LA ORACION Y LA VOLUNTAD DE DIOS - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

LA ORACION Y LA VOLUNTAD DE DIOS

INTRODUCCIÓN

La oración y la voluntad de Dios son dos cosas que están íntimamente ligadas, pero no se conoce bien cuál es el propósito de Dios con esto de establecer el diálogo con Él por medio de la oración. ¿Sabes por qué Dios creó los cielos y la tierra? ¡Porque se le dio la gana! ¡Por su voluntad! Él hizo todo y no había nadie para discutirle cómo hacerlo. Yo no estaba; tú tampoco. O sea que por su soberana voluntad ha establecido todas las cosas. Dios nos creó a nosotros y creó a los ángeles, entre ellos a satanás y todos los demonios. Te preguntarás por qué. ¿Por qué creó al hombre sabiendo que éste iba a pecar, y por qué creó a satanás sabiendo que se iba a rebelar? ¿Acaso le salió mal el experimento? Dios lo sabía todo, y aun así, ¿por qué lo hizo? La respuesta es sencilla. ¡Porque se le dio la gana! ¡Lo hizo por su soberana voluntad! Yo no estaba ahí, si no, le hubiera dicho: “¡Eh, eh, no lo crees a satanás!” Si hubiera estado ahí tal vez le hubiera cuestionado un montón de cosas, pero no había nadie para decirle cómo hacer las cosas. Dios creo al sapo, ¡y qué feo es! Entonces, si es tan feo, ¿por qué lo creó? ¡Por su soberana voluntad!

O sea que hay cosas que escapan a nosotros al tratar de explicar por qué. Otros, que no quieren saber nada con Dios, niegan su existencia y aseguran que todo surgió de una explosión. Nosotros, el sapo, ¡todo!, aun satanás también salió de la explosión.

Hay una cosa que es primordial, y es saber que cuando uno se acerca a Dios tiene que aprender que hay algo que es inviolable, algo que es estúpido querer enfrentar, y eso es su soberana voluntad. A mí me parece que su soberana voluntad existe para que quede claro quienes lo aman y quienes no, quienes lo siguen y quienes no, y quienes están dispuestos a entender que lo importante es hacer su voluntad y la de nadie más. Entonces, lo más importante en el universo, además de Dios, es su voluntad. Por lo que, aquellos que amamos a Dios y le buscamos, debemos entender que es primordial su voluntad y dejar de creer que la oración que hacemos es para que Dios haga nuestra voluntad. Dicho esto, entremos en el tema de la oración.

¿QUÉ ES LA ORACIÓN?

La oración es como una línea de comunicación con Dios para que no quedemos perdidos de su voluntad, porque finalmente va a prevalecer la voluntad de Dios, y nadie le va a discutir si está bien o está mal lo que hace. ¿Quién es el que se cree sabio que le va a decir que su voluntad está errada? ¿Quién cree que tendrá suficiente poder para enfrentar a Dios y torcer su voluntad? ¡No existe! El único que se ha levantado contra Dios y a quien el Señor habilitó fue satanás y ha sido derrotado. Y Dios le ha concedido a la humanidad arrepentirse de sus pecados, es decir, arrepentirse de haber hecho todo aquello que está fuera de su voluntad. Todo aquello que viola la voluntad de Dios, que son sus principios y su ley, es pecado. ¿Quién te crees que eres para discutir la voluntad de Dios?

Cuando hablamos de la oración, hablamos también de la voluntad de Dios; por ejemplo, hemos aprendido de Jesús que le pidiéramos al Padre en su nombre. Es por eso que cuando oramos, decimos: “En el nombre de Jesús”. ¿Y por qué tenemos que orar en el nombre de Jesús? Porque Jesús fue el único ser humano que hizo toda la voluntad de Dios; por lo tanto, quedó habilitado en la tierra por cuanto hizo la voluntad de Dios. Entonces, Él, que había cumplido con toda la voluntad de Dios, nos dijo: “Si quieren algo que Dios les haga, vayan en mi nombre. Díganle que van de parte mía”. Y Dios dijo de Jesús: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

Yo he establecido recientemente contacto con una persona importante, pero no puedo ir por mi cuenta delante de ésta, porque no me ve con buenos ojos. Pero, esa persona estuvo en Israel con un amigo mío que me aprecia, entonces, este amigo le habló de mí, le sugirió que se tomara un café conmigo y me conociera bien, a lo que el hombre accedió por petición de ese amigo. Entonces, él me manda el contacto para fijar una entrevista con ese hombre y me sugiere: “Dígale que va de parte mía, yo ya hablé con él”. Cristo murió en la cruz del calvario, resucitó al tercer día, ascendió al cielo, habló con el Padre a tu favor, te está defendiendo porque es tu abogado ante el Padre y te dice: “Preséntate ante el Padre en mi nombre”. ¿Y por qué puedes ir en el nombre de Jesús? ¡Porque Él se lleva bien con el Padre! Cuando tú oras, debes tener en cuenta que tu oración adquiere importancia cuando vas al Padre en el nombre de Jesús. ¿Tú creías que es una frase armada cuando oramos y decimos en el nombre de Jesús? ¡No! Es como una tarjeta de presentación que nos da el Señor para ir en su nombre. Entonces, ¿nos acercamos confiadamente al Padre en el nombre de Jesús y pedimos lo que queramos? ¡No! No puedes ir a Dios y decirle: “¡Oh Padre, te pido en el nombre de Jesús, que reviente mi suegra! No puedes pedirle al Padre una cosa semejante en el nombre de Jesús. O sea que hay que cumplir otro requisito.

Es importante ir ante el Padre en el nombre de Jesús, porque el Señor fue quien cumplió la voluntad de Dios en todo; pero Él no te diría: “Si vas a robar un banco, dile a Dios en mi nombre que te ayude porque vas de parte mía”. Entonces, además de presentarte ante el Padre en el nombre de Jesús debes orar conforme a la voluntad de Dios. ¡Aquí se complica el asunto! ¿Cómo sé yo cuál es la voluntad de Dios? Hay versículos de la Biblia que nos animan a orar, uno de ellos se encuentra en Mateo 7:7: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Claro, hay quien dice que ya pidió y no se le dio, que buscó, pero no halló, y aunque golpeó no se abrió ninguna puerta. Precisamente porque hay que cumplir ciertos requisitos, pero es necesario pedir, buscar y llamar. ¿Hasta cuándo? Hasta que lo recibas, hasta que lo halles y hasta que se abra. Esto significa que hay que insistir en la oración, pero hay que insistir cuando sé que lo que estoy orando es conforme a la soberana voluntad de Dios. Si no, ¿para qué vas a pedir, buscar y golpear? Quieres casarte, entonces andas buscando a alguien que te guste y Dios te quiere dar una persona que te sirva. No es cuestión de que porque te gustó alguien comienzas a pedirle a Dios que te lo dé sólo porque te gusta mucho. Primero tienes que saber si es la voluntad de Dios o no que esa persona sea para ti. Cuando sé que algo es la voluntad de Dios pido con fe y no voy a parar porque la fe me llevará a no detenerme. ¿Y por qué hay que pedir tanto? Porque hay todo un infierno que se levanta contra tus peticiones, porque no quiere que se haga la voluntad de Dios. Pero tú qué sabes que lo que estás pidiendo es la voluntad de Dios, con más fe y más ganas pides; entonces se establece una guerra espiritual, el infierno contra tu oración y tú contra el infierno. ¿Quién perderá? ¡El infierno!

Hay guerras que se ganan, no porque uno sea muy inteligente o porque tiene mejores armas; hay guerras que se ganan porque uno persevera. El que se cansa, pierde. El que se cansa demuestra que no tiene voluntad y demuestra que no tiene fe porque a la fe no la detiene nada. La fe es lo que Dios nos ha dado y tiene el poder y la capacidad que me lleva a creer que lo que estoy orando va a suceder. Tal vez si no eres una persona de oración esta palabra te anime a comenzar a orar. Porque lo que Dios quiere hacer en la tierra, su soberana voluntad, la ha atado al pedido de aquellos que le buscan y le aman. Respecto a esto, una de las frases de Whatchman Nee es: La tierra manda al cielo. O sea que la soberana voluntad de Dios se ejecuta en la tierra porque sus hijos, a quien Él ha autorizado, son las voces autorizadas que piden desde la tierra al cielo.

¿Y por qué hace Dios eso? ¡Por su soberana voluntad! ¿Por qué Dios ha limitado su voluntad a la oración de sus hijos? Porque nos hizo a su imagen y a su semejanza, y nos puso como administradores de su creación. ¡Mira qué respetuoso es el Señor! ¡Bendito sea su nombre! Dios le dice a una mujer que no es casada: “Tengo para ti un hombre conforme a mi corazón”. Tú lo miras y le dices: “¡Ese no! ¡No me gusta!”. “Yo ya te mostré mi voluntad” te dice Dios, “ya no me meto”. Entonces, queda atada la voluntad de Dios a la voluntad del creyente, porque el Señor lo ha hecho socio de su reino, hijo del Rey, habitante del palacio real. Cuando yo sé que algo es la voluntad de Dios, pido, pero no dejo de pedir hasta que lo reciba, busco y no paro hasta que lo halle, y golpeo la puerta hasta que se abra. Y nada va a detener la voluntad de Dios si he entendido que la tengo en mi corazón. O sea que, nada me va a detener cuando yo tengo la certeza de que estoy haciendo la voluntad de Dios.

LA ORACIÓN QUE DIOS ESCUCHA

Leemos en 1ª de Juan 5:14: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”. Aunque en Juan 9:31 leemos: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye”. Y esto es palabra de Dios y el Señor no miente, pero tiene condiciones. Si pedimos algo conforme a lo que a Dios se le da la gana, sabemos que Él nos oye. Ya he contado que he tenido una lucha de oración que duró dos años y fue cuando me enamoré de Marta, mi esposa, y ella decía que no se iba a casar conmigo. Mi lucha era saber si estaba dentro de la voluntad de Dios o no. Y cada vez que yo decía: “¡Ya está! ¡No aguanto más! ¡Que se pudra! ¡No quiero amarla! ¡Quiero odiarla!”, Dios me daba un pasaje de la Biblia, y era como que me pusiera más combustible para que yo siguiera. ¡Y valió la pena seguir! Tenemos más de cuarenta años de casados y no me canso de admirar su belleza. Uno tiene autoridad, poder y osadía solamente cuando sabe que lo que está orando es la voluntad de Dios. Entonces, aquellos que somos osados y no retrocedemos, sino que continuamos orando, creyendo y haciendo, pasamos por prepotentes que lo manipulamos a Dios. Te voy a decir que la fe tiene permiso para manipular a Dios. ¿Suena feo, no?

Recordemos lo que dice la Biblia en Mateo 15: “Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel…No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”. ¡La mujer tenía fe! Otro caso fue la mujer que tocó el manto de Jesús. Mucha gente lo rodeaba al Señor y la multitud lo apretaba, por lo que la mujer pensó que sería imposible llegar a Él, pero sabía que si tan sólo tocaba el borde de su manto sería sana. ¡Tenía fe! La fe expone la voluntad de Dios.

Te darás cuenta que tu voluntad no es importante; lo que importa es la voluntad de Dios. Los cristianos somos personas que hemos renunciado a nosotros mismos, hemos muerto a nosotros mismos y nos hemos despojado de nuestra voluntad por amor a Cristo. Sí, somos los que hemos renunciado a nuestros preciosos proyectos, hemos renunciado a lo que amábamos porque amamos más a Cristo, y entonces nos hemos aferrado al Señor y hemos venido a ser uno con Él, carne de su carne, hueso de sus huesos. ¡Hemos abrazado su causa y nos hemos enrolado como soldados del ejército de Dios! Todo será quemado, disuelto y destruido porque el mundo y el cosmos han sido contaminados por el pecado del hombre, pero hay cielos nuevos y tierra nueva, y ahí vamos a estar los que amamos la voluntad de Dios.

¿Amas a Dios o no le amas? ¿Dónde estarán los que se enojan con Dios? ¿Qué lugar van a tener? Yo puedo orar conociendo la voluntad de Dios, puedo orar sin conocer su voluntad, y puedo orar contra la voluntad de Dios. Podría orar: “Padre, yo sé que quieres que sea pastor, pero te suplico en el nombre de Jesús que me ayudes a ser corredor de fórmula uno”. Muchas veces oramos contra la voluntad de Dios y nos empecinamos. Siempre recuerdo a esa mujer que dijo: “Si se muere mi abuela me muero”. Y la abuela tenía noventa y nueve años, estaba desesperada por irse con el Señor. “Me enojé con Dios. Ya no creo más en Él porque le pedí que no se llevara a mi abuela y se murió”. La mujer empecinada en que la abuela era su vida. Ella fue quien la amó y la crió, y ahora se iba a sentir desprotegida sin su abuela; o sea, se sentiría desprotegida sin su diosa. No le conformaba Cristo, ella quería a su abuela viva, aunque no pudiera ni respirar, pero viva. Eso es orar contra la voluntad de Dios.

Examina bien tus oraciones. Muchos me han pedido oración porque se iban del país. “¿A qué te vas a Estados Unidos?” les he preguntado. “A vivir” fueron sus respuestas. “¿Dios te ha dicho que te fueras?” insistí, a lo que me respondían: “No sé”. La excusa era que que acá no hay trabajo, y esto, y lo otro. Pides que te bendiga y no sabes si es la voluntad de Dios. Te vas por cuestiones de dinero. Perdóname, pero no te puedo bendecir. Una mujer desesperada me pidió oración porque estaba endeudada y cuando iba a comenzar a orar por ella, el Espíritu Santo me dice: “Preguntale si diezma”. Así lo hice y ella me respondió que no podía diezmar porque tenía muchas deudas. La Biblia habla acerca de esto en Malaquías 3: 8 y 9: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”. Yo no puedo bendecir lo que Dios ha declarado maldición. Gente que se me ha acercado con los ojos llenos de odio a pedir bendición. Yo antes de orar le pregunto si odia a alguien y afirmativamente odia a alguien por cuanto le hicieron esto y esto y esto. Yo le digo que tiene que perdonar y se niega. ¡Ah, pero quiere la bendición de Dios! Si tú no perdonas, Dios no te perdona. Puedes orar contra la voluntad de Dios. Lo lamento, pero si tú no perdonas yo no te puedo bendecir. Le pides a Dios por una casa, le pides a Dios por tu matrimonio y para que te vaya bien, pero odias a alguien. ¡No estas orando conforme a la voluntad de Dios! Y encima te enojas con Él porque no te contesta.

También puedes orar ignorando la voluntad de Dios. Esto es, pedir algo, y como no sabes cuál es la voluntad de Dios, entonces dices: “Que se haga tu voluntad”. “Señor, te pido por Juancito que lo sanes y que no se muera, si es tu voluntad”. Con eso quedas bien. “Señor, quiero un esposo si es tu voluntad”. Cuando no sabes si es la voluntad de Dios te falta fuerza, te falta fe y empeño, y difícilmente vas a vencer. Porque cuando uno ora, lo tiene que hacer con fe. Quien ora con fe, ora con certeza que es conforme a la voluntad de Dios. Lo más importante es aliarse a Dios en su voluntad. Si le pides a Dios que haga algo si es su voluntad, es que no te importa mucho. Es como decir: “Señor, hace lo que se te cante”. ¡Dios quiere aliados! Gente que conozca su voluntad y esté dispuesta a orar para que su voluntad se haga. Entonces se puede orar desconociendo la voluntad de Dios y es muy fácil eso porque es una oración sin compromiso. Como que no tienes parte en el asunto, pero Dios quiere que tengas parte. Uruguay y las naciones serán bendecidas porque hay gente que ora con la certeza de que Dios quiere bendecir su nación. La Biblia señala que todas las naciones se presentaran delante del trono de Dios. Uruguay es una nación que se jacta de ser atea, agnóstica y laicista. Pero le hemos pedido a Dios que Uruguay esté en la lista de las naciones que se presentarán delante de Él. Es por eso que yo hace veintiocho años vengo declarando con fe que en Uruguay veremos la gloria de Dios.

Leemos en Juan 9 que Jesús sana a un ciego de nacimiento en día de reposo. Lo llevan luego ante los religiosos y estos insistían que no se podía hacer eso en día de reposo. Si lo hizo fue contra la ley y la voluntad de Dios. Hasta dijeron del Señor que por hacer eso, por Beelcebú, el jefe de los demonios lo hacía. “Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta. Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos…” (Juan 9: 17 al 21).

Todos pertenecían a la sinagoga, todos eran judíos y creyentes; pero si alguien contradecía a los líderes del judaísmo lo expulsaban de la sinagoga. La respuesta de los padres del ciego sanado, me recuerda una anécdota de la segunda guerra mundial: Era tiempo de guerra y los soldados van a la casa de un campesino y comienzan a hacerle preguntas: “¿Qué les da de comer usted a las gallinas?” A lo que él les responde que les daba de lo que cosechaba. “¿Usted no sabe que nosotros necesitamos alimentar a los soldados y está alimentando a los animales con lo que los soldados necesitan?” Entonces lo mataron contra el paredón. Van a otro campesino y le hacen la misma pregunta, y éste dijo que las alimentaba con maíz. ¡Otro que fusilan en el paredón! Entonces, un campesino que estaba mirando todo, se la vio venir, y cuando le preguntaron a él qué les daba de comer a las gallinas, les respondió: “Mire, yo les doy unas moneditas y que se compren lo que quieran”. ¡Así hicieron los padres del muchacho que había nacido ciego!

“Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él. Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Él les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? Y le injuriaron, y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye”.

Uno que no sabía mucho de religión ni de doctrina dijo una verdad muy grande. En la época en que yo oré por Marta, me compré de la librería todos los libros que hablaban de oración, y en un libro decía: “A veces Dios contesta que sí, y a veces contesta que no”. Pero en otro leí: “Dios siempre contesta que sí”. Dios siempre contesta que sí, pero si tú cumples todos los requisitos. Él no contesta que no. Dios no oye a los que piden fuera de su voluntad. ¡No te gastes! Si oras fuera de la voluntad de Dios, Él no te va a responder.

CONCLUSIÓN

Una pariente mía, tenía problemas muy serios en su matrimonio. Un día oró: “Señor, no aguanto más. No quiero vivir más. ¡Por favor, llévame! Ella tenía un hijito pequeño. Después de orar un tiempo así, comenzó a pensar quién iba a criar a su hijito si se moría. No quería que quedara al cuidado del padre del niño ya que la golpeaba a ella, entonces comenzó a orar: “Padre, llévate a mi esposo”. ¡A veces somos necios! Yo la ministré y oré por ella, su esposo cambió, trabajó duro por su familia, crió a su hijo, bendijo a su familia y les dejó herencia; años más tarde se enfermó de cáncer y murió. Ahora, mi parienta, tiene a su hijo casado y hoy disfruta de sus nietos.

¡Yo anhelo orar conforme a la voluntad de Dios! Cuando veo el infierno que está viviendo la sociedad, que los buenos iremos presos y los malos serán los grandes señores, a pesar de lo que pueda venir, no voy a cambiar la voluntad de Dios y seguiré orando para que su voluntad de haga en la tierra.

“Padre, hoy nos presentamos delante de ti, sabiendo que tienes un propósito eterno con la oración, y sabemos que es el medio para que se haga tu voluntad en la tierra. Tú nos has puesto en el mundo para interceder por tu voluntad. Señor, despiértanos para orar e interceder para que venga tu reino y se haga tu voluntad, así como en el cielo, aquí en la tierra. Declaramos que es tuyo el poder, la honra y la gloria, en el nombre de Jesús, amén”.

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