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INTRODUCCIÓN
La Biblia habla de los dones espirituales, que son los dones del Espíritu Santo. Estos son capacidades o habilidades de Dios dadas al creyente, por eso es un don y no es algo que se consigue o aprende, sino que se recibe. Un don es un regalo. También dice la Biblia que hay diversidad de ministerios y de operaciones, aunque en esta oportunidad estamos hablando de la diversidad de dones espirituales. Hay nueve dones espirituales que se diferencian de los dones naturales o habilidades naturales, ya que las tiene cualquiera. Pero los dones espirituales los tienen los hijos de Dios, engendrados por el Espíritu Santo. Somos aquellos que hemos creído en Cristo y tenemos la naturaleza divina, engendrados por el Espíritu Santo como nuevas criaturas espirituales.
Los tres primeros dones son de revelación, o sea que son manifestaciones; los tres siguientes son dones de poder o sea que muestran el poder de Dios y hoy hablaré acerca del último don que forma parte de los dones de poder, el hacer milagros, y los dones vocales. A estos últimos les llamamos así porque operan mediante la vocalización, o sea, traen un mensaje.
DONES DE PODER: Don de Hacer Milagros
Uno de los dones de poder es el don de milagros y dice la palabra de Dios en 1ª de Corintios 12:10: “A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”.
Aquí notaremos una diferencia con todos los demás dones a los que se refiere la Biblia como la palabra de sabiduría, palabra de ciencia, discernimiento de espíritus; respecto a los milagros, la Biblia utiliza el verbo hacer. El don de hacer milagros sucede por hacer algo. Quien demuestre el poder de Dios por medio de milagros va a tener que esmerarse en hacer algo, porque se constituye en un colaborador de Dios en la producción de ese milagro. No está mal decir que los cristianos hacen milagros ya que actúa el poder de Dios en ellos, y Dios opera en sociedad con el hombre. En realidad, siempre opera Dios con el hombre y el hombre con Dios. No nos escandalizamos cuando un cristiano hace milagros porque entendemos que no tiene ningún poder intrínseco para hacer ese milagro que es fruto del Espíritu Santo; lo que sucede es que es un hijo de Dios y el Señor actúa en sociedad con sus hijos. De una forma especial, la persona que tiene el don espiritual de hacer milagros, toma acción para que esos milagros sucedan. ¿Qué es un milagro? Es un hecho no explicable por las leyes naturales, y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. Los científicos ateos han tratado de muchas maneras de demostrar que hay una explicación científica para un milagro y le han buscado alguna connotación científica como por ejemplo, una onda electromagnética. Imagínate si en los sucesos del Antiguo Testamento se sabía algo de ondas magnéticas.
Dice un pasaje de la Biblia que una persona que tocó el arca del pacto cayó como muerta. Y a mí hace mucho tiempo atrás me gustaba leer libros de ovnis; uno de los libros que leí, señalaba que adentro del arca había una especie de bobina que provocaba choques eléctricos… En otro libro que leí señalaba que cuando se abrió el Mar Rojo fue por obra de un extraterrestre, pero que el pueblo en realidad cruzó por una especie de charco. Yo me iba convenciendo de esas cosas que leía, pero una noche, estaba en mi cama leyendo acerca de esto y noté que en ese charco se ahogaron todos los soldados del ejército de faraón. ¡Fue grande el milagro del Mar Rojo!
Un milagro es un portento, es algo que sucede y que no tiene una explicación racional, por las leyes naturales, sino que se necesita la intervención sobrenatural de origen divino. ¿En qué se fundamentan los milagros? Por supuesto que en afirmaciones bíblicas. Por ejemplo, leemos en Jeremías 32:17: “¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti”. El que cree en Dios vive sus manifestaciones y el Señor no se va a manifestar a los incrédulos. Si yo creo en su palabra entonces no le pongo trabas a los milagros.
La Biblia dice que Dios hizo todo lo que se ve de lo que no se veía. Dios dijo: “Sea la luz” Y fue la luz. El fundamento bíblico para creer en milagros es que para Dios todas las cosas son posibles. Y el Señor responde en Jeremías 27:27: “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?”. Es necesario que el que se acerca a Dios lo haga con fe, no dudando nada. Parece una cosa sencilla, pero es una verdad que tiene que calar hasta lo profundo de tu corazón y hacer que penetres en esa dimensión donde lo imposible se hace posible y esa es la dimensión de Dios. Cuando yo me dejo impactar por la palabra de Dios y ésta entra en mi corazón, entro en la dimensión de Dios, donde sucede lo que para el hombre o para la razón es imposible.
Los milagros no operan en la dimensión de la razón; los milagros operan en la dimensión de lo imposible. Vimos dos versículos que hacen referencia que para Dios no hay nada difícil; ahora veremos algo muy loco. Se le acercó un padre desesperado pidiendo a Jesús un milagro. “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Mateo 9:23). Dios te incluye a ti también dentro de la dimensión de lo imposible. “E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad” (Mateo 9:24). ¡Pídele a Dios que te ayude a entrar en esa dimensión! Dile que ya no quieres ser incrédulo porque quien tiene incredulidad se levanta contra Dios y resiste su obra. Dios quiere obrar una sanidad y el incrédulo lo detiene. Debemos transformarnos en una iglesia que le abra las puertas a los milagros de Dios, que no solamente crea que para Dios todas las cosas son posibles, sino que comience a hacer posible lo imposible porque cree que lo que Dios ha dicho, eso se hará. ¿Qué detiene entonces el don de hacer milagros? ¡La incredulidad!
De todas maneras, los milagros no surgen de la iniciativa humana; no es que se te ocurre a ti que suceda algo sobrenatural, sino que se le ocurre a Dios. Los milagros no tienen iniciativa en el poder o la imaginación del hombre. Los milagros tienen origen en la mente de Dios. Muchas personas se ilusionaron con algo y como no sucedió como ellos querían se desencantaron de Dios, entonces dijeron: “Yo tengo fe y Dios lo va a hacer”. Pero no sucedió y declararon: “Yo oré con fe pero Dios me falló”. Lo que sucede es que no sabemos discernir entre la fe y la ilusión, o entre la fe y la imaginación. A veces nos ilusionamos y la ilusión es una distorsión de la percepción vinculada a los sentidos. Por ejemplo, ves una laguna en un desierto y corres a refrescarte, pero te zambulles en la arena. Eso es una ilusión óptica, y así como existe la ilusión óptica también está la ilusión espiritual. Si no funcionó eso que te ilusionaba es porque no tenías fe porque la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. ¡La fe no falla!
Cuando sucede un milagro no es porque Dios sigue al hombre sino porque éste sigue a Dios. Cuando a un creyente se le ocurre un milagro y lo hace es porque ya tenía en su corazón algo que Dios había pensado. Un creyente busca la voluntad de Dios y no la propia, por lo tanto, desear hacer la voluntad de Dios es la actitud correcta; lo contrario es andar buscando que Dios haga lo que yo quiero. Jesús nunca hizo un milagro fruto de su voluntad, nunca dijo algo que se le ocurrió a Él. El Señor afirmó varias veces: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38).
¡Jesús buscaba hacer la voluntad de Dios! Cuando se encuentra con un niño muerto, hijo único de una viuda; cuando ve a la mujer llorando, para la procesión y resucita al niño, no es que a Él se le ocurrió hacerlo porque Jesús siempre anduvo buscando la voluntad de Dios. Jesús ha descendido a la tierra a hacer la voluntad de Dios y el creyente está siendo enseñado por el Señor para anhelar la voluntad de Dios y declarar: “Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad”. Jesús descendió del cielo; esto es para a aquellos que dicen que Jesús no es Dios. Dime, ¿algún hombre ha descendido del cielo? Yo desciendo de mis padres, uno español y otro italiano, pero Cristo declaró: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Esto es fundamental si vas a producir milagros y Dios quiere que lo hagas. Dios te dice hoy: “Tú puedes hacer milagros en mi nombre y mostrar mi gloria. ¡Tú puedes mostrar al mundo quien soy yo! Abre tu corazón y asóciate conmigo porque necesito gente que muestre mi gloria en la tierra”. Los milagros son iniciativa de Dios y el hombre que está abierto a esas iniciativas hace milagros. ¿Por qué no hay más milagros en la iglesia? Porque no hay expectativas de milagros. ¡Cuántas veces el último recurso es Dios! Cuántas veces has ido al médico para que te sane, o has buscado a alguien que te ayude; has probado todo, y cuando terminaste derrotado, buscaste a Dios. Y el Señor te dice: “Eso estaba esperando, que me buscaras a mí”.
El hombre que está abierto a milagros se encuentra a la expectativa de que Dios quiere hacer milagros. Si tu cabeza está llena de afanes, de ansiedades, de tus propias ideas, no ves la posibilidad de milagros porque tienes tu cabeza demasiado ocupada en muchas cosas y “tu disco duro” está lleno. Entonces no tienes expectativas de ver un milagro para hacerlo en el nombre de Jesús. Espero que a partir de hoy recibamos una gracia especial para vivir en la expectativa de aquello que Dios quiere. No es que Dios hace pocos milagros; el asunto es, cuánta gente hay que cree en milagros.
Otro problema es que cuando la mente es racional, o sea que razona mucho, le cierra la puerta a los milagros. La mente racional se niega a aceptar lo que no entiende. Primero quiere entender. ¿Cómo va a entender la mente que hay un hombre que le falta una pierna y Dios quiere ponerle una nueva? La mente imagina cómo se puede lograr y piensa que es difícil. La mente se levanta contra la fe y contra los milagros. La racionalidad del hombre es uno de los impedimentos más grandes. La razón es la fuente de la incredulidad. Yo no estoy en contra de la razón. Nosotros tenemos un intelecto, pero lo importante no es lo que desarrollamos en cuanto a ideas humanas sino qué capacidad tenemos de entender los pensamientos de Dios; me refiero a la capacidad de razonar con los razonamientos de Dios y de pensar con los pensamientos de Dios.
. El Señor quiere que sus pensamientos sean los nuestros; Él quiere que nos arrepintamos de nuestros pensamientos y éstos van unidos a la razón. “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55: 7 al 9).
Jesús declaraba cosas sencillas que nosotros repetimos y están en nuestra cabeza, pero tienen que bajar a nuestro corazón. Jesús les dijo a sus discípulos: “…porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”. Algunos comienzan a racionalizarlo y dicen que la montaña puede significar una dificultad que no se puede remover. Y yo creo que la montaña puede ser cualquier cosa y además una montaña. Para que sucedan milagros, entonces, intervienen dos elementos que son la iniciativa de Dios y la fe. La fe es un don de Dios. Todos los dones espirituales operan a través de la fe; y ninguno opera sin ella. O sea que la fe es imprescindible. Dios tiene en mente algo y porque el hombre es el administrador en la tierra, Dios pone en el corazón de los que le aman y le buscan, sus proyectos, para que éstos los lleven a cabo, y les da fe para que crean.
Cuando el hombre tiene la fe de Dios, entonces puede ordenar que suceda en la tierra aquello que Dios ya planificó que suceda desde el cielo. Esto es una sociedad entre Dios y el hombre. Por eso, Jesús dijo que debíamos renunciar a nuestra voluntad, que teníamos que renunciar a nosotros mismos, tomar nuestra cruz cada día y seguirle a Él. Cambio mi voluntad por la suya; cambio mi fe natural por la fe que el Señor me da. La fe penetra lo insondable de Dios, mas la razón no, ya que ésta se opone a la fe. Lo insondable es aquello que no se puede medir, lo que no se puede ver ni demostrar. La fe es la sustancia de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Dios dijo: “Produzca la tierra árboles”. Y como todo fue hecho por fe, por la palabra de Dios, los árboles aparecieron conforme el sentir del corazón de Dios, de la nada. Cuando Dios ordenó que la tierra produzca, sucedió que se produjo aquello que se hizo visible de lo que era invisible. No había una semilla para que naciera un árbol; apareció porque la fe de Dios era la sustancia del árbol.
Unos científicos ateos han declarado que no se necesita a Dios porque todo surgió a partir del Big Bang. Dicen que primero no había nada, pero había un puntito y eso significa algo, ya no es nada. Entonces había un puntito donde se concentraba toda la energía de todo el universo, y ese punto era tan chiquitito que no tenía masa, pero a su vez contenía toda la masa del universo; no tenía energía, pero a su vez contenía toda la energía del universo. Y según ellos, de ahí surgió una explosión. Cuando toda la vida hemos enseñado que de la nada no puede salir nada, entonces algo había que tener y eso era el puntito. Con tal de negar a Dios se inventan cualquier cosa. La razón se opone a la fe. En vez de creer en Dios, la razón prefiere creer en un puntito.
Veamos algunos ejemplos bíblicos: Dios le dijo a Moisés: “…golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel” (Éxodo 17:6). ¡La Biblia está llena de milagros! En Israel hay un desierto en donde hay un pozo de agua amarga, en Mara, y el pueblo al ver que las aguas eran amargas murmuró contra Moisés. “Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las aguas se endulzaron…” (Éxodo 15:25) También caía maná del cielo todos los días para que el pueblo comiera en el desierto. El trato de Dios con el hombre es un trato de milagros. Es una pena que hoy en día sucedan pocos milagros en la vida de los creyentes.
“Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite” (2ª Reyes 4). Éste es el caso de una viuda que no tenía nada y los acreedores querían llevarse a sus hijos como siervos y pidió ayuda a Eliseo. Cualquier cosa que tengas le sirve a Dios para hacer un milagro. Si de la nada hizo todo, ¿cómo no va a poder hacer que surja aceite en una vasija? La razón atenta contra la fe. Le dijo el profeta a la mujer: “Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite”. Cuando no hubo una vasija más, se terminó el milagro. Estas cosas que están escritas en la Biblia, para algunos son estupideces históricas, pero para nosotros son motivos de fe.
Dios le dijo a Moisés: “…te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? … ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua… Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano” (Éxodo 3y4).
Cualquier cosa que tengas en tu mano le sirve a Dios para hacer milagros. No digas, yo no soy nada, yo no soy nadie; no digas que no puedes porque Dios nunca ha contado con tus fuerzas, con tu capacidad o tu poder.
Había cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y niños que seguían a Jesús. Y El Señor preguntó: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” Y uno de sus discípulos respondió: “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” (Juan 6). Recuerdo una vez que estábamos haciendo de comer en Monte Beraca para unas cincuenta personas, pero ese día había llegado más gente, en total éramos como ciento cincuenta. Entonces yo voy a la cocina, veo la olla y le pido a Dios: “¡Señor multiplica!” ¡Resultó que comieron todos los que estaban allí y sobró! Dice la Biblia en Mateo 14: 19 y 20: “Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas”. ¡Los milagros existen! Pero hay algo que detiene los milagros: “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mateo 13:58). La incredulidad es el freno que impide que suceda un milagro. Cuando dices que le has pedido a Dios pero Él no lo hizo, estás expresando incredulidad. Pídele perdón a Dios porque has orado sin fe y ha habido incredulidad en tu corazón. Si no ocurrió el milagro es porque te faltó fe. No elijas echarle la culpa a Dios y creer que Él es sordo. ¡Dios no es sordo! ¡El Señor no puede actuar donde hay incredulidad!
La racionalidad humana facilita la incredulidad. Pero la Biblia dice que nosotros tenemos la mente de Cristo. Tú elijes cada día con qué mente vas a funcionar. Entonces, la racionalidad de la mente humana no se abre al poder de Dios ni a la producción de milagros. Lo que hace la mente humana es generar incredulidad. Pero el que tiene la mente de Cristo hace las cosas que el Señor hace y dice lo que Él dice. Dijo Jesús: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16: 17y 18).
DONES VOCALES: Don de Profecía
Ahora veremos el don de profecía que es un don muy controversial. Veremos con el don de profecía también el don de lenguas y de interpretación de lenguas. Leemos en 1ª de Corintios 12:10: “A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”.
¿Qué dice el diccionario acerca de la palabra profecía? Que es una predicción hecha por inspiración divina o sobrenatural. ¿Qué es una predicción? Es algo que se dice previamente, o sea que se dice antes de que suceda. Hay otros que toman una acepción más racional de lo que es la profecía y dicen que es un mensaje de parte de Dios. También es un mensaje de parte de Dios, pero en cualquier parte del mundo la gente expresa lo que dice el diccionario acerca de la profecía. Es una predicción, o algo que se anuncia antes de que suceda. Son mensajes de parte de Dios en los que el Señor anuncia algo que va a hacer.
Toda la Biblia está llena de profecías. A esos que dicen que ya pasó el tiempo de las profecías no les creas. Dice la Biblia en 1ª de Corintios 13: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. Las profecías no se acabaron sino que se acabarán; también se acabarán las lenguas y la ciencia. Si se acabó la ciencia, entonces también se acabó la profecía. Habla de cosas que van a suceder cuando se establezca el reino de Dios en la tierra. ¿Qué van a profetizar cuando Dios ya esté aquí viviendo con nosotros? El amor permanecerá, ¿pero qué lengua vamos a necesitar si habrá una sola lengua?
Cuando hablamos de profecía, nos referimos a la inspiración divina; cuando hablamos de adivinación, nos referimos a las predicciones satánicas, a las prácticas adivinatorias y Dios prohíbe tales prácticas. No vayas a tirarte las cartas, no acudas al vidente porque el Señor detesta esas prácticas. La profecía de Dios es perfecta y se cumple, y Él sabe más que nadie lo que va a suceder. Si quieres saber acerca de algo que va a suceder, pregúntale a Dios. Y si Él no te lo quiere decir no vayas a que te lo digan los brujos porque te va a ir mal. La profecía entonces, es una predicción de origen divino y la adivinación es de origen satánico. La adivinación significa que puede ser como que no, como cuando tienes una margarita y le quitas los pétalos de a uno, balbuceando me quiere mucho, poquito y nada. La adivinación es un azar, puede ser como no. ¡No ofendas a Dios buscando conocimiento futuro a través de la adivinación!
Nunca la profecía fue traída por voluntad humana: “…porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Así dice 2ª de Pedro 1:21. Esto se condice con la definición del diccionario. ¡Aquí hay un grave peligro! Todos aquellos que profetizaron, los que nombra la palabra de Dios, fueron inspirados por Dios. Ahora, hay una tentación muy grande por el hecho de profetizar. Muchos sacan pecho y declaran: “¡Así dice el Señor!” Hablar de parte de Dios puede ser una tentación satánica. ¡Declarar eso es cosa seria! No puedes manipular a la gente diciéndoles: “¡Así dice el Señor!” ¡No puedes usar el nombre del Señor en vano! Es uno de los diez mandamientos: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7). ¡No uses a Dios! ¡Si tienes palabra de Dios habla palabra de Dios y si no, cállate la boca!
Hay personas que se han acelerado por causa de la profecía y andan buscando gloria y admiración; y entonces, la profecía, en muchas iglesias, incluida Misión Vida, como que se ha apocado por los temores que generan las desviaciones del verdadero don profético. Pero la profecía no se ha acabado y el don de profecía tampoco. Si eres una persona temerosa de Dios, ora al Señor y pídele que te muestre el mensaje que tiene Él para la iglesia. “El profeta que tuviere un sueño, cuente el sueño; y aquel a quien fuere mi palabra, cuente mi palabra verdadera. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová” (Jeremías 23:28). Hay gente de Dios que sólo ha tenido dos o tres sueños de Dios en toda su vida. Pero hay otros que todos los días tienen sueños y se sienten tocados por Dios. Yo también sueño sueños, pero tengo que entender que es bien de Dios para que yo lo pueda declarar. Entonces Dios te dice: “¿Soñaste un sueño? Anda y decile a todo el mundo que soñaste pero no digas que yo te di ese sueño. Aquel que tenga palabra mía, dígala, pero no confunda la paja con el trigo”. Es muy importante discernir. El cernidor separa la paja del trigo, el viento se lleva la paja, y el trigo que es más pesado queda en el cernidor. “…porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9y10).
Dios siempre anuncia lo que va a suceder y no hace nada sin primero anunciarlo. Hay quienes declararon que se terminaría el mundo en tal y tal fecha; también un profeta declaró que en el año 1988 venía Cristo. El mundo está lleno de falsos profetas, pero eso no significa que ya las profecías y los profetas no existen. Hay profecías que son personales, o sea que son cosas que se cumplirán dentro de un día, de meses, o dentro del período de mi vida. Muchos me han dado profecías a mí como a otros hermanos de la iglesia, cosas específicas, y nosotros creemos en las profecías. Dios anuncia las cosas antes que sucedan. Cuando yo tenía quince años de edad mi pastor, Roberto Passo, me dijo que yo sería pastor; yo me reí y pensé que estaba loco. No di por cierto que este hombre estuviera acertado de que yo iba a ser pastor. En mis planes estaba el ser arquitecto y un empresario exitoso; quería hacer la voluntad de Dios, pero como yo había estipulado. Y un hombre que no era muy racional me miró y me dijo: “Vas a ser pastor”. Es algo precioso, porque Dios te anuncia algo que va a suceder antes que suceda, para que cuando suceda, sepas que Dios habló.
“Yo, el que despierta la palabra de su siervo, y cumple el consejo de sus mensajeros” (Isaías 44:26). Dios despierta la palabra profética que está dormida. ¡La hace vivir! En un momento dijo que el pueblo de Israel iba a ser dispersado por todas las naciones de la tierra y serían odiados, perseguidos y matados. ¡Todo eso sucedió! Y también declaró que al final los traería a su tierra, que los iba a afirmar y nadie los iba a poder mover. Esa palabra se despertó en el año 1948 y se escribió dos mil años antes. Jesús habló del tiempo de los gentiles, que cuando se terminara ese tiempo, Israel volvería a su tierra y sería plantado allí. Isaías 44 dice que Dios cumple el consejo de sus siervos. Sus siervos han hablado y esa palabra se puede cumplir en un día, un mes, un año o más, o cientos de años después; pero si la profecía es de Dios se va a cumplir. ¿Qué hace Dios? Despierta la palabra profética. Dios había llevado cautivo al pueblo de Israel a Babilonia y les dijo a sus profetas que serían setenta años de cautiverio y después los volvería a traer a su tierra. Al cumplirse los setenta años, a Daniel le entró unas ganas de orar: “…hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra” (Daniel 9: 5y6). Y Dios le mostró lo que iba a hacer; le mostró la profecía de las setenta semanas de Daniel, y le dijo con precisión cuándo comenzaría ese tiempo y cuando iba a terminar.
Pablo le escribe a su hijo espiritual: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia” (1ª Timoteo 1). Es necesario que haya fe para que la profecía se cumpla y es necesario militar en la palabra de la profecía. Yo tengo un pecado que quiero confesar; como no quiero ser más de lo que debo ser, no le he prestado mucha atención a las profecías que me han dado. Algunas se han ido cumpliendo, otras las he olvidado, no he militado en la palabra que se me ha dado. Una de las maneras de que funcionen las profecías es recibirlas con fe y militar sobre esa palabra. Tienes que mantenerte con fe en la palabra que te ha sido dada. Y vuelve a decirle el apóstol Pablo a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos”. Dios le dio a Timoteo un ministerio y Pablo lo exhortó a que no lo descuidara y a que se ocupara de hacer conforme a la palabra que Dios le ha dado. ¿Alguna vez te habló Dios a ti? ¡Mantente firme en lo que el Señor te ha dicho! Si Dios te ha dicho que serás un predicador, así será. Pero me duele ver predicadores trabajando de carpinteros o albañiles porque no han terminado de creer la profecía que Dios les ha dado. Hay mucha gente que anda haciendo cualquier cosa menos lo que se le profetizó.
Vigencia de la profecía: Si la profecía tenía que dejar de ser, ¿cuándo tenía que dejar de ser? Porque Pablo le dijo a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas”. Algunos dicen que cuando ya dejaron de existir los discípulos se terminó todo. ¡No es así! Los dones son dones dados por el Espíritu Santo a la iglesia. La profecía existe antes que existiera la iglesia y cuando surge la iglesia aparecen los dones espirituales dados a ésta. Así que la profecía, o cualquier otro don espiritual mencionado en la Biblia, está vigente hasta que el reino de Dios venga a la tierra.
En Roma, Pablo estaba terminando su ministerio y le habla a la iglesia de Roma acerca de los dones del Espíritu Santo, según la gracia que nos ha sido dada, y si tienes el don de la profecía, úsalo conforme a la medida de fe que Dios te ha dado. La vigencia del ministerio profético y del don de profecía no se ha acabado.
La Biblia está llena de milagros. Hoy delante de nuestros ojos se están cumpliendo las profecías que Dios habló. Una de ellas es que está profetizado que va a entrar agua dulce en el Mar Muerto, que tiene diez veces más sal que cualquier mar. Allí no hay vida ni se puede navegar. En nuestro último viaje a Israel nos han mostrado algunos pozos de agua dulce que se abrieron solos, alrededor del Mar Muerto, y ya están habiendo peces en sus costas. En YouTube encontrarás muchas profecías que se están cumpliendo en la actualidad. Apocalipsis anuncia que el Rio Tigris se va a secar para que pasen los ejércitos que van a luchar contra Dios en el Armagedón. “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente” (Apocalipsis 16:12).
DONES VOCALES: Género de Lenguas e Interpretación de Lenguas
Los dos últimos dones a ver son el de género de lenguas e interpretación de lenguas. Leemos en 1ª de Corintos 12:10: “A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas”. En el capítulo 12 de Corintios se habla de dones del Espíritu Santo y el capítulo 13 habla del amor, señalando que el amor es más importante que todos los dones. O sea, todos los dones son importantes pero si se usan sin amor, entonces no sirven de nada. Y el capítulo 14 de 1ª de Corintios habla acerca de la profecía, de las lenguas e interpretación de lenguas. Todos los demás dones del espíritu han funcionado en el Antiguo Testamento, pero en el Nuevo Testamento aparecieron el don de lenguas y el de interpretación de lenguas. Son dones nuevos dados a la iglesia.
Una de las manifestaciones de Espíritu Santo sobre los creyentes es el hablar en lenguas que no conocen. Hay todo un misterio en el uso de estos dones, y por alguna causa Dios los ha dado. Hacemos una diferencia entre aquel que ministra diversos géneros de lenguas y aquellos que hablan lenguas como una señal de Dios. Las lenguas según el capítulo 13 de 1ª de Corintios pueden ser humanas o angélicas. Puede ser que Dios te dé hablar lenguas humanas o idiomas humanos que tú no conoces, que no has estudiado y no entiendes, y puede que hables lenguas de ángeles. Pero los géneros de lenguas tienen que ver con la habilidad de Dios de ministrar a través de lenguas especiales. “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios” (1ª de Corintios 14:2). Por eso, el apóstol Pablo restringe el uso de las lenguas en las reuniones donde están las personas, porque dice que quien habla en lenguas le habla a Dios y no a los hombres. Todos los demás dones son para bien de los otros, mas el don de lenguas es personal entre Dios y yo. “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios”. El que habla en lenguas, habla misterios. Dios usa la lengua del creyente para que éste ore en el lenguaje que el Espíritu Santo le ha dado, de tal manera que Dios pueda hacer en la tierra lo que el hombre autoriza porque el Señor necesita que el hombre se ponga en sociedad con Él. El hombre presta le lengua para que el Espíritu le demande cosas que son misterios. A veces pedimos con nuestro entendimiento y nuestra oración puede estar contaminada con deseos personales; pero el misterio del Espíritu Santo no está contaminado.
Mucha gente se siente amedrentada porque el diablo le hace sentir que las lenguas que habla son satánicas y no vienen de Dios, entonces se restringen y tienen miedo de hablar en lenguas. Pero si eres un creyente que ama a Dios y tienes lenguas, esas lenguas son de Dios y tienes que usarlas. ¡Tienes que orar en lenguas! “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia” (1ª de Corintios 14: 3 y 4).
Hay una gran diferencia entre los demás dones y el don de lenguas. “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación”. Aquí aparece la interpretación de lenguas. El apóstol Pablo dice: “…pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” Por eso el apóstol Pablo prefiere que profeticen porque quien lo hace bendice a la iglesia, le da crecimiento y la edifica. Ahora, si tú tienes lenguas y las interpretas, entonces estás dando profecía, porque la interpretación de lenguas es equivalente a la profecía y estás bendiciendo a la iglesia. “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina?” (1ª de Corintios 14:6). Si yo opero con los otros dones entonces estoy bendiciendo a la iglesia. Si viniera hablando en lenguas, todos se quedarían mirando pensando cuándo voy a terminar. “Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes” (1ª de Corintios 14:22). Si yo no tengo que hablar en lenguas delante de los creyentes, ¿cómo es que el hablar en lenguas es señal a los no creyentes? Es que en el uso de las lenguas con su interpretación, la persona incrédula es edificada; Dios le trae revelación a esa persona. Las lenguas son una señal para los incrédulos, pero las profecías son una señal a los creyentes. Dijo el apóstol Pablo: “Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí. Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia”.
CONCLUSIÓN
¡Anhela tener los dones de Dios para bendecir a los hermanos! Demasiados creyentes viven ignorando el operar de los dones espirituales, pero esto no debe seguir así. ¿Qué son los dones? Son manifestaciones que certifican que el Espíritu Santo está en tu vida. Se tiene que caer la venda de los ojos de los cristianos. Demasiados cristianos operan en un nivel natural.
“Señor, quiero pedirte que manifiestes en tus hijos los dones sobrenaturales de profecía, de milagros, de género de lenguas e interpretación de lenguas. La iglesia necesita manifestar tus virtudes, Dios. Tu iglesia necesita vivir feliz y confiada de que tu Espíritu Santo se está manifestando. Tus hijos necesitamos mostrar tu gloria Padre. Espíritu Santo, pon en nosotros tu fuego y los anhelos del cielo. Muéstranos tus dones; derrama tus dones sobre la iglesia. Derrama tu gracia Señor, te lo pedimos en el nombre bendito de Jesús. Tuyo es el poder Dios, tuya es la gloria y la honra, amén”.
ANEXOS: