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En las escrituras podemos notar que el Salmo 120, lo escribió alguien que estaba afligido y angustiado, y se encontraba así por causa de lo que le habían dicho o hablaban de él. Este salmo es un cántico gradual que lo iban cantando los judíos cuando subían a adorar a Jerusalén. “A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió. Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta”.
Tres puntos quiero destacar aquí: uno es el estado de angustia, otro es, la lengua mentirosa, y por último, la lengua fraudulenta.
Hay estados de angustia que provienen por el accionar de la lengua, por las cosas que se dicen, que se han dicho de ti, o te han dicho a ti; y lo que se dijo, cuando no es inspirado por el Espíritu Santo, sino que proviene del alma del hombre o de la carne, produce heridas muy duras que en algunos permanecen toda la vida y afecta la existencia de las personas. Esos estados de angustia son causados por palabras que hemos recibido desde nuestra niñez, las que han entrado como una espada en nosotros y han estremecido nuestra alma. Pero hemos seguido creciendo y nos hemos olvidado del efecto que han producido esas palabras, por lo que quedamos inconcientes al hecho de que éstas nos han herido y están afectando nuestras vidas, nuestras decisiones y nuestros estados de ánimo.
Es muy común encontrarnos con personas que están angustiadas y no entienden bien por qué están así; al punto de declarar: “Yo soy así” o “No se por qué estoy triste”. Muchos viven sometidos a estados de ánimo como la angustia, la tristeza, etc. que son producidos por cosas que están en el inconciente y que no pueden relacionar.
Una persona me dijo: “Pastor, yo lo quiero mucho pero le tengo miedo”. Hay quienes me declaran que yo les doy miedo, pero les hago ver que no soy yo la causa de ese sentimiento sino que esa persona tiene el miedo arraigado adentro. Es muy diferente pensar que tienes miedo por culpa de tal o cual persona a que pienses que tienes ese miedo arraigado en tu ser.
Una joven pasó al frente para que orase por ella, y cuando yo vi el estado de ánimo en que se encontraba, le dije que quería hablar con ella apenas finalizara el culto. Su líder estuvo dos años insistiéndole para que hablara conmigo pero ella se negaba porque tenía terror de acercarse a mí. ¡Estuvo dos años atada a ese estado anímico que le impedía hablar conmigo! Al final se encontró con que yo le dije que quería hablar con ella. Es como el relato de Zaqueo, cuando estaba subido al árbol viendo pasar al Señor y de pronto Jesús le dijo: “Zaqueo, hoy es necesario que more en tu casa”.
La llevé aparte y comencé a dialogar con ella; en menos de tres minutos le pregunté: “¿Me tenés miedo?”, a lo que ella me respondió: “¡Ahora no!” Comenzamos a hablar y el miedo comenzó a desvanecerse. Le pedí que me abrazara y lo hizo, estuvimos por un rato conversando tranquilos y felices porque el miedo se esfumó en un instante. Eso sucede cuando tú pasas la línea del temor y lo enfrentas. Yo le dije a la joven que no era que yo le causaba miedo sino que ella ya venía con eso, ella tenía el miedo adentro. ¡Luego de un rato de hablar conmigo, el temor se había ido!
¿Qué es lo que le ha sucedido a esta chica? Su mamá es muy autoritaria y ella ha sufrido mucho por lo que ésta le ha hecho y le ha dicho. Ha resultado muy herida, entonces, cuando se enfrenta con alguien que tiene cierto grado de autoridad, siente miedo, siente rechazo y no se quiere acercar ni tratar con esa persona, por lo que pierde comunión o libertad para relacionarse con ella. ¿Desde cuándo tiene ese problema? ¿Desde cuándo sufre esos estados de ánimo de rechazo y temor? Desde su niñez. ¿Por qué? Por causa de cosas que se le han dicho o le han hecho. ¡Ella ha quedado marcada! Ella es joven y todavía no se ha casado, aunque hay quienes contraen matrimonio, tienen hijos, pero aún, anímicamente, no saben como enfrentar la vida. ¡No son libres! ¡Están atados a estados de ánimo!
El salmista declara: “A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió”. Hay estados de ánimo que una persona no puede superar si no fuera por la presencia poderosa de Dios y por su respuesta a nuestro clamor. Dios te dice hoy a ti: “3Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3) ¡Dios te dice: “Clama a mi y yo te responderé”!
Muchas veces las personas están esperando saber qué hacer, aunque han hecho de todo, intentaron de mil maneras, golpearon puertas y hablaron con otros. Yo te digo, clama a Jehová. “A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió”.
¿Cuál era el problema del salmista? Estaba atormentado por la lengua mentirosa y engañosa.
Muchos han sido heridos por sus propios padres y/o hermanos, por sus cónyuges, etc. ¿Cuándo surgen esas heridas? Cuando te han dicho lo que menos esperabas que te dijeran. Las heridas más grandes de una persona son las que recibe en su casa, porque los que más te hieren, siempre son los más cercanos a ti, y eso te duele mucho. Si una persona extraña me dice algo malo no me afecta pero si me lo dice mi madre o mi padre, entonces, me estremece. Las heridas más grandes se las hacemos los esposos a las esposas y viceversa; los padres a los hijos y viceversa. Se suben los ánimos y las palabras brotan, y salen como espada clavándose en la médula de nuestros huesos. Así comienza el sufrimiento, el resentimiento y la angustia.
La definición de la palabra angustia, en el diccionario es: aflicción, congoja, ansiedad, temor opresivo, aprieto; es una situación que apremia, de apuro. También se manifiesta como un sofoco, una sensación de opresión en la región torácica o abdominal.
La angustia se manifiesta en las entrañas, en no poder respirar. Recurres al médico y le dices que no sabes qué te pasa, pero él te señala que lo que estás sufriendo es un síntoma causado por la angustia. Te recetan un medicamento, pero, ¿qué hace ese medicamento? El remedio te duerme pero no te saca las palabras que te han hecho daño.
¡Las heridas del corazón las trata Dios! ¡Los sicólogos no pueden sanarlas! ¡Y no hay remedios en la farmacia para las heridas que causan la angustia!
Señala el diccionario, que la angustia, también es, dolor, sufrimiento. Como yo quería indagar más a fondo acerca de la palabra angustia, busqué el significado del sinónimo congoja que está en la definición, el cual indica: desmayo, fatiga, aflicción de ánimo. Esta última frase, aflicción de ánimo, sintetiza lo que es la angustia.
¿Qué es ánimo? Es un estado del alma. Y la aflicción del ánimo, o esos estados del alma, negativos, tienen que ver con un nivel natural del hombre. El alma es la esencia del ser, está constituida por la mente que se refiere a la razón y a los pensamientos, por la voluntad, energía o fuerza que una persona posee para actuar, y por las emociones. Todas ellas interactúan, pero no pasan del nivel natural. La palabra ánimo tiene la misma raíz que la palabra animal o ánima, y significa, alma.
Algunos creen que nos diferenciamos de los animales porque tenemos vocabulario o lenguaje, pero se ha descubierto que también lo tienen las ovejas, los perros, los delfines, etc. Es primitivo pero hay lenguaje de los animales y hay estados de ánimo en éstos. Y es que los animales y nosotros, tenemos alma. Lo que nos diferencia de ellos es el espíritu que Dios hace habitar en nosotros. Cuando Él entra en una persona, vivifica su espíritu porque no hemos nacido para ser animales sino hijos del Dios viviente. Por lo tanto, nos ha puesto espíritu y nos ha sellado con su Espíritu, dándonos una nueva identidad. Es por ello que la Biblia dice en 2ª Corintios 5:17: “17De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. ¡Ya no es la de antes, ahora es una nueva criatura espiritual! ¡Ya no vive en su alma! ¡Ahora vive en el poder del Espíritu de Dios! ¡Esto si es que es un hijo de Dios!
¡Procura que no te gobiernen más los estados de ánimo! ¡Qué no te gobiernen las palabras que te han dicho y te han herido! ¡Que te domine el Espíritu Santo! Oro para que el Espíritu de Dios te toque, te llene y te sane por completo.
Los que están en Cristo, salen de un nivel anímico o almático, y suben a un nivel espiritual. Para ello, y en primer lugar, tiene que intervenir la sangre de Jesucristo que limpia al creyente de todo pecado y le arranca de raíz todas las amarguras, las aflicciones, las angustias, etc. Dios arranca la impotencia y pone su poder en la vida del creyente, arranca la incredulidad y pone fe, arranca la desesperanza y pone esperanza. De tal manera que, el verdadero creyente, comienza a vivir en otro nivel. ¡Ya no lo manejan los estados de ánimo! ¡Lo maneja el Espíritu Santo!
Hay muchos, creyentes y no creyentes, que viven bajo el azote y la tiranía del alma cuando ésta tendría que ser sierva del espíritu. ¡El alma tiene que estar al servicio del espíritu! ¡Ésta no puede estar sentada en el trono! ¡Quien debe estar sentado en el trono de tu vida es Jesucristo! ¡El Espíritu de Dios tiene que dominar tu vida!
DIOS QUIERE HACER COSAS NUEVAS EN TÍ
¡Dios quiere hacer algo nuevo hoy en ti! Él quiere arrancar esas cosas que te detienen. ¡Estás frenado! ¡Quieres amar pero estás frío! ¡Quieres hacer la obra de Dios pero te sientes impotente! ¡Algo se tiene que romper en ti!
Tal vez te han dicho estúpido. La mamá de una mujer que ha compartido su testimonio para el libro Historias que Sanan, le decía asquerosa, inmunda, nadie te va a querer, nunca te vas a casar. ¡Era una niña pequeñita! ¡La amargura que tendría esa madre para hablarle de ese modo a su propia hija! La instigaba con dichos como: “Sos igual que tu padre”. ¡Pero fuiste vos mamá que te casaste con ese hombre malvado, y te has dado cuenta después que lo has hecho! ¡Qué poca luz tenías cuando te casaste con él!
¡Es triste que te domine la timidez! Los niños no nacen siendo tímidos, se vuelven tímidos; no nacen temerosos, se vuelven temerosos. Los niños no nacen histéricos, sino que sus padres los vuelven así. Éstos nacen vacíos, son los padres quienes lo llenan; los llenan con amor, paciencia, ternura o con gritos, lo que comienza a provocar en ellos, dolores profundos.
Imagínate un niño de tres meses llorando porque se ha hecho encima y la madre le grita que se calle. El niñito entra en un mundo cruel, él no entiende nada, pero su mamá le mete dardos envenenados. Ella está llena de odio, impotencias, odia a su esposo porque la dejó y se la desquita con su hijo, o le declara: “Tu padre me abandonó cuando quedé embarazada de vos”. ¡Abre su boca y salen las palabras que hieren! ¡Esto es aflicción de ánimo!
Leemos en Santiago 3: 3 al 6: “3He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 6Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”. ¡Te recomiendo lavarte los dientes con un cepillo normal, pero la lengua con uno de acero!
¿Quieres entender cómo es esto de que la lengua contamina todo el cuerpo? Resulta que lo que tú hablas, y lo que te dicen te contamina el cuerpo. Hay palabras que producen estados de ánimo, y esos estados de ánimo, hacen que el cuerpo segregue sustancias tóxicas. Cuando sientes temor, tu cuerpo segrega adrenalina, con otros estados de ánimo, tu cuerpo segrega otros químicos. Esos químicos que se producen en alguna glándula entran en el torrente sanguíneo y son como drogas; no necesitas consumir alguna droga porque si tus estados de ánimo son negativos ya eres un drogadicto. Entonces, esas drogas, viajan por la sangre y entran en tus órganos, tu piel, tus cabellos, haciendo por ejemplo, que se te caiga el pelo. Entran en tu hígado y te lo arruina, o en el páncreas, provocándote un cáncer, etc. ¡No es cuestión de vivir amargado!
Me da pena cuando alguien me dice: “¡Aunque sea cristiano no lo voy a perdonar porque lo que me ha hecho no tiene perdón!” ¡Estás enfermando tu cuerpo! ¡Lo estás contaminando! Recibe estas palabras, no sea que tenga que ir a orar por ti a un hospital por causa de un cáncer.
Leamos nuevamente Santiago 3:6: “6Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”. Imagina qué tan grande es la rueda de la creación; a ésta la inflama la lengua. Pero también agrega que la lengua es inflamada por el infierno, contaminando el cuerpo y la rueda de la creación. Te lo explico mejor; las cosas que tú dices, movilizan demonios. Tu lengua puede movilizar el poder del Espíritu Santo, puede activar a los ángeles, puede movilizar bendición; pero también puede producir un infierno en la creación, y movilizar, por culpa de tus palabras, poderes de maldad, en las regiones celestes. Porque los demonios responden a las palabras que nosotros emitimos, ¡y Dios también responde a las palabras que emitimos!
Si tú oras y ayunas, Dios oye. Él te dice: “Clama a mi y yo te responderé…” Pero si emites una sentencia contra alguien como por ejemplo: “¡Qué los parta un rayo, lo quiero ver muerto!” Esas palabras movilizan poderes del infierno. Ni te cuento cuando los brujos hacen invocaciones a los demonios. Y si no estás cubierto por el Espíritu Santo, si Dios no es tu fortaleza y tu esperanza, si no tienes tu fe puesta en Dios, aunque te llames cristiano, un trabajo de hechicería te puede afectar. ¡Debes tener una buena relación con Jesús! ¡Tienes que amarle y buscarle! ¡Tienes que desear que su Espíritu Santo te llene cada día!
¡Cuando la gente se enoja contigo y comienza a declarar cosas en tu contra! El salmista oraba: “Líbrame del labio mentiroso y de la lengua fraudulenta”. Cuado tu padre o tu madre te decían que eras feo o fea, que no servías para nada, seguramente, no estaban inspirados por el Espíritu Santo. ¡Dios no va a decir eso de ti! ¡Y lo que importa es lo que Dios dice de ti, no lo que te dice tu padre, tu madre o tu abuela! ¡No importa lo que piensen de ti los demás, lo importante es lo que Dios piensa de ti!
¡Dios no me hablaría así! ¡Él es un Dios de amor! Y lo que trae Dios, en esta hora, sobre ti, es consuelo y bendición. Él no considera que te haya hecho feo o fea, que cuando te estaba creando algo salió mal. ¡No! ¡Para Dios eres hermoso, eres hermosa! ¡Alégrate! Es por eso que el salmista declaraba: “Aunque mi padre y mi madre me dejaren, con todo, Jehová me recogerá” (Salmo 27:10). ¡No importa que te rechace tu madre, tu padre o quien sea! ¡No importa la opinión que tengan de ti! ¡Lo que importa es que dice Dios de ti!
La hermana a la que su madre le decía fea, se miraba al espejo y se odiaba. Los niños no razonan, ellos oyen y creen; los niños imitan. A ella no le pasaba por sus pensamientos que su madre le estaba mintiendo; ésta le decía cosas, motivada por la amargura, por su fracaso o lo que sea, pero le estaba mintiendo. Aún siendo grande, vivía amargada y angustiada, hasta el día en que llegó a la iglesia y se encontró con Jesucristo. ¡Allí conoció el verdadero amor!
Si te han dicho palabras hirientes o han mentido contra ti, dile a Dios: “Líbrame Señor de la lengua mentirosa, se que lo que han dicho de mí no es cierto y quiero saber que es lo que dices tú de mi. Háblame Señor, quiero saber quién soy. Sólo tú sabes para qué y por qué me has creado. Dime cuál es tu propósito en mí. Límpiame Señor, líbrame del rechazo y de la amargura. ¡Tú eres mi Dios! ¡Se tú mi refugio!”
Tal vez no sabías que es muy duro el asunto de la lengua, pero ahora te das cuenta que estás herido. Dios, hoy quiere sanar tus heridas y quiere limpiar tu lengua. ¡Lo va a hacer! No seguirás triste, no seguirás con resentimiento ni con ese rechazo que tienes. ¡No seguirás con amargura!
Clama a mí y yo te responderé, te dice Dios. “6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias”, decía el rey David en el Salmo 34:6. Antes, yo vivía pendiente de lo que pensaban y decían de mi, ¡pero ya no! Me decían que la bruja de tal lugar me estaba haciendo un trabajo y yo me lamentaba: “¡Ah Dios mío!” Pero llegó el tiempo en que entendí, que mi confianza estaba puesta en Dios. Hubo un momento en que Jesús quitó mis temores. Un pae, presidente de la umbanda en Uruguay, murió pero murió mal. ¡Ese hombre me odiaba y dijo tantas cosas de mí! Hasta me hizo trabajos de hechicería. La Biblia señala que la lengua contamina la rueda de la creación, y ese hombre, me hizo trabajos de toda clase, mató animales de todo tipo, de dos y de cuatro patas, pero a mí ya no me importaba, porque Cristo me había librado de mis angustias. Me enteré que había hecho un sacrificio de cuatro patas contra mí y según algunos, eso es terrible, lo único que le faltaba era hacer un sacrificio de un cien pies. ¡Pero ese hombre se murió!
Existe una vida sin temores, sin angustias ni ansiedades; existe una vida de paz y según señala la Biblia, esa es la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. ¡Está por encima de toda circunstancia! ¡Esa es la paz que Dios te quiere dar a ti hoy! Dios te quiere librar de esos estados de ánimo, Él cortará las cadenas que te atan a la amargura, a la aflicción, y que por causa de estados de ánimo negativos te afectan tu sistema digestivo, tu corazón, etc. ¡Lo quiere hacer ahora!
Si tú reconoces que tienes esas cosas clavadas en tu ser, clama a Dios en esta hora, póstrate ante sus pies. Los sicólogos entienden de sicología, pero ésta no pasa del nivel del alma. La palabra alma viene del hebreo, y es la misma, que en el griego se pronuncia psiquis, lo que significa, mente, voluntad y emociones. ¡Dios va a sanar tu mente, tu voluntad y tus emociones!
Para eso no hay otro remedio. Un sicólogo, si no es cristiano, sólo entiende a nivel animal, almático o sicológico. Pero si el Espíritu Santo actúa y el poder de Dios se mueve en tu vida, entonces la angustia y el temor huirán de ti. ¡La presencia de Dios te va a liberar! ¡Dormirás en paz porque Dios es un Dios de paz!
Reconoce hoy que necesitas un toque de Dios, que estás herido; te quiero advertir que esas heridas te han llevado a pecar, porque la timidez y el temor te llevan a desobedecer a Dios y te frenan; y la angustia te obnubila la mente, te cierra el entendimiento y te quita la habilidad de ver y entender las cosas. ¡Dios te dará una mente libre! ¡Funcionarán libremente tus neuronas! ¡Tendrás paz! ¡Amarás aunque no te amen! ¡Bendecirás aunque te maldigan! ¡Dios te dará fuerzas del Espíritu para que esto sea posible!
¡Si reconoces que te dominan los estados de ánimo negativos, tienes que venir a Cristo hoy!
ANEXOS: