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INTRODUCCIÓN
Dios te ama y te busca para hacerte su hijo y su hija. Hoy quiero honrar al Padre que tenemos en el cielo porque Él es un Dios que ama tener familia. Y nosotros, los que creemos en Jesús y le amamos, somos sus hijos, su familia.
En mi tarea pastoral veo sufrir mucha gente por falta de paternidad, lo que se agudiza año tras año. Este aumento de la falta de paternidad provoca toda clase de males como estrés, angustia, temores e inseguridades. No es lo mismo un hijo que se crio en una familia con papá y mamá con quienes puede contar, que un hijo que convive con un solo progenitor en tanto que el otro está ausente y con quien no puede contar. Lo mejor que Dios tiene para darnos a nosotros es su paternidad.
Yo me crie en una iglesia cristiana evangélica bautista; me crie rodeado por una familia. Tuve una infancia y una juventud muy linda en esa iglesia. Allí conocí el perdón de mis pecados, la seguridad de mi salvación y la paz de Dios. En esa iglesia una dama muy bella me conoció, la deslumbré y se casó conmigo. Yo vivía muy tranquilo y seguro, pero en un momento se me derrumbó la economía, el trabajo, los planes que yo tenía y comencé a vivir un tiempo de inseguridad. No lo entendía a Dios y no sabía que es lo que Él quería de mí; yo, que tenía un ego muy grande, le preguntaba por qué permitía que me pasara lo que me estaba pasando. Tenía una carrera, tenía un título, tenía proyectos y ambiciones, pero nada funcionaba. Hasta que me ofrecieron un trabajo en la ciudad de Buenos Aires. Tuve que dejar la tierra que amaba, la familia que amaba y ese lugar en el que yo me sentía seguro, amado y acogido. Teníamos una nena, nuestra primera hija Ceci y mi esposa estaba embarazada de nuestra segunda hija, Vivi.
En ese tiempo comenzamos a buscar alguna iglesia donde congregarnos, entonces llegamos a una en la que las personas nos atendieron muy bien, pero nos sentíamos como sapos de otro pozo. Así que terminado el culto decidimos con Marta que esa iglesia no era para nosotros. Fuimos a otra y en cada iglesia había líderes que nos conocían y hacían lo posible para que nos quedáramos allí. Por varios meses íbamos a una iglesia diferente cada domingo buscando la que Dios tenía para nosotros. Ahí comenzamos a experimentar la sensación de orfandad; esa sensación de que no soy de aquí ni soy de allá. Le preguntaba a Dios qué hacer y qué era lo que quería Él de mí. Estaba en un ambiente positivo, pero no sentía el llamado y la confirmación de Dios. He llegado a entender que la orfandad es algo peor que el hecho de que te falte un padre o una madre. Uno se puede sentir huérfano aún en familia. No puedes confiar en tu papá y tu mamá; no te animas a decirles lo que sientes y queda adentro la angustia y el temor, entonces te va mal en todo y no tienes a quien abrirle el corazón y recibir consejo y paternidad. Por fin dimos con una iglesia y nos enamoramos del pastor; este pastor al día de hoy vive en la ciudad de Miami, es el pastor Rubén Giménez. Captamos que tenía un espíritu muy lindo; él estaba lleno del amor de Dios. Fuimos cada domingo a su iglesia y nos sentíamos como en casa. Yo le había contado mi situación. Mi proceso continuó porque yo no entendía qué quería Dios con mi vida. Y luché con Dios. Le pregunté por qué no me hablaba. Le llegué a decir: “Te doy hasta tal día para que me muestres”. Y Dios callaba. Hasta el día que lo busqué con todo mi corazón, y dejé de ponerle plazos y de increparlo por lo mal que se estaba portando. ¡Yo pretendía enseñarle a ser Dios! Todo fue difícil, hasta que hallé familia dentro de la familia de Dios.
DIOS TIENE UNA FAMILIA PARA TI
Me duelen las personas que asisten a la iglesia, pero no se sienten en familia. El día que tú tengas un encuentro con el Padre del cielo se termina todo sentimiento de orfandad, de inseguridad y de temor. Lo que más necesitas es un padre, y es por eso que debes tener un encuentro con el Padre del cielo. Todavía caminas con afanes respecto del futuro y con dolor respecto del pasado, lo cual no te deja vivir en paz en el presente. Llegan tantos niños, adolescentes y jóvenes a la iglesia que encuentran en mí y en los pastores de la iglesia alguien a quien abrirle el corazón. Yo creo firmemente en el poder del abrazo y he bendecido tanta gente cuando las abracé en todos mis años de ministerio. A veces todo lo que esperamos en recibir un abrazo de Dios; y podemos sentirlo sin que nadie nos abrace, pero también hay quienes son de Dios que brindan ese abrazo de parte del Señor. Y ese es un abrazo sanador. Las personas que tienen un encuentro con el Padre del cielo caminan seguros y en paz. No es solamente llamarlo Dios, porque esta palabra suena muy vaga cuando alguien no tiene ese acercamiento al Señor y no lo conoce. En la India, una hermana querida me llamó la atención cuando yo mencionaba a Dios y me dijo que en la India hay 3 millones de dioses por lo que tenía que especificar a qué Dios me refería. Hoy te estoy hablando de Dios Padre, creador del cielo y de la tierra.
Viene a mi memoria otro ejemplo de un caso de orfandad; un muchacho se crio en un hogar y vivía con ese sentimiento de que no encajaba y les decía a sus padres cada dos por tres: “¿Yo quién soy? ¿Soy el hijo de la vecina?” Sentía como una pared entre él y sus padres y siempre vivió inseguro. Se involucró en la droga y vivió una vida muy fea. Hasta que llegó a la iglesia y conoció el evangelio; y llegó la paz a su vida porque tuvo un encuentro con alguien que le dio ese espíritu de paternidad. ¡Ese es el Dios del cielo! Pero un día, estando ya casado, descubrió algo y por fin encaró a su papá y a su mamá; y les pidió que le dijeran si verdaderamente eran sus padres o si era adoptado. Entonces le dijeron que efectivamente era adoptado y no era su hijo biológico. ¡Fue calamitoso! Le habían mentido toda la vida. Le habían ocultado la verdad, aunque él siempre sintió que había algo que no le cerraba.
Hay muchos que, aunque asisten a la iglesia tienen como una barrera y no pueden confiar en Dios. Creen que las cosas con el Señor van a ser como ha sido con sus padres, de sangre o adoptivos. Hablé con una jovencita que me contó que su mamá tuvo varios hombres que no han sido buenos; alguno la ha manoseado según ella. Pero hubo una pareja de su madre que la amó profundamente y la cuidó como una hija, y ella sintió alivio. Ya no se sentía insegura ni temerosa. Con ese hombre que era un padrastro ella pudo abrir su corazón y es al único que le pudo decir papá. Estoy seguro que a varios casos parecidos. El día que encuentras alguien que te ama sinceramente, ese amor te hace bien y te da seguridad. Lamentablemente ese hombre le duró poco a su madre. Justo cuando pudo confiar en un hombre que la amó como una hija a quien comenzó a decirle papá; la madre decide separarse. Y vinieron otros hombres. Hasta que llegó a la iglesia y escuchó el evangelio, y supo del Padre amoroso del cielo que la ama.
A ti te digo, Dios te ha hecho hombre para que seas imagen de tu Padre que está en los cielos. ¡Nosotros tenemos que impartir el amor de Dios! Varones no anden buscando satisfacer sus placeres. ¡Amen a sus hijos! Ama a la gente y sé un padre para tantos hijos que no son amados por sus padres. Lamentablemente el desmembramiento de la familia ha producido mucha angustia y depresión en los hijos y ha provocado que aumenten los índices de suicidio. En Uruguay, en algún sector de la población juvenil se ha quintuplicado la cantidad de homicidios de adolescentes y jóvenes. Y cuando llega el amor del Padre, llegan las ganas de vivir.
En mis 30 años de pastorado, he hablado con cientos de jóvenes que todo lo que necesitaban era encontrar alguien que les escuche, que les de buenos consejos; alguien que les dé un abrazo sincero. En la familia de Dios hay abrazos sinceros porque hay amor sincero. Dice la Biblia acerca de Dios en el Salmos 68:5 y 6: “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados. Saca a los cautivos a prosperidad; mas los rebeldes habitan en tierra seca”.
Quien no tiene familia está desamparado, por más que haya un gobierno bueno, escuelas buenas, y tenga vecinos buenos. Las personas necesitan paternidad. Cuando llegas a la iglesia, Dios te da una familia. Pensar que hay gente que se dice cristiana, que asegura que no tiene necesidad de iglesia. ¡Mentira! El Señor ha creado una familia de gentes que le aman y que están llenas de su amor para que tú no seas huérfano. Hoy reprendo el espíritu de orfandad. Te puede faltar padre o madre, pero si tienes a Dios tienes un Padre y no hay vacío que Él no pueda llenar.
MI TESTIMONIO
Como he contado ya, me crié en una familia cristiana y siempre conté con mi papá y con mi mamá. Aun cuando estaba casado, mis padres me retaban y me daban consejos. Nunca experimenté en mi hogar la sensación de orfandad; aunque sí la experimenté cuando no sabía y no conocía el propósito de Dios para mi vida. Ese desierto que viví me llevó a buscarlo desesperadamente y cuando le busqué, como dice el Salmos 40, Él se inclinó a mí y oyó mi clamor y me hizo sacar del pozo de la desesperación y puso mis pies sobre la roca, enderezó mis pasos y puso alabanza en mi boca. ¡Me dio vida y me dio propósito! No tener esa comunión con Dios nos hace llevar una vida culturalmente buena o irreprochable; pero también nos hace transitar por un desierto el hecho de no conocer el propósito que tiene para mi vida. ¡Tienes que encontrar ese propósito de Dios para ti y para ello debes buscarlo con todo tu corazón!
Cuando lo busqué con todo mi corazón; Él me sacó de mis planes de arquitectura y me puso en el pastorado. Dios hace obras extraordinarias con personas que experimentaron la orfandad. Me deleito en el testimonio del pastor Martín y el ver hoy la clase de padre que él es. Martín fue criado por una tía siendo hijo de un hombre que tenía otra familia y no lo reconoció como hijo. La mamá de Martín fue amante de ese hombre y él nunca contó con su padre. Su madre, buscando resolver su vida dejó a Martín a cargo de su hermana y él vivió en angustia y en la necesidad de afecto. Se metió en las drogas y por las noches lloraba pidiéndole explicaciones a Dios de por qué tenía que vivir lo que estaba viviendo. Martín fue un huérfano; una persona angustiada, triste e insegura. Hasta que llegó al evangelio en donde encontró la paz en Dios. Cuando veo a sus 4 hijos y veo la clase de padre que es, me maravillo cómo Dios ha transformado a alguien que no ha tenido padre, en modelo de padre. Y no solo es padre de sus hijos de sangre, sino que también es padre de multitudes. Durante la semana, él como cada pastor de la iglesia atiende personas angustiadas, deprimidas, faltas de afecto paterno, etc.
El apóstol Andrés González que está al frente de la iglesia en San Juan me saludó en el día del padre y me dijo: “Gracias por habernos dado su paternidad”. Él me decía: “Yo no tengo papá. Usted es mi papá”. Andaba por la vida huyendo de la policía y haciendo mal. Se alegraba al hacer maldades. Cayó en la droga y no había forma de que enderezara su vida. Un día le llevó a su mamá unas plantitas y le dijo que se las cuidara. Eran plantas de marihuana. ¡Un desastre! Hasta que llegó el evangelio a su vida. Un año atrás, el apóstol Andrés ha bautizado más de mil personas. Y cada semana me manda el reporte de los miles de platos de comida que le dan a la gente. Me dijo que, al principio, los hijos iban a buscar comida, pero ahora se sumaron los padres. Él se transformó también en padre. Muchos lo ven como tal. Cuando llegó al evangelio y comenzó a servir, yo lo mandaba a las iglesias que tenían problemas, para que las atendiera. Así fue que lo tuve por Paso de la Arena, Punta de Rieles, Borro, Cerro, Delta del Tigre. Y siempre que voy a alguno de esos lugares alguien me dice que su papá es el pastor Andrés González. ¡Qué marcas poderosas dejan esos padres que aman! Esos son padres que tienen una genuina compasión de Dios.
NO TIENES EXCUSA PARA VIVIR EN ORFANDAD
No es que en la iglesia no hay cizaña. Mas la cizaña está para que tú te diferencies, no para que te ofendas y digas que en la iglesia no hay amor y nos metas a todos en la misma bolsa. En la iglesia Misión Vida hay amor. Muchas veces, por estas declaraciones me he ido llorando a mi casa. Hasta que un día me enojé y dije: “¿Cómo que no hay amor? ¡Me mato por la gente! ¡Claro que tengo amor!” No creí más esa mentira. Claro que hay cizaña, pero la sembró el diablo. Siempre encontrarás en la iglesia personas llenas del amor de Dios que te demuestre el verdadero amor de Dios. Me he encontrado con personas enojadas conmigo, y cuando les pregunté por qué estaban enojadas me han dicho que porque no se puede hablar nunca conmigo. Nunca me han pedido hablar porque como me ven siempre ocupado llegaron a la conclusión de que no tengo tiempo para ellos. Hay quienes, aunque me ven ocupado igualmente me piden para hablar, y hablamos. Muchos de esos que no han podido contar con su papá o con su mamá por alguna situación se han transformado en padre de multitudes. Muchos que no han contado con su papá o con su mamá van a esos pastores o líderes que son personas que tienen el Espíritu de Dios.
No hay excusas para vivir en orfandad e inseguridad, preguntándote qué será de ti y de tu futuro, y si te ayudará Dios. El Señor te ama y te va a ayudar. Y cuando quiere entablar una relación con alguien, lo busca para que sea su hijo. Él tiene un semillero en la tierra y de allí saca hijos e hijas para la familia que está formando para su gloria en la eternidad. Oro que tengas tal convicción de que eres un hijo y una hija de Dios y que no dudes si te ha perdonado o no. Dios no quiere que vivas en incertidumbre. Él te ha dado la fe para que creas, y si crees puedes confesar que tus pecados han sido perdonados, que Cristo te ama, te ha dado vida y te llevará a su gloria. No necesitas ver; necesitas creer.
Uno de los poderes espirituales de maldad que atacan a aquellos que tienen el espíritu de orfandad es el temor. Romanos 8:14 al 16 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
Aquel que es hijo de Dios lo sabe, y sabe que ha recibido por la fe el perdón de sus pecados. Lamentablemente hay quienes siguen desconfiando de Dios. Trato con muchos que al no haber podido confiar en su papá terrenal, no pueden confiar en el Padre del cielo. Te aseguro que el Padre del cielo es mejor que tu papá de la tierra, aunque éste haya sido muy bueno. Así que puedes confiar en el Padre celestial. Dios nos ha adoptado y nos ha abrazado como hijos. Tus temores tienen origen en tu orfandad. Yo hoy delato ese espíritu de orfandad delante de Dios. Acuso ese espíritu que te ha robado la paz y te ha mantenido en temor e inseguridad. ¡Los hijos de Dios no tenemos temor! ¡Caminamos junto a un Padre amoroso! Aunque andemos en medio de cizaña, Dios está con nosotros.
CONCLUSIÓN
¿Todavía no has recibido el espíritu de adopción? Aunque tu padre y tu madre te hayan dejado, el Señor te recogerá, dice la Biblia. ¿Te criaste sin el afecto y la contención de tus padres? ¿Te criaste en la calle y no te ha dado nada bueno? ¿Tu padre que se fue de casa te prometió que volvería a visitarte, pero nunca vino? Tal vez vino una o dos veces, pero tú ya tenías una espina clavada en tu alma y un odio que no te puedes quitar de encima. Dios te dice hoy: “Yo soy tu papá. Yo te abrazo hoy. Yo no soy como tu mamá ni como tu papá. Vas a vivir saciado y en paz. ¡Yo soy tu Dios! No te desampararé ni te dejaré; tú eres mi hija, tú eres mi hijo”. Como Dios te ama nadie te va a amar en la tierra. Nadie ha estado dispuesto a pagar el precio que había que pagar por tu vida. Sólo Jesús.
“Padre, oro por aquellos que no te han conocido como papá. Que siguen viviendo como huérfanos y nunca se han atrevido a contarte a ti o a alguna persona espiritual sus dolores y las heridas de su alma. Oro por aquellos que han sido avasallados por un espíritu de orfandad que los mantiene en temor e inseguridad. Oro para que reciban el espíritu de adopción el cual clama, ¡Abba Padre! Ayúdanos a conocerte y a amarte Señor. Queremos caminar en la seguridad de que tú estás con nosotros. Toma para ti a aquellos que has determinado que en este día serán libres del temor de la inseguridad y del espíritu de orfandad. Hoy declaramos que haces padres a los hombres y pones tu espíritu sobre ellos para que ellos sean como tú Padre, en el nombre de Jesús. Que muchos hoy procedan al arrepentimiento por no haber confiado y no haber creído en ti Señor. Derrama sobre ellos tu Espíritu en esta hora, te lo pido en el nombre poderoso de Jesús, amén”.
ANEXOS: