RENUNCIAR PARA GANAR - Misión Vida para las Naciones

Av. 8 de octubre 2335

Montevideo

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MENSAJES DEL CIELO

RENUNCIAR PARA GANAR

INTRODUCCIÓN

Hemos terminado veintiún días de ayuno y nos sentimos felices de habernos privado de comer algunas cosas, porque lo hemos hecho con el deseo de acercarnos al corazón de Dios. Hemos hablado acerca de por qué ayunamos y hoy quiero contarte que vienen días difíciles, días de persecución a la iglesia, de divisiones en cuanto a que muchos caerán, pero también vienen días de mucha gloria y unción, porque Dios va a separar a los tibios de los fríos y de los calientes. ¡No seguiremos viviendo en la tibieza! Dios va a ungir con su gloria y su poder a aquellos que realmente tienen anhelos de Él; y aquellos que tienen anhelos reales, tienen motivos para jugarse la vida y para renunciar a muchas cosas.

Cuando tú valoras algo, seguramente renuncias a muchas cosas. No puedes valorar y amar todas las cosas. Amar significa también seleccionar; si yo amo a Jesucristo por sobre todas las cosas, ya lo seleccioné. No puedo amar algo más que a Cristo y no puedo decir que yo amo a Cristo más que otra cosa, si esa cosa está determinando que yo no pueda obedecerlo a Él.

En los veintiún días, ayunamos frutas, ayunamos mate y hacer ayunar mate a un uruguayo es complicado. También hemos ayunado té, café, productos lácteos y carnes, pero hemos comido toda clase de verduras, semillas y legumbres. Hemos descubierto que el ayunar es una lucha y no porque había poco de comer, porque realmente había mucho; pero, ¿qué es lo que nos viene en gana comer cuando estamos ayunando? ¡Justamente lo que no podemos comer!

Con mi señora hicimos una fuente grande con toda clase de verduras al horno, cuando la sacamos del horno, yo buscaba dónde estaba la carne. Sucede que a pesar de la abundancia, uno piensa en lo que no puede comer. ¡Y qué ganas de comer un sándwich de salame con queso! Y aquellos que son adictos al mate, ¿habrán logrado abstenerse? Un hombre me dijo que era muy matero, yo le pregunté si fracasó y me afirmó que no; pero es tan adicto al mate que se ponía nervioso y no sabía qué hacer, entonces iba a la heladera, la abría y se encontraba con bebidas carbonatadas y de todo lo que no podía comer, pero, ¿qué tiene que ver el mate con la heladera…? Digo que el ayuno es una lucha, porque es una privación y una negación. La prioridad de este ayuno de veintiún días era buscar el rostro de Dios; la prioridad es buscar su rostro y abrazar a Jesús, y demostrarle que Él vale más que las ganas de comer que tenemos.

EL DESEO DE COMER PROVOCÓ LA CAÍDA DEL HOMBRE

En el huerto del Edén, Dios plantó árboles y plantas que produjeran fruto; había de todo allí y Dios le dijo a Adán: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Un solo árbol entre tanta abundancia pareciera que no fuese motivo de tropiezo. ¡Pero Adán y Eva no se pudieron aguantar las ganas de comer lo que no había que comer! Por lo tanto, el tema de la comida es un tema de caída.

Adán y Eva fracasaron, y por causa del verbo “comer”, introdujeron a toda la humanidad, a la tierra y el fruto de la tierra en maldición. Por no aguantarse las ganas de comer cuando la serpiente los tentó. Vamos a ver cuántas veces se repite el término comer en el libro de Génesis: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.  Aquí se menciona tres veces, ¿no te dan ganas de comer? (Génesis 2: 16 y 17). “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis” (Génesis 3: 1 al 3). Aquí se le fue la lengua a Eva porque Dios nunca dijo que no lo tocaran sino que no lo comieran. Pero Eva, como toda mujer tenía que llegar a las seis mil quinientas palabras promedio por día, entonces debía acotar algo más. Entonces la serpiente dijo a la mujer: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. El verbo comer se conjuga en estos versículos que mencioné, unas diez veces.

Nosotros tenemos que aprender a luchar contra los deseos de nuestro corazón; tenemos que luchar con aquello que deseamos, y abstenernos de muchas cosas que anhelamos, porque esas cosas nos alejan de la voluntad de Dios. Me refiero a todo aquello que el Señor no quiere o que Él no ha ordenado. Porque puede ser que Dios haya ordenado que yo vaya en determinada dirección y yo tengo ganas de ir para el lado opuesto. Tengo que abstenerme de hacer como yo quiero, porque Dios me ha dado orden de ir hacia donde Él me ha señalado. Tengo que ayunar y abstenerme de las ganas de comer, de ir a ciertos lugares y de ver cosas que no convienen.

Una de las cosas que definió la caída de Eva fue que miró el fruto y lo cortó. ¡No se aguantó! Había abundancia para comer en el huerto, pero debían de ayunar un solo fruto. “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto”. Adán y Eva dijeron: “¡Mamita! ¿Qué hacemos ahora?” Les dio miedo confrontar a Dios, sentían vergüenza porque estaban desnudos, se cubrieron con hojas de higuera y se escondieron. “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”.

¿De quién era la culpa? Culpa a Dios cuando le dice: “la mujer que me diste”. ¡No era Eva sino que era Dios el culpable! Tal vez le tenía que haber dado otra mujer aunque fuera más fea pero que no lo arrastrara a la codicia de comer. Según Adán, la culpa la tenía Dios. “Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”. Hasta aquí son catorce las veces que se repite el verbo comer. Eva le prestó oído a la serpiente cuando le dijo que no moriría. Dios dijo que si comían de ese fruto ciertamente morirían. “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios…” En otras palabras le dijo: “No vas a necesitar a Dios; vas a ser como Él, y tomarás tus propias decisiones sin tener en cuenta a Dios”.

¡Hoy en día es así! Tú tienes derecho a pensar y hacer lo que quieras y nadie tiene derecho a coartarte. A muchos les dicen que no permitan que el pastor Márquez les lave la cabeza o que la religión les obligue a algo porque la religión está oprimiendo a la gente. Así que tú puedes elegir quién quieres ser. Este problema, la independencia de Dios, comienza en el Edén. Según el pensamiento actual, tú no necesitas a Dios así que puedes tomar tus propias decisiones. Eva dijo: “La serpiente me engañó, y comí”. ¿De quién era la culpa? ¡De Dios por haber hecho a la serpiente! ¡Así que Dios tenía toda la culpa! Es que no tendría que haber puesto al hombre en el aprieto de ayunar un solo fruto. Pero la decisión la tenía que tomar el hombre. Catorce veces se conjugó el verbo comer. ¿No te dan ganas de comer?

Dios le dijo al hombre en Génesis 3: 17: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. La palabra comer aparece aquí cinco veces más y van diecinueve. El verbo comer es muy importante. De hecho, yo he enseñado que hay dos fuerzas poderosas que batallan en el corazón del hombre y ellas son, el deseo de comer y el deseo sexual. El hombre corre cualquier riesgo por comer algo o tener sexo; el hombre que no tiene el dominio propio que Dios le da al ser humano. Mi conclusión personal a todo esto, reitero, es una conclusión mía, no es que esté enseñado en la Biblia: Observamos en las escrituras, que las personas que han orado y ayunado, son las que produjeron o provocaron grandes movimientos espirituales o grandes cambios; por lo tanto hoy le aseguro a la iglesia Misión Vida para las Naciones que volveremos a ayunar veintiún días y tal vez cuarenta.

RENUNCIAR A TODO PARA ABRAZAR A CRISTO

Los tiempos son difíciles; habrán muchos problemas en el planeta, viene caos por todos los frentes en el mundo, pero simultáneamente con estos grandes problemas estructurales de destrucción de valores y principios, de nuevas leyes que son dictadas en contra de las ya existentes, de que se comience a decir que lo bueno es malo y que lo malo es bueno, en medio de una Sodoma del mundo, porque ya no será una ciudad sino que será una sodomía el mundo entero, será una gran rebelión y habrá mucha violencia, y a nuestros hijos les van a enseñar lo que nosotros no queremos, en medio de todo ese caos habrá un derramamiento del Espíritu Santo y aquellos que aman a Dios y se aferran a Jesucristo brillarán como la luz del sol.

Dios hará separación entre los tibios y los calientes; el Señor pondrá a un costado a los fríos y a los tibios y hará una revolución con los que están encendidos con el fuego del Espíritu Santo. El ayuno es solo una prueba pequeña y a muchos les cuesta. Algunos cristianos son tan débiles que no pueden ayunar ni un solo día. ¡Sienten que se van a morir! El ayuno es una guerra contra un apetito de la carne y es una manera de demostrarme a mí mismo si Cristo vale tanto para mí, si es así, valdrá la pena dejar de lado la comida por buscar el rostro de Dios. La Biblia está llena de ejemplos de personas que han producido grandes cambios en la sociedad, desde que Adán y Eva cayeran por causa de haber comido, a causa de haber tomado la decisión de no comer por causa de Cristo. ¡Dios ha desatado bendición sobre aquellos que han tomado esa decisión! No te quepa la menor duda que si has buscado a Dios con todo tu corazón y has ayunado, verás su mano moverse en tu vida, si es que aún no la has visto. Nosotros, por nuestra parte ya hemos visto la mano de Dios en varias personas.

El ayuno tiene que ver entonces con renunciar, negarse a uno mismo a comer algo que nos apetece. Cuando uno busca a Dios con todo su corazón, trata de negarse a algo por amor a Cristo. Lo que se trata de dilucidar es cuánto vale Cristo para mí y cuánto vale la pena que yo pague por Él. Entenderás que ya no se trata de ayunar sólo algunos alimentos sino de ayunar la vida entera. Cuando amas algo, te abstienes de una o varias cosas por causa de lo que amas.

Hay un hermano no se está congregando porque está trabajando mucho toda la semana, realmente le va bien. Él me dijo que estaba pagando la casa y que le faltaban tres años para terminar. Me vino a ver con su esposa porque ella ya no aguanta estar con él y se quiere ir a vivir a otro lado con sus hijos, y eso lo tiene mal. Le dije que tenía que congregarse, pero insistía que tenía que pagar la casa y me insinuó que cuando terminara de pagarla, se congregaría. Lo miro, lo señalo con el dedo y le digo: “Antes de que termines de pagar la casa vas a perder a tu familia”. Si no le das la prioridad a Dios, ¿cómo vas a mantener firme una familia que se te está rompiendo?” ¡No es tan importante una casa! ¡Eso puede esperar! Le sugerí que refinanciara la deuda pero a Dios no debía negarle lo que es de Él. ¡A Dios no hay que dejarlo para lo último cuando Él debe ser el primero en tu vida! Si el Señor no es el primero, entonces dejo casa y dejo lo que sea por Él. Si Dios no es primero, dejo la familia. ¡Qué fuerte lo que acabo de decir! Muchos aseguran que Dios es primero, después la familia y por último la iglesia. Eso no está mal en cierta forma porque si no luchamos por nuestra familia entonces, ¿por qué vamos a luchar? Pero cuando se trata de la voluntad de Dios, encontramos en Mateo 19: 29 y 30: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”.  ¡Dios vale más que tu cónyuge! ¡Dios vale más que tus hijos! ¡Dios vale más que tu casa! Y cuando te toque demostrar cuánto amas a Dios y tengas que ayunar de algunas de esas cosas que tanto amas, ¿lo harás? ¿Le darás al Señor el primer lugar en tu vida?

Leemos en Mateo 19:16: “Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” Debo aclararte algo: Jesús, cuando estaba en la cruz del calvario declaró: “Consumado es”. La vida eterna no se logra por hacer algo. Cuando Jesús expresó esas palabras quiso decir: “Todo está hecho”. El perdón de los pecados de todos los que fueron antes de Cristo y los que vinieron después de Él está consumado en la cruz del calvario. ¡No hay nada más que hacer! El precio que había que pagar lo pagó Jesús en la cruz. Él sí que se negó a sí mismo y ayunó de su gloria; Él se despojó y se hizo siervo y estando en esa condición se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó; porque el Señor se negó. Y cuando te dice: “El que quiera seguir en pos de mí niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame”, no te está pidiendo algo que Él ya no haya hecho. Jesús se despojó más de lo que te pide que te despojes tú, porque la Biblia señala que Él no estimó el ser igual a Dios como cosas de qué aferrarse. ¡Jesús dejó su gloria, nació como uno de nosotros! Era Dios hecho carne. No sabía hablar, no tenía pensamientos, necesitaba estar en brazos de su mamá; tuvo que aprender a hablar, a caminar, a escribir y también tuvo que aprender la palabra de Dios porque a tal punto se despojó, y habiéndose despojado de todo eso, también se despojó de su honor y su poder. De tal modo que aceptó ir a la cruz porque negarse a sí mismo es negar aquello que es mi voluntad a cambio de abrazar la voluntad del Padre.

Dios no te exigirá menos que a Jesús en ese sentido. La salvación ya fue pagada, pero tú tienes que amar la salvación y abrazar a Cristo; pero para amar la vida eterna y abrazar a Cristo tienes que renunciar a muchas cosas. Seguimos leyendo en Mateo 19:21: “Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”. La gente pregunta qué puede hacer cuando ve que su cónyuge no cambia, cuando se encuentran sin trabajo, cuando sufren alguna enfermedad, etc. Jesús nos enseña que no se trata de qué debes hacer sino qué tienes que negar. Jesús le dijo al joven: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?” Entonces el Señor le dijo: “Te falta una cosa; ve y vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, después ven y sígueme”. Mateo 10: 22 señala: “Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. O sea que el interés por la vida eterna no era tan importante…

¿Te importa la vida eterna o no? ¿Jesús tiene valor para ti o no? ¿Cuánto valía el Señor para ese joven que se acercó a preguntarle qué bien debía hacer para heredar la vida eterna? Jesús valía menos que sus posesiones. Él no estaba dispuesto a perder sus bienes para abrazar esa perla preciosa que es Jesús. El muchacho tenía decidido quién era su amor y cuáles eran sus planes; él amaba más sus riquezas que al Señor. ¡Es triste esta historia! Esa alma se perdió porque no entendió que Cristo vale más que todas las cosas. No es qué estoy dispuesto a hacer sino qué estoy dispuesto a perder por Cristo.

¿Cuánto vale el Señor para ti? Aquello que amas te lleva a negar lo que tiene menos valor para ti. Cuando era joven yo andaba viendo qué chica de la iglesia sería la ideal para que se casara conmigo y mi esposa no me deja mentir: Todas las chicas andaban detrás de mí e iban a hablar con Marta acerca de mí y ella callaba y guardaba todo en su corazón.  Antes de que yo me enamorara de Marta, me fijaba en todas las chicas. ¡Y eran lindas! Yo miraba alguna y pensaba que era para mí, pero no, y esto se terminó cuando me enamoré de Marta. Cuando me enamoré de la que hoy es mi esposa, desaparecieron del cuadro todas las demás, porque Marta me dejó embelesado. ¡Renuncié a todas las demás por causa de la que amaba! Muchos no saben valorar al Señor y el precio lo ponemos nosotros. Cristo tiene un precio absoluto. ¡Muy grande! Pero el problema es que tú le pones precio al Señor. El joven que se acercó a Jesús hizo cuentas y dijo: “Y no, más que mis posesiones, no vale”. ¡Y se quedó con sus posesiones!

¿Has visto como cayeron Eva y Adán? De ahí salió el refrán que dice: “El pez por la boca muere”. A veces son más las ganas de comer que las ganas de orar; valoramos más las ganas de comer que buscar el rostro de Dios. El mundo está inmerso en una crisis muy grande, porque no ha escogido a Dios, y mientras, los creyentes están confundidos, como el hombre que abra la heladera buscando quién sabe qué. No saben qué hacer con Cristo y no son capaces de renunciar a lo que deben renunciar por causa del Señor.

Dios va a separar a los tibios y a los fríos, los pondrá a un lado, y a los que están llenos del fuego los pondrá aparte. Los que están llenos del fuego de Dios no andarán según sus razonamientos o excusas en cuanto al trabajo, a la comida o el dinero. ¡Se van a rendir a Cristo de verdad! A veces tengo que estar discutiendo con algunos creyentes que preguntan: “¿Y qué tiene de malo hacer esto?”

Una chica me escribió y me dijo: “En otra iglesia las cosas no son como acá”. Creo que te estoy hablando claro. ¡Tienes que jugártela! Jesús dijo: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. Y los discípulos se preguntaron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Me encanta lo que dice Mateo 4: 17 al 22: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.  Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron”. Dejaron la empresa del padre y aún a su padre; dejaron la familia y se fueron con Jesús que no tenía dónde recostar su cabeza. ¡Ésta fue una decisión audaz! Pero no podía llenar el mundo del evangelio si no tenía una docena de personas que estuvieran dispuestas a perder todo por causa de Jesucristo.

Mateo 19: 27 al 29 narra: “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”. Cuando Jesús dice cualquiera, no sólo se refiere a los doce discípulos sino a cualquiera que lo siga. Mateo 16:24 dice así: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Y agrega: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.

El término vida aquí lo cambiamos por la palabra alma y sería entonces: “Porque todo el que quiera salvar su alma, la perderá; y todo el que pierda su alma por causa de mí, la hallará”. Perderás el cuerpo o sea la vida biológica; ahora, el alma es la vida síquica y comprende la voluntad, los pensamientos o intelecto y las emociones. Y el que quiera salvar eso, sus pensamientos, sus emociones; el que justifique sus emociones o sus pensamientos, el que justifique su fuerza o su voluntad, perderá su alma. Esto tiene que ver con negarse a uno mismo, o sea, negar su propia alma y negar sus propios pensamientos a causa de que los pensamientos de Dios son más altos; negar nuestra propia voluntad porque la voluntad de Dios es más importante. Así como negar nuestra emociones porque lo que desea Dios es más importante de lo que yo deseo. Yo renuncio a lo que deseo, a lo que pienso; renuncio a lo que soy en mi alma. Y aquel que pierda su alma, por causa de mí, dice Jesús, entonces la ganará.

CONCLUSIÓN

No se trata de hacer un poco de lo que Dios quiere y un poco de lo que quiero yo. ¡La voluntad de Dios es absoluta! En el reino de Dios no se hace un poco de la voluntad de la minoría y un poco de la mayoría; en el reino de Dios se hace el cien por ciento la voluntad de Dios. No hay otra voluntad que se pueda interponer porque la única voluntad que hay es la de Dios. Y para que prevalezca la voluntad de Dios, debe menguar mi voluntad. Esto no le gusta nada a los laicistas, a las feministas y a los ateos materialistas que señalan que la religión amenaza a la gente. Según ellos, la religión amenaza por medio del temor. Tú tienes que decidir quién te adoctrina, el hombre o Dios. ¿Te adoctrina las filosofías y doctrinas de este mundo o la verdad de Dios?

Tal vez has perdido mucho tiempo o no has entendido el evangelio. Creo que es tiempo de ayunar de muchas cosas y no sólo de comidas; es tiempo de que ayunemos de muchos proyectos y de cosas emocionales por causa del reino de Dios y de Cristo. Yo no te quiero asustar pero debo decirte que las demandas de Dios son absolutas sobre tu vida y no puedes jugar con Él. Si tienes que entregarle de una vez por todas tú vida, hazlo ya. ¿Cuánto vale Cristo para ti? No es qué estoy dispuesto a hacer sino qué estoy dispuesto a perder por causa de Cristo. ¿De qué sirve que yo quiera hacer algo por el Señor si aquello a lo que estoy aferrado me va a impedir hacer su voluntad? La medida en la que yo estoy dispuesto a perder por Cristo es lo que define lo que voy a hacer. Es que si lo que yo hago me ata, si mis planes y deseos me atan, yo haré lo que mis deseos y planes quieren, entonces postergaré la demanda de Cristo sobre mi vida. ¡No le puedes hacer “el cañito” a Cristo!

El Señor separará a aquellos que son de los que no son. La Biblia menciona diez vírgenes, cinco de ellas son insensatas. El cincuenta por ciento de la iglesia se va a encontrar en la segunda venida de Cristo con que no tiene aceite. ¿Será que estás tomando este mensaje como un mensaje del cielo? ¿Entiendes que Dios te está hablando? ¿Podrá disponer el Señor de tu vida o tu estudio te lo impedirá? ¿Te lo impedirá tu casa, tu trabajo o tus planes? ¿Qué hay en tu vida que le impida a Dios hacer lo que quiera? Abre tu corazón en este día y entiende que el negocio con Dios siempre es bueno. Cristo te quiere dar el cien por ciento de su unción, de su poder y su gloria a cambio de que le entregues el cien por ciento de las estupideces que tienes en la cabeza. Tú discutes y argumentas. ¿Será que te puedes callar la boca y le pidas a Dios que te de su cien por ciento? ¿De qué me sirve quedarme con mis bienes si voy a perder hacer la voluntad de Dios y la vida eterna? ¡Yo quiero ser tuyo, Jesús! ¡Hoy te abro mi corazón de verdad!

“En tu nombre yo echo la red, Dios mío. Tú produces la gran pesca. Espíritu Santo, llama a los que son; a los que tú conoces de antemano. Llama a los que son tuyos, a los que has apartado para el tiempo final. Toma nuestras vidas, Dios, destruye las fortalezas mentales. Ponemos delante de ti nuestros planes para que los quemes en tu altar, Señor. Renunciamos a todo por causa de ti. ¡Tú vales más que todo lo que somos y todo lo que tenemos! Líbranos de nosotros mismos, Padre, te lo pedimos en el nombre de Jesús. Declaramos que tuyo es el poder y tuya es la gloria Jesús, amén”.

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