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INTRODUCCIÓN
Quiero hablarte de dos temas importantes; temas que si no están resueltos, no podemos decir que somos cristianos, que tenemos la seguridad de ir al cielo o que tenemos vida eterna.
El primer problema que tenemos es el pecado. Nadie que tenga pecado podrá entrar en el reino de Dios, porque su reino no será contaminado con el poder del pecado. Quien entre al reino de Dios lo hará sin pecado; y nosotros tenemos que creer que somos perdonados. Debemos entender en qué consiste el perdón de nuestros pecados, porque no hay perdón si no hay confesión de pecados. No hay perdón de pecados si no hay arrepentimiento, y si no hay fe en el hecho de que la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado.
Pero no sólo tenemos el problema del pecado sino también el de la naturaleza que produce pecado. Nosotros tenemos una naturaleza pecaminosa y este es un tema distinto que se trata de diferente manera, por lo que la naturaleza pecaminosa no se trata de la misma manera que el pecado. En ambos casos, quien hace la obra es Cristo y Él se lleva la gloria. Quien merece toda la honra es Cristo. El Autor y consumador de la fe es Cristo.
Siempre comparo al pecado con chorizos. Digamos que el chorizo es el pecado y el chorizo no es lo mismo que la máquina que lo fabrica. Entonces hay gente que confía solamente en el perdón de pecados, pero su naturaleza pecaminosa está totalmente activada. Sabemos que la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Toda persona que realmente se arrepiente y confiesa su pecado, y tiene fe, será perdonada. La Biblia dice en 1ª de Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
La maldad es la capacidad, la habilidad y el deseo de hacer pecado. Así que tenemos que lograr la victoria sobre la máquina de hacer chorizos (nuestra naturaleza pecaminosa) y también sobre los chorizos (nuestro pecado).
NATURALEZA PECAMINOSA y PECADO
A los chorizos los podemos cocinar o asar, por decirlo de alguna manera; pero lo que hay que parar es la máquina de hacer chorizos. Hablo con gente que viene a hablar conmigo, atormentada por su pecado; y después de hablar, cuando reconoció su pecado y pidió perdón, oramos y la persona se siente aliviada, como si una mochila se le hubiese caído de la espalda. Sus pecados realmente han sido perdonados. Y creemos que ahí se termina la cosa y ya está; pero vuelve la persona atormentada de nuevo porque ha cometido el mismo pecado. ¿Te ha sucedido que quieres hacer el bien y no te sale? Te propusiste no hacer el mal, sin embargo lo haces. Se trata de que el cuerpo de pecado, como lo llama el apóstol Pablo; el viejo hombre o el hombre exterior, de estas tres formas lo encontramos en la Biblia, -también la Biblia hace mención de “el hombre de pecado”, la naturaleza pecaminosa no sabe obedecer a Dios, tampoco entiende las cosas de Dios.
La naturaleza pecaminosa, por naturaleza, no es fiel a Dios y se confronta a Él, porque todo pecado es enemistad contra Dios. El pecado te convierte en enemigo de Dios. Resulta que si obramos de acuerdo a nuestros pensamientos, a nuestros deseos o buenas intenciones, jamás podremos hacer la voluntad de Dios.
Me encuentro con gente que me dice que ha pecado mucho, que no puede ir a la iglesia, que cuando esté bien va a ir a la iglesia. Las personas se quieren auto perdonar o quieren desactivar sus pecados ellos mismos para poder presentarse delante de Dios. Y yo te pregunto, ¿cuándo vas al hospital? ¿Cuándo estás sano o cuando estás enfermo? ¡La iglesia es el hospital de Dios! Tienes que acercarte a Dios para que Él pueda tratar contigo y para que te hable.
El pecado tiene que ver con el producto de la naturaleza pecaminosa, y ésta necesita un tratamiento distinto al pecado. El pecado es limpiado con la sangre preciosa de Cristo; en cuanto a la naturaleza pecaminosa, la Biblia dice en Ezequiel 18:20: “El alma que pecare, esa morirá…” Dios trata con la naturaleza pecaminosa destruyéndola. La naturaleza pecaminosa está condenada y no puede trabajar con Dios. ¡Debe morir! Podemos estar respirando, podemos estar hablando; podemos casarnos, tener hijos y llevar una vida normal, y sin embargo, estar muertos para Dios. Es decir, lejos de la gloria de Dios, porque como dice la Biblia: “…por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…” (Romanos 3:23) Eso es muerte y es condenación.
Tú puedes estar asistiendo a la iglesia, cantar, ofrendar; puedes conocer de Biblia, pero no sabes o no te das cuenta que estás muerto porque tu naturaleza no ha sido tratada, porque tienes una naturaleza que no ha sido sometida al dominio, a la voluntad y a la soberanía de Dios. No puedo someter mi pecado a la soberanía de Dios; el pecado debe ser tratado con la sangre de Cristo, pero la naturaleza pecaminosa debe ser tratada con un sometimiento total y absoluto. Recordemos lo que dijo Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23). ¿Qué significa negarse a sí mismo? Leemos en Efesios 2:1: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”.
¿Qué quiso decir el apóstol Pablo? Que hay gente que camina, pero está muerta. A los creyentes, Dios, no solamente les perdona los pecados, sino que también les da vida. Y la vida que le da es una vida capaz de hacer su voluntad; es una vida poderosa. Jesús dijo que el que hace pecado es esclavo del pecado. (Juan 8:34) No puede alguien que ha pecado decir que va a poner su voluntad y solucionar sus problemas. Hay personas que continuamente se proponen que no van a alcoholizarse más, pero lo siguen haciendo. Están contando con su propia naturaleza y su propia voluntad para salir de esa adicción. Hombres que se han propuesto no golpear nunca más a su esposa, sin embargo siguen maltratándola. Personas que afirman que su boca no será más una cloaca, y no dirá más palabras soeces; sin embargo lo hacen porque son esclavos del pecado. Están bajo el poder y la autoridad de la naturaleza pecaminosa.
Sin embargo, la Biblia afirma: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:1 al 5). Vivíamos así, haciendo los deseos de la carne y de nuestros pensamientos.
El hecho de que Cristo te de vida no es lo mismo a que perdone tus pecados; Cristo puede perdonar tus pecados y puede darte vida. Necesitas más que el perdón de tus pecados; necesitas tener la vida de Cristo gobernando tu existencia. Estando muertos en pecados, Dios no dio vida juntamente con Cristo. Aquí hace alusión a la resurrección de Cristo. Así como Jesús se levantó de entre los muertos, Dios nos dio vida juntamente con Él. Es necesario ser libres de pecado y tener una naturaleza tal, que el pecado no la pueda dominar. Dice en Efesios 2:2 que, andábamos siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire; el príncipe de la potestad del aire es satanás.
Vivimos en tiempos oscuros, nos confunden las declaraciones de los estadistas mundiales y las decisiones que toman los gobernantes. Para algunos es algo liviano aprobar una ley de eutanasia. Según ellos, la eutanasia es un derecho a matar a una persona desahuciada; a ayudar a morir a alguien con dignidad porque así lo quiere el paciente. Según esta ley que es un derecho, si vemos a alguien que se quiere arrojar de un edificio lo podemos ayudar alentándolo a que se arroje. Aunque no cualquiera puede practicar la eutanasia sino sólo el médico; así que, si este está presente en ese momento, le dice: “Eh amigo, yo lo ayudo; tiresé. No aguanta la vida ¿Tiene algún dolor muy grande? ¡Reviéntese!”
En Argentina se aprobó un protocolo de aborto hasta los nueve meses. Prácticamente hay que sacar a la criatura de nueve meses y matarla. Estos son tiempos difíciles y los cristianos no podemos estar obnubilados ni mareados. Yo te advierto que Cristo viene pronto. Vi un video de un pastor que tuvo un sueño; en diciembre del año 2019, soñó lo que iba a acontecer en marzo, abril y mayo del 2020; después soñó lo que iba a acontecer en los siguientes meses del año 2020. En su sueño, Dios le ha indicado lo que iba a pasar a partir del mes de noviembre, y dice el pastor que habrá un caos mundial extraordinario, que habrá revueltas y mucha violencia. Y yo tengo que decirte que también creo que acontecerá tal cual lo soñó el pastor. No van a instalar un nuevo gobierno mundial sin antes romper todos los esquemas. ¡Cristo viene pronto!
PREPARÁNDONOS PARA SU SEGUNDA VENIDA
Los creyentes nos estamos preparando para su segunda venida. ¿Cómo nos preparamos? Fíjate que en la parábola de las diez vírgenes que enseñó Jesús, había cinco vírgenes prudentes, las cuales estaban preparadas, tenían sus lámparas encendidas con aceite suficiente. ¿Cómo crees que será el estado de la novia cuando Cristo la venga a buscar? La novia del Señor va a estar preparada y enamorada de Él. Los que nos iremos con el Señor, estaremos en un estado de odiar y detestar el pecado; no vamos a estar coqueteando con el pecado. Dice la Biblia que Jesús está limpiando la iglesia para presentársela a sí mismo como una novia sin mancha, sin arruga ni ninguna cosa semejante (Efesios 5:27). ¡Cristo viene a buscar una novia enamorada, amante, ardiente y combatiente!
Había cinco vírgenes insensatas que no estaban preparadas y no tenían aceite; no estaban listas. Y a la hora de la llegada del novio se percataron que les faltaba aceite y se fueron a comprar, pero cuando volvieron, la puerta estaba cerrada. Para muchos la puerta va a estar cerrada. ¿Cómo te va a encontrar el Señor a ti? ¿Qué naturaleza estará dominando en tu vida cuando Cristo venga? ¿Esperarás un tiempito más porque crees que todavía hay tiempo o empezarás hoy? La naturaleza de Cristo debe estar señoreando sobre tus obras y tus hechos.
Debo advertirte que en este tiempo las aguas se están separando y los tibios serán vomitados de la boca del Señor. Cuando leemos la parábola de las diez vírgenes; no dice que habían cinco prudentes, dos titubeantes y tres necias. No hay término medio con Cristo. Jesús no viene a buscar semicristianos o casi cristianos. Jesús vendrá a buscar gente consagrada a Él, sin mancha, sin arruga y nada que se le parezca. ¡Esos serán arrebatados! Cristo se llevará una iglesia gloriosa, que no tiene miedo de enfrentar el pecado, que no tiene vergüenza de predicar el evangelio y hablar de Cristo. Llevará una iglesia que no tiene temor de hacer lo que Cristo le manda. En medio de una persecución extraordinaria habrá un avivamiento extraordinario. El mundo se va a polarizar totalmente. ¡No estamos jugando a ser cristianos! ¡Somos o no somos! Y hoy es día de tomar decisiones.
LA NATURALEZA PECAMINOSA debe ir a la cruz
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”. Sabemos bien cómo tratar con el pecado; la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Pero me pregunto, ¿cómo es que se trata con el cuerpo del pecado? Un cristiano no tiene que decir: “¡Ay, yo soy débil!” Si el cristiano tiene el espíritu de Cristo es fuerte, enfrenta la tentación y la vence. El apóstol Pablo declaró: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Esto es una declaración de fe. Esto es distinto a ser perdonados por la sangre de Cristo. Ser perdonados por la sangre preciosa de Cristo es eliminar los chorizos, pero ser crucificados juntamente con Cristo en la cruz del calvario es el trato que Dios tiene para la naturaleza pecaminosa. Pablo llegó al punto de decir: “Ya no vivo yo, más Cristo vive en mi”. Cuando la tentación venga a tu vida y golpee la puerta de tu corazón, Cristo la enfrenta porque como Pablo, ya no vives tú, más vive Cristo en ti. Tu naturaleza no sabe otra cosa más que pecar, pero si tu naturaleza murió juntamente con Cristo, lo que prevalece en ti es la vida resucitada de Cristo. ¡La vida poderosa de Cristo está en ti! Ya no tienes que hacer fuerza para no pecar. ¡Es Cristo es que vence en ti! ¡El el Soberano en ti! Él es quien guarda tu corazón y tus pensamientos y te lleva por el camino que debes andar.
El sacrificio de Cristo en la cruz el calvario no sólo incluye haber derramado su sangre para que tus pecados sean perdonados, sino que también fue lacerado y crucificado en tu lugar. Jesús probó la muerte para que yo la pruebe a través de Él. Jesús me incluyó en su muerte; cuando Él murió yo morí juntamente con Él. Así como por la fe yo recibo el perdón de mis pecados; por la fe tengo que creer que yo morí con Cristo y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí. Yo le he dado a Él el señorío, y no le llamo Señor por costumbre sino porque es mi Señor. Lo llamo Señor porque Él es el Rey de mi vida y no respondo yo; responde Él. Un naranjo produce naranjas y no se humilla delante de Dios y le pide producir higos. Está en la naturaleza del naranjo producir naranjas. En la naturaleza de Cristo que está en ti, si es que crees esto, naturalmente Él produce obras que le agradan al Padre.
¿Quieres agradar a Dios? No podrás hacerlo por tu cuenta. Cristo tendrá que producir las palabras, los pensamientos y las acciones en nuestras vidas; y Dios dirá: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia”. “Esta es mi hija amada en quien tengo complacencia”. ¡No hay otro! No hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en quien podamos ser salvos. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y también para limpiarnos de toda maldad. No puedes sentirte orgulloso porque oras bien, porque si oras bien es porque es fruto del Espíritu Santo en ti. El Espíritu Santo es quien te guía a toda verdad; nosotros no sabemos cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu Santo nos ayuda a nosotros con gemidos indecibles. Una buena oración es fruto del Espíritu Santo. Un buen pensamiento es fruto del Espíritu Santo. El poder de Dios quiere manifestarse en ti. Dios anhela celosamente ser el Señor de tu vida. No se conforma con perdonarte tus pecados.
El apóstol Pablo dijo: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. (Romanos 6:3 y 4). La solución para la máquina de hacer chorizos es que sea destruida. El pecado es cubierto con la sangre de Cristo, la naturaleza pecaminosa debe morir; debe ir a la cruz. En el bautismo, lo que nosotros representamos es que somos bautizados juntamente con Cristo en su muerte, para que, a fin de que Cristo resucitara nosotros también resucitemos a una nueva vida. Continúa diciendo el apóstol Pablo: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:5 y 6).
Anteriormente mencioné que el término viejo hombre también se refiere a la naturaleza pecaminosa; y aquí dice que el cuerpo del pecado debe ser destruido. La muerte de nuestra naturaleza pecaminosa incluye el hecho de que perdemos el poder y la habilidad de pecar, a no tener deseos de pecar y a detestar el pecado; y eso sucede cuando la naturaleza de Cristo resucitada vive en nosotros. El apóstol Pablo enseña que por fe nosotros hemos muerto juntamente con Cristo en la cruz del calvario y ahora vivimos con la novedad de vida, la nueva vida de Cristo resucitado en nosotros. Cristo no puede pecar y no puede ser vencido por la tentación. Cristo vence el pecado y la muerte. Él lo hizo por mí; me incluyó en su muerte y en su resurrección. Y dice más el apóstol Pablo: “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Romanos 6:7). El que ha muerto ya pagó, ya no se puede hacer más. Si participaste alguna vez de un velorio, seguro viste al muerto que estaba bien muerto. ¿No se te ocurrió la idea de pincharlo con una aguja a ver si sentía algo? Si lo pinchas no hay reacción.
Hablo todos los días con creyentes ofendidos; no parece que estén muertos. Te vas de la iglesia porque te molestó alguna cosa, porque te ofendiste con el pastor y los hermanos. Quiero decirte que los muertos no se molestan ni se ofenden. Un muerto en Cristo ama, perdona, un muerto en Cristo tiene paz. Un muerto en Cristo tiene vida y tiene palabra de vida. Un muerto en Cristo no tiene temores porque la vida de Cristo domina en Él; y la otra vida ha muerto juntamente con Cristo. “Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; más en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:7 al 11).
Considerarse es testificar que hemos muerto, creer y confesar que hemos muerto; esto es un acto de fe. Algunos creyentes, terminan discutiendo y después dicen: “Me habló mal y bueno, yo me bajé de la cruz y le di un golpe”. ¡Te lo dicen con un orgullo! Y después sigue hablando como si se hubiera vuelto a subir a la cruz. Hay reacciones de creyentes que son de pecadores, son reacciones de la vieja naturaleza. “Pastor me fui tan feliz de la iglesia. ¡Qué lindo culto! Me fui con tanta paz que pensé que todo iba a cambiar, pero llegué a mi casa y mi cónyuge me empezó a hablar mal al punto de insultarme. Entonces se me fue la paz y le aventé lo primero que vi. Y me dijo: ¡Ay, y vos vas a la iglesia!” Luchamos con una naturaleza que no se quiere someter a Dios, pero por fe tenemos que confesar: “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, más Cristo vive en mi”.
“Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Romanos 6.11 al 13).
CONCLUSIÓN
Si Cristo está dentro de mí, mis manos no me pertenecen, son de Cristo; mis ojos no deben ver lo que no es correcto que yo vea. No puedo, esos miembros que ahora son de Cristo, usarlos con una prostituta. No puedo mancillar un cuerpo que le pertenece a Cristo. Y vuelvo a decir que no se trata de hacer fuerza con mi voluntad; se trata de estar pegados a Cristo. Dijo el Señor: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto…Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:1y 2; 4 y 5). Toda obra buena proviene de Dios, toda palabra buena y todo pensamiento poderoso y bello proviene de Dios. No tengo que hacer fuerza; tengo que vivir en comunión con Él. No estés tan tranquilo que eres cristiano si no estás produciendo las obras de Cristo.
Dile a Dios: “Señor, perdona mis pecados, límpiame, cúbreme con tu sangre. Señor, vengo a ti, el único que tiene poder para limpiar mis pecados. Vengo a ti para confesar que tú me incluiste en tu muerte en la cruz del calvario. Por lo tanto confieso que creo. Soy muerto para este mundo y soy vivo y resucitado para ti, Señor. Tú has hecho esto por mí; tú lo has logrado por mí. ¡Gracias Señor! En este tiempo de oscuridad te pido que alumbres mi existencia. ¡Lléname de tu Espíritu Santo! Que no sea yo quien abra la puerta cuando el mal golpea sino que estés tú adentro reinando y salgas, y que los demonios huyan. Que el pecado no halle cabida en mí. Creo que tú me libras. Gracias Jesús, amén”.
ANEXOS: