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En Efesios capítulo 1, encontramos cómo hacer y qué necesitamos para poder vivir la verdadera vida cristiana y no una imitación de ella. Tener valores no significa tener vida cristiana, sino que ellos forman parte de un paquete, ya que uno puede tener valores pero carecer de gracia o poder del Espíritu. La Biblia señala que el evangelio es poder de Dios para transformación, para salvación de todo aquel que cree. Y el evangelio, en la persona, debe generar hechos trascendentes y poderosos. ¡Dios tiene proyectos grandes! Él no nos ha creado para pequeñeces sino para traer al mundo el reino de los cielos, para combatir contra poderes espirituales de maldad en las regiones celestes y derribar fortalezas; nos ha creado para disipar la oscuridad y traer luz, para destruir las mentiras y poner en alto su verdad. El evangelio es el plan de Dios para transformar la humanidad y las naciones; pero Él no hará ese trabajo con ángeles sino con seres humanos escogidos, llamados, ungidos y equipados con el poder del Espíritu Santo, y llenos de su gloria.
Me estremecen los cristianos en cuya vida no pasa nada, son buenos, pero para nada. El apóstol Pablo les decía a los corintios: “Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1ª Corintios 4:20). En todos los años de mi ministerio en Uruguay, ha habido mucha gente charlatana que me decía cómo yo tenía que hacer las cosas. ¡Gente que no hace nada pero les gusta hablar! Sufro esperando ver la gran transformación y el gran avivamiento; que se levanten los hijos de Dios y sacudan la nación.
El apóstol Pablo le escribió a los efesios lo siguiente: “…no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Efesios 1:16 al 20).
Hay sabiduría vana y conocimiento vano, pero hay sabiduría y conocimiento celestial. Pablo no pide para que Dios le dé a la gente de Éfeso sabiduría sino espíritu de sabiduría y esto tiene que ver con el Espíritu Santo. También se le dan otros calificativos al Espíritu Santo, como: espíritu de consejo, de poder, etc. Pero aquí, específicamente pide espíritu de sabiduría porque hay mucha necedad que debe ser aplastada. Los necios saben hablar pero no saben tomar decisiones; aunque la necedad les lleva a tomar decisiones de las que luego se arrepienten. El apóstol Pablo señala en Santiago 3:15 que hay una sabiduría terrenal, animal y diabólica. Ésta es de aquí abajo pero hay una sabiduría revelada y es la sabiduría del Espíritu, por lo tanto es celestial.
Veamos la diferencia entre sabiduría y conocimiento. Efesios 1: 17 dice: “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él”. Estas dos palabras confunden ya que conocimiento no es lo mismo que sabiduría. Conocimiento es un bagaje de cosas que hemos adquirido, aunque hay muchas personas que tienen conocimiento, sin embargo son necios, es decir, no tienen sabiduría, y ese conocimiento que poseen no les sirve para nada. Recuerdo un profesor de matemáticas que tuve en la universidad, ¡tenía una calidad para enseñar la materia que me volvía loco! Él filosofaba con la matemática y nos hacía verla como algo de la vida diaria. A mí nunca me habían gustado las matemáticas pero con ese hombre me empezó a interesar. Ese profesor tenía un conocimiento extraordinario pero lamentablemente, cuando no estaba en horario de clases, se iba a algún bar a tomar. Cuando más profundizamos acerca de su vida, nos enteramos que había perdido a su esposa, sus hijos estaban dispersos y su familia no lo quería. He aquí un ejemplo de alguien que conoce pero no tiene sabiduría para vivir. ¿De qué sirve lo que tú conoces si te falta sabiduría? Sabiduría es la habilidad para usar los conocimientos y así tomar decisiones correctas para hacer el bien, bendecir a la gente y a mi familia. Entonces, necesitamos conocimiento y sabiduría. Hay personas que no tienen mucho conocimiento pero son muy sabias, y el poco conocimiento que tienen, les rinde. ¡Yo quiero tener conocimiento y sabiduría!
“Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos” (Efesios 1:15). Los efesios tenían fe y amor, pero al parecer eran medio necios. Continúa diciendo el apóstol Pablo: “no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Efesios 1:16-17). La palabra revelación significa, correr el velo y permitir que se vea lo que está oculto, y que no se ve a simple vista. Son cosas que están, pero hasta que Dios no viene con su Espíritu y corre el velo, tú no las puedes entender. Tú haces el mal y no entiendes por qué lo has hecho; has tomado malas decisiones y no entiendes por qué lo hiciste. ¿Te ha pasado que hablaste lo que no tenías que hablar y cuando finalizaste te arrepentiste de haber abierto tu boca? O decidiste callar pero luego te lamentaste: “¿Por qué me habré callado?” ¡Que tu si sea si y que tú no sea no! ¡Que cuando abras tu boca lo hagas con la certeza de que estás diciendo lo que Dios quiere que digas! ¡Que sobre ti descienda de lo alto espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él!
No se conforma con eso el apóstol Pablo, sino que agrega: “…alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1:18). En otra versión de la Biblia dice: “iluminando los ojos de vuestro corazón”.
La gente en general no se da cuenta de qué manera algunos demonios le afectan la visión. Un cristiano que está resentido, es afectado por un poder espiritual que no le deja ver bien la verdad. Una persona resentida todo lo que mira, escucha o habla, está contaminado por ese espíritu resentido. Lo que ve o dice no es correcto y lo que oye lo interpreta mal porque hay en su vida un espíritu resentido. Tú puedes decir que eres cristiano y conocer la Biblia desde el principio al final, te puedes recitar de memoria muchos versículos bíblicos, pero si hay en ti resentimiento, estás en oscuridad y no tienes revelación de parte de Dios. Para que el Espíritu Santo pueda llenarte tiene que salir de ti todo otro espíritu. Yo compartí en Twitter la siguiente frase: “¿Por qué quieres que Dios te llene si tú no estás vacío?” ¡Vacíate de ti mismo para que Dios te llene de Él! Entrégale tu todo al Señor para que Él te de su todo, porque si estás lleno de ti mismo, Dios no puede llenarte. Despójate de tus prejuicios, de tus sentimientos y emociones que están contaminadas con amargura.
Todo lo que ves es a través de esa lente. Hay un dicho que reza: “Todo depende del color de la lente con qué se mira”. Hay espíritus que te afectan como los espíritus de odio, de amargura, de soledad, etc. Una persona que es afecta a la soledad no le cree a las otras personas y dice de los otros que son hipócritas y falsos. No puede creer en la gente porque hay algo que le dice: “Nadie te comprende”, “Nadie te ama”, “No le creas, es un hipócrita”. Muchos dicen de mí que soy un hipócrita y que no amo a nadie, pero no me afecta porque yo sé que amo a la gente. ¡Sé que el amor de Dios está en mí! Antes me amargaba porque algunos pensaban que yo no los amaba, pero yo amo a la gente. El amor de Dios está en mí, tú no lo ves, pero lo tengo. Entonces, la persona que está en soledad piensa que nadie la comprende y dicen de sí mismas: “Yo… que hice tanto bien…”
En el último encuentro que realizamos, hablé acerca de esto; cuando estaba finalizando, a la hora de orar por la gente, había una mujer que no podía recibir el Espíritu Santo. Yo le pregunté qué le sucedía y me respondió: “Es que yo he hecho tanto bien a tantas personas y me han pagado mal”. ¡Había participado de todo el encuentro! Todos habían quedado limpitos para luego poder recibir el Espíritu Santo, ¡pero esa mujer estaba dura! Porque el espíritu de soledad que estaba en ella no la dejaba ver ni entender, tampoco podía pensar bien. Oro para que el Espíritu de Dios venga sobre tu vida hoy con poder, espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, y que te alumbre los ojos de tu entendimiento para que sepas. Si ese espíritu viene, si te alumbra y te revela el conocimiento que viene de parte de Dios, entonces tú sabrás cuál es la esperanza a qué Él te ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.
Todo lo que tenga que ver con angustia, soledad, amargura o tristeza te afecta porque usa circunstancias, palabras y hechos del pasado para frustrarte el presente e impedirte ver el futuro. Y Efesios dice que si viene el espíritu de sabiduría y de revelación de Dios, y el Señor alumbra tu entendimiento, no te detendrás en el pasado sino que verás cuáles son las riquezas de la esperanza. La esperanza es lo que está adelante. ¡Tú tienes que entrar en tu futuro! ¡Debes dejar tu pasado! ¡La esperanza de su vocación y la herencia de Dios para tu vida están en el futuro! ¡Suelta tu pasado y entrégate en las manos de Dios! ¡Él quiere llenar tu corazón en esta hora!
Se trata de ser libre de amarguras, tristezas, soledad, angustias, odio, de deseos de venganza y de toda maldad. Pídele al Señor que te limpie y derrame sobre ti su Santo Espíritu. Siempre cuento acerca de una persona que se presentó en nuestra iglesia como un gran evangelista que predicó en varios lados y estaba interesado en trabajar en nuestro ministerio porque había visto que la mano de Dios estaba con nosotros. También dijo: “Yo soy un siervo de Dios que abre su boca y el Espíritu Santo toca las vidas”. Me tenía casi convencido; en ese momento le pregunto por su esposa, y me responde: “Tengo una esposa”. Cuando investigamos más a fondo, nos enteramos que había tenido diez esposas. El espíritu de sabiduría de Dios te va a guiar a tu esposa y Dios tiene una para ti. Tú no puedes decir que la que te tocó no sirve y te vas a probar con otra. ¡Eso no es sabiduría sino estupidez y ceguera! Muchos cristianos deciden divorciarse; pero cuando, en el momento de casarse le dije que ese hombre no le convenía, me contestó: “Pero yo lo quiero. ¿Dios me va a impedir que me case con alguien que amo?” “¡Pero es un sinvergüenza! Mira que tiene varias mujeres. ¡No te cases!” “Sí, me voy a casar porque lo amo. Yo voy a orar y el Señor lo va a tocar. ¿Acaso Dios no lo puede cambiar?” ¡Qué necia! ¡Y se casa nomás! Yo le dije a una mujer: “Tienes varias opciones: puedes ir al registro civil y casarte allí por la ley pero olvídate de la bendición de Dios”. “¿Usted no me va a bendecir?” “No”, le respondí. “Puedes buscarte otro pastor que quiera casarte porque siempre hay uno que no pone objeción”. Entonces va con el cuento de que yo soy muy exigente y que me opongo a casarlos a pesar de que se aman, y ese pastor le dice: “Sí, ese hombre quiere manipular a las personas”. ¡Y los casa! Y por último puedes esperar el tiempo de Dios para que el Señor confirme si realmente ese matrimonio va a funcionar. Yo era su pastor, pero optó por buscar un gil que la case y lo encontró. Allá se casó y no volvió nunca más. Otra que actuó de la misma forma, volvió al tiempo y me dijo: “Pastor, usted tenía razón, ese hombre es insoportable. ¡Me voy a divorciar!” “¡No! Ya no te puedes divorciar. Ahora lo tienes que aguantar”. “¿Pero Dios me va a obligar a que lo aguante? ¿Él no quiere mi felicidad? ¡Yo lo voy a dejar!” Primero vino a buscar mi consejo y le dije que no se casara pero se casó igual, ahora me dice que se quiere divorciar y le aconsejé que no lo hiciera. De todas formas se divorció. ¡Eso es necedad!
Hay algunos tan ciegos que cuando están buscando a la mujer de su vida lo hacen por el sistema Braille: Las tocan a todas (las que se dejan tocar). Si en tu vida hubiera sabiduría, tendrías mejores resultados en tu trabajo, en tu matrimonio; o tendrías mejores resultados en lo económico. A la gente no le interesa tanto pedirle a Dios, sabiduría. El apóstol Pablo declaró: “no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones”. Él se tomaba tiempo para orar por la iglesia, para que ésta recibiese espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Dios. Estas cosas son importantes y tienen que ver con la esperanza a que Él nos ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y tienen que ver con el futuro extraordinario que Dios tiene preparado para nosotros. ¡Pero a la gente no le importa! La gente ora por ridiculeces, por cuestiones vanas; ora por los afanes de su corazón. Si tuvieras espíritu de sabiduría, no tendrías que pedirle a Dios un mejor trabajo ya que tú sabrías elegirlo; no tendrías que pedirle que te prospere porque si tienes sabiduría, también tienes la habilidad para hacer riquezas. ¡Tu Dios te da la habilidad y la capacidad para hacer las riquezas! Precisamente, muchas cosas que queremos y necesitamos las alcanzaríamos si tuviésemos espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él. Sabríamos si un negocio es de Dios o no; o si el viaje que queremos hacer es del Señor o no. ¡Lo sabríamos! “Pastor, ¿qué hago? Pastor, ¿qué le digo?” Son preguntas frecuentes. No te preocupes tanto por lo qué hacer o decir; procura ser lleno del Espíritu Santo. ¡De tu interior correrán ríos de agua viva!
Hace rato que dejé de preocuparme por muchas cosas, pero si hay algo que me tiene ocupado es que yo sea sabio y sepa tomar decisiones; que conozca dónde está el bien y el mal. Que sepa alejarme de lo que no conviene y acercarme a lo que me deba acercar.
Si tienes sabiduría para tratar con tu cónyuge, no necesitarás pedirle a Dios que lo cambie porque tendrás gracia de Dios para conquistarlo. Una mujer celosa tenía un marido que coqueteaba con otras. Éste estaba en la disyuntiva si dejaba a su esposa o no, hasta el día en que su señora lo encuentra en un shopping de la mano con otra. La esposa en un ataque de celos agarró de los pelos a la mujer. ¡Sabiduría pura! El celo la había llevado a hacer papelones en público. Ese día, el marido obtuvo “la respuesta de Dios” y le declaró que la dejaba por causa de lo que había hecho. Dime si no hace falta sabiduría para la vida. Tú que estás cansado de tropezar, de fracasar y tomar decisiones desacertadas. Tú que no sabes qué hacer con tus hijos. Y la peor prueba de todas, no saber qué hacer con tu suegra. Tendrías que clamar a Dios para que te de espíritu de sabiduría y de revelación porque algunos en vez de pedirle eso al Señor le dicen: “Dios mío, llevátela o te la mando”. ¡Sabiduría en polvo!
Lo más asombroso de todo es que además de orar para que el Señor nos dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él, el apóstol Pablo oró para que sepamos cuál es la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales. ¡Señor, que vean y sean llenos del espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de ti! ¡Que puedan ver lo que no están viendo! ¡Que puedan ver la esperanza dispuesta para ellos y la herencia gloriosa que tienen! ¡Que puedan ver el poder que está guardado para ellos! ¡El mismo poder que operó en Cristo Jesús levantándole de los muertos, ese poder que levantó de los muertos a Jesús es el mismo que opera en los que le han creído a Él!
Algunos le tienen que pedir perdón a Dios por haberle demandado tonteras. Le has pedido tantas cosas que te afligen pero nunca su llenura. ¿Será que no te nace? ¿Por qué no te importa ser lleno de su revelación y su conocimiento? Pídele al Señor que quite tu bloqueo y tu ceguera. Cuando veo cristianos que pasan dando vueltas y vueltas sin hacer nada que manifieste la supereminente grandeza de su poder, me aflige. Veo creyentes que pretenden vivir una vida tranquila, cuando hay un mundo por conquistar, cuando hay espíritus de miseria que destruir y espíritus de soberbia que gobiernan. La obra que hay que hacer es extraordinaria y el poder está. Y el espíritu que tiene ese poder está a disposición de los creyentes. Yo te pregunto: ¿quieres seguir como vives? ¿Crees que estás alegrando a Dios con lo que haces? Dios te trajo al mundo para vivir una vida tranquila en medio de una gran guerra y te enseñó a orar: Venga a nosotros tu reino. Y Él te ha dicho que tienes que despojar a los poderes espirituales de maldad; también te dijo que tu guerra es contra poderes espirituales de maldad en las regiones celestes y los tienes que despojar para establecer el reino de Dios en tu familia, tu barrio y tu ciudad. Tú te preguntarás, ¿cómo hago? ¡Sentado no lograrás nada! ¡Viendo televisión tampoco! ¡Toma las armas de Dios, pídele que te perdone por tu inoperancia y por gastar tu vida en vano! Tú respiras, comes, tomas agua, pero ¿para qué? ¿Para estar estando?
Había un santiagueño en Argentina, que estaba “panza arriba”, debajo de una higuera, con la boca abierta. Llegó un extranjero y le preguntó: “¿Qué está haciendo?” “Estoy esperando que caiga un higo…” respondió. Así siguió el dialogo: “¿Pero usted no hace nada?” “Sí, cuido el ganado”. “Pero esas reses están dispersas. Sería mejor que colocara un alambrado”. “¿Por qué?” “Porque si lo hace, le permitirá seleccionar y ubicar las mejores vacas, las más jóvenes, las viejas, las que están en edad de procrear o en tiempo de ordeñar. Si usted clasifica el ganado, podrá tener mayor productividad”. “¿Para qué?” cuestiona el santiagueño, a lo que el extranjero le responde: “¡Usted podría vender mucho ganado!” “¿Para qué?” “Con eso, ganará más dinero”. “¿Para qué?” “Si usted tuviera un lugar donde carnear, el ganado conquistaría un potencial terrible”. El santiagueño vuelve a preguntar: “¿Para qué?” “Si usted cuenta con un gran establecimiento podría tomarse vacaciones y descansar” respondió el extranjero. Entonces el hombre le dice: “¿Y qué es lo que estoy haciendo?”
¡Que Dios te llene y te haga una persona activa, productiva y útil para su reino! Dile a Dios: Señor, no me interesa tener más dinero o bienes, yo quiero tenerte a ti. Quiero ver salir de mí, la supereminente grandeza de tu poder que opera en mí.
¡Sé bendecido en esta hora! Dios, rompe las ataduras; aleja la soledad, el resentimiento y la amargura. ¡Te pido que liberes a los cautivos! Padre, en el nombre de Jesús, derrama sobre tu pueblo, espíritu de sabiduría y de revelación en tu conocimiento, en el nombre de Jesús, hago esta oración, amén”.
ANEXOS: