lo llamo por teléfono y le digo: “¡Me dejaste!”  “Es que tenía que vender lechugas”, me responde. Para mí es tan evidente que Dios lo está llamando y él también lo tiene claro. Entonces le digo: “¿Cuándo vas dejar todo?” “Estoy orando pastor”, me responde. Lo agarro a los dos meses y le pregunto: “¿Seguís orando?” y me responde afirmativamente. En lugar de decir “estoy temiendo”, o “no me animo”, dice “estoy orando”. En un momento le dije: “Estás desobedeciendo, eres un rebelde. Tienes que largar todo y dedicarte a las comunidades.” ¿Qué hizo? ¡Dejó de asistir a la iglesia! Y cuando lo ubico me dice: “Lo que pasa apóstol es que cuando usted opina, todos tenemos que decir amén, yo estoy pensando bien”. Lo interrumpo y le pregunto: “¿Tienes miedo o no?” “Claro que tengo miedo…” “¡Entonces le estás obedeciendo al temor! Todo lo que tienes que hacer es decir: Sí, Señor.”

Ahí estaba Moisés con las ovejas de su suegro en medio del desierto y Dios lo manda a Egipto. Él empieza: “¿Qué hago con las ovejas, a quién se las dejo?” ¡Al diablo con las ovejas! Si Dios te manda a algún lugar, ¿qué importa lo que tienes entre manos? ¿Vas a hacer la voluntad de Dios o no?

Entonces, Dios le ordena a Josué: “Dile a los sacerdotes que tomen el arca y que se metan en el Jordán”. El río Jordan tiene épocas de crecida en las que, igual que el Nilo, rebalsa por todos lados, y no tuvo mejor idea Dios que mandarlos a cruzar en esa época. Me imagino a los hermanitos de la iglesia de Josué pensando qué harían los sacerdotes, si entrarían al río con el arca; ésta era una caja de madera grande, revestida en oro. La gente pensaría: “¡Ya veo el arca río abajo! ¡Ya veo a los sacerdotes chapoteado en el agua! ¿Cómo van a entrar al Jordán con el arca? ¡El agua rebalsa por todos lados!”  En cambio otros pensarían: “¡Dios está por hacer algo!”

Josué da la orden y los sacerdotes que van delante del pueblo llevando el arca, entraron al río. Josué había dicho que cuando éstos entraran al río, las aguas que venían de arriba se detendrían en un montón; se detendrían como si fuera un embalse, y las aguas de abajo se irían. Esto estaba complicado, yo conozco del tema, pero el embalse hay que hacerlo, a menos que las piernas de los sacerdotes sean tan largas como un embalse. Entonces, o Josué salía engrandecido de ahí a los ojos del pueblo o salía “quemado” para toda la vida. ¿Cómo hace Dios para engrandecerte a los ojos del pueblo? ¡Te desafía con cosas que son imposibles que tú hagas!

Josué tenía que creer. Les da la orden a los sacerdotes, éstos toman el arca y entran en el río; cuando sus pies tocan el agua, las aguas de arriba se detienen como si hubiera un embalse, y las aguas de abajo se van hacia el mar del Arabah, que es el mar Salado o mar Muerto. Los sacerdotes entran y se plantan en medio del río, y el pueblo sorprendido se preguntaba qué había pasado. Y sucedió lo que Dios dijo a través de la boca de Josué. Pasaron tres millones de judíos en seco y sólo cuando hubo cruzado todo el pueblo y ya estaban en la tierra prometida, los sacerdotes salieron del lecho del Jordan y el agua volvió a circular. ¡Esta es una experiencia extraordinaria!

En el momento de la salvación del pueblo, se abrieron las aguas del mar Rojo, y en el tiempo en que el pueblo entró en territorio de la bendición de Dios, se abrieron las aguas del Jordan. Esto es un doble bautismo, el primero simboliza el bautismo en aguas, en el mar Rojo y el segundo, el bautismo del Espíritu Santo, que es cuando tú entras al territorio que Dios ha planeado desde la eternidad para ti.

Algunas conclusiones: No será suficiente que seas salvo, ¡tienes que ser siervo! No será suficiente que hayan sido limpiados tus pecados, ¡es necesario que aceptes el señorío de Jesús sobre tu vida!

Punto dos: Dios no ofrece planes alternativos, Él no discute contigo, si te ha dado una orden, esperará a que la cumplas, y mientras no lo hagas estarás en el desierto; hasta ese entonces Dios no te bendecirá. ¿Has visto los creyentes limosneros, que le piden limosnas a Dios? ¡Mendigos de la bendición! “Padre, dame, dame, dame, págame la deuda Dios, ¿qué te pasa, estás sordo?” “Dame otro trabajo, dame un aumento, ayúdame Señor, ¿qué te pasa que no me escuchas Dios mío?” Esos son los que están en el desierto, ¡están en un sequedal! No tienen ni para pagar la cuenta telefónica, se atrasan en el alquiler; son los creyentes que no han entrado en la tierra prometida. En esa tierra hay abundancia de leche y miel, hay bendición sobreabundante, pero es la tierra de la voluntad de Dios, ya no es donde tú quieres sino donde Dios quiere, ya no es lo que tú quieres sino lo que Dios quiere.

¡Hay un solo plan! Para mí, la tierra prometida fue Uruguay. Yo llegué a este país, una tierra bastante seca, una nación gris, donde la gente decía: “¡No se puede!” Me argumentaban: “Uruguay es otra cultura, nosotros tenemos otra forma, aquí no se puede.” Los pastores me declaraban: “Aquí no es lo mismo, Argentina es Argentina pero acá es diferente”. ¡Ellos me querían enseñar lo que yo tenía que hacer en Uruguay! Yo veía sus logros y pensaba: “No, yo no quiero que me enseñen ellos”.

Yo vine a Uruguay a hacer lo que Dios me había mostrado que debía hacer y era todo lo contrario a lo que los demás me decían, pero yo sabía que Dios me había mandado a Uruguay. Y aquí en la tierra del “no se puede”, en el Uruguay gris, Dios me bendijo y me fructificó. En Argentina me faltó de todo y aquí nunca me faltó nada, ¡Dios me dio todo!

Hay un lugar, hay un territorio en el que la bendición fluye, y es allí donde tienes que entrar. ¿Cuál es tu drama? Es aquello a lo que estás aferrado y no quieres soltar. ¡Dios no cambia los planes! ¡Nosotros hacemos planes y planes!

Me ha visitado mi mamá, ella tiene ochenta y siete años de edad y ha venido a celebrar conmigo mi cumpleaños número sesenta. Cuando se casó, quería tener una nena, alguien que tomara mate con ella, una compañera que le ayudara en la casa. Llegó el tiempo en que quedó embarazada y pensó que Dios le daría una nena; entonces compró todo el ajuar rosado, hasta tejió escarpines rosados. Le decía a quienes les iban a regalar algo, que le compraran de color rosado porque Dios le iba a dar una nena. ¡Mi mamá quería una nena que la acompañe y Dios quería un apóstol en Uruguay! ¿Quién puede cambiar los planes de Dios? TÚ no viniste al mundo por casualidad; tu mamá no quería quedar embarazada pero Dios dijo: “¡Yo quiero a Juancito!” Mi madre quedó embarazada de nuevo y pensó que esta vez Dios le daría una nena pero nació el segundo varón, Hugo Márquez quien es pastor en la ciudad de Neuquén, Argentina, porque Dios no quería una nena que la acompañe, quería un pastor en Neuquén. Consolada mi mamá porque éramos tan lindos los dos, casi se olvida que quería tener una niña, pero queda embarazada por tercera vez y dice: “Ahora sí, Dios me va a dar una nena”. ¡Y nació el doctor Roberto Márquez para gloria y honra del Señor! Ya después que habíamos nacido los tres decidió que ya no quería más pero le insistieron que tuviera otro, tal vez sería nena; y al final queda embarazada de nuevo y pensó que esta vez Dios se la daría y nació el pastor Rubén Márquez. Cuando nació el cuarto varón cerró la fábrica y se negó a seguir probando, ya estaba casi ofendida con Dios, pero queda embarazada de nuevo; ella no quería y cuando lo supo se llenó de vergüenza porque ya era grande y decía: “¿Qué va a pensar la gente?” ¿Y qué va a pensar la gente? No sabía qué hacer porque este embarazo era inesperado, ¡sentía vergüenza! Se andaba escondiendo por ahí, pero al final lo aceptó y pensó que Dios la quería consolar por lo tanto le daría una nena. Ella no quería ese quinto embarazo, en los anteriores dijo amén, pero el último no lo deseaba y nació mi cuarto hermano varón, que se llama Ricardo Márquez. Resulta que mi hermano menor ha quedado soltero hasta el momento y mi mamá está solita y bien anciana con ochenta y siete años. Imagínate quién vive con ella, le ceba mate, le hace la comida y la ayuda en todo: ¡El que ella no quería tener! Dime, ¿quién piensa mejor, Dios o tú? ¡Dios! Tú pides: “Dame una nena” o “Dame un varón” “¡Ahh, Dios me ama, me dio un varón!” ¡Pero si Dios planificó a esa nena antes de la fundación del mundo y planificó a ese varón antes de la fundación del mundo! ¿Tú vas a cambiar los planes de Dios? ¡No! ¡Tú no cambiarás sus planes!

Leí recientemente una historia interesantísima de un hombre dela Chinaque servía a Dios; era un predicador y había estado estudiando un doctorado en filosofía. Le quedaba la última materia para rendir, era muy buen alumno y ya tenía la fecha del exámen final que caía un lunes. Este hermano hacía ya mucho tiempo que no veía la mano de Dios en su ministerio, él predicaba pero no veía resultados, no había poder ni fuerza, la gente no se convertía, no era sacudida por la gloria de Dios, él oraba y ayunaba y le decía a Dios: “Señor, te pido que me llenes de tu gloria, de tu fuego, de tu poder, lléname con tu Espíritu Santo. Yo quiero hablar y que la gente sea tocada, que sea quebrantada.” ¡Oraba y oraba pero no pasaba nada! Durante la última semana, antes del examen final, él ya tenía la materia estudiada, era un buen alumno, sacaba buenas notas, en una de esas noches que estaba orando Dios le dijo: “¿De verdad que quieres ser lleno del Espíritu Santo?” “Sí Señor, quiero ser lleno del Espíritu Santo”. Vuelve a preguntarle Dios: “¿Estás seguro que quieres ser lleno?” Y le responde: “Sí Señor, he ayunado, he orado, quiero ser lleno de tu poder”. Entonces Dios le dijo: “Bueno, si quieres ser lleno del Espíritu Santo no rindas la materia el lunes porque yo no necesito un doctor en filosofía.” Él se quedó loco, y pensó: “¿Pero cómo me va a hacer esto Dios ahora? Señor, ¿por qué no me puedo recibir? ¿Qué tiene de malo que me reciba?” ¡Comenzó a discutir con Dios! “¡Con todo lo que me ha costado y todo lo que he estudiado! ¡Con todo lo que he aprendido y todo lo que falta es rendir la última materia!” Y siguió preguntándole a Dios pero Él le dijo: “¿Quieres ser lleno del Espíritu Santo?” “Sí Señor, quiero ser lleno.” “Te he dicho que no necesito un doctor en filosofía, no quiero que rindas esa materia.”

¿A quién glorificaba esa materia? ¿A Dios? ¡Era un deseo que el predicador tenía de terminar porque era la gloria para él y no para Dios! Los últimos días de esa semana el hombre luchó y luchó con Dios pero el Señor no cambió sus planes. No le dijo: “Bueno, mira, vamos a probar de esta otra manera.” ¡No! Una vez que Dios habla no se mueve de ahí. Si Dios puso el dedo en algo en tu vida no te quepa la menor duda que aunque te parezca que ya lo sacó, ¡Dios no ha sacado el dedo porque Él no cambia sus planes! ¡Quien tiene que cambiar sus planes eres tú! El hombre oró y oró, y por allá, el día viernes dijo: “Dios, me ganaste, no voy a discutir contigo”. Mandó una carta ala Universidadinformándoles que no se iba a presentar a rendir la materia; el día sábado estuvo angustiado, oprimido, así también el domingo. Buscaba qué predicar y no encontraba nada. Llegó el domingo y terminó predicando de la lucha que había tenido con Dios. Todo lo que pudo hacer fue contar su testimonio, pero cuando el habló de eso, la gloria de Dios cayó sobre él y sobre la iglesia y el ochenta por ciento de los que habían asistido se tiró al suelo llorando, ¡allí cayó la presencia del Señor! El predicador declaró: “Si yo hubiera sabido que Dios quería esto, si hubiese entendido antes que Dios quería esto de mi, yo hubiera desistido de mi carrera mucho antes.”

No es que Dios está alargando el tiempo de la bendición, ¡tú lo estás alargando! ¿Qué estás esperando ver? ¿Quieres ver la gloria de Dios? ¿Esperas que se abra el río Jordan? ¡No tienes que esperar que se abra, tienes que meterte en el río, porque cuando metas tus pies en las aguas del Jordan, éstas se abrirán y verás la gloria y el poder de Dios! ¡Cuando tú decidas creer y obedecer, antes no, porque es por fe no por vista! ¡Es por creer sin ver!

Tú estás pensando: “Si largo esto, si largo esto…” ¡Y no lo largas! Tienes miedo que si largas eso algo va a fallar y algo va a andar mal. “¿Y si no es de Dios?” Tienes miedo ir a Jordán y meter tus pies en el agua, pero sólo cuando metas tus pies en el río, las aguas se abrirán.

Yo sólo he podido ver la gloria del ministerio que Dios me ha dado después de veinte años de estar en Uruguay en obediencia. ¡Esta es la tierra de mi bendición! ¡Esta es mi tierra prometida! Cuando vine a Uruguay no se veía nada, muchos me decían: “Así no se hace, hágalo de otra manera, vaya para allá, baje para acá.” ¡Me decían de todo! Porque todavía no se había visto que la voluntad de Dios estaba sobre mi vida. Algunos hermanos me decían: “Mira, serás el pastor pero ¿qué te parece si te digo flaco?” Ahora todos me dicen: “¿Cómo le va apóstol?” O, “Disculpame, a vos te dicen pastor pero yo te voy a decir Jorge, ¿puedo?” ¡Cada uno me decía como me veía! Yo los dejaba pero por dentro pensaba: “Yo soy el pastor Jorge Márquez” y le preguntaba a Dios: “¿Verdad que yo soy el pastor Jorge Márquez?” Ahora muchos reconocen la investidura que hay sobre mí, porque con el tiempo se ve quién es de Dios y quién no.

¡Los que me han confrontado, hoy los busco y no sé dónde andan! Me dijeron por ejemplo: “Porque Dios a mí me ha dicho otra cosa”. “Bueno, hacé esa cosa que Dios te ha dicho.” Cuando pregunto: “¿Sabes dónde anda el fulano?” “Anda perdido ahí en eso que él decidió hacer.” ¡Ni se sabe de él!

Yo te pregunto: ¿Tú quieres entrar en la tierra prometida o no? ¿Ya sabes qué es aquello a lo que estás aferrado?

            CONCLUSIÓN

A Watchman Nee le sucedió algo parecido. ¡Gran siervo de Dios! Vivió enla Chinay los últimos veinte años los pasó en la cárcel, se lo pudo ver públicamente más o menos hasta el año 1952 y murió en el año 1972. ¡Pero sus libros actualmente se leen por millares en todo el mundo! Yo debo decirte que he recibido la mayor gracia de Dios cuando leí los libros de Watchman Nee. ¡Es que cuando Dios levanta a alguien no hay vuelta! ¿Qué importa que esté enla Chinay qué importa que ya se haya muerto hace años? Yo he leído en estos días tres testimonios suyos. ¡Me vuelve loco! ¡Ahí está la unción, ahí esta el poder y la gloria! ¡Ahí está la visión de Dios! ¡Morirá el siervo pero no morirá la visión de Dios dada al siervo!

Lo que más me alegra de lo que Dios está haciendo conmigo es que el diablo se las va a ver bien embromada con los que yo estoy dejando, ¡le estoy dejando dinamitado el Uruguay! ¡Estamos poniendo minas enterradas en el Uruguay por todos lados! O sea que, lo más grande que sucederá no es lo que ha acontecido conmigo ni lo que está aconteciendo sino lo que se le viene al diablo con los líderes y pastores que estamos levantando.

¿Qué es lo que te detiene? Watchman Nee también estaba atravesando por un vacío terrible, él quería ver la gloria y la unción de Dios y no pasaba nada; un día leyó el Salmo 73:25: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”. Le dijo a Dios que fuera de Él no quería nada, pero estaba enamorado de una chica incrédula. Él le predicaba el evangelio y oraba por ella; entonces oró y ayunó y un día Dios le dijo: “Vos queres ver mi gloria y mi poder pero estás enamorado de una incrédula, tenes que dejarla de amar”. Y él estaba enamorado hasta los tuétanos, ¡qué sufrimiento! porque cuando alguien se enamora, dicela Biblia que las muchas aguas no podrán apagar el amor. Fíjate que muchos siervos de Dios fracasan porque quieren servir a Dios pero cuando se enamoran eligen el amor. “Yo voy a servir a Dios pero con Juana y sin ella nada.” ¡Se plantan ahí y se quedan estancados de por vida porque eligieron a Juana! Dios le dijo a Watchman Nee: “Mientras tengas un amor que haga que tú no me desees a mí más que a todas las cosas en el mundo yo no te voy a llenar de mi gloria, no voy a derramar mi gracia sobre ti”. ¡Comenzó una lucha extraordinaria! Hasta el día que logró, de corazón, liberarse de ese amor; hasta que dijo: “Dios, la desecho, te la entrego y nunca más. Yo te voy a seguir a ti Señor, me voy a olvidar de ella cueste lo que cueste”. Decidió romper con ese amor para siempre y la gloria de Dios vino sobre Watchman Nee. ¡Este hombre ha bendecido al mundo! Cuando la gloria de Dios vino sobre él, la mujer se convirtió a Cristo y Dios se la dio, porque ahora sí, Watchman Nee estaba donde tenía que estar.

“Señor, quiero la bendición pero no puedo perdonar”. ¡No tienes la bendición! “Señor, quiero tu bendición pero quiero quedarme acá, no quiero perder esto que amo.” ¡Qué poco que entienden algunos!

Se me acerca recientemente una chica y me dice: “¿Se acuerda de mí? Yo venía a esta iglesia pero me aparté”. “¡Qué lindo volver a verte! ¿Estás volviendo?” “Bueno, sí, no…, éste es mi novio, es católico.” “¿Y a qué vienen por acá?” “Es que me caso en unos meses y quiero ver si ustedes me pueden oficiar una ceremonia”. Yo ya sé cómo termina esta historia, le hacemos la ceremonia, oramos, los bendecimos cuando no están en condiciones de recibir bendición, y se van de nuevo.

Si sabes qué tienes que dejar atrás para ver la gloria de Dios en tu vida y para ser lleno del Espíritu Santo, debes tomar hoy la decisión de dejar eso y decirle a Jesús:

“Señor, no sólo quiero que seas el que perdonas mis pecados, no quiero que seas sólo el que me salva, quiero que seas mi Señor, el Soberano de mi vida y que tus planes eternos se cumplan en mí; yo estoy dispuesto a dejar de una vez por todas aquello que me retiene. Voy a luchar contra el temor y aunque tenga miedo Señor, yo te voy a obedecer, pase lo que pase. Señor, te he fallado, he elegido hacer mi voluntad, perdóname y líbrame; he elegido lo que quiero, lo que me gusta y decidí no ponerte en primer lugar pero en esta hora vengo humillado delante de ti. ¡Elijo tu gloria, Señor! ¡Elijo ser lleno de ti, tómame en tus manos! Yo había elegido lo que me daba gloria a mí pero no te daba la gloria a ti. Quise mi propia gloria Señor. Hoy quiero que seas mi Señor, que tú gobiernes, quiero hacer tu voluntad, en el nombre de Jesús. He decidido dejar voluntariamente lo que amo para amarte a ti más que todas las cosas. Te abro mi corazón, entra en mi vida y toma las riendas de mi existencia, te lo pido en el nombre de Jesús. ¡Te doy gracias por esta palabra! En el nombre de Jesucristo hago esta oración, amén”. 

Hoy has elegido cruzar el Jordán y entrar en la tierra de la bendición. ¡Dios te bendiga!

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