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INTRODUCCIÓN
El temor apareció en el mundo por primera vez cuando Adán y Eva pecaron. Dios no hizo al hombre para que tenga temor ni para que viva en temor, es más, Dios ordena a sus hijos, a sus siervos, que no teman. El temor maldice, paraliza, enferma, angustia. Hay ciertos argumentos científicos que señalan que cuando uno tiene temor, los músculos se tensan, cuando tienes miedo se produce adrenalina, la cual al circular por tu organismo y al llegar al corazón, causa como reacción que la frecuencia cardiaca aumente. Se abren los ojos para que uno pueda actuar más enfocadamente y poner atención a aquello que voy a enfrentar. ¿Pero qué pasa si por causa del temor creo que soy un fracaso, que me va a suceder lo mismo de siempre porque me quemé con leche, entonces veo una vaca y lloro? Hay un temor que te sirve para ser prudente. La primera vez que hice un huevo frito, calenté bien el aceite, tomé un huevo, lo rompí en el borde de la sartén, levanté los brazos y lo lancé al aceite; cayó el huevo y me salpicó aceite caliente en la cara, así que yo, cada vez que veo una sartén lloro. Ahí apareció el temor prudente y aprendí a hacer huevo frito más delicadamente, tipo bailarín de ballet.
El diablo quiere que peques por defecto o por exceso; que no hagas la voluntad de Dios, o que te conformes con hacer sólo la mitad, y que Dios se aguante. Te retiene para que no hagas lo que Dios quiere. Pero si ve que estás empeñado en hacerlo te empuja a sentir miedo desatando poderes espirituales de maldad que generan temores en el corazón del hombre. El temor es mucho más que un sentimiento y una sensación; es verdad, es lo que uno siente, pero lo sentimos cuando opera dentro de nosotros un poder espiritual o un espíritu de temor.
En el mundo espiritual no hay vacíos; si tu ser está lleno de Dios, no hay lugar para el temor, no hay lugar para la angustia ni para la ansiedad. Hay poderes espirituales que empujan para entrar dentro de tu vida y producir efectos negativos llevándote a deshonrar a Dios. En este caso, si tienes temores, estás deshonrando a Dios, porque el temor no demuestra que tienes fe en Él y no demuestra que tienes esperanza y confianza. El Señor quiere que seas libre de temores es por eso que va a quebrantar el poder espiritual del temor en tu vida y va a desatarte en esta hora.
EL TEMOR ES ENEMISTAD CON DIOS
Los temores te hacen daño y no permiten que la gloria de Dios se vea en tu vida. Los temores producen reacciones en ti que son enemistad contra Dios. El diablo pone toda clase de pensamientos, como por ejemplo, el pensamiento que te hace declarar: “Dios no se acuerda de mi”. Cuando tú declaras esto no lo haces en función de alguna verdad bíblica que estás creyendo sino que es una sensación tuya, o una idea que te metió satanás en la cabeza. Seguro que una persona que piensa que Dios no se acuerda de ella tiene alguna angustia o temor, seguro que está desencajado o desencajada en alguna circunstancia. El diablo quiere robarte la fe, ya que si lo logra, te roba la bendición de Dios. Y la bendición que Dios tiene para ti es en función de la fe que tienes en Él. Entonces el diablo quiere quitarte la fe y para ello trata de infundirte temor y éste se levanta contra la fe, la opaca y debilita. Dios nos ordena que no tengamos temor y nos dice en su palabra que el que teme no ha sido perfeccionado en el amor, o sea que no conoce bien el amor porque el amor de Dios sobre nosotros produce confianza, fe y esperanza. ¿Qué miedo va a tener un bebé en los brazos de su papá o de su mamá? Tendrá temor su papá y su mamá, pero la criatura no tiene temor. Saber que tengo a Dios de mi lado genera confianza; me arrojo al vacío sin importarme nada porque sé que Él está conmigo.
Una verdad bíblica dice que los cielos de los cielos no pueden contener a Dios según expresa el rey Salomón en 2ª Crónicas 6:18. ¿A dónde habrá un lugar donde Dios no esté? El rey David dijo: “Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmo 139: 8 al 10). “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23:4). Y Jesús prometió: “…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28). ¿En qué estás creyendo? es la pregunta. ¿Estás creyendo en la palabra de Dios? Tú dices: “¡Yo siento que estoy solo! Quien se siente solo tiene miedo. No siente que está en las manos de Dios, tampoco siente que Dios está con él o con ella.
Hay cosas que pensamos y aseveramos que lo único que demuestran es que no tenemos fe ni confianza en Dios. De eso se aprovecha el espíritu de temor para entrar en tu corazón y en tu mente generando más temor, por lo que, a más temor, menos fe. Leemos en Génesis que Dios hizo un jardín donde puso al hombre a quien le dio libre albedrío. A veces nos preguntamos para qué Dios le dio libre albedrío al hombre, hubiera sido mejor hacer marionetas a las que podía manejar con hilos, así hacen su voluntad. Pero en ese caso, no seríamos a imagen y semejanza de Dios. El libre albedrío es la libertad que Dios le ha dado al hombre de decidir en contra de Él o a favor de Él, de estar de acuerdo con Él o disentir con Él. Hubo uno de quien Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento”. O sea, era el Hijo que lo ponía contento. ¿Por qué el Padre dijo esto de Jesús? Porque ya había quedado demostrado que Él vino a hacer la voluntad del Padre. Cuando Jesús tenía doce años de edad, José y María, sus padres, le recriminaron: “¿Por qué nos has hecho esto? Entonces él les dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Se había quedado discutiendo con unos doctores de la ley. Desde muy chico, Jesús tuvo conciencia de que el propósito de su existencia era hacer la voluntad de Dios, por eso declaró: “Yo no he venido a hacer mi voluntad sino la voluntad de mi Padre”. O: “Estas palabras que oyen de mí no son mías sino de mi Padre que está en los cielos”. También dijo: “Yo tengo una comida que comer…Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”. Con un hijo así, ¿qué padre no estaría orgulloso? Estar en la voluntad de Dios es tenerlo contento al Señor. Por eso a Jesús le fue dado un honor que no se le ha dado a ningún otro hombre; se le dio un nombre que es sobre todo nombre porque fue el que más contentó el corazón del Padre, y Dios le dio toda honra y un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Con Adán no fue así. Dios plantó un jardín con un árbol en el medio y como le dio libre albedrío al hombre le dijo: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Le dio libre albedrío, pero le advirtió cómo le iba a ir si no hacía su voluntad y cómo le iría si la hacía. Pero la serpiente sedujo a Eva; “…la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” Dios le impidió a Adán comer del árbol de la vida porque había comido del árbol de la ciencia del bien y del mal. “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre”. Dios cumplió su palabra, cuando le dijo que el día que comieran del árbol de la ciencia del bien y del mal ciertamente morirían, entonces les impidió comer del árbol de la vida.
Lo importante es saber qué es lo que pasó en el corazón del Adán y en el de Eva cuando ellos decidieron desobedecer y no le dieron complacencia a Dios. Leemos en Génesis 3:8: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto”. Cuando hay una relación de amor en el noviazgo o en el matrimonio, los amados quieren encontrarse y estar juntos. El amor produce intimidad y comunión. Quienes se aman sólo con mirarse ya saben que quiere el uno y el otro.
Hace unos años atrás fui a la ciudad de Artigas, al norte del país y oré por un hombre; y en estos días por motivos de un evento evangelístico volví a ir, entonces se me acercó ese hombre y me dijo que la oración que hice por él surtió efecto. Entonces me contó que antes predicaba el evangelio y tenía una unción tremenda por lo que le imponía las manos a las personas y éstas caían llenas del poder de Dios. Pero un día le fue infiel a su esposa. De esto pasaron unos cuatro años. Me dijo que le pidió perdón a Dios y se sintió perdonado, pero no sabía que era lo que le pasaba porque la unción que tenía no ha vuelto. Claro, cuando hay pecado, hay enemistad con Dios. Tú le pides perdón a Dios y Él te perdona, pero ha ofendido a su esposa y se acuesta todos los días con ella. Y él me preguntaba qué debía hacer para que volviera la unción y el poder de Dios sobre su vida. Sucede que se cortan relaciones, el pecado corta la comunión con las personas y con Dios. Cuando se corta la comunión con Dios uno siente miedo. Yo le pregunté si le había contado a su esposa acerca del hecho y muy asustado me dijo que no porque se destruía la familia. ¡Ese hombre tiene temor! La esposa es su amada pero hay una barrera.
EL ORIGEN DEL TEMOR
Antes de pecar, Adán y Eva percibían la presencia de Dios en el jardín y disfrutaban con el Señor. Era una bendición estar delante de Dios. Era tremendo escuchar su voz y tener una comunión tan íntima con el Señor. Ahora, cuando ellos desobedecieron, haciendo uso de su libre albedrío, escucharon la voz de Dios en el jardín y por primera vez en su vida les sucedió algo que nunca habían hecho, corrieron a esconderse detrás de los árboles del huerto huyendo de la presencia de Dios. David decía: “¿Dónde huiré de tu presencia?” ¿A dónde me puedo esconder de la presencia de Dios? Me puedo esconder del pastor, de mi cónyuge o de mi jefe, pero no me puedo esconder de Dios. ¿Por qué en vez de correr a la presencia de Dios, huyeron a esconderse detrás de unos árboles? Señala la Biblia que se cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”. Primera vez que apareció el miedo en el mundo, fruto de la ruptura de la intimidad y de la comunión con Dios generado por la desobediencia. El temor aparece cuando la comunión con Dios se rompe, por lo que si yo tengo temor entonces algo anda mal con mi comunión y mi relación con Dios. En el mundo espiritual no hay vacíos; cuando el Espíritu Santo no llena una vida, viene otro poder espiritual y se mete en ese lugar. No es la presencia de Dios la que genera temor, es otra presencia que no es la de Dios. La presencia del Espíritu Santo genera gozo, esperanza y fe, no me siento abandonado sino bendecido. Sé que Dios está conmigo y no me voy a esconder de Él; voy a buscar su rostro. ¡Voy a acercarme al Señor! ¡Limpio o sucio no tengo a donde huir de su presencia!
¿Cómo te diste cuenta que estabas desnudo? No sé. ¿Y por qué tuviste temor? ¿Comiste del árbol que yo te dije que no comieras? ¡Ahhh sí! Pero eso fue por culpa de la mujer que me diste. Le echó la culpa a Dios porque, ¿quién hizo a la mujer? Cuando le dices a Dios: “Esto es culpa de la mujer que me diste”, en otras palabras le quieres decir: “Tú eres responsable”. “Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”. ¿De quién era la culpa? ¿Quién hizo a la serpiente? ¡Dios! ¡El culpable de todo era Dios! Ellos deciden desobedecer, el Espíritu de Dios se alejó de ellos, sintieron miedo de Dios y a la hora de dar cuentas por lo que hicieron y pedirle perdón al Señor, decidieron esconderse, huyendo de su presencia y culpándolo a Él.
¿Con qué piensas taparte? ¿Cuáles son las excusas que le vas a poner a Dios? Descubrimos que el temor aparece cuando la comunión con Dios se quiebra. Si eres cristiano y tienes temor, algo mal anda en tu vida, y el Señor quiere librarte hoy de las ataduras inmundas y de la maldición de temor. Nadie puede hacerse libre a sí mismo después que ha pecado. Y el Señor te dice: “Yo soy tu Dios. Yo soy el que te ama. Yo soy el que te ha creado. Yo soy tu libertador”. Tú tienes que acercarte a Él y decirle: “Vengo a ti Señor. No tengo otro a quien ir. Está bien, he pecado, he roto mi relación y mi comunión contigo, pero, ¿a quién voy a ir Dios? ¿Le voy a pedir al diablo que me desate? Él no desata a nadie. Yo vengo a ti Señor porque eres el único que puede perdonarme, librarme y romper mis ataduras”.
Puedes inventar cualquier otra historia, como que tienes miedo porque tu padre le pegaba a tu madre, etc. El miedo puede entrar por cualquier rendija, pero no puede ser el dios de tu vida, no puedes permitirle que gobierne tu vida. ¡Hoy se tiene que ir! Hay gente que ha tenido un padre malo y cuando me ven a mí, enojado, me dicen que le recuerdo a su padre. ¡Tu padre te golpeaba pero yo nunca lo hice! Puedes usar las excusas que quieras, pero debes saber que hay temor en tu vida, si le tienes miedo a la mirada de alguien o sientes algún temor de cualquier clase; temor a la muerte, a la enfermedad, al fracaso, a no ser reconocido, o sientes pánico. A veces el temor entra en una circunstancia.
Dios me libró a mí de un temor que me entró cuando era chico. Habíamos ido con mis padres y hermanos a un cine que quedaba a una cuadra de mi casa. En ese tiempo daban tres películas. A mis padres les gustaba una película española musicales donde las mujeres bailaban. La segunda película se llamaba, “La mancha voraz”. Terminó la película española, muy linda, y mi mamá se quería ir pero mi papá le dijo que esperara, que iban a ver un poco de la segunda película. “¡Le va a ser mal a los chicos!” dice mi mamá. Yo estaba lo más bien pero la escuché hablar así y eso captó mi atención. Al rato le vuelve a insistir a mi padre: “Joaquín, no quiero que los chicos se queden más tiempo”. Yo me preguntaba qué iba a pasar. Mi papá con voz firme dijo: “¡Nos quedamos acá!” Empieza la película y un hombre ve que cae algo del cielo, entonces va a ver. Toma un palo y pincha una especie de pelotita, levanta el palito y una cosa viscosa comienza a bajar por él. El hombre sacude el palito, pero esa cosa viscosa le agarra la mano, se la quiere sacar de encima pero no puede, y esa mancha comenzó a comerlo. La pelotita chiquita había crecido mucho. Otra persona se acercó luego a ver qué era esa pelota y le sucedió lo mismo que con el primer hombre. Y la mancha ya era más grande. Al ver eso mi madre pegó un grito: “¡Joaquín vámonos!” Mi padre se levantó y nos fuimos del cine. Hasta el día de hoy no me he olvidado de la mancha voraz. Ese día me entraron temores; el temor de mi mamá y el que me dio ver esa película me sacudió. Oré por un muchacho que me dijo que de noche veía películas de terror. Si quieres experimentar miedo, mira películas de terror cuando todo está en silencio y oscuro, a altas horas de la madruga. El joven me dijo que no podía dormir en paz. ¡El temor encuentra una rendija y entra! Uno habilita la entrada del temor y éste se queda.
El temor exige obediencia. Si Dios te manda a hacer algo y tienes temor, terminarás obedeciendo al temor y no a Dios. Y usarás excusas; por ejemplo, Dios te manda a predicar a otra nación y tu madre te dice: “Ya estoy vieja, no estarás pensando dejarme. La Biblia dice que debes honrar a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra”. Te mete un temor usando un versículo bíblico y tú dices: “Yo sé que tengo un llamado, sé que Dios quiere que vaya, pero le pido que deje que entierre a mis muertos”. Así le dijo una persona a Jesús y ¿qué le respondió el Señor?: “Deja que los muertos entierren a sus muertos y tú ven y sígueme”. Uno tiene temor de fallarle a Dios porque Él dijo que debemos honrar a nuestro padre y a nuestra madre, pero se olvidan que por encima de ellos hay un Dios que hay que honrar en primer lugar. Si Dios te mandó a predicar el evangelio lejos, pon en sus manos tu familia y tus bienes y obedece al Señor. Dios no quiere que vivas en temor y no quiere que uses la Biblia para excusarte. Los discípulos que fueron azotados por predicar el evangelio, fueron intimados y les dijeron que no predicaran más en el nombre de Jesús. “Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). El Dios que dijo que debíamos someternos a toda autoridad porque toda autoridad es puesta por Él, es el mismo que dice: “La autoridad máxima soy yo y ustedes me tienen que obedecer”.
CONCLUSIÓN
Cuando llegas al punto de jugarte la vida por Dios o de que dejarás cualquier cosa por amor al Señor y por disfrutar de la comunión con Él, cuando llegas a ese punto, el temor te abandona y la presencia de Dios te cubre. Quiero decirte que en ningún momento estás solo o sola porque Dios está en todos lados, así que no tienes derecho a decir que Dios te ha abandonado. Dios tiene oídos y oye, entonces no tengo derecho a decir que Él no me escucha. Mi problema es mi relación con Dios. Donde comienza mi relación con Él, se rompe mi relación con el temor. Y el temor causa problemas sicológicos como ansiedades y afanes; también produce enfermedades en el organismo, y Dios te quiere libre. La presencia de Dios en tu vida quita el temor y pone paz, gozo, fe y esperanza. Dios me ha consolado y yo he consolado a muchos con el pasaje bíblico que se encuentra en Isaías 54:14 cuando Dios le dice a Jerusalén: “Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti”. El temor genera opresión y Dios te dice que estarás lejos de opresión porque no temerás. Si Dios se acerca a ti, el temor no puede acercase. El salmista decía: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8). “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado” (Salmo 27:3). O crees a la palabra de Dios o en el cuco.
Tú creías que era algo normal de la vida tener temor a la muerte, a la tuya o a la de un ser querido, pero acabas de descubrir que no es normal ya que el creyente tiene que estar aferrado a la vida y saltar de alegría por la fe en el Autor de la vida. ¿Qué temores te asaltan? Una abuelita me dijo que tenía miedo porque está muy sola, y otra, mayor que ella, dice que ella no está sola, aunque vive sola, porque el Señor está con ella. ¡El temor te impide darle la gloria a Dios! El temor te mata. Tú no puedes alabar al Señor cuando tienes temores. Tienes miedo a quedarte sin trabajo, a que tu cónyuge te deje; tienes miedo al futuro, a la tribulación, al fin del mundo. Yo estoy deseando que llegue el fin del mundo, pero he visto cristianos que tienen miedo. Los temores no honran a Dios, no demuestran esperanza y fe en el Señor. Dios quiere romper hoy las ataduras del temor en tu vida. El Espíritu Santo te dice: “¡Anhelo tanto ocupar el lugar de ese temor! Dame tu temor. Dame tu vida”.
¿Tienes temor a la muerte? Dice la Biblia que hay personas que están sujetas el temor de la muerte. El diablo te seduce hacia la muerte mas Cristo te seduce hacia la vida. Yo proclamo vida sobre las personas que sienten temor a la muerte, en el nombre de Jesús. “Espíritu de muerte te ordeno que sueltes las vidas. Espíritu de depresión suelta las vidas, en el nombre de Jesús te lo ordeno. En tu nombre Jesús imparto vida. Tú libertas a los cautivos del temor Señor, para tu gloria, amén”.
ANEXOS: