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Leemos en 1ª Corintios 10:3 y 4: “Y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”.
Cristo es aquel que satisface tus necesidades fundamentales, básicas. Todo ser humano tiene necesidades, y tiene deseos, pero las personas confunden deseos con necesidades. Resulta que muchos han satisfecho sus deseos pero no han logrado satisfacer sus necesidades esenciales; no siempre nuestros deseos tienen que ver con nuestras necesidades esenciales. Nosotros no necesitamos satisfacer deseos, sino ser satisfechos en nuestras necesidades fundamentales; y Cristo es el que sacia todas nuestras necesidades. Nuestro esposo o esposa no puede llenar nuestras necesidades fundamentales, ni un hijo, ni siquiera una cuenta bancaria puede llenarnos. No necesitamos que una casa con rejas o sistemas de alarma satisfagan nuestras carencias. No hay nada en el mundo que pueda satisfacer nuestras necesidades fundamentales, ¡sólo Cristo sacia toda necesidad!
Dios nos dio un mundo donde abundan toda clase de bendiciones. Estuve viendo la historia de los viajes de la NASA; se advierte la superficie de la luna, o el planeta Marte y otros más, que tienen la superficie tan árida, tan desértica, y el hombre se sigue preguntando: “¿Habrá algún lugar donde se desarrolle alguna forma de vida?” Esos lugares no están aptos para albergar vida, pero el planeta Tierra es un lugar especialmente diseñado para que lo habitemos. ¡Dios puso en el planeta Tierra todo aquello que necesitamos para nuestro sustento biológico o material!
También estoy leyendo bastante de nutrición, de vitaminas y minerales ya que me estoy haciendo unos análisis y según los médicos tengo el colesterol alto, muchos triglicéridos, me sube la presión, así que no me pueden faltar algunos componentes para contrarrestar lo que tengo. Entonces estuve leyendo un libro que habla acerca de minerales y vitaminas, elementos que nuestro cuerpo necesita para funcionar bien. Dios ha creado tantas cosas que nuestro organismo necesita, como el fósforo, el magnesio, el litio, el calcio, el hierro, el potasio, etc. y las vitaminas A, B, C, etc. Él ha provisto de un planeta, de una atmósfera, que tiene determinado equilibrio de temperatura y humedad del ambiente que hace viable la vida. Están los árboles que nos abastecen desde el momento en que Dios ordenó que la tierra produzca fruto. En cada cosa que Dios creó, ha provisto de los minerales y vitaminas que necesitamos. Nuestro cuerpo tiene un equilibrio extraordinario, todo está bien pensado. ¡¡Todo lo hizo Dios, para nuestro bien y para nuestro sustento!! Me imagino la vida aburrida de un auto, que para darle lo que necesita hay que estacionarse y por el mismo orificio le ponen siempre la misma comida. Pero Dios ha provisto del combustible para la vida que ingerimos a través de los alimentos.
Todo esto a lo que hice referencia es para hablarte del gran amor de Dios. Él, primero creó los peces, las bestias del campo, los árboles que dan fruto y creó al hombre para que con todo eso, pueda desarrollar su existencia. ¡Dios es un Dios proveedor! Nos proveyó del oxígeno para poder oxigenar nuestra sangre, proveyó del agua, tan esencial para nuestra existencia. ¡Todo lo ha provisto Él! Y así como nos ha provisto para la vida biológica, natural y material, también ha provisto el sustento para nuestra vida espiritual. Por eso el pasaje que hicimos referencia dice que todos comieron la misma comida espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, y esas vitaminas y minerales espirituales, según dice el pasaje bíblico, era Cristo. ¡Cristo es tu comida y tu bebida!
Hay muchos que llegan al evangelio y dicen: “Bueno, ahora lo tengo a Cristo, pero estoy mal porque mi padre no me ama, ni siquiera me abraza”. Creen que la satisfacción está, por ejemplo, en el papá; y piensan que el día en que su padre les dé un abrazo, ese día van a ser completamente felices. La Biblia dice que si tu papá no te da un abrazo, de todas maneras el amor de Dios te sobra.
Una chica que vive con un padre que se alcoholiza, grita, y es violento, se siente infeliz, y quiere irse de su casa; tiene la esperanza que el día en que ella se case y pueda irse por fin de su casa, será feliz. La historia ya la conocemos; se va con un hombre que le proporciona cierto cariño, pero a los tres meses dice: “¿Para que me fui de mi casa?” ¡El esposo se alcoholiza, grita e insulta igual que el papá! Tú pones tu esperanza en el día que te casas, porque por fin vas a ser feliz, pero tú tienes que ser feliz antes de casarte, tienes que tener a Cristo antes de casarte, porque el matrimonio no es la garantía de tu felicidad, sino que Cristo es la garantía de tu satisfacción. ¡Si está Cristo, el matrimonio va a funcionar bien!
Hay mujeres que son rechazadas por el esposo, y entonces buscan quedar embarazadas porque piensan que ese hijo las va a hacer felices, buscan en el hijo la satisfacción y el consuelo de sus vidas, brindándoles todo el cariño y todo lo que él quiere, entonces terminan criando un niño consentido. Cuando la criatura se hace adolescente ya es un tirano en la casa, golpea a la madre, le roba para drogarse y termina en la cárcel. Ese niño que era su consuelo, dejó de serlo.
¡Buscamos satisfacer nuestras necesidades afectivas básicas, donde no hay que buscarlas! Te puedes casar, puedes tener hijos, pero si no está Cristo no te va a alcanzar ni tu esposo ni tu hijo, no te va a alcanzar nada, porque el que satisface tus necesidades es Jesucristo. Hay mujeres que no tienen afecto en su casa, entonces se aferran al primer hombre que les guiña el ojo, que le da un poco de cariño y creen que ahora sí, van a estar bien, pero sin embargo el sexo tampoco les satisface.
Debes entender que las necesidades fundamentales tienen que ver con nuestro origen: ¿Quién soy yo? Sé que hay muchos que no se han podido contestar esa interrogante, que tiene que ver con nuestro origen: ¿Cuál es mi origen? A eso se le llama identidad. Una necesidad básica en el ser humano, entonces, es la identidad: ¿Quién soy yo? Hoy en día encontrar la identidad es muy difícil, porque hay quienes no saben si son hombres o mujeres. La gente se equivoca en cuanto a su origen; en la escuela nos enseñan que nuestro origen es el mono, o que nuestro origen está en la materia, que somos productos de la casualidad. En otras palabras no eres nadie, no eres nada. Todo tiene una identidad, todo está ligado a la fuente de donde proviene. Una mesa será tan buena como el árbol de donde proviene, si el árbol es de cedro, la mesa es también de cedro; su sustancia o identidad tiene que ver con la fuente de su origen. Todas las cosas tienen origen, tienen identidad, y a veces confundimos el tema de la identidad. Suponte que tienes el apellido Etchegaray, posees el mismo apellido que tu padre: Etchegaray. Si tu papá es alcohólico, ladrón, y violento, y te preguntan tu apellido, te da pena responder porque tu origen te avergüenza.
Hay muchas personas que creen que su origen está en su papá y su mamá, y hay otros que confunden su origen o su identidad con el barrio en que han nacido, no quieren ni nombrarlo porque sienten vergüenza del barrio en el que han nacido. Hay otros que les da vergüenza haber nacido en Uruguay; vas a escuchar a muchos uruguayos renegando del país: “¡Este país de porquería, este país gris, aquí nunca vamos a prosperar, para salir adelante hay que irse a otro lado!” Despotrican contra la tierra en la que han nacido.
Cuando uno confunde su identidad, vive frustrado. La pregunta es: ¿Quién soy yo? Para el Estado somos un número, el que figura en el documento, pero si quiero cambiar mi identidad en el registro civil, el Estado no tiene inconvenientes, me cambian el nombre de Jorge por Jorja sin problemas, porque al Estado no le importa si te sentís hombre o mujer, si estás frustrado o no. ¡Estamos todos locos! Tu origen no es la materia, no es el mono, tu origen no es el país, no es tu papá ni tu mamá, tu origen es Dios. ¡Tu identidad está en Dios!
Algunos dicen: “Mi abuelo era pobre y con mucha honra; mi padre también y yo soy pobre y con mucha honra”. ¡Se sienten orgullosos de un origen feo! ¡Pero yo tengo sustancia divina! Si la mesa es de pino, tiene madera del árbol de pino; yo soy hijo de Dios, entonces tengo la sustancia de Dios. ¡Él es la fuente de mi origen! Hubo una época en que yo no sabía quién era, entonces trataba de hacer lo que me parecía, pero un día me enteré que Dios me había concebido antes de que yo estuviese en el vientre de mi madre para que sea su siervo y apóstol de Jesucristo. Cuando me enteré de eso, descubrí la segunda cosa que es esencial, una necesidad que debe ser satisfecha, y es: El propósito.
¿Cuál es mi propósito? Tienes que contestarte la interrogante: ¿Para qué existo, qué tengo que hacer? Cuando estaba en la secundaria me enseñaron que los seres humanos nacen, crecen, se reproducen y mueren. ¡Uh, qué propósito! Otros dicen que no nos podemos morir sin haber cumplido el propósito de plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Si le preguntas a alguien para qué trabaja te contesta: “Bueno, hay que trabajar para ganar un sueldo y tener dinero para comer, así puedo estar fuerte para trabajar”. ¡Vaya qué propósito! ¡Qué cosa más aburrida! Cuando la gente pierde el propósito de su vida, anda perdido como en un desierto.
Yo descubrí que Dios tiene un plan eterno que va desde la eternidad hasta la eternidad y dentro de ese plan puso hombres que trabajen en Sus proyectos. Hace muchos años atrás trajo al profeta Daniel, y después otros más. En cada época trajo la persona que Él necesitaba. En el proyecto eterno que Él tiene, nos permite a los hombres intervenir en un pedacito de la eternidad y trabajar, no en algo que tenga que ver con mi vida biológica, sino que Dios ha planeado que yo intervenga en un proyecto eterno. Soy el continuador en el proyecto de Dios, de hombres que ya no están, y cuando yo me muera hay otros que continuarán lo que estoy haciendo ahora. ¡Mi propósito es extraordinario, el plan no es mío sino que es de Dios! Dios es el que provee el proyecto, el propósito, Él provee la idea original, por la cual tú estás existiendo. Cuando yo no entendía mi propósito tenía mis propios planes, así que me recibí de arquitecto, quería ser un empresario, un profesional, porque como no entendía que Dios tenía planes para mi, yo quería ser alguien. Cuando le preguntas a los universitarios, por qué van a la universidad, te contestan que van porque “quieren ser alguien”. Yo aprendí que desde que nací ya era alguien, en el proyecto de Dios era apóstol de Jesucristo. ¡Mi vida dio un giro tremendo! Aprendí que soy importante, soy una bendición de Dios para el mundo. ¡Me hace tan feliz esto, le da tanto sentido a mi existencia conocer el propósito de Dios para mi vida!
¿Tú conoces el propósito de Dios para tu vida? Tú dices: “Lo que yo quiero es un novio”. “Yo pienso que si me porto bien, si hago bien las cosas y no le hago mal a nadie…” ¡Qué aburrido eres! ¡Qué pequeño es tu propósito! Entendí que cuando uno entra en el propósito de Dios, tiene su respaldo. Dios no respalda proyectos personales, Él respalda solamente sus proyectos, establecerá solamente su reino y aplastará toda otra voluntad para que se haga sólo su voluntad porque Él es el dueño de todo.
Otra necesidad fundamental en el ser humano es la aceptación. La aceptación proviene del hecho de ser amado, todas las personas necesitamos ser amadas, porque cuando somos amados, nos sentimos valorados. Toda persona necesita saber que tiene valor, que se le reconozca que es alguien, que es especial y único. ¡Qué triste esa gente que cree que es uno más y vive una vida sin sentido por esa causa! Una hermana nos contó el testimonio que desde que nació su madre le decía: “Eres una negra asquerosa, no vas a llegar nunca a nada, no te vas a casar con nadie, no servís para nada”. ¿Qué tendría esa madre en la cabeza y en el corazón? Esta hermana nos dijo: “Yo me creí que era lo que mi madre decía. Me miraba al espejo, me veía fea, lloraba y me decía: No sirvo para nada”. Vivió una vida tristísima; cuando llegó a ser grande ya era una mujer desgraciada por causa de lo que su madre le decía y por lo que ella creía. Alguien le predicó el evangelio y llegó a la iglesia y al atravesar la puerta una colaboradora le dijo: “¡Bienvenida, Dios te bendiga!” Y le dio un abrazo. Ella pensó: “Nunca nadie me había dicho bienvenida en ningún lado”. ¡Le hizo tanto bien ese abrazo y que le dijeran que en algún lado era bienvenida! Ella comenzó a sentir la presencia y el amor de Dios, así que se quiso quedar en la iglesia y desde ese entonces nunca más se fue. ¡Qué lindo es ser amado! ¡Cuánta gente camina por el mundo creyendo que nadie le ama!
Un pastor amigo escribió una canción que dice: “Mucha gente he conocido, que aman de distintas formas, pero hay un solo amor perfecto…Están aquellos que te aman porque tú les das primero… ¿Pero quién me va a amar? Si no puedo dar, pues mi alma está sufriendo, por qué estoy sediento, porque busco y no encuentro, ¿Quién me amará?” En otra estrofa dice: “Otros te aman porque eres importante…Otros te aman porque eres culto”. Y otra vez dice: “¿Quién me va a amar, si yo no soy nadie?” Y la última estrofa expresa: “Pero amor extraordinario es el de Jesucristo que me amó aunque yo no le amaba”.
Toda tu satisfacción a tus necesidades fundamentales viene de Jesucristo. Está bien que te ame tu esposa o tu esposo, pero se te puede morir o te puede fallar. ¿Quién te va a amar como Cristo? Resulta que hay personas que dicen: “Necesito casarme porque cuando lo haga, mi marido me va a dar lo que yo quiero para estar bien”. Hay esposos que dicen: “Cuando me casé contigo estaba todo bárbaro, me dabas lo que yo quería pero ahora me molesta lo que me das”. Hay mujeres que para recibir afecto dan sexo. ¡Qué triste tener que comprar afecto con sexo!
Todo ser humano está sediento de amor, pero el amor perfecto viene de Cristo. Cuando en el versículo que hemos compartido leemos que Jesucristo era la verdadera comida y la verdadera bebida, es porque realmente el sustento afectivo, emocional, espiritual, así como las vitaminas de los alimentos que ingerimos, todo viene de Dios.
Dijimos que tenemos necesidades de identidad, de propósito, de aceptación y tenemos también necesidades fundamentales de seguridad. Dicen algunos: “¡Para eso están las compañías de seguro!” El problema número uno de algunos países es la seguridad, éste ha llegado a ser el problema más importante, más que la necesidad de trabajo y de dinero. La gente clama por seguridad, salen a la calle y no saben si van a volver. Uno piensa que los ricos son los que tienen más seguridad. Los que tienen más dinero ponen más barrotes, cabinas de seguridad con un guardia adentro, con una escopeta de caño recortado; instalan cámaras de televisión y detectores de ladrones. Conocí una mujer que invirtió una gran suma de dinero en detectores y los ladrones descubrieron un rinconcito donde no llegaba el detector y por ahí entraron. Vi en las noticias que un empresario importante en Argentina tenía todos los barrotes, y todas las cámaras de seguridad; a su hijo lo llevaban a la facultad, en auto con chofer y con 2 guardaespaldas. ¡Pero mataron al chofer y a los guardaespaldas, y le secuestraron al hijo!
¿De dónde viene tu seguridad? Algunos se casan, pero al poco tiempo piensan: “Mi marido me va a dejar”. ¿Quién te puede dar seguridad? La Biblia dice: “En paz me acostaré, y así mismo dormiré; porque solo tu, Señor, me haces estar confiado” (Salmo 4:8) ¡Pobre la gente que con dinero contratan varios guardias de seguridad! Yo no necesito guardias de seguridad, tengo un ángel grandote que me guarda; “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Salmo 34:7) ¡No me cuesta nada! Y aquellos que se sienten seguros con una cuenta bancaria, aquellos que creen que su seguridad son las riquezas, son los más propensos a que le secuestren un hijo. ¡Con una cuenta bancaria no estás más seguro, todo lo contrario! Así que como yo no tengo dinero, ¿quién me va a secuestrar?
Estas 4 necesidades básicas del hombre: La identidad: ¿De dónde vengo? El propósito: ¿A qué vine? La aceptación y la seguridad, todo está en Cristo. “Y todos comieron de la misma comida espiritual, y todos bebieron de la misma bebida espiritual”. ¡Esa comida y esa bebida era Cristo! Él es la sustancia, la vitamina, la proteína y los minerales espirituales que tu vida necesita.
Quizás has estado buscando en tantos lugares y en tantas cosas pero no has logrado darle satisfacción a tu vida y estás aferrado a algo que te proporciona algún placer, pero no satisface el vacío de tu corazón, no satisface tu necesidad fundamental, básica. ¿Has puesto a Cristo antes que a tus hijos, antes que tu esposo o esposa? ¿Has puesto a Jesucristo como tu Señor, antes que a tu trabajo y tu dinero? ¿Eres capaz de darle a Cristo tu dinero, tu esposa y tus hijos? ¿Eres capaz de entregarle lo que te pida? ¿Él es tan importante para ti, tanto, que eres capaz de renunciar a cualquier cosa por amor a Jesús? Cristo va a quitar tus temores y le dará sentido a tu vida, Él te va a mostrar quién eres.
¡Estoy tan feliz con ser quien soy! Yo creía que era arquitecto pero Dios me dijo que tenía otro plan conmigo, y me hizo apóstol. ¡Me hace tan feliz cuando veo la gente que escucha el mensaje en cualquier parte del mundo! Me han contado de un hombre que nunca ha asistido a la iglesia, que ha estado enfermo por mucho tiempo y durante años ha escuchando mis mensajes por radio. El hombre va a nuestra librería a comprar prédicas y libros y además deja una ofrenda generosa. Una mujer que estaba en la librería lo mira sorprendida y le dice: “¡Pero qué corazón tiene usted!” Él le contesta: “¡Si usted hubiera recibido lo que yo recibí!”
Yo creo que mi vida tiene sentido, tengo una vida que vale la pena ser vivida ¿Tú la tienes? Nadie ha venido a este mundo para andar despistado, para vivir sin propósito. Nadie ha venido al mundo sin que forme parte de un plan de Dios. Si no encuentras el propósito de Dios para tu vida serás la persona más frustrada y triste que exista, y no encontrarás satisfacción en nada. ¡Tienes que darle tu corazón a Jesús! De una vez por todas tienes que renunciar a tus planes, renunciar a ti mismo, y dejar de buscar satisfacción en otras cosas. Ven a Jesús y dile: “Señor, tú eres mi satisfacción, eres todo lo que necesito. Todo lo demás es añadidura, mi esposa, mis hijos, mis bienes, todo; eso forma parte de un premio que me das, pero yo sin ti no quiero vivir. Necesito que entres en mi corazón y me limpies. Necesito conocerte como esa fuente de sustento para mi existencia”.
Hay muchos cristianos frustrados y tristes porque no han encontrado la satisfacción que viene de Cristo, pero Él te dice hoy: “Yo soy la fuente que tú estás necesitando”. Jesús dijo: “Si alguno tiene sed venga a mi y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). ¡Gloria a Dios! Dijo además: “Yo soy el pan de vida; el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35). ¿Puedes creer esto? Tienes que pedirle perdón a Dios porque has vivido tan afanado, tan ansioso, tan atemorizado, tan preocupado, buscando aquí y allá, tratando de satisfacer tu necesidad. Hoy tienes que venir a Jesús y decirle: “Señor, tú eres la fuente de vida eterna. Padre amado, reconozco que eres la fuente de mi vida, eres el Señor de mi existencia, reconozco que lo que yo necesito, tú lo tienes. Tú tienes todo mi sustento material y espiritual, te abro mi corazón, limpia mi vida, te lo pido en el nombre de Jesús. Cúbreme con tu sangre preciosa, sálvame y ven a reinar en mi vida, te lo pido con fe, creyendo que tú me tomas ahora, que perdonas todos mis pecados y me libras de toda maldad, en el nombre de Jesús. Gracias Señor, amén”.
Toma las vidas en tus manos Señor, oramos que en esta hora, que tú te glorifiques en los corazones, que descienda tu Espíritu con poder Señor, y te transformes realmente en la fuente de cada una de las vidas. Comienza a destilar Señor tu agua, derrama tu Espíritu, tu gracia. Limpia con tu sangre preciosa todo pecado y toda maldad. Glorifícate Señor, extiende tu mano en el nombre de Jesús, quita el vacío existencial, quita la amargura, la impotencia. Haz tu obra poderosa Dios, glorifícate en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: