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INTRODUCCIÓN
¿De qué tamaño es tu Dios? Todo en tu vida depende de la percepción que tengas de Él. Si vives lleno de temores y crees que Dios no se acuerda de ti o que no está contigo, estás dando a entender que Dios no tiene poder y tienes una visión muy pequeña acerca de cuánto Él te ama. Con tu boca declaras que Dios es tu protector, tu sanador, tu fortaleza; recitas el Salmo 27:3: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”. ¡Y duermes con la luz prendida! Es que no alcanza Dios, sino que también necesitas la luz encendida toda la noche. Así que Dios y la compañía de luz te protegen de noche. ¿De qué tamaño es tu Dios si necesitas dormir con la luz encendida para sentirte a salvo? Se ve que la oscuridad ahuyenta a Dios y no te sientes seguro o segura. Ahora, si está la luz prendida, entonces sí, Dios te guarda. Una jovencita me dijo que no duerme con la luz encendida de su cuarto, pero sí queda la luz del baño encendida toda la noche.
Cuando sientes angustias estás dando a entender que Dios no es suficiente. ¿Será que Dios no te alcanza cuando sientes temor? Dices que Dios no te alcanza cuando hay preocupación o ansiedad en tu vida. Así es como llevas una pésima vida porque no puedes ser feliz, porque no tienes paz; porque te falta certeza de que tienes un Dios extraordinario. ¡Yo tengo un Dios grande y poderoso! Mi Dios creó los cielos y la tierra. Todo lo creó Dios; el día y la noche. Y si yo prendo la luz entonces creo que Él está conmigo. ¡A veces somos tan necios! Y la poca calidad de nuestra fe hace que le atemos las manos a nuestro Dios; y en vez de tener una vida de gozo, de paz y de confianza, tenemos una vida triste. Cuando dices que no aguantas más a tu cónyuge también das a entender que tu Dios no alcanza y no tiene poder. Es como que no contaras con Él para solucionar las desavenencias de tu matrimonio; entonces decides que es mejor el divorcio. Por ahí vienen las malas decisiones.
Yo te pregunto: ¿Camina Dios contigo? ¿Caminas tú con Dios? Si crece nuestra percepción de la grandeza de nuestro Dios, crece la confianza. Si tenemos una percepción grande de Dios, crece nuestra paz y nuestro gozo. Y la gente lo puede ver en nuestro rostro. Cuando uno está confiado, cuando tenemos gozo y paz se nos ve en la cara. Si no se ve eso entonces se ve el espíritu que te está afligiendo, por ejemplo. Si eres temeroso hay un demonio de temor que te está influenciando y eso se refleja en tu rostro. Muchas veces lo mencioné y cabe recordar que los demonios que te afligen te dibujan la cara. Observo personas en la iglesia y no los veo sonreír; nunca les vi la sonrisa. ¡Tenemos un Dios tan poderoso y tan grande! Y no se trata de recitar algunos versículos bíblicos como que Él es tu fortaleza si tú no te sientes seguro en esa fortaleza; no puedes decir que es tu auxilio si no te sientes auxiliado por Él, más bien te sientes abandonado por Él.
Por lo tanto, hay una dualidad dentro de nosotros. Por un lado, leemos versículos de la Biblia y los confesamos; y por el otro lado no lo aplicamos a nuestra vida. Decimos como el Salmo 4:8: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”. Lo declaramos, pero no estamos confiados. Repetimos como loros los versículos, pero estos no se han apoderado de nosotros. Decimos: “Él es mi paz”, pero no tenemos paz. Decimos que Él nuestro consuelo, pero andamos desconsolados; y nos negamos a recibir su consuelo porque queremos que Dios nos explique por qué permitió que nos pasara tal o cual cosa.
YO SOY EL QUE SOY: EL DIOS QUE LLAMÓ A MOISES
En una oportunidad el pueblo descendiente de Abraham, de Isaac y de Jacob entró a tierra de Egipto por causa de una hambruna que azotaba la tierra y allí permanecieron por generaciones. Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra. Pero permanecieron subyugados por los egipcios; por 430 años estuvieron bajo su yugo. Pero Dios estaba con ellos. Faraón vio que crecían demasiado y mando a matar a los niños varones recién nacidos porque pensó que se iban a hacer tan fuertes y le harían la guerra, peleando contra ellos uniéndose a sus enemigos, yéndose de la tierra. Los hebreos no tenían ni armas, ni ejércitos; en cambio los egipcios sí tenían ejército, carros y espadas. Aconteció que el rey de Egipto murió y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció y decidió que los iba a liberar de la esclavitud. Entonces llamó a Moisés que estaba en el desierto y le dijo: “El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxodo 3:9 y 10).
Aunque estemos atravesando por una circunstancia difícil Dios está obrando para bien nuestro. Muchos ignoran que Dios sacó un gran pueblo que vivía en una nación más grande y más poderosa, que lo tenía de esclavo. Y Dios estaba formando una nación a partir de la descendencia de su amigo Abraham. Siempre Dios piensa a favor de sus hijos; aun en las tinieblas de la noche. Esto va para quienes duermen con la luz encendida.
Entonces Dios tiene una conversación muy importante con Moisés y le dice: “Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éxodo 3:10). Me imagino la cara de Moisés. ¡No entendía nada! Llevaba 40 años cuidando ovejas en el desierto. Lo primero que se le habrá cruzado por la mente es: “¿Quién, yo?” Dice la Biblia en Éxodo 3:11: “Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Moisés no estaba pensando que Dios era grande y poderoso sino en lo incapaz que él era, por lo que Dios tenía que mandar a alguien grande y poderoso, pero no a él. Entonces se excusaba que no era nada ni nadie; que no tenía tarjeta de presentación ni ninguna influencia poderosa que lo avalara para presentarse delante de faraón. Me lo imagino a Dios diciéndole: “Moisés no se trata de ti, se trata de mí. No se trata de lo grande que seas tú sino lo grande que soy yo”.
Leemos en Éxodo 3:13 y 14: “Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.
En el capítulo 4 versículos 1 al 5 Moisés insistía en que él no era capaz y que Dios debía mandar a otro. Leemos: “Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob”.
¡Qué grande es Dios! ¿Es grande tu Dios para ti? ¿Cómo hago para convencerte de que Dios es muy grande, muy poderoso, muy bueno y muy justo? “Moisés no se trata de quién eres tu sino de quién soy yo”.
Continuando con el hilo de la conversación, dice la Biblia: “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”. “Yo soy tartamudo”, dijo Moisés. Y Dios justamente estaba necesitando un tartamudo. “Yo pondré palabras en tu boca; no se trata de ti, se trata de mí”, le dijo Dios. Así se iba convenciendo Moisés. Dios le dijo: “Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. No es por algo que tengas que ver, es porque tienes que creer. No es lo que tú puedes Moisés; es lo que yo puedo. No es lo que tú harás; es lo que yo haré. Yo necesito un inútil como tú para darle un gran golpe a faraón. Voy a aplastar la soberbia del faraón y te voy a usar a ti. ¡Qué fuerza la de mi Dios!
TAN GRANDE COMO ES TU FE, ES TU DIOS
Yo te pregunto, ¿de qué tamaño es el Dios que tienes? ¿Qué tan convencido estás de que Él está contigo, de que te protege y te ama? Él puede transformar las tinieblas en luz; puede transformar algo malo en algo bueno. ¿Estás convencido de esto? No sé si caminas por la vida como que tienes Dios o lo haces como que vas solo por el desierto.
Cuando el pueblo de Israel salió al desierto para ir a la tierra prometida, no veían a Dios en ningún lado, a pesar de que el Señor había hecho milagros asombrosos. Ellos solo veían el desierto. Solo veían las imposibilidades del desierto. Y Dios necesita que tu atravieses un desierto para mostrarse grande y poderoso.
En otra oportunidad, Moisés, habiendo salido ya de Egipto con el pueblo, llegó al Mar Rojo y el Faraón detrás de ellos porque los estaba persiguiendo. Entonces estaba Moisés frente al mar y Dios le dijo: “¿Por qué clamas a mí?” Y me imagino a Moisés diciéndole: “No ves que viene el ejército de Faraón por detrás y adelante tenemos el mar Rojo”. Te imaginas a Dios titubeando y diciéndole a Moisés: “Metí la pata, me equivoqué”. ¡No! “¿Qué tienes en la mano Moisés?”, le preguntó. “¡La vara! La misma de siempre”, respondió Moisés. “Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”. ¡Qué lindo que Dios nos haga partícipes a nosotros de lo que Él ya tiene pensado!
Dice la Biblia en Éxodo 14:21 y 22: “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda”. El mar se abre, no porque Moisés fuera grande sino porque Dios es grande. La gente lo miraba a Moisés y se maravillaban diciendo: ¡Qué hombre! Todos comenzaron a sentir una gran admiración por Moisés; hasta el día de hoy. ¿Por qué? Porque Dios lo había hecho parte de sus proyectos. La gente te puede mirar y decir qué grande eres, pero no saben que tú no eres nada, en cambio, Dios lo es todo. ¡Él es el Todopoderoso!
Donde nadie puede hacer, Dios hace; donde hay puertas cerradas, Dios las abre. Si te detiene el mar y no te deja avanzar, Dios abrirá ese mar. Él hace de las tinieblas luz. ¡No te enfoques en las imposibilidades! Dios le dijo a Moisés: “Ve, porque yo estaré contigo”. “No temeré mal alguno porque tú estás conmigo”, dijo David. Dios va a transformar ese valle de sombra de muerte en bendición porque Él está contigo. Si Dios está conmigo, con Dios puedo. Hoy te digo que tú tienes un Dios muy grande y que Él obra conforme a tu fe. Si Moisés hubiera dicho que no, hubiera abortado el plan que Dios tenía con él. Aunque Dios pudo haber elegido cualquier cosa para hacer lo que Él quiere; porque el Señor hará lo que quiere te guste o no, te animes o no, vayas tú o tenga que mandar a otro.
Me he visto ante la posibilidad de que Dios tuviera que buscar otro para hacer sus planes porque yo no me animaba. Sé que Dios puede hacer mucho más conmigo, pero depende de cuánto creo yo que Dios puede hacer. Mi falta de fe limita el operar de Dios. Con esta palabra trato de que la gente que cree crea más porque la fuente no se ha agotado. Dios es una fuente inagotable de vida. Dios tiene planes grandes y poderosos con nosotros, y no los hará si nosotros no nos ponemos de acuerdo con Él. Porque Él nos ha elegido, a sus hijos, su pueblo; para que hagamos su maravillosa y gran obra. He aprendido que no tengo que asustarme en momentos difíciles sino todo lo contrario; debo arremeter, porque esos momentos difíciles no tienen derecho a opacar mi fe. Seguiré creyendo y seguiré haciendo la obra de Dios.
Mucha gente, varias veces me ha querido frenar. Muchos siervos que no han hecho nada me han querido enseñar qué hacer. “Usted no conoce Uruguay. Nosotros que vivimos acá sabemos cómo es la cosa”. Pero Dios me ha tenido que plantar a mí en Uruguay. Dios no está limitado, pero se ha limitado a sí mismo por causa del hombre que Él ha creado; y lo desafía al hombre para que crea en Él. O sea, Dios se ha limitado al tamaño de tu fe. Tan grande como es tu fe es tu Dios. Tan poderosa como es tu fe es tu Dios. Si tu fe te lleva a hablarle a la montaña y decirle que se plante en medio del mar; esa fe demuestra una vez más que tu Dios es grande y poderoso.
Dijo Moisés a Dios: “He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY”. Moisés escucha esas palabras que ni siquiera son un nombre sino una especie de expresión o definición, que se traduciría como: “Yo soy el Dios que existe por sí mismo. No necesito la luz del sol ni la energía de las estrellas. No necesito poder de ningún lado ni combustible que me de energía. Tengo vida en mí mismo; a quien quiero le doy vida y a quien no quiero no le doy vida. Yo soy la fuente de vida”. ¡Él nos dio vida de sí mismo y sopló sobre el hombre aliento de vida!
CONCLUSIÓN
Es tiempo que empieces a creer que Dios es grande y es grande su amor y su misericordia por haber puesto su mirada en nosotros. Moisés le insistía que él no era nada y precisamente Dios quería eso para que Él fuera todo, para que la gloria no sea de nadie sino de Él. Dios busca personas débiles para mostrar su gran fuerza y poder. Sólo quiere que tengamos temor de Él y creamos en Él.
Estuvimos en una ciudad del interior del país predicando en uno de nuestros anexos de Misión Vida y realizando bautismos, y compartimos un almuerzo. Nos acompañó el intendente de esa localidad. Había un joven que estaba sirviendo las mesas y uno de nuestros pastores le dice al intendente: “Este muchacho que nos está sirviendo la mesa, un día lo encontramos tirado en la calle tapado con cartones porque no tenía otra cosa para cubrirse del frío. Hoy este joven es encargado de un hogar Beraca”. No era capaz de hacer algo por sí mismo. Dormía en la calle con su esposa, cubiertos con cartones. ¡No servía para nada! Y Dios lo rescató de esa vida miserable. ¿Por qué crees que Dios permitió eso? Para mostrar la grandeza de su poder, de su amor, de su misericordia y de su gloria. Dios rescata al pobre del muladar y lo hace sentar entre los príncipes del pueblo. El Dios que dijo en medio de una densa oscuridad: “Sea la luz”, y fue la luz: ¡Es tu Dios!
Los que han vivido o viven mal, y se dicen cristianos, necesitan entender que han pecado al considerar a Dios tan chiquito siendo Él tan grande. Entiende que vivir una vida de impotencia y encima confesar que Dios no se acuerda de ti, que no te ama o que está enojado contigo, eso produce enojo en Dios. Porque los que lo alegran son los que tienen fe. Los que tiene fe van a salir del valle de sombra de muerte. Los que tienen fe van a salir de debajo de los cartones; van a salir de la inmundicia, y no para cualquier cosa. Van a brillar para Dios. No brillarán con luz propia, sino que el rostro de Dios va a resplandecer en los que creen.
Tú dirás: ¿Qué señal me das de que va a pasar algo grande conmigo? “Cuando te veas sirviendo a los demás te vas a acordar que te saqué de debajo de los cartones y te hice una persona útil para tu esposa, para tus hijos y para el mundo”, te responderá Dios. Tu pecado es que no has creído que soy un Dios grande. Dios necesita hombres y mujeres que le crean para cosas grandes. Él quiere mostrarse al mundo y no lo hará sin ti; quiere mostrar su gloria al mundo y no lo hará sin ti.
Dile a Dios en oración: “Te pido perdón y me humillo delante de ti Señor. Te he juzgado, te hice pequeño siendo que tú eres Dios grande. ¡Hoy quiero darte mi corazón! Te suplico que me saques esta falta de fe y duda; te suplico que me saques la angustia y la impotencia. Creo que tú eres grande y me vas a sacar del pozo en donde estoy. Perdóname por no haber creído en ti Señor, y líbrame, te lo suplico. Te he negado, Padre. Perdóname, límpiame y llena mi vida con tu presencia. He vivido como limosnero teniendo un Dios tan grande; me he afligido y me he llenado de impotencia porque no entendía que eres grande y tan amoroso Señor. Ven a mi corazón; límpiame con tu sangre preciosa Jesús. Siéntate en el trono de mi corazón Señor, te lo pido, para tu gloria, amén”.
ANEXOS: