LA SEÑAL DE LA SANGRE - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

LA SEÑAL DE LA SANGRE

INTRODUCCIÓN

Este mensaje que traigo hoy de parte de Dios, pretende que entremos en el espíritu de la Pascua y que reflexionemos acerca de la importancia de la sangre de Jesús. No es muy habitual hoy día en muchas iglesias hablar de la sangre de Jesús porque la gente se escandaliza, ya que hablar de la sangre les espanta. Lo cierto es que la sangre juega un papel fundamental en el perdón de nuestros pecados y en nuestra salvación. No conocer cuánto vale la sangre de Jesús y lo que hace en nosotros, no nos permite ser agradecidos a Dios por el gran sacrificio que el Señor hizo por nosotros en la cruz del calvario.

La historia de la Pascua nace en Egipto, cuando el pueblo hebreo estuvo esclavo y no tenían nación propia, ni ejército, ni armas. No había forma de ser libres de la esclavitud y del poder del imperio más grande de su época. Pero Dios había prometido liberarlos sin que el pueblo se levante en armas. Dios llamó a Moisés y lo envió a hablar con faraón, aunque éste se endureció contra el pueblo de Dios. Entonces el Señor envió diez plagas para mostrar su poder a los egipcios. La última plaga que Dios envió fue la de la muerte de los primogénitos. Dios había ordenado que los hebreos, por familia, debieran preparar una celebración especial que se llamó Pascua. El mandato de Dios fue que tenían que tomar un cordero al que debían inmolar, y poner la sangre del cordero en los postes y dinteles de las casas de los hebreos. Porque Dios prometió: “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12:12 y 13).

Pascua significa pasar por alto. Esa noche la muerte pasó por alto las casas de todos los que pertenecían al pueblo de Dios al ver la señal de la sangre en los postes y dinteles. Esa señal sería sombra de lo que vendría. Desde ese tiempo hasta ahora, el pueblo judío celebra la Pascua. Un tiempo en el que, sin ejército, sin armas y sin carros de guerra Dios los liberó. Esa noche murió el primogénito de faraón, heredero de la corona; éste se turbó y les pidió que se fueran de Egipto y así es que salieron y fueron libres. Dios habló a Moisés para que él le trasmitiera al pueblo acerca de lo que iba a acontecer, entonces leemos en Éxodo 12:13: “Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto”.

La Biblia señala que la vida de toda carne está en la sangre y ésto es un misterio. Siempre nos han dicho que la vida estaba en el corazón. Ahora vemos que hay operaciones a corazón abierto: ésto significa que lo sacan del cuerpo y lo ponen sobre una mesa para operarlo, pero mientras circule la sangre, entonces fluye la vida. Dios demanda respeto a la sangre de los animales y de las personas. La sangre juega un papel importantísimo en toda la humanidad. Las penas más grandes son para los criminales, los que matan personas. Dios detesta la sangre derramada. Para Él es una injusticia que el hombre disponga matar a otro hombre. Así que Dios respeta la vida de los seres humanos, entonces está en la ley, el mandamiento: No matarás. Luego que Caín mató a Abel, Dios lo buscó y le preguntó: “¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Génesis 4: 9 y 10).

PACTO LEVÍTICO: SELLADO CON LA SANGRE DEL CORDERO

No pasa desapercibido a Dios el derramamiento de sangre. Toda sangre derramada por algún crimen demanda a Dios justicia. Los satanistas aman hacer sacrificios de bebés sobre un altar a satanás; esto es derramamiento de sangre inocente. Esa sangre clama a Dios y Dios que es juez hará justicia. ¿Tú crees que Dios va a pasar por alto el aborto? Dios va a juzgar a la tierra por causa de esta aberración, porque hay derramamiento de sangre inocente, y esa sangre clama a Dios por justicia. Entonces queda asentado que todo derramamiento de sangre es una injusticia delante de Dios, pero Él demanda sangre de los que derraman sangre. La Biblia dice que toda alma que pecare morirá. Dios estableció una sentencia sobre todo el que peca y esa sentencia es que debe morir.

Ahora, su plan, por amor al mundo, establece en su justicia, un sustituto, una redención. El término redimir significa rescate. La redención es un precio por el rescate. Y la Biblia dice que la sangre fue el precio que Jesús pagó para rescatar a la humanidad. En el Antiguo Testamento, Dios, como sombra de lo que vendría estableció que se hiciesen sacrificios de animales, los que sustituían a los pecadores. Entonces, el pecador presentaba un animal puro y sin mancha, un animal perfecto, sin defectos y lo sacrificaban en su lugar; y la sangre del animal se usaba para santificar los utensilios, el altar y otros lugares. La sangre tiene un papel importantísimo en la historia de la humanidad. Ahora, en todas las civilizaciones hay sacrificios y hay pacto de sangre. Pero hay un pacto que se selló con la sangre preciosa de Jesús. En el Antiguo Testamento leemos que había un tabernáculo, una tienda que funcionaba como templo en el cual había un lugar santo y un lugar santísimo. El templo que se construyó después en Jerusalén también tenía un lugar santo y un lugar santísimo. Todos los días entraban los sacerdotes al lugar santo a ejercer su ministerio; allí había un candelabro o Menorá, y sobre una mesa estaban también los panes de la proposición.

Los sacerdotes entraban al lugar a presentar la sangre delante de Dios para la liberación de determinados pecados. Y había una ceremonia que no se hacía en el lugar santo sino el lugar santísimo, y allí nadie podía entrar, sólo el sumo sacerdote, y lo podía hacer un día determinado. El sumo sacerdote entraba con un lebrillo con la sangre del sacrificio que había hecho afuera, y ungía con esa sangre el lugar que era donde estaba el arca del pacto. Presentaba la sangre por él y por el pueblo, pero no podía hacerlo sino solamente una vez al año. La entrada al lugar santísimo estaba vedada. El sacerdote debía cumplir con todos los preceptos de haberse humillado y pedido perdón porque podía morir en el lugar santísimo exterminado por la presencia de Dios.

Cuando el sumo sacerdote entraba, era sujetado con una piola en su tobillo porque si se moría allí, nadie podía entrar a sacarlo, entonces lo jalaban de la piola y lo sacaban. Esa ceremonia que se hacía una sola vez al año era muy importante. Y la Biblia señala que todo esto se hacía como sombra de lo que vendría. ¿Qué sucedió andando el tiempo? Que Jesús muere en la cruz del calvario, en una Pascua. Por más de dos mil años los hebreos habían estado celebrando la Pascua; pero cuando vino Jesús, ya el profeta Juan el bautista había declarado: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Y Jesús se presentó como el Cordero de Dios y presentó a Dios su sangre. La sangre de Cristo no es cualquier sangre. Él no conoció pecado. La sangre de cualquiera de nosotros está contaminada, pero no la de Jesús. ¡La sangre de Jesús está viva! Recordemos que en la sangre está la vida. Entonces, Jesús no conoció pecado, la muerte no pudo vencerlo, y según señala el libro a los hebreos, la sangre de Jesús clama mejor que la de Abel. ¡Clama por nosotros! Clama por la justicia de Dios sobre nosotros para que seamos perdonados. Su sangre fue derramada sobre la tierra, y en el libro de Génesis notamos que Dios hizo al hombre de la tierra, por lo que la sangre de Jesús cayó sobre nosotros y sobre nuestra descendencia; y es aplicada sobre las personas que creen que esa sangre les limpia de todo pecado. Cuando Dios te mira, no te ve a ti, ve a su Hijo en ti. Si has dejado a Jesús entrar en tu corazón, su sangre te cubre de todo pecado, y su sangre es el precio que el pagó por nuestros pecados en la cruz del calvario. Dios no te ve a ti; Él ve la obra de Cristo. Ve a su Hijo amado, aquel que no pecó y declaró que no había venido a hacer su voluntad sino la voluntad de su Padre. Dios ve a aquel que declaró: “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar” (Juan 12:49). Él es de quien Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). ¡Cuando Dios nos ve, ve a su Hijo!

Leemos en Éxodo 12: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año”. El mes de la celebración de la Pascua vino a ser el primero de los meses del año. Ese día cambió el calendario judío y quedó partida en dos la historia del pueblo hebreo, antes de Pascua y después de Pascua, quedando atrás la esclavitud y comenzando el camino de la libertad.

NUEVO PACTO: SELLADO CON LA SANGRE DE JESUCRISTO

Ahora vemos la otra Pascua, en la que muere Jesús en la cruz del calvario. Esta Pascua también marca el calendario. La muerte de Cristo Jesús marca una era antes de Cristo y después de Cristo. Aquella festividad en Egipto dividió en dos la historia del pueblo de Israel; esta otra, dividió en dos la historia de la humanidad. A quienes creemos en Él; Jesús ha cubierto nuestros pecados con su sangre preciosa y esos pecados fueron perdonados. Nosotros los cristianos también celebramos nuestra pascua personal; el día que Jesús vino a mi vida dividió mi historia en dos, antes de Cristo y después de Cristo. Viene Cristo, derrama su sangre y cambia la historia. Y se cumple ese pasaje de la Biblia que dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2ª de Corintios 2:17). Tengo la historia de la vida eterna que Jesús me ha dado. Ya no soy parte de la antigua historia antes de que el Señor viniese a mi vida.

En los encuentros que celebramos en Monte Beraca vivimos experiencias extraordinarias, como la historia de un joven de diecinueve años. Normalmente, una persona que ha cometido algún hecho delictivo trata de ocultarlo y que nunca nadie se entere; pero quien ha sido perdonado por Cristo confiesa su pecado y este joven confesó que había matado personas; y cuando lo hizo, sintió que Cristo lo perdonó y ahora tiene paz. Otro testimonio fue el de una mujer que contó que ha hecho pactos satánicos y ha participado de prácticas aberrantes como el haber mantenido relaciones sexuales con demonios. Nos contó que su vida fue horrible. Lo cierto es que ha sido perdonada y ahora está feliz y tiene paz. Esto de que la historia cambia cuando Cristo viene a una vida es muy real. Cuando Cristo perdona caen los yugos que esclavizan a las personas. Nadie puede seguir igual cuando tiene un encuentro con la Pascua. Si tiene un verdadero encuentro de Pascua con Dios, su vida nunca será igual. Una mujer se prostituye y trata de ocultar lo que hace por vergüenza; pero esa prostituta que ha sido perdonada por Cristo confiesa con gozo: “Yo me prostituía, pero ya no lo hago más porque no soy la misma desde que Cristo vino a mi vida”. La historia de esa mujer cambió en un antes y un después.

El autor del libro a los hebreos relata en el capítulo 9: “Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo…Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo; dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo…”

¿Sabes por qué entraba solo una vez al año? ¿Sabes por qué la ceremonia era muy importante? El sacerdote no podía hacerse el vivo porque podía morir en el lugar santísimo; entraba temblando a la presencia de Dios. Esto daba a entender que todavía no estaba abierta la entrada a lugar santísimo. La Biblia relata que cuando Jesús murió hubo un terremoto y el velo del templo se rasgó en dos. Esto es muy simbólico ya que de ahí en adelante no es sólo el sumo sacerdote quien puede entrar al lugar santísimo. La Biblia dice que Jesucristo es nuestro sumo sacerdote y se presentó delante de Dios con su sangre una sola vez y para siempre porque no hay muerte en la sangre de Jesús. ¡Hay vida eternamente! Señala el Nuevo Testamento que quedó abierto el camino. Ahora puede entrar todo aquel que está cubierto con la sangre de Cristo. ¡Tú puedes entrar al lugar santísimo a todas horas! Y te digo algo muy importante. Tú tendrías que tener temor de Dios cada vez que oras porque no entras solo o sola al lugar santísimo; no entras porque tienes méritos o porque eres un creyente de años o porque pones tus diezmos u ofrendas. Tú entras al lugar santísimo porque Jesús pagó el precio con su sangre preciosa. Entras mediante la oración y dices: “En el nombre de Jesús, amén”. Tú te presentas en el nombre de Jesús. Así puedes entrar a la presencia de Dios porque quien abrió el camino al lugar santísimo fue Jesús. Ese camino que Jesús abrió tiene que ver con la lanza que lo atravesó en su costado porque su propia carne fue abierta; esto es símbolo de que Él abrió el camino para que entremos al lugar santísimo. Y cuando oramos entramos a ese lugar en el nombre de Jesús. Venimos delante del Padre, y tenemos derecho a entrar porque Jesús nos dio ese derecho. Podemos orar a Dios personalmente, pedir perdón por nuestros pecados en el nombre de Jesús y hacer nuestras peticiones al Padre; y podemos entrar y salir cuantas veces queramos porque Cristo nos abrió el camino a través de su sangre preciosa. Es que Cristo pudo entrar porque no había en Él pecado y su sangre es perfecta y sin mancha; y sobre nosotros, los que hemos creído, está precisamente su sangre preciosa.

El pueblo cristiano tiene que entender que esa sangre tiene mucha importancia. Es la sangre preciosa de Jesús la que te habilitó, la que te limpió y te dio acceso al perdón de los pecados, y juntamente rompió las ataduras de la maldad. ¡Debemos dar gracias a Jesús por esto! En Hebreos 9:11 leemos: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. El lugar santísimo representa el lugar mismo de la presencia de Dios en el cielo y lo que dice el autor a los hebreos es que a través de Cristo nosotros no entramos en el lugar santísimo de un templo sino a la mismísima presencia de Dios. ¡Aquel que ha sido redimido por la sangre de Cristo tiene derecho a entrar en la presencia de Dios!

CONCLUSIÓN

Hebreos capítulo 12 habla de los que resisten y rechazan a Dios, y leemos a partir del versículo 18 lo que ocurrió en el Monte Sinaí, un lugar santo: “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aún una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando”. Y continúa diciendo: “…sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.

Hubo alguien que nos representó y lo hizo mal. Ese fue Adán. Y hubo alguien que se presentó delante de Dios en nuestro nombre y nos representó. Ese fue Jesús. Adán fue rechazado como representante; Jesús fue aceptado. Todos los que le hemos aceptado entramos juntamente con Él. Los que creemos en Jesús, hemos muerto juntamente con Él y hemos resucitado juntamente con Él; y reinamos juntamente con Él. Jesús nos incluyó en su sacrificio.

Tal vez necesitas un encuentro con Jesús y necesitas que su sangre te cubra, te limpie y te perdone. Tal vez no has tomado en serio ésto, pero entiendes que tienes que hacer un pacto serio con Jesús. Ya no tienes que jugar a ser un cristiano. Entiende que si vienes a Cristo es para unirte a Él, ser uno con Él y que en tu vida se tiene que hacer su voluntad y no la tuya. Entiende que con Jesús no se juega. Es demasiado serio lo que Él vivió y lo que hizo. No le niegues nada de lo que Él te pida. Tal vez lo has estado postergando, vives un cristianismo muy cómodo y nunca te la jugaste; siempre has observado de lejos, más Jesús hoy te dice: “Como yo di mi vida por ti, tú tienes que estar dispuesto a dar tu vida por mí”. El precio que se pagó por tu vida fue muy alto; fue el valor de la sangre de Jesucristo. Y Él está dispuesto a perdonarte, a cubrirte y a limpiarte con su sangre preciosa. Jesús quiere darte hoy su Espíritu Santo. Jesús no vino a buscar gente perfecta. Él vino a buscar enfermos para sanarlos; ha venido a buscar pecadores al arrepentimiento. Dile: “Señor, hoy quiero sellar un pacto contigo. Te doy gracias por tu sacrificio por mí, por haber derramado tu sangre para perdón de mis pecados y para darme acceso al lugar santísimo, a la misma presencia del Padre. ¡Gracias Jesús!”

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