Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
WhatsApp:(+598) 095333330
Meditemos acerca de dos términos que revelan virtudes que forman parte de la sustancia de Dios y de aquellos que le hemos buscado y abierto nuestro corazón. Sus virtudes, pues, son las nuestras; su deseo es honrarnos de tal manera que las cosas que Él siente y vive, nosotros también podamos sentirlas y vivirlas. ¡Es maravilloso saber que Dios nos hace partícipes de su propia vida!
Leamos Marcos 8:1-10: “1En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: 2Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; 3y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. 4Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto? 5El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. 6Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. 7Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. 8Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. 9Eran los que comieron, como cuatro mil; y los despidió. 10Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta”.
Recientemente hablé con un muchacho en nuestra comunidad de rehabilitación “Beraca”, él está buscando a Dios y le ha abierto su corazón. El infierno le hizo creer que era una mujer en cuerpo de hombre, así que se puso siliconas en los pechos y en las nalgas pero por alguna causa inexplicable, la silicona se le ha bajado y se ha alojado al costado de una pantorrilla. ¡Qué situaciones terribles tienen que padecer aquellos que están lejos de Dios! Le dije: “No te hagas problema, te harán una operación y te sacarán la silicona” pero me respondió: “No, es silicona líquida, me ha dicho la doctora que es necesario hacerme varios cortes en diferentes lugares…” Llegó a “Beraca” en un completo desastre pero ahora está buscando a Dios, sirviéndole y ayudando a sus semejantes como un hombre. ¡Qué compasivo y qué misericordioso es Dios! Hoy recordaremos éstas; sus virtudes.
El pasaje que leímos habla de una multitud que estuvo escuchando a Jesús durante tres días en el desierto; en un determinado momento Jesús dice a sus discípulos: “Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer”. Observen el hambre que despierta la palabra de Dios. Sus discípulos le contestan: “Estamos en el desierto, ¿de dónde vamos a sacar pan para alimentar una multitud de 4000?” En aquellos tiempos las ciudades eran de 6000 o 7000 personas, las poblaciones no eran numerosas. Aún Uruguay, que no es un país muy poblado, lo es mucho más que los reinos de aquella época; hablar de 20.000 personas en aquel tiempo, era demasiado, ¡pero Jesús predicaba en el desierto y juntaba 4000 sin contar mujeres y niños!
Jesús luego, interrogó a sus discípulos: “¿Qué tienen ustedes?” La respuesta fue: “Tenemos siete panes y algunos pececillos”. El maestro, tomó esos peces y esos panes, los bendijo y comenzó a cortarlos y a repartirlos. ¡Y la comida se multiplicó! Finalmente todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró, se juntaron siete canastas. La compasión produce provisión y bendición. Una madre es capaz de estirar una comida por amor a sus hijos, es maravilloso ver la habilidad que tiene una mujer, que con poco dinero, cocina y le lleva a un hijo que está en la cárcel. La compasión provoca algo muy fuerte dentro de nosotros; cuando no la tenemos, no damos, sólo queremos proveernos a nosotros mismos pero no a los demás. Pero, ¿por qué Dios nos ayuda y no nos tiene en cuenta que nos hemos revelado contra Él? ¡Porque es compasivo y misericordioso!
Hemos hecho reportajes en la calle, con la siguiente pregunta: “¿Usted cree en Dios?” Recuerdo una mujer que dijo: “No, no creo en Dios”. Le contesté: “¿Alguna vez le pediste algo?” ¡Y me respondió que sí! “Entonces, le dije, no es que no crees en Dios, sino que estás enojada con Él”. Hay quienes se enojan con Dios del mismo modo que se enojan con su suegra o con algún pariente. Muchos dicen: “Estoy enfurecido porque no hizo lo que le pedí”. La pregunta debiera ser si alguna vez esas personas habrán hecho lo que Dios les pidió. ¡No existimos para que Dios haga lo que nos plazca, sino para hacer lo que Él quiere! El “Padre nuestro” dice: “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad”, no nuestro reino ni nuestra voluntad, sino la de Él. Cada vez que oras así, testimonias en tu contra. Recientemente, en la cárcel de Tacuarembó, una ciudad del interior de Uruguay, una Pastora de nuestra iglesia dio su testimonio frente a varios presos, y abrió su corazón, contando cómo había sido abusada por su propio padre; relató todo lo que vivió y sintió, refirió toda su soledad, su amargura, y luego dijo: “Pero Dios ha sanado mi corazón, y aunque antes tenía odio a quien me abusó, ahora tengo compasión por él y por todos los abusadores, así que si aquí hay algún abusador que quiere recibir perdón, quiero que venga a llorar en mi hombro. Yo le perdonaré y le bendeciré”. ¡Los presos comenzaron a pasar adelante y le abrazaban llorando, pidiendo perdón a Dios! Si la compasión de Dios no hubiera venido sobre ella, no podría haber actuado de ese modo. En el ambiente de la cárcel, ser un violador es lo más degradante que hay; un ladrón podríamos decir que pertenece a la “clase alta” pero el que ha abusado, está en el escalafón más bajo del estrato carcelario. Conocí uno de ellos, que el día que llegó a la cárcel, fue violado por 29 presos… cosechando su siembra. Nunca podremos llegar a entender, cómo es que siendo así los seres humanos, Dios siga teniendo compasión de nosotros.
Jesús dijo: “Tengo compasión de la gente”. La palabra compasión está formada por dos términos: “Com” y “pasión”; significa “compartir la pasión o capacidad de sentir en las tripas”; otra traducción sería “sentir en las entrañas lo que otro está sintiendo”. Cuando tú puedes sentir en tus entrañas el sufrimiento de otro, recién en ese momento te puedes conmover por él y no solamente tienes ese sentimiento sino que estás dispuesto a hacer algo por esa persona. ¡Esa es la virtud de Dios! La Biblia nos enseña que Él es Dios compasivo y eso significa que tiene la habilidad de sentir en sus entrañas lo que yo siento. Muchas veces tenemos determinado sentimiento porque nos hicieron algo malo, por ejemplo, en el caso de la violación, una mujer se puede sentir destruida porque abusaron de ella, pero a veces también tenemos sentimientos horribles de otra clase, por ejemplo, si nos drogamos, por nuestra propia culpa y no porque alguien nos haya hecho daño.
Recuerdo una oportunidad cuando en “Beraca”, nuestro centro de rehabilitación, el Pastor Andrés González estaba cortando una tela con una cuchilla; en determinado momento lo llaman, de modo que saca la mirada de lo que estaba cortando para prestar atención a quien lo llamaba, y siguió cortando… ¡Se hizo un corte en uno de sus dedos! ¡De seguro, sintió algo! La virtud de Dios es que Él puede sentir lo que sintió el Pastor Andrés cuando la cuchilla cortó su dedo. Muchos dicen: “¿Dónde está Dios?” ¿Dios no ve lo que me está ocurriendo? ¡Dios sí está viendo tus circunstancias! La gente cree que Dios no es compasivo pero si él no lo fuera, ya hubiera hecho con este mundo lo que muchos hacen con el cigarro cuando lo terminan: ¡Aplastarlo bajo sus pies! Dios es lento para la ira y grande en misericordia, cada vez que Dios planea enviar un juicio, espera y espera el arrepentimiento hasta que su termómetro sube más allá de los límites que Él puede soportar.
El libro de Génesis nos cuenta que cuando la maldad del hombre subió hasta los límites, Dios prometió enviar un diluvio y encomendó a Noé la tarea de hacer un arca de 135 metros de largo, por 22.50 metros de ancho y 13.50 metros de alto. ¡Lo mandó sin sierra, sin clavos y sin martillo! ¡Cien años se calcula que demoró Noé en hacer ese barco! No contaba con las herramientas que conocemos en la actualidad, así que imagínenselo, sin serrucho, sin motosierra, yendo al bosque en busca de madera… y luego de cortada, proceder a ensamblar la misma. Demoró muchos años en terminar de construir ese barco, no obstante, Dios esperaba que en todo ese tiempo alguien se arrepintiera de su mal camino y no fue así, los podría haber destruido antes… ¡Si Él no fuese compasivo, no me permitiría llegar a ti con este mensaje en este momento! Pero Él se compadece de sus hijos y nos atrae con lazos de amor. Dios se deshace de amor por nosotros… pero, ¿Qué puede hacer por ti Dios cuando tú razonas brutamente y levantas tu lengua y tus argumentos conforme a los sentimientos que tienes dentro?
Nunca te olvides, la compasión de Dios sigue esperando por ti; su anhelo es salvarte, ayudarte, limpiarte y poner su vida y naturaleza dentro de la tuya. El no es un ente o una energía, Él es un Dios con corazón, con oídos, con ojos, que tiene manos para actuar y por ello, en su compasión, cuando tú le permites, provee aquello que necesita tu alma. ¡Dios conoce cuál es el remedio que precisas! Tú no lo sabes pero la provisión de Dios te dará lo que realmente te sirve y te hace bien. Todo lo que debes hacer es cambiar tu opinión acerca de Él, arrepentirte, y su compasión se derramará sobre ti. Reconozco que de tanto tratar con Dios, me volví compasivo; yo era una persona sin compasión, a la edad de 18 años decía: “A la gente hay que predicarle el evangelio una vez, si les gusta, bien, y si no, que se embromen y se vayan al infierno”. ¡Pero Dios no es así con nosotros! Qué hermoso sería que hoy abras tu corazón y puedas creer que las entrañas de Dios se conmueven por ti, que Él siente en su interior, lo que tú sientes, tus amarguras, tus angustias, tus soledades… Cuando alguien tiene deseos de morirse porque ya no sabe qué hacer con su vida, Dios siente en lo profundo, lo que esa persona está viviendo. ¡Qué Dios maravilloso que tenemos! ¡No lo cambio por ninguno! Esa idea de que Dios no me escucha, no me ve y se ha olvidado de mí, es del diablo. ¡No le creas al diablo, créele a Dios! ¡Nuca te dejará!
Otra virtud de Dios es la misericordia. Me encanta meditar, reconocer y confesar su misericordia. La compasión y la misericordia describen dos aspectos maravillosos del Dios que tenemos. La raíz etimológica de la palabra misericordia es “misere cordis dare”. “Cordis” es corazón, “dare” es dar y “mísere” es mísero o miseria. En otras palabras, “misere cordis dare” es sacarse el corazón y dárselo a un miserable. ¿De dónde aprendemos los hombres a ser misericordiosos? ¡Solamente de un Dios misericordioso! Sólo Dios puede hacer que un preso que violó a su hija, la abrace y sea perdonado por Dios y por ella.
Asimismo el vocablo “misere”, de donde proviene la palabra miserable o miseria, etimológicamente también está formada por dos términos: “Mis”, que significa “lejos de, o, enemigo de”, y “eros”, que significa amor. Una persona miserable, es aquella que está lejos del amor; también proviene de ese vocablo, la palabra miseria. ¡La pobreza y la miseria están sobre aquellos que están lejos del amor! Cuando se dice que Dios es misericordioso, significa que Él ofrece su corazón a aquellas personas que están lejos de su amor o que son enemigos de Él; quien está alejado del amor de Dios, está en miseria, porque cerca de su amor, no puede haber miseria.
Compasión y misericordia, estas dos virtudes de Dios, tienen que ver con provisión. Cuando la compasión de Dios llega a tu vida, Él puede multiplicar panes y peces. ¡El no tiene problemas en proveerte! ¡Él puede sacar de la nada lo que tú necesitas! Tanto la compasión como la misericordia de Dios tienen que ver con su amor; lo que mueve y motiva a Dios es el amor. Cuando Dios se acerca a tu vida, se allega el amor pero Él no te obliga a que lo aceptes porque el amor no es así sino que sufre en silencio y todo lo soporta. Yo no puedo tomar a mi esposa del cuello y decirle: “¡Tienes que amarme!” Lo mismo ocurre con Dios. Si eres miserable (enemigo del amor), y la Biblia dice que Dios es amor, eres su enemigo, te has alejado de su amor y por tanto, te has constituido en su enemigo. ¡Él no es enemigo tuyo, sino tú lo eres de Él! Pero Dios es misericordioso, si le dejas, te da su corazón. Dice el apóstol Pablo en Romanos 8:32: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” ¡Todas las cosas! ¿Qué no daría una madre por amor a su hijo? imagínate entonces cómo será Dios que fue quien “creó” a las madres. ¿Crees que las madres tienen ese sentir porque nacieron buenas? ¡Dios es quien pone esos deseos santos en el corazón de ellas! Pero hay quienes están lejos de creer esto y cuando no creemos, nos alejamos del amor porque solamente por la fe podemos recibir la misericordia y la compasión de Dios. Cuando decimos: “Dios no me escucha ni me ve”, nos alejamos de su amor y ponemos una barrera entre Él y nosotros. ¡No es Dios quien pone las barreras sino nosotros los seres humanos!
Si estuvieras en esta hora dispuesto a abrir tu corazón a Dios, Él saca su corazón y te lo da. Dios tiene un deseo tremendo de bendecirte y de gratificarte con su presencia; sucede que los afanes de esta vida hacen que uno prefiera tener 10.000 dólares en el bolsillo en vez de tener a Jesús en el corazón. No es que Dios no ha querido darte sino que tú no lo has puesto en el primer lugar de tu vida, no le has hecho el Señor de tu existencia, y al no hacerlo, te vuelves mísero y enemigo de su amor. Cuando te acercas al amor de Dios, te acercas a su provisión. Mis hijas jamás me abrazan por lo que yo les puedo dar, sino porque me aman.
Una cosa es la provisión de Dios, y otra es su amor. Cuando vas al amor de Dios, encuentras su provisión, cuando vas a su provisión, te quedas sin su amor, es decir, sin Dios mismo. Él quiere que le amemos por lo que él es y no por lo que nos pueda dar. Toda persona que está unida o conectada al resentimiento, al egoísmo, a las riquezas materiales, es enemiga del amor, por lo tanto, enemiga de Dios, esa persona pues, por más cristiana que se llame, es miserable. La perfección de la provisión de Dios viene a partir de su amor y del amor que le tengo. ¡Hay prosperidad que trae aflicción! ¡Hoy puedes dejar de ser un miserable, si le abres tu corazón! En una oportunidad el rey David cometió un pecado y Dios le dio tres opciones de castigo: Caer en manos de sus enemigos, que la peste venga sobre el pueblo o que la mano de Dios venga contra él y David no dudó y dijo: “No caiga yo bajo la mano del hombre sino de la tuya porque yo se que grandes son tus misericordias”. ¡La misericordia de Dios es grande! ¡Hoy Dios quiere darte su corazón! Si lo aceptas, haz esta oración: “Señor mío, he recibido tu palabra; la he creído y he venido a entregarme en los brazos de tu amor. Abro mi corazón ahora para recibir tu misericordia sobre mí. ¡Llévate toda miseria y toda enemistad contigo y con tu amor! En el nombre de Jesús, hago esta oración, amén”.
ANEXOS: