Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
WhatsApp:(+598) 095333330
INTRODUCCIÓN
En los capítulos 23 y 24 de Mateo, Jesús habla de su segunda venida y da muchos detalles acerca de cómo serán las cosas; también advierte a sus discípulos para que sean prudentes, para que tengan fe y les da algunas señales de su venida.
Leemos en Mateo 25:31 al 33: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda”.
En la segunda venida de Cristo se termina una etapa importante, yo diría que se termina el tiempo y se instaura el reino de Dios en la tierra. El reino de Dios no es una democracia sino que tiene un soberano, dueño del poder ejecutivo, legislativo y judicial y ese dueño es Dios. Cristo viene, se sienta en su trono de gloria y divide las aguas, a la derecha un grupo de gente, las ovejas, y a la izquierda los cabritos. Lo que sucede es que comienza un reino, el reino de Dios en la tierra.
Pero se separan las aguas, Dios separa la gente. ¿Qué características tienen los de la derecha y qué característica los de la izquierda? Dice Mateo 25:34: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Yo todavía no había nacido y Dios había preparado un reino en el que voy a estar y además soy heredero porque a los de la derecha, y yo pienso estar de ese lado, les dice: “Venid y heredad el reino preparado para vosotros”.
LOS DE LA DERECHA: HACEDORES DE LAS OBRAS DE DIOS
En un reino, hay un soberano y están los súbditos y el heredero forma parte de la familia del monarca, vive en palacio y constituye el cuadro de gobierno. La Biblia señala que Dios nos llamó a ser reyes y sacerdotes de tal manera que gobernaremos juntamente con el Señor y también dice que somos coherederos juntamente con Cristo. Así que está el soberano que es Dios, nosotros, los herederos que formamos parte de la familia de Dios y por último están los súbditos que según creo son los que estarán a la izquierda, luego los ángeles, arcángeles, querubines y serafines.
Los herederos son más que los ángeles. A ningún ángel el Señor hizo a su imagen y semejanza; ningún ángel se parece a Dios pero nosotros sí nos parecemos a Él, somos semejantes a Dios. El Señor nos creó para que seamos herederos del reino y nos rescató para que formáramos parte de él. Tenemos que pensar muy seriamente en la segunda venida de Cristo porque el mundo se está pudriendo y nosotros vemos todo lo que está pasando, pero debemos de ver por la fe la gloria que viene. No pretendas ver para creer; cree lo que dice la palabra de Dios y verás su gloria. Verás ese trono glorioso y al Señor venir en las nubes, y cómo se concreta esto de que eres heredero juntamente con Cristo en ese reino extraordinario.
Los herederos del reino tienen características esenciales, dice Mateo 25: 34 al 40: “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”.
Ese es el fruto, es lo visible que habla de lo invisible y que está en el corazón de los hijos del reino. ¿Qué es lo que se ve del creyente? El Fruto. ¿Y cuál es el fruto? Es que ama como Dios ama. Cuando hay alguien con hambre, enfermo o en la cárcel el creyente se preocupa. El verdadero creyente tiene un amor profundo. No visita a un enfermo porque se trata sólo de un pariente sino que se compadece de los enfermos. Somos egoístas cuando como cristianos no funcionamos con nuestro verdadero ADN, y hasta cuando visitamos a un enfermo somos egoístas. Vistas a un familiar enfermo por compromiso, si no, puedes quedar mal, pero eso no es amor. Jesús afirma en el libro de Mateo que los verdaderos hijos del reino no se fijan si el enfermo es un pariente, se preocupan por cualquier enfermo. ¡El verdadero creyente tiene un corazón lleno de amor!
Yo he creído en el evangelio y he recibido este mensaje que está en mi corazón, por tanto yo amo al prójimo y no sólo porque Dios lo ha mandado sino porque el Señor está en mí. ¡Tengo la sustancia de Dios! El fruto es el resultado de la sustancia del ADN del árbol. El fruto se hace visible porque el árbol lo produce naturalmente y no es forzado a hacerlo. Yo amo naturalmente a la gente; no me siento forzado, no porque se trata de un mandamiento sino porque el amor sale de mí, así como sale del duraznero dar duraznos. Y el problema se plantea cuando el creyente quiere producir esas obras; no es un duraznero, pero quiere dar duraznos. Se esfuerza por ser bueno con la gente y amable. Muchos establecen normas de conductas; algunos son bastantes buenos en su propia opinión pero eso no hace un cristiano. El fruto no hace al cristiano sino que el cristiano hace el fruto. El durazno no convierte al árbol en duraznero sino que el duraznero produce el durazno.
El Señor ha observado el fruto, a Él no le cuesta saber quién es del reino y quién no. Dios sabe quién es del reino porque le ha dado agua al que tiene sed, le ha dado alimento al que tiene hambre, ha cubierto al que está desnudo y ha visitado al que está en la cárcel y al enfermo. A Dios no lo engañan las obras que tú haces; las obras humanas son obras humanas y las obras de Dios son obras de Dios. El verdadero creyente tiene la sustancia de Cristo, por lo tanto tiene una vida espiritual que ha sido engendrada dentro de su corazón y produce esas cosas sin que el pastor lo esté empujando. ¡Le sale solo! Dijo Jesús que el Espíritu Santo iba a brotar de nosotros como ríos de agua viva. No se trata de hacer sólo por obediencia como me dicen algunos: “No quiero, pero lo hago por obediencia”. No sólo hay que obedecer sino que hay que hacerlo con amor, con gozo y convicción porque el fruto del Espíritu Santo es así, sale solo de adentro. No pesa ir a visitar a un enfermo o darle de comer al que no tiene. Me agrada porque es lo que sé hacer. ¡Yo soy duraznero por lo tanto produzco durazno!
Dos cosas suceden en la segunda venida de Cristo; aparece un grupo que son los benditos del Padre. Y están los que menciona Mateo 25:41: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Unos son benditos del Padre y otros son malditos. “Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
A tal punto Jesús está identificado con los que sufren, que nos concede el placer de sufrir como Él por esa clase de personas. No es que nos manda a hacerlo sino que Él mismo viene a habitar en nuestro corazón y éste comienza a funcionar con el mismo sentir de Jesús. El que no tiene esta sustancia de Dios, el que no tiene el carácter de Dios anda buscando otra cosa. Se sienten mejor haciendo lo que les gusta y eligen en que área sirven a Dios como por ejemplo en la batería, pero no es suficiente que toques la batería o el teclado porque no demuestras el amor por la gente tocando un instrumento aunque sea muy bonito, sino que el ADN de Dios que está en ti te lleva a amar y ayudar al prójimo. ¡La obsesión de Dios es que no se pierda la gente que Él ha creado a su imagen y semejanza!
El enfoque de Dios está en la gente y quien tiene a Cristo en el corazón tiene ese enfoque. El carácter o la sustancia del creyente se ven en sus obras. Pero hay obras buenas del hombre y de la carne, y las que son verdaderamente buenas y son las obras de Dios. No hay otra manera de identificar a un verdadero creyente así que medita en qué estás enfocado como cristiano. Cuando señalan que mi mensaje es de odio yo me rio porque sé quién soy. En otro tiempo era egoísta, era arquitecto y tenía mis propios planes y el enfoque de mi vida era egoísta. Pero un día Dios me mostró que yo había nacido para ser pastor y yo decía que no era pastor, como la canción que dice: “Yo no soy buena moza ni lo quiero ser”. Dios trabajó en mí y me dio un corazón pastoral así que desde hace veinticinco años produzco las obras de un pastor. Yo predico el amor de Dios y hago obras de amor.
Hace un tiempo atrás llegó a nuestros hogares un joven que era homosexual y pidió ayuda no porque era homosexual sino porque la droga lo estaba destruyendo. El joven nos pidió que lo ayudáramos a salir de la droga pero que no le tocaran su identidad de género porque ya lo tenía asumido y sabía bien quien era. Y nosotros que lo recibimos y lo amamos, accedimos a ayudarlo a salir de la droga y no le hablamos nada acerca del homosexualismo; entonces comenzó a mejorar respecto al tema de la droga y a medida que iba siendo restaurado de la adicción comenzó a sentir ganas de cortarse el cabello y dejarse la barba. Hoy en día es un hombre, siervo de Dios que toca el teclado en uno de nuestros anexos. Ahora él tiene en su corazón la carga por ayudar a los homosexuales y no los odia sino que los quiere bendecir.
LOS DE LA IZQUIERDA: NO HACEN LAS OBRAS DE DIOS
Tú tienes que preguntarte qué estás produciendo y si tu vida cuadra con el enfoque que nos da Mateo 25:31 en adelante. “¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?” Forastero significa extranjero, yo soy extranjero en Uruguay, y la Biblia dice que hay que tratar bien a los extranjeros. Hace veinticinco años que estoy en Uruguay y aún hay muchos que dicen: “¿Ese argentino quién se cree que es? ¿Para qué vino? ¿Por qué no se vuelve a su país? Yo no me vuelvo a la Argentina porque Dios me plantó en Uruguay, yo sé quién soy, a dónde tengo que estar y sé lo que tengo que hacer. ¡Hay de mí si me voy del lugar donde Dios me puso! En Uruguay me quieren meter preso pero es el lugar donde el Señor me plantó.
Hacer la obra de Dios no es fácil; la obra de Dios la hacen los que reciben la fuerza y el poder sobrenatural del Señor para hacerlo, para enfrentar las hordas del infierno y arremeter contra el enemigo diciéndole: “No vas a poder conmigo porque yo soy heredero del reino. ¡Y tú diablo, eres súbdito!”
Los que son condenados no son condenados por tener malas obras sino por carecer de éstas. A esos el Señor les dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”. Con que sólo falte el fruto que tendría que haber, es suficiente para ser condenado.
No hagas esfuerzo por hacer buenas obras sino busca estar lleno de la presencia de Dios y el fruto vendrá solo, naturalmente. No necesitas ser criminal para estar condenado o tener malas obras. Puedes haber hecho buenas obras de la carne pero tampoco alcanza porque Jesús quiere ver si tienes sus obras, las que Él pensó para ti. Dios te diseñó para esas obras, te diseñó para el bien y sin Dios no hay bien. Ni siquiera las buenas normas morales y culturales alcanzan porque sin Dios éstas son vanas y débiles. Por eso necesitamos un Dios. Tanto el creyente como el ateo saben que no deben mentir pero, ¿qué fuerza tiene el ateo y el creyente? El creyente tiene la fuerza del hecho de que Dios existe y dijo: “No mentirás”. Hay autoridad y poder detrás de la norma y es el poder de Dios para producir el bien, entonces el mentiroso, de pronto deja de mentir porque la presencia de Dios ha llegado a su vida y rechaza la mentira desde lo más profundo de su corazón. No se trata sólo de obedecer una norma sino someterse al que tiene el poder de hacerte cumplir la norma.
Las obras son el fruto y éstas no pueden producir un buen cristiano. Lo que tú haces no alcanza, no es suficiente para dar fe del ADN que tienes adentro. ¡Es necesario que el ADN de Dios esté en tu vida! ¡Que Él gobierne tu vida y te impulse! Yo soy un hombre muy feliz. Quizás en Uruguay he vivido los días más difíciles de mi vida. Antes de ser pastor yo hacía lo que quería y era “flor de tipo”, como dice el dicho popular, un creyente bueno. A las personas les gustaba jugar al vóley conmigo pero no encontré ningún versículo que diga: “Porque quise jugar al vóley con ustedes…” Nos juntábamos a comer y éramos personas buenas pero eso no es evidencia de la sustancia de Dios en mi vida. Se trata de que hoy definas qué clase de obras haces. ¿Esas obras provienen de la sustancia divina que está en ti? ¿Tu carácter es el de Dios o es el carácter pulido por la cultura de tu país? Hasta hace unos veinte años atrás los uruguayos decían que eran muy cultos y aún lo declaran, pero eso se va deteriorando. El uruguayo ha sido muy soberbio de su cultura y de su formación.
Mateo 25: 46 dice así: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. El evangelio no es complejo, no tiene doctrinas engorrosas; el fundamento del evangelio es el amor al prójimo. Cuando me preguntan por qué hay que ir a un hogar yo les digo que es el mejor lugar para pulir el carácter cristiano en las personas. Hablé con una pareja que tiene un año de casados y ya están teniendo desavenencias porque al esposo le molestaba las debilidades de la mujer y ella igual. Si es complicado el matrimonio entre dos personas que se han hecho promesas de amor en un altar, imagínate lo que es vivir con veinte o treinta desaforados, alcohólicos, rebeldes, etc. Comenzamos a tratar con las personas del hogar y Dios comienza a pulir nuestro carácter, ¡y tenemos que amar! Nos dan ganas de reventar a algunos pero los tenemos que amar y perdonar. Dios te va a transformar en una persona dulce. Dios comienza a tratar el carácter de las personas interactuando con los hermanos. ¿Para qué? Para que el amor de Dios se perfeccione en nosotros.
Asistir a la iglesia es fácil, saludas sólo a los que te caen bien, no los conoces mucho, tal vez en sus hogares hablan mal, se pelean con los demás, son desordenados pero están en la iglesia sonrientes y bien vestidos y esos son los que te agradan, pero eso no es amor. Amar es quedar desarmado cuando ves alguien triste y no la vas a dejar ir sin antes hablar con esa persona. Nadie se percató de ella pero tú si la vistes. Mientras más conoces a la gente y más tratas con ellos se evidencia si el amor de Dios está en tu vida. Cuando le distes diez veces el mismo consejo a una persona y no lo obedece te dan ganas de mandarlo al infierno pero Dios te dice que tienes que amarla y bendecirla.
Una joven me escribe todas las semanas y me dice: “¡Otra vez le fallé a Dios pero este fin de semana voy a ir a la iglesia!” Después me dice: “No voy a ir a la iglesia porque me van a mirar raro”. Yo le digo que venga a la iglesia y ella me dice: “Ya te tengo cansado”. “Sí corazón, pero te amo”, le respondo. ¡El amor produce cosas increíbles! Antes de entender yo este mensaje y antes de ser pastor yo era un cristiano recontra carnal, los hermanos que me llenaban el corazón eran los que salían a comer conmigo y con quienes jugábamos al vóley. No existía en mí ese amor y esa pasión por la gente.
En este último tiempo no sabemos qué hacer con todos los venezolanos que se están viniendo, están emigrando de a miles y el Departamento de Migraciones de Uruguay está dando turno para el año que viene. Se nos conmueve el corazón por los venezolanos y no sabemos qué hacer, pero oramos que Dios los bendiga. Dios se mueve a favor de aquellos que hacen su obra. Hace más de un año que no voy a Haití y allá están nuestros queridos uruguayos sirviendo al Señor. Han llegado unos cuarenta franceses y se hospedaron en un hotel cuatro estrellas, de lo más lindo que hay allí, y éstos hablaron con el gerente del hotel y le dijeron que estaban allí por cuestiones de negocio y habían llevado un presente para alguna organización que tuviera necesidades. El gerente que nos conoce porque las personas del hogar de Haití le hacen trabajos de carpintería al hotel, los llevó hasta el hogar de niños. Los cuarenta franceses se hicieron presentes allí y dejaron cuarenta valijas de ropa, de juguetes, de calzados. Alguno dirá: “Es que si me decido por hacer la voluntad de Dios me voy a morir de hambre”. ¡No te vas a morir de hambre! Al que se niega a sí mismo Dios le sustenta la vida y lo hace una bendición para los demás por haber dado su vida por el prójimo.
Hay sólo dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios”. Incluye: “A Él sólo adorarás”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No adores a ninguna persona, no utilices esa expresión para ningún ser humano o animal. ¡No adores nada! ¡El único que merece ser adorado es Dios! La adoración es la mayor expresión de amor. Si tú no puedes adorar no estás dando la más grande de todas las expresiones de amor a Dios. Dice la Biblia en 1ª de Juan 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” ¡Eres un mentiroso! No puedes decir que amas a Dios si no amas a tu prójimo por lo que quien ama a Dios también ama al prójimo. Y Dios anda mirando a quienes va a llevar a su reino. ¿Quiénes son? Las ovejitas, los de la derecha. “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. El que produce esas obras, el que ama verdaderamente a su prójimo es aquel que realmente ama a Dios.
CONCLUSIÓN
No te hagas el cristiano ni digas que adoras a Dios si no te mueve el amperímetro el dolor de la gente. Es más, Dios va a permitir que te sucedan cosas para que aprendas a amar a la gente. Dios me concedió el privilegio de estar internado y ahí en el lecho del hospital no había escalafón. Yo decía: “¡Señor, soy el apóstol!” Pero ahí, en la sala del hospital era uno más y ningún enfermero o doctor me decía: “Ah usted es el apóstol. Acá lo vamos a atender bien”. Allí conocí la indefensión del enfermo, me sentí impotente por más apóstol que era. Por ahí aparecía una enfermera y me preguntaba cómo estaba, yo le decía que estaba un poco dolorido y me decía que era un mañoso, que ya iba a pasar y que no me quejara tanto. Ahí se ven las buenas obras de los que aman. Algunas me trataban fríamente porque cobraban un sueldo. Había días en que me tenían que dar una pastilla y me correspondía a la hora que había cambio de turno, entonces la enfermera se iba y no me daba el medicamento. Pero había una enfermera que me alegraba la vida. Llegaba a la mañana sonriente y me decía: “Buen día, ¿cómo ha pasado? ¿Le duele algo?” Me respondía lo mismo que la otra: “Bueno, ya va a pasar, son unos días”. Y me controlaba. Estaba cerca la Navidad y yo oraba: “Dios, no me dejes internado aquí en Navidad”. El asunto es que me pude levantar en Navidad pero no podía salir del hospital. Yo le pedí a mi esposa que le comprara un presente a todos los enfermeros y se lo entregamos con una nota en la que le agradecíamos por todo y los bendecíamos. Desde ese momento tengo más sensibilidad por los enfermos. ¡Qué bendición los enfermeros cristianos! Había un enfermero petizo, morocho, feo, entraba a las tres de la mañana; a mí me costaba conciliar el sueño, el tipo prendía la luz, daba un portazo y decía: “Hola, ¿qué tal?” Y yo desorientado total. El hombre me decía: “¿Qué, no le gusta que lo atienda?”
El amor produce las verdaderas obras y la bendición; el amor está lleno de misericordia y esto bendice y sana a las personas. Revisa cómo es tu trato con la gente porque te puede pasar que cuando llegues arriba te encamines hacia la derecha y haya un ángel que te diga: “No, es para la izquierda”. ¿Qué es lo que te hace bendito o maldito? ¿Cuánta teología o doctrina estudiaste? ¡No! ¿Cuánto has asistido a la iglesia? ¡No! ¿Cuánta ofrenda pusiste? ¡No! Te hace bendito o maldito cuánto amor tuviste para dar. Que el Señor te perdone y te bendiga si no está fluyendo esa sustancia, ese carácter de Dios de adentro de tu corazón. Presenta tu vida delante de Dios y pregúntale: “¿Estoy produciendo lo que tú quieres o lo que yo quiero? ¿Quiero agradarte con mis obras o haciendo las obras que tú tienes preparadas para mí? ¿Soy verdaderamente del grupo de los benditos, de los que heredan el reino? No quiero equivocarme Señor, no quiero fallar. Líbrame Señor, te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
ANEXOS: