¿DONDE ENCUENTRO LA PROSPERIDAD? - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

¿DONDE ENCUENTRO LA PROSPERIDAD?

INTRODUCCION  

 

Leemos en Hechos 7:9: “Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él”.

La bendición más grande y la prosperidad más grande, no es lo que logras o lo que tienes; no es lo que estás por recibir. La bendición y la prosperidad más grande es si Jehová está contigo. José fue vendido como esclavo a Egipto, mas Dios estaba con él. No importa la circunstancia; importa si Dios está contigo en esa circunstancia.

Los patriarcas movidos por la envidia vendieron a José como esclavo. Estos fueron los iniciadores de la nación de Israel. Hubo un hombre llamado Jacob, quien luchó con Dios; y el Señor le cambió su nombre por Israel. Ese Jacob tuvo 12 hijos que fueron los 12 patriarcas que se mencionan en la Biblia. Este término patriarca está siendo muy usado en el mundo en la actualidad; las feministas hacen mención del estado patriarcal o el patriarcado. Entonces, esos 12 dieron inicio a las 12 tribus que conforman el pueblo de Israel y de esos 12 nació una nación. Dios le había prometido a Abraham que iba a hacer de él una nación grande y poderosa. Cuando Jacob fue viejo, tuvo un hijo que se llamó José y él se quedó prendado de ese hijo. Dice la Biblia que él amaba a José más que a sus otros hijos; entonces nos relata la historia en el libro de Génesis 37:4: “Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente”. Como Jacob lo amaba mucho por haberlo tenido en su vejez le hizo una túnica de colores; y a ninguno de sus hermanos le había hecho túnica. José iba con sus hermanos a cuidar las ovejas de su padre, y al regreso, le contaba a su padre todo lo que sus hermanos habían hecho. Digamos que era un alcahuete de su padre.

En el capítulo 37 de Génesis la palabra aborrecer aparece 3 veces. ¿Te ha pasado que te han tratado mal sin motivo ni razón y esos que te tratan mal no te pueden hablar pacíficamente? Un hermano que perdió a su esposa vino a hablar conmigo y estaba mal porque sus hijas lo aborrecían y no sabía por qué. Él me dijo que era un hombre humilde y bueno. Yo le pregunté cómo fue con sus hijas y me dijo que fue un mal padre. Indagando más resulta que también fue un mal esposo. A su entender era humilde y bueno. “Yo me llevo bien con todo el mundo”, me dijo. Es como muchos que conozco; se lleva bien con todo el mundo menos con su familia.

A José no lo soportaban. Dice la Biblia en Génesis 37:5: “Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía”. Creo que nadie se acuesta queriendo soñar un sueño específico. Yo sueño y me levanto asombrado a veces por un sueño que tuve, pero no me acosté pensando en soñarlo. Me pregunto, ¿qué culpa tenía José de haber tenido tal sueño? Es que cuando contó su sueño, sus hermanos interpretaron que ese sueño era acerca de ellos y lo aborrecieron más. Leemos en Génesis 37:6 al 8: “Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado: He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío.  Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aún más a causa de sus sueños y sus palabras”. Aquí aparece por tercera vez el verbo aborrecer.

Un día los hermanos de José fueron a cuidar las ovejas de su padre a Siquem y su padre Israel lo mandó a José a ver cómo estaban sus hermanos y las ovejas y que le diera un reporte. Dice la Biblia: “Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle. Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños” (Génesis 37:18 al 20). Cuando lo vieron llegar se les acabó la paz y quisieron quitárselo de encima. Al final lo tiraron a una cisterna porque el hermano mayor Rubén insistió que no lo mataran. Desconozco el propósito por el cual decidieron arrojarlo a la cisterna; pero justamente apareció una caravana de ismaelitas. Entonces dijo Judá: “¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto” (Génesis 37:26 al 28).

Ya en Egipto se lo vendieron a Potifar, oficial de faraón, capitán de su guardia. Génesis 39:1 y 2 dice: “Llevado, pues, José a Egipto, Potifar oficial de Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá. Más Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio”.

Si te preguntara si quieres se próspero y bendecido me dirás que sí. Cuando hablamos de prosperidad y bendición lo hacemos en términos de algo que queremos que Dios nos dé o cosas que quisiéramos alcanzar como tener una familia feliz, comprar una casa o un auto; o tener un ascenso en el trabajo y una buena remuneración. Pero, ¿qué es ser una persona próspera? Nosotros tenemos un concepto equivocado acerca de lo que es ser una persona próspera. Y la Biblia nos muestra que, aunque José fue vendido a Egipto por sus hermanos por causa de la envidia que le tenían; aunque ellos no podían tratar pacíficamente con él porque lo aborrecían, al punto de venderlo como esclavo; estando José en la condición de esclavo, lo cual no sugiere que sea una condición de prosperidad, sin embargo, la Biblia dice que Jehová estaba con José y fue un varón próspero.

Leemos en Génesis 39:3: “Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano”. José, un esclavo próspero. ¿Puede ser una persona pobre y a la vez próspera? La prosperidad es una condición que no depende de la circunstancia que puedas estar viviendo; la prosperidad está en el corazón y es provocada, no por tu inteligencia ni por las muchas horas de trabajo. La prosperidad es provocada por la presencia de Jehová en tu corazón. Si el Señor está contigo eres esa persona que todo lo que encara sale adelante.  No me refiero a que ores pidiéndole a Dios que te ayude a lograr algo; te digo que le pidas al Señor que no se vaya de tu vida. Dile: “Señor, si tú no estás conmigo no quiero ir a ningún lado. Lo que más me importa es tu presencia y no lo que pueda lograr en mi vida. Tú eres mi tesoro y lo que más quiero en la vida eres tú Señor”.

Podría haber sido un hombre resentido José, pero no fue así; fue un hombre temeroso de Dios. Era un hombre que quería agradar a Dios y no a los hombres. Un joven que vive en el hogar de Beraca que siempre está pensando que no lo reconocen, que no lo respetan ni obedecen, yo le dije que no está pensando en Dios. Él me dice que quiere servir y que ha demostrado que él hace cosas para Dios. Le digo que no todo lo que hace es para servir a Dios sino para ser reconocido por Él y por las personas. La presencia de Dios en tu vida va a producir otra actitud. Cuando especulas que si te tienen en cuenta o no, si te levantan o no y miras que levantaron a otro y  a ti no con todo lo que haces, no estás pensando en servir a Dios sino que piensas en ti. No estás conforme con la presencia de Dios en tu vida. Si fueras José hubieras mandado a pasear a todos. Pero José era varón prudente y Jehová estaba con él; y él era varón próspero, y el Señor hacía prosperar todo lo que hacía.

 

¿DÓNDE ESTÁ LA PROSPERIDAD?

 

¿Se puede ser próspero en el desierto, en la esclavitud y en la pobreza? ¡Sí! Y la palabra nos muestra que José era próspero siendo un esclavo. O sea que la prosperidad es una condición que está fuera de toda circunstancia. Las circunstancias no afectan la condición de prosperidad. Si Dios está contigo eres una persona próspera, aunque no entiendas ni veas que Dios te sacará adelante. Dios lo llevó a un final extraordinario a José a través de experiencias extraordinariamente difíciles. Sus hermanos no lo aguantaban en casa, lo metieron en un pozo, lo vendieron como esclavo; fue llevado a Egipto para ser esclavo del capitán de la guardia del faraón. Y sirviendo en su casa vio su amo que Jehová prosperaba todo lo que José hacía y lo puso por jefe sobre todos los bienes de su casa; y al capitán le iba bien por causa de que Jehová estaba con José. Se ve que además de bendecido José era lindo porque la esposa de Potifar lo empezó a codiciar, al punto de proponerle que se acostara con ella. Pero José, dice la Biblia, era un hombre temeroso de Dios. ¡Temía perder el respaldo de Dios en su vida! ¡Temía pecar contra Dios! Pero el asedio de la esposa de Potifar no cesaba y llego un momento en que asió de él para forzarlo a acostarse con ella y la tentación habrá sido fuerte porque estando ahí sin ropas se ve que una luz lo alumbró y huyó desnudo, dejando sus ropas en manos de la mujer. Esta se endemonió, y como no quiso acostarse con ella lo acusó: “Cuando vio ella que le había dejado su ropa en sus manos, y había huido fuera, llamó a los de casa, y les habló diciendo: Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciese burla de nosotros. Vino él a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces; y viendo que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y huyó y salió. Y ella puso junto a sí la ropa de José, hasta que vino su señor a su casa”. (Génesis 39:13 al 16) Creyendo las palabras de su esposa Potifar lo metió preso a José en la cárcel donde estaban los presos del faraón. Allí estuvo 2 años…

Y dice la palabra de Dios: “Pero Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel” (Génesis 39:21). Te repito, tu prosperidad no depende de la circunstancia que estás viviendo. Recuerdo una pariente que quería sacar la lotería para poner una ofrenda grande en la iglesia. La prosperidad no es sacarse la lotería. Si la llegas a ganar no significa que Jehová está contigo. Puede ser que te toque una herencia, pero Jehová no está contigo. Puede ser que te salió una oferta de trabajo en el que ganas mucho dinero, pero eso no significa que Jehová está contigo. Lo que parece prosperidad a veces no lo es. ¡Prosperidad es que Dios esté contigo! Jehová estaba con José y él era un varón próspero. Y lo puso en gracia ante el jefe de la cárcel y este le entregó todo en sus manos. Tal es así que dice la Biblia: “No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba” (Génesis 39:23).

Los sueños que José había soñado eran de Dios y no de él. Sus hermanos lo vendieron de esclavo a Egipto, pero Dios estaba con él. Fue esclavo de Potifar, pero Dios estaba con él y prosperaba todo en sus manos. La mujer de Potifar lo asedió y como no logró su cometido lo acusó, pero Dios estaba con José. Fue encarcelado, pero ahí en la cárcel, Dios estaba con él. José no entendía nada, pero Dios lo iba llevando a través de esas circunstancias difíciles a vivir cosas extraordinarias. En la cárcel estaban también el copero y el panadero del rey, los cuales, en una misma noche soñaron sueños que tenían que ver con cosas que les iba a suceder a ellos. Entonces se lo contaron a José y él interpretó el sueño de cada uno. Al copero le dijo: “Al cabo de tres días levantará Faraón tu cabeza, y te restituirá a tu puesto, y darás la copa a Faraón en su mano, como solías hacerlo cuando eras su copero”. Y le solicitó José al copero: “Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa. Porque fui hurtado de la tierra de los hebreos; y tampoco he hecho aquí por qué me pusiesen en la cárcel”. Al jefe de los panaderos dijo: “Al cabo de tres días quitará Faraón tu cabeza de sobre ti, y te hará colgar en la horca, y las aves comerán tu carne de sobre ti”. Cumplido los tres días ocurrió como José les había dicho. Pero el jefe de los coperos no se acordó de José. Más Jehová estaba con José y él fue un hombre próspero.

 

SI CAMINAS CON DIOS, ERES PRÓSPERO

 

Posiblemente anhelas muchas cosas que el Señor te dé o que te respalde, pero no es tu prioridad que Jehová esté contigo. Muchos quieren que Dios los acompañe en sus proyectos; pero hay otros que anhelan estar con Dios y hacer su voluntad. Resultó que faraón soñó un sueño que lo turbó y no entendía su significado, y nadie lo podía descifrar. Se acordó entonces el copero de José y le contó a faraón que tanto él como el jefe de los panaderos habían tenido un sueño y José se los interpretó, y así como José había dicho sucedió. Hasta ese momento José aún no entendía que Dios tenía preparado para él un gran galardón. Faraón lo mandó a buscar y le contó el sueño, y pide que se lo interprete. Entonces José le cuenta el significado del sueño, lo que universalmente se conoce como el sueño de las 7 vacas gordas y las 7 vacas flacas, y el de las 7 espigas hermosas y las 7 espigas menudas, lo cual significaba 7 años de abundancia y 7 años de escases. El faraón escuchaba atentamente a José y él entonces él concluyó: “Te recomiendo que busques un hombre que administre todas tus riquezas y haga producir la tierra y guarde los granos en graneros para cuando vengan los 7 años de hambre”.

Faraón entendió que el Espíritu de Dios estaba sobre José, el cual le reveló todo el asunto y reconoció que no había nadie más sabio que él; entonces puso todo el reino bajo su gobierno. Tú que creías que Dios te había olvidado. ¡Dios no se olvidó de ti! Muchas veces te dijo, así como a Josué: “Estoy contigo, donde quiera que vayas”. Y Jesús mismo declaró: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Muchas veces me has escuchado predicar lo que declaró David en los salmos: “Aunque ande en valle de sombra de muerte no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo” (Salmos 23:4). Pero tú no tienes presente a Dios ni a su palabra. Crees que Dios está enojado contigo, pero el Señor está entretejiendo una historia extraordinaria de la cual tú eres parte. Si amas a Dios y le temes no te preocupes por lo que estás viviendo o lo que vas a vivir. Sabe que Dios es tu gloria y es quien levanta tu cabeza. La historia de José es más larga y maravillosa, te recomiendo que la leas.

Finalmente, en los 7 años de hambruna, los hermanos de José tuvieron que ir a Egipto a buscar alimentos y se inclinaron delante de un hombre que no reconocieron y le suplicaron que les vendiera trigo. José los reconoció y entendió que se estaba cumpliendo el sueño que él soñó y que fue un sueño de Dios. Se humillaron delante de él esos que lo aborrecieron. En un momento José se dio a conocer a sus hermanos y estos quedaron turbados delante de él. Entonces les dijo: “Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros…Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto” (Génesis 45:4 y 5; 7 y 8).

El asunto es: ¿caminas con Dios o no caminas con Él? Tú que te preocupas si el pastor te ve, si te tiene en cuenta o no; tú que te preocupas por agradar a otros. Me da pena esos cristianos que no tuvieron un papá o una mamá que los abrace y les diera afecto; llegan al evangelio, pero siguen llorando porque nunca recibieron ese abrazo que esperaban. Y no valoran la presencia de Dios en sus vidas. No disfrutan, no son agradecidos; y es que no ven la mano de Dios en sus vidas. Me preocupan esos cristianos desagradecidos, quejosos; que andan angustiados por la vida porque quieren determinadas cosas y no lo alcanzan. Lo que necesitas es la presencia de Dios en tu vida. Esa es la riqueza más grande que nosotros tenemos. Es Jesús y el evangelio de Cristo la perla de gran precio que provoca que no me importe ninguna otra cosa y que me despoje de todo con tal de tener esa perla. ¡Esa perla es la que vale! ¡Esa perla es la que debo conseguir y no puedo perder! El reino de Dios es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que, habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. Así dice la Biblia en Mateo 13:45 y 46.

Hay cristianos quejumbrosos que no han conocido el valor del gran tesoro que tienen. Son desagradecidos en no ver la bondad de Dios; y ser desagradecidos es no ver la mano de Dios moviéndose a favor de sus vidas. Aquellos que son agradecidos son esos que ven que Dios está con ellos y los acompaña donde quiera que vayan. El año anterior viví una experiencia hermosa; esa experiencia se llamó Covid. Estuve 30 días en cama, ayudado por un tubo de oxígeno porque me costaba respirar. Muchos decían que yo corría peligro de vida. Yo me sentía agotado; cuando lograba levantarme de mi cama, solo aguantaba unos minutos y me volvía acostar. Te digo que fue una experiencia maravillosa porque, aunque estuve en cama, sin aliento, tenía la certeza de que Jesús estaba conmigo. Yo que tengo sobre mis espaldas una iglesia grande y hay tanto por hacer, sin embargo, Dios me hizo ver que la iglesia siguió sin mí. Me hizo ver que yo no era el redentor de la iglesia, sino que era Él; y si quería mantenerme en cama por meses lo podía hacer, y si quería llevarme estaba en todo su derecho porque Él es Dios. Recuerdo que estando convaleciente en mi cama daba gracias a Dios por estar allí. Jamás le había agradecido por la cama; algo que sí hace mi esposa cada noche cuando le da gracias a Dios por la camita. En esos 30 días de padecimiento solo encontré descanso en mi cama, y solo estando acostado podía respirar. Entonces inhalaba y exhalaba profundamente y pensaba en los que no podían respirar; y daba gracias a Dios porque aun llegaba oxígeno a mis pulmones. No estaba ansioso por nada; todo lo contrario, cuando me traían problemas de la iglesia les decía que los resolvieran. Nunca pensé que me podía morir; no me importaba vivir ni me importaba morir. Estaba agradecido a Dios porque yo soy suyo y Él es mío. Y como declaró Pablo: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).

 

CONCLUSIÓN

 

¿Qué más prosperidad que esa? ¡No tengo otro tesoro aquí en la tierra fuera de Dios! Todos los tesoros que conquistemos en la tierra perecen. Estuve en la quinta de un hermano que falleció hace varios años atrás. Invirtió mucho dinero en ese lugar. Cuando llegué vi que lo que estaba a la intemperie y que costó mucho dinero se estaba deteriorando y él ya no estaba. Todo lo que anheles de aquí abajo se pudre y se echa a perder. Oro para que puedas entender que realmente Él es el tesoro más grande que tienes. Él es un Dios tan grande que los cielos de los cielos no lo pueden contener. Un Dios tan rico que ha creado el oro, la plata y todos los minerales; creó el sol, la luna, las estrellas y cada sistema en el firmamento. ¡Todo es de Él! Pero creó al hombre y este pecó y se corrompió; trastocó su naturaleza y vino a ser un desperdicio del infierno. ¡Eso llegó a ser el hombre! Mas Dios consideró que el hombre era el tesoro más grande que Él quería comprar. Participé de un devocional de uno de nuestros hogares Beraca y yo miraba a cada chico que allí estaba. ¡Unas caras! Me contaron de uno que vendió el techo de chapa de la casa de su madre para drogarse. Y yo me preguntaba, ¿y este es un tesoro, y por este murió Cristo? ¿El Señor dejó su gloria para venir a salvarnos? Gente tan corrupta como somos nosotros. Personas que despreciaron a sus cónyuges o a sus propios hijos abandonándolos; que vendieron las cosas de la casa de sus padres para drogarse. Y Dios dice: “¡Ese es mi tesoro y por el voy a pagar lo que tenga que pagar!” Ese Dios que consideró que eras una perla por la cual valía la pena que Él muriera en la cruz del calvario. Ese Dios que te valoró cuando eras un alcohólico perdido que descuidabas tu familia y tu hogar; y solo ibas tras tus deseos de alcoholizarte. Tú que golpeabas a tu esposa y a tus hijos. Mas Dios decidió pagar un alto precio por ti. Mujeres que se prostituían por un porro y entregaban su cuerpo al punto de considerarse una basura. Mujeres usadas para dar placer por un poco de droga. Y Cristo dijo cada una de ellas: “¡Este es mi tesoro!” Jesús no murió por los ángeles ni por los arcángeles. ¡Murió por nosotros!

Y, ¿qué quiere Dios de ti? Él quiere ser el tesoro más grande para ti porque tú eres su gran tesoro. Por eso te dio el título de hijo y de hija y esto no es para cualquiera. A los ángeles no los llama por hijos sino a las personas que creen en Él. Jesús no tomó la naturaleza de ángel, sino que tomó la naturaleza de hombre. Se hizo hombre y murió por hombres.

Tendrías que darle hoy tu corazón a Jesús si aún, no lo has hecho y pedirle perdón por tanta ingratitud hacia Él; y por no haber entendido que lo que más debías anhelar es su presencia y solo su presencia. Si tienes a Dios y nada más eres próspero y lo tienes todo. ¡Qué importa si eres esclavo! ¡Lo tienes a Dios! No importa si estás padeciendo una enfermedad porque lo tienes a Dios. No vas a perecer porque estás en sus manos. ¡Adórale y exáltale! Si te arrepientes de haber sido injusto o injusta con Dios; si te arrepientes de haberlo acusado injustamente por lo que has vivido. Si te arrepientes de ser una persona malagradecida con Dios. Es tiempo de pedirle perdón. Dile: “Señor no te he considerado mi tesoro más grande. Perdóname. Quiero caminar contigo y disfrutar de tu presencia a partir de hoy. Creo que tu presencia en mi vida es suficiente, Señor. Tú eres mi verdadero tesoro, Padre. Yo no lo entendía y he pecado contra ti. Te he pedido tantas cosas; pero ahora quiero que hagas como con José, quiero que estés conmigo y prosperes mi camino. Perdona mi ingratitud, límpiame de mis pecados y lléname de tu presencia. Te doy mi corazón Jesús. Gracias por tu palabra Señor, amén”.

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