COMPASIÓN: INGREDIENTE DIVINO - Misión Vida para las Naciones

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MENSAJES DEL CIELO

COMPASIÓN: INGREDIENTE DIVINO

INTRODUCCIÓN

El amor de Dios tiene un elemento que es la compasión y ésta es el motor del amor de Dios, que lleva a una persona a padecer por causa de la necesidad de otros. Pasión significa padecer y compasión es padecer juntamente con otro; es decir que, si alguien tiene tristeza, yo me entristezco como esa persona. Padezco juntamente con ella. Me duele lo que está viviendo el otro como si a mí me estuviera sucediendo lo mismo que a esa persona. Eso mueve mi corazón y mis decisiones, direccionándome hacia la necesidad del otro. ¡Para Dios la compasión es extremadamente importante! La compasión hace que te enfoques en el quebranto y en la necesidad de las personas de tal manera que te lleva a dejar de lado tu propia necesidad.

Tal vez alguno diga: “¿Y yo qué? ¿Y mi problema?” ¡Dios está contigo! Su mandamiento es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No es, te amarás a ti mismo. A mí me alcanza con el amor de Dios y me alcanza con saber que si amo al prójimo, el amor de Dios obrará en mi favor y el Señor suplirá todas mis necesidades y mientras yo cuido de otros, Él cuida de mí. Si yo tengo compasión por otros, Dios tiene compasión de mí, y si yo socorro a otros, Él me socorre a mí.

El mundo se rige por el egoísmo, el hedonismo y el egocentrismo; y el evangelio viene a combatir esos conceptos y viene a instaurar el amor de Dios que mira la necesidad del otro y me acerca al prójimo. La compasión es entonces un aspecto especial del amor de Dios que me lleva a actuar en favor del necesitado. La película: “La Pasión de Cristo” significa “el padecimiento de Cristo”, y su padecimiento no fue por Él mismo sino por la humanidad. La compasión enfoca la dirección de mis pensamientos y de mi accionar. Si yo me centro por ejemplo en las ganas que tengo de comer y me choco con alguien que tiene hambre, pierdo de vista la necesidad de esa persona porque estoy enfocado en que quiero ir a comer. Y si me siento cansado o no tengo tiempo porque ando afanado, no puedo ver la necesidad de otros. Mis sentimientos me direccionan, pero si hay compasión en mi corazón, mis ojos y mis sentimientos se enfocan en ayudar a los que me rodean. La Biblia señala que es más bienaventurado dar que recibir. ¡Son dichosos los que dan! ¡Son bendecidos! Y no sólo me refiero al dinero, al abrigo o a los alimentos; se trata de dar lo que haga falta, como un consejo, como ofrendar mi tiempo. O sea que dejo de lado el tiempo que tengo para mí y lo dedico a ayudar a otra persona como por ejemplo mandándole un mensaje. ¡Todo eso es dar!

LA COMPASIÓN TE GUÍA A LA VOLUNTAD DE DIOS

Más bienaventurado es dar que recibir, y bienaventurado significa dichoso. Significa: son más felices los que dan que los que reciben. Pareciera ser que los que reciben se ponen contentos por un momento, pero quienes reciben más gozo y satisfacción son los que dan. Esto es una verdad bíblica que si no las has experimentado debes hacerlo. ¡No te pierdas el beneficio de dar! Experimentarás gozo al dar.

Yo estoy feliz por los veintiséis años que llevo en Uruguay predicando el evangelio y no es que la gente me ha pagado bien. Yo sé lo que es sentirse extranjero en una tierra que no es tuya. A los uruguayos les provoca rechazo y fastidio los argentinos. En Uruguay se sienten orgullosos de lo humildes que son. En general, en este país se trata muy bien a los extranjeros, pero no tanto a los argentinos. ¡Yo lo he vivido en carne propia! La prensa, los políticos y un montón de gente me han tratado con un cariño extraordinario. Algunos decían: “¿Y qué tiene que decir este argentino acá? ¡Que se vaya a su país!” Pero Dios me mandó a Uruguay y me plantó aquí; el Señor me hizo adoptar a Uruguay y amo a los uruguayos. Oro por este país y creo que he derramado más lágrimas por esta nación que los propios uruguayos. Llegué con una mano atrás y otra adelante, mas Dios me ha bendecido y así como declaró José, el Señor me ha prosperado en la tierra de mi aflicción. En mi país nunca fui acusado como lo han hecho en Uruguay con toda clase de difamaciones. ¡Hasta de traficante de menores me acusaron! Ahora me dicen homófobo, retrógrada, que promuevo el odio, etc. Y no es por eso que estoy amargado sino que estoy dichoso por Cristo, porque todo lo que hice en los veintiséis años, fue dar. A veces me siento cansado, agotado, predico a veces tres cultos en un día y me encuentro con gente que necesita hablar conmigo, entonces los atiendo y me voy a mi casa muy tarde en la noche…

Una joven venía todos los domingos, me abrazaba y me decía que yo era su papá, pero le dije en una oportunidad que el chico que le gustaba no le servía y no la he visto más. ¡Se terminó el amor hacia mí como papá! A veces los consejos molestan. A veces uno no quisiera ser pastor, no quisiera darles consejos a determinadas personas, pero Dios nos puso para eso. ¿Cuál es el resultado de todo esto? ¡Soy un hombre feliz! Bienaventurado o dichoso es aquel que da. Hay gente que da, pero no está bien enfocada; da, pero lo que lo motiva no está guiado por la misericordia ni por la compasión. Solamente aquellas cosas que hacemos direccionados por la compasión están dentro de la voluntad de Dios. Nosotros damos muchas cosas, pero movidos por motivos egoístas del corazón. Haití recibe mucha ayuda de personas extranjeras que hacen donaciones tal vez por motivo de conciencia, pero estas personas dan sin sabiduría. Digamos que la compasión lleva a la persona a dar con sabiduría y con justicia. Porque a veces cuando damos, pero no somos guiados por la compasión, perjudicamos más de lo que bendecimos.

En Haití se ha desarrollado la “cultura del mangueo”. Las personas que van a allí y dan, se van felices por su conciencia, pero no son conscientes de que han ido generando esa cultura del mangueo en los haitianos ya que éstos esperan siempre que llegue alguien con billetes verdes. Cuando construimos el hogar de niños de Haití, con capacidad para albergar a cien niños, estábamos felices porque quedó hermoso y soñábamos con verlo lleno de niños que habían quedado huérfanos. Mientras íbamos construyendo el hogar de Beraca, fuimos a conocer otros hogares; y en Haití muchas personas se preparan para pedir.

Conocimos una mujer que albergaba en su casa unos cuantos niños y ella tenía una carpeta muy sucia y maltratada con papeles de inscripción muy mal hechos. Ella, mostrándonos la carpeta, nos dijo que necesitaba dos mil dólares mensuales para poder llevarlo adelante. Esta mujer pedía y pedía plata y a mí me molestaba por lo que le dije que nosotros estábamos en plena edificación de un hogar y nos estábamos gastando el dinero que teníamos en la construcción; le recalqué que nuestra intención no era solventar otros hogares pero que iríamos a visitar su casa y si Dios nos demandaba, con gusto la ayudaríamos. Y fuimos a conocer el lugar, muy pequeño, muy precario, había mucha mugre y los niños estaban sucios y llenos de moco. No era un ambiente lindo sino más bien triste y los niños no eran felices allí, pero a esa mujer le servía porque la mentalidad de ella es que si los niños están sucios y mal vestidos, que si el piso es de tierra y faltan provisiones, entonces genera lástima en la gente y ésta terminaría ayudándola. En Haití les conviene mostrar miseria ya que si la gente ve que las cosas están relativamente bien, entonces no les van a dar. Yo le ofrecí que se fuera a nuestro hogar con los niños y armaríamos un equipo, pero se negó. Las chicas que fueron a visitar el hogar conmigo les preguntaron a los niños si habían comido y ellos les dijeron que hacía días que no comían, en realidad no sabíamos si era cierto o es que le habían enseñado a decir que no comían para dar lástima. La mujer no quiso irse con nosotros alegando que Dios le ha revelado que ella tenía que estar allí y que yo debía tener misericordia y ayudarla. Entonces le increpé: “¿El Dios que te dio la visión no te dio la provisión? ¿Fue Dios quien te mandó a tener a estos niños sin comer por días? ¿Dios te manda a tenerlos mugrientos y lleno de mocos?” Están esperando recibir pero no tienen un corazón acorde al de Dios; esperan recibir pero no tienen intenciones de mejorar la casa o de alimentar mejor a los niños. Cuando damos, queda claro que debemos tener dirección y esa dirección la da la compasión. La compasión te lleva a invertir en otros con sabiduría. ¡Dios necesita gente compasiva!

No son tantos los que dan, y no me refiero sólo al dinero sino a aquellos que dan su vida y lo que sea necesario en beneficio de otros. Analizaremos la vida de Jesús; en Mateo 9:36 leemos: “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. En varios lugares encontraremos a Jesús rodeado de multitudes. ¿Qué ve Jesús en la multitud? Posiblemente si nosotros vemos una multitud, sólo nos sentiremos curiosos de ver qué están haciendo, pero no pasa de ahí. Mas Jesús al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas. El Señor vio que estaban desamparadas y dispersas; Él veía a las multitudes como ovejas abandonadas que no tenían quien las guíe, entonces se compadecía de ellas. Después de un día de trabajo arduo, Jesús hubiera dicho a sus discípulos para ir a Mac Donald a comer porque tenía hambre y después se irían a descansar porque había que seguir trabajando al otro día.

LA COMPASIÓN TE ENFOCA Y TE DIRECCIONA

Si no hay compasión en nuestro corazón aparece alguna otra prioridad. Pero si hay compasión, ésta te va a enfocar en las necesidades que Dios te quiere mostrar y tienen que ver con sus prioridades y no con las tuyas. Cuando no hay compasión, te enfocas en tu hambre, tu cansancio, tu trabajo o estudio, etc. Pero si hay compasión entonces me enfoco en las personas y en sus problemas; yo no puedo pasar de largo cuando veo la cara de una persona que está quebrantada. Si la compasión está en mí, me detengo para hablar con esa persona. No pondremos como excusa que tenemos mucho para hacer aunque todos tenemos mucho que hacer.

Para enfocarnos en algo tenemos que dejar de lado alguna cosa; seguramente quitaremos tiempo al descanso, a la comida, a la televisión, etc. A alguna cosa le robaremos tiempo a la hora de enfocarnos en los demás. La compasión es la que te hace enfocarte en aquello que Dios quiere. ¿Tú quieres conocer la voluntad de Dios? Yo te digo que los que tienen compasión conocen la voluntad de Dios. ¡Ya no ores que Dios te muestre su voluntad! Tu oración debe ser que el Señor te llene de amor y de compasión por los demás porque si hay amor, ese amor no te dejara estar ocioso y sin fruto, y lo que hagas será de bendición. Es más, dejará de ser una carga lo que estás haciendo; si a ti te toca hacer la comida y no hay amor, cocinar se transforma en una carga muy pesada.

Hoy en día se les dice a las mujeres que no hay que ser esposa ni madre porque eso es una tiranía, entonces son esclavas y viven oprimidas por el macho en una sociedad opresora y patriarcal, y critican a la iglesia que promueve el matrimonio y la familia. Yo conozco mujeres que son una bendición como esposas y me quito el sombrero al ver la clase de madres que son. Yo me deleito en ver a mis hijas cómo dedican tiempo y amor en criar a sus hijos, cómo juegan con ellos y esos niños son felices. Para ellas no es una esclavitud ser esposas y madres. A las mujeres les enseñan que si tienen hijos no tendrán futuro, vivirán oprimidas toda la vida, atadas a las obligaciones que les imponen los hombres. Les enseñan a tener aversión por los hombres. Mira que hay mujeres que son peores que muchos hombres, luchan por que la mujer sea igual al hombre; nada de sexo, sí igualdad. En un artículo que leí, alguna feminista señala que la erección del miembro masculino es una agresión contra la mujer. En otra publicación, un transexual de cincuenta y dos años de edad, pasa a la transedad. Antes de transformarse en mujer, se llamaba Pablo y estaba casado. A los 46 años de edad, abandonó a su esposa y sus siete hijos para vivir lo que considera su vida «verdadera». En una entrevista detalla su lucha por convertirse primero en una mujer y, después, en una niña de seis años de edad que habita en un cuerpo de un hombre de más de 50 años. Se viste como una niña y habla como una niña y es un hombre grande y corpulento. ¡Es terrible lo que está sucediendo en el mundo!

Jesús al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas. ¡La gente está desorientada! ¡Dios tiene compasión por las personas! Leemos en Mateo 14:14: “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos”. A Jesús le vino un deseo ferviente de ayudar a los que estaban enfermos; el Señor no vio otra cosa más que gente enferma en esa multitud. Reitero, la compasión te enfoca en las necesidades de las personas. Mateo 15:32 dice así: “Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino”. Justamente, lo que la gente estaba necesitando, es lo que Jesús estaba percibiendo. En momentos era el hambre, en otro, las enfermedades, o los veía desorientados como ovejas que no tenían pastor. Y ahí estaba Jesús sintiendo compasión, orientado en la dirección de la voluntad de Dios.

Cuando Jesús estaba en la tierra se compadecía de la gente y hasta se olvidaba de sus propias necesidades. Juan capítulo 4 relata que el Señor se dirigía a Galilea y le era necesario pasar por Samaria; cansado del camino, se sentó junto al pozo mientras los discípulos iban por comida; allí se encontró con una mujer samaritana y le dijo: “Dame de beber… La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?… Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás… Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad”.

Quiero mostrarte con esto, cómo Jesús se enfoca en la necesidad de las personas. Estoy en condiciones de asegurarte, después de haber ayudado a muchas mujeres y decirte que cualquier mujer que haya tenido varios maridos se siente fracasada y vacía. Los judíos no pasaban por Samaria porque era abominable, mas la Biblia señala que a Jesús le era necesario pasar por allí. “En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?… Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”.

¡El hambre te puede enfocar en tu necesidad de comer, pero la compasión te enfoca en la necesidad de la persona que está a tu lado! La compasión te hace poner tus derechos a un lado para atender las necesidades de otros. ¿Quieres conocer la voluntad de Dios? La voluntad de Dios se conoce cuando su compasión y su amor se mueven en mí. Dios no quiere que esto te quede sólo como una enseñanza sino que seas lleno hoy de su compasión y mires por las necesidades de tu prójimo. ¡La compasión te desenfoca de tus propias necesidades!

Estaba Jesús en Getsemaní orando y sudando gotas de sangre porque no quería ir a la cruz, y si el Padre le presentaba otra posibilidad no tendría que sufrir. “Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36). Jesús podía haber huido de allí, sin embargo, estaba delante del Padre diciéndole: “Que sea tu voluntad y no la mía”. Y se quedó allí porque era la voluntad del Padre y sabía que debía morir en la cruz del calvario para cambiar su vida por la nuestra. Cuando llegó la pascua en que Jesús sería crucificado, y Él sabía que iba a ser azotado, clavado y crucificado en esa pascua, dice la Biblia que afirmó su rostro para ir a Jerusalén (Lucas 9:51). Los que lo rodeaban sabían que algo le iba a suceder allí y ninguno quería que fuera, y dice Mateo 16:22: “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Jesús estaba acostumbrado a compadecerse de la gente y cuando Pedro le dice eso, Jesús lo mira a los ojos y le dice: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. ¡Su compasión por mí y por ti lo hizo ir a Jerusalén! La compasión por la gente que era la voluntad de Dios, lo hizo ir a Jerusalén aun sabiendo que iba a padecer. Jesús no estaba para compadecerse de sí mismo; Él tenía gozo de saber que su padecimiento tenía un gran fruto y era nuestra salvación. ¿De qué me libró Jesús? ¡No tengo ni idea de qué me habrá librado! Según la prensa yo soy un sinvergüenza y reconozco que tengo cara de sinvergüenza, pero Cristo perdonó mis pecados y cambió mi corazón y aunque tengo cara de sinvergüenza, soy siervo del Dios Altísimo.

Si Jesús hubiera tenido compasión de sí mismo, hubiera seguido el deseo maquiavélico de satanás. Mas el Señor le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.

LA COMPASIÓN NO ELIGE LA CONVENIENCIA

Te voy a decir algo muy importante y es que tu conveniencia no es la voluntad de Dios. Muchas veces resolvemos cosas razonando qué es lo más conveniente o qué es lo que no conviene; pero lo que es conveniente para nosotros no es necesariamente la voluntad de Dios y nuestra conveniencia se levanta contra los designios de Dios. La compasión no elige la conveniencia; la compasión elige la voluntad de Dios. Posiblemente, para Jesús la conveniencia era no ir a Jerusalén, o haberse escapado de Getsemaní para guardar su vida. Cuando haces lo más conveniente y lamentablemente se ha instalado en el mundo, y desgraciadamente también en el mundo de la política, la teoría de la conveniencia, ya no importa lo que está bien o está mal, lo importante es lo conveniente. De acuerdo a la conveniencia se elige, sin importar la verdad y sin importar lo que está bien o mal. ¡Lamentable pero es así!

Y los cristianos no estamos exentos de eso porque siempre elegimos la conveniencia; tenemos que estudiar, trabajar, estamos cansados y hambrientos, etc. Y al final no hay lugar para la compasión. Dios quiere hacer una obra nueva en tu corazón. Si tu corazón no se enfoca en lo que Dios quiere no estás demostrando que eres un siervo de Dios ni que para ti lo más importante es el reino de Dios y su justicia. Estás demostrando que para ti no es importante la voluntad de Dios.

El apóstol Pablo había hecho muchas campañas de evangelismo y fundó una gran cantidad de iglesias en toda Asia, en todo el mundo de oriente conocido en aquel entonces. Había llegado a muchos lados. Y habiendo terminado sus giras de predicación del evangelio decide ir a Jerusalén, entonces dijo: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:22 al 24).

Ojalá quedaras ligado y ligada al Espíritu hoy, y marches a donde Dios te guie. Dice Hechos 21: 8 al 14: “Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban. Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles. Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aún a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor”.

Pablo conocía la voluntad de Dios y a pesar de las profecías que eran ciertas, decidió no tener compasión de sí mismo sino de la gente. El plan de Dios era que Pablo les predicara el evangelio a los gobernantes de Jerusalén, de Cesarea de Filipo y a los de Roma. No es lo mismo lo que razona tu intelecto que lo que Dios razona. La dirección de Dios no es la misma que tu intelecto ya que éste te guía hacia tu conveniencia, pero la compasión de Dios siempre te va a guiar en otra dirección. Por eso Jesús dijo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo”. Una cosa es que te guie tu conveniencia y otra muy distinta es que te guie la compasión de Jesús. La compasión de Dios no te dejará mirar hacia otro lado cuando hay una persona necesitada, algo harás por ella. Si es necesario sacrificarás tu vida por los demás y no serás una persona desgraciada porque más bienaventurada cosa es dar que recibir declara la palabra de Dios. ¡Serás feliz! Dios suplirá todo lo que te falta y verás las maravillas del Señor.

CONCLUSIÓN

Cuando es Dios quien guía también provee; y provee una paz que sobrepasa todo entendimiento y el gozo del Señor, que no es el gozo de haber recibido dinero o de encontrar empleo, sino como decía Nehemías, el gozo del Señor es mi fortaleza (Nehemías 8:10). ¡Dios hoy te ha hablado! Él quiere irrumpir en tu vida y no lo hará sin tu consentimiento porque el Señor te dio libre albedrío, pero Él te ha hablado y está golpeando a la puerta de tu corazón, déjalo que ponga su amor y su compasión y así obrarás conforme a su dirección. Muchos chicos de los hogares de Beraca se molestan porque los mandan a preparar la comida y no pueden hacer otra cosa que quieren; si la compasión de Dios está en ti, a la hora de preparar los alimentos será un poema y los que coman tu comida se deleitarán. Lo que te toque hacer, lo que Dios te mande a hacer será un gozo. Si el Señor te da diez hijos serás la mujer más feliz y esto va en contra de lo que dice el mundo, como que tener hijos es una desgracia. Así que yo les digo a las mujeres que tengan hijos; sean madres de muchos hijos y disfrútenlos. Sean esposas y deleiten a sus esposos y no crean que son esclavas porque Dios las declara benditas. ¡Son benditas las mujeres que hacen la obra de Dios! Tener hijos no es una esclavitud, pero abortarlos es un crimen. No te sentirás oprimido u oprimida porque Dios te dará una libertad que nada tiene que ver con tus razonamientos. Dijo Jesús: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. La verdad es la voluntad de Dios.

El Señor quiere romper las ataduras del egoísmo, del hedonismo y la autosatisfacción en ti. ¡Dios va a darte placer! ¡El Señor va a sustentarte y te dará gozo! Tú encárgate de hacer por otros lo que Dios quiere que hagas. Dios llenará tu corazón de compasión y lo que te mueva a partir de hoy ya no serán los motivos egoístas de tu corazón, sino que sentirás compasión por tu prójimo y serás guiado por el amor de Dios a bendecir a los demás. Que no pase desapercibido este mensaje en tu vida, pídele al Señor que ponga en ti su corazón para compadecerte como Él se compadeció. La compasión es de Dios y la quiere derramar sobre tu vida hoy, recíbela en el nombre de Jesús, amén.

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