Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
WhatsApp:(+598) 095333330
INTRODUCCIÓN
Sin muerte no habría salvación, y la muerte fue el precio que Jesús tuvo que pagar; el precio no fue la resurrección. El precio de nuestra salvación fue el derramamiento de la sangre de Jesús. Cada pecado que hemos cometido ha sido cubierto con la sangre que Él ha derramado, eso si en verdad tomas en serio a Jesús y le crees. Y el que cree, recibe vida eterna.
Leemos en el evangelio de Lucas 24:7: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día”. Hay dos cosas que son necesarias según vemos en este pasaje de la Biblia: que Jesús sea entregado en manos de pecadores para ser crucificado, pero también es necesario que resucite al tercer día. Esto se lo dijo un ángel a unas mujeres que habían ido al sepulcro a buscar el cuerpo muerto de Jesús. Las mujeres se sorprendieron porque nadie piensa cabalmente que la resurrección de los muertos es algo tan real y fuera posible. Aún los cristianos vivimos sin tener conciencia de que vamos a resucitar. Nos angustiamos porque no llegamos a fin de mes, tenemos muchas cuentas que pagar, los problemas políticos en la nación y el mundo nos afligen y no estamos con esa expectativa, esa certeza o seguridad que el cuerpo que tenemos es un tabernáculo, es casa de Dios, pero es casa en el desierto.
Un tabernáculo o santuario era un lugar para Dios, allí estaba el lugar santísimo, pero ese tabernáculo era una cobertura, una edificación provisoria, y era, según la Biblia, sombra de las verdades o realidades venideras. En ese tabernáculo había elementos que tenían que ver con lo eterno. El lugar santísimo del tabernáculo era tipo del lugar santísimo en el cielo, donde mora Dios. Así que hay cosas que son visibles y tangibles y nos aferramos mucho a esas cosas, pero son pasajeras. Dios quiso hacer habitar su gloria y su presencia en el lugar santísimo, el lugar reservado para que se manifestara la presencia de Dios en el tabernáculo. Pero en el Nuevo Testamento o Nuevo Pacto, el tabernáculo o templo somos nosotros. Dios no habita en templos creados por manos de hombres. Tú eres un templo fabricado por Dios. Eres un tabernáculo, una construcción provisoria y temporal; con el tiempo se va a diluir, pero tenemos la promesa de Dios que recibiremos un cuerpo glorificado, un nuevo cuerpo, según Cristo, resucitado.
ES NECESARIA LA MUERTE PARA QUE OPERE LA RESURRECCIÓN
Deseo que el Espíritu Santo ponga en ti la expectativa de la gloria que estamos esperando. ¡Estamos esperando ver mayor gloria que la que hemos visto! Nada de lo que hemos visto se compara a la gloria que nos está esperando. A los que creemos en esa gloria, a los que creemos en la resurrección de Cristo nos tildan de gente sin cultura que se dejan engañar. Aquellos que escribieron la Biblia, dieron su vida por lo que vieron con sus ojos y palparon, aunque algunos dudaban, como Tomás, por lo que Jesús le dijo “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado…” (Juan 20:27).
Era necesaria primero la muerte. Nuestro espíritu vivificado y toda la gloria que Dios nos ha prometido ya está viviendo en nosotros, en una vasija de barro que es nuestro cuerpo y es lo que se ve, pero lo que no se ve es más importante. La vasija de barro es lo que se ve, mas el apóstol Pablo dijo: “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2ª Corintios 4:18). Luego leemos en 1ª de Corintios 15 lo que el apóstol Pablo les escribió a los cristianos de Corinto: “Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”.
El apóstol Pablo no sabía nada del ADN ya que no era científico, pero tenía conocimiento de parte de Dios. El Señor ha dispuesto las cosas de tal manera, que el cuerpo animal será transformado en la resurrección. Así lo dijo el apóstol Pablo en 1ª de Corintios 15: 52 “…en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. ¡Recibiremos un cuerpo glorioso, incorruptible y eterno! ¡Este es el tiempo de creerlo! ¡El primero en experimentar la resurrección fue Cristo porque Èl es la primicia de los que resucitaron! ¡Él fue el primero que resucitó! Aquí no hay ideología ni filosofía; aquí no hay invento de la mente de los hombres. Aquí hay palabra del Dios viviente. Celebramos que hace dos mil años Cristo resucitó de entre los muertos y fue el primero. Fue las primicias de los que resucitaremos.
Hay toda una creación visible y tangible que ya ha sido condenada porque ha sido afectada por el pecado y corresponde, como lo dijo Dios, la muerte. Primero es la muerte y después la resurrección. “Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual… Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”. Alma es de aquí abajo, Espíritu es de arriba. El Señor, a los creyentes nos ha engendrado en el Espíritu. La vida gloriosa está adentro, como en una semilla. ¡Adentro está el potencial de la gloria de los que hemos creído! Cristo dejó su gloria para hacerse hombre y habitó entre nosotros. “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2: 6 al 8). “El primer hombre es de la tierra, es terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales” señala 1ª de Corintios 15:47 y 48. Tal cual era el terrenal, somos los terrenales; y tal cual es el celestial, así somos los celestiales. No sé si estas enterado o enterada que nos ocurrirá a nosotros como le ocurrió a Cristo, porque Él se hizo terrenal, se despojó a sí mismo, cargó con nuestros pecados en la cruz del calvario y se levantó de la tumba con un cuerpo glorificado e incorruptible. ¡No puede morir! ¡No puede ser atacado! ¡Vive eternamente para que nosotros tengamos una firme señal de que como Él ha prometido esto, así hará con nosotros! El primer Adán trajo al mundo la identidad pecadora, el pecado; y los descendientes de ese primer Adán somos pecadores. Pero el segundo Adán trajo la perfección, trajo la obediencia; el segundo Adán venció el pecado y la muerte, y los que creemos en Èl tenemos su naturaleza.
Volviendo a Lucas 24, leemos así: “El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas”. Eran mujeres que habían venido desde Galilea con Jesús antes de que Él muriera. Era el primer día de la semana, el domingo, después de la pascua. Aunque en aquel tiempo no se llamaba domingo, sí se decía que era el primer día de la semana, y sábado, viene de Shabat y significa siete. También significa descanso, y deriva de la palabra Shalom. El sábado era día de descanso por eso las mujeres descansaron. Entonces, el primer día de la semana fueron al sepulcro y querían hacerle a Jesús como se les hacía a los muertos en esa época porque no habían podido hacerlo el día sábado. Marcos lo relata así: “Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” (Marcos 16: 2 y 3). La piedra era muy grande, y la sorpresa fue que cuando llegaron al sepulcro, vieron que la piedra había sido movida. ¿Para qué? ¿Si no sacamos la piedra no resucita? El Señor no necesitaba que le sacaran la piedra ya que podría haber salido igual. Pero de esa forma, las mujeres podrían ver adentro que ya no estaba ahí Jesús. ¡Jesús resucito y salió! Ya no era ese hombre débil.
“Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” Vieron la piedra corrida, el sepulcro abierto y a dos jóvenes con vestiduras resplandecientes quienes les dijeron: “No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea”. ¡Jesús ha resucitado! ¡No está en la tumba! Ve a la tumba de cualquier héroe religioso de la religión que sea y encontrarás sus huesos. Ve a la tumba donde pusieron a Jesús y no encontrarás absolutamente nada. Los líderes religiosos te dicen por acá es el camino, esto es lo que tienen que hacer, pero Jesús declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. (Juan 14:6).
“No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día” (Lucas 24: 6 y7). Esto es un contraste entre lo terrenal y lo celestial. Un contraste entre lo que se pudre y lo que prevalece. Un contraste entre lo que es temporal y lo eterno. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y le dio eternidad. El pecado destruyó la eternidad del hombre. Adán le entrego a satanás el dominio del planeta Tierra desobedeciendo a Dios. Adán no tuvo en cuenta a Dios; satanás lo engaño y él se metió en el asunto, y a Adán le gustó la idea de hacer lo que se le daba la gana. ¿Te gusta hacer lo que se te da la gana? Adán se volvió así una criatura temporal. No sólo vino la muerte sino también la condenación. La Biblia dice que el pecado es el agujón de la muerte y Cristo vino para destruir el aguijón de la muerte para devolvernos la vida eterna y darnos lo que Adán perdió.
No se puede experimentar la gloria, el poder, el honor y la magnificencia de la resurrección, sin experimentar primero la muerte. La muerte no viene cuando una persona termina en un cajón; la muerte viene cuando le dices a Cristo: “Tu eres mi Dios. Tú eres mi Señor. Te doy mi voluntad y me coloco el yugo de tu voluntad. Me niego a mí mismo para hacerme obediente y para ser tu siervo”. Lo primero es la muerte del yo, es la muerte del egoísmo y la soberbia. Dios no permitirá la entrada al cielo de ningún soberbio, a ninguno que se las crea. Dios no dejará entrar al cielo a quienes se crean suficientes. Dijo Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). Los soberbios no quieren cruz, no quieren entregar sus planes; los soberbios no quieren cambiar sus planes por los de Dios y Dios sigue diciendo: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55: 7 al 9). El que se las cree, con Dios pierde. “Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” dice el Señor en Isaías 66:2. Si eres de los que tiemblan a su palabra, la soberanía, la gloria y el poder de Dios vienen sobre ti. La vida gloriosa comienza antes que tu velorio. Pero antes de la vida gloriosa viene la muerte de tu yo. Primero muere tu yo, después muere tu cuerpo. Dijo Jesús: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24).
No podrás decirle a Dios cuando estés delante de su presencia: “Yo no lo sabía”. Hoy te estoy hablando palabra de Dios. Eres hijo de Dios o eres rebelde. No se puede experimentar la gloria de la resurrección sin experimentar primero la muerte. Uno valora la luz cuando ha estado en tinieblas y sale de éstas. En tinieblas andas a tientas porque no ves nada, y muchos le tienen miedo a la oscuridad. Cuando era chico mi mamá me mandaba a descolgar la ropa, era de noche, y yo decía que hacía frio, pero mi madre insistía que fuera. Entonces salía y miraba para todos lados, no vaya a ser que el cuco estuviera escondido por ahí. Yo para hacerme el valiente iba silbando. ¿Te sucedió que ibas caminando por ahí de noche y sentías como que alguien te seguía? Pero cuando sale el sol y llega la mañana, tú puedes ver el contraste entre la oscuridad y la luz. No se puede apreciar tanto la gloria de la luz si no has pasado por la oscuridad. Este contraste entre la oscuridad y la luz, el contraste entre la muerte y la resurrección es importante; porque mientras más entiendas lo duro, lo oscuro y lo malo de tus pecados y de las tinieblas que hay en ti, más vas a apreciar la luz de Cristo. “Yo soy la luz del mundo” dijo Jesús.
JESÚS: LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA
Leemos en Juan 11: 25 y 26: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Previamente, en este pasaje de la Biblia se relata la muerte de Lázaro, amigo de Jesús. El Señor amaba a Lázaro y a sus hermanas Marta y María. Jesús se demoró a propósito cuando le contaron que su amigo estaba muy enfermo y cuando llegó, la hermana, Marta, le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Y Jesús le respondió: “Tu hermano resucitará”. “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” afirma Marta. A lo que el Señor le declara: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Aquí no dice, el que creyó en mí, dice, el que cree en mí. El que cree sigue creyendo aun después de haber muerto porque los que creen siguen vivos. Y esto lo afirma la Biblia en Lucas 20:38: “Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”. El que está muerto y cree tiene vida, y el que está vivo y cree, no morirá eternamente, sino que tiene la vida. Luego de esta declaración de Jesús tan poderosa, el Señor le preguntó a Marta: “¿Crees esto?” Y hoy te pregunta a ti también: “¿Crees esto?” La diferencia radica entre el que cree en Cristo y el que no cree en Cristo. No se trata de aquel que hizo más obras buenas y el que hizo menos obras buenas. La diferencia no la hace las obras buenas que haces ni lo buena persona que eres. Eres un ridículo, eres ridícula si te comparas con otros que son peores a ti creyendo que eres mejor. ¿Con quién te vas a comparar para probar si eres bueno o malo? Andamos buscando en los creyentes quién es más falso y quien es menos; quién es más hipócrita y quién no. Con este me junto y con este no. ¡Quítate la viga de tu ojo, deja de mirar la paja en el ojo ajeno!
A continuación, Jesús hace sacar la piedra de la tumba, ora al Padre, le da gracias por lo que está por suceder. ¿Por qué agradece a Dios antes de que suceda? Porque el que tiene fe ya tiene lo que todavía no tiene. Y habiendo hecho esto, dirigió su mirada hacia la tumba y le grito al muerto de cuatro días, cuyo cuerpo ya hedía: “¡Lázaro ven fuera!” De pronto el muerto escuchó la voz de Cristo y resucitó.
Aquí quiero establecer una diferencia entre la resurrección de Lázaro y la resurrección de Cristo. Jesús resucitó a su amigo y le dio un cuerpo de carne y hueso como tenía antes, o sea que no era como la resurrección del Señor. Porque Lázaro volvería a morir, no sería él, el primogénito de la resurrección ni la primicia. El Primogénito de toda creación y la primicia de la resurrección es Jesucristo. Dios levanta muertos, pero aquí no nos referimos a los que fueron resucitados por un milagro a lo largo de la historia, sino que me refiero a la resurrección gloriosa del cuerpo glorificado de Jesús, quien nos ha prometido darnos un cuerpo conforme al suyo. Ciertamente, los que creemos en Cristo, vamos a resucitar, pero no como Lázaro, sino como Jesús. ¡Vamos a ser como Él! Dice la Biblia que el Señor no se avergüenza en llamarnos hermanos y comparte la gloria y la herencia con nosotros, y nosotros reinaremos juntamente con Él. ¡Es muy importante el plan que Dios tiene contigo como para que lo desperdicies y lo arrojes a la basura! Hay una muerte física que ocurre aquí en la tierra, donde los gusanos te comen; pero hay una muerte eterna, según la Biblia, donde el gusano nunca muere. Todo es sombra de lo que será. Lo que se ve, es paralelo a lo que no se ve. Hay muerte física, hay muerte eterna; hay condenación eterna. ¡Hay un infierno! ¡Yo te digo lo que dice la Biblia! El fuego no se apaga y el gusano siempre carcome. Ojalá te pueda asustar lo suficiente para que dejes tu soberbia y le entregues tu vida a Cristo.
Una poetisa escribió lo siguiente: “No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves Señor. Muéveme ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte. Y muéveme de tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera”.
El ultimo contraste que veremos se encuentra en 1ª de Corintios 15:12: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” Hay algunas religiones que niegan la resurrección, pero fomentan la reencarnación y dicen que Cristo es un ser evolucionado. Reencarnación no es resurrección.
La Biblia señala en Hebreos 9:27: “De la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. No les creas a esos que dicen que morimos siendo una cosa, pero reencarnaremos de otra, y así iremos reencarnando hasta auto perfeccionarnos. Jesucristo resucitó una sola vez y para siempre y ahora está sentado a la diestra del Padre; subió al lugar santísimo, a la presencia del Dios viviente, y allí intercede por nosotros. ¡La Biblia no habla de la reencarnación! También señala que hay una primera resurrección y hay una segunda; la primera es la de los que hemos creído en Cristo Jesús y participamos de su gloria, y la segunda, es la del resto, los que no creyeron y serán condenados. La segunda resurrección es para condenación y muerte eterna. “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”. Algunos declaraban que no hay resurrección porque en aquel tiempo ya pululaba el pensamiento de que había reencarnación. Por lo que, si te portas bien en este mundo, cuando mueras, reencarnarás en otro ser, depende de qué tipo. Unos opinan que si mueres siendo ser humano, reencarnarás en un ser humano, pero hay otros que creen que puedes venir siendo gusano y después en otra vida serías un arcángel. Nosotros creemos que Cristo ha resucitado y creemos que sí hay resurrección de los muertos.
“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1ª de Corintios 15:20). Los que dormían estaban esperando la resurrección. La muerte de Cristo, su sangre derramada en la cruz del calvario es suficiente para perdonar, para bendecir y dar vida eterna a todos los que creyeron en el Señor antes de su venida. Los que creyeron en la venida del Mesías. La primicia es Cristo, afirma la Biblia. Primicia significa primero y Cristo es la primicia de los que resucitamos. Celebramos entonces nuestra resurrección, la de quienes creemos en Cristo Jesús. “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1ª de Corintios 15: 21 al 23). Dice la Biblia que Cristo vino en carne. En su primera carta el apóstol Juan expresó lo siguiente: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1ª Juan 4: 2 y 3). Algunos señalan que lo que vieron no era un ser humano en el sentido total de la palabra, sino que era figurado, y que Cristo en realidad siendo Dios no sufrió. Algunos no enseñan que Jesucristo vino en carne. Pero era necesario que viniera en carne. ¿Qué significa esto? Que se haga como uno de nosotros. Era necesario que fuera así porque Adán le entregó a satanás el dominio del planeta Tierra y Cristo le quitó a satanás ese dominio. El primero fue desobediente, mas el segundo fue obediente hasta la muerte y no pecó, sino que agradó al Padre y tomó en nombre de todos los seres humanos el poder y la autoridad que Adán había entregado en el jardín del Edén. Era necesario que fuese un hombre. Es un hombre y es Dios. No podía dejar de ser Dios y tenía que ser hombre y viceversa. Él se tenía que despojar de su gloria y volverse dependiente de la gracia de Dios y de la dirección del Espíritu Santo.
CONCLUSIÓN
Con semejantes verdades se enardecen los demonios y yo le digo a satanás con tal certeza: ¡Diablo, no te derrotó Dios! ¡Te derrotó un hombre como yo! ¡El género humano se ha vuelto a levantar contra ti y te ha vencido el que murió en la cruz del calvario! ¡Jesús es nuestro representante! ¡Jesús es nuestro Señor! ¡Por nuestras venas corre su sangre! ¡Y sus promesas son verdaderas! ¡Diablo tu que te enseñoreas de los que están ciegos y no entienden estas cosas, estás vencido! ¡Si mi Cristo te ha vencido entonces yo también te he vencido! ¡Yo no soy más aquel que era! ¡Yo soy un hijo del Dios vivo! ¡Ya no soy el que hacía lo que me daba la gana, ahora hago la obra de Dios! ¡Diablo has perdido! ¡Cristo te venció y me ha dado a mí el poder de vencerte! ¡Cristo te pone bajo mis pies!
El Espíritu Santo que levantó de los muertos a Jesús te levantará también a ti. Dile: “Yo creo en ti y sé que no hay nada difícil para ti. ¡Tú me levantarás! Perdona mis pecados, lávame con tu sangre preciosa Señor. Rompe toda maldición y todo yugo que me esclaviza. Límpiame de toda maldad y vivifícame Señor. Te lo pido Jesús, para tu gloria y para tu honra, amén”.
ANEXOS: