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¿Conoces el propósito de tu existencia? ¿Sabes para qué has venido al mundo? Quizás las circunstancias de la vida, la forma en que viniste al mundo, o la situación que estás viviendo te hacen creer que la vida no merece ser vivida. Pero hoy tengo buenas noticias para ti. Jefté, a quien hoy conoceremos, también atravesó circunstancias adversas, no obstante, a pesar de ellas, Dios le hizo un hombre vencedor. ¡Dios anhela que tú seas como Jefté!
Leamos Jueces capítulo 11, desde el versículo 1 hasta el 3: “1Jefté galaadita era esforzado y valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. 2Pero la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer. 3Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en tierra de Tob; y se juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él”.
Jefté, fue un hombre esforzado y valeroso. Hay muchos hombres poseedores de esas condiciones, que no obstante, tienen en su contra el pedigrí, una historia familiar, un apellido que no hubieran querido tener. Si bien hablo para hombres y mujeres, porque lo mismo se aplica a ámbos sexos, quiero hacer un énfasis especial en los hombres. He observado de qué manera se va degradando y degenerando la posición del hombre en la sociedad, quien se está quedando sin identidad, se pregunta quién es y no entiende cuál es su posición en el mundo, en la sociedad, en la iglesia y en su casa. La sociedad está haciendo que las mujeres en general sean más emprendedoras que los hombres. Veo una cantidad tremenda de varones que no saben cómo enfrentar la vida y veo mujeres que tienen hijos y son abandonadas por sus maridos, que sin recursos alimentan, visten y crían a sus hijos. Se ha forjado una clase de mujer trabajadora, esforzada y valiente y aún he visto que en los hogares donde no falta el padre, éste ha sido relegado; la mujer es la que tiene que preocuparse de las tareas de los niños en la escuela, de ir cuando la maestra cita a los padres, hemos visto cada vez más al hombre retirarse de su posición de sacerdote en su casa y de jefe de familia. En el mejor de los casos, es muy trabajador y trae el dinero a su casa, pero quien lo administra es la esposa. El hombre va perdiendo su identidad, su capacidad, su imagen de hombre, en la casa es simplemente un mueble más: Llega al hogar y como no tiene muchas responsabilidades mira televisión o lee el periódico. ¡La imagen del hombre se está degradando! Por tanto, me alegré cuando mi señora me contó que ha desafiado a las mujeres a orar por los hombres. Si no lo hacen, ¡no tendrán con quién casarse! Les quedará casarse sólo con un inútil. ¡Yo también desafío a las mujeres a orar por hombres valerosos y esforzados! Pareciera que esta sociedad le ha doblado la espalda a los hombres; se les ve cansados y no porque trabajen mucho; sucede que el espíritu que mueve nuestra sociedad, le ha robado al hombre lo que Dios le ha dado: La creatividad, la identidad de hombre, de sacerdote, de cabeza del hogar.
Jefté era hijo de una ramera. A muchos, cuando nacieron, el mundo no les estaba esperando y a Jefté le pasó eso. Galaad su padre, tuvo relación con una ramera quien quedó embarazada y de ese modo vino al mundo Jefté. Ese niño nació con una marca: Era el hijo de una ramera. Hay otros que son el hijo de un papá adúltero, que no les quiso dar el apellido… cientos de hombres y mujeres nacen en situaciones que nadie quisiera pero ya están aquí; quizás eres uno de ellos, pero tengo buenas noticias para ti: ¡Para tus padres quizás hayas sido un error pero para Dios no!
No obstante su origen, Jefté era un hombre esforzado y valeroso. ¡Necesitamos que se levanten hombres con esas características! Todos esperan que algo suceda en este país. Generalmente esperamos que algo ocurra fuera de nosotros pero somos nosotros quienes tenemos que producir las circunstancias que van a cambiar nuestro entorno. Recuerdo cuando conocí al pastor Martín: Era un muchacho mal vestido, peludo, drogadicto, que se preguntaba para qué había venido al mundo, no sabía qué hacer con su vida, había sido abandonado por sus padres pero cuando lo veo ahora en el púlpito, animando y ayudando a hombres y mujeres, digo: ¡¡Necesitamos levantar miles de hombres como éstos!! Quizás nadie se ocupe de ello, pero el evangelio sí, Jesús dijo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” Lucas 19:10. Para Dios, el hombre es valioso e importante. ¡Lo hizo a su imagen y semejanza! No es un desecho, es un ser creado por Él; no importa que para tus padres hayas venido por equivocación, para Dios no. ¡El no hace a nadie por casualidad! Recientemente estuve en un encuentro en Tarariras, una ciudad del interior del país, donde también realizamos un casamiento. Me tocó ayudar y ministrar al novio; cuando le pedimos que nos cuente su vida, tartamudeaba y se quedaba mirando al cielo; luego nos dijo: “No quiero contar mi vida, es muy triste… no puedo hablar, me he puesto una coraza para no sufrir más”. Luego comenzó a contar que fue abusado a las 5 años; no contó mucho pero se hacía evidente que una de las luchas más grandes de su vida, había sido, luego del abuso, cuál era su identidad. Todos nacemos y nos criamos buscando nuestra identidad, necesitamos saber por qué y para qué estamos en el mundo. La pregunta más importante que nos tenemos que contestar hoy es: ¿Quién soy yo? Porque si no sabemos quiénes somos, no sabemos a dónde vamos, qué tenemos que hacer ni a dónde tenemos que llegar. Si no soy nadie, entonces nada vale la pena. Este muchacho se estaba casando apostando a algo que le podía hacer bien. ¡Había descubierto una mujer que lo amara! Ella también estuvo toda la vida buscando un hombre que le amara de verdad, ahora tenía a un hombre que la estaba amando. Era tan enternecedor ver esa pareja… cada uno había encontrado esperanza y motivación para vivir, para trabajar, para hacer algo el uno por el otro. En el encuentro esta chica contó por primera vez, que se había prostituído, recibió liberación y perdón de Dios. Nos decía: ¡Me siento tan bien! ¡Qué maravilloso es Dios! Cómo dignifica a las personas y hace que aquellas que no son amadas, sí lo sean. Yo te pregunto a ti: ¿Será que todavía algún demonio te dice que no vales nada, que nadie te quiere, que nadie te presta atención por el color de tu piel, o porque eres muy gordo o muy flaco? ¡Eso es mentira! ¡Dios te ama de manera especial!
Cuando fue creciendo Jefté, sus hermanos lo echaron y le dijeron: “No heredarás de la casa de nuestro padre, porque eres hijo ilegítimo”. Y dice la Biblia que huyó de la casa de su padre a la tierra de Tob, se fue a buscar otro lugar donde nadie supiera quién era él, ni conociera su pasado. Pensó que si cambiaba de ciudad, también cambiaría su identidad. He visto personas arruinadas que deciden cambiar de barrio, pensando que haciendo esto, sus vidas cambiarán también; cuando van al otro barrio, llevan consigo sus miserias y el diablo se les burla diciéndoles: “¿Qué te crees? ¿Qué no te conozco? ¡Sigues siendo el mismo!” Aunque te cambies de nación, seguirás siendo el mismo. Jefté había sido desheredado, había sido echado de su tierra, de su familia simplemente porque no había nacido de una mujer correcta sino de una ramera. Pero me encanta ver cómo Dios trata con estas personas. Quizás no has nacido de una ramera, pero toda la vida te han dicho que eres un idiota, un estúpido y que nunca saldrás, adelante. ¡Nada te sale bien! Pero he venido a decirte que estás hecho con el mismo material que los norteamericanos, que los argentinos, que los brasileños… ¡Somos criaturas de Dios hechas a su imagen y semejanza! No importa el barrio en que hayas nacido ni el apellido que tienes, Dios quiere hacerte como a Jefté, anhela ponerte por jefe y por cabeza. ¡Dios quiere hacerlo contigo!
Dice la palabra de Dios, a continuación de la palabra que hemos leído, en el capítulo 11 de Jueces, que luego vino una guerra y los amonitas se presentaron para pelear contra los galaaditas; éstos eran los que habían echado a Jefté de su territorio y no tenían un varón que los llevase a la guerra pero sabían que Jefté, el que ellos habían echado, era hombre esforzado y valeroso. Dentro tuyo hay mucho más de lo que te imaginas que eres. El diablo, el mundo, tu familia, te han convencido de lo que no es, que venimos del mono, que eres simplemente un negro, una persona mal venida, que no tendría que haber nacido, pero estoy aquí para decirte que Dios te ama, te ha hecho a su imagen y semejanza y tiene grandes cosas contigo. Mujeres, cuando tengan que elegir un hombre, elijan uno consagrado a Dios, porque Él hace hombres esforzados y valerosos. ¡Tú no eres lo que se ve! Dentro de ti hay un proyecto que tiene que explotar. ¡Dios tiene un proyecto para tu vida! ¡Tienes que creerlo! Dios no es un Dios del presente solamente, es un Dios del pasado, del presente y del futuro. Su proyecto se desarrolla en el tiempo. Una semilla no es solamente eso sino un bosque. Lo que se ve no es la realidad, la realidad es que dentro de esa semilla hay un bosque, y tiene que explotar para que de ella salga un árbol que dé miles de semillas, las que luego serán árboles y cada uno de ellos tendrá muchas semillas que darán muchos árboles. Ojalá te pudieras ver como un bosque, multiplicado en tu descendencia. Tu eres una semilla, hay un potencial increíble dentro tuyo, deja de lamentarte del país en el que estás, de la familia que tienes, del gobierno que tienes. Hay muchos que están esperando que algo pase en el gobierno, en su familia, o que Dios haga algo, pero Él te ha hecho a su imagen y semejanza, es decir, te ha hecho creativo, fuerte, valeroso, ha puesto una visión dentro de ti.
La pregunta más importante que tienes que hacerte hoy es quién eres. El humanismo te ha mentido, no quiere un Dios que influya en las leyes, ni diga qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, el humanismo ha buscado en otro lado el origen del hombre, pero tú no vienes del mono. Génesis 1:26 afirma: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree…” ¿Para qué te hizo Dios? ¡Para señorear! El mundo te ha hecho creer que tú no eres Señor pero Dios te hizo para señorear. Dice la Biblia que los cielos de los cielos son de Jehová pero ha dado la tierra a los hijos de los hombres. Dios señorea en el universo y el hombre señorea en la tierra. Dios te ha dado la tierra que pisas para señorear sobre ella, no para ser esclavo y decir: “En este país no se puede”. ¡Tú eres un señor! Dios no te ve como tú te ves, si te hubiera visto como tú te ves, no hubiera venido a este mundo a morir en la cruz del calvario en tu lugar. El vino a morir en la cruz por ti, porque tú tienes valor, eres importante Génesis 1:26-27 expresa: “…y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”.¡Eres como Dios! No te veas como en el espejo sino como Dios te ve; hay un proyecto de Dios para ti y está dentro tuyo. ¡Él quiere desarrollar un proyecto contigo! Dios llamó a Jeremías y le dijo: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Jeremías 1:5. Dios tiene un proyecto contigo desde antes de la fundación del mundo. ¡Tienes que saber quién eres! Yo creía que era un arquitecto, pero para Dios era un siervo de Dios, un apóstol para Uruguay, ese era su proyecto para mí. ¡Ya sé lo que Dios quería de mí! ¿Por qué tengo fuerza y valor? Porque sé a qué Dios me ha llamado. Cuando uno conoce el propósito de su existencia, da la vida por ese proyecto. Si tú tienes una creencia, una religión, puedes opinar y aún discutir sobre ella, pero si tienes una convicción profunda de lo que Dios tiene para ti, das la vida por esa convicción. Eso le da motivo de ser a tu existencia, por eso Jesús no tuvo ningún problema de morir en la cruz del calvario, él sabía cuál era su proyecto. Aquellos que deambulan no saben quiénes son. Es necesario que hoy te hagas el propósito de buscar a Dios con todo tu corazón porque puedes llamarte cristiano y no saber quién eres. Más del 90 % de los cristianos se van a la tumba sin haber descubierto para qué vinieron a este mundo.
Quiero asimismo insistir en algunos conceptos que ya he enseñado: Dios creó todas las cosas por su palabra, su poder está en su palabra, el ordenamiento del universo existe por la clave de su palabra. Cuando Dios habló, las cosas fueron creadas. En tu ADN existe un ordenamiento en código distinto a su sustento químico, que es el lenguaje de Dios puesto para que tú seas quien eres. ¡La palabra de Dios está en cada célula de tu existencia! Dios habló a la tierra y ella produjo seres vivientes de acuerdo a su palabra. Génesis 1:24 dice: “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así”. Pero cuando creó al hombre, no le habló al agua ni a la tierra, se habló a sí mismo y dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. ¡Dios hizo al hombre de sí mismo! ¿Quiénes somos? ¡Hijos del Dios viviente! ¿Qué naturaleza tenemos? Una naturaleza conforme a aquel que nos dio su propia naturaleza. Por su pecado el hombre perdió su esencia espiritual; lo más importante que tenía era el espíritu. El ser humano es un espíritu que vive en un cuerpo de barro, por eso, a pesar de su muere física, sigue siendo criatura de Dios por la eternidad. Cuando Dios les dijo a Adán y Eva que morirían, murieron sus espíritus y quedaron confinados a una cárcel eterna sin la posibilidad de poder vivir con Dios, de conocerle y de participar de su gloria y de su reino. Por eso, Cristo murió en la cruz del calvario y derramó su sangre por nosotros, para devolvernos lo que el pecado nos robó y darnos vida nuevamente. Lo que perdió Adán lo recuperó Cristo para que seamos lo que Dios quiere que seamos porque hemos nacido con un propósito distinto que el resto de los animales. Dice la Biblia que a los que creyeron en Jesús, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios engendrados por Él. (Juan 1:12) Los que hemos creído en él tenemos su naturaleza, la naturaleza de Dios. Por lo tanto has nacido para participar de un proyecto eterno con Dios y tienes que conocer ese proyecto aquí abajo en la tierra, mientras tienes aliento de vida.
Dios tiene un propósito eterno contigo, nada de lo que se ve es realmente importante. ¡No te lo lleves al cementerio! Hay mucha bendición dentro de ti. Tú eres una semilla de Dios, Él te ha sembrado en esta tierra para producir bendición. Si yo no hubiera entendido esto, todavía estaría haciendo edificios, pero gloria a Dios que lo entendí y comprendí lo maravilloso que era su plan. ¡Hay potencial en ti para bendecir el mundo! ¡Es simplemente creer! ¿Te gustaría ser bendición? No hay vida mejor invertida que aquella que lo está para el reino de los cielos. ¡Dios tiene para ti cosas impresionantes! ¡No desperdicies tu vida! Si no le has abierto tu corazón a Jesús, hoy es el momento. Haz esta oración ahora mismo: “Padre querido, vengo arrepentido delante de ti pidiéndote perdón por mis pecados. ¡Limpia mi corazón y sopla sobre mí tu aliento de vida! Anhelo tu voluntad; deseo formar parte de tus proyectos. Sálvame de mi mismo y de las asechanzas del enemigo. Quiero ser lo que has planificado que yo sea. En el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
ANEXOS: