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INTRODUCCIÓN
Dios quiere traer su reino a la tierra, pero hay algunos elementos que son indispensables y algunas situaciones que deben ser tenidas en cuenta porque Dios es Espíritu y nosotros, los que somos de Cristo, hemos sido nacidos del Espíritu.
Somos hijos de Dios. Dios es Espíritu, su naturaleza es Espíritu y sus hijos tienen naturaleza espiritual, así que somos engendrados por el Espíritu Santo, somos un espíritu habitando en una vasija de barro que es nuestro cuerpo y nuestra alma. Pero lo más importante de nosotros es el espíritu porque Dios se comunica a nosotros de Espíritu a espíritu. Hay un vínculo entre el Espíritu de Dios y el espíritu del hombre, y ese vínculo es la palabra de Dios y su palabra es Espíritu; así que todo es espiritual: Dios es Espíritu, su palabra es Espíritu y es el vínculo entre Él y nosotros.
Él se da a conocer, se manifiesta, se revela; Dios muestra su carácter, su voluntad y su propósito a través de su palabra. Y su palabra no es la letra negra que está escrita sobre papel blanco y que conforma la Biblia, sino que su palabra es Espíritu y es vida. Dios tiene vida espiritual, también nosotros sus hijos, y el alimento espiritual para nuestro espíritu es la palabra de Dios que es Espíritu y es vida. Si entendemos esto, podemos avanzar en el conocimiento de cómo relacionarnos con Dios. Nuestro relacionamiento con Dios no es a través de nuestra alma o nuestra razón; nuestro relacionamiento con Dios es espiritual. Cuando las palabras que están escritas en la Biblia se encienden y yo veo que Dios me está hablando y algo arde dentro de mí, es que se está manifestando o revelando la palabra que es Espíritu y es vida. Algunas personas leen la Biblia pero no se les revela nada; dicen que al leerla se aburren porque no entienden; y es que no se manifiesta la vida del Espíritu mientras esa persona lee la palabra de Dios. De hecho, los satanistas leen la Biblia y la conocen bien; muchos me han mencionado versículos bíblicos y es sorprendente ver cómo conocen la Biblia. No obstante, los satanistas le llaman palabra muerta porque nunca encontraron vida en ella. Lo que pasa es que ellos no tienen el Espíritu de Dios o no han sido renacidos por el Espíritu de Cristo. No tienen relación con el Espíritu Santo, por lo tanto, está bien, ya que para ellos es palabra muerta.
Pero para nosotros, la palabra de Dios es palabra viva. Jesús declaró: “Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Yo debo lograr conectar mi espíritu a través del Espíritu de la palabra, con Dios. Si quieres tener relación con Dios debes estar sintonizado con Él. Dios te va a revelar en esta hora lo que tiene que pasar en ti para que ese fluir exista y para que cuando leas la Biblia, ardas y llegues a entender qué es lo que Dios quiere de ti.
A aquel que no le funciona bien la vida espiritual, no ha entendido la importancia espiritual que opera en la palabra de Dios y le resulta aburrido leer la Biblia o escuchar el mensaje del evangelio. Yo te traigo este mensaje de parte de Dios y algunos entienden, en cambio a otros les aburre porque no logran captar el mensaje de Dios, están fuera de onda. ¿Qué puede romper ese vínculo? Está Dios que es Espíritu, estoy yo que he nacido del Espíritu, está la palabra de Dios que es Espíritu y vida; y a través de la palabra de Dios fluye la revelación de Dios hacia mí, y a través de la revelación que recibo yo fluyo hacia Dios. Entonces oro y pido a Dios conforme a su voluntad y no me encapricho en pedirle lo que no proviene de su voluntad. Yo estoy unido, estoy ligado a Dios y he aprendido de su palabra; Él me ha hablado y me ha enseñado cómo tengo que ir a su presencia, entonces lo que oro o lo que pido está en sintonía con lo que Él quiere. Cuando estoy en sintonía con Dios, lo que yo pido me será hecho. “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (Marcos 11:23)
Aquí entra otro elemento y es la fe. Porque yo tengo que vincularme con Dios a través de su palabra, pero no voy obtener algo, no voy a entender ni se me va a revelar nada si no pongo fe en lo que dice la palabra de Dios. Yo recibo revelación, creo con fe que lo que la palabra de Dios me dice está bien, y va a suceder lo que yo creo; entonces, la fe produce el contacto. La fe vendría a ser el conductor de la palabra de Dios que es el Espíritu de Dios tocando las vidas. Jesús declaró que sus palabras son Espíritu y son vida. Algunos ponen la Biblia abierta en algún lado de su casa como para espantar a los demonios, pero quiero decirte que los demonios no se asustan del papel y la tinta. ¡Los demonios se asustan de la palabra viva que está operando en tu espíritu!
OFENSA CONTRA DIOS
Pero hay cosas que pueden estorbar ese vínculo, esa relación, ese sistema de Dios para que nosotros estemos todo el día llenos de fe, de alegría, de gozo y esperanza, sabiendo que nada nos hará daño y que a los que a Dios aman todas las cosas les ayudan a bien, y que somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
David dijo: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Aunque leas esto en la Biblia, y confieses esta palabra, a veces estás temiendo y lamentándote y no te funciona el papel y la tinta porque lo que funciona es el Espíritu. Hay un elemento que Dios quiere que tengas en cuenta.
Lemos en el libro de Hechos 24:16: “Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”. ¿Qué procuraba el apóstol Pablo? Tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Esta es la clave fundamental. Pero, ¿qué significa esto? Que si hay ofensas en mi corazón contra Dios o contra alguna persona, tengo un serio problema. La ofensa destruye el vínculo entre Dios y nosotros, y la palabra se hace nula o aburrida, o descubrimos que ésta no tiene fuerza ni poder en nuestra vida. Y no es que no funciona lo que dice la Biblia porque sí funciona, pero en determinadas condiciones.
Yo no puedo tener ofensa en mi corazón contra Dios. Tú me dirás, ¿y quién puede guardar ofensas contra Dios? ¡Hay muchos cristianos que guardan ofensas contra Dios! También, hay muchos que no son cristianos y guardan ofensas contra Dios. Cuando dices: “¿Por qué Dios permite que me pase esto? ¡Es injusto!” Cuando te pones en esa posición cuestionas a Dios y tienes algo contra Él. En el fondo no quieres cuestionar a Dios ni ponerte contra Él, pero hay algo dentro de ti que te dice que Dios es injusto y no debieras estar viviendo lo que estás viviendo. Piensas que Dios no te quiere, que no te escucha o tiene algo contra ti. Quiero decirte que estás dejando entrar en tu corazón una ofensa contra Dios.
Conocí gente que decía ser atea y no creía en Dios. Yo les he preguntado si habían sido ateas desde siempre, pero no siempre fue así ya que antes eran cristianos. Por ejemplo, una persona le pidió a Dios que no se le muriera la abuela, pero se murió, y la mujer tenía ciento veinte años. “Le pedí con fe pero mi abuela se murió…”, dijo. No le importaba que la abuela estuviera postrada porque aun así estaba viva y no quería que Dios se la llevara. Pero como Dios se la llevó y no hizo lo que le pidió, se enojó con Él y dijo: “¡No creo más en Dios!” Esa persona no es atea porque no cree en Dios, sino que está ofendida con el Señor, está enemistado con Él.
También viene a mi memoria la historia de una joven que estaba enamorada de un chico y según ella tenía palabra de Dios y la confirmación de ángeles y arcángeles de que ese joven sería para ella, pero él se casó con otra. La joven se ofendió con Dios y se fue de la iglesia. Estoy dando algunos ejemplos un poco exagerados pero reales. ¡Las personas se ofenden con Dios! A veces se ofenden con Dios cuando se ofenden conmigo. De pronto estoy predicando y digo algo y alguno piensa: “¿Quién le contó acerca de mi vida al apóstol?” Yo predico el evangelio y el Espíritu está actuando, pero esa persona se enoja porque cree que alguien me habló de ella. Ofendida dice que no me va a contar nada porque yo después ando divulgando lo que me dijo; y por eso se enojan contra Dios y dejan de diezmar y de ofrendar también. El diezmo es de Dios y es para Él, pero se enojó con el pastor y no quiere diezmar más. Esas personas creen que están ofendidas con el pastor pero se la agarran contra Dios, lo que provoca que se enfríen y pierdan fuerzas para orar, para leer la Biblia, pierden el gozo y se vuelven como personas naturales enfrentando las cosas en un nivel chato y natural pero no en un nivel espiritual y sobrenatural.
OFENSA CONTRA TU PRÓJIMO
¡La ofensa es algo terrible! Te corta la relación con Dios y destruye tu sintonía con Él porque Dios no acepta que tengas ofensas en el corazón. A ti te ofendieron y puede ser que tú tengas la razón y la otra persona esté equivocada; o puede ser que hayan cometido una injusticia contra ti, pero a Dios eso no le importa. Al Señor le importa que tú no estés ofendido. ¡Dios quiere que ames! El que ama no guarda rencor. El que ama no rompe relación con las personas y las sigue amando a pesar de las ofensas. Dios te dice en esta hora: “Si tú estás bien conmigo y con la gente, ora, lee la Biblia y yo me voy a revelar a ti. Se va a restaurar tu vinculo conmigo y fluirá la luz de mi palabra”. Para David la palabra de Dios no era aburrida; para él era una perla preciosa y declaraba: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera en mi camino” (Salmo 119:105). También dice David en el mismo Salmo: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”. Para David era muy importante la palabra de Dios, pero para que esa palabra funcionara, él tenía que guardar su corazón. Es por eso que en Salmo 51 pide perdón a Dios por haber pecado. “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones… Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos…Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente”. David sabía lo que era disfrutar de la gracia de Dios y tener la luz que venía de su palabra y apreciaba esas cosas.
Pablo, fue un hombre muy ungido por Dios. Dice la Biblia en Hechos 19:11: “Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo”. ¿Pero cuál era la prioridad de Pablo? “…procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”. ¿En qué se yo que estoy ofendido con alguien? Es muy fácil decir que no le haces mal a nadie, o que no te metes con nadie y que no estás ofendido con nadie. Cuando tú no puedes mirar a esa persona a los ojos, algo tienes contra ella. Vas caminando y ves que se aproxima esa persona de la que prometiste que si venía por tu misma vereda, tú te cruzabas a la otra; sin embargo dices que la has perdonado, pero nunca más. Y si ves que no puedes ir a ningún lado y se va aproximando esa persona indeseada, haces como si estuvieras hablando con alguien por celular.
Dios quiere hoy erradicar ese grave problema de tu vida y sucede que Él tiene un trato especial contra aquellos que mantienen ofensas contra su prójimo. Jesús enseñaba a orar al Padre, y en esa oración, el Señor dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Hay momentos en que mientras oro por alguna persona, ésta se manifiesta muy molesta e irascible porque un espíritu de odio la domina. Pasan para que le ore porque quieren que Dios la toque, quiere su bendición y yo le digo que necesita perdonar porque lo que se manifiesta en su corazón es odio. La persona se resiste y me dice que no quiere perdonar lo que le hicieron, sin embargo quiere que Dios la bendiga. ¡Tú no puedes pedirle a Dios que te bendiga si en tu corazón albergas odio contra una persona! Y no importa si ese odio está bien fundamentado porque actuaron injustamente contigo; no importa si es justo o injusto lo que te hicieron. ¡Dios no quiere que tengas ofensas contra nadie!
Las personas quieren la bendición de Dios pero no quieren perdonar, yo les digo que no pueden pedirle a Dios bendición si albergan odio en su corazón y se resisten porque para ellas lo que le han hecho no tiene nombre, lo que le han hecho no tiene perdón de Dios. Hay una contradicción ahí; te levantas contra la palabra de Dios. Y Jesús enseñó a decir: “Señor, perdóname en la misma medida que yo perdono a los que me han hecho daño”. Piensa en quienes te han hecho daño y medita sobre esto que te estoy diciendo. Porque no querer perdonar, es decirle a Dios, no me perdones a mí. Termina el Señor de enseñarles cómo orar al Padre y en Mateo 6:14 les dice a sus discípulos: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial”. Si tú perdonas te dice el Señor, yo te perdono.
Cuando viajé a Paraguay a una cruzada con el profeta T.B Joshua, un apóstol, quien me fue a buscar al aeropuerto me invitó a almorzar en su casa; también invitó al director general de la cruzada con T.B Joshua del comité de Paraguay, a un empresario y un político muy importante. Luego nos iríamos a un encuentro con el profeta y unos dos mil quinientos pastores y líderes. En ese almuerzo conocí a su esposa, una mujer linda y agradable, y muy servicial. Yo felicité a ese apóstol y le dije que era muy linda su esposa y me había caído muy bien, que Dios le había dado una compañera y ayuda preciosa. Cuando ya estábamos en la cruzada y el profeta comienza a orar por todos los que estábamos ahí, llega a la esposa de este apóstol, le toca la cabeza y en la mujer se manifiesta un espíritu de odio. Yo estoy viendo todo por la pantalla gigante. T.B Joshua la señala y le dice: “¡Tienes que perdonar a ese hombre!” Ella queda sorprendida pensando a quién tenía que perdonar. El profeta la mira y le vuelve a decir: “Tienes que perdonar. Tienes una amargura contra un hombre”. Y sigue ministrando. Pero unos ayudantes se quedan con la mujer, filmándola, entonces le preguntan qué le pasaba, a lo que la mujer les dice: “El profeta tiene razón. Yo creía que había perdonado a mi primo, pero no lo hice. Mi primo mató a mi padre cuando lo asaltó para robarle. Yo creía que lo había perdonado pero entendí que algo más había dentro de mí”. Ella se había criado con ese primo, pero se metió en el mundo de las drogas y la delincuencia, lo que provocó que terminara matando a su tío quien lo crió desde los doce años. El engaño más grande es cuando crees que has perdonado, pero no lo has hecho.
Veamos lo que dice Mateo 6:15: “más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Dios mismo se pone un límite para perdonar cuando la persona no está dispuesta a perdonar a otro. ¿Qué pasa con tu pecado cuando Dios no lo quiere perdonar? Y no es que Él no quiera perdonarte sino que tú le estás impidiendo que te perdone. Cristo murió para que todos seamos limpiados de nuestros pecados por medio de su sangre preciosa. Entonces su deseo es perdonarnos y el Espíritu Santo nos anhela celosamente. Pero si tú te resistes a perdonar, Dios te dice, yo no te perdono a ti. ¿Qué pasa entonces si Dios no te perdona? Cuando le pides perdón a Dios, Él te dice, quédate con esa basura infame que es el pecado y ensucia tu vida espiritual y tu interior.
Jesús dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6). Los cerdos no entienden de basura y perlas; los cerdos no aprecian las perlas. Dios no aprecia sentarse a tomar mate dentro de un corazón que es como un chiquero. ¡Dios no quiere! El Señor quiere que tengas un corazón limpio. Si tú retienes la ofensa tu espíritu queda bloqueado, queda encarcelado, porque la ofensa es como un filtro, de tal manera que todo lo que ves, lo ves a través de ese filtro, o sea que quedas a merced de la decisión de ese filtro. Ya no miras como Dios mira, sino que miras a través de la lente de la ofensa y ésta se transforma en la que determina la manera en que tomarás las decisiones y en la manera cómo recibirás alguna palabra que te digan.
Una mujer confesó que su papá le hizo mucho daño, también la dañaron algunos hombres por lo que le tiene fobia a los hombres. Vivía en uno de nuestros hogares de Beraca pero se peleó como con cuatro mujeres del hogar; es que cuando se apodera de ti un mal espíritu, ya no importa si te la agarras con un hombre o con una mujer porque la ofensa domina tus sentimientos, tus decisiones y tus relaciones. Esta mujer se fue del hogar a vivir a la calle porque no soportaba a una de las mujeres que vivía con ella. Todo comenzó con un padre malo y continuó con hombres malos, y ahora ese poder espiritual domina su vida. Ella sabe que no se tiene que alejar de Dios pero se aleja porque ese poder la domina. La Biblia señala que el que hace pecado es esclavo del pecado.
Dios te quiere librar y tú ya sabes si en cierto modo tienes alguna espina clavada contra Él, si tienes alguna bronca porque quisiste algo y no sabes por qué Dios no lo permitió, o le echas la culpa de tus fracasos a otros que se han metido en tu camino y te vuelves contra ellos, cuando en realidad tu trato es con Dios. Si tú tienes paz con Él, y si tu espíritu tiene libertad en Dios nada ni nadie podrá detenerte. Si Dios es contigo, ¿quién contra ti? ¡Ni siquiera yo te voy a detener! Dios hará contigo como hizo con José en Egipto; él fue a parar allá como esclavo pero terminó siendo el gobernador.
En Mateo 18 Jesús por medio de una palabra, enseña acerca de las ofensas: “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.
CONCLUSIÓN
¡A Dios no lo podemos engañar! Tú puedes perdonar de todo corazón o puedes hacer como muchos, perdonar de la boca para afuera: “Lo perdoné pero no quiero más trato con esa persona”. Mira si Jesús te dice que te perdona pero te manda al infierno igual. Si no perdonas de todo corazón, Dios hará contigo como ese amo con su siervo. Nosotros justificamos nuestros resentimientos contra Dios o contra alguien por lo que nos hicieron o por lo que no nos hicieron ya que tal vez le pediste algo a Dios y no te contestó. ¡Debes tener una conciencia limpia ante Dios! Jesús no puede reinar en tu corazón si hay basura en él. Si no has sido perdonado, la basura de tu corazón está estorbando la presencia del Espíritu Santo, y tu espíritu está bloqueado por causa del pecado, y el Espíritu Santo está contristado, por lo cual la relación con Dios está cortada, y la comunión, y el fluir de Dios a tu vida, a través de su palabra y de su Espíritu está cortado por más que conozcas la Biblia. Tú puedes conocer toda la Biblia pero no tener ninguna relación con Dios. Puede ser que alguna palabra te toque, pero tú respondes, no con el espíritu sino con tu alma y ésta no está capacitada para responder las demandas de Dios a menos que esté sometida al Espíritu Santo. Dios quiere restaurar su relación contigo; el Espíritu Santo te anhela celosamente. Tú sabes lo que hay en tu corazón, tal vez tienes que pedirle perdón a Dios por haberte ofendido con Él, o pedirle perdón a alguna persona que ofendiste, o perdonar las ofensas que te hicieron.
Dijo Jesús: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Mateo 5:23 al 26). Ni siquiera la ofrenda es aceptable delante de Dios si tu corazón está sucio. Muchos han querido pagar sus pecados dando buenas ofrendas; personas que quieren quedar bien con Dios pero hay pecado en su corazón. A Dios no le importa tu ofrenda sino cómo está tu corazón cuando lo presentas tu ofrenda.
Si tú eres esa persona que necesita que su espíritu sea libre en esta hora, acércate a Dios y pídele perdón por enojarte contra Él, y perdona las ofensas que han cometido contra ti, porque se trata de recibir el perdón de Dios y de quedar libre, de tener un espíritu libre para poder leer la palabra de Dios y encontrar el tesoro que David encontraba en ella. “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera en mi camino”. No tengas dudas de que Dios te ama y no se trata de que Él no te quiera perdonar, es que no te puede perdonar. ¡Tú necesitas reconocer las ofensas que tienes en tu corazón! Dios quiere romper los yugos de impiedad y las cadenas que te atan y te impiden que tu relación con Él sea la correcta. Sé libre en esta hora, en el nombre de Jesús, amén.
ANEXOS: