Av. 8 de octubre 2335
Montevideo
WhatsApp:(+598) 095333330
Dice la Biblia que cuando Jesús estaba en Nazaret, no muchos creían en Él; Nazaret era la ciudad en la que se había criado; no era una ciudad muy grande, allí todos se conocían y conocían a Jesús como el carpintero, hijo del carpintero, y en ese lugar no pudo hacer muchos milagros porque la gente no creía que Él era el Hijo del Dios viviente, el Mesías; no creían que ese hombre que había estado haciendo mesas, bancos, puertas y ventanas pudiera ser el Hijo de Dios, el que debería dar su vida y resucitar por la humanidad.
Fue duro para Jesús estar en Nazaret, pero fue allí donde Él entró en una sinagoga donde asistían los judíos todos los sábados, a estudiar la palabra de Dios. No era costumbre darle a alguien un rollo del Antiguo Testamento pero se lo dieron a Jesús, y Él lo abrió en las profecías de Isaías: “18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor 20Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él” (Lucas 4:18 al 20).
Este pasaje de Isaías 61 incluye además el día de venganza del Señor pero Jesús no leyó esa parte; sólo leyó el párrafo que hace referencia a que el Mesías iba a predicar, a sanar, a pregonar libertad a los cautivos, que le daría vista a los ciegos. Todos sabían que ese pasaje se refería a las profecías y tenía que ver con el Mesías. Jesús se sienta luego de la lectura de las escrituras y todos quedaron pasmados, como diciendo: “¿Por qué no habrá leído el resto?” Es porque el resto va a suceder en un futuro, muy pronto, cuando sea el fin del mundo, cuando Cristo vuelva y Dios traiga juicio sobre las naciones, pero ahora, estamos viviendo aun, hace dos mil años, ese primer párrafo, ese primer tiempo en el que Jesús está vendando a los quebrantados de corazón, está liberando a los cautivos, está abriendo las puertas de las cárceles, está haciendo que los que no ven, vean. ¡Este es el tiempo en el que Jesús está haciendo esa obra!
Él se sentó y todos lo miraban, entonces les dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. ¿Qué estaba diciendo? “Ese que dice ahí, el Mesías, y que ha sido ungido por Dios para hacer todo esto, ¡ese soy yo!” Todos daban testimonio de que estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca y decían: “¿No es este el hijo de José? ¿De dónde saca todo esto, este hijo de José? y Jesús agregó: “23Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Lucas 4:23 al 27).
El Señor dijo que no todos reciben lo que Él tiene para dar, no todos están dispuestos, no todos tienen el corazón abierto. Aún, yo creo que ni siquiera hay quienes conocen las grandes necesidades espirituales que tienen, ni saben reconocer cuáles son los milagros que necesitan que Jesús haga en sus vidas. Yo estoy seguro que si te pregunto qué milagro necesitas que Jesús haga ahora mismo en tu vida, comenzarías a preguntarte: “¿Qué le podría pedir?” ¡No estás seguro de lo que estás necesitando! Claro que hay quienes lo tienen muy claro, como una mujer que pasó recientemente al altar con un espíritu de muerte; la historia es que su hijo murió y ella comenzó a llenarse de odio por quien había causado la muerte de su hijo y había jurado vengarse; pensando en eso, tuvo un accidente y estuvo años postrada. Yo llamé al frente a quienes estaban luchando con un espíritu de muerte así que la mujer pasó, muy mal, y cuando comenzamos a orar, ella pidió perdón a Jesús y decidió entregarle a su hijo muerto, decidió romper el cordón umbilical con él y perdonar a quien causó le causó la muerte. Entonces de pronto, ¡comenzó a sonreír y fue libre de la opresión que tenía!
Claro, hay algunos que inmediatamente saben lo que necesitan y saben que es Jesús el que puede hacer la obra milagrosa porque a Él no lo detendrá una enfermedad, ni un problema matrimonial o familiar, saben que a Jesús no lo va a detener un problema económico.
¡Para acercarnos a Jesús necesitamos tener fe! Necesitas que tu fe crezca y necesitas tener expectativas de grandes cosas de parte de Dios porque quienes la tienen, obtienen grandes cosas de Él. ¡Los que tienen fe, tienen grandes expectativas!
Hay dos maneras de tocar a Dios; a Él lo conmueve la fe y el amor. Tú tienes que amar a Dios y tener fe en Él, debes creer que lo que necesitas, Dios lo va a suplir.
Jesús no era menos poderoso en Nazaret que en otros lugares pero la incredulidad cierra las puertas de la gracia. Quizás tú crees que Dios le hace milagros a otros pero a ti no. Mucha gente se lamenta que Dios hace milagros a todos menos a él o a ella. Yo te pregunto hoy: ¿Tú eres creyente para otros pero no para ti? “¿Estará enojado Dios conmigo?”, se preguntan algunos. Esta es una manera de decir: “Yo no creo que Dios haga algo a mi favor”, porque crees que Él está enojado contigo. ¿Qué clase de fe tienes? ¿Puedes creer que Jesús te ama a pasar de ti?
Dios no necesita que seas inteligente o bueno, ¡Él necesita que creas! Para tener fe hay que dejar de lado la razón, porque, mientras más racional eres, menos lugar le das a la fe. La razón sirve para muchas cosas pero no para producir milagros; es necesaria porque Dios nos la ha dado para razonar, pero para la fe no hace falta la razón sino creer en Jesús.
Cuando Marcos Witt vino por primera vez a un campamento juvenil en Uruguay señaló que Dios quería cumplir los sueños de mucha gente y tenían que creer que Jesús les iba a conceder esos sueños. Entre cientos de jóvenes había uno que quería tener una banda musical, entonces Marcos Witt dijo: “Voy a lanzar unos caramelos y el que agarre uno, dé por seguro que Jesús le concede la petición que le hizo.” Cuando tiró los caramelos, el muchacho agarró uno de ellos y declaró: “¡Ya tengo la banda!” ¡Y creyó! ¿Cómo se entiende esto? ¡Tiene el caramelo y declara que ya tiene la banda! Para la razón es lo más ridículo que pueda haber, pero para el muchacho era verdad. ¡La fe se agarra de cada cosa!
¿Tienes fe? Por ahí Dios te pondrá una evidencia por la que la razón dirá: ¡No puede ser! ¡Pero tú, sólo cree!
Veamos si puedes creer en esto, hoy no te está hablando el apóstol Jorge Márquez, ¡hoy te está hablando Dios! ¿Puedes creerlo?
Leamos nuevamente Lucas 4:25 y 26: “25Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón”.
¿Qué había en esa viuda? ¡Había fe! ¡Mira que Elías le hizo hacer cada cosa! Ella tenía un puñado de harina y estaba por hacer su último pancito, el que iba a comer con su hijo y después se dejaría morir porque ya no había más que comer, pero llegó el profeta y le dijo: “Dice Jehová que me hagas un pancito para mí y que no te hagas problema porque no te va a escasear la harina, no te faltará ni a ti ni a tu hijo”. La viuda le preparó un pancito al profeta y él se llenó la panza, mientras ella y su hijo se quedaron mirando cómo se comía el pancito que se había preparado con el último puñado de harina que tenían. ¡Qué cosa más loca que es la fe! La mujer creyó y Dios no permitió que le falte nunca más hasta que terminó la hambruna. Cada vez que iba a buscar harina a la tinaja, allí había abundante. ¡Dios le multiplicaba la harina!
Se necesitan dos cosas para que ocurra un milagro: La primera es que Dios exista y la segunda es que yo tenga fe en Él. Yo no te estoy contando un lindo cuentito, lo que pretendo es que puedas contar tu historia, no la de la viuda de Sarepta de Sidón, no la de Naamán el sirio, Dios quiere que cuentes tu linda historia, lo que Él hará contigo hoy, porque se necesita, no una linda historia dela Bibliasino una vivencia propia. ¡Tú necesitas tener tratos con Dios! ¡Necesitas tener un encuentro con Dios! ¡Tienes que chocarte con ese Dios poderoso, bueno, amante, sobrenatural que puede enfrentar cualquier dificultad que tengas! ¡A Dios no lo va a detener el infierno! ¿Estás creyendo?
En Uruguay yo soy “el apóstol Jorge Márquez”, así me dicen, pero en San Juan, Argentina, donde nací, soy “el Jorge”. “¿Qué haces Jorge?” me saludan allá, y con mi mamá y mis hermanos, que no me la dé de apóstol porque soy “el Jorge”. Cuando me quiero poner en mi lugar de apóstol me miran como diciendo: “¿Y a vos qué te pasa, si te conocemos de potrillo?” Es por eso que entiendo cuando Jesús dijo: “No hay profeta sin honra sino en su propia tierra”. Cuando voy a mi casa en San Juan, mi mamá es mi madre y yo soy Jorgito, a ella todavía no le cayó la ficha de que soy un apóstol. Me dice: “Jorge, ¿por qué no abrís una iglesia en tal parte? Vos haceme caso, porquela Bibliadice que debes honrar a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra”. ¡Chau! ¡Ella me apostolea a mí! No me pide un consejo sino que me manda a orar por esto, por esto y esto. Yo le digo: “Mami, ¿por qué me hablas así y me mandas a hacer esto?” Y ella me responde: “¡Porque yo soy tu madre!” A mí me sucede en San Juan lo que a Jesús en Nazaret. Es que cuando Jesús se te hace muy habitual o algo muy histórico y no es tan real, dejas de tener fe en que Dios pueda hacer algo a tu favor y comienzas a racionalizar el asunto.
“¿Por qué Dios no me escucha?” ¡La razón empieza a dar razones! ¡¿Quién te dijo que Jesús no escucha?! ¡¿Quién dice que Dios no escucha?! ¡La estúpida razón lo dice!
“Dios estará enojado conmigo”, “estaré pagando por algo malo que hice”, son frases que escuchamos a menudo.
Estuve hablando con un hombre que se sintió sacudido porque dije que muchas veces para no creer, empleamos la frase: “Será que yo estoy pagando algo que hice”. ¿Para qué tú vas a pagar algo que has hecho si Jesús ya pagó en la cruz del calvario? ¡Entra gratis! ¿Para qué vas a pagar de nuevo? ¿Por qué pagar dos veces? El hombre me declaró que mientras yo hablaba, el diablo le decía: “Estarás pagando algo que has hecho mal”. ¡Tenía una carga terrible encima! Me contó una historia de esas que parecen increíbles, pero tristemente reales: Sus padres lo entregaron al cuidado de su abuelo y éste le pisaba la cabeza sobre el barro, abusaba de él, lo llevaba al monte y se lo entregaba a hombres para que ellos también abusaran de él. ¡Estaba totalmente herido!
Cuando llamé a quienes tenían espíritus de muerte, pasó adelante para que orásemos por él. ¡Una historia terrible! Encima que el abuelo lo había pisoteado, abusado y también los amigos del abuelo, el diablo le acusaba diciéndole que algo malo habría hecho y que por eso estaba pagando. El hombre es casado, tiene hijos y satanás aún lo sigue atormentando con que tiene que pagar por lo que hizo. ¡No tienes nada que pagar! Si crees en Cristo, el ticket ya lo compró Él. ¡Él ya pagó! ¡Cree!
Leemos en Marcos 5:25 al 27 otra historia de fe: “25Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, 27cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto”.
Sabemos que se sufre mucho con los médicos, son buenos los médicos, buenos pero nos hacen sufrir. En Mateo 9: 20 y 21 leemos la misma historia: “20Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; 21porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva”. La mujer oyó hablar de Jesús, alguien le contó acerca de Él. Recordemos que la Biblia afirma que la fe viene por el oír y el oír de la palabra de Dios (Romanos 10:17), y Cristo es la palabra de Dios. Cuando oyó hablar de Jesús, ella comenzó a decir dentro de sí: “Si tan sólo me puedo acercar y si tan sólo puedo tocar el borde de su manto, se que seré salva”. Esto es como lo del caramelo. Dime: ¿Qué doctrina enseña que si tocas el manto de Jesús, serás salvo? ¿Qué teología enseña eso o cuándo dijo el Señor que quienes tuvieran algún problema podrían tocar el borde de su manto? ¿Dijo eso Jesús? ¡No! ¡Es una locura de la fe! La fe le hizo ver a esa mujer que si tan sólo lo tocaba, sería salva.
Muchos se escandalizan cuando algún predicador manda a que pongan la mano sobre el receptor y serán sanados. ¡Doctrina de demonios! ¿Cómo la radio o la televisión lo va a sanar? ¡No, no, es un acto de fe! Esto habla de la expectativa de lograr lo que necesita, porque Jesús lo va a hacer. La razón se opone a esas cosas pero la fe declara: ¡Lo voy a lograr!
Si vamos al Antiguo Testamento veremos que ante la ley, una mujer con flujo de sangre, era una mujer inmunda y quien la tocaba quedaba inmundo. La gente no podía tocar a una mujer en esa condición, ni siquiera su ropa porque quedaba inmundo y después tenía que hacer cierto ritual de limpieza y purificación que duraba algo así como siete días.
Así que el grave problema de la mujer era que, la fe le decía que si ella se acercaba a Jesús y lograba tocar su manto sería sana, pero la razón declaraba: “Soy inmunda, no me puedo acercar a la gente ni tocarlos”. Con mucho miedo y vergüenza se acercó por detrás del Señor y la fe le decía: “Si lo tocas, serás sana”. ¡La mujer temblando lo tocó y en el instante se sanó! La razón al mismo tiempo le decía: “¡No lo hagas! Vas a tocar a la gente y quedarán inmundos, entonces se enojarán contigo y te va a apedrear porque no contaste que eras inmunda y te les acercaste”. El otro inconveniente era que Jesús estaba rodeado de mucha gente, señalala Bibliaque una multitud lo apretaba, pero la mujer movida por la fe dijo: “Yo lo voy a tocar y que pase lo que pase…” ¡Y lo tocó!
A veces nos desanimamos cuando asistimos a una reunión y no vemos que suceden grandes milagros, pero es que hay muchos milagros que ocurren muy por dentro. La mujer no era ciega, no era sorda, no tenía un brazo colgando sino que estaba perdiendo sangre, lo cual no se veía; aparentemente era como cualquier otra, no se vio el milagro, y quizás la gente no pudo asombrarse. Quizás muchos se fueron de esa reunión diciendo que no vieron nada pero para Dios era muy importante ese milagro por eso es que está escrito en la Biblia, para que sepamos que aquel que cree, recibirá. ¡No importa si muchos lo ven o no, no importa si muchos creen o no, si tú crees, lo vas a recibir!
Puede ser que el problema que tienes te causa vergüenza, te causa temor o dolor, ¡no importa! ¡Si tienes fe, toca a Jesús hoy! Lo importante no es que te lleves un lindo mensaje, lo importante es que te lleves un lindo milagro. Lo importante es que tengas un encuentro con Dios y te choques con su fuego. ¡Virtud, poder salió de Jesús! y el Señor preguntó: “¿Quién me ha tocado?” ¡Fue como una descarga eléctrica! Jesús preguntó: “¿Quién me tocó? y mira lo que hace la razón: Al instante, los discípulos le contestaron: “Pero maestro, todos te están tocando, todos te están apretando y tú dices ¿quién me tocó?” ¡Esa es la razón! Pero el Señor dijo: “No, poder salió de mí. Yo se que algo pasó. ¿Quién me tocó?” La mujer estaba amedrentada porque todo el mundo se enteraría que era inmunda y que había estado tocando a todos para poder llegar a Jesús. Estaba atemorizada porque posiblemente la insultarían, la apedrearían. Señala la Biblia en Marcos 5:33: “33Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad”. Se postró y le dijo al Señor: “Vine aquí con una pérdida de sangre, nadie la veía pero vine creyendo. Perdóname Jesús, yo toqué a esta gente, yo soy inmunda pero quiero que sepas que te toqué y he sentido dentro de mí que tú me has sanado. ¡Gracias Jesús!” ¡Qué lindo que quedó escrito esto porque nadie veía lo que sucedía, pero algo pasó adentro de esa mujer! Leemos en Marcos 5:34: “Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote”. ¡El Señor le dijo: Tu fe te ha hacho salva!
La fe se corresponde con la gracia de Dios y supera la ley, los reglamentos, los estatutos. ¡Ya no importa lo que diga la ley sino lo que dice la fe y la gracia! ¡Qué importa que me digan inmunda, si Jesús me toca ya no lo seré más! ¡Gloria a Dios! ¡Jesús la tocó! ¡Virtud salió de Él, poder salió de Él! ¡Qué maravilloso!
¡Si tú pudieras creer hoy! ¡Qué lindo sería si pudiéramos escribir tu historia! Que quede escrita como la de esta mujer de la que no sabemos ni siquiera el nombre.
Allí había una multitud que no recibió nada pero había una mujer con fe y ella recibió su milagro. Después de todo, ¿será tan importante ver muchos milagros? Lo importante es que haya fe para recibir muchos milagros.
Hoy has oído hablar de Jesús,la Bibliaseñala que ella oyó hablar de Jesús. ¡Qué maravillosa es la fe! Ella no le había visto la cara al Señor. Algunos, cuando oyen hablar de Jesús dicen que sólo son cuentos, eso de que levantó muertos y que Él resucitó es un cuento. Algunos escuchan hablar de Él y le cierran la puerta, otros dicen: “Esto le vendría bien a Pepe”. En cambio, otros escuchan hablar de Él y declaran: “¡Ese es el que me va a sanar!” “¡Ese es el que va a solucionar mis problemas!” “¡Ese es el que va a salvar mi matrimonio!” “¡Ese es el que va a sacar a mi hijo de la droga!” “¡Ese es el que yo necesito! ¡Jesús!”
Cuéntale a Jesús de tu soledad, de tu angustia o amargura, cuéntale de tu problema matrimonial, con tus hijos, cuéntale de tu enfermedad. Dile que quieres tocarlo en esta hora. “Déjame tocarte Señor, aunque nadie vea mi milagro yo lo quiero Jesús. ¡Tócame Jesús!”
“Toca a tu pueblo Jesús, toca los huesos, las articulaciones. Hemos entrado en un tiempo de bendición y de milagros. ¡Glorifícate Jesús!”
¿Estás ardiendo por un milagro? Supongamos que en medio de una multitud tú eres el único que tienes que recibir el milagro, y tú no sabes nada ni te importa nada, sólo sabes que lo vas a recibir. ¡Corre en esta hora a los pies de Jesús! ¡Tócalo con tu fe y recibe hoy tu milagro!
ANEXOS: