¿CUÁL ES TU HERENCIA? - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

¿CUÁL ES TU HERENCIA?

INTRODUCCIÓN

Nosotros somos los receptores de una herencia inconmovible de Dios. Nuestra conciencia es extremadamente valiosa; y si es necesario pagar un gran precio por defender nuestra conciencia, lo haremos. La libertad de conciencia es un derecho humano fundamental reconocido por todas las naciones del mundo. Pueden apresarte, pero no pueden apresar tu conciencia ni tus ideales; así le sucedió a Nelson Mandela, presidente de Sud África. Estuvo preso por muchos años, pero no pudieron cauterizarle la conciencia.

La herencia del Señor para nosotros incluye la libertad de nuestra conciencia; el derecho de pensar, de expresar lo que pensamos y creemos. En la actualidad se ha desatado una guerra contra las naciones que han surgido de la Biblia. Tienes que saber que, aunque nos somos del mundo, estamos en el mundo y somos sal y luz, por lo que debemos conocer la verdad y exponerla. ¡Es nuestro deber como cristianos! Somos la sal del mundo, y ésta tiene un poder conservador. Hoy en día, si hablamos de conservación pensamos en el refrigerador; pero en tiempos pasados la sal preservaba los alimentos. Cuando Jesús declaró que somos la sal, significa que somos los conservadores, los que mantenemos la verdad. Dice la Biblia que la iglesia es columna y baluarte de la verdad. Nosotros somos la columna que sostiene firme, la verdad. La verdad es inamovible y lo es en función de que los hijos de Dios la exponen continuamente.

Una herencia es la transferencia de la posesión legal o cultural que se trasmite de padres a hijos. Los padres les heredan a sus hijos aquello que les pertenece; puede ser cosas tangibles o intangibles. Cuando se habla de herencia, inmediatamente pensamos en algún bien material, pero abarca mucho más. En un mundo socialista, el cual quieren crear, se pretende que no exista el instituto de la herencia, porque el pensamiento es que todo lo que has adquirido en la vida, sea trabajando o heredándolo, ya no te pertenece a ti ni les pertenecerá a tus hijos porque constituye un bien social.

El principio de la herencia es totalmente bíblico. Un bien fundamental que debemos preservar por causa de Dios. Entiende que sobre toda autoridad hay otra autoridad mayor; y la mayor autoridad es Dios. Y sobre toda ley hay una ley mayor; y esa es la ley de Dios. Esto va para aquellos que dicen que debemos sujetarnos a nuestras autoridades porque han sido puestas por Dios, y quien no obedezca a las autoridades, a Dios no obedece. Esto está limitado por un principio. Si esa autoridad se levanta contra Dios y contra su ley, yo debo obedecer a Dios antes que a los hombres. Jesús mandó a predicar el evangelio hasta lo último de la tierra; y si esa autoridad te dice que no puedes predicar el evangelio, tú tienes que seguir el ejemplo de Pedro y de Juan cuando declararon: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:19 y 20).

Proclamo hoy en el nombre de Jesús que se levanta un ejército de valientes que va a defender la verdad, aunque tenga que pagar con su propia vida. Hay verdades que no se pueden despreciar ni pisotear. ¡Hay cristianos que deprecian la palabra de Dios!

Cuando hablamos de transferencia de posesiones legales o culturales que pasan de padres a hijos, hablamos de bienes materiales, pero también se heredan tradiciones y creencias. Por ejemplo, la lengua materna es una herencia de nuestros padres. Mis padres me heredaron el idioma español; también me heredaron la fe en Dios y yo estoy muy agradecido por eso. Ellos no me impusieron el evangelio; me predicaron de Dios. Hay quienes se jactan de ser cristianos, pero dicen que no les imponen el cristianismo a sus hijos ya que ellos tienen que elegir. ¡Padres necios! ¿Amas lo que crees? ¿Valoras lo que crees? ¿Si tienes un remedio para una enfermedad mortal no se lo darías a tu hijo? Si tienes el remedio de la vida eterna; si tienes el remedio de Dios para la humanidad infúndeselo a tus hijos. Yo no les impongo nada, pero los voy a volver locos.

Hay cosas más valiosas que lo material; pero parece que para muchos cristianos es más valiosa una casa que las verdades de Dios. Lo que dicen los abuelos o los padres es más importante que la opinión de Dios. Las tradiciones se transmiten; éstas pueden ser buenas o no, o pueden ser importantes o no. Aunque hay tradiciones que van contra la voluntad de Dios. Hay cosas que Dios nos ha transmitido y tenemos que valorarlas; de no ser así seríamos malos cristianos. Dios te ha heredado tus rasgos físicos, como tu pelo, tu color de piel, tu nariz, orejas, etc. Tú que odias tu pelo y dices que es una porquería; déjame decirte que esa porquería te la dio Dios. Yo comencé a verme lindo cuando entendí que Dios hace todas las cosas bien. Yo me miraba al espejo y no me veía lindo, y deseaba ser como algún actor guapo. Es que no importa lo que yo veo sino lo que Dios ve. Cuando Dios te puso ese pelo que tanto odias, Él exclamó: “¡Qué linda quedó!” ¡Tú tienes que amar lo que Dios te ha dado! Eso que Dios te ha dado es más valioso que cualquier cosa material. Las personas se compran una casa, hipotecan el futuro a 20 o 30 años y no sirven a Dios porque tienen que trabajar para pagar la casa. Y muchos se mueren antes de terminar de saldarla. ¡Quedan atados a eso que valoran mucho! No desprecies la familia de Dios porque esta es parte de tu herencia. Mi familia en Uruguay son mis hermanos en Cristo.  

La herencia es mucho más que heredar una casa; esta tiene que ver con costumbres, tradiciones, creencias y lengua materna. En el comunismo y en el socialismo se pretende que los bienes que tienes, tus creencias o las buenas costumbres no pasen a tus hijos. Los padres que creen que Dios creó al hombre, hombre y a la mujer, mujer y se lo inculcan a sus hijos; en el sistema comunista y socialista trabajan para que nuestros hijos acepten todo lo contrario. Si siempre se ha creído que un matrimonio es entre un hombre y una mujer, en este sistema coartan tu libertad de creencias impidiendo que los padres transmitan a sus hijos lo que ellos han creído siempre, por lo que implementaron una enseñanza distinta que se imparte en los centros de enseñanza. Y si piensas que tus hijos van a heredar tus bienes; para ellos tus hijos son un bien social y por lo tanto las posesiones que heredarán son un bien social. ¡Cuídate del comunismo y del socialismo del siglo XXI! Todavía me parece ver a Chávez, quien fuera presidente de Venezuela, con gran soberbia decir: “¡Exprópiese!” ¡Canalla! Les arrebató a los empresarios sus industrias y empresas que producían alimentos, combustible, etc. Venezuela, una nación rica está sumida en la miseria. Una de nuestras hermanas colaboradoras que es de Venezuela, llora por la familia que dejó allá porque les falta el alimento.

NABOT y SU HERENCIA

Hubo un rey llamado Acab, rey de Samaria, el cual era muy malvado y no tenía temor de Dios. Un día vio una viña muy bonita, ubicada al lado de su palacio y fue a visitarla, entonces le dijo al dueño: “Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero. Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres” (1ª Reyes 21:2 y 3).

Aquí vemos lo que señalé anteriormente, y es que, sobre toda autoridad hay una autoridad superior y es la autoridad de Dios. La autoridad del rey era soberana; sin embargo, el súbdito le dijo: “Dios me guarde de darte a ti la heredad de mis padres”. La herencia de los padres era la que Dios le había dado a sus ancestros y eso no se cambia ni se vende; tampoco se pisotea. La herencia era una cuestión de Jehová; se debía respetar lo que Dios había establecido. Es que Dios le dijo a Abraham: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Génesis 13:14 y 15). Y cuando Josué conquistó la tierra prometida, Dios reiteró su propósito. La tierra de Israel no se llama Cisjordania, tampoco se llama Palestina. Tú tienes que, en primer lugar, tomar en serio a Dios; y si lo tomas en serio podrás entonces enfrentar al mismísimo rey. Tendrás que pagar las consecuencias de haber enfrentado al rey, pero Dios te garantiza que te bendecirá por cuanto le has obedecido a Él. Si amas la herencia de Dios, con total autoridad le dirás a las autoridades: “Decidan ustedes si es justo obedecerlos a ustedes antes que a Dios porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”.

Muchas veces me preguntaron cuál era mi posición respecto a que si una ley se opone a lo que Dios dice. No tengo la menor duda de que hay leyes muy injustas y yo no tengo que obedecerlas. El hecho de que se haya aprobado una ley para abortar no significa que esa ley es justa. Yo voy a batallar contra esa clase de leyes porque sé cuál es la herencia que tengo. Yo creo y declaro que Dios da la vida y sólo Él la puede quitar. ¡Nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie!

Dios estableció leyes y declaró que cuando el progenitor fallecía, la herencia queda para la familia; además, nadie podía vender a perpetuidad la heredad que había recibido de parte de Dios. Las personas pueden vender la propiedad, pero la misma vuelve a ellas sí o sí en el año de jubileo que se celebra cada cincuenta años. Nadie podía decir que la tierra que compró es posesión suya, y el valor de la tierra se establecía en función a los años que faltaban para llegar a la fecha del jubileo. Cuanto más cerca está la fecha de la celebración del jubileo, más barata es la tierra, ya que quien la compra debe devolverla al llegar la fecha. Y es que la heredad establecida por Dios es perpetua.

Continuando el relato de 1ª de reyes 21, dice la palabra de Dios: Y vino Acab a su casa triste y enojado, por la palabra que Nabot de Jezreel le había respondido, diciendo: No te daré la heredad de mis padres. Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió”. Él sabía que no tenía derecho a quitarle la viña a su súbdito; porque la ley declaraba que esa tierra, que había sido de los padres del súbdito, pasó a este y después les correspondía a sus hijos. El socialismo quiere quitarle a la gente la propiedad privada porque no le gusta nada que provenga de Dios. Una persona me tildó de fascista y asesino, pero, ¿quiénes son asesinos? Los que abortan, los que luchan por una ley para poder mutilarse los órganos que Dios les dio. Dios te dio tus órganos sexuales y esto es una herencia de por vida.

Aparece en escena Jezabel, esposa de Acab; una mujer perversa, hija de un rey de una nación idólatra, la cual introdujo el culto a Baal en Israel. Y dice la Biblia en 1ª de Reyes 21: 5 y 7: “Vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu, y no comes?…Y su mujer Jezabel le dijo: ¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel”. La mujer tramó un enredo legal, como se estila hacer ahora; como ha hecho Biden y su gente contra Trump. Porque no cabe duda que lo que ha acontecido en Estados Unidos es una estafa contra la democracia. No cabe duda de que, con engaño y con falsedad, y aún países como China, han intervenido en las elecciones para destronar a Estados Unidos para que no sea nunca más la primera potencia del mundo. Ahora ponen jueces según la conveniencia, y no es para que hagan justicia sino para que salga de acuerdo al plan de gobierno de derecha o izquierda. ¡Ya no hay justicia!

Acerca de lo que tramó Jezabel contra Nabot, dice la Biblia: “Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, y las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los principales que moraban en la ciudad con Nabot. Y las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned a Nabot delante del pueblo; y poned a dos hombres perversos delante de él, que atestigüen contra él y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera” (1ª Reyes 21:8 al 10).

Nabot pagó con su vida el hecho de enfrentar al rey, porque él defendió la herencia de Dios.

Había en Israel un linaje que era el linaje sacerdotal, perteneciente a la tribu de Leví, y dentro de esta tribu estaba Aarón de cuya descendencia vendrían los sumos sacerdotes. El sacerdocio solo le corresponde a la tribu de Leví; y hasta el día de hoy, los judíos saben quién desciende de Aarón y puede ser sacerdote. Un día Dios habla con Aarón, esto lo encontramos en Números 18:20, y le dijo: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel”.

Cuando habla de “ellos”, se refiere a las otras tribus que no pertenecen a la de Leví. ¡Dios es mi parte! ¡Él es mi herencia y mi porción! Dios dice: “La única heredad que vas a tener soy yo mismo”. Dios dijo que la tribu de Leví no tendrá tierra; la herencia de Jehová para la tribu de aquellos que sirven a Dios es Dios mismo. ¿Cuánto amas a Dios? ¿Cuánto lo valoras? ¿Cuánto vale tu herencia? Puedes declarar que Dios es tu herencia. ¿Podrá el Señor disponer de tu vida como dispuso de la vida de Nabot? Nabot murió por ser fiel a lo que Dios le había concedido, como consecuencia de lo que hicieron Jezabel y Acab, cuando este se dirigió a tomar posesión de la viña. El profeta Elías le dijo de parte de Dios. “¿No mataste, y también has despojado?… Así ha dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre”. (1 Reyes 21:19) ¡Y así sucedió!

DIOS, NUESTRA HERENCIA

El rey David, autor del Salmo 16 dijo así: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte”. Él quiso decir: “Lo que más vale ya lo tengo”. En este mundo de oscuridad, y con acontecimientos inminentes futuros, te aseguro que llegará el momento en que le vas a decir al Señor: “¡Qué bueno que te tengo Dios! Yo estoy dispuesto a perderlo todo, pero no quiero perderte a ti Señor. Si tengo que pagar con mi vida lo haré, pero no menospreciaré tu herencia. No voy a menospreciar mi matrimonio, no voy a menospreciar a mis hijos porque tú me los diste. Yo no voy a menospreciar la verdad, no voy a menospreciar tu palabra porque tú me la diste. Voy a cuidar la herencia que me diste, Señor. Me dijiste que ame a mi prójimo, y sí, es muy difícil, pero esa es mi herencia. Tú has derramado tu amor sobre mi y estoy dispuesto a amar a mis hermanos”.

David agregó: “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Salmos 16:6). Soy feliz al ver que en medio de un mundo de oscuridad y de contradicciones tengo tu palabra, Señor. Yo no voy a despreciar tu palabra y pagaré el precio que haya que pagar por defender la verdad. Tu palabra es la verdad y es el fundamento de mi vida, Señor. Lo que realmente importa es lo que tú me das. ¡Tú eres Señor, mi herencia!

Sufro al ver a personas que amaron la voluntad de Dios, pero se alejaron, y después de algunos años vuelven derrotados porque nos le ha ido bien y perdieron todo. ¡Vuelve a Dios! No permitas que el diablo te enrede con pensamientos y con ideas; vuelve a la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es agradable y perfecta. ¡Esa es nuestra herencia! Nabot murió, pero murió en la voluntad de Dios. Yo creo que su corona es grande.

Como Dios quería tener herencia, porque no la tenía, tomó hombres y mujeres que han creído en Él, los ha limpiado y purificado; les ha impartido la nueva vida de Cristo para que tengan vida eterna y sean su familia. Así Dios tendrá una familia eternamente con Él. Dios le dice a su pueblo, a sus hijos que han sido comprados por la sangre preciosa de Jesús: “¡Ustedes son mi herencia!”. Eres preciosa para Dios; eres precioso. No importa de dónde has salido; la sangre de Cristo corre por tus venas. La vida de Cristo está en ti, y Dios ama a aquellos que han sido comprados por la sangre de su Hijo. Haz una oración y dile a Dios: “Señor, ¡me encanta saber que soy tu herencia! Tú te deleitas en mí y no has mirado mi pecado y mi bajeza. Me has limpiado con tu sangre, Jesús. Tú me has hecho perfecto para ti, Padre. ¡Soy tu herencia y me encanta Señor! Tú eres Dios mío mi herencia y fuera de ti ya nada me importa. Toma mi corazón Dios mío; toma mi vida, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.

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