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INTRODUCCION
Quiero hablarte del amor eterno. A veces, los cristianos no disfrutamos la vida cristiana porque no hemos conocido en plenitud el amor de Dios, y no conocer el amor de Dios nos provoca ciertos temores, ansiedades y soledades; no conocer el amor de Dios nos provoca cierta impotencia. No conocer el amor de Dios abre puertas para que algunos espíritus resentidos habiten en nosotros, lo que hace que no podamos olvidar que nos miraron mal, que nos trataron mal y nos hirieron; también hace que no podamos superar la ausencia de esa mamá o de ese papá que nunca nos amó. ¡El amor sana las heridas! El deseo de Dios que yo te manifiesto hoy es que tú seas lleno de su amor. Que el amor de Dios te inunde para que seas sanado, para que seas sanada.
Es importante que conozcamos el amor y lo disfrutemos. El amor le da dirección a nuestros pensamientos; le da dirección cierta a nuestras decisiones y a todo lo que hacemos. Cuando no hay amor, entonces hay incertidumbre, pero el amor nos guía a hacer lo que debemos hacer. Digamos que el amor nos direcciona. Cuando yo era soltero, servía en la iglesia y siempre me preguntaba con cuál mujer de la iglesia me casaría, y había muchas para elegir. Estaba desorientado, así que, miraba una y pensaba si sería esa, miraba otra y lo mismo. ¿Cuándo sé yo que amo? Yo no conocía el amor, y les preguntaba a algunos qué se siente cuando uno ama. Yo quería saber para no equivocarme, pero no encontré ni uno que me dijera bien qué se siente cuando uno ama de verdad. Aunque aprendí algo muy interesante. Si te caes a una piscina te mojas, y yo te pregunto, ¿te mojaste? “Acaso no ves que me mojé” me dirás. Del mismo modo, cuando tú estás lleno de amor, sabes que estás mojado de amor; cuando estás lleno de amor se te acaban las dudas porque tienes certeza. No como esos que van probando con una y con otra, tanteando, para saber con cuál de todas se quedará.
En la iglesia yo tenía para elegir, pero un día cruzamos la mirada con Marta; al principio no me había dado cuenta, pero comencé a fijarme cada vez más en ella. Marta vivía al lado de mi casa, como la canción de Palito Ortega que dice: “Al lado, justo al lado, vive, la que me tiene enamorado, ilusionado, trastornado, yo la tengo de vecina y está viviendo justo al lado”. Yo tenía tantas ganas de verla, y como éramos vecinos comencé a espiarla cuando salía a clase de piano, cuando se iba al liceo; de pronto me di cuenta que cada día me daban más ganas de verla y dije: “¿Qué me está pasando?” Y como he contado en varias oportunidades, me sucedió que cuando estaba tomando la sopa, de repente veía su rostro en la sopa. Otras veces estaba estudiando y entre las ecuaciones y las letras aparecía el rostro de Marta. Un día me digo: “Jorge, ¿no te has dado cuenta? ¡Estás enamorado!” ¡Había descubierto qué es lo que se siente cuando uno ama!
Cuando yo aún no sabía que ella era la mujer de Dios para mí, siempre pensaba en el día que me le declarara a una mujer, qué le diría. Cuando me enamoré de Marta sentía la necesidad de decirle que la amaba sin tantos rodeos porque ya se me salía por los poros. El día que me enamoré de Marta me di cuenta que ella era la mujer para mí y ya no tenía que buscar más. El amor direccionó mi vida hacia una sola mujer, porque el amor te lleva en la dirección correcta. Y así como sucede con el tema del amor entre un hombre y una mujer, sucede en muchos ámbitos de la vida. ¿Tienes que darle de comer a todos los mendigos que ves, que están padeciendo hambre? ¡No! El amor te va a direccionar a quienes tú les tienes que brindar ayuda. Y si no hay amor no le darás de comer a ningún mendigo y no serás movido a misericordia; más bien comentarás o darás tu opinión acerca del asunto, pero no será amor porque para que salga amor debes estar lleno de él.
DIOS ES AMOR
La Biblia dice que Dios es amor, por lo tanto, si estás lleno de Dios, entonces estás lleno de amor. Una evidencia de la presencia de Dios en tu vida es el amor que tienes. Una joven se apartó por ocho años de la iglesia porque se había enojado con una persona. Cuando no hay amor aparecen malestares, enojos, resentimientos. Le pregunté cómo le había ido y me respondió que hizo de todo y que había vivido perdidamente. Se había enojado por la injusticia de alguien y como no había amor en su corazón se enfrió y se fue de la iglesia. Y esto le sucede a mucha gente. No dejes pasar este día sin pedirle a Dios que te bautice con un bautismo de amor; pídele que te inunde y que todos los que se fijen en ti vean que estás empapado de amor. El amor no dejará que prevalezca el resentimiento dentro tuyo porque la misericordia emanará de adentro hacia afuera como un manantial. Verás a las personas y no las juzgarás por lo que dicen o hacen, sino que las amarás como Dios ama.
Una madre juzga a su hijo movida por el amor que tiene adentro y con ese amor lo corrige por lo que ha hecho. Una madre es capaz de ir a visitar a su hijo que ha cometido crimen a la cárcel y tratarlo como su hijito querido. Entonces intercede ante el juez por su hijo y pide ayuda porque lo ama, y aunque tiene más hijos, sin embargo, se le estremece las entrañas por ese que cayó. El amor logra cosas tremendas.
Leemos en Efesios 3: 14 en adelante: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”. Para poder amar hay que ser fuerte y quien no sea fuerte no puede amar. Y sigue diciendo Efesios: “…para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor…”
Pablo oraba para que sean fortalecidos en su ser interior de manera que Cristo viva en ellos para que sean arraigados y cimentados en el amor. Aquí se relaciona la presencia de Cristo y el amor en la vida del creyente. El apóstol Pablo oraba entonces: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.
¿Qué significa la palabra plenitud? Significa la totalidad de Dios en nosotros. El apóstol Pablo no habla de cosas ideales, sino que se refiere a cosas ciertísimas; por lo que, si Cristo habita con poder en nuestros corazones, entonces estamos arraigados en el amor, y cimentados en ese amor de Dios que es muy ancho, muy alto y muy profundo. Nosotros conocemos ese amor y ese amor hace que habite en nosotros la plenitud de Dios. ¿Dónde habita Dios? ¿Dónde habita la plenitud de Dios? Donde Cristo reina. Y si el Señor reina, reina su amor en nosotros. No es cuestión de preguntar cuál es la voluntad de Dios. Si tú estás lleno de Dios, su amor te va a guiar a hacer su voluntad. La voluntad de Dios la vas a conocer cuando conozcas el amor de Dios, ese amor que el Señor quiere derramar hoy sobre ti. Dios no quiere enseñarte el amor, Él quiere empaparte con su amor, y así nunca más dirás que no sabes lo que es amar.
Por muchos años me angustié por personas que me miraban con mala cara. Yo terminaba cansado todos los días de predicar y ministrar a las personas, ayudando al que podía, y muchos me juzgaban y me decían que me faltaba amor, entonces yo me perseguía y oraba: “Señor, ¿qué me falta? ¿Por qué me juzgan? ¿Qué estoy haciendo mal?” Y llegó un punto en que me di cuenta que me querían hacer creer que yo no tenía amor, pero sí tengo amor. Mi esposa tiene amor y sé que me ama porque me ha soportado muchos años. Aunque todos los años es lo mismo, llevo veintinueve años siendo acusado de toda clase de males, pero no me van a convencer de que yo no tengo amor. ¡Yo estoy lleno del amor de Dios! ¡Tengo pasión por predicar de Dios! Sé que el amor de Dios transforma las vidas.
Dos adolescentes de diecisiete años han hablado conmigo y las dos me dijeron que me ven como un papá. Yo les pregunté cómo les había ido con su papá y no me contaron nada bueno; y a mí, ellas me veían como un papá. Una de las jovencitas me dijo que se acercó a mí porque sentía confianza y que nunca había podido confiar en su padre como para contarle sus vivencias. Entonces me contó que viendo una película con un chico se agarraron a los besos y aunque no llegó a más se sentía muy mal porque le falló a Dios y me pidió que la ayudara. La otra también me dijo que se había alejado de Dios y de la iglesia, esa que se había enojado con alguien y se apartó. Entonces me dijo: “Yo quiero que usted me ayude. Quiero que sea mi papá”. Y yo la abracé. Hay abrazos que son sanadores. Cuando hay amor, un abrazo bien intencionado destruye las fortalezas más impenetrables, y digo bien intencionado porque hay abrazos que no son convenientes. Nunca olvido una mujer que se me acercó desesperada porque había descubierto que su esposo adulteraba con varias mujeres. Y me dijo: “¡Veinte años he estado acostándome con un demonio! Él me engañaba y yo lavándole la ropa y haciéndole de comer todos los días. ¡Es un desgraciado!” Yo le pregunté si nunca se había dado cuenta que algo andaba mal en su matrimonio, porque el amor te da entendimiento.
EL AMOR TE DIRECCIONA
Al comienzo te dije que hablaría del amor eterno. Jeremías es catalogado como el profeta llorón, y él escribió el libro de las lamentaciones de Jeremías. Todo el libro es un lamento; tanto el libro de Jeremías como el de Lamentaciones. A él le tocó vivir cuando Dios juzgó a Israel y esta nación fue llevada cautiva; y Jeremías fue uno de los esclavos. A él le había tocado hablarle al pueblo de parte de Dios, pero el pueblo no lo escuchaba; pensaba Jeremías, que cada vez que hablaba, se armaba lio, entonces dijo: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude…Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho…porque no me mató en el vientre, y mi madre me hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?” (Jeremías 20).
Jeremías llegó a detestar el haber nacido. En medio de la prueba quiso levantarse contra Dios, pero no pudo porque el amor de Dios lo venció. Ese amor hoy quiere cambiar tu dirección y quiere bendecirte. A Jeremías le tocó decirle al pueblo que por setenta años iban a ser esclavos y así fue. Y su tierra, Samaria, fue desolada. Setenta años de desolación, de dolor, de destrucción. Pero Dios toma a Jeremías y le hace escribir y pregonar: “En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por pueblo. Así ha dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo”. (Jeremías 31: 1 y 2)
Sientes soledad, impotencia, amargura y tristeza, mas Dios hoy te dice: “No te hagas problema, yo le hablo a la gente en el desierto. Hoy termina el desierto para ti. Hoy se acaba el dolor, hoy se acaba el resentimiento y la frustración. Hoy nace la esperanza”.
Entonces dijo Jeremías: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3). Dios te dice: “Tú que te haces el bueno, quiero decirte que te amo tanto, que te estoy prolongando mi misericordia. Porque te he amado con amor eterno. Mi amor no depende de tus malas decisiones; no depende de tus malos caminos, ni de tul mal genio, ni de tus pecados. Mi amor por ti es eterno, no importa lo que hagas. ¡Te amaré siempre!”
Me duele cuando los cristianos dicen que sienten que Dios no los ama, que no se acuerda de ellos y no responde a sus oraciones. Yo te digo que Dios nunca se olvidó de ti. Recuerdo cuando Danilo Montero contaba que se quiso alejar de Dios y en un momento cuando se encontraba en un boliche sintió la presencia de Dios y le dijo: “Déjame pecar tranquilo, Ya no me persigas”. Dios está ahí, cuando estás cometiendo pecado, se duele, pero te ama con amor eterno.
Así dice Jeremías: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas”. Le llama virgen a una nación prostituida, idólatra, que se había postrado delante de otros dioses. Aprovecho para aclarar que hay chicas y chicos que han prometido guardarse para el día en que Dios les dé su esposo y esposa, pero no han cumplido su promesa a Dios y el diablo te condena más aún. También oramos por mujeres que se han prostituido y le hemos pedido a Dios que las limpie y purifique de tal modo como si nunca hubieran tenido contacto sexual. Oro para que Dios limpie a las mujeres y hombres que han ensuciado sus vidas con el pecado sexual, y sean bendecidos en esta hora y libres en el nombre de Jesús. Tal vez tu padre o tu padrastro te ha abusado, mas hoy Dios puede limpiarte y restaurarte de modo que ya no te sientas inmundo o inmunda. ¡Su amor por ti es eterno!
Entonces Dios le dijo a su pueblo: “Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas”. Tú que creías que tu dolor sería eterno y nunca más ibas a poder alegrarte. ¡Tu Dios es eterno y su amor por ti es eterno! Tú creías que tu herida nunca más se iba a sanar, pero yo te digo que el amor eterno de Dios es el remedio más poderoso que hay para esas heridas que parecen eternas. Ningún dolor, ninguna herida es eterna; pero el amor de Dios sí lo es. Dijo el Señor: “Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor” (Jeremías 31:13). Yo he tenido heridas de esas que pareciera que nunca iban a dejar de doler. Un día le dije a Dios: “Señor, aunque tú cambiares todas las cosas, este dolor que siento no se me va a ir nunca. No lo vas a poder sanar”. Pero la Biblia dice que Dios hace la herida y Dios la cura. Ese dolor que creía me iba a marcar para toda la vida, se fue. ¡Dios me sanó! Porque el amor de Dios sana las heridas. No tuviste papá, pero Dios se revela como tu papá. Tu mamá te despreció, sin embargo, Dios te dice: “En mis manos te tengo esculpida”. “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” (Isaías 49: 15).
¡Dios nunca se va a olvidar de ti! ¡Nunca va a desechar lo que ha creado! “Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo” (Jeremías 31:16). Volverás de la tierra de la amargura, de la soledad, de la impotencia y del dolor. ¡Dios te va a librar hoy de tu cautividad porque con amor eterno te ha amado! ¡No llorarás más lo que has vivido! El Espíritu de Dios es un Espíritu consolador. A veces nos resistimos a ser consolados, queremos retener el dolor; sin embargo, cuando llega la presencia de Dios ese dolor se va. Tú tienes que romper con las ataduras del dolor y de los recuerdos de lo que te han hecho o te han dicho y que te atan. Tienes que dejar que Dios toque tu vida hoy.
Dice el Señor en Jeremías 31: 25: “Porque satisfaré al alma cansada, y saciaré a toda alma entristecida”. El cansancio del alma es el fruto del fracaso. Hay personas que ya no quieren fracasar más, son como esos que se quemaron con leche y cada vez que ven una vaca lloran. El alma se frustra y se cansa, mas Dios quiere renovarte el corazón, quiere renovar en ti la esperanza. El desierto quiere debilitar las fuerzas, el corazón y la fe. El desierto es lo que has vivido; por ejemplo, tu cónyuge que te rechazó y te abandonó o que te ha dicho palabras hirientes. El resultado es amargura, confusión, falta de dirección. Dios quiere cambiar esa situación y te dice: “Yo soy tu Padre, el que sana tus heridas, el que satisface tu alma cansada y alimenta con pan del cielo tu corazón entristecido. No pienses más en tu fracaso. Yo no soy un Dios que fracasa. Yo soy tu Dios, el Dios de la victoria”.
CONCLUSIÓN
Viene a mi memoria una mujer que tiene cinco hijos; tres de un hombre y dos de otro. El hombre último con el que estuvo abusó de los tres hijos que no eran de él y de un hijo propio. ¡Cuatro hijos abusados! El hijo mayor, de quince años, cuando tenía seis años le contó a su madre que el hombre abusaba de él, pero ella no lo tomó en cuenta. La mujer había vivido una vida tan dura que tenía miedo quedar desprotegida y no quiso ver lo que el hijo le decía, y no le creyó. Por no perder el techo y la comida para sus hijos. Su hijo vivió repetidas veces ese calvario hasta los quince años sin que nadie le creyera. Imagínate el dolor de ese hijo. Un psicólogo dijo que él usaba esa historia para separar a la madre de su esposo porque no quería al padrastro, entonces inventó una historia. Pero cuando se descubrió que ese hombre violó a su hermanita de siete años y a otro de sus hermanos, le creyeron. ¡Qué dolor! Esa madre, de pronto se dio cuenta que ha sido muy mala con sus hijos y no los cuidó como debía, prefiriendo al hombre que le daba sustento, y tapándose los ojos para no ver la realidad.
Cuando prediqué este mensaje del amor de Cristo, ellos estaban presentes. Les hablé uno por uno a esos niños del amor de Dios; el más grande lloraba desconsolado. Le pregunté si podía perdonar a su mamá. El joven sacó de adentro todo su dolor, entonces, después de orar me dijo: “Dios me ha dado la mejor madre del mundo”. ¡El amor de Dios y su misericordia se apoderaron del corazón de ese chico! De pronto la mujer comenzó a llorar con gritos desgarradores al descubrir lo que ella había permitido que sucediera en su propia casa. Oramos, y luego ella les pidió a sus hijos que la perdonaran. Los niños ponían sus manos sobre su mamá y la abrazaban. Cuando terminamos de orar, la mujer me dijo: “¡Tengo una paz que no se puede explicar!”
No te estoy dando teorías. ¡El poder del amor de Dios es maravilloso! Dicho sea de paso, hicimos la denuncia del caso que es lo que corresponde. Cuando un hecho de estos no se denuncia, el violador tiene libertad para seguir violando a otros. No se trata de no amar, se trata de amar y hacer justicia. No hay amor sin justicia. La justicia más grande es el amor. No creas que, porque es el abuelo, el papá o el tío no hay que denunciarlo. Son demonios inmundos que se apoderan de la mente y el corazón de esas personas y tienen que ser frenados por la ley, sin olvidar el amor y la misericordia. Lo cierto es que al final fue una fiesta, cinco niños llorando de gratitud y alegría, y una madre aliviada porque sus hijos la habían perdonado, porque Dios la había perdonado. ¡El amor de Dios es real! Dios hoy puede llenarte de su amor y de su presencia.
Si estás necesitando que el amor de Dios llene tu vida para poder olvidar, perdonar y enfrentar la vida y para tener fuerzas para hacer lo bueno y lo que corresponde, este es el momento de regresar a Él. Tú que necesitas la guía de Dios para saber cuál es su voluntad, y ahora sabes que es el amor de Dios que te guía correctamente, entrégale a Dios tu carga, tu historia, tus frustraciones y déjate llenar con su amor. Su amor sana tus heridas y restaura tu vida. Aunque nadie te haya amado, Él te ama con amor eterno.
ANEXOS: